Suya por contrato

By CaroYimes

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Lily jamás podría decirle que no a su jefe. ¿O era al revés? More

Rossi
Pacto con el diablo
Amenazas
El comienzo de la guerra
Guerra fría
El arrepentimiento
Escenario sorpresa
Un precio
Los sueños
Complicidad
Rendirse
Celos
Monstruo
666, el número de la bestia
Megalodón
Los pedos y el hámster
Primeros sentimientos
Suya por contrato
Suya por contrato, parte dos
Cataratas del Niágara
Pequeño demonio
La subasta
Lobo feroz
La fiebre
Cliché y Nobel
Cuidar mi corazón
Pruebas
Familia, peleas y celos
Pollo frito
Bastones y llamada
Gestos
La chica del momento
En otra vida
Lista de pareja
La madre que no fue
Pedir ayuda
Cinco minutos... o menos
Cosecha
Cita romántica
Sentimientos y alteración
Creer
Ojos tristes
Borrador: segundas oportunidades en la moda
Cinta métrica
El filósofo y lo más valioso
Nueva familia y mesa de acero
Niño asustado y lanzamiento
Arresto y talento
Chiste
Cuarenta minutos
Gallo y mesa
Corazón y mente
El mundo entero
Juego de palabras
Fabulosa, inspiradora y fondo de retiro
Intercambio
El hibrido
Muros elegantes
Tronca y juicio
Carne, sospechas y corazón
Elección
Nueva cláusula
Precoz y lujo
Primero y último
La confianza
La venganza y Rolls Royce
Juicio y veneno
Despedida y gracias

Confianza y rompecabezas

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By CaroYimes

Christopher se terminó de desnudar. Estaba erecto desde que habían salido de las dependencias de Revues. Puso su polla entre sus manos atadas y se masturbó entre ellas sin dejar de mirarla a los ojos.

A Lily le encantaba lo imaginativo que era. Siempre encontraba una forma de masturbarse con cualquier parte de su cuerpo. Todas le resultaban seductoras cuando se trataba de ella.

Su piel era suave y su carne siempre lo recibía con gusto.

Si alguien le hubiera hablado a Christopher Rossi de los placeres de la carne, se habría declarado carnívoro mucho antes.

Sentía que, hasta ese momento solo había vivido de las sobras, pasando hambre con mujeres delgadas, pero no bonitas.

Lily no era delgada, pero, mierda, era hermosísima.

Le metió un dedo en la panti negra que vestía y la rasgó lentamente, sintiendo como el hilo se rompía al jalarla más y más.

Lily sonrió traviesa cuando supo lo que estaba haciendo. No tuvo que mirar, solo sentir. Sus dedos despedazaron los hilos de sus pantis elegantes hasta que alcanzaron su coño.

Sabía que la encontraría empapada, lista para recibirlo. Ni siquiera le preocupaba la idea de haber mojado sus bragas.

Empezaba a aceptar su sexualidad, el deseo que él encendía en ella; la locura, el frenesí, la adrenalina. La falta de raciocinio, el abandono del pudor.

Christopher se deslizó entre sus labios empapados con sus dedos largos. Se hundió en su coño lentamente con dos dedos. Ella se contrajo a su alrededor, mirándolo a los ojos de forma traviesa.

La sorprendió de sobremanera cuando levantó los dedos hacia su pelvis, buscando esa zona inflamada que ya había explorado. Sus paredes se tensaron cuando sus dedos acariciaron magistralmente su punto más sensible.

A Lily le hacía cosquillas, pero siempre le resultaba efectivo y terminaba en aguas.

Se rio cuando supo que cada vez era más fácil llevarla a todos los extremos del placer. Christopher adoraba su sonrisa, más la traviesa que aparecía solo para él.

Desde su lugar, montado sobre ella, le acarició los labios enrojecidos con el pulgar.

Saboreó en su imaginación el sabor de sus besos, su lengua.

—Esos labios... —murmuró él, deseoso por tenerla—. Esos labios son míos... —Le metió el pulgar por los dientes y le rozó la encía con la boca abierta—. Esos labios se verían perfectos envueltos en mi polla... y susurrando mi nombre... —Se levantó agitado y la llevó con él a la alfombra.

De rodillas, ella lo recibió en su boca.

Aun con las manos atadas pudo disfrutarlo hasta el fondo de su garganta. Ni siquiera le importó chorrearse el mentón con la saliva espesa. Lo disfrutó mirándolo a los ojos y susurrando su nombre, justo como él lo quería.

La tomó por la nuca con suavidad y la ayudó con movimientos lentos.

Podía apostar que nunca se cansaría de algo tan deleitoso, pero el deseo rápido lo hacía explotar y no quería correrse en su boca. Tenía cientos de sitios favoritos que aun soñaba con marcar.

Se tumbó en la cama, totalmente desnudo y erecto y con gesto seductor le mostró a ella lo que quería que hiciera.

La muchacha se subió encima de él por sus piernas; tuvo su polla endurecida entre sus manos y su cuerpo masculino perfecto a su merced.

—Ven aquí —le pidió él de forma dulce y la ayudó a montarlo—. Puedes con todo, ¿verdad? —le preguntó con un tono arrogante.

Ella se rio y le rodó los ojos.

—Sabes que sí —le respondió siguiendo su juego—. Tampoco es para tanto —añadió coqueta y Christopher se clavó en ella completo, con dureza y rudeza—. ¡Oh, dios mío! —hipó ahogada y con las manos atadas se sostuvo de su pecho para no caerse.

—¿Decías? —bromeó él con su mueca seductora y se aferró de su culo para sentirla más.

Lily se acomodó y se movió lento hasta que todos sus fluidos la ayudaron a resbalar mejor.

Tenía una mueca seductora que él adoró y, aunque a veces no se sentía cómoda en esa posición, porque él podía admirar todo su cuerpo desnudo y ver en primera fila todas sus imperfecciones, Christopher la hacía sentir como si fuera jodidamente perfecta.

Los ojos azules se le pusieron más cálidos conforme disfrutó con ella encima. Se mecía tan lentamente que, el pobre de Rossi sentía que era una tortura. Lo hacía lento, pero con un entusiasmo que le aclaraba lo que buscaba.

Acarició sus muslos aun envueltos en las mallas negras rasgadas, los rollitos de su cadera, los que se le formaban por la posición y sus hombros redondos.

Para ella fue fácil ser arrastrada al orgasmo. Su miembro siempre llegaba a los lugares correctos y la hacía caer en ese espiral de placer que ni siquiera se esforzaba por evitar.

Iba con gusto a él, con los brazos abiertos; mientras más rápido mejor, mientras más veces mejor.

Solo con Christopher había entendido el verdadero significado de: más es mejor. Aunque en su mundo literario, eso era redundar, mierda, a ella le encantaba redundar sobre esa polla gruesa.

A Rossi le cautivaba que ella tuviera sus momentos. Podía apostar que nunca le había preocupado tanto el placer ajeno, como le preocupaba que Lily sintiera hasta la más ínfima cosquilla.

Mientras Lily se corría y se movía sobre su pelvis de forma profunda, ondulante y repetitiva, Chris tomó la punta de su corbata y la envolvió en su garganta; le cortó el aire, mientras le besó los pezones y la sostuvo por la espalda.

Esperó con gusto a que terminara y cuando supo que ya tenía su premio, se levantó con ella entre sus brazos, la tumbó en la cama y le agarró por las piernas para voltearla.

En cuatro patas terminó de arrancarle las mallas negras y las bragas rojas de encaje que ya estaban empapadas.

Antes de arrojarlas por la alfombra, las olió con los ojos cerrados.

Se rio cuando reconoció ese aroma que lo había embrujado. Tal vez era cierto lo que decían de las latinas.

Los coños latinos sabían de brujería, porque, demonios, él estaba bajo un hechizo poderoso, un hechizo sellado con sangre, con deseo y el corazón. Nadie, jamás, lo rompería.

Le agarró el culo macizo y con la polla empapada de toda ella, se masturbó entre sus pliegues. Su culo siempre sabía recibirlo bien. Le gustaba ponerle el glande inflamado y empapado de líquidos preseminales en el ano y sentir la presión que había en esa zona estrecha que nadie había marcado.

Algún día, él la marcaría.

Lily se entregaba a él lentamente. Solo era cuestión de tiempo antes de que toda ella le perteneciera.

Él tenía tiempo.

Desde su posición y sin dejar de disfrutar la suavidad de su culo, le quitó el sujetador que se le cerraba en la espalda.

Aunque en un principio de su relación, ella poco había cedido con la desnudez y prefería siempre tener sexo con ropa, la confianza había hecho de las suyas y ya no le importaba mostrarle su cuerpo tal y como era.

Rossi se hundió en ella otra vez. Lo hizo con los ojos cerrados, sintiendo las cosquillas en todo su largor. Se aferró de su cintura clavándole los dedos y la embistió con fuerza.

Los roces se tornaban cada vez más intensos, porque su centro también se contraía y eso lo orillaba más al orgasmo.

Se detuvo cuando decidió que no estaba listo para correrse. Abandonó su interior de golpe e inhaló profundo para calmarse.

Por encima de su hombro y en esa posición seductora, Lily lo miró con la boca abierta.

Tenía la mirada más oscurecida que de costumbre y las mejillas sonrosadas por lo impetuosa que se sentía. Su corbata marina aún estaba envuelta en su cuello, entrelazada con sus cabellos castaños.

—Te ves perfecta con mi corbata.... —susurró él y con suavidad la liberó para que pudiera respirar mejor.

Lily se rio y se acarició el cuello con los dedos.

Se puso de pie y pasó sus manos atadas hasta su nuca. Lo envolvió seductoramente y lo atrajo hacia ella. Compartieron un beso lento y profundo; Chris la sostuvo por la cintura, sus manos recorrieron sus curvas, su culo, sus senos.

A Lily le fascinaba como la tocaba. La llevaba a la locura. Tenía manos tan grandes que, se sentía pequeñita bajo su cuerpo dominante.

Se deshacía bajo su toque cálido; la respiración se le entrecortaba y la necesidad de tenerlo dentro, en el fondo del coño, se agravaba.

Chris levantó una de sus piernas con su brazo. Con esfuerzo levantó la otra y se la montó sobre la pelvis con facilidad.

Caminó con ella hasta el salón. La polla endurecida le dio golpecitos en las nalgas con cada paso apresurado.

Ella lo sintió llamando en la entrada del paraíso.

En el salón, las luces estaban apagadas. Los altos cristales mostraban la ciudad iluminada bajo sus pies. Tronquitos dormía en su mansión de cristal. Ni siquiera advirtió su presencia.

—No tengas miedo —susurró él sobre su boca cuando apoyó su cuerpo en uno de los cristales.

Estaban en el piso ochenta.

Si ese vidrio se rompía, caerían ochenta pisos al vacío y, peor aún, desnudos.

—Confío en ti —le dijo ella con los ojos brillantes y Christopher la miró cautivado.

Pudo apostar que nadie le había dicho algo tan valioso en toda su vida.

La confianza. Jamás se la había ganado. No era merecedor de algo tan invaluable.

Qué bonita sensación tuvo dentro del pecho cuando terminó de concebir que, no solo se había ganado el corazón de Lilibeth, sino también su confianza.

De pie frente al cristal, la embistió con suavidad.

La sostuvo con firmeza por las piernas y usó el cristal detrás de ellos para moverse mejor. Lily sintió el frio del vidrio en su espalda y las cosquillas se le metieron por todo el cuerpo.

No le fue difícil dejarse llevar por las sensaciones lujuriosas que le entraban por el coño. Era el mismísimo pecado que llamaba a su puerta. Ella lo dejó entrar perdida en su cuello, besándolo lenta y húmedamente.

Su fragancia masculina se acentuaba en esos rincones y se convertían en un plus cuando el orgasmo se acercaba.

Lo recordaba en la oficina, detrás de ese escritorio imponente; siendo el hombre de la casa, el líder de su familia. Lo recordaba protegiéndola, haciéndola reír, amándola.

Explosionaba fácil alrededor de toda su masculinidad. Se deshacía en mil pedazos y se reconstruía entre sus brazos, mientras él resbalaba en su interior a gusto. Gimiendo en su oreja, mordiéndola en el cuello y poseyéndola como si no hubiera un condenado mañana.

Las sensaciones para él también eran sublimes. Su coño era perfecto para él. Como decían los refranes: la horma de su zapato.

Cuando entendió que ya no era capaz de soportar otro minuto, la embistió más duro. La posición era perfecta. Podía hundirse completo en ella, hasta el último milímetro y saborear en todo su extensor toda su mullida estrechez.

Agradeció todos los años de entrenamiento pesado, porque, en ese momento, levantó a Lily como si fuera una maldita mancuerna de cinco kilos. La elevó sobre su pelvis y polla con facilidad, sin parar, hasta que la hizo explotar a sus pies.

Ella chilló excitada, sintiendo como se iba en aguas. Las piernas le tiritaban sin ningún control, pero él bien la supo contener para continuar embistiéndola con la misma rigidez.

Le enloqueció verle el coño inflamado, enrojecido por el creciente placer que le causaba. Se devoraba su polla completa. La envolvía con sus labios gruesos que lo empapaban en cada beso.

Se hundió más salvaje, hasta que llegó su momento. Le gustaba eyacular hundido en el fondo de su coño, perdido en su cuello, oliéndola y aferrándose de sus muslos gruesos.

La presionó con tal fuerza que, tras ellos, el cristal crujió y una gran marca se dibujó.

Una araña de múltiples patas largas apareció detrás de ellos, pero la ignoraron mientras se aferraron el uno del otro y disfrutaron de los últimos rozamientos de su espasmo compartido.

Chris recostó a Lily sobre su pecho. Ella envolvió sus piernas en su espalda y se besaron con vehemencia. Rápido descubrieron que estaban empapados en sudor, pero nada les importó en ese momento de reconocimiento.

Rossi la llevó hasta el sofá tras ellos y se sentaron en la misma posición, para continuar besándose y amándose.

Lily estaba agotada. Se recostó en su pecho para recobrar el aliento. Él la acarició con las dos manos. Le arregló las hebras de cabello por la espalda.

De pronto vio unos ojos brillantes que lo admiraban con intensidad.

—Maldita sea, Tronquitos perdió la virginidad —bromeó Chris al ver que el hámster los miraba desde su jaula de cristal con mueca horrorizada.

Lily se levantó apenas para mirar al hámster. Estaba parado en sus patas traseras y los admiraba con espanto.

—Se ve más asustado que impresionado —susurró ella, aun con la respiración trabajosa y Chris se tuvo que carcajear fuerte.

Se volvieron a abrazar. Para ese entonces Lily ya había perdido el amarre de la corbata y tuvo las manos libres para acariciar a su hombre.

Se acostaron en el amplio sofá desnudos y empapados en sudor.

—Lo disfrutaste, traviesa —susurró él acostado a su lado.

Lily aun intentaba recuperarse después de esa estremecida noche.

»Conté tres —susurró él, orgulloso de haberla llevado hasta tres orgasmos maravillosos.

Con una gran sonrisa le acarició los cabellos revueltos aun humedecidos y se los arregló detrás de la oreja.

Ella le sonrió con los ojos apenas abiertos.

—No creí que supieras contar... —bromeó ella, amodorrada.

Christopher se carcajeó fuerte, aun con energía dentro de su cuerpo y se acercó para cerrar todo el espacio que los separaba.

Envolvió sus piernas con las suyas y su espalda en sus brazos.

—Maldita seas, Lily —reclamó perdido sobre sus labios inflamados. La había besado tanto que, los tenía enrojecidos—. Dime porqué te amo tanto —le exigió.

Ella se rio y con determinación abrió los ojos para responderle:

—Porque somos como un rompecabezas... —Le miró sonriente—. Tu eres mi pieza perdida y yo soy la tuya.

—Mi romántica —se rio él con ternura y la besó con pasión—. Deberían darte un Nobel a la más poética, ¿sabes? —bromeó él.

Ella se carcajeó y se recostó sobre su brazo.

—Encajamos, Señor Rossi y usted sabe a lo que me refiero. —Le guiñó un ojo y se estiró un poco para volver a besarlo.

A él le gustaba besarla lento y no fue diferente en ese momento. Tenía memorizada la curva de sus labios. Aun con los ojos cerrados los reconocería.

Se durmieron abrazados, en la sala de su hogar, más enamorados que nunca.

***

Espereamos que disfrutaran, estos no son los unicos capis que tenemos planeados.

Dejen que atendemos algunas cosas pendientes primero y regresamos,

gracias infinitas a todos por leer, por apoyar, por la paciencia.

Por dejar amor, por todo.

vamos a estar leyendo sus comentarios, agradecidos por cada palabra.

Eran capis, no solo eroticos, tambien hablabamos de la confianza que ha crecido entre ellos.

Porque, podemos encontrar muchas cosa en una persona, pero no hay nada mas valioso que la confianza. LIly se la ha dado a Chris, por fa Rossi no la cagues.

También de que LIly se siente perfecta cuando está con él, porque aja, sus manos son grandes y ella se siente pequeñita, también ya no tiene la necesidad del sexo con ropa-

Amo que sean acidos los dos... cuando ella le dice: asi que sabes contar? amandolos duro

Tronquito en primera fila jajaaja me he reido,

amé las referencias de: los coños latinos, las brujerias, la redudancias de mas y mejor, los Nobel, la poeta etc.

Agradecidos, esperamos que los disfrutaran tanto como Caro cuando los escribio.

Ella tiene un nuevo libro que se llama Almas destinadas, por si quieren darle una oportunidad, está en su perfil. Ella les agradecería enormemente.

Por si les ha gustado su trabajo, alla no se arrepentirán, toca temas hermosos *-*

C&C

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