En las sabanas de un Telesco

By FlorenciaTom

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Evangeline Brown se ve obligada junto a su familia vivir en un pueblo enfermo en donde la belleza es un arma... More

En las sabanas de un Telesco.
Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
SEGUNDA PARTE.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo.

Capítulo 16

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By FlorenciaTom


CAPÍTULO 16.

Evangeline Brown.

El ascensor se detiene en mi piso y salgo con la intención de refugiarme en el spa del palacio. Recuerdo haber leído sobre él en el folleto de bienvenida que me dieron al llegar al palacio de la élite.

Mientras camino por los pasillos, una sensación de frustración y rabia crece dentro de mí. ¿Cómo puede ser tan hipócrita? Él puede acostarse con quien quiera y yo no puedo hacer nada al respecto. Es increíble cómo cambian las cosas tan rápido.

Lo peor es que ahora me ignora y me trata como si fuera la peor de las personas. Le dejé claro desde el principio que entre nosotros solo había amistad, que no buscaba nada más que eso. ¿Por qué no puede entenderlo? Es desgarrador ver cómo se aleja de mí, convirtiéndose en un completo desconocido.

Hipócrita de los hipócritas. No debí acostarme con él.

Incluso me arrepiento de haberme acostado con Nathan porque él también intenta casarse conmigo.

Claramente aquí el sexo casual no existe e incluso me hice adicta a esa sensación de no estar ligada con alguien.

En ese intento arrastré conmigo un matrimonio y que mi amigo me odiaría.

El sector de spa del palacio de la élite es una obra maestra de opulencia y lujo. Al entrar, el aroma a aceites esenciales y fragancias exóticas envuelve mis sentidos, transportándome a un oasis de relajación y bienestar. Las paredes revestidas de mármol blanco brillante reflejan la suave luz de las elegantes lámparas de araña, creando un ambiente sereno y sofisticado.

Dos chicos del servicio me reciben con una reverencia, ofreciéndome toallas suaves y perfumadas, así como una selección de jabones y aceites aromáticos. Sus uniformes impecables y su actitud profesional añaden un toque de distinción al lugar.

Me acerco a la recepción, donde una amable recepcionista me saluda con una sonrisa radiante y me pregunta qué tipo de masajes deseo recibir.

Después de una breve conversación con la recepcionista, decido optar por un masaje relajante con aceites esenciales de lavanda y jazmín. Me indican el camino hacia las lujosas salas de tratamiento, donde la música suave y los delicados aromas crean un ambiente de paz y tranquilidad.

Me sumerjo en el cálido abrazo de la camilla de masaje, dejando que mis preocupaciones se disuelvan con cada suave movimiento de las manos expertas del terapeuta. Cierro los ojos y me dejo llevar por la sensación embriagadora de la relajación, permitiéndome desconectar del mundo exterior por un momento.

Durante la sesión de masaje, mi mente se despeja y encuentro un breve respiro de la tormenta emocional que ha sido mi vida últimamente.

A mamá le hubiese gustado este tipo de cuidados. Me pregunto si tuvo la oportunidad de que alguien le hiciera masajes.

Ay mi Dios, qué delicioso es esto...

—Señorita Brown, con mucho respeto queremos decirle que también hacemos otro tipo de servicio —me dice el masajista, haciendo que levante la cabeza con el ceño fruncido y apoye mis codos en la camilla.

Los ojos azules del chico brillan con entusiasmo mientras me hace masajes en las piernas y una sonrisa, esperando a que responda.

—No, gracias —le respondo, algo sorprendida por su "predisposición".

—Es extraño oír un no de alguna postulante —confiesa y sigue por mis muslos y desciende por toda mi pierna hasta llegar a mis tobillos.

—¿Tienen todo tipo de solicitudes para que eso ocurra? —cierro los ojos al sentir sus dedos deslizándose gracias al aceite sobre mi pie izquierdo.

—Es un tanto excitante tener algún tipo de encuentro con un masajista del palacio—se encoje de hombros.

—¿A ustedes no se les permite casarse con algun postulante? —le pregunto entonces.

Se echa a reír.

—Claro que no—no puede evitar seguir riéndose y al ver que yo no lo hago, se queda atónito—¿Usted no sabía eso?

—Claro que no.

—Bueno...em, su ignorancia me deja un tanto desconcertado. Le pido disculpas—se aclara la garganta—. No me dejan casarme con ninguna postulante, sólo con chicas del servicio que pertenezcan a limpieza, entrenadoras de equitación, profesoras, etc. Todo aquel que preste servicio al pueblo y no provenga de una familia de la elite.

—Eso debe ser muy limitante —murmuré con un dejo de compasión.

—Permítame corregirla, señorita Brown—respondió con firmeza el caballero, desafiante—. Los verdaderamente limitados son ustedes. Nosotros, en cambio, tenemos el privilegio de elegir con quién compartir nuestras vidas. Es cierto que en ocasiones nos vemos tentados por diferentes candidatos, pero tenemos la claridad de dónde reside nuestro lugar. Y aunque pueda parecerle una carga, le aseguro que no los envidiamos en absoluto.

—Yo no soy una postulante, estoy aquí en contra de mi voluntad—le aclaro y se me escapa un gemido de los labios en cuanto sus dedos siguen masajeándome los pies.

—Bueno, disfrute la cárcel mientras pueda—murmura en un tono seductor.

—¿Otra vez coqueteando con el personal, Sebastian? —la directora del Palacio de la Élite ingresó al sector de masajes con un abanico en la mano y una energía bastante apacible.

Hizo un gesto con la cabeza, indicándole a Sebastian que se retirara. El chico asintió y salió por la puerta, dejándonos solas. Rápidamente busqué una toalla para cubrirme los senos y ocultarme lo mejor posible.

La directora llevaba el cabello claro suelto y su vestimenta permanente era de color blanco, como correspondía al protocolo del lugar. Lucía un elegante vestido de cóctel del mismo tono.

—No te preocupes, cariño, todas tenemos lo mismo —me dijo, abanicándose—. ¡Qué calor hace aquí, por Dios!¿No tienes calor, Evangeline?

—No, señora.

—Ay, Dios, no me digas señora —se echó a reír—. Me haces sentir con una edad que no poseo por el momento. Dime directora. Me alegra saber que estás disfrutando de la estadía en nuestro amado palacio.

—Solo vine a aclarar mi mente.

—Debe ser duro intentarlo sabiendo que tu madre murió hace días —se lamentó—. ¿Cómo te sientes al respecto?

Me sorprendió su interés repentino en mí. ¿Qué hacía aquí?

—Hago lo que puedo —me limité a responder, sentándome en la camilla y sujetando mi toalla—. ¿Ha pasado algo que la ha traído hasta aquí? —le pregunté sin rodeos.

—De hecho, vine a notificarte que tienes visitas y he querido ser yo quien te las de —se sentó con elegancia y puso sus manos sobre los muslos, dejando de abanicarse—. Nos ha llegado la notificación de una nueva familia en el pueblo que está bajo el ala de tu apellido.

¿De qué mierda está hablando?

—No comprendo.

—Ser la joven más adinerada del pueblo te otorga ciertos beneficios, y uno de ellos es amparar a otra familia que no sea de tu sangre, Evangeline. Y esa familia ha llegado.

—Yo no firmé nada para que eso ocurriera ni tampoco sé si lo ha hecho mi padre.

—Fue tu madre la que firmó ese papel, Evangeline —aclaró—. Creo que ha intentado que te sientas lo más cómoda posible en el pueblo, y no solo ha conseguido que tu abuela vaya a vivir a tu casa, sino que también ha firmado otro papel en el que aclara que desea que la familia Abstrom sea amparada por la familia Brown.

—¿Familia Abs...?

No puedo seguir pronunciando aquel apellido sin que su rostro me venga a la mente. Su sonrisa, su manera de caminar, su voz tan casual, su ropa holgada y despreocupada. No, no puede ser que estemos hablando del mismo apellido. Ni siquiera de esa persona que se me clava como un puñal en el corazón cada vez que lo recuerdo con nostalgia.

—¿Conoce ese apellido, señorita Brown? —la voz de la directora me regresa a la realidad.

—¿Uno de los integrantes de esa familia se llama Luke Abstrom? —le pregunto con un nudo en la garganta.

—Sí, y la está esperando en mi oficina.

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