LA SACERDOTISA

By Joss_Books27

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En una sociedad futurista cada nacimiento es una prioridad cuando nace una niña con la marca Lunar son arreba... More

CAPITULO: 1
CAPITULO: 2
CAPITULO: 3
CAPITULO: 4
CAPITULO: 5
CAPITULO: 6
CAPITULO: 7
CAPITULO: 8
CAPITULO: 10
CAPÍTULO: 11
CAPÍTULO: 12
CAPÍTULO: 13

CAPITULO: 9

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By Joss_Books27

Rose

“El amor más puro es aquel que es correspondido” Atenea.

***

—El amor está sobrevalorado.

—No, precisamente.

—No te conformas con nada, ni nadie, ¿Verdad?

—Si me confirmara, ¿Quien sería?

Una sonrisa cínica se dibujó en su rostro.

—Es bueno disfrutar de los placeres, pero no tanto. El amor como el placer pueden irse como vinieron—dice leyendo uno de sus libros más antigüos.

Rodeé los ojos.

—Amar es amar, Fedora.

***


Su forma de besarme fue posesiva hambrienta e incluso desesperada como un depredador atacando a su presa. Sus labios cálidos y carnosos, dulces, suaves, como un beso dominante o bipolar. Hace tiempo escuché a una mujer en una de las reuniones distinguidas de la casa presidencial decir que un beso bipolar contiene emoción, desesperación, tristeza, deseo y posesión. Un beso que te llevaba hasta el infierno y lo que no era infierno también.

Esa mujer tenía toda la razón, un beso bipolar lo era todo. De inmediato introdujo su lengua y sentí tanta excitación.

¡Por los Dioses y Atenea! ¿Realmente perderé mi virginidad con Atlas Morgan? Un hombre mujeriego, arrogante, prepotente y diabólicamente sexy. ¿Acaso es un sueño,? Aunque no lo era, a pesar de todo.

Noté con rapidez como se apoderó de mi boca jugando con ella. Rodeé su cuello para mantenerlo fijo. Sentí un delicioso y excitante cosquilleos en el vientre; así era el placer que me daba que sentía tantas emociones juntas.

El éxtasis de ese beso me hacía temblar mis delgadas piernas, sus manos hacían travesuras en cada parte de mi cuerpo con caricias, mis piernas se errollaban en su cintura y con los talones hice presión en su hermoso trasero para estar más cerca de su cuerpo. Mi corazón se aceleró en cuanto sintió su erección rozar mi húmedo sexo y tomé una bocanada de aire para aguantar su arrebatador beso.

Dejó de besarme y me miró fijamente.

—¿Estás segura?

—¿Tú lo estas?

Una sonrisa se dibujó en su rostro y volvió a besarme con más intensidad.

Mi mente se nublo ante semejante placer y mi cuerpo solo reaccionó a sis caricias en mi boca. Llevó sus manos a mis caderas para que me restregara ante su erección, lo que hizo que dejara salir un jadeo en su boca.

Sus manos llegaron hasta mi camisa dirigiéndose hacia mis pechos y los masajeo con delicadeza, volvió a rozar su pene contra mi sexo y gruñi sin advertencia.

En ese momento, las palabras de Atlas en decir que era un demonio se me vino a la mente y ahora que lo pienso era un demonio que vino a llevarse mi alma.

«Quiero sentirte dentro de mi, Atlas Morgan»

Su lengua se deslizó sobre la mía, su sabor, su olor y todo de él me había sentir tan débil y frágil. Mi cuerpo comenzaba a quemarse por dentro como por fuera. 

Pude sentir lo húmeda que me encontraba, era la primera vez, que sentía algo así, debajo de mi. Me llevó hasta la cama, y me hizo quedar a horcajadas sobre él, sentí que su pene estaba erecto de nuevo.

Y entonces, solo entonces, me sentía lista para dar ese gran paso en mi vida, perder mi virginidad con mi esposo, con la persona que me eligió para ser su esposa, perder mi alma ante aquel demonio con ojos de oscuridad, con aquella persona que me obligó a casarme. Mi corazón sufriría un infarto si sigue latiendo como lo hace.

Atlas comenzó a sacar la ropa de mi cuerpo con desesperación y acto seguido, nuevamente estaba desnuda delante de él. Solo esperaba que ninguno de los dos escapara.

Se detuvo y admiro mi cuerpo desnudo frente a sus ojos llenos de lujuria y deseo.

—Habia esperado este momento ya hace tiempo... vida mía.

Volvió atacar mi boca, pero con más intensidad y verocidad. Besó y lamió mi cuello hasta llegar al principio de mis pechos, haciendo que sintiera una extraña sensación placentera en mi cuerpo. Me quitó el sujetador y mis tetas quedaron expuesta a él y sentí que me sonroje cuando las observó fijo.

Lo miré detenidamente y por un momento, pude ver en sus ojos algo tan extraño.

Atlas se quita su camisa con desesperación y luego escucho su cremallera abrirse para quitarse los pantalones. Su cuerpo estaba expuesto a mi, tragué grueso al ver ese abdominales tan excitante y ardientes. Esos cuadros que podían enloquecer a cualquier mujer. Quedando en

Nuestras miradas se cruzaron.

pero aún así, sus ojos me estaban contando otra historia, una de la cuál sentí dolor en mi corazón y una pequeña lágrima salió de mis ojos.

—Rose, ¿Estás bien?

***

Nadie es mejor que yo.

—Él y tú...están destinados al amor y odio.

—Pero aún así nos amamos. Puede que nos odiemos e intentemos asesinarnos, pero nos amamos.

—Que amor tan enfermizo.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en ella.

—Somos dos locos enamorados.

—Y si, se enamora de alguien más, ¿Que harás?

El monje la miró detenidamente y ella igual.

—Entonces, el amor no es suficiente y nunca lo fue.

***

—Nada. Solo sigamos.

—No haré nada que no quieras.

Sentí tanto dolor en mi corazón, que lo único que quería era...salir corriendo y esconderme como una niña pequeña.

Atlas sonrió y siguió atacando mi cuerpo, su boca se adueñó de uno de mi pezones, su calidez y los movimientos que hacia, hicieron que endureciera. Una de sus manos se encargó de bajar poco a poco hasta llegar al dobladillo de mis bragas, la introdujo y cuando llegó a mi intimidad.

Sonrió al sentir cuán humedad estaba para él y solo para él. Bajó hasta que su cabeza quedó entre mis piernas y comenzó a besar mis rodillas, subió poco a poco, besando y lamiendo con sus idas, dejando su rostro humedo y su respiración era fría y esa sensación me estremeció.

Mis manos empuñaron las sábanas y mi espalda arqueó habiendo que me elevará unos centímetros de la cama.

Entonces, no pude evitar sentir aquella sensación nuevamente. Miré hacia el techo y otra lágrima salió de mí. Mi estómago se revolvía dentro de mi, queriendo vomitar. Quería huir muy lejos de Atlas Morgan.

Mis piernas estaban dobladas y los dedos de mis pies se clavaban en la cama cuando Atlas se comía mi sexo como si fuese lo mejor del nuevo mundo.

—Atlas...

—No te preocupes, ya viene lo mejor.

«Me arrepiento, ya no quería estar con Atlas. Quería que se detuviera».

Atlas, ya no quiero. Detente.

Intenté moverme, pero se me hacía imposible. Comencé a mover las caderas cuando se venía un orgasmo, se oscureció mi vista y la respiración de me aceleró. Gemi al sentirlo con fuerza, una oleada de sensaciones me invadió por completo, intente recuperar mi respiración cuando Atlas abandonó mi sexo, lo ví limpiarse la boca con el dorso de su mano.

—¿Has dicho algo?—preguntó.

«Si, no quiero estar contigo. No es porque no quiera, sino porque no es quien quieres».

Desvíe mi mirada, no quería ver sus ojos y ver aquello nuevamente, lo que. me había dolido.

—Atlas, yo...

—Shhh, tranquila, tendré cuidado.

¡Maldición!

Bajó su boxer dejando su pene al aire libre. Se acomodó entre mis piernas y recargo el peso en sus manos, me besó haciendo que sintiera su dulce sabor de sus besos. Sentí que su pene rozaba mi sexo. Piel contra piel. ¿Ahora como me zafare de este problema? No quería estar con él, no al ver lo que ví en sus ojos, no al sentir lo que sentí dentro de él.

Me llevó las manos por encima de la cabeza y entrelazó cada una con las de él, se colocó en mi entrada y me preparé para lo que se avecinaba, aunque podía evitarlo con solo empujarlo.

—Atlas, detente—pedí.

Él no me escuchaba sus oídos se cerraron y sus ojos se cegaron. Había escuchado que la primera vez dolía, más para una Sacerdotisa que hasta el más pequeño dolor era el más grande.

Porque lo sentía todo hasta en los huesos.

—Atlas, ya basta. No quiero estar contigo—pedí nuevamente.

Y nuevamente seguía. Poco a poco comenzó a introducirse dentro de mi, estaba siendo delicado, me daba placer, pero no lo disfrutaba como quería disfrutarlo. Mi cuerpo reaccionó al suyo aflojandose para él.

En ese instante, pudo mirarme a los ojos y sonrió.

—Te haré mía hasta el amanecer, te llevaré al cielo o infierno. ¿Cuál prefieres—continúo—, te llevaré de placer y sentirás mi amor—sus embestidas eran cada vez más fuertes y profundas—. Eres mía, Rose Morgan.

Gemi fuerte cuando me atravesó por completo. Mis manos se aferraron las de él tratando de buscar un apoyo.

Lágrimas ardientes solté en.

Aquello dolió.

—¿Estás bien? —Preguntó.

Ni siquiera pude hablar, solo asistí.

Sentí tanta incomodidad, intente nuevamente salirme de él, pero no me dejó. Atlas y su afán de estar conmigo no veía cuánto me lastimaba y yo no tenía la fuerza para quitarlo encima de mí.

Un fuerte dolor de cabeza se apoderó de mi. El aire me faltaba. Sentía mi pecho cerrarse.

Atlas cumplió su promesa en hacerme suya hasta el amanecer.  Eran las 6 de la mañana y mi cuerpo pedía descanso, lo cuál había sido difícil.

Se había quedado dormido y salí corriendo hacia el baño, vomitando todo lo que estaba reteniendo durante horas. Sentía mi alma destrozada, no me imagine que me primera vez terminaría de esa forma tan cruel, como si yo tuviese la culpa de todo.

Al terminar de vomitar, me lavé la boca y me miré al espejo y lágrimas salieron de pronto, lágrimas que habían aguantado una eternidad en mis ojos. Miré mi cuerpo estaba lleno de moretones.

Abrí la llave de la tina para darme un buen baño y cerré la puerta con cerrojo.

Y me sumergí en el agua.

Al poco tiempo, salí y me vestí sin hacer ningún ruido no quería que se despertara. Salí de la habitación y fui hacia el jardín donde me encontré con Bolton y sin pensarlo solo, solo lo abracé con lágrimas en los ojos.

—Tranquila, está bien—dice.

—Siento mi alma rota—solloce.

Bolton se separa de mi y me mira fijamente.

—¿Que vio?

—Que no estaba conmigo.

—El corazón se ciega, pero siempre está donde tiene que estar.

—Quiero irme. ¡Quiero irme!

Bolton puso sus manos en mi rostro haciendo que lo mirara.

—Respire profundo, no pierda el control. Usted le pertenece a Atlas Morgan, su destino es él.

—Le pedí que se detuviera—lloré.

Sus ojos se abrieron demás.

—El corazón se ciega—sonrió.

—Me quiero ir, Bolton. Te pido que me lleves a casa.

—Su casa es está, ¡Despierte! No insista como una niña chiquita porque ya no lo es.

Me separé de él e intenté respirar.

—¿¡Entonces que hago!?—espeté.

—Ser, Rose Morgan, esposa del comandante Atlas Morgan y líder de las Sacerdotisas.

—Me doy asco—solté.

Su rostro se tornó pálido.

—Guarde su asco, porque viene Inés y ante ella debe ser una mujer fuerte.

Seque mis lágrimas y guardé la compostura de niña llorona.

—El desayuno está listo.

—Bien.

—¿Y el comandante?

—Aún duerme—le digo.

Me miró detenidamente y su rostro se convirtió en enojo y malestar. Su mirada bajo hacía arriba y abajo hasta llegar a mis ojos.

«¿Lo sabrá? Sabrá que ya no soy virgen» por su mirada lo sabía, estaba más que claro.

—Iré por el desayuno.

Ella me miró y se marchó.

—Lo sabe, ¿Verdad?

—Si, y eso te da más derechos ahora en adelante.

miré a Bolton con determinación.

—No quiero derechos, quiero mi libertad—exigí.

—Pide demasiado—Bolton se acercó sujetando mi mano y sonriendo—, dejó de ser una niña, ahora es una mujer. Conformece con saber que ahora tiene poder sobre Atlas Morgan y eso...es ganarse todo.

—No entiendo.

—Vienen tiempos difíciles, señora Morgan y su mayor arma será ese hombre que la hizo suya.

Cada palabra que decía Bolton no la entendía.

—Pero tenga cuidado...,no confíe en él comandante Morgan—añadió.

No sabía si al lado de Bolton tenía un aliado, amigo o enemigo, o las tres combinaciones más peligrosas de este mundo. Un aliado puede voltearse al otro bando, un amigo puede traicionarte y un enemigo matarte. 

Entonces, ¿Que era Bolton?

“Mientras más amamos a la persona incorrecta, más nos destruimos”. Atenea.

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