La Historia Entre Los Dos (Li...

By _maria_centeno_

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Bilogía «Russkaya ruletka». Libro #1. Después de haber sido rechazada por el mejor amigo de su hermano cuando... More

⌘Nota de la Autora⌘
⌘ Conoce A Los Protagonistas ⌘
⌘Especial 1k⌘
1 ⌘ Ivanov
2 ⌘ El Chico Nuevo
3 ⌘ La Guía
4 ⌘ La Prueba
5 ⌘ Superando El Pasado
6 ⌘ Squeeze Play Suicida
7 ⌘ Cargo de Conciencia
8 ⌘ Campamento Blue Oaks Parte 1
9 ⌘ Campamento Blue Oaks Parte 2
10 ⌘ Mamma Mia
11 ⌘ Trabajo En Equipo
12 ⌘ Objeto de Estudio
13 ⌘ Charla A Descorazón Abierto
14 ⌘ Él Puede Ser Hawkeye
15 ⌘ La Disculpa
16 ⌘ Salsa de Tomate
17 ⌘ Darcy
18 ⌘ El Negro Va Con Todo
19 ⌘ Es mi Hermana, Imbécil
20 ⌘ La Chamarra
21 ⌘ Los Regionales
22 ⌘ La Escena Del Muelle
23 ⌘ Lo Que Implica Ser un Caballero
24 ⌘ Bésala
25 ⌘ Mandando Señales
26 ⌘ Fundación Tailime Nazarova
27 ⌘ Descarada
28 ⌘ Yuriy
29 ⌘ El Evento Comunitario
30 ⌘ Salvando La Veterinaria
32 ⌘ Admirador Secreto
33 ⌘ Malishka
34 ⌘ Asher y Mia
⌘Especial Año Nuevo⌘
35 ⌘ Glee
36 ⌘ ¿Quien Está Saliendo con Alek Ivanov?
37 ⌘ El Violín de Zorba
38 ⌘ Planeación
39 ⌘ El Malentendido
40 ⌘ Cumpleaños Nazarova Parte 1
41 ⌘ Cumpleaños Nazarova Parte 2
42 ⌘ Vacaciones De Invierno
43 ⌘ Algo Está Pasando
44 ⌘ El Nuevo Tutor
45 ⌘ Cambiando Rutinas
46 ⌘ Fairytale
47 ⌘ Consejo
48 ⌘ Ausente
49 ⌘ Sangriento San Valentín
50 ⌘ Falla de San Andrés
51 ⌘ Infiltrado
⌘Especial 30k⌘
52 ⌘ El Escuadrón de la Muerte
53 ⌘ Yugo Familiar
54 ⌘ El Monstruo de los Ojos Verdes
55 ⌘ Efecto Secundario
56 ⌘ Epístola
57 ⌘ Mea Culpa
58 ⌘ Acto V Escena III
59 ⌘ Dolor Fantasma
Epílogo ⌘ El Vacío Entre Los Dos
⌘Agradecimientos⌘
Especial 50k ⌘ Orgullo y Prejuicio Parte 1
Especial 50k ⌘ Orgullo y Prejuicio Parte 2
Especial 50K ⌘ Orgullo y Prejuicio Parte 3
Capítulo Extra ⌘ El Libro Prometido
Capítulo Extra ⌘ Hola Kitty

31 ⌘ Dos Citas y un Acierto

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By _maria_centeno_

Maratón 1/4

Alek estacionó su auto en la glorieta dentro de la residencia Nazarova, observando la entrada con un aire nervioso. Tenía cinco años pasando por esa puerta sin ningún problema, pero esta vez, la situación de su presencia era completamente diferente a las anteriores.

El pantalón de mezclilla, sus sneakers menos desgastados y una camisa de manga larga debajo de una chamarra de cuero café hacían toda la diferencia. Porque esta vez, saldría de ahí con Tailime para llevarla a una cita.

Según el mensaje que Alek había recibido de Kai al salir de clases, las flores estaban descartadas, porque pondrían a Tai más nerviosa de lo que ya estaba. Por eso checó que todo estuviera en orden dentro de su auto, revisando que no hubiera olvidado colocarse loción antes de salir de su casa y entonces subió las escaleras para llegar a la enorme puerta.

Llamó a la enorme puerta de caoba y después se secó las palmas de las manos en el pantalón.

Había estado tranquilo durante la semana, incluso por la mañana. Tuvo algunas entregas de cupcakes que hacer durante el receso, manteniendo la mente ocupada. Pero en cuanto terminó el entrenamiento y se daba una ducha, su cerebro no pudo evitar pensar en todas las situaciones incómodas o en las cosas que podrían salir mal. Pero mientras se probaba camisas en su casa, la absurda idea de que todo podría salir bien lo tranquilizó. Aun así, no podía evitar sentir los nervios característicos de la primera cita.

La puerta de la casona se abrió, y esta vez no fue Harold quien lo recibió con su acostumbrada reverencia, sino una mujer de cabello castaño que Alek no tardó en ubicar a pesar de los años, reconociendo a la madre de los mellizos.

La confusión de Alek fue evidente en su rostro al verla en Estados Unidos, porque la mujer soltó una risita mientras abría la puerta de par en par.

—¡Alek!

—Adele —respondió Alek después de salir de su asombro, dedicándole una sonrisa.

La matriarca Nazarova se hizo a un lado para dejarlo pasar, justo cuando Alek vio a Harold caminar hacia el vestíbulo y a Adele sonreírle alegre.

—Llama a Kai, dile que Alek acaba de llegar.

Alek apenas y abrió la boca cuando Harold dio media vuelta, retirándose del lugar antes de que pudiera detenerlo y decirle que llamara al mellizo correcto.

—Me da mucho gusto verte de nuevo —Adele invitó a Alek a sentarse en la sala de recibidor—. Estás tan grande. Y guapo. La última vez que te vi tenías dieciséis años.

—¿Han sido dos años desde entonces? —Alek se preguntó sentándose en el sillón—. ¿Qué la trae a Sacramento?

—Mi esposo decidió venir a supervisar a los niños —Adele informó, desestimando la razón—. La verdad es que nos enteramos sobre lo que le sucedió a la familia DiMarco. Tai parecía bastante consternada cuando nos llamó el fin de semana. Así que Alexei puso todo en orden en Moscú y tomamos el avión hacia aquí en cuanto pudimos.

Alek alzó una ceja ante la explicación. Sabía de primera mano que Tai había estado preocupada por toda la situación de Mia, pero no creía que esa era una razón suficiente para que los padres de los mellizos dejaran sus cosas botadas en Rusia solo para venir y cerciorarse que todo estaba en orden aquí.

—Pero basta de hablar de eso. Kai me dijo que lo has hecho muy bien en natación este año —Adele cambió el tema.

—Sí, conseguimos pasar a los nacionales —Alek sonrió al recordar su victoria de la semana pasada—. Si todo sale bien y logró hacer un buen tiempo, pueden considerarme para el equipo representativo de Estados Unidos en los olímpicos.

—¡Qué alegría! —Adele aplaudió emocionada—. Tu madre debe de estar orgullosa.

—Espero poder llevarla conmigo —admitió Alek con un ligero sonrojo en las mejillas.

—Eres adorable —Adele le dedicó una sonrisa maternal antes de mirar sobre el hombro de Alek y sonreírle cuando su hijo y a su marido entraron por la puerta trasera que daba al jardín—. Me encantaría poder quedarme a charlar más contigo, pero tengo que terminar de ayudar a Tailime a arreglarse. ¿Puedes creerlo? ¡Mi niña tiene una cita!

Pues claro, si él era la cita por la que se estaba arreglando.

Alek supuso que Tai había comentado que saldría por la tarde, pero no dio más detalles sobre con quién. Por eso solo sonrió cohibido ante el despiste de Adele, que siguió elogiándose por el trabajo que había hecho durante las vacaciones para mejorar la imagen de su hija.

Fue solo hasta que Adele se detuvo al ver la sonrisa culpable de Alek, pasándose la mano por el cabello en un ademán nervioso, y que su esposo y Kai se detuvieron en la recepción; el último mirando extrañado a su mejor amigo; que supo que había algo más ahí que una mera visita amigable.

—¿Por qué preguntas por mí? —Kai preguntó en su acostumbrado tono seco.

—No lo hice —Alek se encogió de hombros, notando los ojos grises del padre de los mellizos fijos en él, poniéndolo más nervioso de lo que estaba. En definitiva, no se esperaba esa bienvenida.

—Espera —Adele puso un dedo al frente, ignorando la expresión confundida de su hijo y la ceja alzada de su marido—. ¿No vienes con Kai?

Alek se volvió a secar las manos en el pantalón, sonriendo incómodo.

—Vengo por Tailime.

La recepción se quedó en silencio mientras los engranajes de Adele Nazarova giraban para colocar las piezas en su lugar, relacionando la idea de que Alek Ivanov, mejor amigo de su hijo Kai, era la persona por la que su hija estaba tan ofuscada en su habitación, buscando el atuendo perfecto para su primera cita.

—Discúlpenme un momento.

Entonces Adele se levantó del sillón y caminó directo hacia las escaleras, perdiéndose en el segundo nivel.

Alek la siguió con la mirada, y fue hasta que escuchó que alguien se aclaró la garganta que se giró hacia los dos Nazarova remanentes en la recepción.

—Supongo que una charla de hombre a hombre sobre mi hija no te vendría mal, Ivanov —Alexei le dijo, cruzando los brazos con una sonrisa mientras su hijo sonreía burlón.

Tai giró un poco viéndose en el espejo, revisando que el atuendo que había elegido junto con su madre la satisficiera por completo.

Fue agradable llegar de la escuela para ver a sus padres sentados en la mesa esperándolos para comer. Tai abrazó a su madre con fuerza antes de ser envuelta en los brazos de su padre. Había algo en la seguridad de sus abrazos que la hacían sentir mejor después de los últimos días que había tenido, a pesar de que las cosas habían mejorado con la campaña de venta de cupcakes en la escuela.

Después de comentar la razón del viaje (además de los negocios) Kai mencionó sutilmente que Tai necesitaba arreglarse para una cita, logrando que su melliza lo fulminara con la mirada y su madre se abalanzara sobre ella para prepararla para la tarde, incluyendo la ropa que se pondría para impresionar al chico. Constaba de un vestido tejido de color cenizo que había comprado un día antes al salir con Mia y Emma, considerando que las tardes habían comenzado a enfriar con el otoño.

Fue su madre quien sugirió agregarle unas mallas negras debajo de sus botas del mismo color, complementando el look con un collar largo y dorado que su madre le había dado. Su cabello estaba suelto, adornado con un pasador de oro para evitar que bloqueara su rostro.

El maquillaje era igual de sencillo como le gustaba usarlo, y su madre insistió en colocar un poco de delineador negro para alargar sus ojos. No creía que arreglarse de más fuera ser de mucha ayuda, ya que Alek la había visto incluso en sus peores momentos.

Tai sonrió complacida con la forma en la que se veía, femenina sin dejar de ser ella misma.

Aún estaba tratando de asimilar la idea de que tendría una cita con Alek, cuando la puerta de su habitación se abrió de golpe, girándose asustada para ver su madre parada en el marco con el ceño fruncido.

—¿Mama?

—Tailime Nazarova —la mencionada se quedó callada al escuchar el tono autoritario de su madre, uno que solo utilizaba cuando estaba molesta con ella—. ¿Por qué no me dijiste que el chico con el que ibas a salir era Alek Ivanov?

El color del rostro de Tai desapareció abruptamente, y el vértigo se apoderó de su equilibrio cuando se vio descubierta. No esperaba que el viaje a la cocina de su madre terminara con su pequeño secreto siendo descubierto. Había evitado comentar el nombre del chico con el que iba a salir porque... bueno, la sonrisa maniática que se implantó en el rostro de Adele era una de las razones. Pero además de eso, por la inhumana cantidad de preguntas que le esperaban.

—¿Por eso te pintaste el cabello? ¿Hace cuánto que están saliendo?

—¿Mama?

—¿Te ha besado? ¿Besa bien?

Ma-mama...

—¿Kai está de acuerdo con esto? ¿Cuándo pensabas decírmelo?

Mama...

—¡Ha cambiado mucho! Definitivamente es aprobado por mí. Siempre fue bien parecido, ¡pero ahora es tan guapo!

—¡Mama!

Adele detuvo su parloteo, notando el contraste del rostro pálido de su hija al llegar a la habitación contra el colorado que ahora mostraba, pero eso no deshizo la sonrisa maternal que le dedicó a su hija.

—E-esto es relativamente nuevo —admitió Tai jugando con sus manos—. Hace poco más de dos semanas que él... bueno... me besó y me está ayudando con el tema de los DiMarco y es... bueno, no te lo dije porque espero que esta vez algo pueda suceder y la verdad tengo miedo que todo esto sea un sueño y despierte y nada haya pasado en realidad...

El silencio en la habitación y el hecho de que su madre no la hubiera interrumpido ni una sola vez hizo que Tai finalmente la mirara, observando a su madre dedicarle una sonrisa con ternura. Cuando siguió callada, Tai se mordió el labio antes de encogerse de hombros, suplicándole a su madre que dijera algo en respuesta.

—¿Y bien? —Adele se sentó en el sillón de la sala de la recámara—. ¿Vas a contarme sobre ese beso?

Tai echó la cabeza hacia atrás, gruñendo.

Ni siquiera se dignó a contestarle a su madre cuando tomó la bolsa bandolera donde tenía su cartera y teléfono, y salió de la recámara hacia la sala, donde confiaba que Alek estuviera solo y esperándola para irse. Pero se detuvo en la parte superior de las escaleras cuando vio a Alek sentado en la sala de la recepción dándole la espalda, mientras su padre y Kai hablaban con él.

La sonrisa sarcástica de Kai solo podía indicar una cosa, y no era buena.

Tai bajó las escaleras casi corriendo, tropezando con sus propios pies al menos una vez en el intento por llegar lo más pronto posible hasta el rubio, tomándolo de la mano y jalandolo hacia la puerta.

—Hasta luego, Alexei —Alek comentó mientras Tai se peleaba con la chapa de la puerta, intentando abrirla lo más rápido que podía—. Prometo regresarla temprano.

—No te olvides lo que hablamos —Tai escuchó a su padre decir al abrir la puerta, pero ya no alcanzó a escuchar nada más cuando jaló a Alek consigo, cerrando la puerta de golpe y bajando las escaleras hasta la parte donde estaba estacionado el auto de Alek.

Alek miró con una sonrisa a Tai, que parecía que estaba huyendo de un monstruo dentro de su casa. La ayudó a bajar las escaleras, porque parecía que los pies de Tai no coordinaban bien a causa de la vergüenza, si el color carmín en sus oídos indicaba lo contrario. Por eso al llegar a la parte baja de las escaleras, Alek plantó los pies en el asfalto y detuvo la carrera de Tai, haciendo que esta volteara con el ceño fruncido.

—Tranquila —Alek le susurró con una sonrisa, notando que Tai pasaba sus ojos verdes de él hacia la ventana que daba a la recepción, seguramente porque sus padres y Kai los observaban a lo lejos.

—Sea lo que sea que te dijo mi papa, por favor ignóralo.

—No me dijo nada malo —Alek se rió, pero entrelazó la mano de Tai entre la suya y se llevó el dorso hasta los labios para besarla, logrando que la chica se sonrojara aún más, ésta vez no por la vergüenza—. Estás linda.

Tai bien pudo desinflarse en ese momento, olvidando la sonrisa burlona de Kai, y a su madre sacudiendo a su padre de la emoción. Aun así, Tai resopló, para después dedicarle una leve sonrisa a Alek.

—Gracias. Tú... también te ves bien.

Era injusto. Tai estaba segura que Alek apenas había puesto el mínimo esfuerzo y aun así lograba verse como modelo de revista. Tai pasó saliva y se giró en dirección al auto estacionado, tratando de morderse la lengua para no usar esa descripción.

—¿Nos vamos?

Alek, como todo un caballero, le abrió la puerta del auto, y Tai sonrió agradecida antes de entrar en el auto.

A pesar de que Alek ahora sabía que los Nazarova poseían una colección de autos impresionantes, no creyó que su VW Golf del 2010 fuera algo del otro mundo. Su padre lo había comprado hacía diez años, y después de un tiempo se convirtió en el auto familiar.

Cuando Alek le dijo a su madre que tenía una cita con la menor de los Nazarova, no pareció asombrada, pero obtuvo una lectura de al menos media hora que su padre le hubiera dado cuando comenzó a tener citas con chicas.

Lo típico: «no te apresures, las hormonas son traicioneras, piensa en tu futuro, te críe para que fueras un caballero, no juegues con sus sentimientos». Además de los bonos por ser la hermana de su mejor amigo: no es cualquier chica, es la hermana de Kai, si lo echas a perder no solamente será esa relación, cuídala, es buena chica.

Alek sonrió cuando se sentó en el asiento del conductor, encendiendo el auto y colocándose el cinturón de seguridad. Claro que Tailime era una buena chica. Tenía un corazón de oro entre todo ese aspecto tímido, y no del tipo de oro que tenía en el banco.

Encendió el auto y le entregó el iPod que tenía conectado al estéreo.

—Puedes escoger la música que quieras.

Tai no dijo nada y desbloqueó el aparato con el ceño fruncido, como si siguiera enojada, deslizándose entre la lista de canciones, hasta que eligió una y miró por la ventana mientras Alek salía de la residencia. El rubio no pudo evitar soltar un resoplido que atrapó la atención de Tai cuando el sonido del violín resonó en las bocinas del auto.

—Realmente te gusta la música clásica —dijo Alek cuando reconoció la introducción de Secrets.

—OneRepublic es un grupo popular, y tiene música instrumental. ¿No te gusta?

—Oh, claro que me gusta —Alek confirmó sin despegar su vista de la calle, quedándose después en un cómodo silencio en el que Tai miró por la ventana el paisaje de su calle—. La canción que me dedicaste en la cafetería es de ellos. Aunque no era la misma letra.

Tai no respondió, por lo que Alek la miró cuando llegaron a un alto en el semáforo. La chica se miraba las manos mientras las abría y las cerraba, y después se pasó un mechón de cabello detrás del oído.

—Encontré una versión menos... radical. La original es buena, pero es tan —Tai hizo un ademán exagerado con la mano—, Romeo y Julieta.

—¿Creí que Romeo y Julieta eran románticos?

—Porque hacerse la muerta y el suicidio de los protagonistas es muy romántico —Tai resopló divertida—. Lo que la gente encuentra romántico es la idea del amor prohibido, pero la historia habla de dos adolescentes rebeldes que llevan su "amor" al extremo.

Alek se quedó callado un segundo, digiriendo la información.

—Cuando dices adolescentes...

—Romeo tenía dieciséis y Julieta trece.

—¿Eso era legal? —preguntó Alek escandalizado.

—Supongo que en el siglo dieciséis era algo común —Tai se encogió de hombros, comenzando a reconocer sus alrededores—. ¿A dónde vamos?

—Sé que el cliché de la primera cita es ir al cine —Alek le dijo mientras tomaba la desviación para la salida al mismo centro comercial que Tai y sus amigas habían ido el día anterior—. Pero eso implicaría solo sentarnos uno junto al otro, cuando eso lo hacemos todos los días en clase. Así que pensé que jugar al mini golf podía ser más divertido, ¿no crees?

Tai se mordió los labios con nerviosismo cuando entraron al estacionamiento y Alek logró encontrar un lugar con facilidad a pesar de ser un viernes por la tarde. Se apretó la orilla de la falda cuando Alek apagó el vehículo.

—Te dije que no tenía experiencia en citas —admitió Tai cuando Alek abrió la puerta del conductor—. Eres el primero en invitarme a una.

Alek no se movió por unos segundos antes de volver a cerrar la puerta y girarse para enfrentar a Tai. Ella ladeó la cabeza y le ofreció una sonrisa avergonzada.

—Te voy a decir algo, pero, ¿prometes no burlarte? —le dijo Alek en tono serio, a lo que Tai asintió—. Eres la tercera cita que he tenido.

Era broma. Tenía que ser una broma. Tai abatió sus pestañas mientras trataba de hacerse a la idea de que Alek Ivanov solo había estado en dos citas antes que ella. Como si eso fuera posible con la larga lista de admiradoras que tenía en la escuela.

—No es cierto —dijo Tai ofendida por la declaración, arrugando la nariz mientras Alek se reía para sí.

—Es en serio, la primera vez fue en noveno grado —Alek volvió a abrir la puerta del auto para salir y dejó a Tai con la duda.

Ella había sido expuesta en séptimo grado, así que en defensa de Alek, tuvieron que pasar dos años antes de que se interesara en una chica. En su impacto, no se dio cuenta que Alek había rodeado el auto y le había abierto la puerta para que bajara.

—Y la última vez fue hace un año.

—Pero... las chicas... todas...

—Ser popular no es sinónimo de salir con una chica diferente cada semana. Mi mamá no me educó así.

Tai miró el suelo con una mueca, concentrada en algo.

—Si solo has tenido dos citas antes que yo...

Alek se encogió de hombros para restarle importancia.

—Eran chicas lindas, no me malinterpretes. Pero siempre había algo que no terminaba por gustarme, y decidimos dejarlo por la paz.

No dijeron nada más al entrar al centro comercial, caminando uno junto al otro mientras llegaban al nivel donde se encontraba la zona del arcade y entraron a la zona designada para el mini golf. La afluencia de gente no era tanta, por lo que no tuvieron que esperar mucho tiempo antes de pagar la renta de los palos y sus bolas de golf. El local era bastante grande como para albergar al menos unos diez circuitos de hoyos.

Fue hasta que estuvieron preparándose en el primero que Tai rompió el silencio.

—¿Qué fue lo que no te gustó de ellas?

Alek suspiró. Su intención no había sido enfocar la plática en sus relaciones anteriores, sino tranquilizar a Tai, que parecía nerviosa por no estar a la altura de una primera cita. Alek se rascó la cabeza antes de colocar la bola en el círculo blanco de salida y dedicarle a Tai una sonrisa.

—En mi primera cita fuimos al cine —le explicó, colocándose en posición para golpear—. Terrible idea. La chica se quedó dormida y roncó gran parte de la película.

—¿Era tan mala la película? —preguntó Tai alzando una ceja cuando Alek dio el primer golpe, haciendo que la bola avanzara con fuerza y regresara unos cuantos metros sin rozar siquiera el hoyo.

—La pregunta realmente es: ¿fui tan mala primera cita? —Tai soltó una risita cuando Alek le cedió el lugar para que colocara la bola en el inicio—. Es en serio. Hirió mi ego por al menos unos tres meses. No sabía que era posible quedarse dormido con los nervios que sentía.

Tai se puso en posición, mucho más elegante de lo que Alek lo hubiera hecho, y con un frío cálculo, golpeó la bola con la fuerza suficiente para acercarla a unos centímetros del hoyo. Alek pasó sus ojos azules de la bola hacia Tai, que sonreía inocentemente, ignorando lo hermosa que se veía.

—No me digas: tu papá te enseña en sus ratos libres.

—Mi abuelo.

Alek alzó una ceja. Sabía que el viejo Hedeon no era el mejor abuelo, sobre todo al saber del desagrado de los mellizos hacia él. Por lo que le extrañó que siquiera tuvieran alguna interacción entre ellos.

—Cuando nos invita a sus viajes de negocios nos lleva a practicar mientras él cierra tratos.

Alek se encogió de hombros ante la explicación.

—Voy a perder, ¿no es cierto?

—Tal vez —Tai lo imitó sin deshacer la sonrisa al hacerse a un lado para cederle el turno—. ¿Qué pasó en la segunda cita?

Tai parecía más relajada de lo que estaba al llegar al centro comercial, hablando mientras jugaban. Y esa era su idea, conocerse mejor mientras pasaban un buen rato.

—Masticaba con la boca abierta.

—¡Ew! —Tai hizo una mueca mientras Alek soltó una carcajada, golpeando terriblemente mal al no poder contener sus temblores.

—Y esas fueron mis dos grandes citas —Alek se colocó el palo de golf sobre los hombros antes de quitarse del camino para que Tai pudiera golpear su bola y entrara en el hoyo—. ¿Qué te parece si jugamos a veintiún preguntas?

—¿Veintiún? —Tai repitió, tomando la bola y caminando al inicio del segundo hoyo.

—Yo te pregunto algo y tú respondes, y puedes preguntarme lo mismo o algo diferente —Alek sacó la lengua en concentración antes de golpear la bola un poco más despacio. Y aunque no llegó al hoyo, era lo más cerca que había estado—. Cada quien tiene veintiún preguntas para conocer mejor al otro.

Tai lo pensó un segundo antes de asentir con la cabeza y mirarlo a los ojos. Era una buena oportunidad de saber más sobre él sin ser tan intrusiva. Al menos así tendrían el campo parejo para preguntas que en una conversación no se atrevería a inducir.

—Bien, empiezo yo —Alek colgó sus manos en el palo de golf mientras Tai daba el golpe—. ¿Cuándo llegaron tus padres a Sacramento?

—Hoy por la mañana —Tai hizo una mueca que intentó parecer fastidiada—. Ni Kai ni yo teníamos idea. Estaban ahí cuando llegamos de la escuela. Papa dice que tenía una junta con el consejo en Los Ángeles, pero mama dice que solo nos extrañaban. Cuando sus versiones no coinciden es porque algo está mal y no quieren preocuparnos. Creo que tiene que ver con la gente que entró a la veterinaria.

—¿Crees que sea algo malo?

—No lo sé. Pero tal vez son ideas mías. Puede ser cualquier cosa.

Alek musitó antes de colocarse en posición.

—¿Es mi turno? —Tai preguntó, repasando la pregunta que quería hacerle cuando Alek asintió con la cabeza—. ¿Por qué...? ¿Por qué me quisiste golpear con la pelota en el lago durante el campamento?

Alek estuvo a punto de mover los brazos, pero se quedó quieto en cuanto Tai formuló la pregunta. Primero, porque Alek no recordaba de qué estaba hablando, pero cuando lo hizo, se preguntó porque Tai había escogido esa pregunta entre tantas otras cosas.

—¿A qué te refieres?

—Siempre me lo he preguntado. Solo quiero saber si fue porque te cansó el que solo te hablara en ruso.

Alek suspiró, terminando de dar el golpe en la bola, midiendo mejor su fuerza para no hacerla rebotar igual que la primera vez. Cuando la pelota se quedó quieta, Alek se volvió a colocar el palo sobre los hombros, descansando sus muñecas sobre este mientras analizaba a la chica junto a él.

—¿Quieres la versión corta o elaborada?

—¿Elaborada?

Fue más una pregunta qué afirmación, pero aun así Alek se mordió el interior de la mejilla.

—Si me lo hubieras preguntado en aquel entonces, te hubiera dicho que sí, estaba harto de que hablaras en ruso y James sirvió de escudo antes de que la pelota te golpeara —Alek sonrió cuando notó como Tai se hacía pequeña ante su sinceridad—. Pero en aquel entonces estaba en negación, y esa era mi excusa más fácil. La verdad es que fue en ese viaje cuando comencé a notar que sentía cosas por ti.

—¿Entonces por qué me lanzaste la pelota? —las mejillas de Tai se incendiaron con lo casual que Alek sonaba diciendo eso.

—No te la lancé a ti. Se la lancé a James —Alek se encogió de hombros—. Desde el primer día algo no me cuadró mientras te seguía por todos lados, además de que no tolero a la gente pretenciosa. Y no sé cómo soportabas a ese tipo tanto tiempo sin explotar.

—No eres la primera persona que me lo pregunta.

—Cuando te vi salir del lago, estabas sola y tiritando de frío. Me descuido un segundo para robar un balón y cuando vuelvo a verte, James estaba encima de ti, tocándote el brazo —Alek miró hacia otro lado, evitando verla a los ojos ante el recuerdo—. Supongo que me invadieron los celos y lo único que mi congelado cerebro creyó racional hacer era tratar de golpearlo con el balón. Pero no contaba con que Harry me cayera encima antes de lanzar el balón, y si no hubiera sido por el brazo de James, la bola te hubiera golpeado directo en la cara.

Tai se quedó callada con los ojos entrecerrados y las mejillas sonrojadas, intentando decidir que iba a ser lo primero que necesitaba analizar.

Primero, Alek había admitido que había comenzado a sentir algo por ella en el campamento. Segundo, Alek había sentido celos de James. Y tercero, le pareció gracioso que su modo de demostrarlos era golpeando infantilmente a la otra persona que estaba tratando de llamar su atención.

—Mi turno —esta vez fue Alek quien entrecerró los ojos y le apuntó con el palo de golf—. ¿Por qué solo me hablabas a mí en ruso?

—¿La versión corta o elaborada?

—Hay que establecer desde este momento que nuestras respuestas tienen que ser elaboradas —Alek le correspondió la sonrisa que Tai le había dedicado, parafraseándola.

—Me ponía nerviosa hablar contigo —Tai se mordió el interior de la mejilla, acomodándose en el campo—. Aún me pones nerviosa. Supongo que era mi mecanismo de defensa para no colapsar al verte. Asher dice que nunca dejé de estar enamorada de ti todos estos años.

Alek parpadeó dos veces cuando Tai hizo una pausa después de golpear la bola, que, si bien tenía dirección, la fuerza fue demasiada y pasó por encima del hoyo, llegando al otro extremo. Tal vez la desconcentración de Tai se debía a que estaba mirando perpleja el suelo donde antes había estado la bola y mantenía una expresión de pánico, como si se hubiera dado cuenta de lo que acababa de decir. Pero su semblante se relajó cuando soltó una risita nerviosa.

—No me lo vas a creer, pero... el primer día, llegando a la escuela, estaba garabateando en mi libreta y sin darme cuenta dibujé tus ojos.

—¿En serio? —Alek se acercó a ella, curioso.

Tai se encogió de hombros, restándole importancia a pesar de su expresión abochornada.

—Ese mismo día me empujaste en el pasillo y ni siquiera te disculpaste. Después me enteré que estaríamos juntos en el mismo salón y estaba... molesta —Tai miró otra vez el suelo con el ceño fruncido—. Suficiente tenía todos los años con saber que estábamos en la misma escuela, para ahora tener que soportarte todo el día. Y entonces, en el entrenamiento me miraste y me hablaste como si nunca me hubieras ignorado. Además, toda la escuela parecía al fin darse cuenta de que existía. Todo fue... No sabía si te habías fijado en mí porque había cambiado mi apariencia.

Alek respiró profundo antes de dar tres pasos para quedar parado frente a ella, levantándole el mentón con la mano.

—Tengo que admitir que verte ese día fue impresionante. Te voy a decir algo, libre de cargo de pregunta.

Tai soltó una risita.

—Cuando te nombraron para ser la guía de Grant, pensé que se trataba de Kai. Pero al verte, lo único que podía pensar era en tu versión de hace cinco años. Luka se burla de mí porque dice que bloqueé todo recuerdo que tenía de ti a partir de esa fiesta de disfraces, y creo que hasta cierto punto tiene razón. En el fondo sabía que Kai tenía una hermana, pero como nunca cruzábamos palabra, mi mente ¡puff! No sé si prefirió creer que todavía tenías trece años.

»Aún y si no hubieras cambiado tu imagen, la forma en que Grant se acercaba a ti... —Alek se rascó la nuca, nervioso—. No era normal. Y el hecho de que mi cerebro te relacione con Kai, igual hubiera hecho que me acercara a ti para protegerte. Además —la sonrisa altanera de Alek hizo que a Tai le temblaran las rodillas, sintiendo como si un depredador demasiado atractivo la estuviera acechando—, te he visto sin maquillaje, y no dejas de ser bonita.

Un chirrido se le escapó a Tai de los labios cuando Alek se separó de ella, tomando su lugar para al fin insertar la bola en el hoyo.

—Tu turno —le dijo Alek con aire liviano.

—¿Por qué natación?

—¿Qué?

—Desde que recuerdo, has practicado algún deporte, pero solo has sido constante con la natación —Tai se encogió de hombros—. Es mera curiosidad. No tienes por qué responder.

—No, está bien —Alek se rió divertido—. Solo que son preguntas que no esperaba que hicieras.

—¿Son preguntas raras?

—Considerando que nos conocemos hace tiempo, sí. Pero nuestra relación nunca fue la más cercana —Alek resopló cabizbajo, por lo que Tai tuvo que acercarse más para escucharlo mejor—. Ir a la bahía con mi papá es de los mejores recuerdos que tengo. Supongo que el agua me recuerda a él, así que lo tengo en mi mente todos los días gracias a los entrenamientos.

Tai se quedó callada al entender la connotación de las palabras de Alek, sintiendo su corazón encogerse. Se mordió los labios, removiéndose en su lugar. Tal vez no era la mejor conversación para una primera cita, pero quería saber todos los detalles de Alek. Lo que lo hacía ser él.

La natación era una gran parte de él, y ahora al fin había descubierto el por qué.

—¿Cuándo...?

—Van a ser cuatro años en primavera —una sonrisa amarga se apoderó de los labios de Alek—. Un ataque al corazón.

Como un balde de agua fría, los recuerdos en la mente de Tai comenzaron a llegar de golpe.

Alek y compañía preferían pasar las tardes libres en la mansión, por lo que cuando Kai anunció que por un tiempo estaría pasando las tardes en casa de Alek, Tai agradeció a la deidad que la había escuchado para que eso sucediera, porque significaba que no tendría que verlo rondando por la casa.

También recordaba que su madre había estado investigando sobre grupos de ayuda para la madre de Alek, y supuso que algo grave había sucedido. Pero siendo un tema relacionado con Alek, y la inmadura chica de catorce con el corazón roto que era Tai, ni siquiera les dedicó una ojeada.

Y ahora la culpa la golpeaba con toda su fuerza, dejándola sin aire.

—Yo... yo lo...

—No tienes porqué disculparte —Alek la desestimó con la mano, una pequeña sonrisa asomándose en los labios—. Creí que lo sabías.

—Creo que lo noté, pero no pregunté.

—Parece ser que no soy el único que bloqueó información del otro —le dijo Alek burlón, moviéndose al siguiente hoyo—. Después del duelo me enfoqué en la natación, y entré al equipo de la escuela. Conseguí una beca para ayudar a mi madre con los gastos y ahora me enfoco en entrar al equipo nacional.

—Estudiante estrella.

—Hey, esa fama tiene evidencia que la respalda —Alek la señaló con el palo, pero después la observó golpear la bola—. ¿Por qué te teñiste el cabello de negro?

Tai falló el tiro otra vez por la repentina pregunta de Alek. Levantó los ojos para verlo sonriendo, como si supiera su secreto sin necesidad de decirlo. Se irguió despacio, tratando de fingir demencia, pero estaba segura que sus mejillas encendidas la delataban.

—Cambio de pregunta.

—Oh, no, eso no está permitido. Tienes que responder.

—Escojo castigo.

Alek resopló divertido.

—No estamos jugando verdad o reto.

Tai echó hacia atrás la cabeza, dejando que todo su cabello cayera en su espalda mientras murmuraba algo que Alek bien podría jurar que era en ruso, antes de erguirse derecha y sacudir los brazos. Se giró hacia él con el ceño fruncido, pero el puchero en sus labios y las mejillas rojas quitaban todo lo intimidante que intentaba parecer.

—No te burles —Tai lo amenazó antes de perder toda la seguridad que se había creado para responder—. Yo... A-Arizona y Anna estaban hablando de ti y-y... escuché que te gustaban las chicas de cabello negro.

Alek parpadeó descolocado. De todas las respuestas que Tai podía haberle dado, esa era la que menos se esperaba. Por eso se quedó perplejo mientras Tailime parloteaba nerviosa.

—Fue cuando los rumores de Isabella eran más fuertes y quise al menos tener una oportunidad. No fue mi idea. Se lo comenté a Mia y Emma, y ellas me arrastraron a comprar el tinte y me ayudaron. No sabía si lo que habían dicho tus amigas era cierto, pero no perdía nada con intentarlo. Pero tenía sentido si te ponías nervioso cuando hablabas con Isabella y luego Kai... Kai no ayudó mucho, pero solo me sonrió y supuse que estaba bien. Pero lo único que hiciste fue mirarme y después desviar la mirada y no supe si yo...

—Wow —Alek la detuvo antes de que Tai se mordiera la lengua debido al vómito de palabras, reteniéndolas en su mente para ponerles un orden y analizarlas—. Wow, wow, wow. ¿Estás diciendo que te teñiste el cabello por mí?

—¿No te gusta?

—¡Casi me da un infarto cuando te vi! —Alek respondió alzando la voz, incrédulo, llamando la atención de otra pareja en el campo cercano. Tai se hizo pequeña mientras Alek comenzaba a manotear desesperado—. Te juro que el alma salió de mi cuerpo. Y entonces te giraste para verme y no pude. ¡No pude! Simplemente me tuve que girar porque no sabía que iba a ser capaz de salir de mi boca si te miraba más tiempo.

Tai trató de contener su sonrisa, mirando a Alek casi acorralarla contra el pequeño molino del hoyo en curso, respirando agitado y soltando toda la frustración que había retenido desde ese día. Pero Tai se perdió en esos ojos azules, y lo único que atinó hacer fue darle un pequeño beso en los labios para tranquilizarlo un poco.

La cita continuó en una mezcla de preguntas y minigolf, donde ambos admitieron cosas triviales y encaminaron las preguntas a temas más ligeros.

Al final, ni siquiera contaron las preguntas, tomando su turno cuando terminaban de responder la pregunta que el otro le hacía. Tai le ganó a Alek por trece golpes, por lo que, entregando sus equipos, se encaminaron hacia la segunda parte de la cita.

—¿En serio no te gusta el café? —Alek alzó una ceja, incrédulo mientras hacían fila para ordenar en el pequeño pero elegante café del centro comercial, que ventajosamente tenía una terraza con una buena vista a la ciudad.

—Taquicardia —Tai se alzó de hombros, restándole importancia—. Lo que no puedo tomar es cafeína. El té está bien.

Mordiéndose los labios, Alek estiró la mano, tomando la que Tai descansaba en su costado. Tal vez era la costumbre, pero Alek esperaba que Tai se tensara al sentir el contacto. Pero contrario a sus expectativas, la pelirroja se relajó después de un segundo, entrelazando sus dedos para tomarlo con mayor seguridad, robándole a Alek una sonrisa cuando avanzaron un lugar más en la fila.

Después de revisar el menú y escoger su pedido, Alek se aventuró a mirarla de soslayo. Gracias a que le sacaba al menos una cabeza de altura a Tai, aprovechó la diferencia para mirarla sin que esta se diera cuenta.

Hasta la fecha, Alek había podido apreciar a Tai en varias presentaciones: con el uniforme de la escuela, con ropa que sospechaba era más de Kai que de ella, después de haber pasado una mala noche, sin maquillarse y con el cabello desordenado. Y aunque su favorita era cuando la había visto con ropa casual para ir al basurero, en definitiva verla con ese bonito vestido y con el cabello suelto se estaba convirtiendo en una perdición para él.

Además, el olor a rosas que emanaba de ella lo tenía embriagado al punto que temía no poder controlar sus impulsos de abrazarla y llenarla de besos, pero se contenía cada vez que recordaba las palabras de Alexei en el recibidor de la mansión.

—Yo besé a mi esposa hasta la cuarta cita.

Kai resopló al cruzarse de brazos, llamando la atención de su padre y de un mortificado Alek, que le suplicaba con la mirada que no dijera nada. Kai alzó una ceja, retando a su amigo con la mirada para después girarse hacia Alexei.

—La única forma que estos dos encontraron para declararse sus sentimientos fue con un beso. Ambos son bastante cabeza dura.

Alek bien pudo intentar arrancarse el cabello de la desesperación. Lo último que necesitaba era un sermón mucho más profundo sobre las abejas y las flores por parte del padre de su mejor amigo, pero le extrañó ver que Alexei veía a su hijo como si le hubiera crecido una segunda cabeza.

—Claro que los tiempos cambian, Kai —Alexei se enderezó hacia Alek, negando con la cabeza—. Fue hace años y vivíamos en Rusia. Los rusos no somos las personas más afectivas del planeta. Además, no es como que tú puedas burlarte de Alek cuando él consiguió una cita y tú no has podido hacerlo.

Kai miró a su padre como si hubiera probado algo amargo, indignado por la insinuación de que él podría fijarse en una chiquilla de bachillerato, mucho menos de su escuela. La única chica que le parecía decente, además de su hermana, era Emma Miller. Pero ni con un palo se le acercaría a esa chica rebelde.

—¿Quién es el cabeza dura ahora? —Alek se burló con una risita maquiavélica, aunque Alexei suspiró, adquiriendo un semblante mucho más centrado, como todo un Nazarova.

—Lo que quiero decir, es que tomes esto con calma, Alek. Tailime es reservada, pero tiene el corazón más empático que he conocido. Por eso mismo es frágil, porque tiene miedo de darlo todo y al final quedarse sin nada. En tu caso, tenemos la ventaja de conocerte desde hace tiempo, por lo que la idea de que vaya a una cita contigo me tiene más tranquilo que si hubiera sido alguien más. Creo que Kai bien pudo haberte dicho algunas palabras de advertencia, porque, aunque no lo parezca, tiene un punto débil por su hermana.

Papa...

—Habiendo dicho eso —Alexei le sonrió a Alek—, solo espero que pasen una agradable tarde. Y no le rompas el corazón a mi hija.

Aunque la última frase había intentado sonar amigable y ligera, estaba cargada de una amenaza tangible que habían hecho a Alek asentir con nerviosismo antes de que Tai bajara por las escaleras a paso veloz y lo sacara de la casa.

Tenía mucha curiosidad por saber lo que Adele Nazarova opinaba sobre él saliendo con su hija, pero creía que la agradable conversación no tenía cabida sobre ese tema, por lo que decidió dejarlo para después.

Una vez pagados el café, el té y una rebanada de pastel para compartir, ambos caminaron hacia la terraza para sentarse en una de las mesas vacías. El lugar estaba decorado con varias plantas altas, y el espacio abierto era adornado por pequeñas luces que acababan de encenderse, dando un toque romántico mientras los últimos rayos de sol se ponían en el horizonte.

—Estoy impresionada por la cantidad de cupcakes que tú y el equipo de natación han vendido con apenas algo de publicidad.

—La mejor publicidad es de boca en boca —Alek se sentó después de que Tai lo hubiera hecho—. Además de que las chicas de la escuela se vuelven locas por los deportistas.

—Me pregunto por qué...

—Rumores de que somos bien parecidos —Alek volvió a dedicarle esa sonrisa altanera que la hacían temblar de pies a cabeza, por lo Tai que se aclaró la garganta antes de mirar a donde fuera menos hacia él.

—A este paso podremos pagar la primera ronda de esterilizaciones la próxima semana.

—¿Ya se decidieron por alguna veterinaria?

—El doctor Filippo tiene varios conocidos, y ha logrado que uno de sus compañeros acepte al menos diez perros —Tai decidió comenzar a probar el pastel que estaba en medio de ellos—. Eso es un tema aparte. Lo que me preocupa es que el seguro ya aceptó el monto de indemnización, pero tardarán un tiempo en depositarlo, así que no hay dinero aún para reconstruir lo que se dañó en el choque.

—¿Podríamos vender más cupcakes? —Alek preguntó pensativo.

Tai no pudo evitar sonreír ante la inocencia de su pregunta. Estaba segura de que Alek creía que con otro mes de venta de cupcakes podría llegar a la meta, pero eso era sin incluir los sueldos de Enzo y del doctor, y ni hablar del mantenimiento de los perros albergados. Por eso sin pensarlo Tai colocó su mano sobre la de Alek en un ademán de agradecimiento.

—Es un poco más de lo que la venta pueda cubrir —Tai suspiró triste cuando se dejó caer en la silla—. De nuevo me ofrecí a pagar los gastos, pero —se encogió de hombros—. Filippo no quiere que gaste más de lo que he gastado con los animales. No es como que me falte el dinero...

Alek estudió a la chica mientras ésta mantenía los ojos clavados en su regazo. Era por este tipo de cosas que Alek siempre había quedado fascinado con los Nazarova. Tenían dinero, pero veían el dinero como una herramienta para ayudar a la gente. Lo había podido corroborar con Kai, y ahora lo veía con Tai. Por eso inspiró hondo y apretó la mano que sostenía la suya.

—El doctor DiMarco es un hombre de negocios.

Tai alzó los ojos confundida por el comentario, así que espero a que Alek elaborara su explicación un poco más.

—Lo que digo es que DiMarco ve todo esto como un negocio, no como una obra de caridad. Si aceptara tu dinero a manera de lástima, su trabajo se estaría menospreciando.

—Pero yo no...

—Sé que no es tu intención —Alek volvió a apretarle la mano, pidiéndole disculpas por la interrupción—. Y sabiendo que el doctor te conoce mejor que yo, él también está consciente de eso. Pero siento que el orgullo del doctor DiMarco tiene un papel más importante aquí.

Tai meditó las palabras por un segundo antes de volver a suspirar y colocar su codo sobre la mesa, descansando su mejilla en la mano con un puchero infantil.

—¿Por qué los hombres son tan orgullosos?

Eso hizo que Alek soltara una carcajada, echando para atrás la cabeza, a lo que Tai pudo apreciar su felicidad en todo su esplendor.

—Supongo que venimos con el chip integrado —Alek contestó después de controlar su risa—. Tu papá dice que vino a un viaje de negocios ¿no? Lo ideal sería que él se acercara a DiMarco y le propusiera un préstamo, no una donación, para reconstruir la veterinaria. Una vez que la aseguradora suelte el dinero, podrá pagarle el préstamo. Incluso, para hacerlo más formal, tu papá podría cobrarle intereses. Algo significativo para no afectar a la veterinaria.

Tai parpadeó un par de veces cuando Alek terminó la propuesta, encogiéndose de hombros, como si no hubiera dado la mejor idea del mundo al problema que le había estado quitando el sueño. Tai se removió en su lugar para controlar el impulso de levantarse de su silla y plantarle a Alek un beso en esa sonrisa.

—Lo comentaré con papa para saber si está de acuerdo.

—Espero y resulte —Alek se lamió los labios después de darle un sorbo a su café. Y Tai no siguió con la mirada el trayecto de su lengua. No señor, ella sabía cómo controlarse—. Creo que a ambos nos queda una pregunta para concluir el juego.

—¿Estabas contando las preguntas?

—No, pero es de mala suerte dejar un juego abierto. ¿Por qué no haces tu última pregunta? Me gustaría ser yo quien cierre el juego.

Tai pasó saliva mirado hacia la mesa que había entre los dos, escaneando las tazas y el pastel a medio comer, repasando en su mente todo lo que habían platicado hasta formular en su cabeza palabra por palabra la pregunta qué diría a continuación.

—¿Hay...?

No, así sonaba muy desesperada. Ta se mordió el interior de la mejilla reformulando la pregunta en su cabeza.

—¿Si sorbo mi té, sería un factor para no tener una segunda cita?

—¿Quieres tener una segunda cita? —Alek alzó una ceja con actitud galante, y aunque Tai intentó parecer ofendida por la elocuencia de la respuesta, Alek sonrió ante lo adorable que se veía con la nariz arrugada.

No fue hasta que Tai asintió una vez con firmeza para responder que Alek suspiró deleitado.

—Podría contestarte con mi última pregunta, ¿te parece?

Tai apretó la mano que aún tenía sujeta sobre la mesa, mientras Alek sentía su corazón desbocarse en su pecho.

Alek se acomodó en la silla, recargando su otro brazo en la mesa para estar lo más cerca que esta le permitía a la chica sentada frente a él. La misma que no sabía que podía tener hasta que el universo literalmente sentó junto a él y lo obligó a mirarla después de quitarle la venda de los ojos, descubriendo un alma tan limpia y sencilla que era inexplicable como había desaparecido de su radar por tantos años.

—¿Te gustaría... ser mi novia?

El piso se le perdió a Tai cuando esas palabras salieron de la boca de Alek, y de no ser porque sentada en la silla de madera, estaba segura que sus rodillas hubieran cedido y hubiera terminado en el suelo. Pero la idea de que Alek estuviera ahí para atraparla no le desagradaba en lo absoluto.

Si le hubieran preguntado a Tai hacía tres meses si quería tener algo que ver con Alek, probablemente hubiera girado los ojos y dado la espalda a la persona que siquiera sugiriera eso. Eso sin contar el rostro caliente que portaría mientras se retiraba con toda la dignidad que fingía tener.

Porque había pasado años convenciéndose a sí misma que odiaba a Alek para tratar de esconder y enterrar los sentimientos que nunca se habían ido. Porque a pesar de lo fatídico que había resultado aquella lejana fiesta de disfraces, nunca pudo evitar notar lo apasionado, talentoso, (bien parecido, tenía que admitirlo) y atento que era; pero el orgullo de Tai (lamentablemente un legado Nazarova) lo presentaba ante ella como un altanero presumido.

Tai se mordió el labio inferior, consciente de que los ojos azules de Alek habían ido a parar hasta ese punto, y el corazón subió hasta su garganta. Su sonrisa fue inevitable cuando todo su cuerpo terminó por sacudirse y soltó una risita.

—¿El que sorba el té te haría cambiar de opinión?

—No.

Ambos no pudieron evitar las sonrisas cómplices que se plasmaron en sus rostros.

—Supongo que sí.

—¿Supones? —Alek resopló ante la respuesta disfrazada de la chica.

—Sí.

—Me alegra.

Alek condujo a la mansión temprano, considerando que era una noche de viernes. La parte incómoda fue despedirse de él frente a la puerta, porque Tai sabía que su madre estaría espiando por alguna de las ventanas. Y conociéndola, tendría al menos a dos o tres mucamas con las cuales emocionarse mientras observaba todo lo que pasaba.

Tal vez Alek presintió lo mismo, porque cuando al fin subieron las escaleras y se miraron de frente, lo único que hizo fue inclinarse un poco y besarla en la mejilla castamente.

—¿Nos vemos el lunes en la escuela?

Tai asintió, y Alek notó el color nacer desde su nariz hasta las orejas, sus ojos verdes clavados en el suelo. Nunca se iba a cansar de sacar ese tipo de reacciones en ella. Alek le dedicó una última sonrisa antes de que Tai entrara por la puerta de su casa, cerrándola tras de sí.

Balanceándose sobre sus talones por un minuto, Alek espero al menos escuchar algo del otro lado de la puerta. Pero todo se mantuvo en silencio, por lo que comenzó a bajar las escaleras, dando pequeños saltos imperceptibles, que bien podrían ser tomados como su andar normal. Al subirse de nuevo al auto, no pudo contener más la sonrisa en sus labios y golpeó el volante de la emoción.

Ahhhhhhh capítulo suuuuuuper largo, pero creo que vale la pena.

Un aplauso para esta pareja que esta enamorada!!! Al fiiiiin se nos hizo. Ivanova es oficial señores!

Muchas gracias mis devushkos hermosos! Los quiero harto y gracias por seguir leyendo y dejando sus comentarios y estrellitas!

Como pudieron verlo al principio del capítulo y por Año Nuevo, el día de hoy tendremos maratón de 4 capítulos! Así que disfruten el resto!

⌘María Centeno

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