Sanando Heridas/Michael Jacks...

By _moon_19970

1.5K 98 23

Descubre lo que Jenna tiene para decirte de nuestro cantante favorito. La historia está tomando fecha y lugar... More

0.
01. ¿Quién demonios es John Branca?
02. Miradas azules
03. Solo Miradas.
04. Llamadas.
05. Cenas y huracanes
06. Flames
07. Leave me alone
08.Uvas y vinos
09. Pastillas y pruebas positivas
10. Pequeño milagro de felicidad
11. Respuestas
12. Reuniones y hermanos pequeños
13. Los Angeles, parte 1
14. Los Angeles, parte 2
15. Promesas
16. Despedidas.
17. Sanando Heridas (1)
19. Cicatrices
20. Besos
21. Meseras
22. Peleas y kilómetros.
23. Desconocidos
24. Deseos
25. Historias
26. ¿Familia?

18. Sanando heridas (2)

37 4 0
By _moon_19970

Michael

Deslicé la lengua por su labio inferior antes de hundirla en su boca y buscar más, un poco más. Mientras la besaba, olvidé donde estaba, olvidé todo lo que podía pasar. Porque solo podía pensar en ella, en lo bien que olía, en lo bien que sabía, en su cuerpo pegado al mío, en que necesitaba mucho más, en que no quería soltarla nunca. Gruñí contra sus labios. Cerré los ojos. Jenna me buscó de nuevo. Lento. Suave. Y yo me dejé encontrar, besándola con fuerza. «Vértigo» era aquel beso. «Vértigo» era mirarla y saber que existía un «nosotros».
No sé cuánto tiempo estuvimos allí, tan perdidos en aquel momento, no sé cuánto tiempo estuve soñando con su aroma en mi boca, con probar la dulzura de su lengua. Toda ella era una sola pieza fina de armonías y de perfección. Toda ella era una nube, un algodón de azúcar. Era la estrella misma. Una estrella con sabor a mango, mi fruta favorita...

«sí» me había dicho «sí»

Lo había gemido mientras yo la tomaba en mi boca de nuevo, me lo había susurrado un centenar de veces antes de que volviera a buscarme. Antes de que yo hubiera sido suyo. Antes de que yo me hubiera entregado una y otra vez como un loco por esos labios. Y los minutos pasaron, pasaron las horas, y los besos eran nuestro único alimento, nuestra única vitamina.
Y quería llorar. Quería llorar al darme cuenta lo mucho que necesitaba amarla. Lo mucho que necesitaba que esto pasara, para mi, para mi vida. Quería llorar y sollozar y patalear como un cachorro por lo mucho que la necesité. Me volví un poeta ahí, me volví un pintor que pintaba su más fina obra sobre sus labios. Me volví un ebanista puliendo su figura más importante. Me volví un esclavo y no había vuelta atrás con el juramento en sangre que había hecho. Desde ese momento me di cuenta que nada en el mundo podría reemplazar su sabor. Que nada en el mundo podría quitarme la sensación de sus besos sobre mi piel desnuda, sobre mis labios, sobre mi esencia, mi ser. Mi cabello no olía a mi, mi cabello era todo suyo cuando sus dedos empezaron a jugar con él y se confundió con el suyo cuando se enredó. Mis ojos le habían pertenecido en el primer momento que la miraron, y mi boca... mi boca se había vuelto su sirvienta en el instante inmediato en el cual sus labios la rozaron, o incluso desde antes, cuando dormido buscaba desesperado su piel ausente en la noche.

Era suyo. No era mío, no. Era suyo en cuerpo y mente, y lo sabía mientras gemía su nombre, mientras sus labios me volvían a buscar entre lágrimas. Esta vez no me molesté en limpiarlas, porque sabía que eran lágrimas de deseo, de felicidad, de las promesas que se hicieron mirando al cielo. Eran lágrimas de agua dulce, de esa con la que te lavas después de un día de playa ácido y picoso. Eran lagrimas sanativas, que me curaban mientras salpicaban mi pecho horrible y llegaban a la masa que latía dentro de mi.

estoy loco por ti. Loco, Jenna. Loco.

Y lo estaba, me había vuelto un maniático por tocar su cintura, por pasar mis manos suaves sobre sus moretones y eliminar cualquier rastro de otra presencia maligna. Hacerlos míos. Hacerla mía... pero al mismo tiempo tan suya. Tan nuestra. Tan nosotros. Carcajadas salieron de su garganta lastimada mientras mis labios desesperados marcaban caminos incaminables sobre su cuello y ella se estremecía de placer en mis brazos.

Y es que la había esperado tanto... y no hablo de cuando la conocí. Hablo de antes de eso. Cuando soñaba como un tonto, un idiota,  cuando me regañaba por parecer un niño pidiéndole un deseo a una estrella.

La esperé tanto...

te quiero, te quiero, te quiero.—exhaló contra mi respiración agitada y yo me detuve hambriento de nuevo por su sabor. Besándola con tanta necesidad que nuestros dientes chocaban, que nuestras manos se encontraban desesperados. Que terminó encima de mi, acariciando cada parte de mi abdomen, de mi rostro, de mi pecho. De mi. Todo. Hasta mi alma

Y cuando los dos estábamos al borde de la locura, exhaustos de buscarnos... se recostó en mi pecho solamente para trazar estrellas fugaces y animales rugientes con su dedo sobre mi piel, hasta que el cansancio me la arrebató y sus ojos se cerraron en la noche para no volverse a abrir hasta muchas horas después del amanecer, incluso cuando yo pasé gran parte de la madrugada solo estudiando su rostro, dando besos en cualquier lugar suyo. Mío. Mientras yo tarareaba canciones y me inventaba 50 más, mientras yo imaginaba pinturas, discos, bailes enteros llenos de vida, sobre su piel, su boca, su totalidad y saboreaba su respiración tranquila y pacífica. Pronto mis ojos se cerraron, felices de verla por última vez y saber que sería lo primero que vería al despertar...

O no. Porque cuando la claridad ya había inundado toda la habitación y mis pesados párpados por fin se levantaron, el lado opuesto de la cama estaba vacío.

—¿Jenna?—suspiré, tímido al recordar donde estaba.

Seguía semidesnudo cuando me levanté, y fue una terrible idea mirarme al espejo grande de la pared... manchas por todas partes, más que antes, y más grandes que hace unos meses. Todas de diferentes tonalidades de marrón. Las ojeras ya no estaban, pero mi rostro estaba pálido y desordenado.

Aunque me veía diferente. Más vivo, tal vez.

Mis rizos estaban enredados más de lo normal, y por primera vez me emocioné con la idea de alguien enredandolos con sus dedos juguetones. Mis labios un poco hinchados. Me veía mal. Muy mal.
—que desastre...
Luché contra la vergüenza y traté de acomodar mi cabello lo mejor que pude, puse más rizos sobre mi frente, y estudié a mi alrededor por algún rastro de la ropa que le pedí a Bill anoche.

Sí. En una bolsa, sobre una silla de madera delgada se encontraba mi ropa. Me cambié rápido, y me refresqué en el pequeño baño de la habitación, lleno de rosas y olores florales. No había ducha, esa se encontraba en la estancia principal, así que lavé mi rostro y mis dientes. Agradeciéndole mentalmente a Bill por lo que había mandado.

Tenía que subirle el sueldo definitivamente.

Me sentí muchísimo mejor con mi reflejo cuando puse sobre mi cabeza mi sombrero de fedora negro.
La habitación de Jenna era de color crema, acogedora y extremadamente ordenada, olía a ella y todo mi alrededor era como una copia de su esencia brillante.

—Despertaste...—Jenna había entrado sin darme cuenta y en sus manos tenía una taza humeante. Su cabello trenzado, y su cuerpo delgado firme recostado en la puerta, estaba mordiendo su labio, despertando en mi un león rugiente.—pensé que nunca lo harías.—su voz se escuchaba ronca, pero burlona.
Salvo por algunos moretes que se asomaban en su piel, pensaría que ayer nada pasó... pero si pasó, y me costó dormir de tan solo imaginar a ese maldito hombre pasando sus manos por su cuerpo, tratando de hacerle daño... algo en mi crujía cuando volvía a recordarlo.

La tela de la pijama que yo hace unas horas tuve que luchar para no arrancarla de su cuerpo ya había desaparecido, y la reemplazó unos pantalones cafés con un blazer delgado y blanco y una blusa sin mangas. Preciosa, como siempre.

—cada día es mejor que el anterior.—murmuré, y no me quise detener cuando caminé hacia ella y la tomé entre mis labios, tomando su nuca, arrancando de su garganta un gemido.—cada beso también.

Mi pecho se convirtió en un lugar caliente, lleno de fogatas y brasas que arden.

—hay que desayunar...—jugó contra mi boca haciéndome gruñir.—por más que esto sea delicioso no nos alimentará.
—yo no me quejo de morir de hambre si solo me quedan tus besos.
Apretó mi mano y me dió otro beso.
—encontraste tu ropa.—pellizcó mi camisa. Y examinó mi vaga vestimenta, sus ojos brillaron.
Pasé mis nudillos por la piel de su brazo, donde una mancha morada se extendía a penas visible, a penas violenta. Se estremeció con mi tacto. Disfruté esa sensación ardiente en mi cuerpo al mirarla, al tocarla, al tenerla cerca de mi. Ahora no me consumía el fuego, lo disfrutaba mirarlo quemándome.
—eso parece.
—¿estás listo?
Su sonrisa se volvió más pequeña, más temible, más audaz. Entendí a lo que se refirió en seguida y la tomé en mis brazos, dejé que ella admirara como mis ojos recorrían su rostro, acariciandola con mis dedos, pasándolos por su espalda, sonriendo como un idiota. Sus mejillas rojas cupieron perfectamente entre mi mano cuando las tomé.

—estoy listo para esto desde el momento en que te conocí.

Jenna se puso de puntillas, enredó sus brazos alrededor de mi cuello con cuidado de no vaciar el contenido de su taza, y su lengua se deslizó buscándome deseosa. Nuestros labios volvieron a  danzar por minutos eternos, hasta que una sonrisa destruyó nuestro beso.

—entonces no hay tiempo que perder.—Tomó mi brazo y nos sacó fuera de la habitación... donde estarían nuestros amigos.

Susan y Geller se encontraban en el sillón grande, de frente al televisor, compartiendo lo que parecía un helado de vainilla. Alice dejaba salir de la cocina un olor espléndido, y tenía en su mano una taza igual a la que Jenna sostenía ahora. Hayley estaba junto a Alice, vociferando algún tipo de chisme que  quedó inconcluso. Gunther y Jackie tomaban sus abrigos, listos para irse.
Sabía que era una posibilidad aveces nula que todos se encontraran para una comida en días de trabajo, y aun así, aquí estaban, deslumbrantes, pacíficos... hasta que Jenna y yo los interrumpimos. Todos, sin excepción voltearon al mirarnos salir. Y todos, sin excepción, miraron nuestras manos entrelazadas, nuestras miradas atontadas, nuestras mejillas rojas.

Y entonces Hayley chilló, Alice dejó el panqueque que estaba volteando en la estufa.

—¿son?... ¿es, es cierto?—Alice murmuró.
—¿¡Es verdad!?—Gritó Hayley, sus manos cubriendo su boca.
lo es.—Jenna me miró, sus mejillas rojas, mi corazón hinchado de cosas inexplicables.

Ella lo había confirmado, lo había vuelto a decir en voz alta. Y no solo a mi, a su familia. Nuestra familia.

Un silencio. Una calma antes de la tempestad, y después Geller se levantó para tomarnos entre sus brazos, al instante Alice se unió junto con los demás y por último Susan con lágrimas en sus ojos nos apretó con fuerza. Hayley apretó mis mejillas sin ningún tipo de delicadeza.
—¡Ya era hora!—bramó con ganas y sus ojos también se llenaron de lágrimas al tomar a Jenna en sus brazos.

—pero mírate, hermano, nunca había visto cuantos dientes tenías hasta ahora.—bromeó Geller, abrazándome con fuerza. No podía dejar de sonreír.
—¿ya te lo crees?—Jackie negaba con la cabeza.
—aún es increíble.—miré a Jenna, atrapada por los murmullos y risas de las chicas.
—pues ya es hora de que te lo creas.—Gunther dió algunas palmadas suaves en mi espalda. Haciéndome reír.
—con esta noticia...—Susan limpió algunas lágrimas de su rostro.—me alivia saber que mi bebé tendrá un tío que no está loco del todo.
Gunther le hizo un gesto vulgar, Geller le señaló en advertencia y Susan carcajeó.
Lo disfruté con ganas y locura, el ambiente era una maravilla, una delicia. Hasta ese momento me di cuenta del vientre ligeramente hinchado de Susan, y una sensación de calor me llenó de inmediato, complementando mi alegría.

Un tío... un bebé... una familia.

Jenna volvió a mi lado, y su pequeño cuerpo se acurrucó en mis brazos. Los demás solo se embebieron de la imagen con muecas tontas. Y los entendí de inmediato. Aunque Jenna emitía un leve gruñido que solo yo pude escuchar.

No podría estar más loco por esta mujer. No se podría por nada del mundo estar más enamorado.

—¿no les huele a quemado?—pregunté, y entonces Alice salió corriendo con la espátula en sus manos. En efecto, uno de sus panqueques salió totalmente rostizado.
—mierda.—gruñó, los demás solo la miramos ocultando nuestras risas.
—no me quiero ir ahora.—masculló Gunther, Jackie bramó en acuerdo. Geller bufó.
—hay días en los que suelo odiar mi trabajo, y hoy es un día de esos.
—podemos salir a cenar.—propuso Susan, cubriendo su pequeño bulto en el vientre con sus manos.—esta vez sin que Michael tenga que pagar toda la cuenta.—rodee mis ojos y ella encogió sus hombros mirándome con diversión.
—hay un restaurante italiano nuevo cerca del hospital, algunos dicen que es bueno, podríamos ir.
—está hecho entonces.—Gunther volvió a tomar su abrigo.—mañana en la noche nos vemos todos aquí para salir al restaurante. Todos tenemos 2 horas libres antes de volver a entrar por el cambio de turno.
—al bebé le gusta la idea de una pasta...—murmuró Susan, Hayley le sonrió tierna. Geller deposito un beso en la cabeza de su esposa.

—preferiría algo más... cómodo. Como comida para llevar.—Jenna habló desde el otro lado de la habitación, encogió sus hombros ante las réplicas de sus amigos. Jackie la empujó con burla.
—creo que tiene razón.—mordió Geller.—podríamos comer aquí en la noche y así no peligrar la idea de que alguien vea a Michael.—todos me miraron, yo me sonrojé.

Refunfuñé una respuesta, pero aquello era cierto. Alice me miró disculpándose. Si me miraban con ellos no solo era peligroso para mi, sino también para ellos, y con Susan en embarazo de riesgo...y con Jenna de mi mano... negué con la cabeza, sacudiendo de mi mente las asquerosas imágenes que la prensa podría podrir. Como todo lo que tocaban.

—un pedido más.—Gunther alzó su dedo, captó la atención de todos, pero su mirada estaba clavada en Jenna.—reforzar las paredes de tu habitación. No queremos que salgan sonidos indecentes de ahí.

Jenna se zafó de mis brazos y le tiró una almohada a Gunther que había tomado del sofá antes de que él saliera por la puerta, los demás aullaron de risa. Me reí con ganas cuando vi la cara roja de mi chica.

Mmm, mi chica.

—A desayunar.—musitó Alice, había terminado por fin de servir los panqueques y la miel de maple en los recipientes de vidrio que estaban en la mesa.

Jackie se despidió de nosotros.
—confío en que la cuidarás.—me había murmurado al final, con un tono muy lejano a alguna broma. Así que yo tampoco bromeé y se lo prometí. Se lo juré a él y a mi mismo.

**

Los panqueques estaban deliciosos, y todos se habían encargado de decírselo a Alice antes de seguir comiendo. Jenna había devorado todo en su plato, y había quitado algunas migajas de mi boca rápidamente con su pulgar. Hayley había suspirado ante el acto y Jenna la había fulminado con la mirada.

—veo otra expresión  así en la habitación y me sacaré los ojos para dárselos a todos de almuerzo.—gruñó Jenna en voz baja, yo casi escupo mi café.

—Te acostumbras.—musitó Susan, y Geller junto a ella enarcó sus cejas.
—un peso que tendrás que cargar el resto de tus días.—Geller le guiñó un ojo a Jenna, ella miró al cielo.
—no se escucha mal, eres una dramática.—sonreí hacia abajo en un intento de ocultar mi risa, solo para recibir una mirada aniquilante de Jenna, también la disfruté, y le respondí con un beso en la sien.
Pronto sus mejillas se acaloraron y quitó su vista de mi para fijarla en sus amigos.

—Gregory llamó.—Alice habló, casi disculpándose con la mirada por borrar la sonrisa de mi rostro y la paz del rostro de Jenna, ella se puso tensa a mi lado. —quería saber cómo te encontrabas, y avisarte que a ese hombre le abrieron una investigación para meterlo a la cárcel. Te dió una semana libre para recuperarte.
—bien.—gruñí, Jenna no dijo nada. La preocupación me nació a brotes enormes. Ella solo apretó su cubierto en un puño, vi la furia cuando sus nudillos se hicieron blancos. Y su ceño se frunció profundamente.

Si yo mismo tengo que pagar para que lo arresten, pagaría cualquier cantidad de dinero con tal de que ese hombre se pudra en la cárcel.

—una semana es demasiado.—agregó Jenna, su ceño todavía fruncido. Sus labios en una línea.
—una semana es perfecto.—se quejó Susan, metiéndose un pedazo de panqueque a la boca.
—Gregory te quiere de vuelta al hospital cuando ya haya hecho algo al respecto, y cuando todo esté en paz.—terminó Alice, su aspecto serio y la felicidad que había derrochado parecía distante por ahora.
—¿quién es Gregory?—me debatí en preguntar, Jenna alzó sus ojos esmeralda hacia mi y parpadeó.
—es mi jefe.
—es un buen doctor.—murmuró Geller, y asintió con la cabeza como si estuviera volviéndolo a confirmar, como si quisiera tranquilizarme.—fue el único que me apoyó para pedirle a Webber una clínica.

El jefe. El reemplazo de su ex esposo.
Todo mi cuerpo se agitó ante la idea, Jenna solo suspiró.

—como sea, no sé que podría hacer tantos días sin trabajar. La mente me aniquilaría.
—podrías ir a Neverland...—dije y Hayley abrió su boca para después volver a cerrarla por un codazo proveniente de Alice, Hayley la fulminó con la mirada.
—me parece perfecto.—chilló Susan dando algunos aplausos, Geller mostró sus dientes blancos en una sonrisa. Y Alice asintió. Pero Jenna me miraba con su quijada tensa, todavía distante.
—no.—cortó.—no quiero causarte problemas con tu trabajo, no ahora que estás en medio de la gira.—la mesa quedó en silencio mientras ella seguía estudiando mi rostro con paciencia.

El ensayo que cancelé, la furia de Karen, las reuniones incompetentes de Frank, las muecas de Bill, la manera en la que yo le había confesado que esta gira era importante para mi. Todo parecía pasar por su mente ahora.

—No me importa eso. Quiero que estés bien.

Terco. Terco. Terco.

—quiero ir a Neverland.—murmuró Jenna, su tono había cambiado, y gracias a eso me di cuenta como los demás se engullían en hacer otras cosas para darnos privacidad, como comentar acerca de los malestares que Susan estaba empezando a sentir por el helado que había ingerido antes de desayunar.
—pero no quiero hacerlo para escaparme de un problema, quiero hacerlo para disfrutarlo contigo, con todos.

Difícil, pero sí, lo entendía.

—entonces yo me quedaré.—le dije, y alcé la comisura de mis labios para regalarle una sonrisa, los chicos volvieron a mirarnos.—lo único que tengo que atender es una reunión al día. Fuera de eso puedo estar aquí, y acompañarte. De todos modos había hablado ya con Frank para mover el lugar de encuentro cerca de aquí.—sus ojos brillaron, y me atreví a guiñarle un ojo. O de intentarlo.

—no quiero causar problemas.—ronroneó contra mi mano. A estas alturas varios de los chicos se habían levantado a lavar sus platos.—no quiero que Bill me odie.
—no lo hace...no estoy seguro de que alguien podría llegar a odiarte.—sonreí. No me resistí más y le di un pequeño beso con sabor a miel de maple.

—por el amor a Dios.—la queja de Alice llegó a nuestros oídos.—no creo que pueda soportar más tiempo viviendo con 4 enamorados.
—¿que hay de ese chico...—inicié, pero su nombre volvió a resbalarse de mi lengua.
—Tim.—completó Hayley.
—está fuera de la ciudad con su familia, regresa en una semana.
—Al menos tú tienes a alguien, yo estoy reconsiderando la idea de irme a vivir con los solterones de Jackie y Gunther.—Hayley se quejó mientras terminaba de engullir su comida.

El teléfono sonó y Geller se levantó para atenderlo.

—¿cuando te vas?—Susan me preguntó. Jenna se quejó en voz baja.
—en tres días. Me gustaría quedarme más.
—claro que quieres quedarte más, chico.—Alice bramó y se rió. Jenna le dió un pellizco cuando pasó junto a ella para lavar su plato.
—¿y puedes?—los ojos de Hayley brillaron, Alice la miró con una sonrisa burlona en su rostro. Después tomó su hombro y la sacudió.
—¿le estás preguntando a tu artista favorito o a nuestro amigo?
Hayley la fulminó con la mirada y se deshizo de su agarre con un solo golpe de su mano. Yo me burlé y Jenna negó con la cabeza con el mismo humor que yo.
—créetelo, Hayley.
—me vengaré de tus estúpidas burlas.

—Michael.—Geller nos interrumpió. Tenía el teléfono en su mano cuando le miré.—tú mánager.—extendió el teléfono hacia mi.

Le había dicho a Frank que llamara únicamente si tenía algún inconveniente muy grave, o si tenía algún problema. Por eso no chisté para nada en levantarme.

—¿hola?—dije contra el micrófono.
Muchacho.
¿te encuentras bien, Frank? ¿Pasa algo?
si, si, todo está bien aquí. Discúlpame por preocuparte así, sé que me dijiste que llamara solo por alguna emergencia.
—¿la hay?
no, yo... —escuché un golpe, y una voz detrás de él. Una voz femenina.—Dios mío. Lo que pasa es que Janet me obligó a llamarte. Está aquí desde hace dos horas y nos amenazó con que no dejará de atormentarnos hasta que te llamáramos.

Claro que sí, y me sorprende que ya se había tardado en lanzar sus garras a Frank para buscarme. Me reí cuando Frank suspiró.

—pásamela, por favor.

Él no lo pensó y después de unos segundos escuché la respiración trastabillada de mi hermana.

Michael.
¿amenazando a mis trabajadores, Janet? Que desilusionado estoy de ti.
te mataré, ojitos de ciervo. Mamá se dará cuenta de esto. Borrará esa imagen de niño bueno que tiene de ti y te tachará de las fotografías familiares.

Y es que pasaban los años, pero las amenazas en cuanto a mi madre seguían rondándonos con frecuencia. Me reí de nuevo.

—así que alguno de los míos soltó la sopa.—como dudarlo con sus delicadas amenazas. Apostaría lo que sea a que Frank le había soltado todo después de los 15 minutos de tenerla ahí.
¿desde cuando te vas a quedar a departamentos de mujeres? ¿Desde cuando no hablas con tú familia por meses y nos olvidas por algún amor tuyo?

—no es algo que debería de importarte, eres una metiche. Peor o igual que Randy.—Como despreciaba cuando la comparaba con nuestro hermano.

Susan y Jenna voltearon, les guiñé un ojo.

¿vendrás pronto? ¿Me lo contarás? ¿Necesito amenazarte para que me lo digas?
—Me disculparás ahora, pero no puedo irme de aquí...—miré mi reloj. A unas cuantas horas de la reunión.—te prometo visitarte la próxima vez que venga a California.

Después de unos cuantos insultos más, Janet se dió por vencida y por fin pasó a Frank de nuevo en el micrófono del teléfono.

—¿algún éxito cambiando de lugar las reuniones?
con algunos sobornos, claro, todos aceptaron tener las reuniones allá.
—gracias, Frank.—aclaré mi garganta, sintiendo la intensidad del silencio. Y rechazando el disgusto que me daba el saber que el dinero movía a cualquier persona de su maldita comodidad.—por último necesito mis cosas personales y más ropa, por favor, lo más pronto posible.

así que te quedarás allá estos días. Con ellos.
Su voz pesada me hizo fruncir el ceño.

—sí, Frank.—negué con la cabeza, de nuevo sopesando ese acento amargo de su parte.—¿algún problema?
concéntrate, Michael, es lo único que podría pedirte ahora. No queremos pasar por una mala racha cuando nos esta yendo de maravilla.
Quise mirar el teléfono, quise gritarle en lo más profundo de mi, quise agarrar a golpes su estúpida problemática con que yo no pueda tener en mi mente algo más que el trabajo. Envié un frío hielo a mi pecho ardiente de furia y me tragué mi temperamento.

Nos está yendo de maravilla, porque yo me había esforzado hasta desgastarme para que todo saliera perfecto, y así sería.
—adiós, Frank.—No terminé de escuchar su murmullo de despedida cuando colgué el teléfono. Para cuando la llamada terminó mi cabeza ya estaba palpitando. Me di cuenta de lo mucho que me afectaba su comportamiento, y de lo mucho que me robaba atisbos de paz.

—¿todo bien?—la sonrisa de Jenna fue un puño en mi corazón. Un viento fresco en el infierno. Asentí con la cabeza, aunque eso le hizo fruncir ligeramente el ceño.—no se despidieron porque suponen verte en la noche.—entendí a lo que se refería cuando miré alrededor y todo estaba vacío y ordenado.

Todos se habían ido. Estábamos solos.

Mis hombros congelados se aliviaron cuando sus manos recorrieron mis brazos. Apreté mi frente contra la suya y dejé escapar un suspiro.
—mi hermana amenazó a mi manager para saber quien eras tú.—su carcajada me alivió el nudo en la garganta, me ayudó a sonreír más fácilmente. Y entonces cuando sus labios se acercaron a besar mi barbilla dejé los dolores de cabeza para más tarde. Hace menos de un día había iniciado a besarla, no lo arruinaría solo por el veneno de Frank, o de cualquiera. No cuando tenia sus labios para mi solo y lo único que pensaba era en besarla hasta morir.

La encontré sumida en sus pensamientos cuando yo dejé los míos.

—¿todo bien?—le imité. Ella exhaló.
—tal vez tengas problemas con tu gente por esto, ¿me equivoco?

Problemas con mi gente, con Frank, con Joseph. Cerré mis ojos, inhalando su olor a suavizante y negué rápidamente. Realmente no era momento para hablar de eso.

—mejor cuéntame quien es ese tal Gregory.
Jenna sonrió y enarcó sus cejas.
—estás celoso.
—No.—mentira.
—es mi jefe, la mano derecha de Webber. No tienes nada de que preocuparte, no es como si de alguna manera él me vaya a dar un beso sin ensayar.
—es lo que más me preocupaba.

Tomé sus labios y apreté su cintura contra mi cadera, de su garganta salió un leve jadeo cuando mi lengua la buscó. Aparté su cabello trenzado de su hombro y con mis dedos acaricié la línea de su clavícula, sentí su cuerpo erguirse y disfruté la sensación de mirarla desboronarse ante mis dedos curiosos que marcaban caminos prudentes en su sedosa piel. Mi masculinidad allá abajo reaccionó cuando sus dientes apretaron mi labio inferior y tuve que calmar seriamente el sentimiento cuando me quemó.

—podría besarte todo el día y seguir deseándolo todavía.—gruñó contra mi boca. Sus pupilas estaban dilatadas. Tragué saliva cuando el ambiente empezó a ponerse todavía más difícil de manejar para mi, sus manos jugaban con mis rizos y cada toque suyo cerca de mi cuello me incitaba a un deseo prohibido que crecía una y otra vez.
—comparto el sentimiento.—sonreí entre sus labios y volví a dejar un beso en esa boca suya que me volvía un adicto sin precaución.—no podría cansarme de ti, y no tienes una sola idea de lo que me haces sentir, Jenna. De lo mucho que te quiero.
Ella me miró de manera sincera, pensó unos minutos antes de abrir de nuevo esos anchos labios sabor a cereza.
—comparto el sentimiento.—murmuró con una tierna sonrisa. Sus dedos acariciaron mi cuello y yo bufé, apreté mis manos alrededor de su cintura, sintiendo como corrientes eléctricas me manipulaban.

¿Cómo podría resistirme? Aún cuando la pena y la inseguridad reinaban en cada rincón de mi mente y todavía temblaba con la idea de lo que podría pasar si llegaba a hacerla mía. Si llegaba a escucharla gemir mi nombre alguna vez. O tal vez sería peor, y yo terminaría encerrado en una cárcel donde nunca podría salir si sus ojos titilaban de lástima al ver mi cuerpo horrendo. No. No estaba listo, no todavía.

—un secreto por otro.—tomé su mano y nos guié al sillón, donde Jenna tomó asiento junto a mi. Sentí un alivio corporal muy notable cuando nuestros cuerpos se separaron a una distancia saludable.
—de acuerdo.—recostó su cabeza en mi mejilla cuando rodee sus hombros con mi brazo.
—¿recuerdas cuando te dije que tenía ansiedad hace un tiempo, y las pastillas que Hayley me había medicado no me habían ayudado?...
—como olvidarlo.
—bueno, realmente solo quería decirte que me gustabas, pero resulta que toda mi vida he sido terriblemente malo para declararme.
Jenna agrandó sus ojos y la encontré ocultando una sonrisa mientras mordía su labio.
—¿todo este tiempo...?
—sí, cuando me mandaste al psiquiatra ese día lo tomé muy personal, y realmente significó para mi un "estoy loco si pienso que con ella tengo una oportunidad". Me enojé más conmigo que contigo ese día. Me sentí un fracasado.
—no sabía...—sus mejillas se acaloraron.—nunca me imaginé que realmente lo harías así...
—¿te burlas de mi forma de ligar?—le amenacé, ella asintió con gentileza, y acarició mi mejilla con su mano suave.

—un secreto por otro...—su respiración chocó contra mi quijada.—cuando te conocí pensé que eras un canalla.—rodeó la línea de mi cuello con su dedo índice distraídamente, sin darse cuenta de lo que causaba en mi con el roce.—Geller fue el primero en darse cuenta de mi cambio de personalidad acerca de ti. Y el primero que se dió cuenta de nuestra...atracción. Incluso cuando yo no podía admitirlo.

Tomé su rostro y la besé con suavidad, gimiendo de alivio al sentir de nuevo su esencia contra mi.
Era un maldito adicto, un obsesionado con su suavidad, su tacto, su sensualidad, sus labios gruesos, su cuerpo agitándose a medida que el beso avanzaba. Toda ella era un riesgo que tomaría sin pensarlo. Sería el último deseo, si alguien me lo permitiera, antes de morir. Morirme en esa boca poética. Recordé sus miedos y la besé por cada uno de ellos, recordé su pasado y la besé hasta querer borrarlo, permitiendo que ella también borrara el mío. Al menos por unos minutos.

Puso sus manos en mi pecho, yo alcé su barbilla y me encontré con esos ojos cambiantes, esos ojos que aveces parecían de un azul oscuro y otros días parecían esmeraldas preciosas y verdes.

—seré tan bueno contigo.—le susurré.—seré bueno, Jenna. Lo juro.

•••

"Lograría amar hasta lo que yo odio de mi..."

•••

Espero les haya gustado estos capítulos. Los amo❤️‍🩹

Continue Reading

You'll Also Like

369 72 6
A Tom le están sucediendo cosas extrañas después de aquellos días en Nueva York.
220K 10.5K 48
Una historia que promete atraparte desde el principio hasta el final. Camila es una chica humilded, Ignacio Besnier es el heredero de un imperio empr...
205K 15.8K 25
'Posiblemente me quiera. No lo sé. Pero lo cierto es que tiene la habilidad infalible para herirme.' **Original por SamaraGM(SamJackson)
33.4M 4.3M 46
[COMPLETADA] ¿Es posible enamorarse de alguien sin conocerlo? ¿Sin haberlo visto? ¿Es posible desarrollar sentimientos por una persona que solo has e...