La Historia Entre Los Dos [Li...

By _maria_centeno_

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Bilogía «Russkaya ruletka». Libro #1. Después de haber sido rechazada por el mejor amigo de su hermano cuando... More

⌘Nota de la Autora⌘
⌘ Conoce A Los Protagonistas ⌘
⌘Especial 1k⌘
1 ⌘ Ivanov
2 ⌘ El Chico Nuevo
3 ⌘ La Guía
4 ⌘ La Prueba
5 ⌘ Superando El Pasado
6 ⌘ Squeeze Play Suicida
7 ⌘ Cargo de Conciencia
8 ⌘ Campamento Blue Oaks Parte 1
9 ⌘ Campamento Blue Oaks Parte 2
10 ⌘ Mamma Mia
11 ⌘ Trabajo En Equipo
12 ⌘ Objeto de Estudio
13 ⌘ Charla A Descorazón Abierto
14 ⌘ Él Puede Ser Hawkeye
15 ⌘ La Disculpa
16 ⌘ Salsa de Tomate
17 ⌘ Darcy
18 ⌘ El Negro Va Con Todo
19 ⌘ Es mi Hermana, Imbécil
20 ⌘ La Chamarra
21 ⌘ Los Regionales
22 ⌘ La Escena Del Muelle
23 ⌘ Lo Que Implica Ser un Caballero
24 ⌘ Bésala
25 ⌘ Mandando Señales
26 ⌘ Fundación Tailime Nazarova
27 ⌘ Descarada
28 ⌘ Yuriy
29 ⌘ El Evento Comunitario
30 ⌘ Salvando La Veterinaria
31 ⌘ Dos Citas y un Acierto
32 ⌘ Admirador Secreto
33 ⌘ Malishka
34 ⌘ Asher y Mia
⌘Especial Año Nuevo⌘
35 ⌘ Glee
36 ⌘ ¿Quien Está Saliendo con Alek Ivanov?
37 ⌘ El Violín de Zorba
38 ⌘ Planeación
39 ⌘ El Malentendido
40 ⌘ Cumpleaños Nazarova Parte 1
41 ⌘ Cumpleaños Nazarova Parte 2
42 ⌘ Vacaciones De Invierno
43 ⌘ Algo Está Pasando
44 ⌘ El Nuevo Tutor
45 ⌘ Cambiando Rutinas
46 ⌘ Fairytale
47 ⌘ Consejo
48 ⌘ Ausente
49 ⌘ Sangriento San Valentín
51 ⌘ Infiltrado
⌘Especial 30k⌘
52 ⌘ El Escuadrón de la Muerte
53 ⌘ Yugo Familiar
54 ⌘ El Monstruo de los Ojos Verdes
55 ⌘ Efecto Secundario
56 ⌘ Epístola
57 ⌘ Mea Culpa
58 ⌘ Acto V Escena III
59 ⌘ Dolor Fantasma
Epílogo ⌘ El Vacío Entre Los Dos
⌘Agradecimientos⌘
Especial 50k ⌘ Orgullo y Prejuicio Parte 1
Especial 50k ⌘ Orgullo y Prejuicio Parte 2
Especial 50K ⌘ Orgullo y Prejuicio Parte 3
Capítulo Extra ⌘ El Libro Prometido
Capítulo Extra ⌘ Hola Kitty

50 ⌘ Falla de San Andrés

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By _maria_centeno_

MINUTOS ANTES DE LA EXPLOSIÓN

En su defensa, iba a hacerlo.

Tai tenía toda la intención de cumplir la promesa que le había hecho a Alek de acercarse a Asher en cuanto faltaran diez minutos para que sonara la campana del fin del receso y pedirle que la acompañara al baño.

Pero solo bastó con que Mia le dirigiera una mirada cómplice a Asher, agitando las cejas un par de veces y dedicándole una mini sonrisa que apenas y fue perceptible para Tai. Sin perder un solo minuto, Asher se levantó de su lugar, mientras Mia tomó sus cosas y alcanzó a Asher camino a la puerta, tomando su mano para colgarse de él y comentando algo en voz baja al cruzar las puertas de la cafetería.

Solo la risita de Emma fue lo que la hizo despertar de su impresión.

—Se nota que hace tiempo que no te quedas con nosotros hasta que termina el receso —Emma señaló hacia la salida, por donde habían desaparecido sus dos amigos—. Siempre hacen eso antes de regresar a clases.

—¿Hacer...?

—No sé, tú dime —Emma le dedicó una sonrisa de soslayo a Tai, haciéndola parpadear varias veces sin comprender—. Supongo que lo mismo que haces tú con Ivanov cuando desaparecen antes de clases.

El color subió como efervescencia en las mejillas de Tai, mirando a Emma escandalizada.

—Yo no–nosotros... —pero cuando Tai vio a su amiga soltar una carcajada, su expresión de mortificación pasó a ser de escándalo—. ¡Emma!

—¡Debiste haber visto tu cara!

—Alek solo me acompaña al baño —Tai refunfuñó, cruzándose de brazo.

—Ya, ya —Emma le acarició la cabeza por encima del gorro—. Mia y Asher solo están aprovechando el tiempo perdido. ¿Hoy no te acompañará Alek?

—Dijo que tenía que ir con el entrenador de natación para ver unas cosas del equipo.

—¡Bu! ¿Quieres que yo te acompañe al baño?

Esa era su oportunidad. Tai podría pedirle a Emma que la acompañara. Ir a la cancha de americano sería tan sencillo como cruzar la calle mirando a ambos lados. Pero el peso del protocolo en ese gesto, a pesar de ser algo que podría pasar por algo natural entre amigos, la hizo sentir que más que un favor, Tai iba a terminar de ser una carga. Además, solo era el camino de la cafetería hasta el campo.

—No, está bien —Tai se levantó de su asiento, tomando su mochila y despidiéndose del resto—. Nos vemos después, ¿de acuerdo?

—¡Nos vemos, Tai! —Harry le gritó, riéndose aún de lo que fuera que James les había dicho a él y a Max, mientras ella se encaminaba hacia las puertas de la cafetería.

Tal vez era la paranoia implantada por las últimas semanas, pero en cuanto Tai puso un pie en el pasillo de la escuela, tuvo la necesidad de mirar por su hombro varias veces, solo para asegurarse de que no hubiera nadie que la estuviera siguiendo. Era la primera vez que se desplazaba sola desde que había regresado de las vacaciones de invierno, y se sentía extraña.

Caminó a su casillero, ideando un plan. Tomaría su cambio de deportes y se iría directo a los vestidores, aprovechando que había baños dentro de la pequeña edificación en el campo. Entre menos tiempo pasara sin supervisión, mejor. No quería meter a Alek en problemas solo porque Tai se había acobardado de último momento. Además, ¿qué era lo peor que podía pasar estando en la escuela?

En su nerviosismo, Tai erró al menos dos veces la combinación de su casillero, lográndolo abrir al tercer intento. Poniendo su bolsa dentro, Tai se tomó un momento para respirar profundo. La esquizofrenia no iba a verse bien en su currículum junto al pánico escénico y al complejo de timidez que se cargaba a diario. Así que cerrando los ojos, intentó controlar los temblores de sus manos antes de tomar el cambio de ropa.

—¿Estás bien?

Tai casi saltó tres metros en el aire cuando escuchó la voz detrás de ella. Sabía que se veía ridícula con la espalda pegada al mueble de los casilleros, y mirando a la persona que la había sorprendido como si temiera que le hiciera algo.

Lawrence parpadeó con los ojos bien abiertos, confundido por la exagerada reacción. Tai quiso golpearse la frente con la palma de la mano, pero una sonrisa comenzó a asomarse en la comisura de los labios de Lawrence en cuanto comprendió lo que había sucedido.

—Perdoname de nuevo —Lawrence soltó una risita al cerrar su casillero—. Parece que lo único que hago es asustarte.

Soltando un largo suspiro, Tai se separó de los casilleros, llevándose una mano al pecho para continuar con su tarea.

—No te preocupes —respondió, sabiendo que estaba colorada por la vergüenza—. Yo... estaba pensando en otra cosa.

—Pude darme cuenta —Lawrence no dejó de sonreír, cruzándose de brazos y recargándose en su casillero—. Te saludé al menos dos veces antes de que reaccionaras. ¿Estás segura que estás bien?

—Sí —Tai le dedicó una media sonrisa antes de seguir metiendo su cambio a su mochila—. Tengo un poco de prisa por llegar a clase de deportes.

—Faltan unos minutos para que suene la campana —Lawrence lo confirmó mirando su reloj—. Creo que tienes tiempo de sobra.

Tai no respondió, sopesando la idea de quedarse con la chamarra de Alek puesta o no, pero prefirió guardarla en su casillero para no tener que dejarla en los vestidores durante la clase.

—Es extraño verte sin Ivanov.

El comentario era en sí era aleatorio, pero para nada extraño. No era nuevo que a partir de que Tai y Alek habían hecho pública su relación, se les viera juntos por la escuela. Eso facilitaba el tener que explicar porque Tai necesitaba tener una niñera, que decir la verdad de su situación.

Tai se giró hacia Lawrence, dispuesta a explicarse, cuando notó el ceño fruncido y la mirada clavada en la chamarra doblada dentro del casillero. Ella hizo lo mismo, intentando comprender la razón detrás de la expresión, pero Lawrence no perdió tiempo suspirando, dejándolo pasar.

—Alek tuvo que reunirse con su entrenador de natación. Lo veré en clase.

—¿Vas hacia el campo? —preguntó Lawrence. Cuando Tai asintió, el chico se irguió con una sonrisa—. ¿Te molesta que te acompañe? Acabo de darme cuenta que dejé la corbata del uniforme en los vestidores por la mañana.

Una campanita se activó en la cabeza de Tai ante el ofrecimiento. El hecho de tener compañía era la razón principal del protocolo. Este no especificaba que la persona que la acompañara tuviera que ser alguien de confianza, simplemente que Tai no estuviera sola. Y siendo Asher, Emma o Lawrence, Tai no creyó que fuera a hacer mucha diferencia. Además, Lawrence tenía un motivo real para ir a los vestidores.

El rostro de Lawrence pareció el de un niño en plena mañana de navidad cuando Tai le sonrió en respuesta, asintiendo antes de cerrar su propio casillero.

—Gracias —murmuró Tai mientras se ponía su bolso al hombro.

—No tienes que agradecer —Lawrence se colocó a su lado, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón y caminando con un paso mucho más relajado que el que había llevado Tai desde que había salido de la cafetería—. Podrías ayudarme a decidir si puedo acomodar mi corbata para que luzca medianamente decente. Leroy odia cuando la tengo mal colocada.

—¿El profesor Leroy es tu prefecto?

Aún había bastantes estudiantes disfrutando del almuerzo en los jardines, pero conforme se alejaban del edificio principal, el número iba bajando, considerando que el receso estaba a punto de terminar.

—Por desgracia —Lawrence suspiró audiblemente—. Tengo la ligera sospecha de que no le agrado.

Tai resopló ante la afirmación.

—El profesor Leroy odia a todo el mundo.

—¿Ah, sí?

Tai miró de reojo a Lawrence. La sonrisa en su rostro seguía sin desaparecer, y hasta cierto punto lucía emocionado por conversar con ella.

—Siempre tiene esa expresión...

Tai intentó imitarlo, frunciendo el ceño, contrayendo la nariz y arrugando los labios como un perro mostrando los dientes. Lawrence soltó una carcajada estridente, llamando la atención de unos cuantos chicos sentados en el jardín.

—¡Oh por Dios! —Lawrence se llevó una mano al estómago para intentar controlar su respiración—. ¡Es exactamente así! ¿Has tenido clase antes con él?

—Un par de materias. Lo mejor que puedes hacer en sus clases es intentar pasar desapercibido.

—Ese consejo me hubiera servido desde que llegué —Lawrence agitó la cabeza—. Me ha llamado la atención por absolutamente todo. Desde mi forma de sentarme, y obviamente por distraer a las chicas lindas del salón con mi presencia.

Tai resopló, y Lawrence casi dio brincos en su andar.

—Lo último que me ha reclamado es como uso la corbata —Lawrence se encogió de hombros—. No es mi culpa. No soy de las personas que pueden permanecer impecables todo el día. Mucho menos después del almuerzo. Suelo jugar fútbol con algunos chicos del último año. Trato de solo aflojar el nudo, aunque muchas veces termino por casi arrancarla del cuello.

—¿Y porqué no vuelves a hacer el nudo?

—No sé hacerlo —admitió Lawrence.

—¿Y tu padre no puede enseñarte?

—Mi padre pasa más tiempo de viaje que en casa. Y cuando lo veo, prefiero ocupar mi tiempo en algo diferente a lecciones de nudos de corbatas.

—¿Y tu madre no sabe hacerlo?

—No. Vivo con mis abuelos. Y mi relación con ellos no es la mejor. No me odian, pero tampoco creo que les agrade mucho tener que criar a su nieto, cuando ellos ya cubrieron su cuota criando a mamá.

Tai se mordió los labios en una línea. Si había alguien que podía entender la parte de la incómoda convivencia con abuelos, era ella. Por eso le dedicó una sonrisa empática a Lawrence en solidaridad, cuando se le ocurrió una idea.

—Podría enseñarte —cuando Tai se ofreció, Lawrence parpadeó rápido—. No soy una experta, pero algunas veces Kai me pide ayuda cuando tiene que usar traje.

—¿En serio? —Lawrence lucía como si no pudiera creerlo—. ¡Me ahorraras un regaño!

No volvieron a cruzar palabra hasta que llegaron a la cancha de americano, sin un solo percance. Tai relajó los hombros al apreciar el panorama. Aún había varios chicos disfrutando de los últimos minutos de libertad antes de regresar a clases, y todo parecía tranquilo. Ahora solo tendría que quedarse ahí hasta que sus compañeros comenzaran a llegar para la clase de deportes y Tai habría superado la prueba.

Bajaron las escaleras hasta los vestidores, deteniéndose justo en la entrada donde se dividían los vestidores de hombres y de mujeres.

—Entraré por la corbata —Lawrence señaló hacia la puerta—. Si quieres, puedes entrar y cambiarte. Te esperaré afuera para que me enseñes a hacer el dichoso nudo.

—Tardaré un poco —le advirtió Tai.

—Aquí te espero.

Tai empujó la puerta de los vestidores, dejando a Lawrence en el pasillo de acceso.

El chico era bastante alegre y desenvuelto, considerando la forma en cómo había cantado y bailado en medio de la cafetería. Pero Tai lo prefería más de la manera en cómo se estaba comportando al acompañarla a los vestidores, parlanchín y ligero; algo que Tai necesitaba con urgencia para tratar de calmar sus nervios.

No tardó mucho en el baño, saliendo del cubículo para lavarse las manos y dirigirse a la parte de los vestidores, donde había dejado su bolso con el cambio.

Pero apenas iba a sentarse en la banca, cuando un sonido ensordecedor llenó el silencio de los vestidores, seguido del retumbar del suelo y un montón de cristales reventando en las ventanas. Tai se llevó las manos a los oídos, cerrando los ojos y haciéndose pequeña en el suelo, intentando evitar que los cristales le cayeran encima.

El momento duró apenas unos segundos, dejando el lugar resonando por el estruendo, para después pasar a ser un silencio sepulcral. Tai apenas despegó sus manos de sus oídos e intentó abrir los ojos para ver a su alrededor, cuando el rechinido del metal hizo que los vellos de los brazos se le erizaran, dando paso a un nuevo estruendo que cimbró aún más la estructura de los vestidores.

El polvo que se levantó con el nuevo impacto se coló hasta la garganta de Tai, provocándole un ataque de tos para intentar respirar. Algo la golpeó en la cabeza, y solo pudo cubrirse el lugar para que nada más la volviera a lastimar, concentrando sus esfuerzos en cubrirse la nariz y la boca para conseguir respirar de nuevo.

Fue inevitable que Tai volviera a cerrar los ojos cuando intentó ver qué era lo que estaba sucediendo, porque la rodeaba una nube de polvo y escombro. Creyó ver un destello detrás de sus párpados, y el sonido de una chispa le confirmó que la lámpara sobre su cabeza se había caído, y era la culpable de haberla golpeado.

Después de lo que le parecieron años, Tai volvió a aventurarse para abrir los ojos, notando la gruesa capa de polvo se asentaba en las superficies. Agitando la mano para intentar ganar un espacio libre para respirar, Tai volvió a toser y comenzó a revisar su alrededor.

No tenía muy claro qué era lo que había sucedido, pero sabía que era algo grave. El techo de los vestidores estaba cuarteado, algunos pedazos pequeños habían caído y se podía ver el acero de la losa, dejando pasar un poco de luz y resaltando el polvo en el aire en esos pequeños puntos de rayos de sol. Algunas lámparas colgaban de los cables, haciendo un corto circuito cada vez que se balanceaban por el momento. Había pedazos de escombro y vidrios rotos esparcidos por todo el suelo.

Alzando la cabeza, Tai miró hacia el acceso, donde gran parte de la pared se había venido abajo, bloqueando la salida. Se puso de pie, pero el movimiento repentino le provocó una punzada en la cabeza. Por inercia se llevó una mano para intentar contrarrestar el dolor.

—Ouch —pero sólo empeoró cuando presionó de más el lugar donde había recibido el golpe.

Tai se retiró la mano solo para comprobar que el líquido caliente que sentía era sangre. No era mucho, pero si lo suficiente como para sentirla escurriendo sobre su frente. Intentó limpiarla, aún anonadada por el estruendo, y con un zumbido en los oídos que no la dejaba escuchar nada más.

Más allá de la pared destruida de la entrada del vestidor y de los pedazos de techo caídos, no había ningún daño considerable en la edificación, pero eso la dejaba sin una ruta de escape. Mirando hacia el fondo de la habitación, las altas ventanas estaban rotas con los marcos caídos. Tai dudaba que pudiera llegar hasta ellas sin ayuda, mucho menos cruzar por ahí sin correr el riesgo de cortarse la yugular y morir desangrada.

Genial.

Ahora Tai estaba encerrada en medio de una zona de guerra y sin medios de escape. ¿Qué rayos había pasado?

Un grito ahogado dejó de ser sonido sordo en sus oídos después de que el zumbido comenzó a ceder, poniendo a Tai alerta. Conforme el sonido comenzó a ganar volumen, a Tai le preocupó que proviniera de la pila de escombro donde se había caído la pared de la entrada que dividía los dos vestidores.

Tai recordó que en el otro lado, Lawrence había entrado. Por eso en cuanto entendió que los gritos sonaban a su nombre en un tono desesperado de ayuda, Tai comenzó a entrar en pánico. Sus ojos se movieron fugaces por el montón de ladrillo, concreto y varillas, intentando encontrar pies y cabeza a lo que tenía en frente, y decidiendo cuál era la mejor manera para comenzar a cavar.

—¿Russell?

Tai comenzó a mover piedras pequeñas, haciéndose paso entre el escombro.

—¡Tailime! ¡Ayuda!

—¡Ya casi! —Tai hizo esfuerzo, tratando de localizar el punto exacto de donde provenían los gritos—. ¡Sigue hablando!

Hubo una piedra enorme que había trabado el resto del escombro, pero Tai tuvo que detenerse para analizar la mejor forma de retirarla sin generar otro derrumbe.

—¿Estás bien? —jadeó Tai, después de que Lawrence dejó de hacer ruido debajo de los escombros.

—Bien —bufó Lawrence con pesar—. Solo creo que me esguincé un tobillo y tal vez tengo enterrada una varilla en la pierna.

Tai hizo una mueca, respirando profundo un par de veces para recuperar el aliento. Metió las manos entre los espacios vacíos del pedazo de concreto, y tiró con fuerza hacia atrás, jadeando. Tal vez era la adrenalina del momento, pero Tai fue capaz de mover la piedra, llevándola consigo, y cayendo sobre su trasero, resintiendo el golpe.

Se levantó una nueva capa de tierra, y unas cuantas piedras se deslizaron por la montaña de escombro, pero se sostuvo, dejando libre una pequeña abertura hacia el interior.

Con los rulos teñidos de gris, Lawrence asomó la cabeza mientras tosía, abriéndose paso para impulsarse hacia el frente entre el montón de fierros y concreto. Tai no perdió tiempo en levantarse, tomando a Lawrence de la mano para ayudarlo a salir sin hacer muchos movimientos bruscos que hiciera que cayera más escombro.

Fue hasta que Lawrence sacó el pie lastimado, que la estructura del montón de escombro sucumbió, volviéndose a derrumbar y trayendo consigo más restos del muro y techo del que había estado sujeto.

Tai miró el lugar, jadeando por el esfuerzo. Si hubiera tardado unos segundos más en sacar a Lawrence de ahí, probablemente hubiera terminado aplastado. Se giró para verlo, tendido en el suelo boca arriba y con los brazos extendidos, con la boca abierta en búsqueda de aire limpio. Tosieron de nuevo, antes de que Lawrence se recargara sobre sus codos y mirara el mismo lugar donde había estado atrapado.

—Eso estuvo cerca.

—¿Qué sucedió?

Tai volvió a estudiar su alrededor, tratando de hacer memoria de todo lo que había pasado desde que había entrado en los vestidores. Recordaba la tranquilidad del lugar hasta que escuchó algo similar a una detonación, después un crujido metálico y después todo fue caos y polvo y escombro.

—Sonó a una bomba —respondió Lawrence, con la vista clavada al frente.

Sí, Tai sospechaba lo mismo.

—¿En la escuela?

Aún así, no pudo evitar preguntar, porque parecía surreal que alguien pusiera una bomba en la escuela solo porque sí. A menos que hubiera un objetivo importante dentro de la escuela. Por ejemplo: los herederos del imperio Nazarova, quienes ya habían sido amenazados con anterioridad.

Dios. Tai se llevó una mano al rostro, gruñendo por lo bajo.

De todos los días que podía suceder un atentado, tenía que ser el día que Tai estuviera sola. No importaba que estuviera sentada en medio de los escombros junto a Lawrence Russell, Tai había roto el protocolo para deambular por su cuenta justo ese día. Tai no podía esperar a escuchar el regaño que le esperaría con Arian en cuanto saliera.

—Joder.

Tai se retiró la mano del rostro para enfocarse en Lawrence, sentado con una rodilla doblada, y una mueca en el rostro mientras se tocaba el tobillo.

—¿Te duele mucho? —Tai ladeó la cabeza para mirar el tobillo hinchado.

Lawrence levantó un poco el pie e intentó moverlo. Aunque el movimiento fue mínimo, al menos le indicaba que no estaba roto.

—No creo que vaya a poder apoyarlo.

—Al menos no tienes algo enterrado en la pierna.

Podían considerarlo como una victoria en la retorcida situación. Tai suspiró, levantándose del suelo para caminar hacia la banca donde estaba su bolsa, sacando su teléfono. La pantalla seguía igual de quebrada que antes del siniestro, pero parecía estar en perfecto estado, a excepción de la poca batería y la ausencia de barras de señal.

Tai arrugó la nariz. Como si el día no pudiera empeorar.

«Ten cuidado con lo que deseas.» Tai lo leyó en algún lado. No sabía dónde, pero no hubiera sido mala idea haberlo recordado antes. Porque una segunda explosión se escuchó demasiado cerca, aunque esta vez no hizo que sus oídos se privaran. Se hizo pequeña, cubriéndose la cabeza cuando el techo volvió a cimbrarse y la estructura amenazó con derrumbarse.

De nuevo pasaron unos segundos antes de que se hiciera presente el crujido metálico, y aunque Tai nunca había visto como talaban un árbol, creía que era así como sonaría al caer. El suelo tembló, y Tai soltó un gritillo de terror cuando ahora se le sumó el sonido del concreto del techo chocando entre sí.

Si ese era su castigo por haberse saltado las reglas, Tai había entendido la lección. No volvería a hacerlo. Lo único que quería era que todo eso parara. Sintió unas cuantas lágrimas escaparse de entre sus pestañas, jadeando asustada ante el silencio sepulcral que le siguió al estruendo. Eran contrastes que daban miedo, y había logrado que Tai bloqueara el recuerdo de cualquier tipo de protocolo que hubiera aprendido con anterioridad. Aunque dudaba que existiera alguno que implicara un bombardeo escolar en el manual.

Si Tai hubiera hecho caso a lo que Alek le había pedido, en ese momento estaría afuera, en los baños de la cafetería con Asher o con Emma, no en los vestidores, donde habían instalado las bombas. Y si la primera bomba se había detonado porque Tai estaba cerca, ¿eso quería decir que la segunda bomba había explotado porque Kai estaba también en el campo? ¿Estaría herido? ¿Lo habrían mata...?

—Oye.

El sonido de una voz diferente a la conciencia de Tai se escuchó por encima del nivel del agua que siempre acompañaba los ataques de pánico. Tai se sorprendió de haberse sumergido en uno sin sentir gradualmente el cambio.

—Oye, estás bien —repitió la voz, acompañada ahora de un agarre firme en sus muñecas, tratando de separarlas de su cabeza.

Tai sabía que estaba hiperventilando. Lo sabía porque estaba consciente de tener la boca abierta, pero aún así no podía respirar. Los grilletes en sus muñecas se agitaron, regresando abruptamente a la realidad. Tai parpadeó, las lágrimas empañando su visión, pero al menos pudo ver de cerca un par de ojos azules, acompañados de una mata negra de cabello.

Lawrence.

Lawrence estaba encerrado ahí con ella. La bomba no había terminado de derrumbar los vestidores, y la falta de gente gritando en el exterior le indicó que era probable que el campo hubiera sido evacuado en la primera explosión, y la segunda solo había sido la continuación del siniestro.

—Respira.

Y aunque no era exactamente igual al fatídico ataque de pánico de la cafetería, Tai se remontó a aquel entonces.

Recordó que había estado sentada en una banca, justo en la cancha de fútbol. Así que hizo lo mismo.

Recordó que tenía frío. Así que se soltó de las manos que la sujetaban y se abrazó a sí misma.

Recordó que no podía dejar de llorar. Así que dejó que las lágrimas cayeran silenciosamente.

Pero también recordó que Alek le había colocado su chamarra para que dejara de temblar.

Consciente de que Alek no estaba ahí con ella, lo mejor que su atrofiado cerebro atinó a hacer, fue dejarse caer contra el cuerpo que se había sentado a su lado, buscando calor.

Lawrence no dijo nada, y tampoco se alejó. Pasó su brazo por la espalda de Tai, y la atrajo contra sí, descansando su barbilla sobre su cabeza, dejando que secara todas sus lágrimas contra el saco y su camisa. Y tal vez no era lo mismo, pero Tai se permitió imaginar que la mano que le acariciaba la espalda, era Alek reconfortándola.

—Eso. Así está mejor —murmuró Lawrence en cuanto el llanto de Tai disminuyó hasta convertirse en suspiros.

Tai se incorporó después de eso, limpiándose la nariz con el dorso de la mano. Porque por mucho que deseara seguir fingiendo que Lawrence era en realidad Alek, su cerebro comenzó a trabajar para buscar alguna forma de salir de ahí.

—Lo siento —la voz de Tai sonaba mormada, y se sintió el doble de avergonzada cuando vio la enorme mancha en el saco oscuro y parte de la camisa.

Lawrence se encogió de hombros, rodando los ojos.

—Está bien. Combinará con mi falta de corbata. Leroy no podrá regañarme después de esto. Diré que todo esto fue su culpa.

A pesar de lo tétrica de la situación, Tai en realidad le causó gracia el comentario, haciendo que Lawrence la imitara. Aunque la sonrisa duró poco cuando los ojos azules del chico se posaron en la frente de Tai.

—Estás sangrando.

Tai se llevó la mano a la cabeza por inercia, haciéndola consciente del dolor de nuevo. Una punzada le perforó el cerebro, y siseó antes de retirarse la mano para volver a ver más sangre.

—Una lámpara me cayó en la cabeza —explicó Tai, dándose cuenta que aún tenía su teléfono en la otra mano—. No tengo servicio de teléfono.

—Es probable que con la explosión se hayan saturado las líneas.

—¿Crees que haya alguien afuera que pueda escucharnos?

—No hará daño tratar.

Tai se llevó las manos a la boca, acunándolas para amplificar su voz. Gritó hasta que sintió que se desgarraba la garganta. Y cuando ella no gritaba por ayuda, Lawrence ocupaba su lugar, incluso silbando para tratar de llamar la atención de alguien del exterior.

—No escucho nada —Tai bajó las manos de su rostro después de gritar por enésima vez.

—Es probable que hayan evacuado a todos —Lawrence se recargó sobre las palmas de sus manos, echando la cabeza hacia atrás—. Quien sabe si haya más bombas.

Tai se mordió los labios, golpeándose la pierna con los dedos en un intento por controlar la urgencia por volver a llorar. Dos bombas era demasiado para un lapso de media hora. No quería tener que volver a preocuparse porque el techo les cayera encima.

Lawrence debió de notar que había dicho la cosa equivocada, porque de inmediato desvió el tema.

—Bonito San Valentín. Escuché que fuiste de las personas que más cartas recibió en los buzones.

Y aunque las ganas de llorar no se fueron. Tai agradeció la intención de distraerla.

—No creo que haya sido la que más cartas recibí —Tai bajó la mirada, sentándose junto a Lawrence.

—Creéme —Lawrence resopló—, tengo un amigo en el consejo estudiantil. Fuiste bastante solicitada este año. Tal vez haya contribuido con alguna carta yo mismo.

Tai parpadeó, sintiendo aún las pestañas húmedas. Lawrence seguía sentado a su lado, con las manos recargadas en la parte trasera de la banca, y los pies extendidos al frente, cruzados para soportar el peso de su tobillo lastimado. Sus rizos seguían cargados de tierra, pero su atención estaba fija en la pared contraria, donde había unos cuantos casilleros golpeados por el derrumbe.

—¿Qué?

—Te escribí una carta anónima —Lawrence se encogió de hombros, restándole importancia.

Tai no entendía como Lawrence podía estar tan tranquilo mientras le confesaba que le había escrito una carta de amor. Si Tai hubiera hecho algo así y se hubiera quedado encerrada en un atentado como ese, Tai ni siquiera se atrevería a ver al chico a los ojos. Lo había demostrado con Alek cuando volvió a aceptar sus sentimientos y había tenido que convivir con él a diario. Pero Lawrence parecía tan tranquilo y casual como si estuviera comentando algo trivial, no algo relacionado con los sentimientos.

Tai intentó calmar el tamborileo de su corazón. No sabía cómo reaccionar ante la revelación. Era como regresar al primer día que había recibido las tres cartas de San Valentín. ¿Porque en sus novelas nunca se explicaba qué hacer en esos casos? Las protagonistas de la vida real no siempre eran las chicas seguras y confiadas. También venían en presentaciones como las de Tai.

—¿Qué decía tu carta? —Tai intentó hacer memoria, tratando de recordar algunas de las cosas que había leído en las cartas.

Si bien la mayoría de las cartas que Tai había recibido en los últimos días eran de Alek, Tai había tenido la cortesía de leer el resto. Algunas de ellas solo mencionaban lo bonita que les había parecido a los chicos desde que había regresado de Moscú, y que de no estar saliendo con Alek, les hubiera encantado invitarla a salir. Otras eran mucho más elaboradas, casi como poemas y canciones de amor, y Tai no sabía cómo sentirse al respecto. Era la primera vez que los chicos buscaban su atención, pero el hecho de que las confesiones fueran anónimas, ayudaba a sobrellevar la sorpresa de siquiera ser el destinatario de esas palabras.

Ahora, Tai sabía que alguna de las cartas que tenía guardadas en su casillero había sido escrita por Lawrence.

Pero el chico soltó una risita, mirando a Tai de reojo y sacudiendo la cabeza.

—Oh, no. Por algo son anónimas, Tailime. No voy a decir de viva voz lo que te escribí.

Tai parpadeó confundida.

—Pero acabas...

—Lo dije para que dejaras de temblar —Lawrence señaló las manos de Tai con la barbilla, comprobando que había cumplido su cometido—. ¿Qué regalos recibiste por la mañana?

Tai pasó saliva, mirando sus manos entrelazadas entre las rodillas. Si la intención de Lawrence era mantenerla tranquila en lo que alguien llegaba a auxiliarlos, iba a seguir el juego con tal de no volverse loca.

—Mis amigos y yo intercambiamos algunos dulces —comenzó Tai, jalando la bastilla de la falda del uniforme—. Anna me regaló una bolsa de malvaviscos, y Alek me regaló chocolates y me compró fresas con chocolate.

Lawrence resopló ante eso, tallándose la nariz con la parte superior de su dedo.

—No me digas que Ivanov te regaló la clásica caja en forma de corazón.

—No —Tai estiró los pies de la misma manera que Lawrence posaba, delineando las grietas del techo con la mirada—. Su mamá los hizo.

—¿Es buena cocinera?

Tai elevó una de las comisuras de sus labios cuando la imagen de Anya llegó a su mente, llenándola de paz. Anya no había sido otra cosa que una madre amorosa que había aceptado encantada la relación de su hijo con Tai, llenándola de atenciones y detalles que la hacían sentir como parte de la familia.

—Yo creo que hace los mejores chocolates que he probado.

—¿Y las fresas? ¿También las hizo ella?

—No —Tai soltó una risita, recordando la decepción que había sentido cuando creyó que Alek había acaparado la última caja de la cafetería—. Alek me las regaló en el almuerzo. Son mi postre favorito.

Lawrence tarareó ante eso, mordiéndose el interior de la mejilla mientras metía las manos a las bolsas del pantalón.

—Te diré algo —le propuso—. Si descubres cuál es la carta que te escribí, te regalaré un montón de fresas con chocolate. ¿Te parece?

Tai lo pensó por un momento. Tendría que volver a leer las cartas que no eran de Alek, y analizarlas hasta encontrar alguna que se pareciera a la manera en la que Lawrence se expresaba. Tal vez era alguno de los poemas, porque dudaba que Lawrence siquiera supiera cómo lucía Tai antes del último verano. Pero antes de que Tai pudiera abrir la boca para responder, Lawrence soltó una pequeña exclamación cuando sacó un pedazo de tela de sus bolsillos.

—Mierda —Lawrence se rió, mirando la corbata entre sus manos—. No puedo creer que no la haya perdido entre todo el alboroto.

El pedazo de tela colgaba entre los dos, con sus franjas azules, blancas y naranjas, los colores oficiales de la escuela. No era diferente del uniforme de las mujeres, que en vez de corbata, usaban un corbatín en forma de moño. Estaba manchada y deshilachada en uno de los extremos, pero estaba en buenas condiciones.

—Bueno —Lawrence suspiró, comenzando a enredar la corbata entre sus dedos—, algo bueno debe de salir de todo esto mientras esperamos a que vengan a ayudarnos. ¿Por qué no me enseñas a hacer el nudo? Así aunque el techo nos haya caído encima, podré salir de aquí con mi corbata y retar a Leroy a que me vuelva a castigar por ello.

Tai puso la mano hacia arriba, esperando a que Lawrence le entregara la corbata. Le sorprendió darse cuenta que no estaba temblando tanto. El mantener charlas banales estaba dando resultado, y aunque Tai no quería ver su teléfono para saber cuánto tiempo habían estado encerrados en los vestidores, no creía que la compañía de Lawrence fuera tan mala.

Por eso se concentró en ponerle la tela alrededor del cuello, cruzando las lengüetas al frente y comenzando a enredarlas. Explicó el procedimiento una vez, poniendo énfasis en la manera en la que la lengüeta más delgada tenía que entrar en el nudo para que quedara bien ajustada.

Lawrence lo intentó por su cuenta, enredándose en el segundo paso, y riéndose cuando Tai tuvo que intervenir.

Después de otros dos intentos fallidos, Lawrence pareció más confiado para hacer el nudo. El silencio no era precisamente cómodo, pero comenzó a poner intranquila a Tai. Por lo que usó el primer tema de conversación que se le vino a la mente relacionado con la corbata.

—Dijiste que tu padre está de viaje.

—Sí —Lawrence frunció el ceño, concentrado—. Suele ir mucho a Medio Oriente. Siempre trae cosas geniales de sus viajes.

—Nunca he ido a Medio Oriente.

—Yo tampoco —admitió Lawrence—. Pero dicen que es genial. Muy diferente a lo que estamos acostumbrados.

—¿Viaja muy seguido? —Tai frunció el ceño.

—Bastante. Es más fácil contar las veces que regresa a casa, que los lugares a los que viaja.

—Estuvo hace poco aquí, ¿no es así? —recordó Tai—. Dijiste que iba a reunirse con mi abuelo.

—Oh, sí —Lawrence suspiró cuando volvió a errar al hacer el nudo, hastiado—. No le fue nada bien. Tu abuelo rechazó la oferta.

—¿Por qué?

Lawrence se encogió de hombros.

—No lo sé. Supongo que a tu abuelo no le interesó trabajar con la empresa de mi padre —Lawrence puso aún más concentración en su tarea, teniendo cuidado de no equivocarse—. Aunque estoy seguro de que mi padre logrará hacer que tu abuelo cambie de opinión. Suele ser muy persuasivo.

Tai parpadeó extrañada. Hedeon no era de la clase de personas que rechazaba una oferta porque sí. Cuando algún trato no le agradaba, buscaba la manera de manipularlo para que la oferta fuera más beneficiosa para él que para su contendiente a socio. Y el hecho de que Hedeon rechazara por completo la oportunidad de hacerse más jodidamente rico, era por sí solo algo inédito.

—¿En qué trabaja tu padre?

—¡Listo! —Lawrence sonrió victorioso, mostrándole a Tai la corbata puesta en su lugar—. ¡Logré hacer un nudo de corbata!

El nudo era lo más decente que Tai le había visto hacer a Lawrence, aunque estaba segura que el profesor Leroy iba a quejarse de todas formas. Sin querer contrariarlo, Tai sonrió, terminando de acomodar la corbata para que quedara presentable. Una vez conforme, Tai levantó la vista, y le preocupó lo cerca que estaba del rostro de Lawrence sin haberse dado cuenta.

Sentía su aliento chocar contra su rostro en cada respiración. Así de cerca, Tai descubrió que los ojos de Lawrence tenían unas pequeñas manchas marrones adornando su iris azul. Y también, que la atención de sus orbes no estaba puesta en los ojos de Tai, sino en sus labios. Lo vio pasar saliva, haciendo que la manzana de Adán se moviera de arriba abajo, y Tai entró en pánico cuando lo vio mover la boca.

—Tai...

—¡Departamento de bomberos!

Una voz en el exterior hizo que Tai saltara en su lugar, alzando la cabeza hacia uno de los espacios caídos del techo. Tai se levantó de la banca, ignorando el pequeño gruñido que soltó Lawrence, seguramente por haber movido de forma abrupta su pie, antes de que Tai se llevara las manos hacia la boca de nuevo.

—¡Aquí!

Se escucharon pasos en la azotea, y después de un momento, la silueta de un bombero se asomó por entre los espacios, quitándose las enormes gafas protectoras que impedían que sus ojos se llenaran de polvo.

—¿Se encuentran bien?

—¡Sí! —Tai casi podía llorar de felicidad—. Mi compañero tiene lesionado el pie.

—¿Cuántas personas hay ahí?

—Solo él y yo.

—De acuerdo —el bombero miró por sobre su hombro, intercambiando unas cuantas palabras con alguien detrás de él—. Intentaremos remover parte de la losa para sacarlos de ahí. Necesito que se pongan debajo de un lugar que no tenga tantas grietas. ¿Entendido?

Tardaron al menos cuarenta minutos en descubrir un espacio suficiente para abrirse paso entre los escombros y que un equipo de rescate pudiera entrar a los vestidores para evaluar a Lawrence y sacar a Tai caminando por su propio pie. Alguien le puso una manta térmica de aluminio, guiándola con una mano en el hombro hasta una de las ambulancias en el estacionamiento, donde todos los estudiantes seguían reunidos a pesar de las explosiones.

Pudo ver que subían a Lawrence en otra ambulancia en una camilla, mientras que sentaron a Tai dentro de otra, y un paramédico se encargó de revisar las pupilas en búsqueda de alguna contusión. Se dedicaron a cerrar la herida de la cabeza, colocando unas cuantas puntadas que Tai resintió ante la falta de anestesia. Pero una vez curada, el paramédico le ofreció un poco de agua.

El paramédico bajó de la ambulancia, perdiéndose entre el mar de personas en el estacionamiento.

Con la adrenalina diluida en su sangre, los párpados de Tai comenzaron a pesar, y se abrigó aún más en su manta térmica, dejando que sus ojos se entretuvieran en el exterior, tratando de entender qué era lo que hacían todos ahí aún.

Sabía por el bombero que los había rescatado que el escuadrón antibombas había descartado que hubiera más explosivos en la escuela, y que solamente habían sido dos artefactos colocados en mochilas en las bases de los postes de americano. Así que fue una terrible mala suerte que el poste hubiera caído sobre los vestidores, atrapándolos a ella y a Lawrence en su interior.

Esa información logró tranquilizar a Tai, confirmando que Kai no había estado cerca del campo cuando habían sucedido las explosiones. Pero no descartaba la teoría que las bombas habían sido dirigidas hacia ellos.

Sus ojos verdes siguieron viajando por la horda de alumnos, hasta que pasaron por un rostro conocido. Tai tuvo que volver para tratar de encontrarlo de nuevo, deteniéndose en el rostro preocupado de Alek en la distancia. Cuando el rubio se dio cuenta de que tenía la atención de Tai, comenzó a caminar en su dirección.

El corazón de Tai comenzó a latir con fuerza, y no pudo evitar sonreír al verlo a salvo.

Pero su felicidad duró poco cuando un bombero se acercó a la parte trasera de la ambulancia, y se subió a ella. Tai alzó la cabeza y fue inevitable abrir los ojos de la impresión en cuanto notó ciertos rasgos que le parecían horriblemente familiares.

Por favor les ruego no me crucifiquen por estos capítulos!!!

Para ser honesta, esperé este momento desde que comencé a subir la historia.

Si, la parte romántica y bonita también se me da. Pero! La dramática.... Espero algún día me digan "María la Dramática" como título de reina de Inglaterra o algo así jajaja

Que les pareció devushkos? Quién podrá ser ese bombero tan inesperado, y porque Tai luce tan asustada?

Lo descubriremos hasta el miércoles! Jiji nos toca esperar!

No olviden sus estrellitas y comentarios!! 

⌘María Centeno⌘

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