𝑊ℎ𝑒𝑛 𝑆𝑒𝑝𝑡𝑒𝑚𝑏𝑒𝑟 𝐸...

By metakosmica

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Luego de asistir a un concierto, Miriam se verá envuelta en un altercado que la dejará muy mal herida. Al re... More

𝑁𝑜𝑡𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑎𝑢𝑡𝑜𝑟
『𝘊𝘏𝘈𝘙𝘈𝘊𝘛𝘌𝘙𝘚』
⋆𝑼𝒏𝒐⋆
⋆𝑫𝒐𝒔⋆
⋆𝑻𝒓𝒆𝒔⋆
⋆𝑪𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐⋆
⋆𝑪𝒊𝒏𝒄𝒐⋆
⋆𝑺𝒆𝒊𝒔⋆
⋆𝑺𝒊𝒆𝒕𝒆⋆
⋆𝑶𝒄𝒉𝒐⋆
⋆𝑵𝒖𝒆𝒗𝒆⋆
⋆𝑫𝒊𝒆𝒛⋆
⋆𝑶𝒏𝒄𝒆⋆
⋆𝑫𝒐𝒄𝒆⋆
⋆𝑻𝒓𝒆𝒄𝒆⋆
⋆𝑪𝒂𝒕𝒐𝒓𝒔𝒆⋆
⋆𝑸𝒖𝒊𝒏𝒄𝒆⋆
⋆𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒔𝒆𝒊𝒔⋆
⋆𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒔𝒊𝒆𝒕𝒆⋆
⋆𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒐𝒄𝒉𝒐⋆
⋆𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒏𝒖𝒆𝒗𝒆⋆
⋆𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒖𝒏𝒐⋆

⋆𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒆⋆

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By metakosmica

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—¡NO PUEDE SER!

—¡Podemos explicarlo! —Míriam habla a tropezones bajando del mesón con la ayuda de Bill, quien la cubre con su blusa rápidamente. Se la pasa por los hombros y abotona lo más rápido que sus dedos lo permiten los tres primeros botones. 

—¡¿Bill, que mierda?! —Tom se levanta del sofá caminando con apuro hacia los descubiertos—. ¡Te mandé cincuenta mensajes! ¡¿Cómo es que no los viste?! —grita en un susurro.

—¡Mi celular murió hace mucho!

—¡¿Qué hacen en mí casa?!

—¡¿"Qué hacen en mí casa"!? —Exclama Georg tirando la fuente de palomitas sobre la alfombra  al ponerse de pie— ¡¿Qué mierda hacen ustedes?!

—Georg cálmate, podemos explicarlo.

—¡¿Calmarme?! ¡Aposté mis putas pelotas por ustedes!

—¿Que hiciste qué?

A espaldas de esta escena se encuentra un callado Gustav, quien se acerca al sofá para rebuscar una cajetilla de cigarros dentro de su chaqueta, llama la atención de Míriam y con su mirada pide permiso para ir a fumar en su balcón, recibiendo un asentimiento para enseguida subir las escaleras.

Miriam lo sigue un minuto  después luego de meditar qué sería lo mejor, alejándose del caos que se ha armado en la primera planta.

Entra con expectante vacilación en la habitación caminando a paso calmado y titubeante al verlo desde sus espaldas apoyado de los codos en el barandal del balcón.

—Hace frío, ¿qué haces aquí? —Gustav levanta los hombros quitándose el cigarrillo de los labios exhalando la densa masa de humo para tenderle la pequeña caja a Miriam de donde saca otro cigarrillo. Gustav saca un encendedor de su pantalón y se lo enciende, Miriam le da una profunda calada con la esperanza de poder calmar sus nervios antes de escucharlo hablar.

—¿Por qué razón esconderlo? —La pregunta hace sentir mal de inmediato a Miriam. Sabe que lo que hicieron no fue correcto del todo. Da un suspiro y responde:

—Cuando todo esto entre nosotros se concretó nos pilló algo desprevenidos.

—Mir, no te acuestas con alguien por accidente —Ríe contagiando a Miriam.

—No me refiero a eso... digo sí, o sea no pero, lo que quiero decir es —habla nerviosa— fue todo tan... intenso, tan...

—Basta, me quedó claro.

—Me refiero a que aunque suene tonto, nos pilló por sorpresa y no supimos qué hacer, en ese momento lo que creímos correcto fue velar por el bien de la banda.

—¿Y Tom?

—Tom... supongo que Bill no es capaz de guardarle un secreto por tanto tiempo a su hermano.

—... Tiene sentido...

Se quedan fumando en silencio por unos segundos rodeados por la ambientación de una fría noche pero, hay algo que a Miriam no la deja en paz y que la obliga a volver a hablar.

—Sé que nuestra relación no es convencional, sé que el riesgo en el que estamos poniendo el nombre de Tokio Hotel es inmenso, pero escucha; juramos mantenerlo en secreto, es en serio, nadie fuera de ustedes se enterará jamás.

—¿Mantendrán su relación secreta hasta que sean ancianos y tengan cincuenta nietos?

—...

—Mir, respóndeme esto —Míriam lo observa expectante—, ¿están enamorados? —Una sonrisa se escapa entre su nerviosismo.

—No tienes idea de cuanto —Gustav levanta sus cejas y hombros al mismo tiempo.

—Ahí lo tienes —La señala con tono evidente—. Nadie, escúchame bien, nadie tiene el derecho de decirles a quién amar y, si el día de mañana los descubren, ahí estaré para defenderlos, para defender su amor. Luchen por él porque conseguirlo es demasiado difícil para algunos y robarlo, demasiado sencillo para otros —Vuelve a llevar su cigarrillo a los labios volviendo a observar con esmero las estrellas.

—Si no es eso, ¿entonces qué es?

Vuelve a levantar los hombros con dolor disfrazado de indiferencia.

—Sé que hay algo más —Miriam insiste.

—Mir, yo me pregunto... ¿En dónde quedó nuestra amistad? —Sonríe confundida—. Me refiero a nuestra amistad de hace unos meses.

—¿Por qué lo dices?

—Nos contábamos todo, salíamos a tomar café a solas, la pasábamos... bien. Extraño tu amistad, Mizy.

«Sólo mi familia me llama de esa manera», piensa sorprendida.

En ese mismo momento una sonrisa discreta se instala en su rostro al miles de recuerdos de su amistad chocar fugazmente en su consciencia como prueba de su cercanía y complicidad.

Se pregunta cómo ha podido tardar tanto en recordarlo. Cómo ha podido alejar a una persona tan dulce e inocente como él. Se siente culpable a pesar de saber que no ha sido su propósito.

—Lo siento —Gustav separa su mirada de las estrellas soltando el humo de su boca.

—Ya dije que no me interesa que estén juntos, es cosa de ustedes —Mueve las manos negando.

—No. Lo siento por alejarme —Los ojos de Gustav denotan una fuerte melancolía—. No sabes lo que me arrepiento, por favor, no permitas que lo vuelva a hacer —Gustav pasa un brazo por sus hombros y la atrae a su costado en un medio abrazo.

Ya en su segundo cigarrillo, Miriam se atreve a romper otra vez el silencio en un intento de sacarle una sonrisa, pequeña aunque sea.

—Y dime, ¿durante este tiempo encontraste a alguien? —Levanta sus cejas de manera pícara. Gustav ríe negando con la cabeza.

—Nadie pero, ¿te soy sincero? —Miriam asiente entusiasmada—. Espero con ansias el día que el amor toque a mi puerta, hasta entonces guardaré ese hueco aquí —Se señala el pecho—, en mi corazón.

Míriam le regala una sonrisa sincera siendo correspondida con un beso en medio de su frente volviendo a entrar en un profundo silencio hasta que son interrumpidos por unas pesadas y rápidas pisadas detrás de ellos.

—¡Amor mío de mi vida! —Giran sus cabezas simultáneamente encontrándose con un agitado Bill corriendo hacia ellos—, Georg me quiere golpear.

—¿Qué?

—¡BILL! ¡Maldito hijo de puta! —Bill se esconde detrás de Miriam.

—¿Qué sucedió?

—Dice que te haré sufrir.

—¡Bill como no te dejes golpear tomaré un avión y le haré una dedoscopía a tú puta madre!

—¡GEORG! —Míriam lo reprocha por lo que acaba de decir.

—¡Es lo justo! ¡Es el equivalente a que esté contigo!

De pronto, Georg se queda en completo silencio y deja sus intentos de atrapar a Bill de lado, sustituyendolos por una mirada perdida y algo trastornada.

—Un momento... ese día en tu oficina... 

—...

—...

—¡NO PUEDE SER! ¡SON UNOS ASQUEROSOS!

Unos días después...

—Fueron un público increíble, ¡Gracias Las Vegas!

* ˚ ✦ 𝑴𝒊𝒓𝒊𝒂𝒎 ✦ * ˚

—¿Qué hacemos primero? —Georg camina detrás de nosotros casi a saltos de lo ansioso que está.

—¿De qué hablas? Son las una de la mañana.

—Bill, no seas aguafiestas, ¡estamos en Las Vegas! 

—No cuenten conmigo, estoy demasiado cansada, mañana me uno a lo que sea —Niego entrando en el elevador.

—Yo me quedo contigo —Bill me envuelve la cintura desde atrás y da un beso en mi mejilla para quedarse con su barbilla apoyada en mi cabeza.

—¡Puaj! —Se queja Georg haciéndome rodar los ojos—. Además de aburridos, asquerosos. Tom, Gus, díganme que ustedes aceptan —ruega.

—Sabes que sí —Chocan las palmas frente a nosotros.

—Gus de seguro tampoco va, no te volveré a pregunt-

—Acepto —dice serio provocando una mirada de enorme ilusión en Georg.

—¡¿ES ENSERIO?!

—Sí, vamos.

—Está bien, entonces ustedes van y Mir y yo nos iremos a dormir.

—¿Duermen en tú habitación? —pregunta Tom.

—No, iré sólo un rato, luego voy a la nuestra —Me quejo—. Perdón, preciosa pero no podemos arriesgarnos —Vuelve a besar mi cabeza.

—Adiós —se despide Georg apenas el elevador llega a nuestro piso— ¡Aguafiestas! —exclama antes de que las puertas se vuelvan a cerrar.

Enseguida llegamos a mi habitación, me lanzo en la cama y Bill corre al baño.

—Baño, baño, baño, baño —dice en murmullos cerrando la puerta detrás de sí.

Me siento sobre la cama y con mucha pereza deshago las ligas de mis botas, las lanzo al suelo y me cubro con las mantas. Es primavera en Estados Unidos pero, de todas formas, sigue haciendo un poco de frío.

Ha sido un viaje maravilloso, ya sé lo que dirán, llevamos sólo un día fuera de Alemania pero, el estar con Bill y que los chicos ya estén al tanto sobre nuestra relación lo hace muchísimo más sencillo.

Al único que le ha costado un poco más es, obvio, a Georg, o eso nos quiere hacer creer. Ayer lo atrapé sonriéndonos a escondidas, sé lo que pretende, intenta mantener a Bill a la raya, cree que en cualquier momento la cagará y me hará daño, espero que se de cuenta de lo equivocado que está.

Tomo el mando de la televisión y la enciendo alumbrando la habitación y dejando un poco de lado la tenue luz de la lámpara de pie que se encuentra en la esquina.

Paso los canales uno por uno hasta llegar al canal infantil. Sonrío subiendo el volúmen.

La puerta suena abriéndose, me hago a un lado mientras Bill se desabrocha los pantalones.

—¿Qué estás viendo? —Se recuesta a mi lado lanzando sus botas al suelo para luego deshacerse de sus incómodos pantalones de cuero.

—Están pasando Blancanieves.

—Puaj.

—¡Oye! Era mi favorita de niña —reprocho. Pasa un brazo por sobre mis hombros y yo acomodo mi cabeza sobre su pecho—. ¿Por qué no te gusta?

—Una niña de catorce años que la madrastra la quiere asesinar y se va a vivir a un bosque con siete ancianos... mmhh dejame pensar qué podría estar mal en esta historia —Río.

—Entiendo, entiendo, es algo turbia.

—¡¿Algo?!

—Bastante —Acepto con una sonrisa. Nos quedamos en silencio para escuchar la canción que viene a continuación.

[Mi príncipe vendrá - Blancanieves]

«—En el mundo no hay otro como él, hermoso y gentil.

—¿Y dijo que te amaba?

—¿Te dio un besito?

—Fue tal el romance que no resistí.

Un día encantador

Mi príncipe vendrá

y dichosa en sus brazos iré

a un castillo hechizado de amor.

—¡Bah, pamplinas!»

Río sintiendo una pequeña lágrima caer por mi mejilla, la seco rápidamente sintiendo en el mismo instante la mano de Bill acariciar mi cabello.

«Un día volverá 

rendido de pasión.

Y por fin mi sueño

se realizará.

Lo siento en mi corazón»

Tomo su mano entre la mía y la llevo a mi rostro para dejarle un beso en su dorso procurando quedarme un segundo más de lo debido para poder sentir su aroma y su calor. Su calma, su comodidad y su seguridad. Me siento tan segura a su lado, siento que absolutamente nada puede pasar sobre nosotros y quebrarnos. Siento que nada puede quebrarme a mí.

Vuelvo a secar otra lágrima.

—¿Qué tienes? —pregunta suavemente retomando sus caricias en cuanto suelto su mano.

—De niña jugaba a imaginar que era ella...

—Mir, ¿debo repetir de qué se trata la historia? —Río.

—Eso no, tonto —Golpeo despacio su abdomen haciéndolo reír—. Soñaba con ser una princesa de cuentos. No lo sé —Levanto mis hombros—, creo que siempre tuve la ilusión de que llegara un príncipe azul y me salvara de mi realidad... Tener un final felíz, una vida de cuentos o, al menos lo que en esta vida se considera de cuentos; hijos, nietos, una bonita casa a las afueras de la ciudad, un perro o dos —Pienso dos segundos lo que acabo de decir—. Bueno, creo que ya se me cumplió lo del príncipe —Sonrío con ternura sintiéndolo inclinarse y besar mi cabeza—. Sueño con una vida tranquila y feliz, nada más que eso.

Treinta minutos de completo silencio pasan por nosotros en donde sólo se escucha la película y una que otra risa de mi parte pero, Bill sigue muy callado. ¿Enserio tanto aborrece la película? ¿Debería preguntarle si es que quiere que la cambie? o tal vez ya se durmió...

—Mir —Me sorprende escucharlo hablar nuevamente. De verdad creí que se había dormido.

—¿Quieres que la cambie? —Niega de inmediato.

—Mir.

—Mhh —digo apenas intentando escuchar la película.

—Miriam.

—Te escucho.

—Casémonos.

Me siento de inmediato sobre la cama dándole la espalda a Bill quien también se ha sentado. No lo miro, me mantengo viendo a la nada.

—Mir.

—...

—¿Oíste?

—...

—Escucha, sé que suena loco pero, llevo tiempo pensándolo, me he planteado muchas veces la posibilidad de crear una vida junto a alguien y la cuestión es que no me imagino absolutamente a nadie más que a tí a mi lado. Me siento incapáz de sentir lo que siento por tí por otra persona, es imposible... Y sobre lo que dijiste... el final feliz, el príncipe azul, la vida de cuentos... de pronto todo cayó en su lugar. Las vegas, la película... tú... yo —Pego un pequeño salto al sentir su mano sobre mi hombro—. Mir, hagámoslo.

—...

—Espera, espera haré esto —habla rápidamente. Siento que gatea un poco sobre la cama llegando a mi lado, sus manos entran en mi campo de visión, muevo la cabeza un poco sólo para ver mejor. Mi corazón está a mil por hora y mi rostro no es capaz  de demostrar ni siquiera una sóla sonrisa. Estoy a nada de que me de un ACV. 

Quita uno de sus anillos de su mano, uno de los más grandes, es plateado y tiene una piedra violeta sobre él. Toma mi mano y yo lo veo a los ojos con el ceño fruncido aún escuchando la música de ambiente pero ya vuelta murmullos a causa del pitido de mis oídos.

—Míriam Fritz —Toma un profundo suspiro antes de continuar hablando—, ¿me concederías el honor de ser tu esposo por el resto de nuestras vidas?

—... —Pasan unos segundos que, a juzgar por el rostro de Bill, puede que haya sido un poco más de tiempo.

—Por favor, dime algo.

—... —Alejo mi mano de la suya casi por instinto al sentirla electrizada.

—Al menos mándame a la mierda, Mir, pero por favor, dime algo.

—...

—Miriam... —De pronto mis emociones se vuelven a activar de la nada, tomo un gran respiro intentando tomar todo el aire que no había podido pasar por mi sistema seguido por una gran carcajada que me hace cubrir mi rostro ya rojo por la falta de aire, mi abdomen duele de tanto reír y la expresión confundida de Bill lo hace aún peor.

—Hay que hacerlo —Logro decir luego de ya calmar mi risa.

—¿Cómo?

—¡Sí!  —Me lanzó a abrazarlo—. ¡Hay que hacerlo!

Me devuelve el abrazo de inmediato soltando todo el aire de sus pulmones uniéndose a mi risa.

—Espera, espera —Me aparta con cuidado y vuelve a tomar de mi mano izquierda. Estiró mis temblorosos dedos y con cuidado me traspasa su anillo. Acerca mi mano a su boca y deja un beso sobre el anillo.


—¿No crees que es demasiado inapropiada mi falda? —Intento acomodar las lentejuelas de la corta tela.

—¿De qué hablas? Estás hermosa.

—¿No es muy plateada? —Hago una mueca deteniéndome a su lado al salir del hotel—. Quiero decir, nos casaremos...

—Amor, mira mis zapatos —Bajo la mirada para ver sus botas de tacón—, mira mi cabello —Levanto las manos para acariciar su cabello liso y aún repleto de sus trenzas blancas—. Mira mi maquillaje —Sonrío al ver sus ojos negros—. Perdón si alguien se ofende  con lo que diré pero, somos los más icónicos de esta maldita ciudad —Suelto una carcajada.

—Señor Kaulitz —Me alejo un poco de Bill al escuchar una tercera voz a nuestro lado—, el automóvil que solicitó está aquí. 

—Muchas gracias.

El ballet le entrega las llaves y luego de brindarnos una pequeña reverencia, se aleja dejándonos nuevamente a solas.

—Mierda... —susurro—, es incluso mejor que mi auto —Paso mi mano sobre el capó del deportivo frente a mí—. Es un Ferrari F430 del dos mil ocho... descapotable.

—Y rojo —dice Bill igual de ilusionado que yo.

—Y rojo...

—¡Yo conduzco! —exclama abriendo rápidamente la puerta.

—¡¿Qué?! —Me quejo—, ¡No se vale! —lloriqueo al verlo ya sentado encendiendo el motor, el cual al instante ruge. Toca la bocina llamando mi atención.

—¡Hey, piernas lindas! —imita un acento estadounidense engrosando la voz. Levantó una ceja cruzándome de brazos—, ¿te montas en mi auto por un paseo? —Formo una mueca—. Sonó horrible, perdón amor —se retracta de inmediato—, vamos.

—Por eso a la vuelta conduzco yo —Me subo a su lado a regañadientes.

Conduce por las ruidosas calles de Las vegas, nuestros cabellos vuelan con el viento y nuestras ilusiones penetran en nuestros futuros inciertos. 

Estiro mi mano y enciendo la radio, paso estaciones hasta sintonizar la estación latina en donde, por supuesto, encuentro la canción perfecta.

[En la ciudad de la furia - Soda Stereo]

Levanto mi mano y la dejo bailar con la brisa en el momento en el que entramos en una larga calle casi desolada. Desabrocho el cinturón de seguridad y me inclino para despojarme de mis tacones. Subo mis piernas al asiento sintiendo la curiosa mirada de Bill sobre mí a cada tantos segundos. Me pongo de pie y me siento sobre el respaldo del asiento.

—¿Qué haces? —dice un poco preocupado—. Te caerás.

—Shhh... —Vuelvo a flotar con el viento disfrutando de las luces embriagantes de la ciudad siendo reflejadas en las lentejuelas de mi falda y el parabrisas del auto—. Me dejarás dormir al amanecer, entre tus piernas... —canto en un murmullo rozando mi rodilla con el hombro de Bill riendo, por supuesto él no entiende a lo que me refiero pero de todas maneras puedo notar su distracción—. Sabrás ocultar me bien y desaparecer... entre la niebla... —Levanto mis brazos sintiendo el viento pasar por entremedio de mis brazos, de mi cintura, de mis pechos, de mi cabello.

Se detiene en una luz roja y, casi en el mismo instante, su mano toma de la pierna que lo estuvo rozando y sin apartar la vista del semáforo, deja un beso sobre ella antes de volver a andar.

—¿En dónde se supone que está la capilla?

—¿Estás leyendo bien el mapa? 

—Bill, es un mapa que me vendió spiderman de seguro en drogas hasta el culo, dudo que sea... ¡Ahí, ahí es! —Apunto a la linda capilla blanca a la orilla del camino a unos metros de nosotros—. Estacionate ahí.

Se detiene sobre el precario estacionamiento de tierra a un lado.

—¿No crees que se lo roben, cierto?

—Nah.

Apenas entramos nos recibe una pequeña sala de espera con un sofá muy lindo de color rojo y, un poco más adentro, una chica detrás de un escaparate sentada leyendo una revista adolescente a pesar de verse de más de veinticinco años. 

Antes de acercarnos a ella me detengo a observar las fotografías que cuelgan de las murallas, me hace recordar a la cafetería de Alph y las fotos con su esposo. Muchas parejas caśandose, sonriendo, besándose, llenos de ilusiones y planes a futuro... me pregunto qué será de ellos.

—¿Estás seguro de que aquí casan a las personas así nada más?

—Mir —Señala una de las fotografías—, ese se está casando con un loro... dudo que nos pidan demasiado... o al menos así lo hicieron en Friends.

—¿Me estás diciendo que tus suposiciones se basan en una sit-com de los noventa?

—Si...

—¿En qué los puedo ayudar? —dice la recepcionista cuando llegamos a su lado sin apartar la vista del artículo que está leyendo.

—Queremos casarnos —responde Bill sonriendo. Lo sigo con la sonrisa, en una de esas hacen una excepción y dejan que nos casemos sin nuestras identificaciones... que con la desesperación de salir se nos quedaron en el hotel...

—Llenen esa forma —Apunta a un montón de papeles a su lado escupiendo saliva a causa de la goma de mascar de su boca.

—Pero hay un problema.

—A no ser que uno de los dos sea un cadáver no me interesa.

—No tenemos identificaciones...

—No me interesa, llenen la forma. Los llamarán en diez minutos.

Mi vista se corre unos centímetros de su cabeza —porque no veo nada más que eso— y se posa sobre la revista, abro los ojos enormemente, tomo una forma y el brazo de Bill guiándolo al sofá de la entrada.

—¿Qué molesta esa chica? —murmura—. ¿Qué tienes? —Hago que se siente a mi lado y cubro nuestros rostros.

—La chica es fan tuya.

—¿De dónde sacaste eso?

—Estaba leyendo un artículo de "Las cinco formas de conquistar a Bill Kaulitz" —digo con voz nasal haciendo comillas con mis dedos.

—Ah, mierda...

—¿Qué hacemos? —Bill levanta sus hombros.

—Dejarle un autógrafo —dice riendo. Golpeó su brazo en forma de regaño.

—Bill, hablo enserio. ¿Qué pasa si te reconoce?

—Miriam, ¿quieres que sea honesto? —Suspiro—, no me interesa.

—¿De qué hablas? —sueno un poco más desesperada de lo que de seguro debería.

—Mir —Toma mi mano y baja la forma que aún nos cubría el rostro—, mira en dónde estamos, nos casaremos... no me importa ya si nos descubren —Besa mis labios inesperadamente—, tranquila, no pasará nada, luego de esto nadie nos podrá decir absolutamente nada —Tomo un profundo respiro asintiendo.

—Está bien, tienes razón.

Llenamos la forma rápidamente y, aunque sé que Bill intentó ocultarlo, ví su mano temblar al momento de escribir su nombre. 

Está asustado, lo sé muy bien pero intenta aparentar que no, como siempre intenta hacerme creer que es más fuerte de lo que realmente es.

—¡Siguientes!

—¿Lista? 

—Más que nunca —Nos ponemos de pie, estiró mi falda en un intento de disipar mis nervios.

—En esta parte de la ceremonia yo digo unos votos prescritos pero si quieren pueden decir los suyos. aunque aconsejo que utilicen sólo los míos, de lo contrario por favor no se demoren.

—Diremos los nuestros.

—Muy bien, entonces tómense de las manos y empezamos por la novia.

Apenas mis ojos impactan con los suyos no puedo evitar soltar pequeñas carcajadas nerviosas.

—Hace muchos años vivía una pequeña niña con una ilusión, una niña que se vestía de princesa hasta para ir a la tienda, con su vestido rosa brillante, sus tacones de plástico y su hermosa tiara. Hoy esa pequeña niña está cumpliendo su sueño, hoy esa pequeña niña encontró al fin al amor de su vida. Bill, prometo amarte hasta el fin de los tiempos, prometo cuidarte en salud y en enfermedad si así lo requieras, prometo quedarme a tu lado hasta... hasta que los universos nos separen —digo recordando sus palabras de hace tan sólo  unos días—, y, si hace falta, prometo recorrer todos esos universos para volver a encontrarte si algún día en realidad nos elejan. Te amo, de aquí al infinito.

—Continuamos con el novio —El juez corta abruptamente mis votos—, en cinco minutos viene otra pareja. Bill toma un suspiro sonriendo brillantemente.

—Toda mi vida la viví en la sombra, creyendo que debía ocultar quien era, creyendo que no era suficiente, o que quizás era demasiado. En el momento en que llegaste a mi vida hiciste que notara lo valioso que soy, me diste la oportunidad de volar y desde ese día no he vuelto a tocar el suelo. Desde ahora quiero que me acompañes por las nubes. Miriam, desde ahora prometo amarte tanto como mi ser pueda, prometo cuidarte como mi tesoro más preciado, prometo permanecer a tu lado... hasta que los universos nos separen y, si hace falta, prometo recorrer todos esos universos para volver a encontrarte si algún día en realidad nos alejan. Te amo más que a mi propia vida.

—Perfecto, por el poder que me confiere el estado de Nevada, los declaró marido y mujer. Pueden besarse —Con el mayor de los nerviosismos nos acercamos, ya está, está hecho, ya somos...

—¡NO PUEDE SER! —Nos separamos de inmediato al escuchar la puerta abrirse seguida de un chillón grito.

—Oh, oh.

—Oh, oh —La recepcionista está de pie con la revista en sus manos apuntándonos.

—¡ERES BILL KAULITZ! —Exclama provocándome náuseas— ¡¿Y TÚ QUIEN MIERDA ERES?!

—A la cuenta de tres —murmura Bill.

—¿Qué...

—¡TRES! —Toma mi mano y sale corriendo conmigo a rastras, vemos una puerta trasera por la que salimos dejando atrás a la chica aún gritando.

Corremos por un par de calles hasta que ya estamos lo suficientemente alejados y podemos pararnos a tomar un respiro.

Casados... 

Marido y mujer...

Nos plantamos en la vereda de la calle iluminada por las luces de los bares, nos quedamos en silencio un par de segundos, casi intentando procesar lo que acabamos de hacer, segundos después una gigantesca carcajada sale de mi garganta contagiando a Bill quien me toma de la cintura y me alza por los aires. 

—¡No tantas vueltas! —exclamó entre risas— ¡Me mareo! —Detiene sus vueltas pero no me deja sobre el suelo, en cambio se me queda viendo unos segundos sin borrar su sonrisa ni que se apaguen sus preciosos ojos brillantes. 

Me besa tiernamente, me besa fogosamente, me besa con desesperación y me besa con amor. Con el amor más puro que jamás he sentido y que de seguro jamás sentiré si no es con él.

—Te amo, te amo, te amo —repite una y otra vez entre cada beso que se terminan volviendo en pequeños y adorable picos.

Me baja de sus brazos, los que envuelve sobre mi cuello al darme el último beso. No de mi vida, de esos, desde ahora, tengo ilimitados.

—Te amo —vuelve a decir esta vez con tal intensidad que la siento calar mi piel y estrellarse contra mis huesos.

—No sabes cuanto yo a tí...

—El auto...

—Mierda, el auto.

—Mañana mandamos a Franz a a que nos haga el favor —Ríe.

Caminamos un par de calles entre el mismo juego, risas, besos, abrazos. Casi pareciera que ya no nos importa que nos vean juntos, eso se acabó al menos por ahora. Nada más queremos vivir felices dentro de nuestra burbuja.

Llegamos a una calle guiados por la voz de una persona, un chico toca guitarra y canta por dinero, Bill se suelta de mi mano, lo observo curiosa cuando sale corriendo en dirección al chico a unos metros, le dice algo a lo que asiente sonriente y vuelve a mí.

—Señorita Míriam Kaulitz —Sonrío tímida por cómo me llamó—, me permite esta pieza —Me tiende la mano en el momento en que la música empieza a sonar.

[Wildflowers and wine - Marcus King] 

La tomo gustosa y, bajo la mirada únicamente del músico y un par de curiosos a nuestro lado, me guía hacia el centro, me da una vuelta y me acorrala entre sus brazos. 

Bailamos lento, bailamos lindo, bailamos tierno.

—Me gusta que me llames así... —Río—, pero en Alemania no se cambian los apellidos.

—Sí pero... nos casamos en Estados Unidos... Imagina lo lindo que sería.

—Me lo podría llegar a pensar —digo aún riendo tiernamente.

—Mir... —dice en mi oído. Apoyo mi cabeza sobre su hombro para escucharlo mejor mientras continuamos bailando— dejemos esto de una vez, dejemos las mentiras definitivamente —Mi corazón de inmediato se acelera—, ya basta de escondernos de todos. Quiero que vivamos nuestro amor libres.

De inmediato recuerdo las palabras de Gustav, sabiendo al instante qué es lo que debemos hacer.

Levanto mi cabeza sin dejar de bailar, tomo su rostro entre mis manos aún con sus brazos envolviendo mi cintura y doy un beso en sus labios.

—Apenas volvamos a Berlín se acaba todo —Me sonríe asintiendo.

—Gracias.

—No, no, nada de gracias —Vuelvo a apoyar mi cabeza en su hombro—, anda pensando en cómo le diremos a los demás sobre esto. Como le diremos a Tom... y a Georg sin que vomite —Suelta una carcajada.

—Te aseguro que eso es lo menos que me importa en estos momentos—Me suelta, me aleja y me da una vuelta enrollandome en su brazo y quedando abrazado desde mi espalda en dónde sin dejar de mecerse deja un suave beso en mi cuello—. En unos días veremos a tu familia...

—Mi hermano te va a matar —canturreo riéndo.

—No si antes nos mata el mío primero —Vuelvo a girarme para poder ver su rostro con más claridad. Lo tomo nuevamente entre mis palmas nada más para admirarlo.

Está aquí, es real.

Muy real, muy mío.

Beso sus mejillas, beso su frente, beso sus ojos, beso su naríz.

—Mío, mío, míos, mía... —repito antes de besar sus labios con pasión— Míos...

—Mía, mía, mía, mía, mía —dice divertido escabullendose en mi cuello besándome haciéndome reír de cosquillas.

Nos pasamos el resto de la noche platicando en un bar escondido en un callejón. Bebimos vino hasta que nuestros labios dejaron de ser rojos y se volvieron morados, pero no por la uva, sino por los descontrolados y necesitados besos que nos dimos con pasión.

Platicamos casi tanto como tuvimos sexo... ¿podríamos decir "hacer el amor"? Porque en definitiva el "sexo" se dejó de sentir como simple "sexo" desde hace mucho, no es lo mismo con Bill. Hacer el amor con Bill es en definitiva una experiencia religiosa.

Evidentemente dormimos juntos. Es como si ya no nos importara casi en lo absoluto que nos vieran, es más, agradeceríamos si en cualquier momento nos descubren, sería liberador, pero demasiado fácil.
Quedó claro cuando anoche bailamos y nos besamos en medio de la ciudad, no había mucha gente pero si la hubiese habido... dudo que nos haya importado.

Mis ojos siguen cerrados pero mis labios se curvan en una sonrisa inevitable al sentir sus manos recorrer mi cintura desnuda y sus dientes morder mi oreja. Suelto una carcajada y me retuerzo dejando en evidencia mi obvio despertar. Continúa haciéndome cosquillas hasta que mi abdomen duele y mis ojos lloran pero, esta vez, de tanto reír.

—Basta, basta —digo en suspiros apenas pudiendo recuperar un poco de aire.
Se detiene y me observa desde su costado con una pequeña sonrisa y las mejillas rojas. Deja un largo beso sobre mi mejilla y susurra:

—Buenos días, esposa.

—Buenos días, esposo —respondo girándome quedando casi bajo él para poder alcanzar su mejilla y devolverle el tierno beso.

—Jamás me cansaré de decir cuanto te amo —Río.

—También te amo muchísimo.

—Imposible, yo te amo más.

—Mhhm —Niego— yo ma-

Tres golpes tímidos sobre la puerta cortan nuestra cursi sesión de recién casados.

Bill suelta un quejido haciendo un puchero.

—Yo voy —Sin borrar la radiante sonrisa de mi rostro, me levanto y cojo una bata del escaparate, me la coloco volviendo a sentir los golpes en la puerta. Camino un poco más deprisa y sin revisar antes la abro.

—Tom, ¿qué haces aquí? —sueno un poco más nerviosa de lo que hubiese querido. Acabo de caer en cuenta de que me casé con su hermano y el no tiene idea.

—Son las dos de la tarde y Bill no llegó, ¿está aquí?

—¡Aquí estoy! —exclama desde la cama. Me hago a un lado para que entre.

—Además quería saber si se apuntan a almorzar, luego iremos a donde sea —dice lanzándose sobre el colchón a un lado de su hermano. Me quedo de pie con los brazos cruzados viéndolos—. ¿Qué haces ahí? Ven, platiquemos un segundo —Palmea el colchón a su lado.

—No, no, yo me iré a la ducha. Bill —llamo su atención—, habla con él primero, los dejo solos —Asiente en cuanto yo me doy la vuelta.

—¿Hablar de qué? ¿Me perdí de algo?

Cierro la puerta sustituyendo la voz de Tom por los gritos de Sisi.

—¡Miriam!, ¡¿Qué mierda hicieron mientras no estaba?!

—¡TA-DAH! Sorpresa —Sonrío tímida.

—Miriam, ¿a ti se te olvida que este no es tu universo? —Ruedo los ojos— Escúchame, ¿qué sucederá el día que te vuelvas a tu universo? Dime, ¿cómo piensas lidiar con esto?

—No seas dramático, planeo quedarme toda la vida acá. Debemos comenzar a aceptar que no me iré, tres meses llevo acá y nada. Necesito seguir con la vida, no puedo estar esperando a irme.

—Miriam, asi no funciona, te lo he dicho un millón de veces, tu-no-decides-cuando-te-vas eso sólo lo puede dictaminar el consejo estelar.

—¿Hay un consejo estelar?

—¿Que ustedes hicieron qué?

—Lo sé, lo sé. Perdón por no habertelo dicho pero fue un acto de impulso. Simplemente se dio, no sabiamos en donde estaban y nosotros... ¿estás bien?

—¡Por-por supuesto! ¡Estoy muy feliz por ustedes! —Tom se abalanza a abrazar a Bill.

—¿Es enserio?

—¡Claro! No creí que pensaras en casarte algún día —apenas murmura esto último.

—No pero... con Miriam, por supuesto que lo pensaba —Tom se levanta de la cama— ¿A dónde vas?

—¿Quieres un café? Luego nos juntamos en la recepción para ir a almorzar por aquí cerca.

—Sí, por favor, me encantaría. ¿Le traes uno a Mir también?

—Por supuesto —Tom camina deprisa hacia la puerta.

—Y Tom —Se detiene antes de abrirla—, no menciones nada aún, queremos decirlo nosotros.

—No te preocupes, no diré nada —Bill sonríe desde su posición viéndolo dejar la habitación.

Tom cierra la puerta detrás de su espalda sintiendo al instante su respiración contraerse al intentar retener las lágrimas que quieren salir de sus ojos. Cubre su boca para silenciar los pequeños lamentos que se escapan de sus labios.

—Por él, lo haces por él —susurra caminando por el pasillo—. Por su felicidad, lo haces por...

No puede evitar llorar al repetirse una y otra vez estas frases en un intento de ocultar de sí mismo el profundo enamoramiento que siente por la ahora esposa de su hermano.

—Lo haces por él... por su felicidad...

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