La villana cautiva al Gran Du...

De AmbrosiaDestiny2

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Mi personaje favorito de la novela murió. Tras ser abandonado por la protagonista femenina y perder sus emoci... Mais

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De AmbrosiaDestiny2


—Está muy calmado.

Llevaba todo el día con dolor de cabeza debido a los eventos de ayer.

Rayglen intentó con todas sus fuerzas revisar unos documentos, pero por alguna razón no pudo hacerlo.

Mientras observaba la escritura cursiva de Shuell en la mesa, su cabeza comenzó a punzarle nuevamente y cerró los ojos.



—¿Señora Shuell, le gustan las galletas?

—Su Alteza, no es mucho, pero le he traído unos chocolates. Por favor, acéptelos.

Desde que conoció a muchas personas mientras repartía flores, aumentó la cantidad de pequeños obsequios que recibía a cambio. Al principio, solo fueron uno o dos regalos, pero gradualmente se fueron acumulando como una montaña, hasta el punto que ni siquiera cabía en sus manos.

No tuvo más remedio que pedir prestada una gran caja de madera al chef que estaba a cargo de distribuir los ingredientes de la comida. Mientras caminaba, la cantidad de obsequios en la caja aumentaba de repente ya que cada persona que pasaba le ponía algo.

Cuando estaba repartiendo unas flores, de repente una joven se abrió paso entre la multitud de personas.

—¡Su Alteza! Me preocupaba que pudiera haberse ido, ¡pero me alegro que siga aquí!

La señorita, una aristócrata a la que le dio flores, se acercó afectuosamente mientras sostenía una llamativa botella amarilla.

—Este es un producto especial del territorio de mi familia. Es miel natural, y si la come con postre o pan, irá al cielo.

—¿Ir al cielo? ¿Uno muere por comer esta miel? —preguntó Shuell, ladeando la cabeza.

La señorita se sorprendió y agitó la mano.

—Es solo un decir. Normalmente mi padre no se lo da a menos que sea alguien cercano a él, pero este es para usted.

Una gran figura, aproximadamente una cabeza más alta que la señorita, se acercó por detrás mientras hablaba con orgullo.

—Bienvenida de regreso, Sir Elina —dijo Shuell con una sonrisa.

Al parecer se tardó un tiempo en regresar debido a que se fue a un gran grupo de caballeros.

Elina, que estaba rígida, se limitó a inclinar la cabeza y mostró una cortesía superficial, pero no respondió como de costumbre.

La atmósfera era extrañamente sombría.

«Bueno, ha perdido una gran cantidad de tiempo, por lo que puede sentirse avergonzada. Se ve bien.»

Personalmente dirigió a los caballeros al lugar de los hechos, pero como todo el asunto se resolvió en el Palacio Imperial, ¿no fue una pérdida total de tiempo ir?

«¿Sigues queriendo meterte con el Gran Duque?»

Cuando Elina pasó por su costado, Shuell le sacó ligeramente la lengua.



Tras cumplir con el objetivo de hoy, Shuell corrió por el pasillo mientras cargaba su caja de madera.

Los sirvientes sorprendidos despejaron el camino y le hablaron con preocupación.

—¡Su Alteza, tenga cuidado!

Aunque iba en contra de las normas de etiqueta, nadie la reprendió. Además, no tenía tiempo para preocuparse ni por el más mínimo detalle.

Corrió durante un rato, sintiéndose ansiosa porque no lo vio salir por la mañana. No quería perder ni un segundo de su tiempo con Rayglen.

Al entrar en la habitación respirando pesadamente, de inmediato el olor a manzanilla envolvió todo su cuerpo. Y allí estaba Rayglen sobre la cama, con los ojos cerrados y en su habitual postura de cuando revisaba los documentos.

Shuell respiró con dificultad y lo llamó muy suavemente, con una mezcla de aire y sonido.

—Gran... Duque...

Era normal que Rayglen reaccionara a su llamado porque sus oídos eran agudos, pero ni siquiera se movió. Este fue un momento que nunca había visto ni en sueños.

«¡Al fin...!»

Una emocionada Shuell gritó internamente.

«¡Gracias, muchas gracias! ¡Haré una gran reverencia en dirección al Norte! ¡Esta es mi recompensa!»

Giró sobre sus talones y se acercó lentamente, sosteniendo el dobladillo de su vestido. Al llegar por fin a la cama, conteniendo la respiración, Shuell subió muy despacio.

Cuando la cama hizo un leve crujido, su cuerpo tembló.

Afortunadamente, la mandíbula perfilada de Rayglen, su nariz recta, su boca y ojos bien cerrados permanecieron igual.

Shuell se arrastró hasta su lado, luego con cuidado apoyó el brazo contra el marco de la ventana y miró fijamente el perfil que veía todos los días.

Aunque era un rostro que veía a diario, seguía sorprendiéndola. Para ser franca, le gustaba mucho más que cuando leyó sobre él en la novela.

¿Es porque siempre lo miraba desde una posición alejada? A veces le resultaba difícil creer que pudiera verlo en la vida real.

Mirándolo a Rayglen fijamente, Shuell frunció el ceño.

Incluso cuando dormía, se mantenía erguido.

—¿Por qué no se recuesta el Gran Duque?

La luz de la luna, que brillaba en la habitación algo oscura, le sentaba muy bien a Rayglen.

Como nunca lo vio durmiendo, Shuell pensó que dormiría con los ojos abiertos o que apretaba los dientes o que hablaba en sueños... O que incluso babeaba.

«No... ¿Cómo me veo cuando duermo?»

De repente se preocupó por su aspecto y arrugó la nariz.

Tras un momento, cuando la brisa fría de la noche se colaba por su piel, Shuell agitó la mano frente a Rayglen y no obtuvo respuesta.

Se armó de valor y tocó su cabello con un dedo. Continuó con sus cejas rectas y ojos. Tenía curiosidad por los lóbulos de sus orejas, así que los tocó ligeramente.

«Jeje, es lindo.»

Cuando estaba acariciando la mejilla de Rayglen, se vio reflejada en unos penetrantes ojos azules.

—... ¿Estás aquí?

Por un momento, se quedó sin aliento y no sabía dónde esconderse.

—B-Bueno, eso... Uhm... Eh, ¿cuándo despertó?

—Desde que me llamaste.

¿Entonces no estaba dormido?

—Mencioné que no duermo mucho.

—No, pero, cómo puede una persona... — dijo Shuell, con los ojos temblando levemente.

Se quedó sin palabras debido al ritmo de su cuerpo que se desviaba del sentido común.

Rayglen mantuvo la calma mientras miraba a Shuell, quien estaba estupefacta y parecía haber perdido el alma.

—Nunca se sabe cuándo atacará un monstruo.

Un sentido de responsabilidad invisible parecía sentirse en las palabras insensibles. Por esta razón, ¿cómo no iba a seguir la familia Brent en el Norte?

Shuell se horrorizó por la extraña forma de proteger la capital mediante el sacrificio de una familia.

Cuando se estremeció por el escalofrío que le recorrió los brazos, al parecer Rayglen pensó que era porque tenía frío y la cubrió despreocupadamente con la sábana.

—Brent siempre lucha contra los monstruos hasta el momento de la muerte. Mis padres hicieron lo mismo, así que se convirtió en un hábito.

Instintivamente supo a lo que se refería.

Shuell rápidamente dirigió sus palabras a un futuro que esperaba nunca llegara.

—¿Hay algo que le gustaría hacer al Gran Duque? No algo relacionado con la espada, sino cosas como cocinar tal vez.

—¿Por qué lo haría cuando hay un experto? Hay chefs de primer nivel tanto en el Palacio Imperial como en el Norte.

—Eso es verdad, pero tal vez le interese hacerlo personalmente.

—No lo encuentro interesante.

«Bueno, el desinterés también es una emoción.»

Shuell se convenció de inmediato. El objetivo inculcado era absoluto para una persona sin emociones.

—Es extraño que preguntes eso —dijo Rayglen, tocando la mejilla de la seria Shuell.


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