La novia de mi mejor amigo

By ChiriVM

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Culpa, celos, envidia, enojo, odio, amistad, amor imposible y tragedia... Todo lo que pasó a tres jóvenes, at... More

La chica del cuaderno
Entiéndete a ti mismo
Choque
El más fuerte
Esos dos...
Hermano mayor y hermano menor
Verdaderos sentimientos
La dolorosa verdad
Interrogatorio

Un anhelo

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By ChiriVM

- ¡¿Se puede saber lo que te pasa?! -Gritaba Mitsuru furiosa.

Era pasado de las 9 pm, se encontraban en el cuarto piso de los dormitorios de Iwatodai, en el salón de las cámaras de seguridad a oscuras, salvo por la luz de los monitores, con Makoto delante de la joven de ascendencia francesa, mirándola indiferente en contraste al coraje que ella tenía en su mirada. Sumando su actitud al contraste entre el color de su cabello, era como ver a una inmensa llamarada tratar de evaporar una cascada.

- Iba a irme a dormir, no estoy en condiciones para ir a la Torre Tártaro hoy... 

- No me refiero a eso y lo sabes, Akihiko me dijo lo que pasó, ¿Cómo puedes golpear así a uno de tus compañeros? -Cruzándose de brazos, mirando con desaprobación al menor, Mitsuru no podía consentir que agredieran a otro de los miembros fundadores del SEES, a uno de sus amigos más cercanos.

- Él me pidió que fuéramos, y me golpeó primero -Replicó sin perder la compostura.

- ¡Pues no debiste de haberlo acompañado en primer lugar! Luego le daré una reprimenda a él por su acción tan estúpida. Pero tú... Te creía más listo que esto, Makoto.

El muchacho apartó la vista hacia los monitores, pudiendo ver a sus compañeros Junpei y Yukari en la entrada junto con el director Ikutsuki; aparentemente había llegado alguien.

- ¡¿Es que no vas a decir nada en tu defensa?! ¡¿Ni siquiera te molestas en dar una excusa?! -La heredera del grupo Kirijo le llamó una vez más, harta de no obtener ni una pizca de arrepentimiento de parte del líder en el que, supuestamente debía confiar.

- Ya basta Mitsuru -La puerta se abrió de golpe, dejando entrar la luz que provenía desde el exterior, dejando ver al chico peliblanco con la respiración agitada.- Te conté lo que sucedió como amiga, porque pensé que no harías un escándalo al respecto.

- ¡Pero Akihiko! ¡Él...! -Mitsuru parecía confusa, no lograba entender porque el agredido le reclamaba por reprender al agresor.

- Él solo tuvo la culpa de tener un superior irresponsable e impulsivo, hizo exactamente lo que yo le dije y no se merece ser castigado por ello, además, él fue quien se encargó de detener la pelea antes de que se nos saliera de las manos -Al decir esto, la mirada de Sanada iba entre su compañera y su protegido, manteniendo cierta seriedad.

- Tch... En serio que no te entiendo... -La pelirroja chasqueó la lengua y se marchó de la habitación enfurruñada, remarcando paso que daba con sus tacones, y apartando a su "preciado" amigo de en medio con un empujón del hombro.

El albino se quedó en el marco de la puerta, mirando al peliazul con una leve sonrisa, negando con la cabeza.

- No hubieras sobrevivido a ella... Si conmigo tuviste problemas, la "Reina Ejecutora" te hubiera hecho trizas -Comentó con un tono bromista, mientras que el menor agachó la cabeza, en una reverencia silenciosa, caminando hacia la salida; sin embargo, Akihiko puso su mano encima de su hombro para detenerlo.- Lo lamento, ¿de acuerdo?

- No importa, tu método me dio algo de claridad... Gracias, superior -Con apenas contacto visual, Yuki le había agradecido de manera sincera.

- Si pero... tenías algo de razón conmigo, la razón por la que boxeo... Cuando lo dijiste, si hubieras regresado al cuadrilátero, no sé lo que hubiera pasado... -Los ojos grisáceos del superior se enfocaron en el suelo, afligido por algo que no quería recordar, pero que al mismo tiempo se negaba a olvidar.

- No te preocupes por eso, me ayudó con la superiora Mitsuru, y ella me hubiera herido mucho más...

Era un chiste casual, dicho con una voz recatada y serena, pero era tan inusual en el peliazul, que no pudo evitar dejar salir una risilla.

- ¡Ja! Seguro que si, pero dime, ¿te encuentras mejor? ¿Ya resolviste lo que te molestaba? -Akihiko se colocó al lado suyo y empezó a andar casualmente escaleras abajo junto con el líder.

- No, antes de nada necesito comprobar algo... pero creo que las misiones podrán salir mejor a partir de ahora.

- Eso es suficiente, pero no te sobre esfuerces.

Ambos llegaron hasta el piso de abajo, donde todos los presentes salvo por Mitsuru estaban rodeando a un niño vistiendo un uniforme escolar encima de una chaqueta naranja de la que sobresalía la capucha, siendo recibidos por el director Ikutsuki con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Ah! ¡Yuki, Sanada, denle la bienvenida a nuestro compañero más reciente, el joven Ken Amada! -Dijo el excéntrico hombre, extendiendo su mano en dirección al pequeño chico castaño.

- Buenas noches -Hizo una educada reverencia y esbozó una pequeña sonrisa, aunque no parecía tener demasiado entusiasmo por estar en ese lugar.

¿Qué hacía ese niño aquí? Solo los miembros del SEES podían vivir en esta residencia, entonces... ¿El niño era un usuario de persona? 

Makoto meditó sus dudas en silencio mientras devolvía el saludo con una reverencia, vio de reojo el rostro de Akihiko, quien miraba en silencio al pequeño Ken...

Luego de esa extraña bienvenida, todos fueron a dormir.

En el inconsciente, en el mundo entre los sueños y la realidad, sin recordar el cómo había llegado, Makoto estaba sentado en una cómoda y enorme silla, con nada más que una mesa en medio de él y otros dos individuos. Un hombre viejo, de ojos saltones y una ridículamente grande nariz, junto con una chica de cabello corto y blanco, con un vestido sin mangas y el cuello alto, con un par de medias bajo éste; siendo sus ojos lo más resaltantes, eran amarillos y con la luz que provenía de las paredes, parecían iluminarse como los faros de un coche.

Hablando de las paredes, estas parecían estar en movimiento, como si el lugar en el que estaban fuera en realidad, una extraña cabina de ascensor; pero no era así, esta era la Habitación de Terciopelo.

- Vaya... Bienvenido una vez más, parece ser que tu corazón está pasando por decisiones difíciles que te afligen... -Murmuró el peculiar viejo calvo, inclinando sus pobladas y alargadas cejas mientras que sus ojos se mantenían enfocados en el chico, sin parpadear.

- Tu dijiste... -Makoto respondió, sin extrañarse por el surreal entorno.- Tú dijiste que los vínculos que forje durante este año resultarán vitales, aún no entiendo eso, pero me preocupa traicionar esos vínculos de los que hablas...

Igor, el maestro de la Habitación de Terciopelo, extendió la mano, para que su asistente, Elizabeth, pusiera un mazo de cartas encima. Él posó las cartas sobre la mesa y las extendió en un hábil movimiento, chasqueando los dedos para hacer que una carta levite de la mesa y comience a rotar en el aire, hasta revelarla al peliazul.

- El mago... Kujuju... parece que estás enredado en un verdadero aprieto; así es, es posible traicionar la confianza de tus vínculos ya establecidos, esto puede invertirlos o incluso romperlos para siempre... esto podría privarte de habilidades claves que podrías echar en falta como usuario de persona... que problemático es el corazón humano y sus incontrolables anhelos...

Makoto agachó la cabeza, a pesar de haber negado estos sentimientos, estos no desaparecieron, crecieron dentro de él como una sombra que lentamente lo engullía hasta cambiarlo... Y cuando por fin los había aceptado, la misma persona que le confirió sus poderes le advertía de las consecuencias de dar rienda suelta a esos deseos. Eso le dolió.

- Pero maestro, ¿no es eso fascinante? -La mujer albina irrumpió en la conversación, con una jovial sonrisa- Son esos anhelos de los humanos, tan infantiles y diversos los que los hacen tan increíblemente divertidos; si no tuvieran deseo alguno, no sería diferente a si ellos simplemente estuvieran muertos... A mi me parece que el corazón de nuestro invitado ha madurado y se ha fortalecido si ahora tiene un deseo como ese. 

Elizabeth hizo un guiño juguetón hacia Makoto, el cual solo la miró sorprendida, al ver como alguien más saltó a defenderlo justo como hacía unas horas.

- Kujuju... Eso puede ser verdad, Elizabeth -Aquel encorvado hombre de nariz larga mantenía la vista fija sobre el joven, a pesar de discutir con su asistente.- Me sorprende que me contradigas de esa forma, parece que tus excursiones al mundo humano junto con nuestro invitado han hecho mella en ti.

- Le ruego disculpe mi descortesía maestro -Hizo una humilde reverencia ante aquel sujeto que ni siquiera la miraba o perdía su desconcertante sonrisa. Luego, Elizabeth alzó la mirada, volviendo a ver al peliazul con una sonrisa cómplice.- Es sólo que no aguanto ver a mi querido Trickster tan afligido... además, quiero ver lo que sucederá con ese anhelo.

- ¡Hojojo! -Igor estalló en una carcajada.- De cualquier modo, ninguno de nosotros puede intervenir más de la cuenta; la decisión solo le incumbe a nuestro invitado, así como sus consecuencias... Así es como deben vivir los humanos.

- Buena suerte -Elizabeth agitó su mano con una dulce sonrisa, cerrando sus ojos; mientras que la silla de Makoto comenzaba a ser arrastrada hacia la salida, apartándolo más y más hasta que atravesó una puerta de espaldas, siendo cegado por una inmensa luz.

Dicha luz poco a poco se fue disipando, dejando ver un entorno conocido a los cansados ojos de Makoto. El techo de su cuarto... la luz de la ventana... el foco de su habitación... Aigis...

- ¿Aigis...? -Murmuró somnoliento, preguntándose si esto sería otro extraño e incomprensible sueño.

- Vine a recordarle que hoy empiezan los entrenamientos con su club deportivo, joven Makoto -La robot la miraba directamente, inclinándose hacia su rostro hasta el punto de que su cabello rubio casi le acariciaba el rostro, con esos ojos, de un azul más claro y suave que los suyos, lo miraban tan fijamente como el propio Igor, para luego apartarse de encima y mostrar una ligera sonrisa.- Lectura completa, no tiene heridas de ningún tipo, su temperatura corporal es normal y parece solo tener... un poco de sueño. ¿Gusta que lo despierte en cinco minutos más?

El chico se sentó sobre su cama, frotándose los ojos mientras recogía su reproductor de música de entre las cobijas, para luego mirar a la chica.

- No hace falta, hoy faltaré a la práctica, hay algo que debo hacer primero -Se levantó mientras caminaba hasta su armario, sacando su ropa de verano.- ¿Me darías... algo de espacio?

Aigis miró a su alrededor, y suavemente dio un paso hacia atrás. 

Makoto suspiró, sin tener como enojarse con ella.

Nota del autor:

¡Vamos! Otro capítulo más escrito. Espero que les esté gustando como va la historia y el ritmo de los capítulos, personalmente me he acomodado bastante a este ritmo, pero si sienten que son demasiado cortos o pasan muy pocas cosas en ellos, por favor coméntenlo, no hay nada que me guste más que saber su opinión.

¡Y también comenten lo que les va pareciendo la historia, por favor! ¡Los veo pronto.

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