Disparo sin detenerme hasta que la sangre del bastardo que se atrevió a robarme la mercancía de droga que enviaba hacia México. Nathan me observa, y sonríe al verme limpiar mi revolver con la camisa del perro que acabo de matar. Mi rostro ahora tiene una tonalidad rojiza, por todo el líquido carmesí que se estrelló contra mi cara. —Hazle entender a los colombianos que, así como maté a su lider, iré tras de ellos... Mi padre les dejó en claro que, si quieren trabajar en este territorio, deberán obedecerme...
—Señor... —Gimotea uno de los hombres de Guzmán antes de que Ethan le golpeara tan fuerte el estómago, que el pendejo terminó tragándose cada una de sus palabras.
—Soy el nuevo lider de la mafia roja, —silencio en la sala, mis lacayos habían encontrado al paisa en una de sus fincas en Medellín, y fue allí donde pudimos capturarlos. —saben que Colombia siempre debe lamerme los pies... —Dicté, sentándome en el cuerpo sin vida de su jefe. —¿Saben algo de mi pedido?
Indagué, mirando con firmeza al grupo de escoltas a los cuales les dejé mi encargo.
Nathan, miró a su hermano, mientras yo sacudía mi cabeza quitándome todos estos malditos pensamientos, no me importaba cuanto tiempo durara esto, Karen debía ser mía, porque eso fue lo pactado cuando éramos pequeños. —La señorita James se fue del país cuando era una niña... —Tensé la mandíbula porque ya me lo imaginaba, ¿Qué padres en su sano juicio le daría a su única hija al heredero de la mafia rusa? —Ella ahora vive en New York junto con sus padres, señor... Trabaja como diseñadora de modas, ¿Quiere que vayamos por ella?
Bajé la cabeza, entre tanto mis ojos no dejaban de observar a través de la ventana de la residencia en donde yo estaba, a una chiquilla de cabello castaño, la cual brincaba, y bailaba con algunas chicas de su edad, la joven sonreía bailando una canción en español que no comprendía muy bien. —¿Quién es ella? —Dije, levantándome para caminar hacia la puerta, y mirarla más de cerca. Su piel era demasiado brillante, y ni hablar de su belleza. Como pude caminé un poco más hasta cruzar la carretera, y así dirigirme hacia el parque donde la desconocida estaba. Sus padres se hallaban a su lado, pero eso no era impedimento para mí ahora mismo. Sentía demasiada curiosidad por esa jovencita.
—Se llama Victoria, señor...
—¿Victoria?
Probé su nombre entre mis labios.
—Sí, está de vacaciones de verano en Colombia, tiene dieciocho años, y este año termina la preparatoria.
—Ya veo... ¿De dónde es?
—Española de madre colombiana, reside en...
Le hice una seña con la mano para que se callara.
—Compra una mansión en donde pueda vivir.
Mi lacayo entre cerró los ojos sin comprender a que me refería con todo esto.
—¿De qué habla, señor Volkov?
—Compra una mansión en la ciudad donde viva la familia Jones... Creo que acabo de cambiar de objetivo.
(***)
El clima de Madrid era demasiado agradable, mucho más de lo que me imaginé, Rebecca, termina de organizar mis cosas, entre tanto mi madre no deja de decirme que mudarme a este país era una muy mala decisión, y ahora más cuando mi liderazgo debería ser lo más importante para mí. Bebo un poco de Vinotinto, porque ha pasado exactamente tres meses desde la primera vez que vi a Victoria, y la sangre me hervía por no poder acercarme a ella como quería desde el primer momento.
—¿Harás el trato con los italianos?
Masculló, Pedro, uno de mis hombres de confianza al entrar sin previo aviso en mi oficina.
—Lo estoy dudando.
—¿Por qué?
Dejé mi copa a un costado.
—No tengo buenas referencias con los italianos... Son demasiado sentimentales...
Lo escuché burlarse.
—Eres el lider más joven de nuestra era, ¿Lo sabes?
Asentí, tensando la mandíbula, comprendía que muchos ojos estaban sobre mí por esto mismo, sin embargo, no me importaba. Mi padre me crío para ser temido y venerado por todas las personas que se encontraban debajo de mis pies.
—¿Los británicos siguen estando en mi contra?
Farfullé, mirando mi reloj de pulsera.
—Sí, al aparecer hoy estarán reuniéndose para...
—Mátalos.
Pedro abrió los ojos.
—¿Cómo dice, señor?
Lo fulminé con la mirada.
—Quiero que mates a todos los bastardos que estén reuniéndose hoy para actuar en mi contra, mátalos a cada uno de ellos... Explota el sitio en donde estén, y tráeme la cabeza de la persona que inició todo esto.
Volví a beber de mi vino con frialdad.
—Eso haremos señor, ¿Qué hacemos con las mujeres y los ni...? —Mis ojos se oscurecieron al escuchar su estúpida pregunta—, lo comprendo señor... Mataremos a todos.
Caminé un poco hacia el jardín principal de mi residencia, la brisa fresca de la tarde se sentía deliciosa golpeando delicadamente mi cuerpo; cerré mis párpados por un instante percatándome que este lugar sería mucho más hermoso si Victoria vivera conmigo. Mi pecho comenzó a dolerme porque llevaba semanas intentando comprender este sentimiento que nació de forma repentina dentro de mí. ¿Por qué me sentía así por ella? ¿Por qué llegó a mi vida para perturbar mis pensamientos?
Sacudí mi cuerpo al comprender que un Volkov no podía ser un hombre débil, mi padre estaría tan decepcionado de mí si me viera en esta situación. Mi mano tocó mi mentón, porque necesitaba dominar mis emociones, quizás si la probaba por un instante, si saciaba mi deseo por ella las cosas mejorarían para mí, así que estaba decidido, iría tras esa chiquilla, la tomaría a la fuerza si era necesario, y de este modo me probaría a mí mismo que esto solo era una perturbadora fantasía que añoraba cumplir al verla tan pura e inocente en Medellín.
—Señor...—Rebecca me llama desde lejos.
Giró mi cabeza para observarla por encima de mi hombro.
—¿Qué mierda quieres?
Grazno con agresividad.
—Un joven lo busca... Un chiquillo de secundaria.
Abrí los ojos.
—¿Quién es?
—Dijo que se llamaba Jhon...
Tensé la mandíbula.
—Dile que se vaya, no conozco ningún chico llamado de esa forma.
—Dice que quiere trabajar para usted... Estudia en Madrid High School...
Mi cuerpo vibró al oír ese nombre.
—Llévalo a la sala principal, y diles a mis hombres que se queden con él, en un momento iré...
Conté las balas de mi arma pensando que, si las cosas salían mal, no tenía mas remedio que matar a ese chiquillo estúpido. Respiré profundamente porque debía mantenerme con calma, las cosas siempre salían a mi favor, y esta no sería la excepción. Enderecé mi espalda luego de pensar con claridad lo que tenía que hacer, debía mantener a mi padre orgulloso de mí, incluso luego de su muerte, por ende, mis emociones solo eran obstáculos que necesitaba eliminar por completo.
El niño palideció al verme entrar a la residencia Volkov, como era de esperarse, llevaba puesto su uniforme escolar, mientras que lo único que lo acompañaba era su mochila llena de libros inútiles.
—Me han dicho que quieres trabajar para mí...
Rugí, sentándome cerca de él, Pedro me extendió un cigarrillo, el cual fumé sin dudarlo.
—Sí... Sí... Se... Señor...
Me burlé, porque es demasiado marica para este negocio.
—¿Qué es lo que quieres realmente?
Dije, recostando mi espalda contra el sofá.
—Dinero... Quiero dinero... Y... —Su cuerpo se entusiasmó—, ¡Y drogas! ¡Deseo muchas drogas!
Le hice una seña a Nathan para que le diera una bolsa de mi mejor mercancía.
—Es un regalo.
Vomité, mirándolo perder su cordura por el polvo blanco en sus manos.
—Señor... Usted... Usted...
—Pero quiero algo a cambio.
Lo corté antes de que balbuceara palabras estúpidas y vacías.
—¿Qué es señor Volkov?
Pedro le pasó una foto de Victoria.
—¿La conoces?
La expresión en su rostro me acaba de decir que sí.
—Es mi mejor amiga...
Sonreí.
—Entonces ahora hablamos el mismo idioma.
—¿Disculpe?
Me levanté del sofá para dirigirme hacia él.
—Este es el trato, niño... Te daré drogas ilimitadas, estarás al mismo nivel de mis hombres, y tendrás todo el dinero que jamás te imaginaste.
Su mirada se iluminó.
—¿A cambio de qué?
Mordí mi labio inferior.
—Creo que ya sabes a cambio de qué...
Jhon miró la foto de su mejor amiga, y luego de nuevo a mí.
—¿Es un trato?
El chico se levantó para darme su mano.
—Es un trato.
Pedro y Ethan acamparon al bastardo hasta la salida de la mansión Volkov, entre tanto mi cabeza me daba demasiadas vueltas. ¿Cómo tenía tanta suerte? Me senté sobre mi silla giratoria para pensar bien las cosas; Victoria sería mía, cueste lo que me cueste.
—¿De verdad le darás todo esto? ¡Los hombres que llevan años trabajando para esta familia podrían enojarse, Mijail!
Lo mandé a callar con mi mano.
—Jamás le dije cuando se lo daría.
Mi humor cambió drásticamente.
—¿A qué te refieres?
—Apenas Victoria sea mía, pienso matar a Jhon... Mi plan es quebrarla tanto, y que se dé cuenta que su única esperanza de vivir soy yo...
—Mijail...
Nathan susurró mi nombre.
—Quiero que ella entienda que nunca podrá huir de mí.
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