π•°πš• π“’πšŽπš—πšπš’πš–πš’πšŽπš—πšπš˜ οΏ½...

By JeanRedWolf

1.6K 224 120

[Libro 2] Glassian no quiere seguir las mismas tradiciones que siguieron sus familiares (casarse, tener hijo... More

⚠️ Léeme ⚠️
1. La esperanza en una bandera roja
2. La ira con dos caras opuestas
3. Β‘No quiero un esposo!
4. Posible e inalcanzable
5. Ser tonto deberΓ­a ser ilegal
6. No puedes esconderte eternamente
7. Un precio estΓΊpido
8. Un trato con doble filo
9. Educado error ; Brusco resultado
10. Mucho que aprender
11. Confiesa o revienta
12. CorazΓ³n quebrado
13. Viejo amigo
14. Frustrado y caliente
15. Por confiar demasiado
16. Prueba de inocencia
17. El control es mΓ­o
19. Separar lo inseparable
20. El que lo iniciΓ³ todo
21. Paga la deuda
22. Bupats y Colms

18. Lo agridulce de un recuerdo

39 11 1
By JeanRedWolf

【Glass】

Me acomodo en una parte del vagón de mercancía cuando termino de limpiarme los restos de saliva de Ian, agradeciendo a mis adentros el hecho de haberme quitado de un peso de encima. Parte de mi mal humor provenía de que no me corrí la otra vez, y tampoco masturbado adecuadamente en la ducha del hotel. Y no es que yo sea de esos adictos al sexo, ni mucho menos, pero me pone de un humor asqueroso el calentarme y no terminar en algún momento; aunque sea solo. 

Después, iluminando con el teléfono de Ian para rebuscar en su mochila de la esquina, saco un yogur líquido que me dijo que tenía para mí. Sabe dulce y a fresa. Es raro, pero no me quejo porque necesito algo que contenga algo de azúcar. La bebo lentamente, en lo que me me voy moviendo para iluminar parte del lugar en donde estamos, ya que la luz de la esquina es mínimo y no alumbra una mierda. 

Las sucias paredes del interior denotan que aquí han metido, con el paso del tiempo, bastantes coas que las han terminado manchando demasiado. Una escalerita en la esquina inferior —creo que es la inferior— asciende hasta una trampilla que, intuyo, llevará hacia arriba aunque no estoy seguro de por qué. Quizás con intenciones de limpieza. Montículos de cajas enormes por doquier, algunas apestando a material de limpieza, y otros sólo al barnizado que le habrán dado la noche anterior. Telas andrajosas, algo de polvo, pocos objetos metálicos... y por supuesto, también tengo a un lobo de más de dos metros tirado a pocos metros de donde estoy yo. 

Ian está exhausto, lo que supongo que es normal dado lo que ha pasado aquí dentro hace un buen rato. Únicamente tiene la ropa interior puesta, está usando su bolsa y jersey como almohada, y el pantalón está encima de una de las cajas después de haberlo frotado para quitar todo lo que soltado ahí dentro. Curiosamente, Ian mancha mucho. Muchísimo. Creo que nunca he conocido a un lobo que se corra lo suficiente para llenar una botella pequeña de agua sólo de corrida. Su rostro parece feliz —nada raro, siendo él bastante tonto porque se alegra por tonterías—, los ojos están cerrados, y su pecho al descubierto sube y baja porque está dormido. Hace un rato que lo está haciendo.

—Palmera tonta y sucia... —murmuro, terminando mi yogur para luego ponerlo encima de una de las cajas de madera.

Me jode admitir que Ian y yo tenemos una química sexual extraordinariamente alta: Yo soy muy dominante, y a Ian le encanta que le den órdenes. Su resistencia física, como lobo, es bastante superior a la de otros lupinos con los que me acosté con el paso del tiempo, y soporta bastante bien el dolor físico; incluso si le pellizcas los pezones se pone duro en segundos. Por otro lado, aunque al principio parezca bastante tímido y remilgado, con el paso de la acción se vuelve cada vez más cerdo y manipulable para que puedas hacerle todo lo que quieras.

Eso es raro. A ningún lobo le gusta que lo controles por demasiado tiempo, ni siquiera al más amable o cohibido entre los que he visto u oído. Además, también lo es que alguien con su aspecto y fuerza sea tan obediente sin siquiera oponerse.

No me sentiría para nada cómodo si él no quisiera, pero su olor decía todo lo contrario y quizás todo eso formaba parte del juego. De todos modos modos, he comprobado algunas cosas que necesitaba saber de esta tonta palmera hueca: Todo en él es grande. Todo. Incluso cuando parece hambriento de darle algo sexual, lo devora como si su estómago jamás se llena por complico y por ello exige más.

Creo que, incluso, un lobo jamás me la ha chupado hasta el nivel de disfrutar que lo agarrara del pelo y me corriera en su boca dos veces seguidas hasta sentir que se lo tragaba todo. Los pocos lobos que me la han chupado, mirándome con aprehensión como si estuviera loco, a duras penas duran unos minutos y se largan en medio del momento para lavarse la boca. ¿Acaso se creen que sus malditas pollas saben a helado o una mierda así? 

Ian no. Ese perro cochino y pervertido, incluso cuando terminé de hacerlo, siguió chupando y tragando hasta le tuve que decir que parara. Parecía entre confundido y un poco ido, pero sólo lo achaqué al calentón del momento; y porque él seguramente pasó mucho tiempo en la isla matándose a pajas. No era un secreto para nadie que, entre los Omegas, habían algunos muy interesados en él por muchas razones —algunas bastante asquerosas— pero como era extranjero y no tenía nada que ofrecer preferían tomarlo como un objeto de deseo para tus masturbaciones nocturnas.

Cuando terminamos de todo aquello, no vi venir que me diera la vuelta y me limpiara el culo para quitar el líquido que todo Omega le sale de ahí por bastante razones, entre ellas una señal de "estar cachondo", "ser una criatura fértil" y para que cuando te saquen un niño del culo no te lo deforme. No sé si eso es posible, porque yo no quiero tener niños jamás. La cosa es que Ian, sin siquiera pensárselo, terminó haciendo una comida de culo que no me había hecho nadie en toda mi vida. Eso, para mi desgracia, subió más puntos de compatibilidad sexual con él y consiguiendo que me pusiera un poco cachondo aunque no podía correrme más.

Al termina, casi como si tuviera un animal a mi lado en lugar de una persona, me gruñó bajo y ronco contra su pecho y murmuró un "mío" que le quité de un bofetón instantáneo que me salió solo. Supongo que el golpe le avivó alguna neurona, porque jadeó un "lo siento" y me sacó su teléfono moribundo para decirme lo de la bolsa.


Ian despierta un buen rato después, soltando un ruidoso y exagerado bostezo. Puedo sentir como su brazo llega hasta sus pelotas y se las rasca, algo típico de lobo y que a mí me parece algo asqueroso, hasta que repara en que literalmente tengo su cabeza hueca sobre mis piernas.

—Hola —murmura junto a una sonrisa muy tonta, lo que hace que le dé un manotazo en la cara—. ¡Au, mi nariz es sensible! 

—Sí, como tu polla de sensible —aseguro—. No creas ni por un instante que voy a mimarte, perro bobo. Sólo es mi manera de agradecerte que hayas sido tan obediente, así que no imagines nada raro ni guardes sentimientos incómodos conmigo, ¿vale?

—Me esforzaré mucho más para que me des las gracias de esta manera —mueve su nariz con un movimiento tonto de su cara, pero en cuanto ve mi mano a nada de darle esta vez con fuerza en la cara, dice en voz alta—: ¡L-lo siento, no quería decirlo en ese sentido! —Suelta un gemidito raro a modo de queja, y sus ojos se entrecierran un poco, así que dejo la mano descansando en su frente para juguetear con los mechones de su cabello—. No hace falta ser tan agresivo conmigo, Glass...

—Es tu olor.

Él suelta un vago "hmmm", por lo que suspiro.

—Por cada momento que nos acercamos a Galliant, más expresas una sensación rara e incómoda en tu aroma natural, como si tuvieras miedo de volver.

—Tú... ¿puedes discernir olores hasta ese nivel? —pregunta sorprende. No entiendo que eso sea raro, ya que mis hermanos me enseñaron y yo aprendí más rápido de lo habitual—. ¡Oh, eso es asombroso, Glass! —exclama, pero para mí no es nada impresionante—. Respecto a lo de Galliant... es un lugar que genera muchos recuerdos agridulces, ya que allá pasaron muchas cosas de las que no estoy muy orgulloso. También cosas malas.

—Lidia con ello.

—Eso hago e hice aunque pasara el tiempo. —Ian se endereza y su espalda cruje, en lo que aprovecha para levantarse y empezar a vestirse mientras habla—. Este tren tiene varias paradas según he investigado, y hay una en concreta que se utiliza para que la gente estire las piernas por unos minutos y los trabajadores coman algo en las tiendas que hay en la estación exterior. Eso significa que...

—Espera... —le interrumpo—. Galliant no está tan lejos. Así que, ¿por qué crees que tardaremos tanto?

Él extiende su mano hacia mí una vez se termina de vestir por completo, y le devuelvo su teléfono móvil. No tiene internet local, la batería está a menso del veinte por ciento y no he querido revisarle el teléfono porque más le vale que no me haya sacado alguna foto o se lo reventaré en la cara. Cuando lo toma, lo toquetea por un momento y después me enseña una fotografía: Se trata de una foto hecha con una luz mediocre, pero al menos puedes ver las ciudades que hay desde Kashmere hasta Galliant, al igual que las vías que parecen todas demasiado cortas para imaginar las distancias. 

—Esto es un tren de carga, Glass —me recuerda, pero sigo igual. Los trenes de carga de Hayu tardaban menos de seis horas de ir de un extremo de la isla a otra, y sólo porque Los Salvajes jodían mucho. O al menos eso nos contaban siempre—. Aquí, los trenes de carga y descarga toman un recorrido diferente a los que llevan pasajeros. Sus caminos son algo más largos, porque no hay nadie que haya pagado un billete para bajar en una estación en concreto, y se detiene un día en las ciudades más predominantes y respetando la línea central del país: Kashmere, Galliant, Atelliera, Grahams, Ecsaria, Ellearien, Kaliora, Shelvyville... así hasta el otro extremo centra, Connectiville.

—Shelvyville es donde dijiste que tienes a algunos conocidos, ¿no?

Ian asiente, sentándose a mi lado mientras estira sus piernas todo lo que puede. Realmente apesta a incomodidad, aunque parezca relajado, y no voy a dudar en largarme hacia arriba si intoxica el aire de aquí dentro con esa ponzoña lamentable.

—Me gustaría que les visitáramos después de terminar nuestras cosas en Galliant

No conozco Shelvyville, y no es que me sienta cómo estando cerca de personas desconocidas, mucho menos si tienen esa personalidad tan tonta y excesivamente cercana como Ian, pero creo que debo de ceder un poco dado a que vamos a pasar un tiempo juntos antes de que nuestros caminos se separen. Ya me siento bastante mal conmigo mismo sabiendo que él está gastando mi dinero en mí, cuando en realidad no me debe nada. Cualquier otra persona me hubiera exigido que fuera algo así como su puta personal o su ama de casa, yo que sé, una mierda así degradante sólo para sentirse con poder.

De momento, él sólo me ha dado opciones y cierta libertad... aunque a veces me den ganas de darle capones en ese cráneo hueco.

—Me parece justo —le digo tras un silencio, y su rostro parece iluminarse con luz propia. Siempre se emociona por cosas tan tontas, que cualquier diría que ya está en su treintena—. Pero lo primero es lo primero. Así que... ¿cómo es Galliant?

Ian se queda un momento en silencio para, después levantarse y así abrir la trampilla del tren. Un montón de luz amarillenta entra dentro del vagón, al igual que el frío aire de la mañana. Diría que es medio día, pero con este frío no estoy seguro de si estoy en lo correcto o no. ¿Cómo puedes helarte tan rápido en segundos? En lo que pienso esto, Ian vuelve y me obliga a levantarme. Su enorme chaqueta me cubre de nuevo, y después ambos nos sentamos  pegado mi espalda contra su pecho; supongo que para aguantar mejor el calor corporal, aunque yo sigo teniendo mi chaqueta al lado.

Al principio no habla, sino que parece pensar en ello. No estoy seguro si eso es bueno o malo, pero no conseguirá que desista de mis investigaciones ahora que tengo cierta libertad. 

Después habla, tomándose su tiempo para hablar en un tono calmado y ligero: Galliant es una ciudad que parece anclada en el tiempo por mero gusto personal de los lugareños, adoptando una influencia muy "de desierto" y menos tecnológica, aunque eso no signifique que lo repudien. Prácticamente todos se conocen ahí, debido a que varia veces al año se hacen llamamientos a la población para tratar algunos temas e informas de los cambios. Sus leyes, aunque no distan demasiado de una ciudad o un pueblo más actual, son un tanto laxas y unas cuantas llevan sin actualizarse un siglo como mínimo. Por ejemplo, la prostitución es legal a partir de los diecisiete pero te insisten que debes de convivir en el edificio junto a los demás trabajadores por algunas cuestiones. Y los niños pueden visitar tabernas, bares o lugares donde hay venta del alcohol pero únicamente durante las mañanas y sólo acompañado de un adulto.

De día parece un lugar bastante corriente, con sus más y sus menos, pero cuando llega la noche y los fines de semana nocturnos, el lugar es completamente distinto. La noche es para los adultos, puesto que los locales de alcohol, juegos, prostitutas y tiendas de artículos "picantes" están abiertos para que las personas inviertan en las tiendas. Puedes encontrarte a gente follando en plena calle, especialmente en los callejones, hasta que la policía aparece y terminan huyendo aunque sepan quienes son. No entran en la cárcel porque "el policía debe de pillarlo y llevarlo allá". Una norma estúpida, pero Ian insiste en que está hablando de hace quince años, por lo que actualmente podrían haber cambiado muchas cosas.

Todo el mundo tiene secretos. Algunos son tan inocentes como meterle laxantes a tu nuera porque no te cae bien, o matar las plantas de tu vecina por llamarte perra; pero también hay huecos donde meter la mano puede hacer que la pierdas por hablar de ello. Asesinato, violación, orgía, aborto, mutilación, paliza grupal con un muerto, venta de drogas, prostitución a un nivel más "exigente"... No es algo que se sepa abiertamente, y es rarísimo que alguien hable de ello, incluso en la noche, pero los lobos borrachos hablan mucho y si presionas los botones adecuados puedes sacarles esa información entre bromas... o metiendo la mano entre sus piernas.

Pese a todo lo dicho, él concluye con un serio:

—No es un lugar donde alguien como tú podría disfrutar gran parte de la estancia. —Su abrupta seriedad al decirlo me resulta extraña. Todavía huele a incomodidad, lo que significa que ahí han pasado muchas cosas, y dudo que todas sean buenas. Si fuera así, al menos se le vería más emocionado—. No te lo tomes como un ataque o algún tipo de discriminación —se adelanta a decirme, pero yo sólo he hecho una mueca con la boca en señal de desaprobación—. Los Omegas ahí tiene una vida muy estricta dentro del hogar desde la mitad de la tarde hasta la noche. Los solteros, en cambio, deben de moverse en grupos de cinco.

—¿Por que algún lobo puede violarte, y como la policía no te pilla, no pasa nada?

—Las violaciones de Galliant son ridículamente escasas, tanto que el promedio al año no llega ni a cinco; y normalmente son por descuidos de un Celo mal manejado —asegura muy convencido de ello—. Es más fácil que la tasa de robo con violencia o herir a alguien en la calle se vea mucho más que una violación; pero, como quería decirte antes, el caso es que el número de Omegas en Galliant, o al menos en mi época en la que sólo éramos cincuenta habitantes, era de quince.

—Eso... es bastante poco —confieso sorprendido.

Ian asiente, mirando hacia la escotilla de luz.

—Por escasez de Omegas, las mujeres Betas solteras o que no tenían intenciones de tener pareja nunca, decidieron meterse en la prostitución.

—¿Por qué alguien querría vender su cuerpo como mercancía? —pregunto con cierto toque ácido en mi voz, ya que a mí la prostitución me resulta un trabajo de mierda que está demasiado vanagloriado por mentiras y manipulación informativa—. Es decir, tienes más opciones de trabajo, así que...

—No renta —interviene él, callándome—. En mi época ser puta era mucho mejor que trabajar en un local poniendo bebidas o vendiendo productos: El salario es alto dependiendo del tipo de cliente y las prácticas que hagas, tienes una habitación propia a la que volver, tres comidas al día, todas las mañanas libres, si eres una buena prostituta los ciudadanos pueden protegerte a cambio de nada, seguro médico...

—¿Pero...? —Esta vez interrumpo yo, ya que no todo puede ser tan bueno.

Es entonces cuando, Ian, deja escapar un suspiro.

—Ser un lobo y prostituto es un estigma cuando la gente lo descubre —inicia, aunque admito que me ha sorprendido saber que existen lobos que se prostituyen. Es algo que no entiendo, ya que ellos tienen mucha fuerza y hay muchos trabajos que requieren de fuerza física. ¿Por qué alguien vendería su cuerpo, teniendo otras opciones de trabajo en una ciudad o pueblo con mejor calidad de vida?—. También hay normas sobre las salidas, la honestidad, la satisfacción del cliente... Si eres un mal trabajador, muchos de tus privilegios se recortan hasta dejarte con lo mínimo; y no puedes quejarte, ya que firmas un contrato que te explican muy detalladamente para que nos los acuses de "engañarte". Por otro lado, si tienes un tutor legal, éste se queda con todo el dinero que te debería de tocar y a lo mejor no ven nada en el tiempo que trabajas ahí. Y, por supuesto, que estás obligado a trabajar un año como mínimo.

—No estoy seguro de si es eso un trabajo muy rentable...

—Muchas de las prostitutas aceptan ese mundo porque salieron de un hogar abusivo, y La Madame protege a sus chicas de posibles esposos o novios violentos, sumado a que la gente del pueblo ejercen como cámaras de seguridad para que puedan caminar tranquilas por la calle —asegura, volviendo a mirarme. 

Hay cierto rastro de... pena... quizás, en su mirada cuando habla de ello. Quizás tuvo alguna amiga que trabajo de ello, y por eso sabe tantas cosas del mundo de la prostitución. En Hayu también la hay, pero es bastante estricta, y sólo pueden ejercerlas Omegas estériles o que estén de acuerdo con medicarse cada vez que se acuestan con alguien; y no es que las pastillas sean baratas, pero son cien y sale rentable. 

—Sigo creyendo que ser prostituta no sale rentable, mucho menos en un pueblo donde las normas son un tanto arcaica.

—Bueno, no es que en Hayu fueran muy modernos que digamos, ¿sabes? —se encoge de hombros y aprieta un poco el abrazo. Se siente calentito y bien estar en esta posición, y el abrigo de Ian da bastante calor, así que es imposible que me resfríe en algún momento—. Y ahora... déjame dormir un poquito más, por favor... —murmura esto último, quedándose dormido en segundos.

—Pero si te acababas de despertar hace nada... —suspiro, cerrando yo también los ojos al no tener nada mejor que hacer.


El resto de esa mañana y la tarde pasan volando, o más bien nosotros nos quedamos dormidos durante varias horas. Yo al menos no me di cuenta de cuándo paró el tren, pero sí cuando pillé justo a Ian saliendo por la escotilla del tren estando afuera oscuro. Hacía tiempo que no dormí tantas horas, sin que nadie me jodiera con despertar, que en cierto modo me siento demasiado mal conmigo mismo por no haber hecho deporte en este tiempo ni una sola vez. No quiero perder todo mi progreso, y también tengo hambre.

Un sándwich está sobre mis piernas, junto al móvil con la pantalla encendida iluminando parte de mi cuerpo. No imaginé que en realidad estuviéramos de madrugada, por lo que no tardará mucho en salir el sol y con ello el amanecer.

Tomo el sándwich y lo mastico sin demasiadas ganas, ya que el embutido está frío y el pan no está tierno, pero no me pondré remilgoso y exigente con algo que al menos me dará energías para seguir caminando de un lado a otro. Lo mastico rápido, alternando la mirada entre la escotilla y el teléfono, y no es hasta que termino de comérmelo que decido salir afuera con la tonta palmera lobuna. 

Agarro el teléfono y me lo coloco en el bolsillo del pantalón. Como mejor puedo me agarro a los barrotes, junto a la enorme chaqueta de Iana, y subo. El metal está helando mi piel, dándole una sensación más fría de la que ya siento de por sí, pero mi único impulso es salir afuera y ver el mundo más allá de la oscuridad y esa mezcla de hedores dentro del habitáculo que ya me tiene harto. Me duele hasta el culo de estar tanto tiempo sentado.

Ian está sentado en el borde del vagón, con las piernas fuera, y una expresión agotada en el rostro. O triste. O preocupada. En realidad no lo sé bien porque no comprendo lo que pasa por su cabeza ahora mismo, y sé que ya sabe que estoy ahí por el movimiento de su nariz. No se gira. Me muevo con cuidado hacia donde está Ian y me siento detrás de él, teniendo espalda contra espalda. Se le escapa un ronroneo que hace su enorme cuerpo vibrar, y admito que ese gesto tan tonto ha conseguido que se me escape una pequeña sonrisa que me fuerzo a borrarla de inmediato. 

—¿Has dormido bien? —pregunta él, seguido de un sonido de estar masticando algo. No puedo oler exactamente lo que es, ya que el viento que crea el vehículo en movimiento se va a un lado—. ¿O quizás hice mal en no usar tu chaqueta como almohada para ti?

—No soy una princesa ni de cristal.

—Pero eres un Omega, por lo tanto físicamente eres más débil que un lobo, y eso incluye la salud al tener un metabolismo y alimentación diferente a la nuestra.

Resoplo en respuesta y miro a mi alrededor, arrebujándome con la gran chaqueta calentita de este idiota. Estamos atravesando una especie de desierto, por lo que supongo que por eso la temperatura se siente tan baja, ya que leí que en los desiertos las temperaturas son bastante pronunciadas tanto en las mañanas como en las noches. Dejo descansar mejor mi espalda sobre la suya. Maldita sea, la espalda de Ian es perfecta para tumbarme en ella, en lugar de soportar esa mierda de pared metalizada con puntitos que se te clavan en cada movimiento. 

—Sé que eres diferente, Glass —continúa por no escuchar una respuesta verbal de mi parte—. Pero sigues siendo un Omega a fin de cuentas, aunque te enfade eso y suene demasiado limitante cuando tu vida habrá sido complicada y restrictiva. No lo sé. No te conozco a duras penas nada más allá de lo que he visto a lo largo de los años, pero nunca olvides que ser frágil y débil no te hace patético... sino humano.

Bajo un poco la mirada hacia mis brazos protegidos por la chaqueta acolchada, cruzados, mientras me digo a mí mismo que Ian no puede saber todo lo que he tenido que pasar para ser la persona que soy hoy en día. A duras penas le estoy ofreciendo un poquitito más de confianza que a nadie, por lo que me ha ido demostrando este tiempo, y eso significa mucho porque yo no la regalo fácilmente. No es porque lo considere un tipo tonto, simple y feliz, sino porque no parece buscar nada más allá de lo que yo le ofrezco a mi manera. Creo que es por eso que no estoy gritando tanto, ni golpeándolo gratuitamente.

Kelven no fue el último lobo que pasó por mi vida, y tampoco el que único que haría que mi corazón se metiera dentro de un cofre de hielo. El mundo es cruel para un Omega, aunque para los lobos sólo seamos críos mimados, exigentes y debiluchos que no saben hacer nada más allá de parir niños, ser amas de casa o dejarnos follar como muñecas mientras lloramos para forzarnos a mostrar una imagen inocente. Te exigen demasiado a cambio de recibir muy poco. Yo sólo decidí adaptarme a un mundo odioso que sólo quería manipular mi vida a su conveniencia, sin escuchar mis deseos e ignorando mis sentimientos durante años. 

Pero ahora soy libre.

Ahora puedo hacer lo que quiera, visitar cualquier lugar sin darle explicaciones a nadie, follar con el lobo que a mí me dé la gana sin tener a mi madre recordándome que "el libertinaje es malo y asqueroso", sin tener que verle la cara a nadie de mi familia en Hayu para que opinen de mi vida sin que yo se lo haya preguntado, estudiando lo que quiero, comiendo libremente en lugar de escondidas como solía hacerlo para que mi madre no me diera una charla estúpida sobre dietas... sin embargo, eso no significa que no veré la cara negativa allá donde vaya. Lo sé. También sé que soy ignorante en muchas cosas modernas, pero aprenderé todo lo rápido que pueda para instalarme en cuanto encuentre un lugar que esté a mi gusto. Solo, a ser posible: No soportaría vivir con Omegas, y los lobos se ponen muy territoriales cuando están enchochados o cachondos casi siempre.

—Yo... —habla Ian de nuevo, haciéndome reparar en mí mismo de dónde estoy tras embobarme un poco—. Tengo miedo de pisar Galliant y que la cosas vayan mal.

—Oh... —No entiendo bien el por qué piensa eso, aunque es irónico que tenga miedo sabiendo que él es enorme, tiene mucha fuerza y es lo bastante ancho para aplastar a cualquiera pese a no estar gordo. De hecho... el cuerpo de Ian es achuchable. Darían ganas de abrazarlo si fuera un enorme peluche, en lugar de un lobo—. ¿Quieres que te proteja, lazando manzanas a todo aquel que te haga sentir inseguro?

Ian suelta una pequeña carcajada, haciendo que ambos cuerpos vibren por su risa. 

—¿Me vas a proteger de otros, cuando me llamas "Palmera tonta", y crees que soy un poco patético sólo porque evito la violencia gratuita?

—Bueno, alguien tiene que asegurarse de que no pongas esa cara de cachorro apalizado, ya que es bastante lamentable sabiendo que eres un tipo muy grande —me encojo de hombros y alzo la mirada hacia el cielo que, vagamente, a duras penas parece que quiere cambiar de color en algún momento—. Pensé que estabas así de tenso porque tendrías algo así como un ex, o un hijo ilegítimo que dejaste atrás. No sé, una de esas tonterías que salen en las telenovelas que veía mi madre cuando no quería irse con las idiotas de sus amigas cotillas.

Su cuerpo se tensa, y creo que ya he pulsado una membrana delicada al sentir la dureza de la espalda por hablar de ello.

—Hubo... alguien... en mi vida pasada —confiesa tras mucho rato callado, casi forzándose a hablar de ello pero sin decir demasiado—. No fue una buena experiencia, pero en su momento pensé que era algo genuino. Actualmente, sabiendo lo que sé, creo que hice lo mejor que pude pasar no pensar en él y pasar página en todas sus formas. 

—¿Hizo daño a tu pequeño corazón de piña colada?

Ian abandona la tensión por un momento para reírse entre dientes.

—Digamos que... no era el correcto —resume, terminando de comer—. A veces pasa, que cuando eres joven crees que puedes tener todo lo que te propongas, y que es genial hacer cosas de adultos, pero al final todo es muy confuso porque lo que antes parecía bueno... en realidad, el trasfondo, es bastante incómodo.

—Es es una mierda, Ian.

—Lo sé... —murmura—, pero sigo vivo y las cosas no fueron tan mal tras tantas dificultades.

No digo de momento nada al respecto, porque no sé todo lo que ha tenido que pasar. Aun sigo sin creerme que él y yo hemos tenido un poco de acción dentro de un sucio, polvoriento y ruidoso vagón de un tren, en lugar de una cómoda cama... o no haber hecho nada. ¿Pero a quién quiero engañar? Tarde o temprano esto tendría que pasar porque... bueno... somos adultos y tenemos la decisión de hacer o no lo que nos dé la gana siempre que estemos dispuestos a ello de manera bilateral. 

Simplemente ha pasado. No voy a hacer un drama de ello, aunque haya sido Ian la persona que me ha hecho sentir bastante a gusto pese al tonteo y una mamada. 

Cierro mis ojos por un momento y permito que el viento frío acaricie mi cara, la cual se aprecia mejor al quitarme la capucha de la cabeza. Siento el cabello azuzándome, moviéndose en todas las direcciones. Lejos de generar una sensación molesta por la frescura del aire, lo cierto es que es más bien placentero dado que afuera no apesta a tantas cosas. Sólo yo e Ian, y bueno también algo de humo. 

Al momento descruzo mis brazos, saco el teléfono del bolsillo y veo que son las cinco de la mañana. Pensé que era tarde, pero no TAN tarde. ¿Realmente he dormido casi todo el día? ¿Y ni siquiera hemos llegado a Galliant todavía? ¿Por qué? En el mapa no parecía tan lejano y, aunque Ian haya dicho que tomamos otra ruta por ser un tren de carga, sigue sonando ridículo que demore un día entero.

—Llegaremos cerca del medio día —dice Ian, casi como si hubiera leído mi pensamiento al ver la hora—. Ya te dije que la ruta era más larga, ocurre con todos, aunque no tengo una respuesta sobre el por qué es así. En un tren normal, quizás en cuatro o cinco horas habríamos llegado, incluyendo dos paradas obligatorias de cinco minutos.

—Vaya...

—Sí... —murmura—. Hey, Glass... ¿Quieres ver algo precioso?

—¿Algo más precioso que yo? —me atrevo a bromar, pero no me rio aunque tenga ganas de hacerlo.

—Nada es más precioso que tú, tonto... —musita, aunque lo he oído perfectamente—. De todas maneras, date la vuelta y lo verás.

Suspiro, moviéndome de una manera ridícula para no caerme del tren en movimiento, para sitiarme al lado de Ian. Es entonces cuando lo veo: El amanecer.

La línea que separa el horizonte abandona paulatinamente el tono índigo oscuro, pasándole con pereza entre violáceos para que así se conviertan en rosados. Ian tiene razón, una cosa bastante preciosa, la cual no he tenido muchas oportunidades de verla en persona pese a yo haber tenido mi habitación en el azotea de la casa familiar. 

Inconscientemente suspiro, recordando por un segundo que no volveré. Literalmente lo he abandonado todo y no tengo nada, o al menos nada más de lo que llevo encima puesto. Todo lo demás me lo está dando este lobo con cara de idiota, el cual ahora mismo sonríe más animado que antes mientras su rostro es iluminado por el cielo cambiante. ¿Ian cree que soy tan precioso? ¿Por qué cree tal tontería? Dudo mucho que lo que haya pasado en el vagón le haya vuelto más idiota de lo que ya es, y en Hayu no es que diera muchas señales de interés. Claro que siempre aparecía en los momentos más insospechados, y casi siempre mostraba un carácter paciente y amable conmigo aunque yo fuera una perra irritante. 

—Podríamos decir que este es tu regalo de bienvenida al territorio —habla él, bajando la mirada hacia mí y yo la aparto. ¿Me he sonrojado por este idiota? ¿Enserio?—. Podría haberte dado algo mejor, algo más a tu gusto y que puedas conservar contigo a lo largo de esta aventura que compartiremos. Así que, lo siento, pero no tengo nada mejor que ofrecerte.

Mis mejillas todavía queman un poco. Creo que mi cerebro me ha traicionado por unos instantes al pensar que Ian tiene, quizás, una pequeña e insignificante esquirla de belleza pese a ser estúpido y dejado. Quizás sea su bondad lo que le haga parece un poco encantador. O quizás su halago antes del amanecer me haya pillado con la guardia baja.

—No importa —murmuro—. Igualmente un amanecer creo que es un buen regalo de bienvenida, ya que nunca tuve la oportunidad de ver uno en Hayu. 

—Ahora tendrás la oportunidad de verlos más de seguido, ya que yo disfruto mucho viéndolos.

—Ajá... —digo nuevamente en un murmullo—. Oye, Ian.

—¿Sí?

—Gracias.

Ian ladea la cabeza en señal de confusión.

—¿Gracias? —repite—. ¿Por qué exactamente?

—Por ser el único que no me dejó atrás y escuchó mis sentimientos, sin juzgarme, pero sobre todo que no le importara sacarme de esa mierda de vida que estaba llevando.

Entonces, Ian suelta una frase que sé que me va a dejar pensando el resto del viaje:

—No me des las gracias a mí, sino al lobo que llevo dentro.

Continue Reading

You'll Also Like

1.6M 158K 64
Existen varias maneras de describir a LΓΊa: Despreocupada Fiestera Burlona ΒΏResponsable...? No, no lo creo. Una chica a mediados de sus veinte, en lo...
151K 11.1K 90
Anneliese es una chica curiosa, risueΓ±a, amable y humilde, pero tambiΓ©n muy caprichosa y mimada, como lo era su madre. Amada por todos y deseada por...
294K 28.4K 51
Un cachorro adorable. Un lobo gruΓ±Γ³n, pero con buenas intenciones. Y, una humana egocΓ©ntrica dispuesta a aprender de sus acciones. En pocas palabras...
594K 91.5K 164
Este libro es la quinta y ultima parte de la saga de Alfa King.