LA SACERDOTISA

By Joss_Books27

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En una sociedad futurista cada nacimiento es una prioridad cuando nace una niña con la marca Lunar son arreba... More

CAPITULO: 1
CAPITULO: 3
CAPITULO: 4
CAPITULO: 5
CAPITULO: 6
CAPITULO: 7
CAPITULO: 8
CAPITULO: 9
CAPITULO: 10
CAPÍTULO: 11
CAPÍTULO: 12
CAPÍTULO: 13

CAPITULO: 2

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By Joss_Books27

ATLAS

—Te quemaras el cerebro de tanto pensar, Atlas.

—Y, ¿Sino aceptan?

—Se muchas cosas que a tu hermana no le conviene que hable.

—Cosas, ¿Eh? ¿Cómo cuáles?

Mi padre me miró desconfiando.

—Mejor prepárate para mañana porque dejas de ser oficialmente soltero.

No me molestaba mi vida de soltero, para ser sincero...tener a Rose como esposa era mi gran oportunidad para estar con ella y que fuese solo mía. Nunca le caído bien a la chica y tampoco es que se la he puesto fácil para caerle bien, pero ella de alguna u otra forma me pertenece.

—Eso no me molesta.

—Procura que la noche de boda sea inolvidable.

—No lo entiendo.

—¿El qué?

—¿Por qué la odias tanto?

—Simple..., no es una Pierce, no lleva mi sangre—dice con un tono de voz lo bastantemente frío para congelar a cualquiera.

—Ella no es de tu sangre, y yo soy un bastardo.

—La diferencia entre tú y ella, es que tú eres mi único hijo varón y llevas mi sangre—continuó—. Y ella es una recogida que tuvo la maldita suerte de nacer siendo una sacerdotisa y no cualquier sacerdotisa.

—Y por eso la tenemos que tenerla de nuestra parte, no en contra.

—Intento llevarme lo mejor que puedo con esa chica.

—Triplica el intento, porque será mi esposa.

Mi padre me miró desconcertante.

—Te recuerdo dejar los sentimientos atrás y concentrarte en lo que importa.

Mi padre, sabia lo mucho que me ha gustado Rose por eso sus palabras. Pero no me importaba, la chica no solo sería mi pase a los Dioses, también sería mi esposa para siempre.

—Se hace de noche, padre, deberías de ir a descansar. Mañana será un día agitador—sonrei con descaro.

Él me miró con fastidio.

—Buenas noches, hijo.

El anciano se marchó sin más. Mañana daría inicio mi nueva vida, esa vida que esperaba por años al lado de la persona que siempre he amado. Aunque tenía el presentimiento de que no sería fácil el camino que nos espera a Rose y a mí. Pero de algo estaba completamente seguro y era que nuestras almas están destinadas a estar juntas.

Desde la gran ventana cristalizada de la sala de estar, vi caminar a las sacerdotisas; Selín Morrison mi ex amante y su hermana menor; Sasha mi mano derecha y confidente. Los guardias la dejaron entrar, mi casa no era como el palacio de mi hermana, pero era cómodo y amplio. Las hermanas colocaron sus manos detrás de sus espaldas y se pararon firme frente a mí.

—Comandante—dice Sasha.

Todas las Sacerdotisas eran iguales, aunque todos no lo vean, Rose era diferente a ellas. Sasha una chica de veinte años, mi leal amiga era más seria que mi propio padre.

— ¿Me traen noticias?

Las hermanas Morrison se miraron mutuamente.

—No—contesto Salín.

—Espero que tenga una buena excusa para venir.

—Mi hermana y yo, tenemos una teoría acerca de lo sucedido hace una noche—dice Sasha.

Sasha se refería de que hace dos noches atrás, un grupo de demonios nos acorralaron, supieron que iríamos por ellos, y supongo que se la repuesta a ello.

—Las escucho.

—Creemos que en la Elite alguien puede estarle pasando información a un demonio.

Esa también era mi teoría, pero quien podría ser tan estúpido para complicarse la vida de esa manera.

—Sí, también es mi teoría.

— ¿Qué haremos? —pregunta Sasha.

—Mantengan los ojos abiertos, si hay un traidor entre nosotros..., quiero ser el primero en saberlo.

—Entendido.

Miré a las chicas detenidamente, en las únicas que confiaba mi vida era en ellas.

—Mañana se oficiara la ceremonia.

— ¡Tan pronto! —exclama Selín.

Vi la mirada amenazante de Sasha hacia su hermana. A pesar de que, Sasha era menor que su hermana, ella era la adulta.

—Entendido, nos encargaremos de la seguridad del lugar. ¿Dónde se hará?

—En el jardín sagrado.

—Me encargare de la seguridad, comandante.

—Cuento con ello, sacerdotisa Morrison.

Sasha miró a su hermana dándole una señal para que se retiraran, pero Salín se salió con la suya y dejó que su hermana se marchara sola.

La chica tenía la mis edad que yo.

—No entiendo porque tienes que casarte con esa chica, ni siquiera forma parte de la Elite y peor aún..., los monjes no te lo han pedido.

No necesitaba que alguien me ordenara nada, ni mucho menos que ordenaran con quien me casaría.

—No tienes por qué entenderlo, Selín. Me casare y ya está—digo con tanta frialdad del mundo.

—Te has puesto a pensar en lo que dirá la Nación, las personas acerca de esta repentina boda.

—Sí, mira lo excitante que se ve, oh, quisiera ser ellos—me burle.

—Hablo en serio, Atlas.

—Comandante—corregí.

Es que no lo entiendo, uno les da la confianza a las personas y creen que tienen derecho sobre ti. Por eso que la confianza se pierde.

—Ningún superior se ha casado con una sacerdotisa.

—Me encanta ser el primero, ahora amablemente te pido, ¡Largo!

Me había puesto de mal humor, que fácil lo hace. Salín debe entender que nunca seré para ella, lo dejé claro desde un principio no entiendo porque este reclamo, pero la entiendo, perderme a mí mismo seria..., caer en un abismo lleno de espinas.

—Esa chica será tu ruina.

Eso lo supe en el momento en que puse mis ojos en ella.

Selín no tuvo de otra que marcharse, porque no obtendría nada de mí, esta noche, ni las siguientes.

Me tumbe en la cama, mañana sería un gran día, aunque no sea para ella. Pero se acostumbrara solo no debo presionarla o agobiarla, tarde o temprano comprenderá las cosas.

Como toda las noches, no pude dormir, ya era una costumbre, pero sabía que en cuanto Rose estuviese a mi lado..., eso cambiaria.

A la mañana siguiente, los mejores estilistas del pueblo de Yaris serían quienes me vestirían para la boda. Yaris contaba con sus mejores costureros, ingenieros, granjeros y sobre todo estaban a la moda con sus antigüedades, a pesar que del que el pueblo era pobre, ellos siempre se levantaban.

Una de las mejores estilistas era; Valery Miller la hermana mayor de Rose, aunque esta se le había olvidado todo de su pasado.

—Creí que era una broma lo del casamiento—dice asombrada.

—Qué poca fe, me tienes Valery.

—Eres mujeriego Atlas, no es mi culpa.

Ambos nos reímos, nos llevábamos bien. La chica era dulce y honesta, sin pelos en la lengua y eso era lo que me gustaba más de ella. Tenía ese toque de Rose.

—Gracias por hacer el traje en poco tiempo.

—Descuida, además tuve ayuda de mi madre.

—Tienen manos de ángeles.

La chica sonríe y me miró detenidamente.

— ¿Sera con ella? Con mi hermana, me refiero.

En los tres años que nos conocemos, era la segunda vez que menciona a su hermana.

—Sí.

—¿Y, está de acuerdo?

—La vida no se trata si estás de acuerdo con ella, se trata de vivir y ser feliz con lo que se tiene.

—Entonces...

—Valery, se lo mucho que deseas verla—digo cambiando de tema.

—A mis padres, mis hermanos, si deseamos verla.

Me acerqué a Valery y llevé mis manos hacia su rostro moreno tan hermoso que un día llegué a tener algo con ella.

—Puedes venir con Joshua.

Sus ojos se abrieron demás, su mirada cambio, sus ojos se iluminaron y una sonrisa alegre se dibujó en su rostro. Joshua era su hermano mayor, el primero en nacer, era un buen trabajador de la clase obrera, trabajando como cosechador, sabía todo acerca de la familia Miller, lo que me da puntos con Rose si llegara a decidir ver a su familia después de años.

— ¿En serio?

—Sí.

—Gracias—dice alegre.

Ya era la hora de irme al jardín sagrado, me habían informado que todo estaba listo, los Pierce ya estaban en el lugar, moría por ver a Rose vestida de blanco, de por sí, la chica siempre usaba su vestuario de sacerdotisa; un vestido blanco con capucha de seda corto hasta debajo de la rodilla, esto es para moverse más rápido en el combate, sus guantes y botas que les llegaban hasta la rodillas y la cruz en el pecho.

En la ceremonia solo estarían los más cercanos, el anciano de mi padre ya lo tenía todo planeado. La hora, el lugar y quienes serían los invitados. El monje que oficiaría la boda sería nada más ni nada menos que; el monje Justino de la montaña del sol, un templo muy lejos en las montañas.

Estaba vestido con mi traje de comandante modificado gracias a Valery. Mi pantalón azul marino, mi camisa del mismo color manga larga y mi capa azul, mi espada, y mis guantes. Tenía insignias dadas por mi padre y hermana. Me orgullecía de lo mucho que he logrado con los años siendo comandante, las batallas que he ganado y perdido, los combates con demonios.

Al entrar al jardín sagrado, todos estaban en sus lugares, tanto los invitados como los guardias y algunas sacerdotisas. Un largo camino hacia el altar, sillas por un lado, rosas rojas por alrededores, la orquesta tocando sus instrumentos, era sencillo pero hermoso.

Estando en el altar me quedé pensando en muchas cosas que haría entrelazando mi vida, mi sangre con Rose. El anciano de mi padre tenía planes, pero...yo también tenía y mucho mejores que los suyos.

Vi a mi hermana al frente con una mirada asesina y veros, si las miradas mataran...desde los tres años hubiese muerto. Mi padre aun lado de ella no dejaba de sonreír de oreja a oreja. Y entonces, los pájaros cantaron la entrada de Rose en brazos de su padre.

Murmullos se escucharon y no precisamente de lo hermosa que se encontraba.

—Pequeña traviesa—susurre.

Su traje de sacerdotisa lo había cambiado, ahora mis ojos veía el mismo traje, pero de diferente color. El negro era su color, oscuro como la noche de la cual una flecha atravesó mi pecho asesinándome en el momento.

Rose creyó que usando ese color me irritaría o molestaría, pero más bien hizo todo lo contrario, debí suponer que algo así haría.

La chica nunca se quedaba quieta. Caminó hacia mí con una sonrisa hipócrita, al llegar a mí, sonrió aún más. Su padre me miró con rabia y se marchó con pesar.

— ¿Te gusta?

—Negro o blanco..., tu belleza nunca se ira—digo con una sonrisa triunfante—. Así que si, si me gusta. Esta para quitarlo también

Rose abrió los ojos demás.

— ¿Quitarlo?

Sonreí con malicia y me giré hacia el monje Justino.

—La vida de Rose Pierce y Atlas Morgan se unirán en sagrada sangre para formar una alma, un corazón y un destino, ambos consagrados para vivir hasta la muerte—continuó—, una unión que no se podrá separar a menos que la muerte venga a por uno de ellos. Rose Pierce ¿Entregas tu vida, tu alma y corazón a Atlas Morgan para siempre?

Ella me miró.

—Sí.

Sonreí ante su respuesta, con su pequeña voz dulce y amarga.

—Atlas Morgan, ¿Entregas tu vida, tu alma y corazón a Rose Pierce para siempre?

Le miré detenidamente.

—Sí.

El asistente del monje Justino trajo consigo una bandeja de oro con una daga de plata con piedras rojas como la sangre. El monje nos indicó que la usáramos para cortar nuestras palmas y la sangre que cayera la llenáramos con la copa que nos dará. Y, así fue, seguimos las instrucciones del anciano. Le corte con delicadeza la palma a Rose la cual ni siquiera le dolió, pero a mí me dolió al hacerlo. Su sangre caía como cascada en la copa.

Cuando era mi turno, ni siquiera tuvo delicadeza, rústicamente me corto y mi sangre caía sin fin.

—Ambos beberán su sangre para sellar la unión que los Dioses han bautizado en el nombre de Atenea.

Bebimos de nuestra propia sangre. Es tiempo de empezar...

¿La oscuridad puede amar?

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