Detrás de cámaras - Juanjo y...

By princessdianiita

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¿Qué nos perdimos entre Martin y Juanjo cuando no había cámaras? Basándome en cosas reales, imagino momentos... More

1. Los bajones de Martin
2. Inseguridades y miedos
3. Los Farad
4. Los entes de Juanjo
5. A casa por Navidad
6. Confesiones familiares
7. Fin de año
8. Martin malito
9. Alors on danse
10. La gala 6
11. Piques y enamoramientos
12. Salvar a Martin
13. Oficializar la relación
14. El mesversario
15. Álvaro, octavo expulsado
16. Ya no te hago falta
17. Terror en el paraíso
18. El finalista y el nominado
19. ¿La última semana juntos?
20. La Gran Final
21. FiestOT
22. Abandonando la academia
23. Aniversario en Madrid
24. El jotero en Getxo
25. Casa Urrutia
26. Juanjo Vidamodernista
27. Los campos de Magallón
28. Martin se agobia
29. Portugal core
30. Haciendo música
31. Sueños cumplidos
32. Rompeolas
33. En casa de Abril
34. Separados
35. Reencuentro sorpresa
36. De cumpleaños
37. Hotel burbuja
38. Lo que no ves de mí
39. Noticiones para Juanjo
40. Esquiando
41. Adiós, Andorra
42. El piso
44. Gran Canaria, te quiero
45. Habitación de hotel
46. Ensayando la gira
47. "GOK" con beso al final
48. Martin cocina
49. Primera parada: Bilbao
50. Resaca post-concierto
51. Atardecer y cursiladas
52. Mucho amor
53. La vida del artista
54. Fin de semana
55. Hogar
56. Segunda parada: Fuengirola
57. L'amour de ma vie
58. El hate
59. Cinco meses
60. Tercera parada: Murcia
61. Juntos
62. Gente maja
63. Stella Maris

43. Juanjo decorador

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By princessdianiita

Esa mañana, Martin se levanta de la cama con cuidado, procurando no hacer ruido. Desayuna y se viste, y le deja un besito a su novio que duerme estirado en la cama, antes de irse a ensayar para Mariliendre.

Juanjo se despierta a las 10:30 y se siente como una mujer del siglo XVIII que se queda en casa esperando a su marido. Se parte de risa ante este pensamiento. Pero no le disgusta, la verdad, poder quedarse tranquilo ordenando su nuevo pisito.

Se enfrenta a la tarea de abrir las maletas y acomodar todo su contenido. Ordena su ropa en una parte del armario, y luego pasa a la de Martin. Sabe que su novio es bastante tiquismiquis con el orden del armario, así que se lo coloca como sabe que a él le gusta: todo bien doblado, clasificado por prendas, dejándole lo que más usa arriba. Espera que no se enfade porque le haya colocado las cosas.

Se pasa la mañana de compras: cojines, dos lamparitas, un espejo de cuerpo entero para el recibidor... También recoge las mesas de noche y la mesita de delante del sofá que había encargado, y las lleva desmontadas en cajas hasta el piso.

"Soy ingeniero, puedo hacerlo", se repite a sí mismo mientras se pelea con las piezas para volver a montarlas. Después sale a comerse una ensalada barata en una terracita, y de vuelta a casa se para a comprar un juego de vajilla y cubiertos, porque literalmente solo tienen un vaso.

Un rato después, Juanjo al fin se tira al sofá a descansar y se pone a ver Paquita Salas en su portátil. Quiere ver a Martin ya. Más tarde, suena el telefonillo, y se levanta del sofá de un brinco. La camarita del portal del edificio muestra a Martin, sonriéndole y saludando enérgicamente con la mano. Juanjo sonríe y pulsa el botón. Al cabo de lo que le parece una eternidad, oye dos toques en la puerta de madera.

Abre la puerta y Martin está ahí, guapísimo pero con pinta de cansado, sonriéndole. Juanjo lo atrae a su cuerpo, rodeándole la cintura con los brazos. Martin se funde en el abrazo y coloca sus brazos sobre los hombros de Juanjo, inspirando el olor de su novio.

—¿Cómo estás, Do? —pregunta Martin.
—Yo bien. ¿Tú? ¿Muy cansadico? —dice Juanjo.
—Sí. He muerto... Ala, ¡Do, has comprado un espejo! —exclama, señalando al espejo apoyado contra la pared del recibidor (aún sin colgar).
—Sí, he comprado algunas cosicas... —dice Juanjo, sintiéndose de pronto algo tímido. —Bueno, luego te enseño.
—¿Luego? Enséñame ahora, Do. —se queja Martin.
—Pero estás cansado...
—Estoy bien, Juanjo. Venga, enséñame.

El aragonés lo mira entrecerrando los ojos y finalmente camina hacia el salón.
—Pues estos cojines... —murmura, señalando a los cojines coloridos sobre el sofá.
—¡Ay, me encantan, por favor, Juanjo! ¡Y la mesita! Qué bonita es. ¿Vinieron a montarla?
—Ojalá. Casi me la cargo. Bueno, te enseño la vajilla.

Martin lo sigue hasta la cocina. Se está muriendo de ternura con lo nervioso que está Juanjo. Como si no fuera a encantarle todo lo que ha elegido.
—Son las tazas más bonitas que he visto en mi vida. —dice Martin, admirándolas. —Le voy a mandar una foto a Arrate.

Juanjo no puede evitar sentirse muy validado con esto. Sabe que es una tontería, pero recibir aprobación de los amigos bohemios de Martin le encanta.

—Bueno, y la habitación... —le coge de la mano y lo lleva a ver las nuevas mesitas de noche y las lamparitas a juego con los cojines verde claro.
—Amor... es precioso... me muero. —dice Martin, abrazando a Juanjo por detrás, con firmeza y cariño.
—Y he ordenado los armarios...

Juanjo abre las puertas del armario y Martin se adelanta para examinarlos. El mayor espera ansioso su reacción. Martin observa durante unos segundos antes de girarse con una sonrisa contagiosa en la cara.

—Me has colocado mi ropa.
—Sí... ¿Te gusta? —contesta Juanjo, mirándolo con cara de pena.
—Me encanta, cariño. Pero no tenías por qué hacerlo. —dice Martin, acercándose a Juanjo y agarrándole las mejillas con las manos.
—Yo quería.
—Eres el mejor. Te quiero.
Juanjo rompe la distancia entre ellos para besar los labios de Martin. Se separan y el vasco mira a su novio a los ojos, creciéndole una sonrisa eufórica en la cara.

Martin da un saltito y se sube a Juanjo, abrazándole el cuello con los brazos y rodeando con las piernas su cintura. Juanjo, sorprendido, corre a coger los muslos de Martin para sostenerlo.
—¿Y esto? —pregunta el aragonés.
—Es que no me puedo creer que a partir de ahora, todos los días cuando llegue a casa vayas a estar tú... Soy la persona más feliz del mundo. —dice Martin.
—Mi vida... —susurra Juanjo, sonriendo con ternura.

Camina con Martin en brazos hasta la cama, soltándole para que se acueste de espaldas. Juanjo se acomoda encima del chico, apoyando la cabeza en su pecho. Martin le acaricia el pelo.
—Hemos quedado, ¿te acuerdas? —susurra Martin tras un rato adormilados.
—¿Hmm? Ah, sí. ¿A qué hora?
—En 40 minutos tenemos que estar en el restaurante.
—Joder, pues vamos a prepararnos ya. —dice Juanjo.

Se arreglan un poco en el baño, peinándose, echándose colonia y lavándose los dientes, cada uno frente a un lavamanos. Juanjo se ha apropiado el de la derecha, lo que se siente muy como en la academia.

Rápidamente salen de casa. Juanjo lleva la cartera y las llaves en un bolsillo. A Martin le gusta solo tener que cargar con el móvil. Van al metro, y se dan la mano durante el trayecto. Tras dos paradas, se bajan. Han quedado para cenar, triunfitos y bailarines. Es una cena de celebración y anticipación a la gira, pues los ensayos empezarán en cuestión de días.

Tras la cena van todos para el piso de Álvaro, Bea, Omar y Salma (bautizado como el Piso Sobao). Lo pasan bien, hablan y cantan canciones, comentan la gira, hacen vídeos de TikTok... Se hace bastante tarde. A eso de la una y media, la gente ya lleva varias copas y el ritmo de todo se ralentiza. Martin está cansado. Se le ha agotado la batería social.

Se levanta del suelo, donde está sentado haciendo de espectador en una conversación algo extraña entre Ruslana y Luis (uno de los bailarines), que están bastante borrachos. Se acerca a la ventana, donde están Juanjo y Álvaro fumando mientras se parten de risa por algo.

—¿Estás bien, Martin? —le pregunta Álvaro cuando llega hasta ellos. Juanjo se gira rápidamente para verlo.
—¿Qué pasa? ¿Amor? —dice en voz baja, sujetándole la mejilla con la mano que no está sujetando el cigarrillo.
—Nada, nada. Estoy bien. Un poco cansado.
—¿Quieres ir a casa? —pregunta Juanjo.
—Sí, porfa. —dice, en un susurro.

Juanjo le deja el cigarrillo a Álvaro para que se lo termine y no le suelta la mano a Martin en lo que tardan en despedirse de la gente y dirigirse a la puerta. Álvaro los acompaña.
—Oye, pero, ¿tú estás bien, Pumuki? —pregunta el sevillano, algo preocupado.
—Sí, sí. Te lo juro, tranqui. Es que estoy cansadísimo. —le asegura Martin.

Los chicos salen del edificio. Juanjo pasa su brazo sobre los hombros de Martin con cariño, y caminan sin separarse, en un cómodo silencio. Llegan de milagro al último metro y enseguida están de vuelta en su casa. Se quedan en calzoncillos y se lavan los dientes. Juanjo se da una rápida ducha porque sabe que a Martin no le encanta el olor del tabaco.

Y en cuestión de minutos están en la cama. Martin se acurruca pegando su espalda al torso de Juanjo. El aragonés lo rodea con el brazo y le besa la nuca.
—Mi vida, seguro que estás bien, ¿no? —susurra.
—Que sí, en serio. Es que ya llevaba un rato saturado de tanta gente, tantas conversaciones... —murmura Martin.
—Vale. Pues a la próxima me vas a buscar antes, eh. Desde que estés mínimamente incomodo.
—Te amo, Do. Gracias.
—Yo sí que te amo. Venga, a dormir que mañana el avión sale tempranico.

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