Shuell no tuvo más remedio que usar una jugada fuerte.
—De lo contrario, llamaré al Gran Duque con un apodo extraño.
¿Un apodo extraño?
—¿Por ejemplo? —preguntó Rayglen con una expresión seria.
—Bebé... Gatito...
Rayglen alejó su mano atrapada.
—Lo supe desde el momento en que apareció con ese pollo. Sus estándares son extraños.
—¿No es todo porque el Gran Duque me golpeó? La persona que primero golpea a la otra persona debe asumir la responsabilidad.
—Nunca usé ninguna fuerza física contra usted.
—Lo que digo es que me golpeó en el corazón, ¿lo comprende? Entonces, ¿lo promete? De lo contrario, a partir de hoy, llamaré "gatito" al Gran Duque delante de todos.
Las palabras de Shuell hicieron que Rayglen se rindiera.
—Comprendo.
Rayglen se levantó agotado.
Los presentes en la mesa los miraban fijamente mientras susurraban.
—Ah, tuvimos una conversación secreta —dijo Shuell mientras sonreía alegremente.
Sílkaro, que los observaba con interés, sonrió levemente.
—Es un placer verlos. No sabía que el Gran Duque tuviera esta faceta. Ahora, si nos disculpan un momento.
Bajo la guía de Sílkaro, Elina y Rayglen desaparecieron.
Shuell se quedó sola con Betty, quien no sabía nada sobre el manejo de la espada.
Tras mirar ansiosamente la espalda de Rayglen hasta que desapareció, Shuell contempló durante un momento el lugar por donde desapareció.
—Yo... ¿Debería llamarla señorita Netri?
Shuell recordó la existencia de Betty.
—Oh, ya no uso el apellido Netri porque fui excomulgada.
Betty se sorprendió por la respuesta directa de Shuell.
A Shuell le pareció que la mirada de Betty era similar a los ojos bondadosos del Marqués Cetron, y tardíamente se dio cuenta que no saludó formalmente.
—La Saludo, señorita Betty. Conocí al Marqués Cetron, y es un honor conocerla. Por favor, llámeme Shuell.
—¡No! Por alguna razón, me pareció extraño que mi padre me recomendara asistir a la hora del té a la cual normalmente no presta atención.
Al parecer el Marqués de Cetron le había hablado de antemano sobre la hora del té.
«Como era de esperar, mi primera impresión del Marqués no fue errónea.»
Shuell sonrió gentilmente.
—¿Podría ser que la camelia fuera cultivada por la señorita?
—¡Así es! Recuerdo que no hace mucho me quedé desconcertada cuando mi padre de repente me pidió una cosa.
—Lo siento. Le pedí flores al Gran Duque, pero no creí que buscaría al Marqués y tomaría la camelia.
—Qué romántico... Parece que tienen una buena relación —dijo Betty con voz ligeramente emocionada y los ojos brillando—. El Gran Duque de Brent es tan inexpresivo, ¿no? Todos le tienen miedo porque dicen que no saben lo que piensa... ¿Qué le gusta de él?
—Su apariencia fría —respondió Shuell sin siquiera pensarlo un momento.
—Oh, ¿le gusta eso? —preguntó Betty con tono de broma, como si no pudiera creerlo.
—Sus palabras son claras, es responsable y es directo. Además, es muy paciente y es bueno escuchando —añadió Shuell mientras levantaba un dedo por cada cualidad.
«Es una pena el álbum que dejé en mi habitación. Lo hubiera traído para mostrarlo.»
Shuell sació su sed con té, se aclaró la garganta y comenzó con una explicación detallada.
—Cuando está sumido en sus pensamientos, hace un par de ligeros movimientos con el dedo índice y se cruza de brazos.
—Oh, supongo que es un hábito. Es sorprendente que se diera cuenta de eso.
—Me encanta la mirada abatida en sus ojos cuando revisa los documentos. Ah, esto es un secreto que solo yo sé...
Cuando Shuell bajó la voz de repente, Betty pasó saliva con nerviosismo.
Pronto, Shuell se inclinó hacia adelante con mirada melancólica y habló como si contara un secreto.
—La decimotercera pestaña es un poco más larga que las otras.
—¡...!
Betty suspiró suavemente como si se hubiera dado cuenta de algo. Tras eso, aplaudía por cada cualidad que Shuell nombraba.
—¡Además, es un placer pensar que he logrado crear una expresión en su rostro siempre inexpresivo!
—¿Una expresión del Gran Duque? ¡Dios mío!
Estuvieron charlando así durante un tiempo hasta que una voz grave sonó desde arriba, interrumpiendo su charla.
—¿Siempre me ve tanto?
La voz familiar hizo que Shuell levantara la cabeza, y vio a Rayglen parado detrás.
Cuando hicieron contacto visual, Shuell sonrió alegremente.
—¿Ha escuchado?
—Se puede escuchar su voz desde el otro lado del pasillo.
Tras esa respuesta, la voz de Sílkaro mezclada con risas se escuchó desde atrás.
—Nunca escuché hablar tanto a la señorita.
—Oh, lo siento, Su Alteza.
Betty se cubrió tardíamente la boca con la mano, como si le diera vergüenza haberse olvidado de la etiqueta al escuchar por primera vez a una persona hablando tanto sobre el Gran Duque.
Mientras tanto, Shuell estaba preocupada por algo más. Miró a su alrededor con disimulo, buscando a una persona.
Solo Sílkaro y Rayglen regresaron, y Elina no podía verse por ninguna parte.
«¿Por qué están solos?»
Shuell miró suspicazmente alrededor de todo el cuerpo de Rayglen.
Sin dudarlo, Rayglen de inmediato levantó las manos.
—No hay necesidad de mirarme así.
Sílkaro habló sin ocultar su sonrisa.
—Oh, Sir Elina se retiró primero porque tiene algunos asuntos que resolver. Ha pasado un tiempo desde que ve a su hermana, es una pena.
Fue una respuesta formal y ordinaria. Sin embargo, eran palabras que solo podrían usarse si fueran una familia común y corriente.
Además, todos conocían la relación de las hermanas Netri.
¿De verdad Sílkaro no sabía por qué fue excomulgada? Actuaba como si no supiera mucho sobre "Shuell Netri"... Como si todo lo que supiera fuera su nombre.
Sin embargo, Sílkaro conocía muy bien a Shuell... No tenía más remedio que hacerlo porque ya estaban familiarizados antes de que se comprometiera con Elina. Además, fue él quien siempre trazó una clara línea divisoria frente a Shuell, quien siempre rondaba a su alrededor y le mostraba interés.
Mantenerse alejado de ella fue un acto natural porque por aquel entonces ya tenía planeado con quién comprometerse.
«En ese entonces la Shuell original era un poco...»
Cosas que no quería recordar pasaron rápidamente por la mente de Shuell.
Shuell apretó los puños.
Aunque ya no lo hacía ahora, era cierto que por la obsesión siguió a Sílkaro a todas partes, así que la vergüenza era enteramente suya.
Hace un tiempo, el pequeño jardín detrás del Palacio Imperial era un lugar donde Sílkaro solía pasar el tiempo en secreto. Cuando Shuell obtuvo esa valiosa información, no perdió la oportunidad y tomó una regadera de flores para esperarlo en ese jardín.
¿Cuántos días fingió estar regando ese pequeño jardín? Sílkaro, que nunca imaginó que Shuell estaría en su lugar secreto, se quedó dormido en el jardín mientras leía un libro como de costumbre. Tras unos minutos, se despertó cuando unas gotas de agua cayeron en su rostro, y cuando se levantó se encontró a Shuell sosteniendo una regadera.
—Señorita Shuell.
—Su Alteza, tengo algo que decirle.
—Por favor, deje de entrar al jardín usando el nombre del Duque Netri. A él tampoco le gustará.