LA SACERDOTISA

By Joss_Books27

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En una sociedad futurista cada nacimiento es una prioridad cuando nace una niña con la marca Lunar son arreba... More

CAPITULO: 1
CAPITULO: 2
CAPITULO: 3
CAPITULO: 4
CAPITULO: 5
CAPITULO: 6
CAPITULO: 7
CAPITULO: 8
CAPITULO: 9
CAPITULO: 10
CAPÍTULO: 11
CAPÍTULO: 12

CAPÍTULO: 13

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By Joss_Books27

Rose

"Los recuerdos vienen en el momento que impacta el corazón" Atenea.


Las palabras de aquel demonio me desconectaron tanto que ni siquiera tenía palabras para expresar lo que sentia en aquel entonces.

Pero de algo estaba segura y era que Atlas Morgan, ocultaba muchos más secretos de lo que me imaginé. ¿Con que clase de hombre me casé? ¿Quien era Atlas Morgan en realidad? Amigo o enemigo.

Mi mente estaba confundida, no podía procesar mucha información por los momentos.

Mi madre había salido del cuarto pánico, lo único bueno de la mala situación es que nadie resultó herido, bueno, el abuelo con trauma, pero nada que no se pueda superar con terapia.

-¡Rose! ¿Estás bien?

-Si, ¿Y tú mamá?

-Si, eso creo.

La unidad de Atlas había llegado y con ella, las Morrison. Vi a Selin tirarse encima a Atlas como si fue él hubiese sido el afectado. Maldita, ni siquiera tiene decencia.

Atlas me miró detenidamente para luego quitar a Selin de encima.

-Recojan el cuerpo del demonio-ordenó.

Los forense de la unidad colocaron el cuerpo del demonio en una bolsa plástica.

-¿Cómo pudo infiltrarse un demonio en este lugar? -Preguntó Sasha.

-Ese es el trabajo de ustedes, investigar por que mierda un demonio pudo colarse en la casa de la presidenta de la Nación-continúe-pero si fueron tan inútiles para no prevenirlo, entonces serán tan inútiles para no averiguarlo.

El gran comedor quedó en silencio tras mis palabras, los ojos de Atlas se abrieron como plato, no esperaba mi actitud o quizás si, pero no de este modo tan...sutil.

-Nuestro trabajo...-interrumpí a Selin.

Me acerqué a ella y la miré con tanta frialdad de este mundo.

-Tú trabajo es proteger y obedecer...y en eso fallas. En vez de hacerlo bien, prefieres estar detrás de hombres casados.

Terminé con una sonrisa en los labios.

-Si a eso vamos, no eres mejor que yo. También naciste para proteger y obedecer-hizo una pausa mirando hacia mis padres-. La diferencia entre nosotras es que tuviste un golpe de suerte.

-¡Ya basta!-exclamó mi madre.

Selin me miró fijo.

-Yo no olvido de dónde vengo...princesa, siempre tengo presente mis raíces.

Mis raíces...había olvidado aquello.

Escuché los fuertes pasos de mi madre y entonces su mano se levantó hacia Selin para abofetearla cuando Atlas la detuvo en el aire e impidió que su mano tocará el rostro de la Sacerdotisa.

-La verdad duele, pero es más eficaz.

Mi madre se soltó del agarre de Atlas y lo miró detenidamente.

-Llévate a tus zorras de aquí.

-De nada, hermana.

Sentí un fuerte malestar por Atlas, como defendía a las Morrison con uñas y dientes. Pero lo que más molestaba era que las defendía por amor y por lealtad a la vez.

Las Morrison se fueron con la unidad, junto con el cadáver del demonio.

-Lo que ha pasado aquí, es un acto de guerra-dice el abuelo con furia en sus palabras.

-Hemos estado en guerra por años con los Demonios, papá. Pero hay algo que ha cambiado-comentó mi madre.

Atlas la mira fijamente.

-¿Qué?

-No les importa morir.

-La muerte para ellos es vida-dice Atlas.

Su manera de decirlo erizó mi piel.

-Por suerte, tú hermano detectó a este demonio antes de que la situación empeorará.

Mi madre mira a Atlas con determinación.

-Gracias.

-Es mi trabajo protegerte y si tengo que arriesgar a quien sea para salvarte...no lo dudaré-aseguró.

Mi madre guardo una sonrisa.

-Debes de doblar la seguridad, Atlas, quien sea puede meterse en casa y sin ser detectado-dice mi padre.

Atlas lo miró con incredulidad.

-Eres un hijo de puta, en vez de proteger a tu hija...saliste huyendo.

Cobarde y yo que creí que daría su vida por mi, por ser mi padre.

-Iría por ayuda, jamás dejaría que alguien lastimara a mi hija-se defendió.

Mi madre lo miró con malestar y luego caminó hacia Atlas.

-Encárgate de que está noche durmamos tranquilamente.

-Bien.

-Tú y mi hija dormirán está noche en casa, ¿Vale?

-Si.

Ella acarició la mejilla de Atlas y sonrió.

-Te debo mi vida, hermano.

-Tú vida es mi vida, hermana.

Ambos sonrieron y por primera vez en años, ambos comparten un momento nostálgico y amoroso como familia, como hermanos.

Fui a mi antigua habitación a intentar descansar y esperar a Atlas y su mejor explicación por lo sucedido.

Unos minutos después, la puerta se había abierto, era Atlas con cara de cansancio. Se quitó su camisa y la dejó sobre el sofá.

-Atlas...

-Ahora no, Rose, estoy exhausto.

-bien, como prefieras.

Él me miró detenidamente.

-Eres una Sacerdotisa, debes interponer siempre...Lo personal con lo profesional-dice con un tono cansado-Afuera soy tu superior y adentro de casa, tu esposo.

¿Acaso me está regañando? Pero si, tenía razón, me dejé llevar por los celos y no ví venir a ese demonio, lo admito, pero lo lo diré delante de él.

-Seré más cuidadosa.

Atlas se sentó a su lado de la cama y se recostó.

-Eres una Sacerdotisa, tu deber es obedecer-susurra antes de quedar dormido.

No pude dormir en toda la noche, estaba con insomnio. Caminé hacia el balcón y miré a lo lejos de la entrada y pude jurar que había algo entre los árboles.

Un inmenso escalofrío recorrió todo mi cuerpo, había alguien observando, ¿Pero quién? O ¿Quien estará detrás de todo lo que pasó hoy? Estoy tan confundida.

-La oscuridad...está cerca, prepárate.

Aquel susurro se escuchó tan cerca que me espanté.

Sentí una fuerza dentro de mi, una extraña sensación que me hacía sentir elevada y dispuesta hacer lo que sea porque sentía que nada me lastimaria.

El frío de la noche y los susurros me hacieron sentir especial y poderosa, en toda la noche los susurros no paraban de escucharse en mi oído.

En la mañana, mis ojos aún seguían abiertos y los susurros se habían ido con la noche. Atlas se arreglaba y entonces ví que guardaba un pequeño regalo en su abrigo.

¿Regalo? Aún no es mi cumpleaños, ¿Para quien será?

No quise preguntarle, no quería discutir tan temprano. Ni siquiera quería desayunar así que me fui con Amanda que me esperaba afuera, me despedí de mis padres y de Atlas quien iría al cuartel según él.

-Más tarde saldremos.

-¿Adónde?

-Tengo un compromiso y quisiera que fueras conmigo, ¿Puedes?

-Si.

El me miró y se marchó.

¿Qué compromiso sería ese?

Me fui con Amanda a buscar los broches para las Sacerdotisas rojas, no las marcaría porque sino estuviese maltratando a mis propias hermanas y eso no pasaría. Entonces, perfeccione mi nuevo símbolo y el de Atlas que era un tridente y junto conformaban un solo símbolo de unión.

—Los broche son perfectos.

—Si, se hizo con oro.

El joyero de mi madre era un verdadero maestro haciendo las mejores joyas.

—Muchas gracias, señor Mun. Es perfecto.

Él sonrió y me entregó también un cofre rojo.

—Es para usted y su esposo, es un agrado.

Tomé el cofre y lo abrí, era un collar con el mismo símbolo y un anillo.

—Gracias, está... hermoso.

Él asistió y sonrió.

Nos marchamos hacia centinelas, para mañana las Sacerdotisas rojas estarían conmigo.

Al estar con las Sacerdotisas rojas a cada una les entregué un broche, se sorprendieron gratamente.

La Sacerdotisa Kaiser dió un paso hacía adelante.

—Es hermoso, Sacerdotisa Morgan, gracias.

Asistí y sonreí. Amanda se colocó el suyo y me miró detenidamente.

—Debo llevarte de regreso a casa.

—Bueno.

Me despedí de las Sacerdotisas rojas y les recordé que mañana estarían oficialmente conmigo.

Me daba curiosidad por saber qué compromiso sería ese que Atlas tiene, y lo más importante...¿Para quien es ese regalo? Porque si fuese mío, me lo hubiese dado.

De regreso a casa, me preparaba para el compromiso misterioso de Atlas, este había llegado y lo primero que hizo fue a bañarse.

—¿Que paso con el demonio?—pregunté en la puerta del baño.

—Nada importante. Ya todo lo he arreglado—aseguró.

—Bien.

No quise insistir, así que me puse mis pendientes y mi collar nuevo. Al rato este salió con una toalla desde la cintura hasta abajo, dejando ver sus abdominales deliciosos que me he estado comiendo.

—¿Y ese collar?

—El joyero de mi madre lo ha  hecho y también tienes un regalo de su parte.

Le di el cofre y este vio su anillo con el símbolo.

—¿Y esto?

—Es nuestro símbolo apartir de ahora...el símbolo de los Morgan, ¿Te gusta?

Él me miró fijamente.

—Debiste consultarme lo que harías con mi símbolo—dice tirando el anillo en la cama.

Creí que le gustaría. Hijo de puta.

Se llevó su traje al baño para cambiarse ahí, dejándome sin habla.

Agarré el anillo y lo guarde nuevamente en el cofre colocándolo en la peinadora. Bajé indignada por su acción.

—¿Está bien?

—No quisiera hablar, Bolton.

—¿Que ha pasado?

—No quiero hablar —insistí.

Minutos después, el muy cabron había bajado. Camino hacia mi y me miró detenidamente.

—No vuelvas a tomar una decisión sin mi, primero consultame antes de cometer estupideces—dice con un tono frío.

—No me hables de esa forma, Atlas.

—Entonces, comportate y no me hagas molestar.

Nos habíamos ido sin Bolton, dónde íbamos él prefiero no hacer participe de la presencia de Bolton.

En el camino me dí cuenta por dónde íbamos. Estábamos de camino a Yaris, miré a Atlas confundida.

Yaris era el lugar donde vienen las Sacerdotisas que fueron entregadas a la orden sagrada. ¿Que haríamos ahí?

Entonces, entramos a un familiar vecindario y nos detuvimos frente a una casa. No solo me llamó la atención el vecindario sino también algo más.

Nos bajamos y caminé directo hacia aquel buzón que me recordaba algo de mi niñez.

—Rojo, nos hará diferente al gris...

—¿Que dices?

Giré a ver a Atlas.

—¿Qué?

—¿Que has dicho?

—Nada, no he dicho nada.

Sujetó mi mano y caminamos hacia la puerta de aquella casa. Antes de que pudiera tocarla, la puerta se abrió dejando ver a Valery.

—Buenas noches—dice sonriendo.

—Buenas noches, Valery.

—Por favor, pasen.

¿Que hacemos aquí?

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