Kensington

By VirahaDor7

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Los Kensington eran el clan de cazadores más grande que había existido. Eran la máxima autoridad que regía al... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32 Final
Epílogo

Capítulo 22

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By VirahaDor7

La vida sin Shane era muy aburrida. Ya que él era la escolta de Alex, lo habían llevado a otra habitación cercana a la del rey que estaba del otro lado del castillo, y el cuarto junto a mí estaba ocupado por Gaye. Él no hablaba mucho, por decir casi nada, aunque yo tampoco intentaba charlar porque no me agradaba. Caminaba detrás de mí todo el tiempo y no tenía ni siquiera un momento de soledad, incluso si tenía que ir al baño o tomar una ducha, él estaba ahí en la habitación porque mi hermano le había ordenado no apartar los ojos de mí o podría desaparecer en cualquier momento. Extrañaba las bromas de Shane y sus historias que me contaba todo el tiempo, su voz grave y su risa. Después de que Alex se lo llevó, salieron en una misión tras otra de las que no me contaban nada porque yo solo estaba ahí de paso. Comía solo en el comedor porque nadie más tenía permitido comer conmigo, salía al jardín o caminaba por el castillo con Nwosu y Gaye a mis espaldas. Era una vida solitaria.

Para la tercera semana, me dijeron que mi hermano me esperaba para el almuerzo y, aunque lo intenté un poco, salí tarde y pude ver la mirada de reprobación de Gaye mientras me conducía al comedor. Y afuera de las puertas, montando guardia, estaba Shane. Casi corrí hacia él y pude ver que su expresión cambiaba al verme. Usaba su traje de cazador y el cabello más corto que antes, era imposible no ver lo bien que lucía.

—Volviste —dije tan pronto llegué con él.

—El rey te está esperando —habló Gaye a mis espaldas con tono de reprobación.

—No creo que el rey vaya a morir de hambre por esperar un par de minutos más, ¿o sí? —pregunté fastidiado y sin girarme. Escuché que suspiró y Shane apenas pudo contener la sonrisa.

—¿Has estado bien? —preguntó con suavidad.

—Te echo de menos —respondí. Él asintió.

—Yo también.

El general llegó a donde nos encontrábamos y, después de mirarnos con desprecio a Shane y a mí, se acercó a Gaye y comenzaron a hablar en secreto sin prestarnos atención, esa fue la oportunidad para que Shane se inclinara hacia mí para susurrar en mi oído.

—Esta noche iré a visitarte, no te duermas.

Su aliento acarició el lóbulo de mi oreja, su mejilla rozó la mía y el aroma de su piel inundó mis pulmones. Por alguna razón sentí un hormigueo por todo el cuerpo. Él regresó a su posición de escolta y yo solo asentí sin poder encontrar la voz. Lo miré una vez más y entré al comedor.

Alex ya estaba en su lugar usual leyendo quién sabe qué. Vi la comida que estaba servida y yo no tenía apetito porque esas terribles náuseas se negaban a darme una tregua. Incluso con el té especial de Nwosu, seguía sintiéndome terrible. Aún así, mi hermano no parecía estar de ánimos para escuchar lo mal que yo estaba así que me senté y comimos en silencio. Yo estaba molesto porque había apartado a Shane de mí y él estaba molesto porque al parecer yo me comportaba 'como un niño de dos años', cosa que era una vil mentira.

Me quedé ahí tanto como me fue posible, mis músculos seguían adoloridos y yo no entendía cuál era la razón si habían pasado semanas desde mi episodio de deshidratación. Al final, cuando la espalda me dolía demasiado, me puse de pie dispuesto a salir de ese lugar.

—Habrá un evento esta tarde —dijo Alex mirándome severo—. Nwosu ya sabe al respecto para que pueda prepararte. No llegues tarde.

Hice una exagerada reverencia y salí del comedor. Shane ya no estaba ahí, pero Gaye sí y me acompañó todo el camino de vuelta hacia la habitación. Nwosu se negó a explicarme de qué se trataba por órdenes de mi querido hermano mayor y solo me dijo que tomara una ducha. Me dio un traje casual, nada con una capa, lo cual agradecí. Me peinaron, perfumaron y prepararon para el tan nombrado evento.

A la hora indicada, Gaye me condujo hacia el salón donde había sido la coronación y, cuando me dejaba cerca de mi hermano, lo escuché murmurar que ojalá esta vez mantuviera la comida dentro de mi estómago y quise decirle que se fuera al diablo, pero no tenía muchos ánimos de discutir con Alex por eso. No tenía hambre, estaba exhausto, con náuseas, tos y una constante presión en el pecho que yo creía, se debía al frío del invierno.

—Escucha —comenzó Alex de frente a mí. Me colocó las manos en los hombros y por primera vez en días, no lucía molesto—, detesto esto tanto como tú lo harás. ¿Recuerdas esas viejas costumbres? Viejo, estoy intentando, ¿de acuerdo?

—Me estás asustando —dije con una risa nerviosa.

—Solo tienes que decir que no. Solo eso. No digas nada más si no quieres hacerlo.

Lo seguí hacia donde estaban los tronos y tomé mi lugar. Alex hizo un ademán y la puerta principal se abrió para que entrara una hilera de hombres acompañados de mujeres jóvenes con vestidos pomposos y llamativos. Todas ellas usaban peinados elegantes, se movían con gracia y me miraban con sonrisas discretas. Formaron un semi círculo delante de nosotros e hicieron una reverencia.

No fue hasta que el vocero real comenzó a nombrarlas que entendí, todo esto era un teatro para conseguirme una novia. Me sentí muy ofendido, más por ellas que por mí. Ellas estaban ahí, hermosas y elegantes esperando a que yo eligiera como si se tratara de una marca de papas en el supermercado. Miré a Alex sin poder creer lo que pasaba. Él lucía tan molesto como yo, podía sentirlo aunque no se giró para devolverme la mirada. Los hombres que las acompañaban, quienes supuse eran sus padres o hermanos, llevaban regalos para el rey y tuve que contener la risa incrédula que amenazaba con salir de mis labios. Todo este evento era una estupidez y debían estar dementes al creer que yo iba a elegir a una chica así. Podían llamarme anticuado, pero aún creía en el amor de verdad.

—¿Lysander? —me llamó Alex terminando con mis pensamientos.

—No —respondí de inmediato. Ni siquiera lo dudé. Él asintió y se puso de pie.

—Mis señores, aprecio que hayan viajado hasta este lugar con doncellas tan hermosas como las que los acompañan. Sin embargo mi hermano, el príncipe Lysander, ha decidido no tomar a una esposa en esta ocasión. Lamento que su viaje no haya rendido frutos, pero les invito a quedarse en nuestro castillo para descansar. Los sirvientes los conducirán a sus habitaciones.

¿Esposa? ¡Había dicho esposa! La respiración se me quedó atorada en el pecho. Eso era todavía peor. Escuché muchos murmullos mientras los invitados abandonaban el salón, la mayoría de los hombres no lucían contentos y pensé que eran estúpidos.

—¿Qué diablos, Alex? —pregunté cuando nos quedamos solos. Él exhaló y se talló el rostro.

—No me mires a mí, la corte real está más allá de mis órdenes.

—¿Querían casarme con una chica a quien no conozco?

—Dean, para ellos el amor y el romance no son importantes. Todas las chicas que vinieron hoy son de clanes muy poderosos y es una tradición que el príncipe se case con una princesa para unir los reinos. Especialmente en tiempos de guerra.

—Tú no... —vacilé—. Tú no esperas que me case con una, ¿verdad?

Sentí algo de pánico y remordimiento. Yo estaba de paso, pero también estaba ahí para ayudarlo. Aunque casarme con una desconocida no era el plan de mi vida, quizá había destinos peores. Suspiró de nuevo, se puso de pie y me miró. Lucía cansado, tanto como nunca antes lo había visto y el remordimiento creció.

—No, Dean. No espero que lo hagas. Sé que solo estás aquí por un tiempo, pero ellos no lo saben y quiero que se quede así. Ya cumplimos con que las conocieras, lo demás no importa.

El general cara-de-desprecio hizo su entrada y lucía furioso conmigo. Se hincó sobre su rodilla como reverencia al rey. Alex no lucía más contento que antes. Quizá él sabía lo que iba a pasar antes que yo.

—No estaré para la cena —dijo sin mirarme—. Puedes irte.

Parecía como si el general quisiera decir algo al respecto, pero Alex lo detuvo con ese ademán que lo caracterizaba desde que era el rey, y yo abandoné el lugar.

Ya que Alex no estaría para la cena y mis náuseas no estaban mejor, decidí no cenar nada. Nwosu me dio un poco de té mientras seguía disculpándose por mantener todo ese asunto en secreto. Le dije que no importaba y lo saqué de la habitación en cuanto llegó la noche porque no sabía en qué momento llegaría Shane. Fingí que me iba a la cama para que Gaye se fuera a su habitación y me quedé bajo las cobijas mirando hacia la puerta del jardín convencido de que no podría dormir aunque lo intentara. No me perdería la oportunidad de estar con Shane, aunque fuera por un momento.

El tiempo pasó, la noche continuaba tan silenciosa como antes y no fue hasta cerca de la media noche, cuando escuché dos golpes leves en el cristal. Salí de la cama de inmediato y me moví en silencio hasta la puerta para quitar el seguro y permitir que Shane entrara. Aun usaba su ropa de guardia con esa preciosa sonrisa en el rostro. Nos alejamos de la puerta de Gaye hacia el pequeño comedor que tenía, del otro lado de la habitación.

—¿Cómo estás? —preguntó en un susurro.

—Quisieron casarme —respondí en el mismo tono. Él esbozó lo que parecía ser una sonrisa torcida.

—Lo sé, escuché que te negaste a escoger una.

—¡Es una estupidez! Si algún día me caso, espero que sea por amor y no por unir un reino.

—Me alegra escuchar eso. —Volvió a sonreír como antes y se volvió a la mochila que traía colgada en el hombro—. Te traje algo.

—¿Qué es?

Por alguna razón, me sentí emocionado mucho antes de saber qué era. Puso una caja pequeña en mis manos y al abrirla dejaba al descubierto nueve rosas de colores suaves y cremosos. Parecía una caja de bombones que las parejas se regalan en San Valentín.

—Fuimos al reino de las ninfas y quise traerte eso.

Gemí bajo y de inmediato tomé un pétalo. Seguía siendo tan dulce y mágico como la primera vez que los había probado. El sabor mejoró un poco mi estado de ánimo después de ese evento.

—Gracias —dije mientras volvía a cerrar la caja. Tenía que atesorarlos.

—Mañana partiremos de nuevo. —Shane se acercó y me tomó de la mano sin mirarme. En cambio, miraba nuestros dedos entrelazados, era increíble lo bien que encajaban—. No sé cuánto tiempo nos tomará volver.

—Ven a verme cuando regreses.

—El rey no me lo permite, Dean, ya lo sabes.

—Esto apesta.

—Sí, lo hace. —concordó mientras sus dedos jugaban con los míos—. Dean... —Me miró por fin y yo le correspondí esperando a que continuara, pero parecía no estar seguro de nada. Al final negó, soltó mi mano y retrocedió—. Tengo que irme. Si el rey descubre donde estoy, me echará del castillo.

—Pues tendrá que echarnos a ambos porque no te irás sin mí.

Sonrió de nuevo y se despidió dejando un leve toque en mi brazo. Volví a la cama cuando lo perdí de vista, pero era imposible poder dormir. Había algo más que presión moviéndose en mi pecho.

🥀

Al día siguiente ya habían partido tal y como Shane dijo. Me sentía aún más deprimido lo que no tenía sentido alguno porque incluso con él en el castillo, yo siempre estaba solo. Al menos tenía el consuelo de poder encontrarlo por los pasillos o de que podría existir una visita sorpresa. Desayuné solo mientras la nieve seguía cayendo afuera de los ventanales. Después me quedé en mi habitación deleitándome con los pétalos de las rosas que, de alguna forma, me hacían sentir mejor ya que me recordaban a Shane. A menudo pensaba qué es lo que estaría haciendo o si estaría en peligro. Eso no me hacía sentir mejor porque pensar en el peligro me llevaba a pensamientos más profundos en los que me preguntaba qué pasaría si él nunca regresara al castillo. ¿Qué haría si no pudiera volver a verlo? No podía ni siquiera pensarlo. Se formaba un nudo en mi garganta que empeoraba las náuseas, si era posible.

En un intento desesperado de alejar esos sentimientos, salí a caminar al jardín principal detrás del castillo en cuanto la nieve cesó. Detrás de mí, a cierta distancia, como siempre, estaban Gaye y Nwosu. Me parecía innecesaria su compañía, pero eran órdenes reales. Y mientras caminaba mirando el paisaje, distinguí a una chica más adelante de nosotros que estaba de pie bajo uno de los árboles. Parecía hablar consigo misma mientras saltaba sin llegar demasiado alto y extendía sus brazos a las ramas. Me pareció algo peculiar. Nos miró acercarnos y sus ojos se movieron alrededor como si buscara alguna escapatoria.

—¿Estás bien? —pregunté cuando giró una vez sobre sí misma.

—Eh, sí, yo... Claro, claro que sí —respondió nerviosa. Su mirada iba de mí a mis acompañantes y pude notar que estaba inclinada hacia un lado, lo que me permitió ver que su pie derecho estaba descalzo en la nieve. Ella siguió mi mirada y exhaló—. Perdí mi zapato.

—¿En la nieve?

Se mordió el labio inferior y negó. Sus dedos jugaban con los botones de su abrigo. Señaló hacia arriba indicándome a donde dirigir la mirada. Su zapato estaba ahí, atorado entre las ramas.

—¿Cómo...?

—¡Estaba espantando un ave! —dijo de inmediato—. Sí, eso. Un ave muy grande y terrorífica que parecía ser un ave mala, ya sabes, tenía esa mirada asesina.

—Un ave —repetí frunciendo el ceño.

—-Sí, muy grande.

—¿Un ave en un árbol a la mitad del invierno después de una ventisca?

Soltó una risa nerviosa y sus ojos se movieron lejos de mí. Después exhaló con la mirada fija en la nieve.

—Quería probar que los zapatos no se quedarían atrapados ahí solo con lanzarlos —comenzó, su rostro se ruborizó un poco—, me equivoqué.

Me reí. Fue algo involuntario. Su rubor se hizo más evidente, aunque también se estaba riendo un poco.

—¿Puedes ayudarme?

—¿Yo? No, claro que no. No tengo ni la coordinación ni la habilidad para eso, pero, por fortuna, conozco a alguien que sí. —Me giré hacia mi escolta—. Gaye, ¿podrías ayudarle a esta señorita a bajar su zapato que está atrapado ahí arriba sin ninguna razón?

Él no lucía tan complacido, pero tenía que obedecerme. Era más alto que nosotros y, con la ayuda de su espada, logró golpear el zapato para hacerlo caer.

—Te lo agradezco —dijo ella hacia Gaye.

—Ah, no fue nada —respondí yo de inmediato—. A Gaye le encanta ayudar, pero no habla mucho, creo que ni siquiera tiene cuerdas vocales, a demás de ser eunuco.

—¡Yo no-!

—Ah, Gaye, recuerda que no puedes hablar —interrumpí con una sonrisa—, mucho menos para contradecir al príncipe de los Kensington.

Apretó los dientes y creo que nunca lo había visto tan molesto, lo que me hizo disfrutar ese momento todavía más. Ella se rió, de forma muy discreta. Luego Gaye regresó a su lugar junto a Nwosu.

—Me llamo Cioe... Y por la expresión de tu cara veo que me reconoces —dijo y luego se rió—. Sí, soy una de las princesas que trajeron para casarte.

—Lo siento —respondí—. No era mi intención...

—Está bien, la verdad es que yo tampoco estaba de acuerdo, así que gracias por no elegirme como tu esposa.

—Oh, bueno, no fue nada. Ya que no serás mi esposa, ¿quieres caminar conmigo?

Aceptó con una sonrisa amplia y comenzamos a caminar. Fue agradable tener a alguien con quien charlar después de todos esos días de soledad sin Shane. Y es que Cioe era muy agradable y divertida. Caminamos por un rato platicando sobre los reinos, aunque yo no sabía nada del mío por lo que la dejé hablar más sobre el suyo. Descubrimos que a los dos nos gustaba la comida dulce así que nos acomodamos en un pequeño salón donde tomamos té y Nwosu nos llevó toda clase de pasteles y postres que uno de los dos probaba primero y después le decía al otro lo delicioso que era.

Le conté sobre la ciudad y era increíble pensar que ella nunca había estado ahí. Su vida estaba dentro del castillo y no conocía otra cosa. Hablé muchísimo sobre lo maravillosa que era la vida de una persona normal, le conté de la escuela, del cine, la música y por supuesto, los videojuegos. Se rió de mí expresión y el tono agudo que salió de mi boca cuando le conté sobre el Cerbero del nivel final y ella respondió que eso en realidad existía.

—Estás bromeando, ¿verdad? —pregunté atónito. Ella negó con mejillas llenas de pastel red velvet.

—Bueno, es una criatura mitológica, ¿no es cierto? Los Odjur pueden transformarse en ellas.

—¿Lo has visto?

—¿Te refieres a Cerbero? —preguntó. Asentí, ella lo pensó un momento—. No en realidad, pero los cazadores dicen que lo han visto y, si tomamos en cuenta que existen las gárgolas y los dragones, no me parece imposible.

Platicamos durante horas y yo no podía recordar la última vez que me había sentido tan cómodo cerca de alguien que no fuera Shane. Cioe tenía cabello castaño, le llegaba a la cintura y estaba amarrado en una media coleta. Su tez era color caramelo y tenía una serie de lunares que bajaban por su mejilla derecha, como estrellas de una constelación. Se reía mucho, de forma discreta y a menudo cubría su boca con la mano o la servilleta y yo no entendía por qué si su sonrisa era preciosa. Sus ojos eran color avellana y estaban ligeramente rasgados. Era una princesa de verdad, una muy hermosa y divertida.

🥀

—No sé si de verdad quieres escucharlo —dijo Nwosu con su tono avergonzado de siempre.

Exhalé, la verdad es que escuchar lo que el reino decía de mí no era lo más saludable, pero me parecía algo necesario. No era mi hogar, pero era el de Alex y yo quería que él estuviera bien, era mi hermano después de todo.

—Solo dílo, Nwosu.

Dudó de nuevo, pero se acercó a mí y se sentó en el borde de la cama donde yo estaba recostado. Mis malestares no mejoraban, en realidad estaban empeorando, pero decidí no hacer un gran alboroto por eso así que preferí guardármelo.

—Te negaste a tomar una esposa —explicó en voz baja—, eso nunca había pasado antes. Después de lo que pasó en la coronación y después de negarte a casarte, los cazadores se preguntan si el reino del rey Loïc de verdad será el mejor para guiar esta guerra.

—¿Cómo es que eso está relacionado? —cuestioné fastidiado.

—Eres su hermano, pero parece que te gusta romper las reglas. Hay rumores, muchos rumores sobre un intento para derrocar al rey Loïc. No creen que sea digno al trono porque ni siquiera está uniendo a los reinos para esta guerra. Tu compromiso con alguna princesa habría servido como unión, pero el rey Loïc te permitió desecharla.

Inhalé profundo y eso hizo que el pecho me doliera. ¿Qué es lo que querían esos malditos cazadores de mí? Alex era un excelente rey, era el mejor rey que ningún maldito reino podría tener y ellos deberían de estar agradecidos de que estuviera ahí ayudándolos con sus leyes y creencias estúpidas. Me tallé el rostro, las náuseas empeoraron.

—¿Entonces esperan que me case con una desconocida?

—Tu boda con una princesa podría calmar los rumores. Dean, sé que lo detestas, pero el rey Loïc te necesita. ¿No hay ninguna forma de hacerlo?

No respondí, no me sentía bien. Estaba mareado y aturdido. Yo estaba de paso en el reino, pero ¿de verdad me iría? ¿A dónde iría sin Alex? Shane estaba dispuesto a acompañarme, pero ese castillo era su hogar, ambos lo sabíamos. Me seguiría a costa de su felicidad. Y Alex me había pedido ayuda para mantener el reino durante la guerra.

—Solo por el rey, Dean —suplicó Nwosu—. El rey te necesita. Le quitarán el trono si no logra que los reinos comiencen a unirse.

Me quedé sin voz. No era un Kensington. No quería ser un Kensington. Pero en medio de la noche comencé a considerar la posibilidad de serlo. Quería ayudar a Alex. No, no estaba listo para casarme, pero quizá no sería algo tan malo. Pensé en Cioe, en lo divertida que era y lo mucho que me agradaba. Quizá algún día, después de mucho tiempo, podría ser capaz de amarla. Algo se sintió mal en mi pecho, pero empujé ese sentimiento lejos y me prometí que sería valiente, solo por Alex.

🥀

Dormí hasta el medio día los siguientes dos días. No me sentía tan bien y no tenía apetito. Toda la idea del casamiento se negaba a apartarse de mi mente y no ayudaba en nada, escuchar lo que el reino decía de mí, pero estaba tan agradecido con Nwosu por mantenerme al tanto de esas noticias.

Al tercer día, cuando ya estaba atardeciendo, Alex y sus tropas regresaron. No salí a recibirlos porque tenía que tomar una decisión: irme sabiendo lo que eso le costaría a mi hermano y a su reino, o casarme, ser un Kensington o al menos pretender serlo. Nwosu decía que yo no sería rey, solo sería un príncipe casado que viviría en otro lugar. Me pregunté si Shane se iría conmigo.

—Al diablo, Dean.

Maldito Alex, esperaba que al menos hiciera una estatua con mi nombre para agradecerme lo que iba a hacer.

Estaba sudando cuando llamé a su puerta. Su ayudante personal, Nashiem, me dejó entrar después de anunciarme. Mi hermano estaba sentado en el borde de la cama, su traje estaba abierto mientras se cambiaba de ropa. Se veía cansado y con ojeras debajo de sus ojos. Eso me dio más valor.

—¿Pasa algo malo?

—Eh, no. ¿Hablamos en privado?

Alex me miró con sospecha, luego le hizo un ademán a sus ayudantes y todos salieron dejándonos solos.

—¿Qué pasa?

—Bueno, eh, la cosa es esta... —dudé sin saber cómo decirlo.

—¿Estás bien? Luces más pálido y delgado.

—El frío, supongo. ¿Recuerdas que dijiste que necesitabas mi ayuda en esta guerra? ¿Que me comportara como un adulto y no complicara más las cosas?

Suspiró, se pasó la mano por el cabello.

—Dean, estaba molesto y...

—Tenías razón —interrumpí—, y yo... solo quiero ayudarte, ¿bien? Quiero que las cosas salgan bien para ti y por eso... —inhalé una bocanada de aire. Me dolió el pecho—. Quiero casarme con la princesa Cioe.

Alex se quedó boquiabierto. Sus ojos me miraban como si no supiera quién era yo. Frunció el ceño, parecía que era la locura más grande que jamás había escuchado. Después de unos minutos en silencio dijo:

—No.

—¿Qué? ¡Pero estoy intentando ayudarte!

—Y lo aprecio, viejo, de verdad, pero ambos sabemos que no quieres hacerlo. Tú no estás enamorado de ella y no creo que hacer miserable tu vida sea una forma de ayudarme. Te aseguro que ni siquiera has decidido si quieres ser un Kensington de verdad. Por Dios, aún pides que te llamemos Dean. —Se puso de pie, me sujetó de los hombros y eso hizo que mi cuerpo entero doliera—. Gracias, pero no necesito esa ayuda de ti.

Bueno, hasta ahí llegaba mi plan para salvar su tonto trasero y su corona. Me pregunté si él sabía lo que el reino decía de nosotros, sobre lo incompetente que parecía ser y como querían derrocarlo. Pensé en decírselo, pero entonces dijo algo que provocó que las ideas se esfumaran.

—Mañana saldremos de nuevo, pero Shane tiene la noche libre y quizá yo no tenga ánimos de ir a su habitación, que casualmente está al fondo del pasillo, para ver quién lo acompaña.

Creo que no me despedí, ni siquiera le respondí. Solo me di la media vuelta y salí corriendo en esa dirección. Al diablo las náuseas y malestares corporales, Shane estaba ahí y Alex me daba permiso de compartir un momento a su lado, claro que iba a aceptarlo. Y, a pesar de mi emoción, quizá debí haber tocado antes de entrar, pero bueno, errores honestos. Atravesé la puerta diciendo algo sobre Alex, y me encontré con un Shane sin camisa y un pantalón abierto. Lo había visto desnudo muchas veces, no porque yo quisiera hacerlo, claro, sino por sus transformaciones, y de hecho no lo miraba porque siempre me giraba a otro lado como era debido, pero aquí fue diferente. Los músculos de su espalda se flexionaron hacia mí, su cabello estaba despeinado y mojado dejando caer gotas de agua en su rostro. Algunas otras, más traviesas y llamativas, bajaban por su espalda marcando sus tatuajes y se perdían en el borde del pantalón donde era imposible no preguntarse hasta dónde las llevaba ese camino.

—¿Estás bien? —preguntó cuando yo me quedé pasmado unos treinta segundos.

—Eh. ¿Sí? Alex me dijo que tenías la noche libre y me permitió venir a verte.

—¿Lo hizo? —Lucía tan asombrado como yo.

—Sí, lo hizo. No entiendo bien la razón. Le dije que quería casarme con la princesa Cioe.

—¿Vas... a casarte? —preguntó y parecía que no había más aire en sus pulmones para seguir respirando. Nunca había visto esa expresión en su cara.

—Bueno, no —dije mientras entraba y me sentaba en el borde de su cama—, Alex no me lo permitió. Y no es que yo quisiera casarme, pero... no lo sé. —Me encogí de hombros—. Solo quería ayudarlo, quizá no tener un hermano que es un total fracaso haga que el reino lo deje en paz.

—¿El reino? ¿De qué estas hablando?

Me desplomé sobre la cama y, con total confianza, me quité los zapatos. Me giré hasta quedar de cara en su almohada que olía como a él. Era un aroma diferente, era como el bosque, como seguramente olía la libertad.

—Tu cama es muy cómoda —respondí desviando la conversación. No tenía ánimos de charlar sobre lo mucho que el reino me criticaba. Se recostó a mi lado boca arriba con las manos entrelazadas en su abdomen aun desnudo—. Te extraño.

Me miró y sus ojos parecían absorber cada parte de mí. Era como si quisiera grabar esa imagen en su memoria. Fue algo nuevo y... agradable.

—También te extraño.

Sonrió a medias. Lucía tan cansado como Alex. Yo no sabía de qué se trataba todo lo que estaban haciendo, pero deseé poder ayudarles a volver esa carga más liviana.

—Diablos, tal vez debería irme. Mañana partirás de nuevo y apuesto a que estás cansado.

—Está bien, ya sabes que no duermo demasiado.

—¿Pesadillas? —pregunté. Asintió—. ¿Qué ves?

—A veces a mi familia o aquellos cazadores o simplemente... —Negó y su vista volvió al techo—. Cosas, cosas horribles que jamás quisiera revivir.

—Bueno, en ese caso quizá deba quedarme aquí para cuidar tu sueño.

Sonrió de esa forma maravillosa que parecía iluminar la galaxia entera y me miró de nuevo.

—Eso me gustaría. 

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