Vidas Cruzadas El ciclo. #4 E...

By AbbyCon2B

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En el esplendor del siglo XIX, Peter Morgan había nacido en el centro de una de las familias más importantes... More

Nota de la autora.
Recapitulando.
A saber para la historia.
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ACLARACIÓN SOBRE LA MONEDA (+bonus)
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RECORDATORIO.
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By AbbyCon2B

Bueno, aquí dejo otro capítulo antes de fecha, pero igual, espero lo disfruten y por favor, realmente apreciaría si pudieran apoyarme con los votos y comentarios. Sé que me fui por un tiempo y quizás no estoy en posición de demandar nada, motivo por el cual tampoco me siento cómoda estableciendo metas ni esas cosas, pero agradecería mucho si pudieran apoyarme. Los comentarios realmente me motivan bastante. 

Muchas gracias y disfruten la lectura. 

Love u all ♥

15 de junio 1897.
White Oak, Minnesota.

Después de la boda de su tía Elizabeth y como había regresado a su casa pasada la madrugada, Peter había dormido hasta el mediodía y solo había despertado porque su madre lo había llamado.

—¿Piensas dormir todo el día, muchacho? —le regañó y abrió las cortinas de la ventana—. Vamos, arriba, ya dormiste lo suficiente y debes ayudar con la casa.

—Una hora más, por favor —murmuró con el rostro enterrado en la almohada—. No he dormido bien las últimas noches.

—¿Y eso por qué?

Giró en la cama para mirarla y se cubrió los ojos de la luz del sol.

—Solo...Asuntos que gobiernan mi mente, cosas de hombres, ya sabes...

Odelia apretó los labios con pena y se sentó al borde de la cama junto a él.

—¿Ya ha hablado tu padre contigo?

—No, pero los escuché hablando en la cocina el viernes pasado y de todas formas sabía que me tendría que marchar tarde o temprano.

—Detesto que tengas que hacerlo y espero sepas que no estás obligado a irte de inmediato, cariño.

—Lo sé —. Se sentó, en contra de su deseo de seguir durmiendo y bostezó—. Pero quiero irme, lo necesito en cierta forma para dejar de acostumbrarme a que me consientas.

—Oh, eres mi bebé, siempre te consentiré, cariño.

Sonrió y se inclinó hacia adelante, para recostarse contra su pecho y que lo sujetara como solía hacer cuando era pequeño. Ahora era mucho más grande y la superaba en altura, así que ya no cabía en sus brazos como antes, pero todavía le gustaba abrazarla y con su afecto siempre encontraba consuelo.

—Voy a extrañarte más que a nadie —confesó y Odelia recostó el mentón en su cabeza y retuvo las lágrimas—. Has sido la mejor madre que podría haber pedido y un honor poder ser tu hijo...

—No me hagas llorar tan temprano, Peter.

—Solo quería decirlo —susurró con su mirada en los pies de la cama—. He aprendido mucho contigo y no quiero que dudes nunca de lo excelente madre que has sido...Eres muy dura contigo mismo y te exiges demasiado, no deberías hacerlo, porque, aunque dicen que la perfección no existe, tú ya eres perfecta, mamá.

No pudo contener las lágrimas por más tiempo y cuando estas escurrieron por sus mejillas, las limpió rápidamente con sus manos y Peter se enderezó, rompiendo con el abrazo, para mirarla.

Estaba radiante esa mañana como todas las otras, siempre cuidando de su apariencia con meticuloso detalle, su cabello el cual se había cortado algunos meses atrás, estaba adornado con algunas joyas que Eli le había regalado y tenía un flequillo corto sobre la frente a unos tres dedos de distancia de sus cejas y el vestido azul oscuro iba perfecto con su piel blanquecina.

—Sé que debo dejarte ir —la escuchó susurrar con su voz temblorosa y cuando se limpió las lágrimas, giró en la cama para mirarlo—. Pero eres todavía tan joven y no quiero que te pase nada malo.

—Estaré bien, mamá...Todo es parte de crecer.

—Sí...—. Le acarició la mejilla y sonrió al ver unos pocos vellos sobre sus labios—. Mi niño...Creces muy rápido.

Lo abrazó otra vez, no queriendo desprenderse demasiado rápido y cuando se apartó, ahuecó su rostro y besó su frente.

—Te amo tanto, hijo mío.

—Yo a ti, madre. Más de lo que jamás amaré a nadie.

—Hasta que tengas hijos propios al menos —bromeó y le acomodó las mantas para cubrirlo—. A veces uno no sabe lo que es el amor verdadero hasta que tiene hijos, cariño.

—Yo creo que existen muchas formas de amor verdadero y el que tengo por ti no será el mismo que el que tendré por mis hijos o mi esposa, pero sin duda, serán igual de fuertes.

Odelia se rio, más por el asombro en sus sabias palabras que por encontrarlo gracioso y sacudió la cabeza.

—Tanta sabiduría en un hombre tan joven es de admirar. Lograrás grandes cosas, hijo mío, puedo ver que sí.

Entendía porque su madre lo creía de esa forma y no era la única en su familia o conocidos que se lo decía con frecuencia, pero odiaba que lo hicieran, así que solo pudo forzar una sonrisa para agradecerle y asentir. Grandes cosas...Ni siquiera sabía que significaba eso y ponía una presión en sus hombros y un enorme miedo a decepcionarlos, que hacía que cada paso que daba hacia su futuro fuera diez veces más aterrador.

Grandes cosas...Se quedó repitiendo en su cabeza incluso después de que su madre hubiera abandonado la habitación.

No volvió a dormir como había ansiado, sino que se levantó y fue al baño para ducharse y vestirse para empezar el día. No sabía qué haría, era martes y ya no tenía clases y como su padre todavía no le había hablado respecto a su futuro, estaba vagando sin rumbo alguno y divagando en su mente respecto a su plan de irse a Londres.

No había avanzado mucho durante el fin de semana, solo sabía que Londres sería su destino y Peter Eades el nombre, pero todavía necesitaba responder muchas otras dudas e informarse respecto a ciertas cosas.

Al menos había conseguido un libro (en la biblioteca de sus abuelos) diseñado para futuros emigrantes. Era un manual con una multitud de consejos para emigrar a los Estados Unidos, pero supuso que lo mismo aplicaba para irse a cualquier otra parte. Especialmente Inglaterra, el padre de los Estados Unidos con el cual mantenía una constante relación de amor-odio.

Se puso su traje con pantalón negro que subía hasta la cintura y se sostenía en el lugar con un cinturón de cuero, luego una camisa metida por adentro del pantalón que llevaba hasta el último botón abrochado y encima un chaleco azulado que hacía juego con su corbata. El cuello de la camisa permaneció levantado, con la corbata anudada a su alrededor para mantenerlo en el lugar y de esa forma, su piel quedaba casi completamente oculta bajo la tela.

Se sentó al borde de la cama para calzarse sus zapatos y cuando dejó la habitación, se llevó su chaqueta, guantes y sombrero con él.

Su hermana Issy estaba en la cocina con su madre, ayudándola a limpiar después del almuerzo que Peter se había perdido. Ella era tan solo un año menor que él, pero mucho más madura en diversas formas y al mismo tiempo más inocente.

Llevaba un vestido celeste esa mañana, que se ajustaba a su pequeña cintura y traía una de esas ridículas moñas decorando la espalda. Peter odiaba esos accesorios que las mujeres se empecinaban en usar en todos sus atuendos, pero nunca hacía comentario alguno al respecto.

—...Yo iré a la Universidad de la abuela cuando me gradúe el próximo año —le comentó Issy a su madre en lo que le pasaba un plato lavado—. Ya he decidido que quiero trabajar con madres y niños, pediatría creo que le llaman.

—Una elección muy apropiada, cariño, pero ni pienses que te irás a vivir sola como tus hermanos.

—Papá ya me lo ha dicho, me llevará a clase en las mañanas e irá a esperarme y si él no puede, Carlton tendrá que hacerlo.

Era un milagro que Carlton no estuviera cerca para escucharla o había empezado a protestar por tener que acompañar a su hermana a la ciudad cada día una vez ella comenzara sus estudios el próximo año. Todavía era demasiado joven e inmaduro para entender las responsabilidades de un hombre y obedecerlas sin protestar, apenas cumpliría doce años y trece el próximo, cuando Issy finalmente empezara la Universidad.

—Buenas tardes, Peter. Sí que has dormido hoy.

—Me acosté muy tarde anoche, fue un descuido de mi parte —. La besó en la mejilla y también a su madre, aunque ya la había visto minutos antes—. ¿Ha quedado algo para mi almuerzo, madre?

—Te he guardado tu porción en el refrigerador, hijo. Ve a la mesa que ya te lo llevo.

—Gracias. ¿Papá está trabajando?

—Desde la madrugada como siempre y no vendrá a cenar esta noche. Tiene una fiesta a la que asistir.

—¿No irás con él? —consultó cuando se sentó en la mesa e Issy le puso un mantel individual enfrente.

—No, es solo de caballeros y no le viene mal despejarse un poco, ha estado muy estresado. Issy, tráele algo de tomar a tu hermano.

—¿Vino, whisky o jugo?

—Jugo estará bien —pidió y empezó su almuerzo.

Era una ensalada con pollo y verduras, así que no necesitaba calentarse y era perfecta para el día cálido que empezaba a hacer.

—Tu padre vendrá a cambiarse y luego se irá a la fiesta, así que solo seremos nosotros para la cena. ¿Algo en particular que les gustaría comer?

—Lo que tu desees estará bien para mí, madre —aseguró y tomó una rodaja de pan para acompañar su ensalada.

—Ya veré que hacer entonces. ¿Tú que planes tienes para hoy, cielo?

—No lo sé —contestó e Issy se sentó en la silla a su lado para acompañarlo en lo que Odelia tomaba la cabecera—. Esperaba tuvieras algo que encargarme.

—Bueno, tu hermano se irá en unos días, así que deberías aprovechar a pasar tiempo con él y no me vendría mal que viajes hasta Rochester por mí, me ahorrarías mucho tiempo.

—¿Qué necesitas de la ciudad?

—Hay que sacar dinero del banco...Te traeré los papeles.

Odelia se marchó hacia las escaleras para subir a su dormitorio y Peter se concentró en terminar su almuerzo mientras Issy le hacía compañía.

—¿Puedo ir contigo? Quiero ver cómo funciona el banco, necesito aprender para cuando tenga marido —. Peter arrugó la nariz con desagrado e Issy se rio—. No seas bobito, me casaré algún día.

—No he dicho nada.

—Lo has pensado y lo tienes escrito en todo tu rostro. ¿Puedo ir o no?

Frunció los labios, concediéndose un momento para pensar y continuó disfrutando su almuerzo en el proceso. Sabía que a Issy le impacientaba la demora y debía admitir que le gustaba irritarla un poco.

Finalmente, cuando ella lo piso por debajo de la mesa, se quejó apartando su pie y bufó.

—Vale, puedes venir...Insoportable.

—Me amas, no lo niegues —. Lo besó en la mejilla y abandonó su silla para marcharse—. Iré a cambiarme.

Peter suspiró y tuvo unos pocos segundos a solas antes de que su madre regresara.

—Aquí tienes la identificación de tu padre y la mía, no sé cuál te pedirán y aquí te he hecho una carta autorizándote para hacer el retiro en mi lugar.

—¿Cuánto quieres que traiga?

—Ochocientos dólares servirán, pero ten mucho cuidado al salir del banco ¿sí? Y aprovecha a aprender que lo necesitarás para crearte tu cuenta.

—¿Necesitas que saque dinero para papá también?

—No, él prefiere usar su chequera, pero yo odio esas cosas, me estresa pagar con ellas —. Le entregó los papeles perfectamente doblados y unos billetes para el viaje y otros de regalo—. Por si quieres comprarte algo en la ciudad.

—Gracias, mamá.

Terminó su almuerzo, dejó la mesa y estaba por recoger el plato para ir a lavarlo cuando su madre se adelantó y recogió todo por él.

—No te preocupes por esto y ve tranquilo. Oh, e invita a Esmond si quieres, así podrán aprovechar el tiempo.

—¿Dónde está?

—En el jardín con su señora.

Recogió su chaqueta y su sombrero y se lo puso de camino a la salida para dejar la casa. No se iría sin su hermana, pero la esperaría afuera en lo que hablaba con Esmond para ver si lo acompañaría.

Estaba sentado en una silla de mimbre con Lillie a su lado, en una mecedora y leía el periódico en lo que Lillie tejía y sus dos niños jugaban con Aron y los otros hermanos más pequeños de Peter.

Esmond miró sobre su hombro al sentir pasos acercándose y no dudó en hacer a un lado la lectura.

—Al fin has despertado, pensé que no viviría para ver el día.

—Exagerado, no dormí tanto ¿de acuerdo? Me acosté tarde.

—Como yo y aun así mírame, desperté a las ocho en punto. ¿A dónde irás?

—A la ciudad, mamá necesita que vaya al banco y quería saber si querías acompañarme.

—Por supuesto, hay que aprovechar antes de que me marche el viernes —. Dejó su asiento y recogió su sombrero que había quedado en el suelo para ponérselo—. Volveré en unas horas, querida.

Besó a Lillie en los labios y ella le sonrió, acarició su mano cuando él pasó por su lado y regresó a su tejido.

—Tengan cuidado cuando salgan del banco.

Asintieron y se detuvieron en el porche para esperar por Issy.

—Quería ir conmigo —explicó Peter—. Al parecer debe aprender cómo funciona para cuando tenga marido.

—¿Marido? ¿Y qué hace ella pensando en un marido a tal edad? —. Se encogió de hombros y Esmond negó con desaprobación—. Esta niña...Ya hablaremos con ella luego. ¿Qué hay de ti? ¿Alguna jovencita que ya haya conquistado tu corazón?

Se rio cuando le pasó un brazo por los hombros para aferrarlo en un gancho y su sombrero cayó al suelo en el breve forcejó.

—No hay nadie de momento, ni siquiera he dado mi primer beso.

—No tengas prisa, enano...Ya llegará la indicada.

—Que se tome su tiempo, todavía no estoy listo para recibirla.

—¿Ya decidiste lo qué harás? —. Negó y tuvieron que dejar la conversación cuando Issy finalmente dejó la casa ya vestida y terminando de sujetar el sombrero a su peinado—. Se tomó su tiempo, señorita.

—Perdón, no encontraba mi sombrero y realmente quería usar este. Papá me lo regaló hace unas noches. ¿Les gusta?

—Si pones una flor más en esa cosa serás un jardín completo —bromeó Esmond y Peter apenas pudo aguantar la risa—. ¿Pero para qué lo usas? Es muy extravagante para un viaje a la ciudad.

—Debo verme bien en todo momento...Podría conocer al amor de mi vida al doblar en cualquier esquina.

—El amor de tu vida —bufó y le ofreció su mano para escoltarla—. Más bien el primer funeral al que asistirás en tu vida.

Le dio un manotazo en el costado, haciéndolo ahogar un quejido y una risa y bufó.

—No digas tonterías, hermano mío, ambos deben aceptar que estoy creciendo y tarde o temprano me casaré.

—Énfasis en tarde —murmuró Peter e Issy rodó los ojos mientras Esmond asentía con vehemencia.

—Tontos...Los dos, no pueden evitar lo inevitable, en dos años cumpliré dieciséis y estaré en edad para integrarme en la gran sociedad y empezaré a tener pretendientes, debo ir preparándome...Mamá dice que será una época muy emocionante.

—No para papá, ya lo veo quedando calvo —dijo Peter y Esmond se rio.

—Perderá la poca paciencia que le queda, eso es seguro...Su primera hija entrando en la vida del romance...Oh, no, ya lo veo teniendo un paro cardiaco.

—Exageran, papá lo entiende.

—Sí, "entiende" —rio Peter agregando comillas con sus dedos—. Solo pido que no te apresures y te enfoques en ir a la Universidad, eso es importante.

—Tontos —rio—. La Universidad es solo un pasatiempo, mi familia será mi verdadera responsabilidad.

—Y estamos de acuerdo con eso, hermanita —concedió Esmond—. Pero, aun así, la educación es la principal escalera que todo ciudadano necesita para alzarse por encima de la mediocridad y tú, pequeña ratita, no eres excepción a la regla. Estudia, edúcate y solo así lograras ser la buena esposa que deseas ser.

—Lo haré, ya le he dicho a mamá que me gustaría estudiar pediatría en la Universidad de la abuela.

—Excelente opción —apoyó Esmond—. Apropiada y con buenos desafíos para estimular tu mente.

Caminaron hasta la estación de tren ubicada a unos minutos de White Oak y donde podían tomar un tren hasta Rochester en un viaje de dos horas. Peter pagó por los boletos con el dinero que su madre le había dado y esperaron juntos en uno de los bancos de la plataforma, mientras charlaban sobre diversas cosas y se reían un rato.

Le gustaba estar pasando ese tiempo con sus hermanos, era un buen recuerdo antes de completar su decisión de irse a Londres y posiblemente no verlos por un par de meses o incluso años.

El tren llegó después de esperar unos quince minutos y muy pocas personas bajaron en esa parada, así que Esmond abrió una de las puertas y dejaron que Issy pasara primera antes de seguirla.

Estaban hablando sobre sus planes para el verano, Issy iba riéndose porque Esmond no dejaba de molestarla con el asunto de conseguir marido, buscándole la vuelta a cada cosa que mencionaba incluso si no tenía nada que ver con hombres y se giró hacia ellos para hablarle, avanzando de espalda por el vagón mientras se burlaba.

—Issy, presta atención —regañó Peter interrumpiéndola, pero fue demasiado tarde, porque ya había chocado contra el cuerpo de un hombre que avanzaba en la dirección contraria.

El hombre la sujetó por la cintura, para detenerla de tropezar hacia el suelo y por instinto, lo aferró por los hombros para sostenerse y se quedó un momento, mirándolo a los ojos...Ojos del color de las almendras y una sonrisa parcialmente oculta por una barba bien mantenida la recibieron.

—Salvada en el acto, señorita —comentó con cierto humor y ni siquiera pudo responderle—. Espero no se hiciera daño, admito que ha sido mi debida culpa, no estaba prestando la atención requerida.

Se enderezó con torpeza cuando Esmond llegó a su lado y apartó las manos del hombre de su cuerpo para remplazarlas por las suyas al ayudarla.

—¿Estás bien, Issy?

Asintió con torpeza, todavía mirando hacia el hombre como si un fantasma se le hubiera aparecido en el camino.

Esmond se giró hacia él y el hombre borró su sonrisa y se aclaró la garganta.

—Disculpe, señor...No pretendía molestar a la joven.

—Imagino que no, pero puede seguir su camino, señor, muchas gracias por ayudarla.

El hombre asintió, levantó un poco su sombrero al pasar junto a Issy, sonriéndole momentáneamente y cuando se alejó por el vagón, Issy volvió en sí.

—Es él...—susurró—. Él será mi futuro marido.

Esmond rodó los ojos y la hizo caminar sujetándola por los hombros.

—No digas tonterías, niña, ni siquiera lo conoces.

—Oh, pero es él —aseguró y continuó mirando hacia atrás para verlo bajar en la estación—. Pude sentirlo...Todo mi cuerpo ha temblado como si me sacudiera un tornado con la fuerza de mil caballos.

—O quizás solo se te ha acelerado el corazón por casi golpearte contra el suelo.

—No, no, hermano, sé lo que digo...Me casaré con él.

Peter reprimió la risa mientras Esmond crecía en irritación y cuando encontraron un lugar donde sentarse, Issy se pegó a la ventana para intentar ver al hombre que la había salvado.

Logró verlo por un momento cuando el tren empezó a avanzar lentamente por la vía y el hombre dejó la estación y empezó a caminar por el sendero de tierra. Debía vivir cerca, supuso, cerca de White Oak, eso significaba que podría volver a verlo y no parecía muy mayor, debía tener entre dieciocho o diecinueve y era de una familia acomodada, no sería difícil de localizar.

—¿Debo recordarte que tienes catorce años?

—Quince —corrigió, volviendo su atención hacia Esmond—. Cumpliré quince en un mes.

—Igual, muy joven y él muy mayor, así que mira en otra dirección, hermanita. No es el hombre para ti.

—No sabes eso, pero yo lo he sentido...Y soy como una bruja. Percibo cosas.

Esmond sacudió su cabeza con incredulidad y miró hacia Peter, sentado a su lado.

—¿Escuchas lo que dice?

—Es cierto —señaló él y Esmond frunció el ceño.

—¿Qué cosa?

—Sí es como una bruja...A veces predice cosas...No sé cómo lo hace, pero da mucho miedo.

—¿Ves? Te lo dije y declaro que ese hombre será mi marido, tal vez no hoy y tampoco mañana, pero eventualmente lo será.

Esmond discutió con Issy respecto al tema durante todo el viaje hasta la ciudad y Peter se concentró en mirar por la ventana y apoyar a su hermano solo cuando lo miraban esperando que participara. Tenía suficiente en su cabeza y no quería estresarse discutiendo con su hermana, cuando sabía que era tan terca como una cabra y no escucharía a lo que dijera.

Llegaron a la ciudad de Rochester y cuando abandonaron la estación, fueron hacia el banco donde su padre tenía su cuenta y Peter se encargó de hacer el retiro, mientras sus hermanos esperaban a su lado.

Esmond ya estaba acostumbrado a los bancos, era un hombre casado y ya tenía su propia cuenta, Peter apenas estaba empezando a aprender sobre el tema y abriría su propia cuenta eventualmente...Cuando tuviera dinero para depositar en ella y como planeaba irse, no estaba seguro de cuando llegaría el día en el que tuviera dinero para una cuenta bancaría.

Issy, por otra parte, también estaba empezando a aprender del tema y algún día necesitaría esa información para poder usar la cuenta bancaría de su futuro marido, así como la de su padre o hermanos si llegara a necesitarlo o hacerse su propia cuenta bancaria incluso dependiendo lo que quisiera. 

Retiró los ochocientos dólares que su madre le había pedido y cuando terminó, se detuvo un rato a pasear con sus hermanos antes de volver a White Oak.

Cruzaron por el parque en el centro de la ciudad, que tenía una hermosa fuente de agua, con una estatua de piedra en el centro y cuando vieron un puesto de helados, Issy se aferró al brazo de Esmond.

—¿Puedo comprarme un helado, por favor? Hace siglos que no tengo helado.

—Ah...No sé si he traído mi cartera —. Se tanteó los bolsillos, buscando por su bolsa y empezó a negar—. Creo que se la he dejado a Lillie...

—Yo tengo —intervino Peter y le entregó unas monedas—. Mamá me lo dio para comprarnos algo, no demores ¿sí?

Issy asintió, lo besó en la mejilla para agradecerle y se marchó corriendo con la falda agitándose con sus pasos y una mano en la cabeza para sujetar el sombrero en el lugar. Ya había otro montón de niños reunidos entorno al puesto de helados y el hombre que lo atendía estaba repartiendo pequeños vasos de cristal con unas bochas de diversos sabores.

Issy tendría que esperar a que se desocupara otro vaso de cristal antes de que le pudieran servir, así que, conscientes de que demoraría un poco, Peter y Esmond se sentaron en un banco a la sombra de un árbol.

—Entonces... ¿Ya has decidido lo qué harás? ¿Te cambiarás de nombre?

—Todavía lo estoy pensando.

—¿Qué te detiene?

Se encogió de hombros y cuando Issy miró hacia ellos para saludarlos, levantó su sombrero en su dirección e inclinó la cabeza, reprimiendo una sonrisa.

—Creo que miedo...No quiero decepcionar a la familia o herir a papá por abandonar nuestro apellido. Sé que no lo entenderá y se enojará conmigo.

—Al comienzo quizás, pero entrará en razón como siempre lo hace —. Issy se entretuvo charlando con otras chicas de su edad en lo que esperaba por su helado y Esmond mantuvo la atención sobre ella, para que no fuera a perderse de vista—. Yo solo aconsejo que te decidas pronto, las clases comenzarán en septiembre y necesitas aplicar para los exámenes si quieres oportunidad de entrar en Yale.

—No quiero ir a Yale —confesó—. Hablé con el abuelo el viernes...

—¿Y qué dijo?

—Me ha apoyado, pero también me ha advertido de los riesgos. No quiero solo cambiarme el nombre, Esmond —. Se miró las manos que descansaban en su regazo y suspiró—. He estado pensando en irme...

—¿Irte? —inquirió con el ceño fruncido—. ¿Qué quieres decir con irte?

—Del país. Había pensado en Londres —. Esmond no dijo nada y Peter lo miró de reojo, esperando alguna reacción. Parecía impactado y todavía estaba procesando—. Todavía no me he decido, pero supongo que si me fuera...Tendría que ser el próximo mes si quiero tener oportunidad alguna de anotarme en alguna Universidad, suponiendo que pueda pagarla.

Solo hubo silencio por parte de Esmond y no tuvo el valor para girarse y mirarlo a los ojos. No sabía qué estaría pensando, si estaba enojado o solo sorprendido, si lo apoyaría o le prohibiría continuar con su plan.

Ni siquiera Esmond sabía cómo se sentía, sin duda, estaba sorprendido.

—Irte —repitió, todavía intentando comprender—. ¿A Londres?

—Es una opción, podría irme a otra parte...Francia o Italia, siempre quise viajar a esos lugares.

—Irte —repitió sin escucharlo—. No comprendo...Pensé...Pensé que solo era un capricho y estarías conforme cambiándote el nombre... ¿Pero irte? ¿Solo? ¿Y sin dinero?

—Bueno, no sin dinero —rio—. Me llevaré un par de dólares para que me dure los primeros días y hasta que consiga trabajo.

—Pero aun así quieres dejarlo todo...A papá y a mamá, Issy, White Oak... ¿Qué hay de Yale? Es una excelente oportunidad, Peter, y...Y... ¿Dónde vivirás? ¿Y si te hacen daño? La abuela dice que las personas a tu edad todavía no están mentalmente desarrolladas para vivir solas...

—Hasta hace unos minutos apoyabas que fuera a vivirme a Yale por mi cuenta.

—Sí, pero esto es distinto —señaló y giró en el asiento para enfrentarlo—. Londres está muy lejos, Peter, y estaremos incomunicados, las cartas tardarán semanas en alcanzarte y...Y si fuera a sucederte algo, nos tomaría días o más llegar a ti.

—Son riesgos que hay que correr —concluyó alzándose de hombros y miró hacia su hermana—. El abuelo tomó muchos riesgos y no le fue nada mal ¿o sí?

—Eso no significa nada, el abuelo es...Bueno...Él...Y eran otros tiempos.

—Y era más difícil cuando el abuelo era joven y el camino que tomó era mucho más violento y salvaje y aun así sobrevivió, yo solo iré a trabajar y estudiar y hacerme un nombre por mi cuenta.

—¿Y luego qué? ¿Volverás cuando termines tus estudios?

—No —contestó—. Volveré cuando haya tenido éxito y ni un minuto antes.

—Estás siendo tan inmaduro en estos momentos —protestó y Peter quiso reírse.

No veía que aspecto de su plan era inmaduro, solo tal vez, un poco imprudente, pero qué era la vida sin algo de imprudencia: solo monotonía y somnolencia. Él quería la emoción, la adrenalina y la aventura y por, sobre todo, quería alcanzar la victoria. Marcharse con nada más que un par de dólares y su maleta y regresar hecho un hombre nuevo y exitoso y uno que lo había logrado todo por su cuenta y propio sacrificio.

Su conversación se vio interrumpida cuando Issy llegó a ellos con su helado y las dos amigas que se había hecho la acompañaron, así que Peter y Esmond se pusieron de pie al mismo tiempo para dejarles el lugar y esperaron junto al banco hasta que ellas terminaran.

No volvieron a tocar el tema o charlar de otra cosa, las únicas voces eran las de Issy y sus dos amigas mientras seguían conociéndose y ellos las cuidaron de cerca y dejaron que se despidieran una vez hubieron terminado sus helados y regresaron los vasos al vendedor.

El viaje de regreso también fue silencioso a excepción de las charlas de Issy. Esmond miraba hacia Peter cada tanto, intentando entender lo que pasaba por su mente y Peter solo lo ignoró y se concentró en el paisaje a través de la ventana.

—Tenemos que hablar, Peter —dijo Esmond una vez llegaron a la casa.

—Ahora no puedo —mintió y se apresuró para irse hacia el porche y desaparecer dentro de la casa.

Prefería evitar que lo sermoneara o intentara convencerlo de algo sobre lo que estaba cada vez más seguro.

Dejó su sombrero colgado junto a la puerta y se fue en busca de su madre para entregarle el dinero.

—Aquí tienes, mamá. Ochocientos dólares como pediste.

—Muchas gracias, cariño. ¿No hubo inconvenientes?

—No, todo ha salido bien e Issy se ha comprado un helado en el parque con el dinero que me diste. ¿Necesitas algo más?

—No, cariño, descansa un rato.

Le agradeció y subió las escaleras yendo de dos en dos, hasta poder encerrarse en su habitación y lanzarse sobre la cama.

¿Realmente era inmaduro su plan? Ahora no podía evitar dudar otra vez y odiaba que su hermano tuviera ese poder sobre su mente. ¿Qué podía haber de inmaduro en querer ser independiente? No era idiota, sabía que sería peligroso, que probablemente lloraría muchas noches hasta dormir y extrañaría su hogar y que tendría momentos en los que la debilidad le ganaría y comenzaría a arrepentirse, pero también sabía que perseveraría ante toda la miseria y no se rendiría hasta lograr lo que quería, así le tomara diez o veinte años.

Se enderezó en la cama cuando la puerta se abrió y rodó los ojos al ver a su hermano, así que se dejó caer acostado otra vez.

—Déjame en paz —gruñó.

—No hasta que me aclares esta locura que tienes en mente —. Cruzó el dormitorio hacia el escritorio y se apoyó contra la mesa cruzando los brazos—. ¿Lo has hablado con papá?

—No y no vayas a comentárselo.

—¿Y cuándo se lo dirás tú entonces?

—No lo sé...Estoy esperando a que me diga debo irme, pero creo que me está dando unos días de descanso como hizo contigo.

—¿Y cuándo te irás?

Se sentó en la cama, suspirando por el estrés y se encogió de hombros.

—No lo sé, la idea apenas me llegó hace tres días, no tengo nada planeado, Esmond, todavía estoy evaluando posibilidades.

El rostro de Esmond no decía mucho, aunque lo conocía lo suficiente como para saber que estaba molesto. Sus brazos cruzados eran solo uno de varios indicios de eso.

—¿Me lo impedirás? —preguntó y Esmond tardó en negar.

—Debería, pero...Eres tan estúpido que terminarás escapándote si intento impedírtelo, tan solo recuerda que te daré una golpiza como consigas que te maten.

—Suerte que estaré muerto —rio y cuando se dejó caer hacia atrás sobre la cama, Esmond se acercó y le dio un manotazo en el estómago—. Auch...

—Esto es serio, Peter...Eres mi hermano y si algo te sucediera...Si algo te sucediera en ese viaje jamás me lo perdonaría sabiendo que pude haberlo impedido.

—Pero no podrías impedirlo —señaló y se enderezó una vez más poniéndose de pie—. Algo podría sucederme en cualquier momento, podría darme un infarto aquí mismo en este momento o podría caer por las escaleras y romperme el cuello o cruzar la calle y ser atropellado por tres caballos...Más peligroso o menos, si debe sucederme algo malo, no puedes evitarlo, ya sabemos cómo funciona el destino ¿o no?

—¿Y crees que está en tu destino irte a Londres?

—Creo que sí —confesó y pasó por su lado para irse hacia su escritorio y mirar hacia el campo por la ventana que tenía enfrente—. Cada vez que pienso acerca del viaje...Me llega este sentimiento, una sensación muy extraña...Y me lleno de emoción como si hubiera algo aguardándome en el viaje...Algo grande y especial...

—¿Qué cosa?

—No lo sé, pero me llama y me atrae hacia Londres más que nada.

Esmond apretó los labios, apartando su mirada hacia un rincón de la habitación y cuando Peter lo miró, suspiró y se acercó para abrazarlo. Su hermano no tardó en sujetarlo con fuerza, envolviéndolo en sus brazos y apretándolo contra su hombro, donde Peter descansó su cabeza.

—No me sucederá nada malo, Esmond.

—No puedes saberlo con certeza, enano, pero lo que sí puedo asegurarte, es que rezaré por ti todas las noches y mañanas y por favor, ten cuidado y avísame antes de irte, para poder volver y despedirme.

Sonrió ante su apoyo y asintió.

Con su abuelo y Esmond de su lado, solo faltaba convencer a su padre y luego la parte más difícil; su madre y...su abuela.

Realmente temía a ese último paso.

17 de junio 1897.
White Oak, Minnesota.

Su decisión ya era oficial después de una semana de pensar al respecto a cada hora.

Se iría a Londres con el nombre de Peter Eades y empezaría su vida de cero a la edad de diecisiete años. Estaba listo, había pasado un par de horas mentalizándose ante el espejo y ya se sentía seguro para comenzar los preparativos y hablarlo con su padre.

Afortunadamente, se decidió justo cuando su padre lo citó en su oficina para la conversación que Peter ya imaginaba llegaría. Debía irse de casa en los próximos meses; Yale o trabajo, a su padre no le molestaba lo que decidiera, solo que debía elegir algo.

Llamó a la puerta de la oficina antes de entrar y su padre lo recibió de pie al otro lado del escritorio. Estaba guardando una de las carpetas repleta de papeles que tenía de la empresa de su padre y en la mesa estaba uno de los casos más recientes que estaba trabajando en la corte de Minneapolis.

—¿Querías hablar conmigo?

—Sí, Peter, cierra la puerta y toma asiento, por favor.

Obedeció y cuando se acomodó en el sofá frente al escritorio, desabrochó su chaqueta y la estiro hacia su espalda para que no le molestara. Había estado de traje todo el día y todavía debía cambiarse para la cena.

Eli leyó en murmullos una hoja de su caso, la arrugó en su puño antes de tirarla a la papelera y movió su silla para sentarse ante el escritorio y mirarlo.

—Imagino ya sabes de lo que quiero hablarte.

—Debo irme —completó con un asentimiento y Eli sacudió la cabeza.

—No, no debes, pero apreciaría mucho que lo hicieras. Por tu propio bien, por supuesto —. Corrió el resto de documentos de su camino, despejando un poco el espacio y unió sus manos sobre el escritorio—. Tal y como hice con tu hermano, quiero poder ayudarte a empezar tu independencia, así que esperaba escogieras entre una plaza en la Universidad de Yale en Nueva York, donde yo mismo estudie o, si lo prefieres, un trabajo...Conozco algunas empresas donde tengo amigos que podrían contratarte y la paga sería muy generosa para que puedas comprarte una casa.

No respondió de inmediato y su padre tampoco lo presionó, no había prisa alguna en la conversación y Eli aprovechaba el breve descanso del trabajo que parecía apilarse de forma interminable sobre su escritorio.

Reacomodó algunas hojas de malagana, tirando otros documentos inservibles a la basura, en lo que esperaba a que Peter respondiera y este empezó a ensayar en su cabeza como compartiría su decisión.

Dos posibles escenarios estaban ante él, en el primero, su padre aceptaba su decisión con emoción y orgullo y en el segundo, terminaban discutiendo porque su padre no lograba comprender lo que pretendía hacer viajando solo a Londres y renunciando a las comodidades y la ayuda de la familia.

También tenía miedo de ofenderlo, porque si mencionaba sus motivos para irse; esos siendo, su deseo de independizarse y obtener sus propios logros, sin la influencia de la fama amasada por otro hombre, su padre podía sentirse fácilmente aludido, pues él, había obtenido cierta ventaja por parte de Jonathan e incluso trabajaba en la empresa que Jonathan había creado.

No quería ofenderlo bajo ningún término posible, porque las circunstancias de vida de su padre habían sido muy distintas y sabía que cuando él había ido a la Universidad, lo había hecho por derecho propio, pues los Morgan todavía no tenían el peso social que llevaban ahora.

Además, su padre había tenido a Esmond en sus años Universitarios y con un niño a su cuidado, no había podido permitirse ambicionar independencia absoluta o el camino más difícil, necesitaba dinero para su hijo y, por lo tanto, había aceptado cualquier opción que le dieran. Si Peter tuviera un hijo, también estaría aceptando cualquier opción posible para hacer tanto dinero como pudiera para mantenerlo.

Se acomodó en el sofá, intentando buscar una posición más cómoda para hablar, pero no pudo lograrlo. Todo su cuerpo se sentía tenso y nervioso y en cualquier ángulo que se pusiera, seguía sintiéndose fuera de lugar. Ni siquiera sabía qué hacer con sus manos.

Se aclaró la garganta, para asegurarse de que su voz no le fallaría y empezó a asentir a sus pensamientos al hablar.

—Me gustaría trabajar...

—Muy bien entonces —concedió Eli y terminó de acomodar las carpetas, obligándose a no prestarle atención al desorden—. Tengo algunas opciones que puedes considerar y te conseguiré una cita para que te den el trabajo...

—Perdón por interrumpirte, padre, pero...Hay algo más que debo decirte.

Eli frunció el ceño y sus hombros se ensancharon cuando enderezó la espalda, como si estuviera preparándose para recibir malas noticias.

—¿No serás padre ¿verdad?

Peter reprimió la risa y negó.

—No, no es eso, todavía no he conocido a ninguna mujer de esa forma.

—Oh...Bien, me alegra oírlo —. Su cuerpo se relajó de inmediato y agitó su mano para permitirle continuar—. Te escucho entonces.

Su boca se sintió extrañamente deshidrata antes de poder empezar a hablar y lamentó no tener un vaso con agua a su lado para reconfortarse.

Respiró hondo, acomodándose otra vez en el asiento y se sintió pequeño, como un simple niño a punto de ser regañado bajo la atenta mirada de su padre.

—Tu siempre me has enseñado cuales eran mis deberes como hombre —comenzó y Eli asintió en acuerdo—. Y...Siempre dejaste muy en claro que un hombre, no es algo que eres, sino algo que se construye...Y he estado pensando...y he concluido que tienes razón. Un hombre no puede ser hasta que se haga a sí mismo.

Hubo un breve silencio, en lo que Peter recomponía otra vez su valor y pensaba en las siguientes palabras. Eli no habló, pero había algo en su mirada, un destelló de curiosidad y confusión, que parecía estar adelantándose a lo que seguiría, como si pudiera leer a través de él y adivinar sus pensamientos.

—Y yo...Quiero construirme a mí mismo, padre, mi propio camino lejos de las sombras de nuestra familia y el apellido —. Esperó, en caso de que Eli quisiera hablar, pero cuando solo le llegó el silencio, acompañado de una seria mirada, decidió que debía continuar—. Quiero descubrir quién soy realmente o el hombre que puedo llegar a ser y creo que, para lograrlo, debo...dejar la protección y comodidad de nuestra familia, así que he decidido partir hacia Londres y...Uhm...Cambiarme de apellido.

Todo había fluido de maravilla hasta esas últimas palabras; cambiarme de apellido, las cuales hicieron que Eli se tensara y apretar su puño sobre la mesa.

—¿Cambiarte de apellido? —repitió con debido énfasis.

—No lo tomes como una ofensa, padre.

—¿Cómo sino habría de tomarlo? —espetó y se puso bruscamente de pie. Peter lo imitó—. ¿Después de todo lo qué mi padre ha hecho por la familia te avergüenzas de llevar su nombre?

—No, padre, esa no es la razón. No hay más que absoluta gratitud y honor en mi corazón por ser un Morgan...

—¡Entonces madura un poco y demuéstralo! —rugió y Peter bajó la mirada hacia el suelo—. ¡Que deseas estar lejos de la sombra de nuestra familia! ¡¿Qué sombra hablas?! ¡Si es gracias a esta familia que tienes lo que tienes...La ropa que vistes, la educación! ¡Comida sobre tu mesa, mocoso mal agradecido!

—Me has malentendido, padre —susurró y cuando Eli se acercó para enfrentarlo, se encogió en el lugar.

—¡¿Te he malentendido?! —. La distancia entre sus cuerpos lo intimidó y la furia de su padre hizo que se le formara un nudo en la garganta—. ¡¿O es qué tú has elegido las palabras con estupidez en lugar de inteligencia?! He pasado toda la semana buscando en la forma de darte un futuro seguro, de ayudarte a emprenderte en tu camino, para que no debas sufrir lo que yo sufrí ¡Lo que mi padre sufrió! Y todo para que me insultes... ¡Y a mi familia!

—No era mi intención, por favor...Permíteme explicar, padre, por favor...

—No —cortó y sacudió la cabeza con decepción—. ¿Quieres ser tu "propio hombre" y forjar tu camino fuera de nuestra sombra? Pues muy bien...No sere más una molestia para ti, Peter. Te marchas de esta casa ya mismo.

Alzó la mirada bruscamente, encontrando la mirada de su padre y su corazón se saltó un latido.

—Papá...

—¡Largo de mi casa! ¡Ahora!

Retrocedió, con sus ojos abiertos de par en par ante el impacto de la noticia y su pecho empezó a subir y bajar con más violencia. De todos los posibles resultados, ese nunca se le había ocurrido y era peor de todo lo que había imaginado.

Eran las diez y cuarto de la noche... ¿A dónde iría? Sus abuelos lo recibirían o sus tíos, pero su padre no dejaría que fuera con ellos y tampoco tenía el valor para enfrentarlos cuando moría de vergüenza por dentro.

—¡Largo!

Retrocedió con torpeza, tropezando un poco con el sofá a su espalda y logró enderezarse antes de caer y caminó en modo automático hacia la puerta.

Abandonó la oficina, sin cerrar a sus espaldas y lo vio todo borroso cuando se fue hacia las escaleras. Iba a llorar y ni siquiera sabía por qué. Quizás porque su padre lo había mirado con un dolor que nunca antes le había visto en su vida, porque lo había ofendido y lastimado peor de lo que había temido o porque ser expulsado de su familia era peor que cualquier otro castigo...

Su madre vino hacia él desde el corredor y no pudo verla bien entre las lágrimas que retenía.

—No lo dice en serio, Peter, no le hagas caso...—. Su voz temblaba cuando intentó calmarlo y también lo hacían sus manos cuando fue a sujetarlo por los hombros, pero la apartó y se apresuró hacia las escaleras—. Peter...Peter...Oh, Dios... ¡¿Qué has hecho, Elliot?!

—¡Lo quiero fuera de mi vista, ese niño malagradecido! ¡¿No has escuchado lo que dijo?! ¡Que somos una sombra en su camino y desea renunciar a nuestro apellido! ¡Atrevido, eso es!

Odelia entró en la oficina, donde Eli todavía no era capaz de sentarse por culpa de las emociones y lo encontró apretando los labios para contener las lágrimas que ardían en sus ojos.

—Después de todo lo que hemos hecho por él...Por todos —. Se acarició el pecho, aclarándose la garganta cuando su voz se quebró y maldijo—. Resulta que somos una sombra opacándolo...Una sombra...

Se dejó caer sobre su silla, apretándose el pecho y maldijo.

—Seguro que eso no fue lo que pretendía decir, es Peter por el amor de Dios...Sabes que él jamás buscaría hacerte daño u ofenderte de ninguna forma.

—Pues lo ha hecho —escupió y se sostuvo contra su muslo con una mano y mantuvo la otra presionada en su pecho—. He trabajado sin parar por veintisiete años para que no les falte nada...Para que no sufran y...Y ahora resulta que quiere abandonarnos y cambiarse el nombre... ¡Pues que se largue!

—¡Eliott, no digas eso! —lloró y se cubrió con sus manos.

—¡¿Crees que quiero decirlo?! ¡¿Crees que lo disfruto de que mi propio hijo me rechace?!

—¡No te estaba rechazando!

—¡Ha dicho que somos una sombra y que desea cambiarse de apellido, Odelia, abre los ojos, por favor! —. Se quejó una vez más, sujetándose el pecho con más fuerza y empezó a negar—. ¡¿Qué mierda he hecho yo para que este avergonzado de nosotros?! He intentado ser un buen padre...Lo intenté, joder...

Se ocultó en su mano cuando no pudo contener las lágrimas y clavó su codo en el muslo mientras continuaba masajeándose el pecho con su otra mano.

En el salón, Esmond bloqueó la puerta con su cuerpo para que Peter no pudiera dejar la casa y negó a sus intentos de apartarlo.

—Déjame ir —protestó con el nudo de lágrimas al borde de estallar.

—No, no puedes irte, papá cambiará de parecer ¿sí? Ve a tu cuarto.

—No, qui-quiero irme, déjame...Déjame ir —. Lo golpeó en el pecho sin mucha fuerza cuando le ganó la frustración por no poder moverlo y enterró el rostro contra él rompiendo en llanto en sus brazos—. No quería ofenderlo...

—Lo sé, enano, no pensé que le molestaría tanto que te cambies de nombre.

—Tampoco yo —sollozó y Lillie se acercó y le acarició la espalda para ayudar a consolarlo.

Odiaba llorar en frente de las mujeres y se mantuvo ocultó contra su hermano especialmente para que no lo viera de esa forma.

La discusión entre sus padres continuaba en la oficina y no parecía calmarse, no le gustaba escuchar a su padre llorar porque él nunca lo hacía y saberse responsable de ese evento lo llenaba de culpa. Jamás había querido lastimarlo. Jamás.

Se soltó del agarre de Esmond, aunque este intentó detenerlo y sin mirar hacia Lillie por vergüenza o hacia sus hermanos y hermanas más pequeños, que lo observaban angustiado desde el salón, cruzó el corredor hacia la oficina y se acercó a la puerta.

Los gritos se volvieron más fuerte cuando fue acercándose y pudo ver a su madre en la entrada y a su padre sentado junto al escritorio. Esmond lo seguía, era consciente de ello, pero no se giró para mirarlo.

—Es mi hijo también, Odelia...Y lo amo más que a mi propia vida y por eso me duele, maldición, me duelen sus palabras...

—No pretendía lastimarte, padre —intervino y la mirada de Eli se endureció sobre él al verlo—. No era mi intención...No me he expresado bien y ha sido mi culpa, lo ha sido, pero necesito que sepas que no pretendía hacerte daño...Estoy feliz de ser un Morgan y lo agradezco tanto, incluso pensaba usar el ap-apellido de la abuela, para así permanecer conectado a la familia...Y porque se lo mucho que la amas y pensé...Pe-pensé que te alegraría. Solo quiero hacerte sentir orgulloso, padre, perdóname, por favor.

Odelia intentó sujetarlo cuando pasó por su lado, pero se soltó de su agarre y cruzó la oficina hacia su padre para arrodillarse en el suelo frente a él.

—Te ruego me perdones por mi insensibilidad y si no deseas que continúe con los planes que había ideado, no lo haré, obedeceré a tus deseos, pero, por favor...No me eches de la familia, te imploro.

Miró hacia el suelo, apenas logrando contener las lágrimas y Eli se cubrió el rostro con su mano, presionando el codo contra el borde del escritorio y lloró en silencio sin responder.

—Eliott, por favor —sollozó Odelia desde la puerta y Esmond la sujetó desde atrás para reconfortarla.

Se había abrazado a sí misma y su pie golpeó el suelo en una especie de berrinche que solo transmitía su desesperación interior.

—Es nuestro hijo, por favor...No hagas esto, Eliott, te imploro...—. Se liberó del agarre de Esmond para acercarse y al igual que Peter, se arrodilló frente a él y se recostó contra su muslo—. Por favor...

—Seré un mejor hijo, padre, lo prometo.

Peter esperó en silencio, arrodillado con la mirada en el suelo y Odelia continuó implorando en suaves susurros entre las lágrimas hasta que la mano de Eli descansó sobre su cabeza y su suave caricia la calmó. Una chispa de esperanza se instaló en ella.

Esmond era el único que observaba desde la puerta y su esposa se había quedado al final del corredor, con los niños y más pequeños, intentando mantenerlos tranquilos, pero al mismo tiempo atenta, en caso de que Esmond la necesitara.

Prefería que no se acercara, ella era parte de la familia como cualquier otro, pero su padre no apreciaría tenerla demasiado cerca en esos momentos y tampoco su hermano mientras se permitía ser vulnerable como rara vez lo hacía.

No dijo nada para intervenir en el momento y solo esperó, como un mero observador, a que su padre entrara en razón y permitiera a Peter quedarse. La realidad era que, como hijo mayor jamás desafiaría la autoridad de su padre, nadie en la casa, salvo su madre, se atrevía a desafiarlo, pero debía admitir que estaba dispuesto a hacer una excepción por primera vez en su vida si continuaba con su decisión de echar a su hermano.

Se lo llevaría a California con él si debía, pero Peter no terminaría en la calle bajo su guardia, eso era un hecho.

Eli se limpió las mejillas, barriendo las lágrimas que habían mojado su piel y se perdían en su barba y enderezó un poco su cuerpo, aclarándose la garganta y tragándose el resto de la angustia, aunque sus ojos siguieran rojos y ardieran un poco.

Le hizo un gesto a Odelia para que se enderezara y le ofreció su mano para ayudarla y ella se apartó un poco, todavía llorosa y regresó a Esmond, quien estaba dispuesto a consolarla con un abrazo.

Peter siguió arrodillado y su mirada no se apartó del suelo y los zapatos de Eli.

—¿El apellido de mi madre dijiste? —lo escuchó preguntar y lo tomó por sorpresa, por lo que tardó un segundo en acomodarse en el suelo y asentir.

—Así es, padre.

—¿Y por qué irte?

—Para construir mi propia reputación sin el favoritismo que se me concede y por el cual estoy muy agradecido, no es una queja lo que planteo.

—Suena como una —murmuró y buscó su pañuelo de tela en el bolsillo de su traje para ofrecérselo a su mujer—. No sufras más, querida, Peter puede quedarse.

El alivio cayó sobre ella pintando su rostro con una enorme sonrisa y más lágrimas incontrolables y apretó el pañuelo contra su rostro para ocultarse un momento y luego se apresuró hacia Eli y sujetó su rostro para besar su mejilla.

—Gracias, cariño, muchas gracias.

Peter permaneció en el suelo a su lado, aunque la tensión en su cuerpo había cedido un poco.

—Padre...No haré nada en contra de tus deseos —aseguró, intentando obtener su atención otra vez.

Eli lo miró y dejó ir el agarre sobre la cintura de Odelia, para girar su atención hacia Peter y apoyarle una mano sobre él hombro. Este levantó la mirada hacia él.

—Ve a tu habitación y hablaremos de esto mañana.

Asintió, aunque no era la resolución que había estado esperando y cuando pasó junto a Esmond, este intentó consolarlo, pero esquivó su agarre y subió como un torbellino hacia su cuarto, para encerrarse y llorar en la seguridad de su cama.

No había nada en el mundo que pudiera dolerle más que decepcionar o angustiar a su padre y en solo una hora, había logrado ambas cosas y todo por no saber expresarse y ser estúpido...Al menos eso se decía a sí mismo mientras se cubría con las mantas y enterraba el rostro en la almohada.

Lloró hasta quedarse dormido y en parte, le habría gustado no despertar nunca más, aunque no sucedió y terminó despertando poco después de la medianoche cuando sintió movimiento en la cama a su lado.

Apenas pudo reconocer la figura de su hermano mayor cuando se metió en la cama con él y decidió darle la espalda e ignorarlo, porque no quería que lo viera tan vulnerable en esos momentos. Una decisión tonta claro estaba, Esmond siempre había estado allí para consolarlo desde que tenía memoria.

—No seas orgulloso, enano —lo escuchó decir y rodó los ojos—. Dale un abrazo a tu hermano favorito.

—No quiero —. Se ocultó bajo las mantas de la cama y dobló las piernas hacia el pecho, intentando desaparecer para que lo notara—. Quiero estar solo...

—Peter...No sufras por lo de esta noche, ha sido un malentendido.

—No, lo he decepcionado —logró decir antes de perder la voz y Esmond se arrastró por la cama y lo abrazó—. Déjame...

—Ya, tranquilo —. Logró que se calmara y cuando Peter giró hacia él, le sujetó la cabeza contra su pecho y descansó el mentón contra su cabello—. No lo has decepcionado ¿de acuerdo? Ha sido el momento nada más, pero se calmó después de que te marcharas y hable con él, le explique que fue mi idea que te cambiaras el nombre y lo ha entendido mejor, hablará contigo en la mañana y todo estará bien.

—Pero...Pero...

—Shh, no sufras más, enano —. Dejó un beso en su frente y suspiró—. Eres el orgullo de esta familia y siempre lo serás, ojalá yo hubiera tenido tu valor y ambición a tu edad en lugar de haber perdido tanto tiempo siendo irresponsable...Pero mira, me superas en todos los aspectos.

—No es verdad...

—Lo es —aseguró y le sujetó el rostro para mirarlo a los ojos—. Y no me molesta que así sea, eres mi hermano, joder, no hay nada que quiera más, salvo verte superarme y llegar mucho más lejos de lo que yo pude.

Lo soltó, permitiéndole recuperar su espacio otra vez y cuando Peter se sentó en la cama y encendió la lámpara de noche, lo imitó y se recostó contra el respaldo.

—Admito que me sentí un poco celoso al comienzo, cuando me dijiste como te sentías y como ansiabas formar tu propio camino y conseguir tus logros —. Hizo una pausa y miró hacia las mantas cubriéndolo y jugó con el borde de la tela, enrollándola en su dedo—. Sentí vergüenza de mí mismo por no haber pensado de la misma forma, por haber tomado lo que me daban sin cuestionarlo...Pero al mismo tiempo, me llenas de orgullo y sé que papá se siente igual.

—No deberías avergonzarte de ti, siempre te he admirado toda mi vida...Tienes la familia que yo deseo poder tener algún día.

—Y la tendrás, enano —aseguró y buscó su mano sobre la cama para entrelazar sus dedos—. Sé que la tendrás, porque eres terco y conozco tu carácter, cuando te propones algo...Nada te detendrá de lograrlo.

—Podría fracasar.

—Podrías, probablemente lo harás un par de veces, pero el fracaso no tiene por qué ser el destino final, enano. Si fracasas, te levantarás y lo intentarás otra vez hasta que lo logres.

Peter asintió y no se contuvo más de lanzarse hacia adelante y abrazarse a Esmond con fuerza, prácticamente cayendo sobre su cuerpo.

Esmond se rio entre un quejido por el peso aplastando su pecho y lo abrazó de regreso, alborotándole un poco el cabello castaño y repleto de ondas que Peter traía corto y despeinado por dormir.

—Uf, mierda que estás más pesado.

—Eres el mejor hermano del mundo —aseguró y Esmond sonrió con orgullo y dejó un beso en su mejilla.

—Lo sé, soy grandioso en todo.

Se rio cuando Peter se apartó bruscamente, soltando un bufido y su risa se convirtió en un quejido cuando recibió un manotazo en un costado.

—Auch.

—Ser arrogante no te queda bien.

—Pero te he hecho reír, ah... ¿Ves? Misión cumplida.

Sonrió sin poder evitarlo, dándole la razón internamente y cuando Esmond se acostó, cubriéndose con las mantas, lo imitó y apagó la lámpara.

—¿Realmente crees que papá me entenderá? —preguntó en la oscuridad y unió las manos debajo de su mejilla, con su cuerpo enfrentando el de Esmond.

—Por supuesto que lo hará y te admirará también, es imposible que no lo haga.

—Pero...Cree que lo he traicionado por elegir abandonar el nombre familiar y esa no es mi intención, Esmond, no quiero...

—Sé que no —interrumpió para calmarlo—. Y él también lo sabe, solo hubo un pequeño malentendido ¿sí? Tranquilo, hermanito.

Asintió, permitiéndose exhalar sus nervios y giró en la cama para mirar hacia el techo.

—Haré que estén orgullosos de mí, Esmond, tienen mi palabra de que no fallaré.

Esmond sonrió con sus ojos cerrados y giró hacia el techo también.

—Sé que así será, enano. Ahora duérmete, finalmente tengo una noche para descansar sin interrupciones y quiero aprovecharla.

—¿No se molestará Lillie porque la has dejado sola con los niños?

—Ha sido su idea que venga a hacerte compañía —informó y bostezó—. Y aprovecharé y evadiré mis responsabilidades de padre por la noche.

Se rio sacudiendo su cabeza en desaprobación y volvió a abrazarlo antes de dormir. Al menos se sentía mucho más ligero ahora y su optimismo había regresado, con la esperanza de que su padre y él hablarían en la mañana y todo quedaría aclarado. 

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