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By JeanRedWolf

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[Libro 2] Glassian no quiere seguir las mismas tradiciones que siguieron sus familiares (casarse, tener hijo... More

⚠️ Léeme ⚠️
1. La esperanza en una bandera roja
2. La ira con dos caras opuestas
3. Β‘No quiero un esposo!
4. Posible e inalcanzable
5. Ser tonto deberΓ­a ser ilegal
6. No puedes esconderte eternamente
7. Un precio estΓΊpido
8. Un trato con doble filo
9. Educado error ; Brusco resultado
10. Mucho que aprender
11. Confiesa o revienta
12. CorazΓ³n quebrado
13. Viejo amigo
14. Frustrado y caliente
15. Por confiar demasiado
17. El control es mΓ­o
18. Lo agridulce de un recuerdo
19. Separar lo inseparable
20. El que lo iniciΓ³ todo
21. Paga la deuda
22. Bupats y Colms

16. Prueba de inocencia

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By JeanRedWolf

【Ian】

Mucho tiempo atrás.

En cuanto concluyo de soltárselo todo, mi corazón duele y mi estómago se tuerce dentro de mi cuerpo. Nadie me enseñó a que decir la verdad podía hacer que la gente adulta se pusiera tan seria y pareciera algo molesta, pero tampoco quiero mentir. Oliver siempre fue bueno conmigo, aunque siempre se aprecie estoico y molesto gran parte del del día, y teniendo en cuenta todo lo que tuvo que hablar con la Madame... supongo que su humor no es el mejor.

Mentir sólo empeoraría las cosas, pero... ¿por qué me siento tan horrible por ser honesto? ¿Por qué ese miedo acechante sigue soplándome en la nuca, como un recordatorio de que entré en un lugar que no debía?

Bien... —asiente Oliver varias veces, rascándose el mentón velludo—. En ese caso deberás de guiarme.

Yo. Guiarle. Hasta la cueva.

No. No. No. No. Definitivamente No.

¿Po-por qué... de-debo... llevarte a la cu-cueva? —tartamudeo por los nervios que ahora mismo me están invadiendo como millones de hormigas reptando desde mis pies hasta mi pecho. Incluso mi pecho se oprime al controlar mi respiración.

Eres el único que fue allá con Van.

A-ah...

E iremos esta noche —sentencia, dejándome claro que esto no puede ser negociable de buenas a primeras—. Sé que siempre has sido un chico honesto conmigo, Ian, y cuesta creer que el chico bueno haya hecho algo propio de un chico malo sin siquiera medir las consecuencias. 

Pe-pero...

Necesito verlo —me interrumpe de inmediato, clavándome su mirada fiera, y yo agacho un poco la cabeza—. Soy policía, Ian. Necesito tener pruebas para corroborar lo que has dicho porque, si la policía creyera absolutamente toda la palabrería que dijera la gente, te aseguro que nuestros calabozos estarían llenos de lobos acusados de falsa violación, falso robo, falso allanamiento... un caos. La ley, aunque en muchos lugares sea ciega, aquí me esforzaré para que no lo sea mientras las pruebas sean demostrables.

Niego con la cabeza.

No quiero volver ahí, Oliver.

Lamentablemente, Ian, esto tiene dos vertientes: O me llevas hasta ese lugar, o te llevo en custodia a que pases la noche en la celda; y te aseguro que los pocos presos que hay ahí no son precisamente muy amables con los hombres jóvenes como tú.

¡Pero me prometiste que no me harías eso!

Oliver pone los ojos en blanco al escuchar mi queja.

Es la única manera que tengo de vigilarte, antes de que todo esto se vaya a la mierda y empeore demasiado rápido sin que pueda defenderme adecuadamente. —Descruza sus brazos—. Así que, sé un chico listo y toma una linterna ya que nos iremos en cinco minutos.

Oliver se va y yo me quedo mirando el sucio suelo de mi habitación, a la vez que me maldigo a mí mismo. ¿Debería de haberle mentido? O mejor, ¿callado? ¿Por qué te dicen que es mejor decir la verdad, si al final te echan la culpa a ti por haber sido honesto? 

No. Mentirle a Oliver hubiera sido algo muy malo, ya que perdería su confianza y no es que hayan muchas personas que me quieran sin pedir nada a cambio. Él nunca ha llegado hasta esa situación. Otra cosa es que tengamos nuestras... cosas, más que nada porque si no cobro, no como.

Por otra parte, pensar en volver a esa cueva sólo acrecienta mis niveles de estrés hasta niveles insospechados. Casi tiene el mismo efecto que pensar en Thet. Además, no podría estar encerrado en la celda. No me gusta estar encerrado.

Pero... ¿y si Oliver tiene razón? ¿Y si en realidad no he hecho nada malo?

No. ¿A quién intento engañar? "Nada malo" es tener un accidente o defenderte aunque la persona termine muerta de una caída, no el hecho de que tenga sus costillas abierta como si fuera una representación de un pájaro en una película de terror de serie B.

Además, si voy con Oliver... no tengo nada que temer, ¿verdad? No tiene que pasar nada.

Necesito unos pocos minutos para tomar varias respiraciones y calmar, en parte, los latidos que no dejan de tamborilear dentro de la caja torácica. Después, con un poco de incomodidad, tomo la vieja linterna del cajón, que en mi mano parece más pequeña de lo que parece. El tacto contra el metal es frío, y no puedo asegurar si sobrevivirá esta noche.

Tras verla unos pocos segundo más, asiento. Repitiéndome dentro de mi cabeza que todo saldrá bien, sólo pasaré un poco de miedo y volveré para planear la próxima vez que pudeda tomar el barco de Chris e irme a la isla que me vio nacer. Alguien, en algún lugar de este mundo, debe de conocerla, ¿y quién mejor que alguien que navega muchas veces al año?

Decidido a tomar esa decisión, me largo de mi habitación y vuelvo hacia el salón donde deberé de encontrar a Oliver esperándome. Sin embargo, lo hallo en la escaleras, apoyando la espalda en la pared y los brazos cruzados mientras una expresión seria se aprecia en su rostro que mira hacia algo. Es una lástima que no me gusten los lobos para nada romántico, y él es demasiado mayor para mí, pero creo que la persona que termine con Oliver como pareja será muy afortunada. 

En cuanto estoy a nada de bajar, Albert aparece de la nada y sonríe a Oliver. Mi intuición dice que él estaba esperando el momento idóneo para sacar su vena cotilla, seguir a alguien interesante —en este caso Oliver—, y planificar su siguiente portada amarillista. 

... y puede ser algo útil si es cierto —escucho mucho más claro por parte de Oliver.

Tengo otras obligaciones por la mañana —Albert frunce el ceño, y sus brazos se cruzan contra su poco pronunciado pecho—. ¿Te crees que ser periodista de un pueblo hace que me lluevan las noticias que valen la pena sacar a la luz?

Deja de llorar, Alb. Ya tienes el trasero peludo y vello en la cara para que recuerdes que ya no somos unos adolescentes.

No soy un bebé —esgrime con molestia—. Y no es que no confíe en que esto pueda ser una gran noticia, pero no puedo permitirme que mi jefe vuelva a gritarme durante una hora porque "mis pruebas son una mierda y todo es alarmismo barato".

Oliver pone los ojos en blanco por un momento, ignorando mi presencia por conveniencia, hasta que decide ponerse un poco molesto con la espalda despegada de la pared.

Se te pagará por lo de ESTA NOCHE, así que deja de llorar.

Él sonríe, triunfante, como si fuera esto lo que quería obtener de alguna manera como mínimo.

Me las arreglaré con ello, Señor Policía... 

A diferencia de la expresión estoica de Oliver, a mí Albert me ponía un poco de los nervios. De alguna manera conseguía salirse con la suya, incluso cuando las cosas pudieran irle demasiado mal. Jenny dice que "nació con un ramo de flores en el culo", pero jamás me explicaron bien qué significa esa expresión. Supongo que será algo así como que "tiene mucha suerte" o "las casualidades le persiguen". 

En cuanto por fin bajo el último escalón, Albert voltea hacia a mí y su cara burlona se transforma en gran sorpresa. Quizás no esperaba que yo apareciera ahora mismo.

Espera... ¡¿ÉL ES "TU CHICO"!?

¡¿QUÉ!? —grazno, sonrojándome por lo que acaba de decir.

Oliver suspira.

No seas dramático ni saques las cosas de contexto, idiota —niega con la cabeza varias veces—. Es lo mejor que tenemos de momento para poder dilucidar lo que no podemos encontrar por nosotros mismos, así que Ian será la persona adecuada para esclarecer muchas dudas.

Está bien... —concede el tipo con cara de zorro malicioso, el cual ahora muestra una pequeña sonrisita—. Dejaremos que nos guíes, aunque eres tan grande que no creo que podamos perderte de vista.

Quiero decirle que NO estoy gordo, ni soy TAN grande, pero Oliver gruñe con desaprobación.

Él está perfecto por como está, así que no perdamos el tiempo.

Y tras decir eso, toma a Albert del chaleco y le obligar a alejarse de mí en dirección a la puerta principal, donde mis nervios amenazan de nuevo con aparecer y hacerme daño.


Galliant es bastante engañosa durante las noches, porque aunque por norma general la oscuridad invade muchas calles y al mismo tiempo el silencio sea mínimo —salvo los fines de semana—, lo cierto es que toda esa "buena cara" puede ser peligrosa para tu propia vida si no eres inteligente o no conoces el territorio. En cuanto giramos la primera esquina, una sombra que aparece de la nada me hace soltar un grito.

Primero grito yo. Luego grita él, haciendo una pose súper dramática y exagerada que parece haber sido sacada de una revista de hace setenta años del cine de terror.

Henri exclama en un raro tono agudo:

¡¿I-Ian!?

¿Henri? —llevo una mano a mi pecho, donde siento en mi palma mi corazón sacudiéndose con mucha fuerza—. ¿Qué demonios haces en la calle, a esta hora de la noche, a solas?

Él va a decir algo, pero se percata que tengo a Oliver y a Albert a mis flancos, lo que hace que sus labios se aprieten un poco con desaprobación. Creo que todavía lamenta el día en el que no insistió demasiado para ayudarme cuando estuve herido, ya que Henri piensa demasiado de muchas cosas, tantas que a veces pasan de largo y luego él se recuerda que fue su culpa por reflexionar con demasiada intensidad. 

De repente una ida vuela por su mente, haciendo que el Beta se ponga en una posición ofensiva conta Oliver.

¿A dónde te lo vas a llevar, Polansky? —gruñe con desaprobación—. Él es un buen chico.

Cálmate, Tajuén —Oliver pinza su nariz, hastiado por ver que se ha puesto él molesto en cuestión de segundos—. Es una cuestión de ley, por lo que no es nada que no tenga el derecho de ejercerlo siempre que tenga razones más allá de las personales. Eso es porque Ian se me ha declarado como testigo sobre lo de Van, así que mi obligación es hacer que todos los procedimientos se cumplan adecuadamente.

Supongo que deberé de confiar en ello... —murmura Henri, recobrando una postura más relajada, pero no demasiado. Todavía detesta que Oliver esté siempre cerca de mí cuando algo le interesa, aunque no diría que se llevan mal entre ellos—. Pero sigo diciendo que Ian es un buen chico y sabe defenderse solo...

Estoy de acuerdo —concede Oliver—. ¿Qué tal si te vienes con nosotros, y nos ayudas con esta tarea que llevaremos a cabo? Llevas trabajando en las minas muchos años, Tajuén, por lo que no nos vendría mal un segundo guía.

En el fondo pienso que no es buena idea, pero entonces Henri dice muy decidido:

Está bien, me uniré al plan.

Genial... otro más que me juzgará cuando encuentre el desastre de la mina...

Volvemos a caminar en dirección a las minas, conforme Henri expresa que nadie conoce mejor las minas que él, que lleva trabajando desde que tenía veinte años y ahora rozaba los treinta y muchos. Y por supuesto que él debe de mantenerse cerca de mí. Henri es muy apegado a las personas que considera "importantes en su vida", y eso puede ser un arma de doble filo porque también lo vuelve ciego en su propio juicio. No es que se vuelva un acosado, pero sí algo intenso.

Creo que es de los pocos hombres en todo Galliant —o al menos de los que entra en el prostíbulo— que es extraordinariamente amable. Muy dulce. Siempre que tenemos un momento de intimidad, me pregunta si estoy bien, si me duele algo o si necesito tomar una pausa. Eso no significa que no haya conocido a personas extraordinarias, pero Henri es encantador.

En parte, también sé que Henri vio a través de mi desastrosa mentira de hace dos semanas lo que pasó en la cueva. Ignoro si en realidad él entró o no para descubrir a Van, pero nadie puede negarme que él sabe más de lo que se obliga a callar porque no quiere meterme en problemas entre estos dos hombres: Uno que puede encarcelarme, y otro que puede exponerme a todo el pueblo si saliera en primera página.

¿Puedo mantener una conversación privada con él, Polansky?

Oliver lo mira con ojos entrecerrados y el ceño fruncido.

Mientras que no estéis demasiado lejos de nosotros, me parece bien —concede, y retrocede algunos pasos hacia atrás con Albert que está dejando de toquetear su teléfono móvil con demasiado entusiasmo.

No sé hacia donde mirar, porque los ojos de Henri se vuelven un poco duros cuando me ve encogerme en mi propio cuerpo. Henri siempre me dijo que soy "un tipo grande", y los "grandes chicos" no deben de encogerse porque eso sólo lo haría un hipócrita o un cobarde. Me alegra saber que él cree que soy valiente y puedo conseguir todo lo que me proponga... pero está equivocado.

Aunque yo sea grande, ancho y tenga mucha fuerza, tengo muchos miedos y siempre intento pensar lo mínimo para que mi vida no esté llena de problemas y dolores de cabeza. No siempre me sale bien, pero es algo en lo que me esfuerzo mucho por conseguir.

Así que... —empieza, llamando mi atención, diciéndolo en voz baja—. Van fue desafortunado, ¿eh?

Mi lengua pesa y mi garganta se seca, ya que no quiero recordar nada de él después de lo ocurrido.

Sí...

¿Cómo estás, amigo? 

Hace mucho tiempo que nadie me preguntaba un "¿Cómo estás?" o un "¿Necesitas algo?" porque la gente da por hecho que un tipo como yo, que vive y trabaja en un prostíbulo, no tiene tantos problemas más allá de los sexuales o un cliente que se pasa de la raya.

Lo llevo, sin más —musito.

Sí... lo sé. Pero... —se detiene por un momento para suavizar su tono—. Ian, entiendes que mis compañeros de trabajo están muy cabreados por lo que ocurrió en la mina, ¿verdad?

Lo sé...

Es una bola de nieve —acierta de pleno, porque eso es lo que ha pasado—. Mis compañeros no saben dónde estuviste hace dos semanas, y al no tener respuestas, muchos están bastante molestos porque se rumorea que puede haber un asesino en el pueblo. —De repente su olor se intensifica, señal de molestia. Un enfado alto, pero contenido—. ¿Por qué no me dijiste lo que ocurría Ian? ¿No confías en mí, ni siquiera cuando te he demostrado durante años que sólo quiero que tengas cuidado de no desviarte del camino correcto para que crezcas en un entorno mejor que este?

Aunque entiendo su enfado, Henri no está preparado para saber los detalles. Sé que él y Van iban mucho a tomarse una copas después del trabajo, y cuando se peleaban tan duro que llegaban a los golpes, a los pocos días los veías riéndose a carcajadas en un bar o la taberna. También sé que Henri guardó secretos sucios a Van de sus compañeros, sólo para que no lo juzgaran por "follar sin importar el agujero". 

También sé que Henri intenta no ver el lado malo de la gente. No por ignorancia, sino para no ser testigo de cómo de fácil es ver que la gente destroza su vida, y todo porque él "no insistió para no molestar a nadie". 

Estoy a nada de decirle algo, pero la voz de Oliver sonando seria a un grupo de mineros que se acercan, hace que me calle por un momento y los vea dar la vuelta para alejarse. Todos están alterados por mi culpa y no me gustaría que creyeran que no lamento el trastocar sus vidas, pero yo no tengo la culpa de que Van resultara ser una mala persona que quisiera hacerme daño. 

No digo nada después de que los pasos de los mineros se van. Sólo camino, meditabundo y pensando en que tengo que esforzarme mucho para no preocupar a la gente cuando hago algo complicado. No quiero que se preocupen demasiado por mí, como tampoco me gustaría que nadie me defendiera porque no me considera lo bastante maduro para luchar mis propias batallas.

Si soy tan cobarde, ¿cómo protegeré a mi futuro Omega de otros lobos? ¿Cómo podría demostrarle que soy un buen chico, y que puedo garantizar que estará protegido si me elige? Claro que un Omega normal sólo sería un parche emocional y sexual, cosa que no quiero elegir porque sus sentimientos también importan, pero un Omega Puro es demasiado escaso en este país pese a su existencia. 

¿Quizás nunca salieron de la isla? No. Estoy seguro de que sí lo hicieron, pero la estirpe no se alargó demasiado o murieron antes de engendrar más descendencia mixta.

Casi quince minutos después salimos del pueblo, donde un terreno desértico se abre frente a nosotros cuatro. No hablamos entre nosotros, y nos entretenemos a nuestra manera. Hasta que se me ocurre una pregunta:

Oliver, ¿qué pasa si alguien derrumbó la entrada o movió las rocas de la bolsa para evitar huellas?

Dudo que algo así pueda ocurrir —habla, prendiendo un cigarro después de un largo rato dudando entre hacerlo o no—. Que se haya tapiado la misma entrada por la que tú entraste, no significa que no exista otra vía de ingreso, aunque el trayecto sea un poco más largo; y no creo que nadie se haya adentrado a mover o robar nada, debido a que la gente lleva dos semanas alterada y demasiado atenta hacia la gente que entra y sale de las minas.

Tiene un buen punto, me temo.

Si nos referimos a la sala donde se halló el cuerpo destrozado de Van —la voz de Henri, inquieta y destilando incomodidad, interviene—, aseguro que nadie ha entrado desde que el forense fue guiado hasta el cuerpo. Se especula que algunos animales entraron, y por ello su cuerpo estaba en un estado tan espantoso, pero fuera ello... —niega con la cabeza sin terminar la frase.

Tropiezo con mis propios pies, tambaleando en mi propio camino, al saber que Henri fue una de las personas que encontró a Van. Habría sido un gran golpe para él, ya que su relación con él parecía ser estable pese a las dificultades. Eso explica porqué se siente tan molesto, o quizás también por no confiar lo bastante en él para decirle que YO maté a su amigo. 

O, bueno, algo raro tuvo que pasar para abrirle la caja torácica como un armario de doble puerta.

Si no hubiera bolsa, y por lo tanto las cosas fueran inexplicablemente demasiado buenas para "hacer que dejemos este tema"... —Olive habla con un tono de sospecha, casi rozando la desaprobación de que eso pase—. Eso sería malo para nosotros, Ian. Podría interpretarse sobre que lo que me dijiste era una mentira, y una sola mentira bien estructurada está cimentada por varias más aunque sean más pequeñas.

No estoy mintiendo —me defiendo—. ¡No soy un mentiroso!

No dije que lo fuera —esgrime rápidamente con ese tono duro, muy parecido al de un padre que le ofende que consideres que sus palabras son un ataque hacia ti sin serlo—. Quiero que sepas que esto es un tema delicado, Ian. Cualquier variante puede ser una cosa buena o mala para ti, dependiendo de cómo funcionan las cosas... ¿Me entiendes lo que quiero decir con ello?

Me limito a asentir.

Tardamos un rato más en llegar a una especie de patrulla de la policía, donde Oliver se detiene a hablar con un policía de bajo rango llamado Tomas. Lo he visto alguna vez en El Salón junto a otros policías o bomberos de Galliant. Un poco rudo por fuera, pero agradable por dentro, sólo que es un poco desconfiado contra las personas que no conoce bien hasta que se abre un poco. Siendo honesto, no hemos hablado casi nada, pero sé que él me considera "un buen chico" y sólo porque sabe que defiendo a las prostitutas de que ningún tipo las haga daño y que de vez en cuando me he metido en una pelea que podía haber salid mal —algún muerto—.

Sin embargo, en algún momento de su charla, Tomas dice que en algún momento de la patrulla empezó a sentirse "demasiado raro". Eso es genérico. Se defiende de que puede ser el cansancio acumulado de la semana, o quizás el estrés y por eso se siente así. 

Lo raro llega después.

—... y, aunque te prometo que NO estoy borracho, te juro que vi a tres señoritas con cestas de picnick y vestidos florales entrando a la mina. Cantando.

Tom, nadie en su sano juicio entraría a una puta mina cantando y con intenciones de comer en un lugar como ese; especialmente porque, hace dos semanas, hallamos un cuerpo destrozado —gruñe Oliver.

¡Lo sé, joder! —se defiende el chico bajito con los brazos estirados hacia arriba—. Sé que suena estúpido, pero te juro que lo vi por una fracción de segundo y no estaba seguro si notificártelo mañana en la oficia o justificarlo con que fue una mala pasada de mi cabeza.

Por el amor a Selene, Tom... —Oliver cierra los ojos por un momento, tomando una buena respiración para no enfadarse o levantar la voz como haría de normal con sus hombres a cargo—. ¿Seguro que no te has metido nada para estar más tiempo por la noche despierto?

¡Le juro en nombre nuestra maternal y hermosa diosa que no, señor! —jura en voz alta, llevando una mano a su pecho donde tiene la placa enganchada a la tela—. Estoy tan limpio como el silbato de una tienda. —Después se calla, añadiendo en voz baja—... aunque puede que tenga unas décimas de fiebre. Los chicos me han dicho que esta parte del territorio, la temperatura es engañosa y puede hacer ver y oír cosas que realmente no ocurren; algo así como una histeria colectiva, ya que ocurre en grupos antes que en solitario.

A mí me sigue sonando bastante raro que haya dicho eso con total normalidad, cuando obviamente NO debería de serlo. De todos modos yo me mantengo callado durante ese rato mientras los dos policías hablan, hasta que Oliver avisa de que si no salimos antes del amanecer, toda la estación de policía deberá de poner un cartel de "Se Busca" con mi cara por todo el pueblo y avisos a todos los correos de los ciudadanos.

Eso no me ofende, ya que estoy seguro de lo que vi y de que no voy a traicionar la confianza de Oliver, aunque confesaré que me ha dolido un poco que lo dijera más como algo enserio antes que una broma camuflada para no llamar la atención de nadie. ¿O quizás en el fondo él no se fía de mí, ahora que sabe que he matado a un hombre?

Dejo de pensar cuando Henri, gentilmente, me coloca la mano en la espalda y me pide en silencio que avancemos para no retrasar más este tema tan morboso y escalofriante. Tengo que obligarme a mí mismo a mover mis pies y silenciar mi mente, porque si permito que todo me asuste... quizás este intento de valentía que me forcé a tener en mi habitación, no habrá valido para nada y, en el peor de los casos, me granjearía una mala reputación.

Hago de tripas corazón cuando muestro la entrada escondida que me mostró Van tiempo atrás. Tengo que morderme la lengua para no hablar de más, recordar que ALGO está ahí dentro esperando pacientemente para jodernos a todos, y parecer un lunático. Sin embargo, no tengo que decir nada más allá de lo básico, porque todos los aquí presentes sienten una sensación incómoda justo delante de la amorfa grieta que intenta ser una entrada hacia el interior del infierno. O yo creo que se debe de parecer a ello.

Trago saliva y doy el primer paso para ingresar, sintiendo que el aire dentro se siente infinita e ilógicamente más pesado y asfixiante que fuera, cuando sólo ha y un paso mío de diferencia entre una zona y otra. Siento que me observan, que me esperan a asaltarme como ocurrió la vez que estuve ahí dentro a ciegas. 

Todos me siguen en silencio, sin siquiera comenzar nada, mientras yo guío al grupo y Henri ilumina en mi dirección para verificar que no hay agujeros ni nada que pueda generar dolor... o al muerte... a alguien. 

El camino se siente muchísimo más corto desde la última vez que vine, mucho más. La sensación de todo lo negativo que me invade es, ahora que lo pienso, demasiado superficial a diferencia de cuando estaba solo y a oscuras. ¿Quizás era porque me sentía solo? ¿Quizás era porque estaba  a ciegas? ¿Ambas cosas? Sea como sea, llegamos hasta la parte que más odié del camino con Van: La zona estrecha donde tienes que gatear si eres tan alto como yo, y tragar demasiado aire si eres demasiado ancho.

Me abstendré de cruzar, ya que la última vez que ingresé para sacar fotos al cadáver, casi me quedé atorado y necesité que dos tipos me tiraran de las piernas con todas sus fuerzas —dice Albert en un tono bastante avergonzado, después de haber pasado demasiado tiempo con su teléfono y no interactuando con ninguna persona.

No fuiste el único, por eso algunos de mis compañeros tuvieron la decencia de agrandar más el pasaje —aclara Henri con un intento suave de sonrisa amable—. Es nuestro trabajo facilitar las entradas y salidas, incluso cuando sólo se utilicen como investigación. Además, los lobos somos tipos grandes y anchos por naturaleza, así que es mejor acerco antes de tiempo en lugar de retrasarlo.

Oliver suelta un "hmmm" entre pensativo y atento a algo.

¿Oliver? —pregunta Albert—. ¿Qué ocurre?

¿No habéis escuchado eso? —Cuestiona él.

Sí, yo también lo he oído, ahora que suena de nuevo todos lo hemos hecho. Es el sonido de un grupo de risas femeninas, como si estuvieran haciendo una fiesta en medio del bosque o una ladera, mientras se cotorrean chismes divertidos o comentarios sobre otras personas. Me resulta ilógico. ¿Qué clase de perturbados se meten en una zona de un crimen, se ríen, y de paso no temen a este lugar tan escalofriante?

Yo también fui joven y estúpido. —El comentario de Henri nos hace mirarlo, viéndole sonrojándose un poco con una sonrisa avergonzada—. ¿Qué? Cuando era adolescente me metía en las grutas con mis amigos para buscar oro, y así ligábamos con los Omegas para que supieran lo inteligentes que éramos. Aunque sólo éramos idiotas. Muchos de mis amigos, y yo incluido, a veces salíamos muchas horas después con un montón de heridas sangrando o un brazo dislocado por meter el brazo de una forma incorrecta; además sin ir del todo preparados, claro.

Entonces no te importará ir primero, ¿no, Tajuén? —responde Oliver con los brazos cruzados y una expresión enfadada. Estoy seguro que si pilla a esas chicas en una zona tan peligrosa, donde mataron a un hombre, las encerrará por la noche para darles un largo sermón. Después quizás llamará a sus padres a primera hora de la mañana contándoles lo sucedido. Lo ha hecho algunas veces—. Además, eres más experimentado que nosotros para anticiparse en el caso de que haya algo de lo que tener cuidado.

Puedo hacerlo —asegura el chico, teniendo cuidado que la luz de su casco no se rompa con ninguna piedra furtiva cuando pase.

Henri entra primero, le sigue Albert sin demasiadas ganas, y en tercer lugar yo. Oliver me susurra que es para asegurarse de que no me arrepiento en el último momento, por lo que asiento y me obligo a cruzar junto a los demás.

El olor terrenal, húmedo y mohoso invade mi olfato a la vez que genera cada vez más angustia. Es el mismo efecto de la otra vez, sólo que más penetrante. También siento la misma peste que dan ganas de vomitar dentro del agujero, donde no está el cuerpo de Van pero sí que se aprecian los restos de que un cuerpo estuvo apoyado en la pared y junto con el pico lanzado a su lado. La gran mancha que antes sería roja carmesí, ahora no es más que un sucio y obscurecido rojo sucio de bastantes amplitud; no es de extrañar, ya que literalmente tenía el pecho abierto y el cuerpo humano tiene mucha sangre dentro. 

Pero hay algo que me hace sentir desorientado: Las dos grandes bolsas de roca tampoco están colgadas en la pared, específicamente en los viejos y oxidados ganchos de hierro forjado.

¿Pero qué...? —suelto yo, incrédulo. Tomo la linterna y empiezo a mirar alrededor de la sala rocosa, esperando que al menos la hayan dejado a un lado. Ahí estaba mi sangre y la de Van, lo que podría ser una prueba de que hubo un ataque dentro, en lugar de un asesinato premeditado—. ¿Dónde están? ¡Estaban aquí las bolsas, lo sé perfectamente!

Me siento alterado y molesto, también confundido. O al menos hasta que Oliver se mueve delante de mí, y las grandes manos del hombre obligan a bajar unos pocos centímetros para que estemos a la misma altura.

Ian, respira profundamente y cálmate. 

Asiento muchas veces, pero me siento terrible. No quiero que Oliver me tome como un mentiroso, y la confianza que tiene en mí baje a cero.

Bien —dice al ver que me esfuerzo por calmarme pese a que sea en vano—, ahora llévame exactamente hacia donde Van quería llevarte.

Eso es lo que hago cuando vuelvo a respirar profusamente: Lo llevo donde deberían de estar las bolsas colgadas de los ganchos de la pared, pero sólo encuentras moho por la humedad. O lo que al menos parecer serlo, porque a mi parecer su aspecto es demasiado extraño.

Entonces retrocedo.

¡Joder, eso no es moho sino un nido de tarántulas! —grito sin poderlo evitar.

Es increíble su tamaño —Albert se acerca hasta nosotros—. Diría que todas son bastante adultas, y en lo personal considero que es extraño que las tarántulas vivan en las cuevas dentro de este territorio. Ni siquiera las tramperas se esconden tan profundo.

¿Están... vivas? —me atrevo a preguntar.

Albert niega.

Me arriesgo a decir que fue una forzada migración, o que alguien las llevó por alguna razón que no puedo entender —entrecierra los ojos e inclina levemente hacia delante—. Parecían... congelarse, y buscaron calor entre ellas... antes de matarse e intentar comerse hasta que sólo una de ellas parece que ganó y se fue.

Albert toma una roca y, como si hubiera encontrado algo, golpea repetidas veces el falsó moho arácnido para encontrar un pequeño agujero que estaba cubierta con las tarántulas, mostrando dos pequeñas bolsas.

Las bolsas son de rocas. ROCAS. Nunca me he sentido tan bien por un puñado de piedras, por lo que miro a Oliver con una sonrisa enorme de felicidad al saber que SÍ existen, y él me la devuelve con una ligera elevación de las comisuras.

¿Ves, Ian? Todo está bien, así que cálmate.

Como bien supuse, Albert me toma de la mano y me mueve hacia un lado para que ilumine perfectamente la bolsa con las rocas a la vista, así sacará unas cuantas fotos para el archivo. La tela es vieja y roñosa, manchada con algunas manchas de sangre oscurecida en varias partes, incluido el interior de las rocas. Creo que se debe a que él me golpeó con ellas en la cabeza en algún momento, y luego intentó clavarme el pico.

Tras todo preparado, el tipo saca su cámara de su bolsa que ha estado llevado al hombro desde que lo encontré en la mañana, y dispara varias fotografías desde diferentes ángulos. Supongo que es para ver cuál se verá mejor y cuál es más llamativa que otra. 

Sin nada más que hacer dentro, volvemos a salir en fila como la otra vez que entramos, ya que no tenemos mucho que decir o investigar. De hecho, yo llevo rato preguntándome sobre el por qué nadie ha hablado de las chicas que se reían, porque cuando entramos ellas ya no estaban y las voces se detuvieron de inmediato. Eso era muy raro.

Técnicamente debería de sentirme a salvo ahora que estamos yéndonos, pero mi piel sigue erizada y mi instinto me sigue gritando que hay algo malo entre estas cuevas. Algo que yo, aun siendo enorme y con una fuerza hercúlea, no podría derrotar jamás porque su poder no radica en los físico sino en los mental o lo sensorial. Sigo sintiéndome observado. Sigo sintiéndome que alguien está esperando el momento de saltar del techo, tomarme del cuello, y rompérmelo por no estar preparado para un posible e ilógico asalto.

Durante todo el camino de vuelta, los cuatro nos sentimientos horriblemente mal. Todos sentimos que hay algo malo dentro, o quizás es que tanto silencio y goteo aleatorio nos vuelve todos un tanto emocionales. Sin embargo, no es hasta que casi llegamos a la entrada cuando, Oliver, de repente, detiene en seco y se voltea para mirar hacia atrás.

¿Oli, qué ocurre? —le pregunta Albert, mirándole con una ceja arqueada.

¿No lo habéis oído? —le devuelve la pregunta, pero al ver nuestras caras sabe que la respuesta es no—. Era la voz de una mujer, llorando un "te echo de menos".

No escuché nada, Oliver.

Miento entre dientes, forzándome a que él deje el tema y nos larguemos de una maldita vez de esta cueva. Sí, lo he oído perfectamente, pero en lugar de ser la voz de una mujer a mí me sonó a la voz de Thet. Ya tengo bastante con sentir que mi cuerpo hormiguea y me insta temblar, que mi pecho duela, y mi respiración se aprecie un tanto asfixiada por la ansiedad que genera este lugar.

Puta Selene Santísima, Ian —gruñe Oliver con molestia—. No puedo creer que estés sordo. —No opino al respecto, por lo que él añade—: Quizás Tomas sí vio algo y no era una ilusión, pero eso no explica el por qué no encontramos a nadie, ni ninguna señal, desde que entramos en la cueva...

Oliver se da la vuelta, y dice en voz alta:

¡Si hay alguien ahí, intentando gastar una broma, y creyendo que puede joder a la policía dentro de una zona peligrosa, entonces ateneos a las consecuencias!

Al principio no se escuchada nada, pero de repente un montón de risas se escuchan en varias direcciones mientras algunas rocas, en alguna parte, caen y la reverberación llega a nuestros oídos. Sigue siendo ilógico que haya alguien aquí dentro, en esta cueva, donde la oscuridad y la sensación de que algo embrujada está observándote. 

Oliver... ¿podemos irnos, por favor? —le pido y él asiente, volteando para mirarnos.

Putos niñatos de mierda —gruñe enfadado—. Si me llega mañana un padre lloriqueándome o quejándose de que su bastardo no volvió a casa, me voy a cabrear más de lo que la gente de este pueblo imagina.

Albert y Henri salen primero. Después Oliver. Yo sólo me quedo durante unos segundos con la mitad de mi cuerpo dentro y la otra mitad fuera de la mina, alumbrando el fondo con mi linterna con la esperanza de no ver absolutamente nada que pueda atacarnos. O raro. O anormal. O peligroso para quien vaya a entrar en algún momento.

Sí, Oliver tenía razón de que alguien lloró un "te echo de menos", aunque en mi caso fuera la voz de Thet. Pero también escuché, en un tono mucho más macabro y morboso, una sola pregunta:

¿Sigues teniendo hambre, lobo?

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