23: El dragón, el lobo y la presa
Giyuu se le quedó mirando a Sanemi mientras una de sus cejas estaba alzada, la estaba pensando, pensando si aceptar la propuesta que tenía, no pasó mucho cuando este le dio una mordida a aquel animal, soltando un gruñido en el proceso.
- ¿entonces...? ¿Aceptas? Recuerda que no soy un hombre paciente. - El peliblanco se cruzó de brazos.
- Si te soy sincero, planeaba tenerla solo para mi al principio. - Mastico antes de tragar la carne en su boca, pasó su muñeca por sus labios quitando la sangre restante. - Pero ya que, no me queda de otra que aceptarte. -
Se encogió de hombros, y el contrario sonrió de forma maliciosa antes de dar palmaditas en el hombro te Tomioka, quien se quitó al instante.
- Sígueme. - Pidió Giyuu, antes de darse la vuelta y comenzar a correr con bastante velocidad.
Sanemi sin dudarlo y con una gran sonrisa de victoria comenzó a seguirlo, ambos a la misma velocidad.
Mientras tanto contigo, ahí estabas, en la cueva tratando de buscar una salida, con tus manos quitabas piedras de la pared pero simplemente no podías o no había ningún rayo de luz, pues el demonio había dejado una gran roca en la entrada para que no escaparas, claramente sería imposible que pudieras quitarla con tu débil fuerza y cansancio.
De la desesperación te dejaste tirar al suelo con tus manos en la cabeza, no podías creerlo solo querías escapar de ahí, la idea de ser abusada te daba miedo.
Entonces, vino a tu mente el recuerdo de cuando llena del enojo, hiciste que todos los hombres alrededor tuyo salieran volando sin explicación, miraste tus manos con algo de extrañeza, era imposible que tuvieras poderes.... ¿O no?
Con algo de confusión, miraste la roca, antes de levantarte y caminar hacia ella, era muy probable que no lo lograrías moverla pero tenías que intentar después de todo por lo que habías pasado.
Alzaste tu mano en dirección a la roca y la extendiste, entrecerraste los ojos tratando de concentrarte pero no podías, pasaron los segundos y seguías sin poder, hasta que en un punto te cansaste y te rendiste.
De repente, la roca se movió, la miraste pensando que tú la habías movido pero tu expresión cambió a una asustada cuando notaste que Tomioka había llegado, y lo peor era que venía con alguien mas.... Otro demonio peliblanco...
Ante eso rápidamente retrocediste con miedo y sintiendo que tu corazón estaba a punto de salir de tu pecho, pero, no sentiste cuando aquel otro demonio era más rápido y se puso detrás de ti, chocaste con sus piernas y caíste al suelo volteando en el proceso.
- ¿Está es la mujer? - Interrogo, mirándote de arriba a abajo como si fueras su presa, Giyuu llegó y asintió. - Es muy hermosa.... Se ve que las leyendas no mentían, ¿verdad? -
Seguido acto se agachó a tu altura, tú lo miraste con más miedo antes de que él se acercara a ti y te besara con pasión, agarrándote de la barbilla en el proceso y alzando levemente tu cabeza.
Sentiste como te mordió el labio haciéndote sangrar, un hilo de sangre escurrió hasta tu cuello y llegó a tus pechos, el peliblanco sacó su lengua y recorrió aquel camino del líquido rojo, haciéndote sentir escalofríos intensos y dolor.
Obviamente trataste de alejarte poniendo tus manos en su pecho pero este puso más fuerza sobre ti tirándote al suelo sin dejar de lamer tu cuello donde se apreciaba rastros de sangre húmeda.
- Mierda, su sangre sabe deliciosa. - Mencionó Sanemi, mirando de reojo a Giyuu quien se agachó también a tu altura.
- Era obvio. - Destacó seco antes de levantarte y ponerte sobre sus piernas.
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Te tomo de las caderas y empezó a frotarse contra tu trasero, tú cerraste los ojos con fuerza comenzando a sollozar, pero eso no les importaba claramente.
El peliblanco se puso delante tuyo y el pelinegro detrás, ambos empezaron a manosear tu cuerpo mientras te desvestían, Giyuu sacó su lengua filosa e inició a dar lamidas en tu cuello y Sanemi a besarte, ahora todavía con más desesperación, como si quisiera devorar tu boca literalmente.
No pasaron muchos segundos cuando sentiste que te ahogabas y que te faltaba el aire, trataste de alejarlo con estrés pero la fuerza de él no te lo impidió y se acercó más a ti profundizando más el beso, Tomioka detrás mordió con fuerza tu cuello y te arranco un cacho de piel haciéndote soltar un grito de dolor, rápidamente chupo y devoró toda la sangre que caía de tu herida mientras tú sentías que te desmayarías.
Giyuu se recostó en la pared que estaba cerca, y te acostó boca arriba encima de él, mientras el peliblanco se colocó encima tuyo, abrió tus piernas y se puso en medio de ellas, se relamió los labios antes de dirigirse a tus pechos, donde estrujo uno con su mano y lo apretó clavándote las uñas, soltaste otro grito desgarrador nuevamente al sentir cómo estás empezaban a sangrar, el otro fue mordido por el mismo, te miro de reojo observando tu expresión de dolor antes de morder con fuerza tu pezon al punto de casi arrancártelo.
Mientras tanto, el pelinegro detrás de ti seguía lamiendo y mordiendo tu cuello, esa sangre tan exquisita tuya podría beberla por el resto de su vida y cada segundo.
No le bastó hasta dejarla totalmente llena de saliva resbaladiza, sus grandes y frías manos viajaron hacia tus brazos donde pasó su larga y ancha lengua en ellos haciéndote sentir más escalofríos y dolor, con cada movimiento que aquellos demonios ponían sobre ti menos era tu fuerza y eso provocaba que tus probabilidades de escapar fueran muy pocas.
- B-Basta... p- por favor.. - Rogaste con lágrimas cayendo por tus mejillas, tu tono de voz estaba lleno de dolor.
- Pon de tu parte y consideramos ser gentiles. - Hablo Sanemi posando una de sus manos en tu rostro, seco tus lágrimas pero eso no funcionó mucho pues no dejaban de salir.
- Queremos ser gentiles contigo pero tú cuerpo no colabora. - Tomioka dijo, antes de agarrar tus muslos y apretarlos.
Pronto sentiste dos grandes y duros bultos en tu entrepierna, ante eso te sobresaltaste y te asustaste más de lo que ya estabas, sin hacerles caso nuevamente trataste de huir pero sus brazos inmovilizándote no te dejaron.
Dios, tu piel tan suave y pálida era magnífico para ellos, como una cosa del otro mundo, fácilmente sus dedos podrían resbalar al pasarlos en tu delicada piel.
Los dos bultos siguieron haciéndose grandes hasta que en un punto pareciera que iba a romper la tela que ellos tenían como ropa interior.
Mientras ellos seguían devorando tu cuerpo, sus otras manos viajaron hacia su entrepierna donde exponiéron sus miembros erectos y venosos, ambos comenzaron a frotarlos al mismo tiempo en tu feminidad, te asustaste obviamente por sus tamaños que parecían inhumanos y que cada vez se hacían más grandes al parecer.
Llegó un punto en que finalmente lo metieron completos, ambos en tu misma entrada delantera, tanto fue el dolor insoportable que retorciste todo tu cuerpo de forma brusca como arco, diste otro grito fuertemente que fácilmente pudo escucharse hasta fuera de la cueva en la que estaban.
No podías hacer nada, tendrías a sus hijos quieras o no.