Leigh (Darks #3)

By Ariana_Godoy

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Han pasado tres años desde que Leigh sufrió a manos de un monstruo. Y ella se ha dedicado a sanar, finalmente... More

Prólogo
(2) ✲ LAS CHICAS DEL CULTO ✲
(3) ✲ LA CHICA Y EL LOBO ✲
(4) ✲ EL LÍDER ✲
(5) ✲ LA CHICA DEL BOSQUE✲
(6) ✲ EL CHICO DE LA MOTO ✲

(1) ✲ NUEVO COMIENZO ✲

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By Ariana_Godoy

Nota de la autora: Ha pasado un tiempo, ¿no? Bienvenidxs de nuevo al universo Darks. Dos cosas que quería aclarar antes de que comiencen la lectura: 

💥  Sí, Frey no ha terminado, no se preocupen que las historias no se entrelazan hasta más adelante así que no se harán spoilers. 

💥  Lo segundo era que en la versión en físico de Heist se cambiaron los nombres de María, Pilar y Sofía a >> Mary, Payton y Sophie para que concordara con los nombres de la zona de Wilson. Y los nombres cambiados son los que se usaran en esta historia, sobretodo Mary que era una buena amiga de Leigh en Heist donde la conocían como María. 

Sin más que decir, los dejo con las advertencias, y ¡que la suerte siempre esté de tu lado! 

Ariana Godoy

✲✲✲✲✲✲✲✲

ADVERTENCIA DE CONTENIDO (+18):

💀 Temas oscuros: r e l a c i o n e s o b s e s i v a s / e n f e r m i z a s. 

🔪V i o l e n c i a  d e t a l l a d a. 

💥 Temas sensibles: a b u s o  f í s i c o,  e m o c i o n a l   y  s e x u a l. 

🚨A d i c c i ó n  y d r o g a s. 

⚠️ I n t e n t o  d e  s u i c i d i o

✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲

T R E S  A Ñ O S   D E S P U É S  D E  H E I S T

 1 

LEIGH FLEMING.

«Esto es lo que quiero, lo que necesito»

Me repetí al sostener el volante del auto: el Kia K5 que mi padre me había regalado cuando nos enteramos de que entré a la Universidad de Artes de Asheville. Le había dicho que no lo quería, pero aceptarlo fue una de las tantas condiciones que me impuso para dejarme salir de Wilson. Sí, era una adulta y él no podía obligarme a nada, sobre todo porque él no tenía la moral limpia, pero irme de casa en malos términos con mi padre no estaba en mis planes. Él y tía Lilia eran lo único que me quedaba en este mundo, ya había perdido demasiadas personas en mi vida.

—¿Crees que tengan una cafetería mixta? O... ¿piscinas? ¿Te imaginas? —preguntó Mary a mi lado en el asiento de copiloto.

El entusiasmo de mi amiga era contagioso. No la culpaba, era la primera vez que ella salía de Wilson y aunque, Asheville solo estaba a cuatro horas de Wilson, seguía siendo un territorio inexplorado para ambas. Por mi parte, había viajado más, incluso fuera del país. Pero ahora no quería pensar en ello, no quería arruinar la alegría que emanaba la chica a mi lado.

—¿Quieres meterte en una piscina en otoño? —Bromeé, ojeando el espejo retrovisor, la camioneta negra nos seguía con cautela, otra de las condiciones de mi padre: dos guardaespaldas. Había intentado hacerle ir a terapia porque era obvio que Thomas Fleming había quedado traumatizado por lo que me pasó, sin embargo, su terquedad seguía ganando y saber que no estaba sola en una universidad en las montañas de Carolina del norte le daba paz. Y luego, estaba todo el asunto de sus negocios ilegales: El tema tabú en nuestra casa.

—Quizás tienen una piscina climatizada —respondió Mary y me tomó un segundo recordar que le había preguntado sobre la piscina en este clima.

—Le tienes demasiada fe a una universidad poco conocida —murmuré y crucé a la derecha para entrar a una gasolinera—. Necesitamos gasolina.

—Y mover el culo. —Soltó Mary y se cubrió la boca—. Por el Altísimo, llevo dos horas fuera del pueblo y ya ando hablando así.

—Si sigues mencionando al Altísimo, tus posibilidades de hacer amigos en la universidad se reducen a —Hice un círculo con mi pulgar e índice—, cero.

—¡Ja! ¡Ja! Qué graciosa, y lo sé —admitió cabizbaja—. Es un hábito.

Sacudí la cabeza y me bajé para echarle gasolina al auto. Mary emergió al otro lado con su vestido azul oscuro, mallas y botas negras. Se veía elegante y bonita. Estos años le habían sentado muy bien. Las facciones de su rostro habían madurado y los aretes que se había perforado hace unos meses le lucían increíbles.

Era extraño vernos con aretes y maquillaje después de toda una vida sin ellos, pero no me quejaba, de hecho, me gustaba. La libertad de salir de la iglesia de Wilson nos había brindado la oportunidad de indagar en nuestras personalidades, descubrir que cosas nos gustaban y que no, en vez de ser una copia de todas las jóvenes de Wilson. Y eso que la iglesia seguía mejorando, sus lideres cada vez más liberales, aún así había muchas reglas que necesitaban tiempo para desaparecer.

—¿Todo bien, Srta. Fleming? —Indagó Hilda al llegar a mi lado, era una mujer alta y de semblante inaccesible con su traje negro y lentes de sol. Hilda era una de las guardaespaldas más confiables de mi padre.

—Sí, solo gasolina.

—Faltan dos horas para llegar, ¿desea ir al baño?

Nada más incómodo que tener que informarle a alguien si ibas al baño porque debía ir contigo y esperar en la puerta. Suspiré, ella solo hacía su trabajo, así que sacudí la cabeza.

—No, pero entraremos a buscar un par de cafés y panecillos.

Ella estiró su brazo hacia adelante para que empezara a caminar.

—La sigo.

Mary apareció a mi lado y enroscó su brazo con el mío.

—Esto es más incómodo de lo que pensé —admitió en un susurro.

—Lo sé. —Empujé la puerta de la tienda de la gasolinera, el ding que indicaba la llegada de un cliente resonó por todos lados.

—Sabes que todo el asunto de ser libres de Wilson no funciona si tenemos guardaespaldas siguiéndonos a todos lados. —Agregó Mary, girándose para indagar los pasillos de panecillos mientras me iba por un café. La sección de bebidas era de autoservicio. Me quedé viendo todos los botones y las instrucciones sin entender nada.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó una voz amable y juvenil.

Me giré para ver un chico de mi edad con una camisa con el logo de esta gasolinera. Pude sentir la mirada de Hilda sobre él en todo momento.

—Sí —admití, apenada.

—No hay problema, las hacen cada vez más complicadas.

—¿Qué?

—Estas máquinas —dijo, sonriendo y procedió a explicarme como sacar el café que quería. Al terminar y pagar todo, Mary no paraba de agradecerle al chico y cuando íbamos de regreso al auto, nos sorprendió escucharlo detrás de nosotras:

—¿Me puedes dar tu número? —Nos alcanzó, y compartí una mirada con Hilda, quien sacudió la cabeza.

—Lo siento. —Me negué, no por ella, sino porque este chico vivía aquí y yo estudiaría a dos horas de aquí, era un poco imposible que pasara algo entre nosotros, estando tan lejos.

Mentirosa... esa no es la razón, Leigh. Lo sabes.

De vuelta en el camino, hubo un silencio y sabía que me arrepentiría por preguntar:

—Di lo que tengas que decir, Mary. —Solté sin más.

—¿Qué carajos fue eso? —Sonaba frustrada—. No ibas a morirte si le dabas tu número.

—No estoy interesada.

—¿De verdad? Creo que ya no estás interesada en hombres en lo absoluto, Leigh. ¿Tienes idea de cuantos chicos te he visto rechazar estos tres años?

Me mordí el labio, inquieta.

—No era mi prioridad.

—¿Era? Sigue sin serlo, además, no te digo que salgas con alguien, pero por lo menos disfruta conversar con chicos, no sé... algo. Estás peor que cuando eras un miembro ejemplar de la iglesia. Por lo menos en esos tiempos te follabas a Rhett.

—¡Mary! —reclamé, ruborizándome.

—Perdón, perdón, es que esto de la libertad le ha afectado a mi vocabulario.

Me reí porque era cierto. Jamás esperé escuchar la palabra follar de su boca.

—Leigh, te adoro, pero pensé que al decidir venir a la universidad finalmente después de posponerlo por un año, ya lo habías soltado.

Me tensé, tragando con dificultad.

—Lo he soltado, Mary.

—¿De verdad?

—No puedo esperarlo toda la vida, ¿no? —Mi voz sonó más triste de lo que esperaba—. Mientras yo sanaba, él... decidió no hacerlo así que... —Me encogí de hombros.

Era la verdad. Heist Stein... no había cumplido su parte del trato. Cuando él se fue, de inmediato empecé terapia y mi camino a la recuperación, y él no había hecho lo mismo. Con el tiempo entendí que quizás nunca lo haría y eso no tenía nada que ver conmigo, era su proceso. Aún así, mi corazón estaba dolido porque sentía como si nuestro amor no hubiera sido suficiente para que él por lo menos lo intentara.

Es su salud mental, Leigh, su vida. No eres responsable por las decisiones de los demás. Mi terapeuta me repitió hasta cansarse.

—Dices que no lo esperaras toda la vida, pero sigues repeliendo chicos, Leigh.

—No caeré en tus juegos de presión, Mary.

—Bien, no caigas, pero he creado una lista de cosas que tenemos que hacer en la universidad.

Hice una mueca.

—¿Y?

—Y el número siete es aceptar una cita con un chico.

Volteé los ojos.

—¿Por qué piensas que es necesario salir con un chico?

—No lo es, sin embargo, en tu caso, necesito sacarte de ese hueco rubio de ojos azulados.

A la mención de sus ojos, mi pecho se apretó al recordar la despedida en la cabaña, lo roto y herido que se veía Heist después de todo lo que habíamos pasado. Deseaba desde el fondo de mi corazón que él no siguiera así de mal, que hubiera encontrado algo de paz después de perder tanto.

Escuchamos música por el resto del viaje, con la interrupción ocasional de Mary y su sorpresa por algo que viera a los lados de la carretera.

El camino de entrada a la universidad era corto y apenas alejado de la calle principal, los árboles a su alrededor eran altos, sus hojas de color café y naranja se ondeaban en sus ramas mientras otras yacían en el suelo. Solía gustarme el otoño antes de que todo lo que pasó comenzara en esa estación, ahora estaba manchada, al igual que el invierno y esa nieve blanca sobre la que se derramó tanta sangre.

Aparté esos pensamientos mientras entrabamos a nuestro edificio, los apartamentos estaban justo al lado de la universidad, no eran baratos por lo convenientes y limpios que los mantenían. Mary entró de golpe a nuestro nuevo hogar, cargando sus maletas y dando vueltas emocionada.

Eran un lugar decente con una pequeña sala de frente a la cocina y dos habitaciones. Lo primero que llamó mi atención fueron las puertas corredizas de vidrio que daban al balcón. Abrí una de ellas y emergí, al estar en el piso cuatro, la vista era melancolía pura: un bosque de árboles de hojas marrones y naranjas y a lo lejos, la calle principal y luces de otros edificios y tiendas.

Me quedé viendo la entrada al bosque, donde estaban los troncos de los árboles y la semioscuridad que se creaba entre ellos porque la luz del sol no llegaba hasta abajo gracias a sus altas ramas. Por un segundo, mi mente recreó una figura encapuchada ahí en esas sombras.

Eres mi creación, Leigh.

Me agarré de la barandilla del balcón con tanta fuerza que mis nudillos palidecieron. Mi pecho subió y bajó con rapidez.

«No es real, no es real, no es real» Me recordé y cerré los ojos, intentando hacer ejercicios de respiración.

Cuando volví a abrirlos, no había nada. Sin embargo, mi corazón continuaba latiendo con desesperación en mi pecho. Esos malditos ojos negros que brillaban con emoción cuando me causaba dolor o cuando jugaba conmigo aparecieron en mi mente por unos segundos.

—Leigh —La voz de Mary me trajo al presente. Ella me abrazó de lado y descansó su cabeza en mi hombro—. Él está muerto, estás a salvo.

Escucharla decirlo en voz era lo que necesitaba para terminar de salir de ello. Y aunque había sanado mucho de mí, aún quedaba esa parte que necesitaba deshacerse de él, de todo recuerdo de Heiner.

Siempre viviré en ti, Leigh.

Porque no permitiría que tuviera razón, ni que ese bastardo se regocijara atormentándome aún después de su muerte. 




Próximo capítulo para el sábado trece de abril: (2)  L a s c h i c a s  d e l  c u l t o 

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