Vidas Cruzadas El ciclo. #4 E...

Autorstwa AbbyCon2B

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En el esplendor del siglo XIX, Peter Morgan había nacido en el centro de una de las familias más importantes... Więcej

Nota de la autora.
Recapitulando.
A saber para la historia.
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ACLARACIÓN SOBRE LA MONEDA (+bonus)
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RECORDATORIO.
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Autorstwa AbbyCon2B

¡Estoy muy feliz de que se llegara a los 1000 comentarios!

Hacía tiempo que no veía tantos comentarios en un capítulo y realmente lo agradezco un montón y significa demasiado para mí. Me los leí todos y amo muchísimo verlos reaccionar a los momentos de los personajes. Mil gracias de verdad a todos los que comentaron y a los que siempre comentan. Sin ustedes no estaría aquí con cada capítulo y se los agradezco demasiado. 

Aquí les dejo los dos capítulos prometidos y sería genial si al menos podemos llegar a 500 comentarios en cada uno. Love u all y espero que les guste. 

También espero que estén disfrutando de toda la historia, creo que este romance podría categorizarse como un slow burn considerando que ya llevamos como unas 700 páginas y todavía no ha sucedido nada entre ellos. 

¿Qué les está pareciendo? Espero que les guste y no les aburra, a veces mientras escribía me preocupaba estar incluyendo demasiado momentos ordinarios del día a día de los personajes, sin grandes conflictos o momentos dramáticos y pues no sé si eso quizás hace que la historia se les haga lenta o tediosa. Acepto sus críticas constructivas u opiniones que de verdad me ayudan a mejorar o simplemente motivarme para seguir como voy 🥰.

También quiero comentarles que este capítulo incluye varios detalles de época, entre ellos, verán que incluí algunas preguntas de los exámenes de matriculación, así como el ambiente académico de como eran los exámenes, las reglas, el trato profesor/alumno y demás y todo está basado en documentos reales. 

Decidí incluir algunas de las preguntas por si les interesa ver si son capaces de responderlas, yo lo intenté y honestamente casi me dieron ganas de volverme a primaria. No termina de entrarme en la cabeza que esas preguntas fueran de exámenes universitarios para jóvenes de 14/15 años, o sea...Yo tengo 21 y con suerte te hago 2+2 😅. 

Las preguntas de los exámenes las saque de tres libros distintos publicados por tres Universidades distintas en el año 1897 (que es el mismo año en el que se da la historia). Básicamente las Universidades publicaban al final del año académico, todos los exámenes impartidos durante el año y así fue que pude ver exactamente que preguntas habría enfrentado Peter en un examen de matriculación para cada materia en la Universidad de Londres y específicamente para el Master de Humanidades. ¿No es eso genial?

El método de calificación y las reglas, también lo saque de esos libros, pues está todo explicado allí; la cantidad de puntos que se necesita, las reglas y demás. Así que todo es históricamente correcto o lo más correcto que pude hacerlo. 

Y el ambiente académico y la relación profesor/alumno así como la vida universitaria, lo basé en un par de diarios que leí de hombres que fueron a la Universidad en la época. Uno es de un alumno que fue a Stanford en 1860 (por ahí) y fue el que más me sirvió (a pesar de la diferencia entre Stanford como Universidad Privada y UCL como Universidad pública). Realmente la vida académica era muchísimo más estresante y difícil en aquel entonces (en mi opinión) y pues he intentado reflejar todo eso a lo largo de la historia. 

De por si que no hubiera calculadoras para los exámenes de matemática, ya me da ganas de llorar 😭. Logarítmicos sin calculadora...Pitágoras sin calculadora...No, no, que estrés. 

En fin, espero que les guste todo el capítulo y muchas gracias otra vez. 

Love u all ♥

15 de agosto 1897.
Spitalfields, Londres.

Peter no había logrado dormir en la noche y no porque no lo hubiera intentado, sino porque la ansiedad no lo dejaba.

Se había marchado a la cama a las tres y cuarto después de estudiar por cuatro horas y había dado vueltas junto a Roland por veinte minutos antes de levantarse otra vez. Roland no se había enterado de nada, estaba demasiado cansado y profundamente dormido como para siquiera sentirlo caminar en círculos por la habitación mientras leía en voz baja.

Con dos velas para alumbrarse y una tormenta golpeando en la ventanilla junto a la mesa, se había concentrado en estudiar hasta el amanecer. Había avanzado en la lectura de los clásicos que se mencionaban en el calendario Universitario que había recibido con la carta y también seguía repasando matemáticas, porque era en donde más dificultades tenía. 

Y ni siquiera había tenido tiempo de estudiar algo para botánica.

Roland despertó a las ocho de la mañana, consciente de que tenía que ir a misa y cuando giró en la cama, lo primero que llamó su atención en su estado adormilado, fue que Peter no estuviera a su lado.

Se frotó los ojos con una mano y parpadeó hasta espabilar lo suficiente como para poder estudiar la habitación.

Encontró a Peter sentado en el suelo, todavía con su pijama y un libro sobre las piernas flexionadas. Se recostaba contra la pared junto a la cama de Muffin y ella estaba echada a su lado, aceptando los trozos de jamón que le convidaba de su emparedado.

—¿A qué hora se despertó?

—No dormí —contestó y dio un mordisco a la mitad del emparedado que le quedaba y lo dejó en el suelo sobre su plato—. ¿Usted descansó bien?

—¿No durmió? —inquirió, ignorando su pregunta y se sentó. A diferencia de Peter, sentía que traía la almohada pegada a la cara—. ¿Dormirá en la mañana?

—No, lo acompañaré a misa y luego seguiré estudiando.

—Pero debe dormir, no creo que le haga bien pasar todo el día despierto y ayer fue un día largo en la fábrica.

Negó, restándole importancia y se puso de pie para seguir estudiando en la cama ahora que Roland planeaba levantarse.

—Dormiré en la noche, pero ahora no podría, aunque quisiera. Tengo tanto por estudiar y tanto que no entiendo.

—No se estrese usted, le irá bien —aseguró y abandonó la cama para que él pudiera ocuparla con todos sus libros y apuntes—. Le haré algo de comer. Algo sustancioso.

—Se suponía que debía ir en ayuno a la iglesia, pero moría de hambre y me hice un emparedado —explicó, alzando el plato a medio comer—. ¿Qué hará de desayunar?

—Imagino ya estará cansado de la avena ¿no?

—No cuando usted la prepara —murmuró, concentrado en su libro y ajeno a lo mucho que eso significaba para Roland—. Tiene una forma tan exquisita de hacerla, que siempre hay un sabor nuevo para disfrutar. Y llena bien.

Decidió hacer avena entonces, porque de todas formas no tenía muchas opciones y todavía le quedaba media bolsa para varias porciones y cuando estuvo lista, abrió la ventana y la dejó en el marco para que se enfriara más rápido, así Peter podría comer antes de misa.

Mientras esperaba empezó a vestirse y Peter continuó repasando su estudio. Leer en la cama no era la mejor idea cuando estaba sin dormir, porque sentía como si el colchón y las mantas, lo engañaran e hicieran que sus ojos se cerraran con más facilidad.

Terminó sentándose al borde del colchón con los pies en el suelo, para intentar mantenerse despierto y releyó el mismo ejercicio de matemática sin mucho éxito. Siempre había pensado que era bueno con los números, porque en la escuela le iba bien, pero resultaba que los problemas matemáticos de la escuela eran muy distintos de los que tenía enfrente.

—Deje los libros un momento y coma —pidió Roland y le entregó su plato servido.

Lo agarró, pero comió mientras seguía leyendo, cuidando de no derramar nada sobre las hojas, que luego le forzarían a tener que pagar a la biblioteca por los daños del libro.

Pausó su estudió cuando terminó el desayuno, se puso su mejor traje para misa y tuvo su primer descanso de toda una noche de estudio, cuando dejaron el apartamento y se encaminaron a la iglesia.

Fue otra ceremonia como las anteriores, se sentaron con Sunny y sus hermanos y el señor Quine, leyeron de la biblia, cantaron un par de canciones y luego escucharon el sermón del Reverendo, que esa semana tenía relación con la búsqueda de la fe y la comunidad.

Le gustaban los sermones del Reverendo Urry, eran más interesantes que los que solía haber en la iglesia de White Oak y además podía identificarse con lo que decía con mucha más facilidad. El Reverendo hablaba mucho del hombre imperfecto, ese que quiere ser un buen cristiano, pero no siempre lo consigue y ese realismo en sus discursos, era lo que lo hacía interesarse un poco más por las misas de los domingos.

No recibió el pan y el vino esa mañana, porque la ceremonia requería que estuviera en ayuna y él no se había aguantado, así que esperó con Roland en el banco. Roland nunca desayunaba antes de misa, incluso si no tomaba la comunión.

—Muero de hambre —murmuró y Roland giró su atención hacia él y frunció el ceño.

—Pero se comió un plato de avena y eso siempre lo llena.

—Lo sé, pero creo que no dormir me da más hambre...O será la ansiedad y los nervios.

Roland buscó su mano, que descansaba entre sus piernas y la giró para examinarle las uñas. O la falta dé.

—Diría que ha de ser sus nervios. Se quedará sin uñas como siga así y se lastimará.

—No puedo evitarlo —confesó y retiró la mano de la suya, porque lo que sentía cuando él lo tocaba, resultaba muy inapropiado cuando estaban en la iglesia—. Me las muerdo sin darme cuenta mientras estudio.

—Estaré alerta entonces. ¿Cómo va con el estudio?

—Mal —murmuró y bufó—. No llegaré a estudiar todo a tiempo, sé que no.

—Pero no tiene todos los exámenes mañana, debería priorizar lo que tiene mañana.

—Es lo que hago, pero no necesito repasar inglés porque creo que no tendré dificultad en responder lo que me pregunten, así que he dedicado ese tiempo a matemáticas, que es donde me encuentro más confundido.

—¿Y cuándo es la examinación de matemáticas?

—El martes y es la primera examinación de la mañana.

Buscó en el bolsillo de su chaqueta, donde llevaba el calendario Universitario a todas partes, porque sabía que a veces le llegaba la ansiedad inesperada y debía repasarlo una vez más y le enseñó la tablilla de la hoja de exámenes de matriculación.

—Matemática a las diez de la mañana y luego griego a las dos de la tarde —leyó Roland y Peter asintió, tenso y nervioso en su lugar—. Latín a las cuatro y algebra a las seis.

—Y el miércoles; botánica. Ni siquiera tengo un libro de botánica.

—Puede pasar por la biblioteca mañana —propuso y Peter asintió, eso ya era lo que pretendía hacer—. Y me espera allí también, lo iré a buscar cuando salga del trabajo.

—Puedo caminar solo, señor Josey.

—No, no con su cara, no puede —murmuró y fingió que seguía leyendo el calendario, aunque era más que consciente de que Peter lo estaba mirando.

—¿Qué sugiere, señor?

Se encogió de hombros sin importancia y le regresó el pequeño librillo.

—Usted me entiende.

—Me temo que no, si no se expresa claro —se burló con una pequeña sonrisa, que solo creció cuando notó que Roland empezaba a encogerse en el lugar, avergonzado—. Diría que me ha dado la impresión de que usted cree mi rostro podría ponerme en peligro en la calle.

—Pues sí, ahí lo tiene. Me entendió.

—¿Pero por qué cree eso? ¿Qué tiene mi rostro?

—No me moleste, señor Eades —suplicó y se cruzó de brazos—. Ni haga preguntas cuyas respuestas no serán de su agrado.

—No veo porque la respuesta habría de molestarme, además deseo saber lo que intentaba decir. ¿Sugiere soy débil y no sé cuidar de mí mismo? Eso sí podría ofenderme y dejaría de hablarle ya mismo.

—Oh, será usted un manipulador experto —bufó, exasperado—. Muy bien entonces, le diré. Para empezar, es muy joven y lo tiene escrito en todas sus delicadas facciones y eso, mi señor, suele atraer la atención de hombres con malas intenciones, especialmente a altas horas de la noche.

—Comprendo, continúe.

—Además su forma de andar expone con demasiada facilidad su procedencia y aunque pueda no tener un solo penique ahora, algunos hombres lo verán y creerán lo contrario, por lo que podrían querer robarle y cuando les diga que no tiene dinero, podrían pensar que miente y golpearlo.

—Suena lógico, pero no veo dónde entra mi rostro en todo esto.

Roland rodó los ojos y lo miró.

—Es guapo, señor. Demasiado para su propio bien y eso también atraerá la atención de hombres con malas intenciones. Especialmente en las noches.

Peter reprimió una sonrisa, volviendo su mirada al frente para prestar atención a todos los vecinos que recibían el pan y el vino en la fila y apenas pudo calmarse lo suficiente, como para no empezar a sonrojarse.

Se quedaron en silencio por un minuto o dos y finalmente, lo rompió inclinándose un poco más cerca para hablarle al odio.

—¿No fue tan difícil o sí?

Roland no le respondió, aunque sí lo notó reprimir una sonrisa, que quedó oculta entre su barba y no volvieron a hablar después de esto.

No era la primera vez que halagaba su atractivo, pero desde que Peter había aprendido sobre su atracción por los hombres, intentaba evitar comentarios que pudieran generar más incomodidad o malentendidos entre ellos. Incluso si había muchas cosas que quería decirle respecto a su atractivo, su belleza y todo lo que a sus ojos lo hacía perfecto.

Abandonaron sus bancos cuando la misa terminó y todos empezaron a marcharse y Roland buscó la mano de Peter, para detenerlo de seguir a la multitud hacia la puerta.

—En la última misa el Reverendo me pidió para hablar conmigo. ¿Le molestaría acompañarme?

—Si no seré una obstrucción a su conversación, no, aunque le pediré no demore demasiado. Quiero aprovechar tantas horas del día para mi estudio como pueda.

Asintió en acuerdo y esperaron juntos en el corredor al otro lado de los bancos, donde colgaban cuadros de los ángeles y otras figuras religiosas. El Reverendo charló con algunos de los vecinos, escuchó sus dudas o comentarios y cuando hubo acabado, cruzó la iglesia hacia Peter y Roland y les sonrió a ambos con los brazos abiertos.

—Mis señores. ¿Cómo están? ¿Cómo se sintieron en esta misa de hoy? ¿Disfrutaron del sermón?

—Así es, Padre, fue muy interesante.

—Y me sentí muy identificado —agregó Peter y el Reverendo sonrió y se inclinó un poco hacia él, bajando la voz.

—Le admitiré, joven, que lo tuve presente mientras lo escribía esta semana. Recordé nuestra charla sobre su problema rezando y me pareció que sería un tema que muchos de nuestros vecinos cristianos encontrarían relevante. ¿Les parece charlar en mi oficina? Quiero oír de su semana.

Lo siguieron por el corredor hacia la misma habitación de la primera vez y se sentaron en el sofá más amplio, mientras el Reverendo se preparaba un café y agarraba unas galletas de un frasco para comer. Los convidó, pero solo Peter aceptó algunas galletas para saciar su hambre.

—Entonces díganme, caballeros. ¿Cómo han estado? ¿Han rezado diligentemente o sigue siendo difícil?

—Lo estoy intentando —confesó Peter y se sacudió las migas del pecho—. Es más fácil con el señor Josey, porque él reza todo el tiempo y siempre me hace acuerdo.

—Eso es bueno, nuestros amigos y vecinos son muy importantes en ayudarnos a mantenernos en el camino del Señor. ¿Y cómo van sus estudios, señor Eades? Ya escuché algunos rumores por ahí de una carta que le llegó ayer ¿puede ser?

Su sonrisa creció ante el tema y empezó a asentir.

—Así es, empiezo los exámenes de matriculación mañana, Padre, y estoy aprovechando todo mi tiempo para estudiar todo lo que puedo.

—Esa es la actitud, joven, muy bien. Me alegra mucho recibir estas fantásticas noticias y sé que con esfuerzo y el Señor de su lado, no habrá nada que lo detenga de entrar en la Universidad —. Dio un sorbo a su café y giró su atención hacia Roland—. ¿Qué hay de usted, señor Josey? ¿Cómo está usted? Lo noté de muy buen humor el jueves pasado.

—Y lo estaba, Padre, me alegró mucho recibir tanto apoyo y amor de la comunidad.

—Ah, el espíritu comunitario siempre tiene un poder maravilloso sanando el dolor de nuestras almas ¿a qué sí? —. Les sonrió a ambos y tomó el plato con galletas, para extenderlo hacia Peter y que se agarrara más—. ¿Les han servido las cosas que se recaudaron?

—Así es y demasiado, nuestro apartamento ya se siente más como un hogar. ¿Verdad, señor Josey? —. Roland asintió en acuerdo y Peter se agarró otra galleta del plato—. También tenemos una mascota, seguramente ya la vio.

—De lejos, sí, pero veo que no la traen con ustedes.

—Estaba durmiendo cuando no fuimos —explicó Roland y un poco más calmado, decidió agarrarse una galleta de la mesilla frente a él—. Normalmente la llevó conmigo a todas partes.

—Los perros son sin duda el mejor amigo del hombre. Y disculpen que cambie el tema tan rápido, pero me acabo de acordar y no quiero se me olvidé otra vez...No pude evitar notar que usted no recibió el pan y el vino está mañana, señor Eades. ¿Se encuentra todo en orden?

—Oh, eso...Nada de lo que preocuparse, Padre, simplemente no pude cumplir con el ayuno requerido y por eso me abstuve.

—Está sin dormir —informó Roland, señalándolo con su cabeza—. Debería regañarlo, Padre, por estudiar está descuidando su salud.

—No estoy descuidando mi salud, solo ha sido una noche...

—Y toda la semana durmiéndose a las dos o tres de la mañana y apenas descansando tres o cuatro horas —agregó con reproche y el Reverendo empezó a negar con desaprobación.

—El señor Josey tiene razón, señor Eades. ¿Cómo es esto de que está sin dormir? Eso no es bueno para su cuerpo y si no está en optimo estado físico, su mente tampoco estará óptima para enfrentar el estudio.

—Sé que tiene razón, Padre, y sí intenté dormir anoche, pero la ansiedad no me lo permitía.

—Comprendo, una mente preocupada es difícil de silenciar —lamentó y se terminó su café, cruzando una pierna sobre la otra—. Mi consejo es que intente suspender su estudio al menos una hora antes de irse a la cama, para poder descansar la mente y puede probar rezar un poco para calmarse incluso más y así dormir como un bebé. Pruebe esta noche y me dice luego si le funciona ¿de acuerdo?

Asintió y el resto de la charla continuó de la misma forma.

El Reverendo no tenía ningún tema en específico para tratar con ellos, sino que solo quería conocerlos un poco más y romper lentamente los muros de Roland, que eran demasiado notorios, incluso si solo estaban en su mente. Confiaba en que, sí lograba ganarse la confianza de Roland, eventualmente, este se sentiría lo suficientemente cómodo como para confesarle esos pecados que tanto lo afligían y lastimaban su alma y así, él podría intentar hacer más para ayudarlo.

Pero tenía experiencia en tratar con hombres y mujeres dañados y sabía que, no todos se abrían con la misma facilidad. A veces debía dedicar meses o incluso años de constantemente hablarles, preocuparse por sus días y compartir de los suyos, para que finalmente confiaran en él lo suficiente como para volcar todas sus culpas. No esperaba nada distinto con Roland.

Pero, aunque fuera un proceso largo y complejo, en la mayoría de los casos, las personas que ayudaba se sentían más ligeras y mucho más felices después de soltar todo lo que traían acumulado y eso les dejaba el camino despejado para empezar el proceso de la redención y la sanación.

Regresaron a la casa y el resto del día, Peter lo pasó estudiando y sobreviviendo a base de café, mientras Roland se encargaba del hogar. Preparó el almuerzo, lavó la ropa y tuvo que improvisar una cuerda dentro del apartamento para secarla, pues con el feo clima no podía dejarla en el patio y aprovechó a barrer un poco la casa y cubrió el suelo con periódicos, porque había tanta humedad que el hormigón parecía mojado.

El estudio de Peter no estaba avanzando tan bien como quería, incluso sí se sentía bastante confiado para la examinación de inglés, no entendía mucho de física y todavía había mucho de la historia de Inglaterra que le faltaba memorizar. Y lo peor, era que no se sentía bien organizado.

La mesa era un desastre, cubierta en hojas con apuntes de temas mezclados y perdía tiempo intentando buscar entre ellas y los libros ya no le servían, pues parecía estar leyendo las mismas páginas una y otra vez. Y todavía necesitaba continuar con matemáticas para el martes, porque sabía que no tendría mucho tiempo durante el lunes para repasar. Y ni siquiera había empezado con botánica o biología.

Se frotó los muslos por sobre el pantalón, masajeándose con cierta agresividad y luego apoyó el codo en la mesa y sostuvo su cabeza contra su mano para seguir leyendo.

Sentía que sin importar cuanto estudiara, su cerebro ya se había puesto de huelga y se rehusaba a almacenar más información.

Se apretó el puente de la nariz con dos dedos, presionado el lagrimal de sus ojos y se obligó a contener el nudo de lágrimas que le hizo arder la garganta y parpadear, para que estas no le nublaran la vista y le impidieran leer. Maldijo cuando una lágrima cayó en el borde del libro, mojando la hoja y la limpió rápidamente antes de que lo estropeara demasiado.

Se limpió con el puño de su camisa ambos ojos, para limpiar cualquier rastro de lágrimas y estaba por retomar la lectura, cuando sintió las manos de Roland sobre sus hombros.

—¿Qué sucede, señor Eades?

Se negó a hablar porque sabía que no podría seguir aguantándose y solo negó, encogiéndose de hombros sin importancia y señaló hacia el libro que tenía enfrente.

Roland se inclinó hacia él desde detrás de la silla y estudió su rostro, sin importar los intentos de Peter para cubrirse.

—Tómese un descanso.

—No puedo...

—No se hace ningún bien estudiando en este estado —insistió y se acuclilló a su lado—. ¿Qué es lo que le angustia? ¿No entiende el material?

—No y llevo trancado en el mismo ejercicio ya una hora.

—¿Y si deja ese y pasa al siguiente?

—No puedo, no me gusta dejar las cosas sin hacer —explicó y estrió sus mangas hacia los puños, para sostenerla y limpiarse con esta los ojos una vez más—. Además, tampoco entiendo los otros ejercicios...No entiendo nada y este maldito libro explica horrible.

Roland suspiró y se quedó mirando hacia la mesa repleta de material sin saber cómo ayudarlo. Él no sabía nada de esas cosas, así que no podía intentar entender el material con él u ofrecerle otra asistencia, salvo el apoyo de un amigo que lo podía abrazar si eso necesitaba.

—¿Y si estudia otra cosa?

—¡No puedo estudiar otra cosa, porque esto es lo que me falta para mañana! —gritó exasperado y se restregó el rostro, barriendo las lágrimas molesto y exhaló—. Perdón...Perdón, eso no fue correcto, no debí gritarle...No me haga caso...

—Está bien, está frustrado y lo entiendo. Venga —. Se enderezó y tiró de su mano para que hiciera lo mismo y dejara la silla y envolvió los brazos a su alrededor, atrayéndolo para que se recostara en su hombro—. Respire un momento ¿sí?

Peter se abrazó a él, estrujando su cintura con toda su fuerza, para sentirlo más cerca y primero se apoyó en su hombro y luego enterró el rostro en su cuello y se dejó llorar como tanto necesitaba.

A Roland no le importaba y tampoco lo juzgaba, las emociones era un asunto complicado y Peter apenas estaba adentrándose al mundo como un hombre, le tomaría tiempo aprender a controlarse y reprimir el llanto y él no iba a ser quien se lo exigiera. Estaba bien si Peter lloraba a su lado y se sentía lo suficientemente cómodo y seguro como para buscar consuelo en sus brazos.

Lo dejó llorar en sus brazos, sosteniéndolo con la misma firmeza y sintió como el agarre de Peter se volvía más desesperado, casi como si temiera que fuera a soltarlo en cualquier momento. Tuvo que hacerlo cuando comprendió que no se calmaría si no le hablaba, probablemente tenía esa voz en su cabeza que continuaba despreciándolo y solo empeoraría su angustia con el tiempo.

Lo apartó suavemente, incluso aunque Peter intentó resistirse y aferrar su chaqueta y retiró las manos de su cintura para colocarlas en sus mejillas y sujetar su rostro.

—Respire hondo conmigo —pidió y Peter lo imitó, evitando su mirada porque le avergonzaba lo viera en ese estado—. Le diré lo que vamos a hacer y como sé es un hombre muy terco, le aviso desde ya que no aceptaré protestas.

—Depende de lo que-que diga...

—No —zanjó y le enderezó el rostro para que lo mirara a los ojos—. Esta es una orden y como soy mayor que usted, le corresponde obedecer. Son modales, señor Eades, y a usted no le faltan de esos, así que agarre su saco y su sombrero y salgamos a caminar. Le hará bien un poco de aire fresco.

—Pero el estudio...

—Podrá volver a eso cuando regresemos.

Se alejó para ir hacia el armario y le extendió su saco y el sombrero.

Afuera todavía lloviznaba, pero no lo suficiente como para que fuera a arruinar una pequeña caminata por la vuelta y todavía estaba de día, lo cual era mejor.

—Es mala idea salir con este clima —señaló en lo que se ponía su saco—. ¿Y qué hará con Muffin?

—No nos iremos por mucho, así que puede quedarse aquí.

Abrió la puerta para él y tuvo que ser fuerte y no ceder ante Miss Muffin, cuando esta se acercó y tomó asiento en el suelo, mirándolo con la cabeza inclinada, como si estuviera inquiriéndole a dónde iría y si la llevaría.

Le lanzó un beso y cerró la puerta dejándola sola en la casa.

Dejó el edificio con Peter y la fina llovizna empezó a salpicarles la ropa cuando comenzaron a caminar juntos. Estaba nublado y gris, pero no hacía mucho frío.

—Deberíamos salir de Spitalfields para que pueda respirar algo de aire limpio y no todo este humo.

—Hay un parque cerca.

—¿El qué está enfrente a la estación? —. Asintió y buscó su mano para entrelazar sus dedos—. Vayamos entonces.

Caminaron juntos y en silencio, para que Peter pudiera despejar su mente un momento y respirar el aire fresco que limpiaba sus pulmones después de pasar todo el día encerrado. Era una pena que no brillara el sol, porque Roland estaba seguro de que eso también lo habría ayudado, pero se conformó con alcanzar la pequeña plaza donde el poco verde que había, era muy bueno para la mente.

Se sentaron en un banco, contrario a la gente que dejaba el parque por la lluvia y acabaron completamente solos, a excepción de pocos peatones que circulaban hacia su destino.

Peter se relajó un poco, recostándose contra el respaldo del banco y terminó deslizándose por el asiento para eliminar la distancia que se había formado entre ellos y poder recostarse en su hombro.

—Abráceme, por favor —pidió y Roland no dudó en pasar un brazo por sus hombros y acunarlo a su lado. Estaban solos después de todo, por lo que no había nadie que pudiera malinterpretarlo—. Gracias. Sus abrazos me ayudan mucho.

—Me alegra servir de algo.

—Sirve de mucho —aseguró y se quitó el sombrero para que no se le saliera al apoyarse sobre Roland—. Todo este viaje habría sido imposible si no lo hubiera conocido.

Se quedaron en silencio por al menos diez o quince minutos y en el proceso, la llovizna desapareció y dio la impresión (aunque falsamente) de que comenzaría a salir el sol.

Peter se enderezó, alejándose de su cuerpo cuando notó más gente saliendo de los negocios y los edificios que rodeaban la plaza y volvió a poner distancia entre ellos, incluso si lo que prefería era recostarse más cerca. Sobre él. Tan cerca que no hubiera aire separándolos y sus pieles se volvieran una.

—¿Qué estaba estudiando? —curioseó Roland después de un rato y Peter lo miró.

—Física. Cinemática para ser más específico.

—¿Y qué es eso? Debe explicarme, porque yo no tengo ni idea.

—Es, uhm...una ciencia que estudia el movimiento de las cosas, pero separándola de sus causas —. Roland lo miró confundido y Peter se acomodó en el banco para explicarle—. ¿Vio que para mover un objeto hay que empujarlo? Pues eso en física se considera una fuerza y es causa del movimiento, pero en la física cinemática se ignoran esas fuerzas y solo se estudia el movimiento y la trayectoria que recorren en determinado tiempo.

—¿Y cómo se estudia esta ciencia?

—Pues se necesita un movimiento que debe contar de un camino, una dirección y curvatura, así como una aceleración y velocidad. Para empezar, la secuencia de ubicaciones de una partícula material es lo que se llama camino o trayectoria y la trayectoria de una partícula material debe mantenerse continua en todo momento...

—¿Por qué?

—Porque cualquier cambio abrupto en la velocidad o la dirección del movimiento; implicaría la aplicación de una fuerza infinita. 

—Y la cinemática no estudia las fuerzas que generan el movimiento.

—Exacto. Luego, continuando con el tema de la trayectoria, si dos segmentos consecutivos de la trayectoria de un punto estuvieran separados por un ángulo, implicaría un cambio que necesitaría una fuerza infinita para ser realizado. Sin embargo, si el ángulo se suaviza con un arco pequeño, entonces el cambio implica un cierto tiempo y una fuerza finita puede efectuarlo. Al elegir cualquier punto a lo largo de una trayectoria, la partícula debe pasar por ese punto al menos una vez durante su movimiento. En el caso de trayectorias curvilíneas, es posible que la partícula pase por el mismo punto más de una vez.

—Ya me ha perdido —rio y Peter lo acompañó y sacudió la cabeza.

Se enderezó en el banco, girándose hacia él y decidió explicarlo con otras palabras.

—Imagine que está siguiendo el camino de una pelota que rueda por el suelo en línea recta —. Roland asintió—. Si hay un cambio brusco en la dirección en la que se está moviendo la pelota, como si de repente girara en ángulo recto, eso significaría que algo muy grande, como una fuerza infinita, tuvo que empujarla para que cambiara tan rápido. Pero si la pelota gira suavemente en una curva, eso significa que el cambio de dirección lleva un poco de tiempo y no necesita una fuerza tan grande.

—O sea...Que, si la curva no es muy pronunciada, la pelota va a pasar por el mismo camino una vez, pero si la curva se pronuncia demasiado... ¿La pelota no volvería a pasar sobre el mismo camino?

—Exacto y en cuanto a las curvas matemáticas, algunas pueden ser "discontinuas": pero una partícula material no puede atravesar una trayectoria que tenga discontinuidades mientras mantenga una existencia continua en el tiempo y en el espacio...

—¿Por qué no pueden?

—Pues porque son curvas discontinuas. Es como...Como si la pelota encontrara un pozo en el camino. Ese pozo es una discontinuidad en el trayecto y la pelota no puede simplemente saltar y continuar su camino.

—Pero puedo patearla hacia el otro lado.

—Pero ahí le estaría aplicando una fuerza exterior, la pelota por sí misma no puede hacerlo, lo mismo sucede con las partículas. Y luego en temas de movimiento...

Hablaron por más de una hora y Roland le hizo preguntas en todo lo que no entendía (que era mucho) y escuchó con atención como Peter conseguía explicárselo y simplificarlo para que lograra entenderlo, incluso si le faltaban conceptos previos.

Sin duda quedaron cosas que no entendió, como cuando empezó a hablar de cálculos y gráficas y lo dejó sintiendo que su cerebro empezaba a doler, pero fingió que podía seguirle el ritmo y escuchó en absoluta admiración.

Lamentaba que Peter no pudiera verse como él lo veía, de ser así, entonces estaba seguro de que no dudaría ni la cuarta parte de sus capacidades ni sería tan duro con sí mismo. Probablemente se volvería muy arrogante, pensó y reprimió una sonrisa.

Cuando terminaron de hablar, Peter se recostó contra su hombro, suspirando aliviado y Roland se dejó apoyar contra su cabeza.

—¿Entiende el tema ahora? —inquirió y Peter empezó a asentir.

Explicárselo había aclarado muchos conceptos para sí mismo y ya no se sentía tan abrumado por la lectura, aunque el sueño estaba empezando a vencerlo.

Se enderezó, apoyando el mentón contra el hombro de Roland y se miraron a los ojos.

—Gracias —susurró y Roland le sonrió.

—No hay de qué, señor Eades.

Regresaron a la casa y Peter consiguió estudiar por otras tres horas antes de la cena y luego ya no tocó sus libros, porque Roland quería que se despejara para que pudiera dormir en la noche. Y vaya que logró dormir.

Su mente se apagó en cuanto tocó la almohada y mucho antes de que Roland se le uniera en la cama.

Sonrió al verlo, lo alzó en sus brazos suavemente, para acomodarlo hacia la pared y hacerse un lugar y se acostó a su lado, lo abrazó y se durmió con él.

16 de agosto 1897.
Spitalfields, Londres.

—Debe comer, señor Eades.

Negó, apretando los labios para contener las náuseas y miró con asco hacia el plato de avena que tenía enfrente. Normalmente siempre lo terminaría en un parpadeo y disfrutaría de cada bocado, pero esa mañana sentía su estómago revuelto, incluso aunque estaba vacío, y el simple olor de comida lo enfermaba.

—Voy a vomitar.

—Solo un poco —apremió y le dejó una taza con café enfrente—. Y beba también, que luego lo conozco y no comerá más hasta la noche.

—Realmente no creo poder, señor, se ve delicioso, pero estoy muy nervioso.

—¿Unas cucharadas? —insistió y Peter lo miró suplicante, aunque sabía que Roland no desistiría—. Por favor, necesita desayunar, es la comida más importante del día.

—No hoy, hoy mis libros son la comida más importante del día...Y el postre también.

—Muy gracioso y ya que el estrés no le ha quitado el humor, que no le quite tampoco el apetito —. Le dio un apretón en el hombro y señaló el tarro con avena—. Coma antes de que se nos haga tarde.

Cedió de malagana y todavía con esa sensación de que iba a vomitar en cualquier momento. Tomó la cuchara para llevarse una pequeña cantidad de avena a la boca y la dejó allí por más tiempo del necesario, esperando por el momento en el que tragar no se sintiera como si estuviera empujando contra un tapón en su garganta.

Roland terminó de empacar su almuerzo para el trabajo, lo dejó sobre la cama y tomó el bolso de Peter para guardarle los libros. Recogió todos los apuntes que tenía extendidos en la cama, los metió con cuidado entre los libros para que no se arrugaran y luego le guardó también su pluma y el frasco con tinta que estaba en el baúl, porque sabía que se moriría en una crisis nerviosa si se le acaba la tinta en pleno examen, lo cual seguro sucedería, porque no lo había visto recargar el bolígrafo en todo el mes y había escrito mucho.

—Le dejo aquí todo su material de estudio y le he empacado el almuerzo también. Es una ensalada, para que no le caiga mal, pero tampoco pase todo el día sin comer. Oh, y aquí le dejó una botella con agua y el termo con café.

Peter miró sobre su hombro hacia Roland y lo vio guardó el tarro con la comida en otro bolso, así como las dos botellas de metal y los cubiertos y no pudo evitar sonreír.

Lo siguió con la mirada cuando fue hacia el armario y lo vio sacar uno de los mejores trajes que tenía y que se había traído de White Oak.

—Este es el mejor que tiene —señaló y lo extendió sobre la cama—. Se lo lavé ayer, así que puede llevarlo hoy y ya limpié sus zapatos.

—Vaya, señor Josey, esto es mejor que tener una esposa —rio y Roland rodó los ojos en su dirección—. Gracias. Realmente me ha ayudado más de lo que podría expresar.

—No es nada. Recuerde respirar hondo y confiar en sus conocimientos ¿sí? Sé que usted puede.

Le agradeció y se cambió su pijama por el traje, se calzó y Roland esperó sosteniendo el bolso para entregárselo en la puerta de salida.

Peter se iría antes, porque tenía una hora de caminata hasta la Universidad y prefería llegar con tiempo a la Universidad, para averiguar en qué salón tendría su primera examinación y quizás incluso repasar un poco antes de entrar.

Se acomodó el cabello, peinándolo frente al espejo, se puso el sombrero y enfrentó a Roland junto a la puerta para recoger sus cosas.

—Aquí tiene y no olvide almorzar.

—Sí, mi querida, me aseguraré de comer su deliciosa comida —respondió con burla y Roland bufó, pero en sus labios asomó una sonrisa.

—¿Tendré que darle un beso de despedida como buena esposa también? —se burló, pero rápidamente su rostro ardió de vergüenza—. Y eso fue una broma que no debí hacer, perdón...Olvidé lo que dije.

Peter sonrió y las mariposas en su estómago regresaron, reprimiendo la ansiedad de los exámenes por un minuto.

Se atravesó delante de él para que lo mirara a los ojos y no evitara y una vez Roland encontró su sonrisa, sus hombros se relajaron un poco.

—Creo que usted ya ha cumplido suficientes deberes de esposa para una mañana, así que, déjeme ser justo con usted —. Se alzó en la punta de sus pies y besó su mejilla en menos de un segundo, tan fugazmente que apenas tuvo tiempo de procesarlo—. Lo veo esta noche.

Peter huyó tan rápido que ni siquiera le dio tiempo de reaccionar o despedirse, simplemente se quedó parado como idiota, mirando el lugar donde él había estado segundos antes y llevó una mano hacia su mejilla para tocarse sobre la barba, en donde sus labios se habían apoyado.

Todavía podía sentirlos allí, calentándole la piel y tan suaves y dulces.

Regresó en sí, sacudiendo la cabeza y corrió hacia el pasillo, abrió la ventana al final de este y asomó su cuerpo para hablarle.

—¡Espéreme en la Universidad de noche! —le recordó y Peter miró sobre su hombro mientras se alejaba y asintió sin perder su hermosa sonrisa—. ¡Y coma su almuerzo!

—¡Mucha suerte, señor Eades! —gritó el señor Wooding asomando por la ventana que había sobre Roland.

Peter se rio al verlo, le agradeció agachando la cabeza y luego a Sunny, cuando llegó corriendo por el pasillo y se apretó junto a Roland en la ventana.

—¡Suerte, señor! ¡Sé que usted puede!

—¡Rómpase una pierna! —agregó la señora Spencer desde su casa y algunos de sus otros vecinos también asomaron poco después para desearle suerte.

Se marchó rumbo a la Universidad y mientras caminaba solo, se percató de que era la primera vez que recorría esa ruta sin Roland. En realidad, no había viajado mucho a ningún lado sin que Roland lo acompañara y aunque lo echaba mucho de menos, era bueno desprenderse un poco.

Sentía que se estaba volviendo demasiado dependiente a su presencia y eso no sería bueno para ninguno de los dos.

Cuando llegó a la Universidad, faltaba poco para las nueve, lo que le dejaba una hora para encontrar su salón y prepararse. No era mucho tiempo, pero el primer examen era de gramática en inglés y se sentía bastante confiado con eso.

Dobló en Gower Street hacia los portones de la Universidad poco antes de la mitad de la cuadra y cuando los cruzó, le sorprendió encontrar el patio repletó de estudiantes.

Había imaginado que, por ser examinaciones tardías, serían pocas las personas que asistirían, pero contrario a eso, debía haber al menos otras mil personas presentes. Muchos eran estudiantes que no habían logrado entrar en la Universidad en las examinaciones de julio y volvían para otra oportunidad y otros, al igual que él, se habían perdido las examinaciones de julio y aprovechaban el periodo tardío.

La cantidad de personas se distribuía por todo el patio que se encontraba encerrado por los tres edificios de la universidad y las rejas hacia la calle y luego se extendía al otro lado de la avenida de Gower Street, en el distintivo edificio de ladrillo rojo y donde se enseñaba medicina.

Cruzó el patio hacia las escaleras que llevaban al porche con columnas corintias y pudo notar que todo el mundo estaba enfrascado en algún tipo de repaso previo con libros o con otros estudiantes, haciéndose preguntas entre ellos.

Él no conocía a nadie todavía, pero contaba con poder crearse un grupo de compañeros con los que estudiar para los próximos exámenes si lograba entrar en la Universidad.

Sin duda, con tanta gente, sus posibilidades quedaban un poco más reducidas.

Entró en la Universidad, no muy seguro de si siquiera se podía ingresar considerando que todos parecían reunirse afuera y cuando vio que ya había más estudiantes en los corredores, se relajó y terminó de cruzar la enorme puerta de madera.

Era su primera vez entrando en la Universidad, sus anteriores visitas no lo habían llevado más allá de la puerta o la biblioteca que estaba al otro lado de la cuadra, así que sintió una mezcla de emoción y nerviosísimo cuando pudo ver el interior del edificio donde podría estar comenzando su educación para los próximos tres años.

No se parecía en nada a lo que acostumbraba en la escuela de White Oak, que era pequeña, de madera y solo tenía cuatro salones. La Universidad se alzaba imponente, con paredes altas y techos lejanos, ornamentos en todos los muros y vidrios decorados en las ventanas. Incluso las escaleras de mármol parecían sofisticadas, con barandillas de madera talladas con formas delicadas.

Rodeó la estatua de piedra en el centro del recibidor y miró hacia los pasillos a cada lado, intentando decidir hacia dónde ir. El calendario que había recibido junto con su carta, no decía en que salón sería cada examen, solo los profesores que los supervisarían, así que estaba un poco perdido.

Vio un mapa, colgado en una de las paredes del corredor, así que se encaminó hacia este y le echó un vistazo. La Universidad era mucho más grande de lo que había imaginado y encontró al menos cuatro salones que estarían impartiendo el examen de Gramática a las diez y ninguna señal para saber a cuál debía ir.

Se apartó un poco cuando un grupo de hombres se acercó para revisar el mapa y pudo escucharlos hablar, lo que le sirvió para ubicarse.

—Hay cinco salones este año. ¿Vamos al ocho?

—No, que ese está arriba y no quiero subir escaleras.

—Bueno, pero seguro ya no hay lugar en el tres.

—Déjame tu dinero para pagarte la matriculación y te adelantas a guardarnos un asiento.

—De acuerdo.

Esperó hasta que los hombres separaron sus caminos y entonces siguió al que iba hacia administración, pues parecía conocer el edificio y él necesitaba pagar su matriculación antes de poder entrar a los exámenes.

La fila frente al mostrador era abrumadoramente larga, así que cualquier oportunidad de estudiar previo al examen quedó en el olvido. Esperó, detrás del mismo hombre al que había seguido y revisó la hora constantemente, asegurándose de que no se le hacía tarde.

Tendría que haber llegado más temprano, se regañó.

Pagó las dos libras en el mostrador cuando llegó su turno, recibió un comprobante para poder matricularse si pasaba los exámenes y luego decidió irse al salón número ocho en el segundo piso. Después de todo, no parecía haber un orden para ocuparlos.

Ya había otra pequeña multitud de personas para entrar en el salón número ocho, la mayoría estaba sentada en el suelo o los bancos del corredor, con libros y apuntes en sus piernas o en el suelo frente a ellos. Observó que la puerta todavía estaba cerrada y los profesores se reunían dentro del salón y supuso que no les dejarían acomodarse hasta que estuvieran más cerca de las diez.

Faltaban quince minutos, por lo que ni siquiera se molestó en revisar sus apuntes y desordenarse, cuando el resto de estudiantes ya empezaba a guardar sus cosas para entrar al examen.

Sus nervios fueron en aumento con cada minuto y la tensión académica que había en el aire. El ambiente se sentía importante, mucho más avanzado que cualquier otra cosa que hubiera experimentado antes y para nada como en la escuela, donde eran solo quince alumnos y las pruebas se hacían en el mismo salón y con la misma maestra de siempre.

Se enderezó instintivamente, cuando la puerta se abrió y cuatro profesores asomaron para recibirlos. Por el calendario, sabía sus nombres, aunque no a quién correspondían.

—Buenos días, damas y caballeros. Informo antes de que procedan al salón, que aquí se realiza la evaluación para inglés y gramática para los que estén interesados en matricularse para el Master de Humanidades y Ciencias —. Varios murmullos se formaron entre los estudiantes y otro de los profesores los silencio para que pudiera seguir hablando—. Los que estén aplicando para la licenciatura de Humanidades y Ciencia deben ir al tercer piso, por el Master o Licenciatura en arquitectura y arte al edificio adyacente a la derecha. Leyes se da en el ala adyacente a la izquierda y Medicina en el edificio de enfrente. Muchas gracias.

Varios alumnos empezaron a marcharse mientras otros llegaban y los profesores esperaron un momento, hablando entre ellos. Peter pudo escucharlos quejarse del error que había surgido en administración, confundiendo a los alumnos con los salones y así mismo, que los alumnos no leían los carteles en las paredes. Lo cual era cierto, había un cartel junto a la puerta indicando que allí era la examinación de inglés para el Master de Humanidades y Ciencias y nadie (ni siquiera Peter) lo había visto.

—Pueden entrar al salón —anunció el profesor y continuó hablando mientras todos desfilaban hacia los bancos—. Solo podrán tener pluma, lápiz y tinta sobre la mesa, de no tener dichos materiales se les será proporcionado, pero fuera de eso sus mesas deberán estar desocupadas. Mantengan el orden y conducta, por favor.

Los profesores esperaron hacia el frente del salón mientras todos se acomodaban y Peter entró entre las últimas personas y se consiguió un asiento libre hacia el fondo.

El espacio era generoso y las mesas estaban acomodadas en doce filas, distanciadas entre sí lo suficiente para que no pudieran espiar las respuestas del compañero que tenían al lado. Al frente había un solo escritorio, donde normalmente algún profesor daba clases y también los pizarrones, pero esa mañana, no había nada escrito en los pizarrones y todo el espacio se sentía mucho más organizado y adaptado para la evaluación.

Buscó su pluma en el bolso y respiró aliviado cuando confirmó que Roland le había empacado su tintero. Entre todo el estrés de la mañana se le había olvidado.

Cuando tuvo lo que necesitaba, dejó su bolso en el suelo a su lado y esperó con las manos sudadas sobre la mesa.

Los profesores observaron, hasta que todos los asientos estuvieron ocupados y entonces uno cerró la puerta y otro se encargó de comenzar la explicación, mientras los demás repartían las preguntas.

—Como esta es la primera examinación para muchos que vienen de la escuela, les explicaré un poco como funciona, así que, por favor, préstenme atención —dijo y tomó una copia de las preguntas que tenía en el escritorio—. Los profesores les entregaran el examen con las preguntas, el cual deberán dejar dado vuelta sobre la mesa hasta que se les indique. En la primera hoja verán un espacio para poner su nombre, su edad y dirección, es importante que no olviden rellenar esa información, porque no corregiremos trabajos que no estén registrados.

» Debajo de eso encontrarán una breve recopilación con todas las reglas para la realización del examen y las consecuencias de no cumplirlas. Léanlas con detalle y memorícenlas, pues les servirá para toda la carrera. Pasando la hoja encontrarán el examen dividido en grupos de diez preguntas y al comienzo unas explicaciones de cuantos créditos se otorgan y cuantas preguntas deben contestar. Lean esa información también, porque no corregiremos trabajos mal realizados por falta de comprensión lectora o vagancia. Y sepan que no respondemos preguntas durante el examen, al menos que sean por errores en la letra del ejercicio.

—Finalizando —continuó y dejó las hojas en la mesa—. Se les entregarán hojas en blanco donde podrán escribir las respuestas a las preguntas. Procuren hacerlo de forma clara y ordenada, para que los profesores no tengamos que luego intentar adivinar a que pregunta corresponde cada respuesta y también mantengan una letra clara. Trabajo que no podemos leer, serán trabajos que no serán corregidos e inmediatamente les garantizarán la reprobación del examen.

Peter recibió su examen cuando el profesor pasó por su lado y dejó las hojas engrampadas y dadas vuelta sobre su mesa y no lo tocó tal y como le habían indicado, aunque sí pudo sentir como si fuera un objeto venenoso que lo ponía enfermo. Su ansiedad solo empeoraba con cada segundo y eso que se sentía muy confiado de sus conocimientos en gramática.

El profesor que repartía las hojas en blanco para las respuestas, le dejó tres sobre la mesa y se inclinó más cerca para susurrarle.

—Quítese el sombrero en clase, señor.

Se lo quitó de inmediato, casi como si quisiera arrancárselo y agachó la cabeza respetuosamente, susurrando una disculpa avergonzada. Por culpa de los nervios, lo había olvidado completamente.

Los profesores regresaron al frente del salón y uno de ellos consultó que todos tuvieran sus exámenes y hojas para las respuestas, luego dejó los exámenes sobrantes en el escritorio y revisó su reloj de bolsillo.

—Son cinco para las diez, comenzaremos a las diez en punto y tendrán tres horas para completar el examen. A la una las hojas serán retiradas hayan terminado o no y no se harán excepciones, así que sean sabios con el tiempo y la extensión de las respuestas.

—Y tengan cuidado con la ortografía —agregó otro profesor—. Nada se ve peor en un examen de gramática, que carecer de los principios básicos de escritura. Si no saben cómo se escribe una palabra, empleen un sinónimo que sí conozcan, pues sepan que sí bajamos la nota por errores de escritura.

Los profesores asintieron, confirmando esas palabras y otro de ellos continuó.

—Está prohibido hablar entre ustedes —regañó, dirigiendo su atención por sobre el borde de sus lentes hacia dos mujeres en la parte de atrás—. Y cuando terminen sus exámenes, se quedan en silencio en sus asientos y revisan lo que respondieron. Nadie se marcha hasta que finalice la hora, ni se paran, ni se mueven. No hay salidas al baño, ni descansos. Si se descompensan, pueden levantar la mano y les dejaremos salir, pero sepan que perderán el examen, pues a menos que se desmayen no hacemos excepciones.

—Ah, y si necesitan más hojas para escribir, tampoco dejan el banco, solo levanten la mano y se las alcanzamos. ¿En qué hora estamos, profesor Munro?

—Ya van a dar las diez, así que creo podemos dejarles comenzar.

—Muy bien. ¿Alguien tiene dudas? —. Nadie levantó sus manos, por lo que el profesor asintió y unió las manos en la espalda—. Pueden comenzar.

El salón se llenó del ruido de hojas, cuando todos giraron sus exámenes al mismo tiempo y luego volvió a reinar el silencio.

Peter escribió su nombre, su edad y dirección al comienzo, como le habían indicado y luego leyó todas las reglas de la primera página. La primera era que no podían copiar y estaba escrita en mayúsculas, resaltando su importancia. Copiar garantizaba la expulsión de la Universidad permanentemente o por un periodo determinado por el comité de Académicos de la Universidad.

Peter no tenía interés en correr tales riesgos.

Leyó el resto de las reglas, pasó a la siguiente página y leyó las instrucciones antes de comenzar con las preguntas.

Se requieren 75 créditos de 100 para aprobar esta primera parte del examen. Cada pregunta le otorgara 10 créditos. Debe responder solo un total de 8 a su elección.

La hoja incluía veinte preguntas y las leyó todas antes de empezar a elegir las que quería responder. Su ritmo cardíaco se aceleró mientras pasaba sus ojos por cada palabra y le llegaba la sensación de que ni siquiera lograba entender lo que leía, como si de repente hubiera perdido toda comprensión lectora.

Se frotó el rostro, obligándose a respirar hondo y tomó su tiempo para ir una pregunta a la vez, analizándola en su mente, porque estaba seguro de que no eran tan difícil como parecían.

¿Qué es una frase, una palabra y una letra?

Distinga entre sonidos articulados e inarticulados.

¿Nombre y defina las tres partes en las que puede dividirse la gramática?

¿Qué se entiende por "ortoepía" y "prosodia"?

Se dice que el alfabeto inglés es (a) redundante, (h) defectuoso y (c) inconsistente. Dé ejemplos de cada una de ellas.

¿Cómo podría modificarse ventajosamente el alfabeto?

Defina primitiva, compuesta, derivada primaria y derivada secundaria.

Clasifica el alfabeto.

Defina " Composición " y " Puntuación ".

¿Qué es un diptongo, un triptongo, una vocal y un consonante?

Esas fueron las preguntas que eligió de las veinte en la hoja y se dedicó a copiarlas de nuevo en la hoja en blanco y responderlas debajo.

Pasó a las siguientes diez preguntas sobre otro tema, donde debía responder solo ocho y luego las otras veinte de las que debía responder quince.

Algunas eran más difíciles que otras, especialmente en el último tema sobre preposiciones, sobre lo cual no había estudiado.

Trace el uso gradual y la formación de las preposiciones. Apenas se acordaba de dos o tres cosas, pero no lo suficiente como para redactar una buena explicación, aunque lo intentó, porque las otras preguntas eran más difíciles y necesitaba algunos créditos más.

Los profesores fueron actualizándole el tiempo restante cada veinte o treinta minutos y desfilaron entre las mesas, revisando lo que cada uno hacía y asegurándose de que nadie recibía oportunidad de copiar.

El sonido de sus pasos en la cerámica y las plumas escribiendo a toda velocidad, era lo único que se podía escuchar y le inquietaba.

La mano le empezó a doler después de dos horas escribiendo sin descanso y se tensó cada vez que un profesor pasó por su lado. Especialmente, cuando uno de ellos se detuvo junto a él, con las manos unidas en la espalda y pudo sentirlo leyendo lo que escribía por sobre su hombro.

Cambió la pluma de mano por un minuto, para limpiarse el sudor en el pantalón y cuando retomó la escritura, el profesor continuó caminando.

—Revisen los errores orográficos al escribir —advirtió y el corazón de Peter se detuvo.

Alzó la cabeza para mirarlo alejarse entre las filas y soltó un juramento interior y regresó sobre todo lo que había escrito para ver en qué mierda se había equivocado.

El sonido de los pasos de los profesores pareció volverse más fuerte a medida que se acercaba la hora de finalizar y tuvo que empezar a escribir más rápido, esforzándose por no arruinar mucho su letra. Soltó un quejido, cuando su muñeca empezó a doler aún más por el esfuerzo, pero se obligó a continuar hasta terminar de responder la otra pregunta y entonces, el eco del reloj de bolsillo del profesor al cerrarse, retumbó en sus oídos.

—Se acabó el tiempo, suelten sus plumas y retiren las manos de la mesa mientras recogemos sus exámenes.

Se sintió aún más enfermo que en la mañana, cuando vio como uno de los profesores recogía sus hojas, las engrampaba todas juntas a las preguntas y continuaba marchando por las mesas. No estaba seguro de haberlo hecho bien, había dudado en demasiadas preguntas, se había corregido a sí mismo en cosas que ahora sospechaba habían estado bien y le molestaba sentir como, una vez el examen terminaba, su mente parecía comenzar a despejarse y le llegaba información que le habría sido muy útil veinte minutos antes.

Recogió su bolso de malagana cuando les dejaron marchar y se fue sin siquiera mirar atrás.

Ya ni siquiera estaba de ánimo para el examen de historia de Inglaterra, donde sospechaba le iría incluso peor.

La dinámica fue muy similar, encontró el salón, les explicaron del malentendido de administración que confundió los lugares de examinación para cada matriculación y luego les dieron los exámenes, mientras detallaban el tiempo y modo de trabajo y los dejaron empezar.

Las preguntas eran despreciables, tenía tres horas para responder todas las que pudiera de las doscientas que había en la hoja, pero no entendía la gran mayoría.

¿Cuál es la tradición sobre el origen de los británicos?

¿Quiénes eran los fenicios?

¿Por qué conocieron Gran Bretaña tan pronto?

¿Quién era el Rey Lear?

Indica la fecha de la primera invasión romana de Britania.

¿Quién dirigía el ejército romano y qué sabes de él?

¿Quién era el líder de los britanos?

¿Qué invasión tuvo lugar en el 54 a.C.?

¿Hasta dónde penetró César?

¿Cuál era el antiguo nombre de St. Albans?

¿Durante cuántos años no fueron molestados los britanos?

¿Quiénes eran los druidas?

¿Dónde está Stonehenge?

¿Cómo mierda iba a saber él todo eso? Si hasta hacía unos meses ni siquiera había vivido en Londres y solo conocía lo poco que le enseñaban en América y en relación con las colonias.

Se frotó el rostro, arrastrando ambas manos por su cabello y pasó la página para seguir leyendo las preguntas.

¿Dónde fue asesinado Arthur?

¿Qué fue de la damisela de Bretaña?

Indica las fechas del reinado de Enrique III.

¿Con quién se casó?

Menciona a los hijos de Enrique.

¿Con quién se casó Margarita?

¿Por qué Leonor de Provenza fue una reina tan impopular?

Se odió en esos momentos por no haber estudiado la historia de Inglaterra con más esmero, porque estaba seguro de que muchas de esas preguntas las había visto por los libros que había leído.

¿Quién compiló el Libro de las Homilías?

¿De quién era hija María I?

¿Cuánto tiempo reinó?

¿Con quién estaba casada?

¿Dónde está enterrada?

¿Qué siguió a la muerte de Eduardo VI?

Encontró algunas preguntas a lo último en relación con América, que era parte de la historia que más conocía y aprovechó a responder esas y luego intentó hacer lo mejor posible con las demás.

Cuando salió del examen a las dos, se sentó en un banco del corredor a comer su almuerzo y contener sus ganas de llorar. No podía ponerse de esa forma en público, no cuando había tantos hombres a su alrededor y cierto nivel de autocontrol era exigido de su parte. Las mujeres, por otro lado, lloraban desconsoladamente al salir de un examen donde estaban seguras de que habían fallado y se consolaban entre ellas o simplemente lloraban juntas.

Observó a tres que pasaron frente a él, sosteniendo a una de sus amigas que lloraba como si fuera hacia un funeral y parecía estar al borde de desmayarse por el estrés y se obligó a tragarse sus propias lágrimas y comer su ensalada.

Solo almorzaba porque Roland se lo había pedido y pensar en él, era un pequeño consuelo ante el estrés que sentía.

Revisó la hora en su reloj de bolsillo cuando estaba terminando de comer y guardó todo para irse al baño antes de su próximo examen.

Le tocaba física y no se sentía muy optimista al respecto.

El baño de caballeros estaba en el primer piso y era lo suficientemente grande para acomodar a quince personas, aunque en esos momentos estaba completamente vacío. Había unas filas de urinales contra las paredes en un lado del baño y cubículos con inodoros para los asuntos más privados, también tenían lavados, dispuestos hacia el centro de la habitación en una mesada que se podía acceder de ambos lados y tenía espejos rotatorios en el centro, para que pudieran verse sin importar de qué lado de la mesada se pararan.

Peter dejó su bolso sobre la mesada y estaba por abrir la canilla para lavarse un poco las manos y refrescarse, cuando la puerta de uno de los cubículos se abrió y un hombre salió. Lo miró como si no supiera había alguien más en el baño con él y rápidamente recompuso su imagen y ocupó el lavado opuesto para enjuagarse las manos y mojarse el rostro.

Peter lo observó en silencio, mientras se lavaba las manos y no necesitó de mucha astucia para adivinar que el hombre había estado llorando. Todavía tenía los ojos rojos y la nariz irritada, aunque hacía un esfuerzo descomunal por disimularlo.

Imaginaba era por los exámenes y lo entendía demasiado bien, él también había sentido ganas de llorar antes, solo no se le había ocurrido hacerlo en el baño.

El hombre no parecía mucho mayor que él, incluso diría que debían tener la misma edad y estaba igual de estresado. Todavía parecía como si quisiera llorar, por lo forma como apretaba los labios y Peter se debatió internamente entre marcharse, para que pudiera seguir llorando solo o acercarse para ver si necesitaba consuelo.

Irse no se sentía correcto cuando el hombre evidentemente estaba en un estado de mucha angustia, así que recogió su bolso y se acercó solo un paso, sin invadir su espacio personal.

—¿Necesita algo, señor?

—Uhm...No...No —. Se limpió el rostro con su pañuelo, antes de doblarlo y guardarlo otra vez en el bolsillo y se obligó a forzar una sonrisa—. Solo...Estoy cansado y esto me afectó.

—¿Comprendo? ¿Qué examen tuvo?

—Principios de Anatomía —contestó y lo miró de reojo—. ¿Usted?

—Historia de Inglaterra y creo no me fue muy bien.

—Sí, a mí tampoco. Estoy intentando mentalizarme para la golpiza que recibiré cuando repruebe otra vez... —. Su voz se quebró al final, obligándole a tragar con fuerza y retener las lágrimas y Peter se acercó otro poco y le apoyó una mano en la espalda.

—¿Su padre es muy exigente?

—Sí...Y gastó mucho...mucho dinero en prepararme para la examinación de junio y la reprobé...Así que volvió a invertir para prepararme para esta oportunidad tardía y...Y si repruebo...

Peter no dijo nada cuando se le escapó un sollozo y tampoco intento abrazarlo o consolarlo demasiado cerca. Permanecer a su lado en silencio podía ser el mejor apoyo entre hombres, especialmente porque ninguno quería sentirse demasiado débil o vulnerable en presencia de otro y más cuando no se conocían.

Se apoyó contra la mesada, cruzándose de brazos y cuando lo notó calmándose, sacó la botella con agua de su bolso y se la ofreció.

—Gracias...Normalmente no soy así, le prometo.

—No se preocupe, yo también tuve mi momento hace un rato. ¿Era muy difícil el examen de anatomía?

—Sí y mi mente siento se quedó en blanco y ahora...Ahora tengo el examen de biología y...Honestamente, ya no me tengo fe.

—No desespere, tal vez le fue mejor de lo que cree.

—Lo dudo —rio y le regresó la botella después de beber un sorbo—. Pero gracias por el optimismo. ¿Cómo se llama?

—Peter Eades.

—Valentine Eddy —dijo y estrecharon sus manos—. ¿Está para el Master de Humanidades imagino?

—Sí y usted medicina. ¿No era en el edificio de enfrente?

—Sí, pero el de biología es en este.

Dejaron el baño juntos, con Valentine mucho más calmado y recorrieron el pasillo hasta las escaleras, antes de tener que separar sus rumbos.

—Bueno, señor, ha sido un placer conocerlo y muchas gracias por extenderme una mano amiga.

—No hay de qué, realmente espero le vaya bien con las examinaciones y su padre no sea duro con usted —. Estrecharon manos, con un firme apretón y levantaron sus sombreros al mismo tiempo—. Y con suerte volveremos a vernos.

—Eso espero. Le deseo suerte a usted también.

Peter subió las escaleras para regresar al primer piso y Valentine se alejó por el corredor hacia el edificio adyacente y no volvieron a verse durante el resto del día.

El examen de física fue lo que Peter había imaginado que sería; difícil, confuso y mucho más avanzado que sus conocimientos generales. Aun así, se obligó a respirar hondo y responder todas las preguntas y ejercicios de los que fue capaz y no pensarlo demasiado.

De todas formas, ya no tenía muchas esperanzas de haber aprobado. Gramáticas quizás recibía una buena nota, pero Historia de Inglaterra estaba seguro de que la había reprobado y física si la aprobaba era por generosidad de los profesores y no por mérito, porque sabía que era muy malo en el tema.

Cuando salió del salón, las luces de los corredores ya estaban encendidas y afuera lloviznaba. Fue por la biblioteca, regresó los libros, revisó que otros había para poder pasar a estudiar en la tarde, durante la hora libre entre griego y latín y luego se sentó en los escalones de las puertas de la biblioteca que miraban hacia la calle y esperó por Roland.

El clima no esperó durante esa media hora y la lluvia comenzó a caer con más violencia, formando charcos en las calles, cerca de las aceras y mojando a todos en un segundo de salir del resguardo de un techo.

Se puso de pie cuando vio a Roland cruzar la calle corriendo, completamente empapado de pies a cabeza y con el sombrero en su mano, porque se le volaba al correr y dejó el resguardo de la biblioteca para unirse a él.

—¿Cómo le fue?

—Prefiero no hablar de eso ahora.

La sonrisa de Roland murió en el momento y lo miró preocupado. Se limitó a asentir, aunque estaba seguro de que Peter necesitaba su consuelo y decidió que volvería a tocar el tema cuando llegaran a la casa.

—Tome mi mano y vamos a correr ¿de acuerdo? Dejé a Miss Muffin sola en la casa y la tormenta podría asustarla.

Peter reprimió una sonrisa, porque solo Roland tenía el corazón tan puro para preocuparse por esas cosas y buscó su mano para entrelazarla con la suya y siguió su ritmo en la carrera.

Era un poco más rápido, por su porte más alto y además se cansaba mucho más lento, lo que le permitía aguantar más tiempo corriendo. Peter, por otra parte, se cansó después de cinco cuadras y tuvo que empezar a reducir la marcha, con los pulmones doliéndole por la falta de costumbre. Necesitaba ejercitarse más seguido o acostumbrarse a hacer ejercicio en primer lugar, porque ya se movía mucho en la fábrica, pero todavía no tenía la fuerza o la resistencia que los otros hombres.

Se obligó a correr el resto del camino, empujándose un poco más y cuando estuvieron a solo unas pocas cuadras, redujeron la marcha y entraron juntos en el edificio.

Pudo escuchar a Muffin ladrando mientras subía las escaleras escurriendo agua y en cuanto entró en el apartamento, ella los recibió dando pequeños brincos en el lugar y girando, como si estuviera montando un espectáculo solo para ellos y para darles la bienvenida.

Roland la saludó con su enorme sonrisa, la acarició brevemente para no mojarla y estaba por empezar a desvestirse para ponerse ropa seca, cuando Peter lanzó su bolso sobre el baúl a los pies de la cama y se estrelló contra su pecho, envolviendo su cintura con ambos brazos.

Lo tomó por sorpresa al comienzo, pero no podía decir que no lo esperara. Había imaginado que necesitaría consuelo y desde hacía ya unos días, Peter buscaba ese consuelo en él, lo cual le agradaba. Quería poder cuidarlo.

Lo abrazó de regreso, ahuecando su nuca en una mano para que se recostara contra su hombro y suspiró cuando lo sintió llorar.

—Ya no quiero ser un ad-adulto...

De todo lo que le esperaba escuchar decir, eso no estaba en su lista y le hizo sonreír.

—Dudo encuentre a alguien que sí quiera, señor.

—Pero de verdad lo odio y la Universidad...Es horrible, nu-nunca me había estresado tanto en mi vida —. Se apartó limpiándose las lágrimas, pero negó para sí mismo y volvió a abrazarlo—. Odio todo...Últimamente todo lo que hago es llorar y me siento tan patético todo el tiempo.

—No tiene por qué, ha enfrentado muchos cambios en poco tiempo y era de esperar que tarde o temprano empezara a afectarle —. Le acarició los hombros y aunque no quería apartarlo, tuvo que hacerlo porque seguían mojados—. Vamos a cambiarnos antes de que enfermemos y luego podemos hablar en la cama ¿sí?

Asintió de malagana, porque no quería soltarse de él y sentía la fuerte necesidad de estar incluso más cerca y se apartó para desvestirse, secarse y ponerse su camisola.

Roland colgó la ropa de ambos para que se secara cerca de la cocina encendida, especialmente el traje de Peter que necesitaba para volver a la Universidad en la mañana y colocó una olla sobre la cocina, con agua y unos huevos, para preparar la cena.

—Hablé con el jefe en la fábrica y le dije sobre sus estudios —comentó, mientras cortaba unos trozos de carne para cocinar en una sartén con unas cebollas y hacer algo rápido—. No le pagará la semana, pero tampoco lo echará y dijo que puede tomarse hasta el próximo lunes, para así recupera las energías el sábado.

—No deberíamos estar perdiendo dinero.

—Es solo una semana y, además, no tenemos muchos gastos importantes, ya le pagué la renta a Fairey y tenemos suficiente comida —. Cubrió la sartén con una tapa y la dejó sobre el fuego para irse hacia la cama con Peter—. ¿Estuvo muy difícil?

Asintió, mirándose las manos que colgaban entre sus piernas y se limpió un ojo con la manga de su pijama. Realmente no le gustaba lo mucho que había llorado esas últimas semanas.

—Tuve el de inglés primero y pensé...Pensé que me iría muy bien, porque sé mucho del tema, pero...—. Respiró hondo, cuando la angustia le dificultó hablar y Roland se sentó un poco más cerca y pasó un brazo por sobre sus hombros—. Me quedé en blanco...Y no recordaba nada...

Se acurrucó contra él, flexionando las piernas hacia atrás y usando su torso de almohada y Roland buscó sentarse un poco más al centro de la cama para sostenerlo mejor y lo abrazó de nuevo.

—¿No pudo responder ninguna pregunta entonces?

—No, respondí todas las que debía, aunque apenas me dio el tiempo.

—¿Y sabe que las respondió mal? —. Negó y miró hacia Miss Muffin al otro lado de la habitación, donde mordisqueaba el borde de su cama de tela—. Entonces tal vez respondió bien y se está angustiando por nada.

—Pero no fue tan bien como yo esperaba.

—Eso porque usted se exige mucho —regañó y le pellizcó la punta de la nariz, asomando por sobre su rostro para poder verlo. Peter le apartó la mano, molesto, pero aun así una sonrisa asomó—. Yo creo que le fue bien, lo he visto escribir y no solo su letra es muy hermosa, sino que usa todas esas palabras muy difíciles y raras y sabe mucho. ¿Qué otro examen tuvo?

—Historia de Inglaterra y ahí sí apenas logré responder algunas preguntas e improvisé en la mayoría.

—Bueno, quizás en ese no le fue bien, pero... ¿Necesita aprobar todos para que lo acepten?

—No, pero Historia de Inglaterra e Historia General son obligatorias, así que sí necesito aprobar esas —. Se apartó cuando Roland tuvo que ir hacia la cocina para agregar el arroz al agua y esperó abrazándose a sus piernas—. Luego tuve física y creo que hice todo mal...Además a lo último me tranqué en un ejercicio y no logré completarlo.

—¿Es obligatoria? —. Negó y cuando regresó a la cama, no perdió tiempo en volver a abrazarlo—. Entonces no nos preocupemos por las que no son obligatorias, vamos a centrarnos en las importantes. ¿Cuáles son?

—Pues las que dije y latín, Matemáticas Puras, Biología y Botánica, Química. Y necesito aprobar al menos dos de las que no son obligatorias.

—¿Cualquiera dos de las no obligatorias? ¿Y en cuáles cree que le va mejor de esas?

—Uhm...Ninguna. No sirvo para esto, soy muy tonto y me estreso muy rápido —. Se estiró con sus pies hacia la cabecera de la cama y recostó su cabeza en las piernas de Roland—. Prefiero no seguir más.

—No, nada de eso, señor Eades. Usted va a seguir hasta el final, porque no sabe todavía cómo le fue en los exámenes y quizás se piensa que lo hizo todo mal y luego se sorprende.

—O descubro que tengo razón y fracasé. Y perdimos tanto dinero por nada —susurró y se limpió los ojos.

Roland lo giró, para que lo mirara desde su regazo y se centró en sus ojos.

—Usted no fracasó ¿me escuchó? E incluso si no lo aceptan, el dinero no se perdió, fue una buena inversión.

—No, porque no quedé en la Universidad.

—Pero aprendió la modalidad de examinaciones para intentarlo otra vez el próximo año, y también aprendió que clase de preguntas le hacen y como prepararse mejor. Eso, digo yo, es dinero bien gastado —. Lo enderezó, para que pudieran enfrentarse en la cama y ahueco su rostro en ambas manos—. Así que apruebe o no, usted ya ha ganado más experiencia y conocimientos, que lo dejan un paso más cerca de sus metas. Y como ya le dije una vez, al menos lo está intentando, señor Eades, y eso es más de lo que hace la mayoría.

Se le quedó mirando, mientras sus manos seguían sujetando su rostro y quemando en su piel y esta vez, cuando sintió una presión en su pecho, no fue por el estrés de la Universidad, ni la angustia de los exámenes o el miedo al fracaso, sino que se trató de algo completamente distinto.

Ese sentimiento con el que llevaba conviviendo desde hacía varios días y que le confundía y lo abrumaba. Fue más que consciente de las ganas que sentía de lanzarse a sus brazos en esos momentos y besarlo, fue más que consciente de lo inapropiado que eso era y lo confuso que resultaba, cuando toda su vida había planeado un futuro con una mujer.

Se inclinó más cerca, permitiéndose subir sus manos hasta sujetar su rostro como Roland lo hacía y unió sus frentes. Era lo más cerca que podía permitirse estar de su cuerpo, de sus labios, para saciar la creciente necesidad en su interior, sin ceder o reconocer esa realidad en el fondo de su cabeza que no estaba listo para enfrentar.

—Sé que lo digo todo el tiempo, pero realmente,  sé qué sería de mí si no lo tuviera aquí conmigo —susurró y Roland sonrió, permitiéndose acariciar su mejilla y lo miró a los ojos—. Estoy tan agradecido de ser su amigo...Yo...

Se inclinó un poco más cerca, casi por instinto y Roland bajó la atención hacia sus labios y se humedeció los suyos por inercia al pensar en besarlo. Sintió las manos de Peter, tan suaves y perfectas, deslizándose por el vello de su barba y peinándolo hasta la mandíbula y también sintió como lo apretaba un poco más fuerte e intentaba atraerlo más cerca, hacia su boca.

No supo si fue cosa suya o realmente Peter quería besarlo, indudablemente, asumió que debía ser cosa suya porque le era imposible imaginar que Peter lo desearía como él lo hacía, incluso si las señales eran tan obvias.

Sus alientos se mezclaron y por un pequeño segundo, tan solo uno, Roland estuvo dispuesto a besarlo, a pesar de todos los motivos que tenía para no hacerlo y su lado más lógico y racional, hubo un segundo en el que nada de eso importó, salvo el enorme deseo que sentía hacia él y fue un segundo suficiente para que sus labios llegaran a rozarse.

Peter contuvo la respiración, separándolos para su llegada y su corazón se aceleró consciente de lo que estaba haciendo, de lo que iba a permitir. Su primer beso... ¿Realmente quería que fuera con Roland? No se atrevió a responder esa pregunta, aunque tampoco necesitaba, pues su cuerpo hablaba por sí solo.

Se inclinó un poco más cerca, sintiendo las mariposas cosquillando en su vientre y cuando sus labios se rozaron, tan fugazmente que parecía irreal, su estómago se contrajo y el calor se acumuló en todos los rincones de su cuerpo, de formas que resultaban completamente nuevas.

Era extraño, incluso aunque no se tocaran todavía, sentir otros labios rozando los suyos le atraía demasiado, especialmente, si se mantenía presente en el momento y consciente de que eran los labios de Roland. Llegó a sentir lo suave y cálidos que eran y la barba alcanzo a pincharlo solo por un momento fugaz, antes de que Roland regresara en sí y se empujara lejos de un salto.

—Oh, Dios...

Retrocedió, tropezando con sus propios pies y sus ojos permanecieron bien abiertos sobre Peter y se llevó una mano hacia la boca, tocándose donde sus labios se habían rozado.

Ni siquiera se habían besado y aun así esa sensación que lo había sacudido al tocar sus labios, había sido tan intensa y había despertado una urgencia primitiva de consumirlo a besos, tan fuerte, que le aterraba.

Se frotó el rostro, arrastrando ambas manos a su cabello, mientras negaba, horrorizado por lo que casi había hecho y cuando la carne empezó a quemarse sobre la cocina, agarró el asa de hierro olvidándose el trapo y gritó cuando la palma de su mano ardió al rojo vivo y le hizo soltar la sartén por instinto.

—¡Joder!

Peter saltó de la cama hacia él de inmediato y apartó a Muffin con su pie cuando la sartén cayó al suelo y ella quiso acercarse.

—¿Señor Josey? —. Mantuvo su atención sobre él, en lo que tomaba un trapo para levantar la sarten y la carne y Roland dio vueltas en círculos por la habitación, apretándose la muñeca de su mano herida y conteniendo las lágrimas. No sabía si lloraba por el dolor o la vergüenza—. ¿Señor?

—No...No se acerque...—. Extendió su mano hacia él, enderezándose y poniendo distancia entre ellos y Peter se detuvo en seco—. Lo siento tanto...Dios...Perdóneme, por favor...Soy...No soy bueno para usted, no es seguro...

—No hay nada por lo que disculpase.

—¿Qué no? Lo que hice...Lo que iba a hacer...No se acerque, no...Soy malo, soy tan malo —. Se encogió, golpeándose en la cabeza incluso con su mano lastimada y aunque doliera y cuando Peter intentó acercarse otra vez, intentó detenerlo—. No, por favor...No soy seguro para usted...

—No diga tonterías, es mi amigo...

—No puedo serlo. No me toque...No —. Lo empujó, apartándolo bruscamente de su cuerpo y cuando Peter tropezó y cayó al suelo, golpeándose contra el borde de la cama, maldijo y contuvo su primer instinto de ir ayudarlo—. Perdón, oh, Dios...Perdón, no quería...No quería...¡Joder! Debo irme...Debo salir de aquí...Debo...

—¡No!

Peter se enderezó tan rápido como pudo y corrió para atravesarse en su camino y pegar su espalda a la puerta.

—No puede dejarme. No se lo permito.

—Debo hacerlo, por favor...Debo...

—No. Lo prometió ¿recuerda? —. Se acercó otra vez, sin importarle si volvía a empujarlo y se aferró a su cuello, ocultándose en su hombro—. No me deje, no puedo sin usted...Lo necesito. Olvidemos lo que sucedió, como hemos hecho antes, no lo mencionaremos y ya está...

—No puedo —interrumpió y Peter lo interrumpió a él, hablando uno sobre el otro constantemente.

—Sí, puede, podemos olvidarlo.

—No, no puedo, soy...Soy una mala persona ¿no lo ve? Iba a aprovecharme de usted...De lo joven, bueno e inocente que es y que no entiende lo enfermo que estoy...

—No está enfermo, señor Josey —insistió y cuando Roland intentó quitarle las manos del cuello, se resistió tanto como pudo para que no lo apartara—. No me deje, por favor, no lo haga...Mantendré mi distancia si quiere, pero...Pero, por favor...

—No, no comprende...Ya no lo soporto —. Peter retrocedió cuando volvió a apartarlo, pero se aseguró de permanecer frente a la puerta para que no huyera—. Ya no puedo estar con usted, no puedo...Me está...¡Ugh! Me vuelve loco, señor Eades, las ganas de besarlo...Lo mucho que deseo, usted no lo comprende y no lo puede comprender...

—Yo...Yo...

—Muero por besarlo, tanto que me hace querer arrancarme la piel...Es...Joder, odio como se siente...Es tan...Este calor cuando está cerca...Me asfixia...Me...Joder, joder...Es como si tuviera una soga en mi cuello y solo se ajustara más y más con cada segundo que paso sin tenerlo, sin probarlo, sin...—. Aferró su rostro en ambas manos sin poder contenerse y jadeó en una muestra de anhelo—. Me está matando...Me está consumiendo. ¿Qué me ha hecho, por Dios? ¿Qué me ha hecho?

El corazón de ambos latía de forma irregular y acelerada y las manos de Roland en las mejillas de Peter, eran un constante recordatorio de que el deseo entre ellos no moría ni cambiaba, sino que se intensificaba.

Subió sus manos hacia las suyas, para sujetarlas en el lugar y lo miró a los ojos.

Hablar fue difícil, porque sentía un nudo en el pecho y le temblaba la voz, pero se esforzó para aclararse y trató de apoyarlo como Roland siempre lo apoyaba.

—Podemos...Podemos hacer que funcione...

—No...—susurró y Peter tiró de él más cerca—. ¿No comprende la intensidad de mis sentimientos?

—Lo hago...—. También lo siento, pensó, pero le aterró demasiado admitirlo en voz alta—. Lo entiendo y...Y sé que es confuso, pero...Podemos resolverlo, podemos...

—Usted es demasiado bueno para su propio bien. Debería golpearme y decirme que me vaya.

—Jamás haría eso —zanjó con determinación y Roland suspiró y cuando intentó apartarse, Peter tiró de él y unió sus frentes—. Usted es mi amigo y lo necesito. Lo hago.

—Estará mejor sin mí a la larga.

—No.

—Déjeme ir.

—No.

—Señor Eades...

—No —. Lo abrazó, sacando a relucir toda la terquedad de su familia que normalmente le causaba problemas y Roland maldijo y se frotó el rostro con ambas manos—. No lo dejaré. No quiero.

—Joder...—suspiró y terminó cediendo en contra de lo que era más lógico y lo abrazó de regreso—. Soy tan débil a sus deseos y caprichos...Tan débil todo el tiempo, que todo lo que quiero es cuidarlo y consentirlo.

—Hágalo, quiero que lo haga y se quede conmigo.

Sabía que tarde o temprano tendría que irse, porque por el rumbo que tomaban sus sentimientos y lo intenso que eran, no solo sentía miedo, sino que sabía que tarde o temprano ya no podría controlarse.

Pero la realidad era que no podía marcharse esa noche, no cuando Peter estaba estresado con los exámenes y lo necesitaba para mantenerlo motivado y que se alimentara y cuidara bien. Esperaría entonces y una vez Peter fuera admitido en la Universidad, pondría distancia entre ellos y conseguiría un trabajo para enviarle dinero todas las semanas.

Retrocedió cuando Peter empezó a empujarlo suavemente y terminó cayendo sentado en la cama.

—Se queda aquí —demandó y le enloqueció lo hermoso que era, lo dulce y atento. Tan perfecto—. No se mueva.

Obedeció y Peter se alejó hacia su baúl, tomó un pañuelo, lo mojó en la cubeta con agua, revisando sobre su hombro a cada segundo, para asegurarse de que Roland no intentaba correr hacia la puerta mientras estaba distraído y cuando volvió a él, se sentó a su lado y revisó su mano.

—Esto se ve feo —observó y presionó el trapo mojado en su palma—. Tendremos que ir al hospital.

—Estoy bien.

—No, debe verlo un doctor.

—Debemos cenar y dormir —corrigió y cuando intentó retirar su mano, Peter la mantuvo en el lugar y lo miró a los ojos—. No haga esto, no me trate así y me lo ponga más difícil.

—¿Se supone que sea grosero con usted?

—Sí. Lo merezco.

—No. De hecho, usted es quien menos lo merece en todo el mundo —. Bajó la atención a sus labios fugazmente, reviviendo el momento de minutos antes, cuando casi se habían besado y se obligó a volver su atención a la quemadura—. Me gusta vivir con usted y disfruto mucho de su compañía y de su cercanía. Me hace feliz, pero pareciera que yo lo hago miserable.

—No es usted. Yo mismo me hago miserable.

—Entonces quiero ayudarlo.

—No puede —aseguró y Peter terminó de anudar el trapo entorno a su mano—. Créame, no sería el primero en intentarlo.

Sujetó su rostro, ahuecando su mejilla para girarlo y que mirara hacia él y sus miradas se encontraron.

—Déjeme ser el que lo logre entonces.

Se sentía tan tentado a asentir, pero lo que quería de él no podía pedirlo o siquiera consentir el pensamiento y, por lo tanto, no podía asentir.

Se perdió en su mirada, por un minuto que se sintió como una eternidad demasiado corta y eventualmente, regresó en sí y desvió su atención hacia el suelo.

Carraspeó y se puso de pie.

—Continuaré con la cena. 

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