En las sabanas de un Telesco

By FlorenciaTom

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Evangeline Brown se ve obligada junto a su familia vivir en un pueblo enfermo en donde la belleza es un arma... More

En las sabanas de un Telesco.
Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
SEGUNDA PARTE.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo.

Capítulo 9

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By FlorenciaTom


CAPÍTULO 9.

—Eso es ilegal —carraspea Dan, incrédulo—. Podrían mutilarte si alguien se entera de esto, Darya.

—Que me mutilen lo que quieran, pero no voy a dejar de sentir cosas por ella —Darya amaga con encender un cigarrillo, pero recuerda la presencia de sus padres en la casa y maldice—. Hazme el favor de considerar a otra chica para el matrimonio. A Adiele ni te acerques; ya estamos en conflicto con Nathan y no necesitamos que te sumes tú también.

—No sabía que esto se había convertido en una maldita disputa entre ustedes dos.

—¡No me trates así!

Dan se levanta y camina inquieto por la sala, aturdido. Vuelve a enfrentar a su hermana, deteniéndose en seco.

—Si estás sugiriendo que me case con Evangeline...

—Ni se te ocurra casarte con ella tampoco —lo amenaza Darya—. Te conozco lo suficiente como para saber que a la primera persona que te confíes le contarás todo, y el burdel se vendría abajo.

—Creo que debería venirse abajo; que se desmorone el burdel.

Darya se pone de pie y lo encara para asegurarse de que nadie los escuche.

—Si el burdel se desmorona, papá se frustrará y viviremos bajo su mal humor, al punto de que comenzará a golpear a mamá de nuevo —carraspea Darya—. No permitiré que le ponga una mano encima. El burdel la protege a ella y a nosotros de la maldita violencia de papá. Así que no te vas a casar con Evangeline, Dan. Busca a otra mujer, alguien que no conozca nuestros secretos, alguien que no nos ponga en peligro.

Dan se frota la frente, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. La realidad de su situación se vuelve más evidente con cada palabra de su hermana.

—Darya, no puedes esperar que tome una decisión tan importante de la noche a la mañana. Necesito tiempo para procesar todo esto.

—No tienes tiempo, Dan. Nathan está al acecho también con Adiele, y ahora con esto, las cosas se pondrán aún más difíciles. No quiero ver a nuestra familia destrozada otra vez.

Ambos se enfrentan, con miradas tensas y emociones a flor de piel. Dan suspira profundamente, sintiendo el peso de la responsabilidad y la amenaza constante que se cierne sobre ellos.

—Haré lo que pueda para encontrar una solución que nos proteja a todos, pero necesito que confíes en mí, Darya.

Ella asiente con resignación.

—Pero tú deberías darte por muerta por amar a Adiele—agrega Dan.

EVANGELINE BROWN.

Armo mi maleta, eufórica. Tomo las primeras cosas que veo y necesito, metiéndolas sin acomodar absolutamente nada. Sin embargo, esa decisión me pasa factura cuando intento cerrarla y no se cierra debido a lo llena que está.

—¡Mierda! —exclamo, llevándome las palmas de las manos a los ojos para evitar no llorar de la frustración.

—No va a cerrar si no acomodas de manera correcta la ropa en el interior —la nueva esposa de mi padre se mete a la habitación, desliza la maleta sobre mi cama a su altura y empieza a acomodar todo de nuevo, echando la ropa encima del colchón para volverla a meter pero doblada.

—Mira, no quiero ser grosera, pero necesito que te vayas de mi habitación y, si es posible, de mi vida —le espeto, quitándole uno de mis vestidos casuales de sus manos.

—Estuve así cuando mi padre murió y mi madre volvió a casarse con un alcohólico que no tardó en meterme las manos cuando tenía trece años —me suelta de golpe—. A mi madre le resultó más barato mantenerme callada que echarlo de la casa.

La miro, sin saber qué decirle.

—Evangeline, lamento profundamente lo de tu madre —agrega en un suspiro lleno de pesar—. Pero quiero que sepas que no estoy enamorada de tu padre, y él tampoco lo está de mí. De hecho, me salvó la vida sacándome de un prostíbulo donde la luz del sol parecía ser un recuerdo olvidado. Lo último que quería tu padre era casarse con otra mujer, pero yo misma vi cómo le ponían un arma en la costilla mientras firmaba sus papeles de matrimonio conmigo. No vengo a ocupar el lugar de tu madre —afirma Cindy con firmeza—. Ni mucho menos me acostaré en la misma cama que él. Me están preparando una habitación muy bonita donde pienso pasar el resto de mi vida lejos de los hombres.

Mis hombros se relajan de alguna manera al ver que podría estar hablando en serio. Me tomó por sorpresa que me diga tanta información de golpe.

—Bien —acepto de alguna manera—. Creo que te mereces esta vida después de todo lo que has vivido. Nadie va a molestarte aquí, Cindy.

La sonrisa de ella se aflora para reflejar el alivio. Parece tan contenta con todo esto que incluso amaga con abrazarme, pero ambas nos damos cuenta de que es demasiado, por lo que se echa hacia atrás.

***

La limusina está esperándome de nuevo para regresar al palacio de la Elite. Salgo al pórtico y el sol me pega de lleno en el rostro, por lo que debo cubrirme con la mano para que no me lastime los ojos.

Mi padre se une a mí, saliendo para acompañarme a la puerta trasera del auto. En silencio, compartimos ese breve espacio entre la grandiosidad de la mansión y la elegancia de la limusina. Mientras avanzamos hacia el vehículo, el peso de lo dicho y lo no dicho cuelga en el aire.

Desde la puerta principal de la mansión, mi abuela me observa con una mezcla de tristeza y resignación. Un pañuelo en su mano revela el intento de disimular las lágrimas que amenazan con emerger. Nuestros ojos se encuentran por un instante, y en ese intercambio fugaz, se transmiten emociones que las palabras no pueden expresar.


A mi padre no le hablo, pero él está desesperado para que lo haga.

—¿Te hace falta algo más para tu estadía en el palacio? —me pregunta.

—Sí.

—¿Qué cosa?

—Un pasaje con ida a California —respondo con sarcasmo.

—A mí también me gustaría recibir ese pasaje.

Me lo quedo viendo un momento y decido bajar la guardia. Honestamente, no me sale hacerme la fría y la distante. No soy así, aunque a veces se siente tan bien fingir que sí...

—No esperes que regrese casada esta temporada, papá.

—No espero que lo hagas.

—Y tu relación con Cindy...

—La única relación es la que tengo y tendré con tu madre, Evangeline —admite con gran dolor en su voz—. Debiste ver a esa chica cuando la rescaté del prostíbulo, estaba tan desesperada de que la sacara de allí que no dudé ni un segundo.

—Cindy me contó todo —le digo—. ¿Podrán fingir que son un matrimonio sin que los maten a los dos?

—Sí. Ella puede hacer su vida, y si quiere, podrá volver a enamorarse de quien quiera —suspira—. Al menos hice algo bien en esto y creo que tu madre estaría orgullosa de mí.

—No lo arruines enamorándote de Cindy.

—¿Enamorarme? —se echa a reír—. Esa chica tiene varios años más que tú hija. Podría tranquilamente adoptarla como una más.

—Necesita una familia después de todo—observo que Cindy ha salido al pórtico para saludarme y yo le devuelvo el saludo con la mano—. No parece mala chica.

***

La limusina se estaciona frente al imponente palacio. Siento un vacío tan grande en el pecho que ni siquiera tengo ganas de mover mis pies para bajar del auto.

—Llegamos al destino, señorita Brown —me dice el chofer.

—Un momento más, por favor —echo la cabeza hacia atrás en el asiento y cierro los ojos.

—¿Escuchó hablar del burdel subterráneo del pueblo, señorita Brown?

La pregunta del chofer me hace abrir los ojos de golpe, y lo observo a través del espejo retrovisor.

—No.

—Qué raro, de ese sitio salió su madre antes de su accidente —responde—. Y no me responda a lo que acabo de decirle porque hay cámaras en todos lados y no me permiten hablar con la élite. Será mejor que baje del auto y saque sus propias conclusiones, señorita Brown.

Tras bajar del coche con mi maleta, veo a la limusina arrancar a toda velocidad. Me quedo un momento procesando la bomba que acaba de soltarme antes de esfumarse.

¿Mi madre en un burdel? ¿Qué demonios?

Mis ojos se desvían a un punto de la entrada del palacio, y veo cómo otra limusina se estaciona frente a esta.

La puerta se abre, y de allí salen Darya, Nathan y... Dan.

La sorpresa se refleja en mi rostro al verlo.

Parece tan desconcertado como yo. 

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