Taming the lynx [Omegacember...

By Tsundere_Kitty

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Ash Lynx está decidido a destruir a Dino Golzine y llegar al fondo de lo que es banana fish, el plan es simpl... More

1. Autocontrol.
2. Voz.
3. Aroma.
4. Instinto.
5. Colmillos.
6. Supresor.
8. Ofrenda.
9. Ronroneo alfa.
10. Gargantilla.
11. Gruñido.
12. Bozal.
13. Ojos de cachorro.
14. Prendas con aroma.
15. Collar de protección.
16. Ronroneo de omega.
17. Mordida.
18. Parche.
19 Celo alfa.
20. Cuello.
21. Púas en la lengua.
22. Nido.
23. Celo omega.
24. Impregnación de aroma.

7. Celos.

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By Tsundere_Kitty

Hi~ Hoy llegue más tempranito de lo usual a tirarles el capítulo, aprovechenlo porque no solo da confort sino que cuando entremos a prisión las cosas se pondrán un poco más densas por el desarrollo de la trama y por las propias luchas de Ash. Espero que les guste.

Siguiendo con las dedicatorias, hoy le toco a mi preciosa Eri-Jaeger, sé que te gustan las cosas más o menos suavecitas y reconfortantes, así que te pense caleta, gracias por tanto apoyo en las dinamicas, se te quiere muchisimo, mujer.

Eiji es muy bonito.

Sí.

Lleva un tiempo analizando, metabolizando y asimilando la idea para hoy finalmente concluir que es cierta.

Si bien, no es el tipo de belleza frívola como la suya, de esa que todos vanaglorian y utilizan como un pretexto para hacerle daño, esa misma que tienen las rosas que se secan sin espinas, esa que poseen los depredadores pero solo detrás de las jaulas, la de Eiji es contraria, es una belleza cotidiana, puede que a simple vista no impresione ser gran cosa puesto que se esconde tras un manto de peculiaridad compuesto por suéteres de abuelo, pajarracos feos, comida apestosa, modales corteses, una timidez ensayada, invalidación internalizada y una complacencia a terceros que la cubren como una crisálida.

Se precisa ser paciente para vislumbrar las primeras grietas, más, una vez aparecen resulta imposible negar semejante belleza, no es solo su personalidad encantadora que le derrite el corazón, es... todo.

Son sus ojos jodidamente amables que transmiten tantos sentimientos que lo ahogan cuando quiere sostenerle contacto visual, es abrumador, lo deja pasmado igual que si observara el Big Bang y quizás sean metáforas exageradas para un amigo, no obstante, lo remece la sinceridad del omega que acaba impregnada en cada una de sus facciones, le gustan las medialunas que se forman en sus ojeras si la sonrisa es de verdad, sus hoyuelos, su piel bronceada que impresiona dorada bajo el sol, sus cabellos esponjados de conejito regalón, sus pestañas largas y curvas, su nariz de botón y los labios que pasan estornudando su nombre.

«Ash-u», le dice.

¿Acaso no es adorable?

—¿Tengo algo en la cara? —Entonces Eiji lo arranca de los pensamientos, están sentados uno pegado al otro en las banquetas de la biblioteca pública, lo tiene cerca, demasiado cerca—. ¿Ash?

—Una basura. —Y asume que por eso se perdió en sus facciones, lo sorprendente de esto es que no le incomoda ni un poco dichosa cercanía, ¿por qué será?—. Tienes una basura en la cara.

—¡Ah! —Qué le crea y se limpie es tan bonito—. ¿Ya salió?

—No. —Ash se inclina—. Déjame ayudarte, acércate y cierra los ojos.

Eiji lo obedece sin siquiera dudarlo.

Es que existe algo innegablemente encantador en ese chico que apenas consigue cuidarse a sí mismo aunque es dos años mayor, tiene voz suave, es ingenuo, inocente, terco, cálido y es increíble en todas las labores domésticas, Eiji es su misma antítesis, es su opuesto, es el constante recordatorio de cada cosa que le arrebataron incluso siendo un niño y debería odiarlo por lo mismo, es un bebé, es incapaz de cuidarse y Yut-Lung tiene razón en cierta medida, debería ser una carga.

—¿Ya la sacaste?

Pero él está absolutamente deslumbrado y lo comprueba cuando toca su rostro, algo inexplicable lo mantiene despampanado y persiguiéndolo, es una luciérnaga ofuscada por la luz del candelabro que la va a matar, es un hombre en el desierto y Eiji es la última gota de agua, es un girasol que gira sobre sí mismo para alcanzar el día, la luna que se enamoró del sol, las marejadas que se alzan para alcanzar a la luna, las estrellas que chocan en auroras boreales, el cometa que persigue a su amada y termina estrellándose, okey, hasta Ash está perturbado en ese punto con lo cursi de sus pensamientos ¿acaso no es normal tenerlos? Por poco Eiji muere, por poco lo pierde.

—Ya está. —Ash ha estado más aprensivo que nunca, lo entiende, lo aterrorizó no poder hacer nada.

—¿Salió?

—Salió. —Aprieta sus yemas como si sostuviera algo—. Ya no está. —Y lo sopla tal como lo haría con un diente de león—. ¿En dónde estábamos?

Ugh. —Claro que el bastardo protesta y arruina el ambiente inclusive en la biblioteca—. En Holden.

—No te quejes, tú me dijiste que querías leer mis libros favoritos.

—Sí, pero no pensé que fueran tan... —Frunce el ceño, buscando las palabras correctas—. Aburridos.

—Es un libro que se le da a los escolares.

—Exacto, aburrido.

—¡Tú! —No deja que lo saque de quicio, no lo vetarán de la biblioteca—. Deberías sentirte afortunado porque no le leo a muchas personas.

—Muchas. —Eiji repara—. ¿Le lees a otros?

—A Skipper. —Le explica—. Es un mocoso, ya debe tener unos ¿siete?, ¿ocho años? —No posee idea dado que no hablan de temas personales—. Es uno más en la pandilla, no tan así pero necesita poder pertenecer a algo, es peligroso que un crío ronde solo en la ciudad con gente como Golzine al acecho.

—Lo sé. —Eiji se siente regañado—. Me pasó.

—Te caería bien. —Ash cambia el tema—. Estoy seguro de que te gustaría.

—¿Eh? —Entonces esboza una sonrisa genuina que le acelera el corazón, Ash se lo aprieta con suma sutileza, lo hace apoyando el codo sobre el mesón de madera con la excusa de inclinarse para mirarlo más nítidamente—. Apuesto que sí, se escucha como todo un valiente para soportar tu personalidad.

—¡Bastardo!

—¡Grosero!

¡Shh!

La bibliotecaria los calla y Eiji enrojece.

—De todas formas. —El nipón se encoge contra la silla, la luz dorada de la lámpara besa sus mofletes haciéndolos lucir como una cacofonía de rosas—. ¿Por qué te gusta tanto ese libro?

—Oh. —No esperaba que realmente le importara—. Me proyecto en Holden en especial cuando dice que muchas veces se imagina que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno y dichos niños se encuentran solos, es decir, no hay nadie mayor vigilándolos, solo él y él está parado al borde de un precipicio, su trabajo es evitar que los niños se caigan ahí, entonces cuando corren los coge ya que quiere regresarlos al campo. —Eiji alza una ceja, indignado—. ¿Qué pasa?

Mph.

—¿Por qué me miras así?, ¿esperas que te rasque las orejas o te traiga zanahorias? —Nunca le podría cansar molestarlo por esto y más considerando que el animal se asigna por personalidad.

—¿Eso se supone que es un libro "fácil"? —Y hasta hace comillas en el aire con sus dedos—. En serio.

—¿No lo captas?

—¡No!

—¿Cómo explicarlo? —Genuinamente quiere hacerlo entender—. Esa frase es la más fuerte de toda la novela porque da cuenta del deseo de Holden de ser rescatista, los niños pueden continuar siendo inocentes, despreocupados y niños mientras no caigan al precipicio y él está ahí para evitarlo. —Una sonrisa irónica aparece instintivamente para herirse—. Es satírico considerando que hago lo opuesto con las pandillas, yo los empujo al vacío, los uso de carne para cañón, pero está bien, son mis peones.

—Para.

—¿Qué cosa? —Alza sus defensas—. ¿Te molesta lo que soy, no es así?

—Tú no haces eso. —El omega ni siquiera pestañea—. No conozco a tus chicos aún, quizás solo hablo desde mi ignorancia pero te he visto llegar a casa.

—Eiji.

—Y una persona que no trata de atrapar al resto de caer al precipicio no vuelve así. —De pronto, Ash siente como si hubieran ceñido su corazón en un puño y lo estuvieran apretando igual que una bola antiestrés, el dolor va in crescendo bajo sus latidos, debe clavar sus uñas contra la mesa para soportar sin gritar—. Lo siento si dije algo raro.

—No lo hiciste. —Lo calma—. Está bien, eres un cable a tierra. —Y eso es lo peligroso.

La sensación de ser visto por Eiji resulta abrumadora, no se siente digno, cada vez que se acercan se fuerza a dar tres pasos para atrás porque debe hacer el insight, es un asesino, es un depredador y se vende al mejor postor por información, su cuerpo es un medio para un fin, el de Eiji es un templo en dónde crecen las flores y merece ser cuidado, no puede encariñarse, ni puede perderse en la fantasía por más tentadora que sea, la cosa es que Eiji le ha dado un hogar este tiempo, Ash necesitaba tanto de uno.

¿Cómo puede ser justo? Asume que Eiji es como Griffin en ese sentido y sino lo deja acabarán iguales.

—Ni siquiera encontré el cuerpo. —Dice para sí mismo.

—¿Qué?

—Hay otro libro que es de mis favoritos. —Fue lo primero que se le ocurrió—. Este es de Hemingway, el guardián entre el centeno era de Salinger.

—¿Todos tus escritores favoritos tienen esa vibra deprimente? Por lo que me has comentado ese tal Hemingway tampoco se escucha más alegre.

—Son escritores, no payasos.

—¡Aun así!

—Ellos no son deprimentes. —Los defiende a capa y espada—. Pero por simple casualidad mi novela favorita lo es: las nieves del Kilimanjaro.

—¿De qué trata?

—No me gusta tanto la historia principal, es básicamente un delirio en decadencia de una pareja que se queda atrapada y herida, sin embargo, lo que más destaco de la historia es la metáfora que utilizan para describir la desesperanza del protagonista, es simplemente preciosa. —El nipón ladea la cabeza, se inclina y queda tan encima que Ash puede contar cada una de sus pestañas si presta atención, las mejillas le queman, sus labios cosquillean, puede saborear su aliento, puede sentir el café de mañana que ambos compartieron en la mesa y otra vez, el pecho le duele.

—¿Puedo saber cuál es la metáfora?

—Claro. —Balbucea, espabilado—. Hay una montaña en el Kilimanjaro, a 19.710 pies de altura, lleno de nieve. Los Maasai llaman a la cumbre occidental: «la casa de Dios», cerca de la cima yace marchito y congelado el cadáver de un leopardo, ¿qué hacía tan arriba? Nadie es capaz de explicarlo. —El alfa aprieta sus manos encima de su regazo, está nervioso porque aprecia la profundidad de esa metáfora y lo significativa que es para su pasado—. Cuando pienso en mi muerte, me acuerdo de ese leopardo.

Eiji no dice nada, permanece en silencio con una mirada que da cuenta de una preocupación que no se merece, pero de todas maneras anhela esperando a que siga.

—¿Por qué escaló tanto la montaña? ¿Se perdió cazando a la presa hasta que llegó a un punto en el que no podía volver? ¿O subió y subió, poseído por algún instinto y se desplomó intentándolo? —Ni siquiera tiene coraje para verlo a la cara en esos momentos, ambos saben que no se trata en realidad del libro—. Pienso en qué dirección estaba su cadáver, ¿estaba intentando bajar?, ¿o subir más alto?

Finalmente Eiji lo mira.

—De cualquier manera, ese leopardo sabía que no volvería.

—Ash.

—No pongas esa cara. —Ríe ansioso—. Nunca le he temido a la muerte, pero tampoco la he deseado.

—Bien, me alegra escucharlo. —Eiji es directo—. Porque los humanos pueden cambiar su destino al tener sabiduría que los leopardos no.

Ah.

—Además, tú no eres un leopardo. —Eiji es injusto—. ¿Verdad, Ash?

Y esa injusticia duele, ya que cada vez que le instaura la presunción de que puede salir de este mundo como si pudiera desligarse de lo que hizo se sorprende al inicio, porque para Ash resulta inconcebible la posibilidad de que alguien piense en su bienestar de forma desinteresada, es una fantasía, se halla demasiado lejana, Eiji es así con todo el mundo, es amable de naturaleza, él no es especial, no precisa darle más peso a estas palabras cuando no lo tienen y aun así...

Aun así. Aun así. Aun así.

—¿Quieres ir a comer algo afuera? Ya me dio hambre.

—¿Eh? ¡Seguro!

—¿Perritos calientes estarán bien? —Que esboce una mueca de asco le arrebata una risa tan genuina.

—¿No venden otra cosa?

—No, me lo debes además. —El nipón rueda los ojos fingiendo molestia, sin embargo, se levanta sin dudar para extenderle la mano.

—Vamos.

Aun así, Ash realmente se permite soñar en estos momentos.

🐾

Dicen que cuando los conejos están muy enojados patean fuertemente con su pata trasera y mueven la nariz como si tuvieran comezón, al parecer debería estar asustado, su lenguaje corporal puede ser una advertencia antes de embestir o atacarlo, no obstante, el riesgo vale la pena.

—¿Me tenías que arrastrar hasta el carrito? —Porque está obligándolo a mirar cómo le sirven lo que debe ser el perro caliente más grasiento que exista—. Pude quedarme solo.

—Ajá. —Bufa—. Lo veo muy verosímil.

—¡Te recuerdo que soy dos años mayor! No soy un niño.

—¿Realmente quieres tener esta conversación? —Ash gruñe—. La última vez sino mal recuerdo, solo te dejé por un minuto y cuando volví ya estabas con una serpiente.

—Dijo que necesitaba ayuda. —Eiji luce regañado—. Por eso...

—No puedes confiar en todas las personas que te pidan ayuda. —Declara extendiéndole dos dólares al vendedor en el carro, recibiendo los hot dogs e incitándolo a caminar hacia las escaleras al costado de la biblioteca, son asientos perfectos—. Menos en tu condición, la salida de hoy fue una excepción.

—Lo sé. —El omega se deja caer sobre un escalón—. Lo agradezco.

—No es que te quiera tener encerrado.

—Es que es peligroso, sí. —Si fuera un conejo probablemente tendría las orejas bajas—. Lo entiendo.

—Eiji.

—Gracias por salvarme otra vez. —Lo dice mirándolo a los ojos, provocando que su corazón se vuelva a desembocar y que las orejas le ardan—. Pude haber muerto por el veneno, debí haberte escuchado cuando me advertiste, así que gracias por de todas maneras ayudarme.

—Cielos, te escuchas como toda una damisela en peligro, onii-chan. —Bromea para aligerar la charla.

—¡Tú! —Y a juzgar por cómo ahora lo patea intentándole sacar sus converses con las suelas, entiende que ha funcionado, le gusta verlo sonreír, no desglosa si es porque ansía reparar algo en Eiji o si ansía reparar algo de sí mismo a través de Eiji ¿importa? Por este momento no—. Ni siquiera me molestaré en rebajarme a tu inmadurez.

—Vaya viejo. —Eiji se limita a inflar las mejillas y darle una mordida al hot dog—. Eres un aguafiestas.

—¡Está muy picante! —Sus ojos lagrimean y debe taparse la nariz.

—Qué bebé. —Ash ríe dándole un mordisco—. Llorando por la mostaza.

—Tiene un sabor demasiado fuerte.

—¡Hipócrita! Te la pasas cocinando natto, ¿quién eres para quejarte de los "sabores fuertes"? Cínico.

—El natto es nutritivo y delicioso, es diferente.

—Quizás si fueras menos regodeón y te alimentaras mejor crecerías.

—La comida japonesa es sana. —Defiende lo indefendible—. Mucho mejor que la basura americana.

—¿Sí? Porque desde el año pasado yo he crecido dos pulgadas aunque no he engordado nada. —Su anorexia tiene la culpa de eso, pero bueno, no entrará en el tema, sabe esconderla.

—Qué suerte, creo que he dejado de crecer.

—Todavía estoy en proceso de crecimiento, al contrario de cierto vejete. —Eiji frunce las cejas, le da una satisfacción letal—. ¿Qué sucede, onii-chan? Tendrías que volver 15 años atrás para superarme.

—¡Ni lo pienses! ¡Te daría una paliza!

—¡Ya quisieras!

Ambos se quedan riendo y tonteando un rato más, comparten perritos calientes, charlan al aire libre, se hace tarde, es agradable, en más de una ocasión Ash se ha preguntado (y criticado) sobre por qué se permitió encariñar tanto con Eiji, si bien Shorter tenía razón cuando le comentó que el japonés al ser ajeno de su mundo llamaba su atención, no es suficiente para explicarlo.

Eiji lo ve como una persona, es eso.

Eiji no espera ni quiere nada de él incluso si de repente se sabotea y la intrusión lo incita para pensar lo contrario, en el fondo conoce al omega que salvó, a ese que va con su corazón desnudo y sangrante en medio de la guerra, al desquiciado que se encerró en un cuarto de hospital y se negó a ceder ante la policía o su tutor, pero abrió y confió en la única persona que no debería, la gente no es buena sin motivos escondidos, lo ha encarnado, por eso, le deslumbra que Eiji todavía no pierda su ingenuidad.

Siente celos, Eiji es libre, es su libertad.

—¿Realmente te irás a la cárcel? —Y qué él esté tan aferrado al omega da cuenta de su desmesurado anhelo por alcanzarla—. No tengo un buen presentimiento de esto, Dino tiene contactos dentro, eso me dijiste ¿verdad? Entonces te estarías metiendo en la boca del lobo.

—Los tiene. —Ash no le esconde nada—. Sí, es riesgoso porque me quedaré en bandeja de plata por unas semanas tanto para Dino como para mis otros adversarios, de hecho es una misión muy suicida.

—¡Ash!

—¿Qué? Es la verdad.

—¿Realmente debes ir por ese tal Max Lobo?, ¿tan importante es banana fish para ti? No te lo estoy diciendo porque quiera molestarte o algo así, quiero entender.

—No es la droga.

—¿Eh?

—No es la droga. —Repite y no quiere hacerlo—. Es por mi hermano. —Eiji pestañea aturdido—. No le he contado a nadie que tengo uno, no era necesario.

—Oh. —Lo puso ansioso—. Tiene sentido.

Griffin es una puerta que no está dispuesta a abrir, no todavía.

—Él murió en Irak. —Y aun así está contándole detalles sumamente personales—. Sospecho que fue inyectado con el primer prototipo de la droga y eso lo mató, yo era un niño cuando pasó, me importa saber sobre la droga y vencer a Dino, por supuesto, yo mismo soy un sobreviviente pero si en realidad quieres saberlo, quiero la venganza más que nada y Max Lobo puede ayudarme.

—Entonces está bien que vayas. —Eiji ni siquiera lo cuestiona incluso si ve lo jodidamente disgustado que está con la idea, pero él no debe confundirse, si le importa es porque le importa su supervivencia a nivel instintivo.

Eiji teme no saber qué pasará con él si Ash muere, nada más.

—Por favor, ten cuidado. —Le ruega.

—Estarás bien sin mí. —Ash lo prepara—. No alcanzaste a conocer a Shorter porque estabas todavía recuperándote del veneno, pero si algo llega a pasarme él cuidará de ti y así sucesivamente, Dino no te va a tocar con tanta facilidad, nadie lo dejará.

—¿Qué? —El japonés frunce el ceño—. ¿Qué tiene que ver eso? Me da lo mismo lo que me pase, lo que me importa es que tú vuelvas a salvo.

—Pero...

—Mira. —Eiji lo frena—. Sé que has pasado por cosas duras pero si vamos a ser amigos te tengo que pedir que intentes desprenderte de tus mecanismos pasados, no lo digo para invalidar lo que pasaste que seguramente es mucho más de lo que pueda imaginar, lo digo porque es injusto.

—¿Para ti?

—Para nosotros. —Nosotros, ja, que linda palabra—. Ibe-san una vez me dijo que no debía dejar que mis relaciones pasadas impidieran las del futuro porque son diferentes y tenía razón.

—Tu tutor suena muy sabio. —Sonríe recordando las frases de coqueteo que le enseñó—. ¿Por qué?

—Pues era un rompecorazones en la universidad. —Eiji ríe—. Luego se asentó.

—No es a propósito ¿sabes?

—¿Eh?

—Tener defensas de mierda, yo no... —Ash clava sus ojos en el piso—. No lo hago adrede, me cuesta.

—Lo sé. —Eiji le golpea el hombro—. Pero puedes hablar conmigo de eso, prometo que te escucharé.

—Es increíble. —Ash se rinde—. Pensar que te habría terminado conociendo de una u otra forma en la entrevista que rechacé, creo que nuestros destinos estaban unidos, aunque seguramente tendrías una impresión diferente de mí porque yo me habría burlado de ti, lo apuesto.

—¡Ah!

—Y tú habrías hecho alguna idiotez. —Ash sonríe al imaginarlo—. Estoy seguro de que incluso viendo el contexto en el que estabas, rodeado de pandilleros malos y sucios, me habrías pedido una tontería que a cualquiera le costaría la vida como pedirme sostener la pistola o algo así.

—¿Eh? ¿Entonces puedo sostenerla? —Ni siquiera debería sorprenderle que eso sea lo que escuche.

—¿Quieres que la saque acá? ¿En plena luz del día? —El japonés mira hacia abajo, lo avergonzó pero como Ash es un hijo de puta no pierde chance para empeorarlo—. ¿O hablas de la otra pistola?

—¿Otra pistola?

—Ya sabes. —Le guiñe un ojo con sugestión—. La más grande.

—¡Ash! —Gimotea y es hilarante—. Tú en serio. —Eiji se cubre los párpados con el antebrazo y debe ser el gesto más lindo que existe en la faz de la tierra, piedad—. En serio eres increíble.

—Así me lo dicen.

—¿Pero sabes qué es aún más increíble? —El japonés da vueltas su cara hacia las estatuas de leones, esas que salieron en los cazafantasmas—. Qué aun así me importes tanto.

—Eiji. —Ash lo incita a mirarlo de vuelta, no hace mucho, palpa su rostro con suavidad, se inclina, al final ambos acaban apoyando su frente sobre el otro.

—Tienes que volver a salvo. —Le suplica—. Por favor.

—Lo prometo. —Ash sentencia—. Prometo que volveré a ti.

Mañana se viene especialmente denso, dejaré una que otra notita para ponerlos más en contexto acerca de cómo funcionan los mecanismos defensivos de Ash y porque hace las cosas que hace, pero vayan con las advertencias en mente, el arco es bien chiquito de todas formas, como dos capítulos, pero igual.

Mil gracias por leer~ See ya.

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