Sword Onyx [3]

By foxys02

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CONTINUACIÓN DE CROWN ONYX El mal está desatado, y lo que creían que los protegía se debilita cada vez más. ... More

Notita: EL LIBRO DE NARA
Nota de la Autora
EL ULTIMO INICIO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4, PARTE UNO
CAPÍTULO 4, PARTE DOS
CAPÍTULO 5
MAPAS DE LA ALIANZA
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11, PARTE 1
CAPÍTULO 11, PARTE 2
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17, PARTE 1
CAPITULO 17, PARTE 2
MEMORIAS ROBADAS
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22, PARTE 1
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
Notita
CAPÍTULO 30
CAPITULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
La carta.
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39

CAPÍTULO 22, PARTE 2

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By foxys02


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MASCARAS PELIGROSOS

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Ese mismo día.

AMINA BELANGER

Exhalo todo el humo de mi boca, cuando Atlas se cruza frente a la pantalla plana de la sala por quinta vez. No escucho lo que dice, solo me quedo perdida viendo el programa en la televisión.

Seguramente la maldita de Agatha le está metiendo cosas en la cabeza a Diana.

—Ay, por favor, vamos— Pide. Niego nuevamente. —¿Te vas a quedar aquí frente al televisor fumando y bebiendo mientras Jessica y Diana...

Por primera vez levanto la mirada seria y fría hacia él, logrando que se calle abruptamente y apriete sus labios. Suelto un suspiro de alivio, y bebo un sorbo de mi cerveza para dejarla en la mesita frente a mí con brusquedad. Quiero estar sola, distrayéndome con este maldito programa de cocina, sin pensar que Diana, mi Diana, está con esa loba pulguienta a kilómetros de mí.

—Pasan días en familia con su retoño—Exclama con los brazos alzados.—Por eso no salgo con madres solteras.

—No me interesa la fiesta esa.

— Es la fiesta de vampiros de la década, Amina. Celebra que Jessica no los ha logrado derrotar, y ahora que ella no está, Versalles es completamente de los vampiros por dos días—Explica. — Tú más que nadie sabe lo jodidamente bien que se pasa. Sangre de todos los tipos y formas. Chicas. Alcohol que si un humano lo probara moriría al segundo. — Empuja mis pies de la mesita de centro para sentarse. —Y sabes muy bien quién es la creadora y anfitriona de la fiesta: Veronika Jakov, la vampira por la que has estado loca por más de 100 años y la que te dio su veneno para que te transformaras en vampira. Ella personalmente me dijo que te invitara, ya que ahora no estás en la Alianza y déjame decirte que está mejor que nunca.

—¿En serio?—Sonreí.

—Sí— Asegura, victorioso.

—¡Hazte a un lado, maldita sea, que quiero ver la puta tele!—Le grito.

Se levanta, con cara de ofendido.

—Sabes, que Diana se fuera con Jessica, no te da derecho que ser una perra con tu pobre hermano— Dice, fingiendo un sollozo. Pongo los ojos en blanco e intento tomar mi botella de cerveza, pero él rápidamente la da vuelta cuando se encamina a escalera. —Muy lenta.

Doy un largo y efectivo suspiro para calmar mis instintos de querer arrancarle la lengua y giro mi cabeza con lentitud para mirarlo.

—Atlas… perdóname—Le digo.

Saca su cabeza por el marco de la puerta, tenía una enorme sonrisa, era más que obvio que quería sacarme de quicio otra vez.

—¿Iras conmigo entonces?—Pregunta.—Como en los viejos tiempos.

—No quiero. Diana…

—¿Y si yo le marco para pedir permiso?

Diosa… jamás pensé llegar a este punto.

—No la metas en esto.

—Pero no perdemos nada con intentar. —Niego. —Mandilona.

Me levanto bruscamente y él sube corriendo las escaleras a carcajadas, al mismo tiempo que el timbre de la mansión resuena en todo el lugar.

—Abre tú, debo arreglarme para las vampiras—Atlas me grita del segundo piso.

Deslizo mi mano por mi mandíbula dos veces, para dejar mi expresión tensa de lado y voy hacia la puerta. Mientras esta se abre, observo más de cuatro guardias de la Alianza en el jardín. Bajo la mirada al porche, encontrándome con una pelirroja de rostro serio y frío. Lo qué más me llama la atención es el vestido que trae, los detalles sutiles de flores que tiene, pero la copia jamás superara a la original, más cuando es Diana Ayleen.

Carajo, como extraño a esa mujer.

—¿Acaso me visita la luna consorte con el heredero de la Alfa Suprema?—Cuestiono, transformando mi tono a uno de emoción.—Ah, no… solo es Adara.

Me hace a un lado de un empujón para entrar como si fuera su casa, cuatro guardias entran detrás de ella. Son chicos del castillo, fáciles de noquear y a más de uno les tiembla las manos ante mi presencia.

La ignoro cuando toma asiento en mi sillón y me ordena que me acerque con sus ojos claros. Me tomo mi tiempo en la cocina, y vuelvo con dos cervezas. Cuando me siento frente a ella, le pongo enfrente la botella y abro la mía.

—Sabes que estoy embarazada ¿Verdad?—Pregunta molesta.

—Ay, preciosa, te encargaste de gritarlo a los cuatro vientos, claro que lo sé— Exclamo.—Pero pensándolo bien, no le haré ese favor a Jessica.

Le quito la botella y la abro para beberla yo. Ella juzga todo el lugar, haciendo caras de asco ante las cajas de pizzas y las latas de cervezas.

—Como se nota que te hace falta la servidumbre—Espeta con aires de superioridad. — No deberías dejarla irse de vacaciones, su lugar es limpiando el piso y fregando platos.

Sus labios perfectamente pintados de un aburrido rosa pálido se expande en una cínica sonrisa. Sé que mis ojos se ponen amarillos cuando los guardias alzan las ballestas directo a mi corazón.

—¿Tienes una jodida idea de quién es Diana Ayleen? —Le pregunto con voz ronca. Ella se recuesta en el respaldar del sillón y niega con la cabeza — Diana Ayleen Eckvan es la única y legítima Reina del Tratado Triqueta, su sangre es la más pura porque desciende del primer híbrido en pisar el mundo, él que fue creado de las gotas de sangre del mismísimo alfa del inframundo. La segunda en su familia en poder lograr conquistar a dos demonios puros.— Ella pone los ojos en blanco—Sin contar, que es la mujer que intentas imitar para conseguir que Jessica te voltee a ver.

La pelirroja endereza su postura, tal y como si tuviera a Ravena Le Dauc enfrente. Su rostro se endurece al igual que su mirada y supe que le di justo en el orgullo y no me puede hacer más feliz.

Esboce una sonrisa de oreja a oreja que la molestó más.

—¿Has hablado con su alteza real Diana?—Pregunta entre dientes.

Alce una ceja.

—Jessica no contesta tus llamadas ¿Verdad?

—¿Y Diana las tuyas?

—No la he llamado.

Ella bufa, como si hubiera dicho, la estupidez más grande y niega la cabeza, desaprobándome por completo.

—¿Eres imbécil?— Cuestiona. Me encogí de hombros. —Jessica no le contesta ni a Vicente, su beta ¿Qué crees que están haciendo?

—¿Escalando el pico Dufour?

—¿Cómo puedes estar tan tranquila?—Masculla alterada. —Tú más que nadie sabes como Diana se ponía cuando se trataba de Jessica.

Suelto en suspiro de cansancio, Atlas ya me había colapsado y Adara vino a quitarme la poca cordura que me quedaba. Me ordena que le responda con sus ojos. Pero no, no estoy tranquila ni una mierda, pero a diferencia de ella, yo sí lo sé disimular.

—Adara, lo mío con Diana no te incumbe, pero te voy a dar un consejo, porque honestamente me das pena—Digo. —Quien te quiere engañar, lo hará, no importa cuanto lo llames o cuantos mensajes le mandes. Y créeme que sabremos si pasa algo entre ellas, porque Jessica vendrá a restregármelo en la cara, yo dejaré a Diana y tú deberías hacer lo mismo con Jessica, porque si algún día Diana vuelve a poner un pie en castillo como Luna Suprema, la primera cabeza que rodará será la tuya, seguida de la de tu hijo.—Le doy un sorbo a mi cerveza. —Tú no eres competencia alguna para Diana Ayleen, por eso estás tan asustada, porque sabes que Diana es un tigre y tu gatito

Su mirada está perdida en algún punto del lugar, y veo como su mano sostiene su barriga, quizás lo hace para sentirse protegida. La mezcla de emociones en sud ojos era de miedo y angustia, tal parece que sí le importa su hijo.

De la Adara que yo conocí en ese bar no quedaba nada, está completamente corrompida y manipulada, y eso está firmado en puño y letra por Ravena y sus delirios de crear a la Luna perfecta para Jessica.

—Sabes, desde que conocí a Diana siempre creí que no merecía el amor de Jessica, no merecía que le tratara como reina y ella le diera tan poco— Dice con frialdad. Yo sabía que desde siempre le ha tenido celos. —Pero ahora que yo estoy en su lugar, me doy cuenta de que Jessica es la que no se la merece… ni tú tampoco.

—¿A sí?

— Ambas tienen una pelea de años, cuando Jessica tuvo la edad suficiente se dio cuenta de que la Alianza valoraba más tu opinión que la suya, eras amada y respetada como si fueras una Favre de sangre “La vampira que gobierna y lucha como un alfa” Ahí se convirtieron en rivales.—Asegura. —Diana solo vino avivar la llama. Jessica no es tonta, Amina, Jessica presentía que tú iras tras Diana y llegó un punto donde ambas la bombardeaban con tanto amor que la dejaban aturdida solo porque se dieron cuenta de que una de las dos tiene que perder. Ambas son jugadoras y Diana el juego.

Niego con la cabeza, fingí una risa solo para no asustar a los guardias que están a punto de atravesarme el pecho.

—Desde que la conozco he estado consciente de eso, no merezco a una mujer como ella porque el único amor puro que he presenciado y del cual aprendí terminó en tragedia y dañarla sería un sacrilegio que no quiero cometer, y la Diosa sabe cuanto intenté dejarla ir con Jessica, pero ella sí ni siquiera merece que la volteé a ver, porque no ha hecho un carajo por Diana y tal vez fue un acto de egoísmo o quizás no soy capaz de verla con alguien más, pero si la deje ir una vez fue para que encontrara algo mejor, no iba a permitir que terminara siendo una infeliz Luna Favre y las conozco muy bien—Dice. —La única forma que tengo para demostrarle que la amo más que nada en esta vida es evitando que quienes la dañaron salgan impunes.

Eso enciende en ella una alerta, se levanta tambaleando y mira a los guardias para que tensen las ballestas. Me pongo de pie, yo también, dejando la cerveza de lado.

—Solo vine a buscar noticias de Jessica, lamento tanto la molestia.—Carraspea en un intento de calmar su voz nerviosa.

—Me gusto la charla de mujer a mujer.— Me alza la mano, y yo se la estrecho, y me acerco a ella. —Tranquila, siento cierta debilidad por las embarazadas— veo el alivio en su rostro. —Pero lo bueno es que solo dura unos meses.

Se suelta de un tirón.

—Vámonos—Ordena agitada.

Se encamina a la salida rápidamente, rodeada de los cuatro guardias.

—¡Adara!—La llamo.

Ella se detiene en seco, y lentamente gira su cabeza para mirarme, sus ojos estaban expectantes y con miedo. Levanto mi mano y la agito para despedirme. En menos de dos segundos se encontraban afuera.

Tomo asiento nuevamente, pero esta vez mantengo mi mirada en la mesita, viendo mi teléfono, no me ha llamado desde que aterrizaron. Los minutos pasan, y solo permanezco quieta.

Agarro el teléfono, ya harta de la espera, y le marco. El primer tono suena, mientras meneo mi pierna derecha de arriba a abajo, luego el segundo y el tercero.

Buzón de voz.

—Estoy listo y preparado para las vampiritas—Atlas entra como si estuviera en una pasarela. Vestía con una camisa negra, sus cadenas de oro y pantalones de mezclilla con tenis.— Tome prestadas las llaves de tu auto blanco, el de la cochera—Las sacude en mi cara, antes de tomar un sorbo de mi cerveza —No me esperes, porque orgía que haya orgía en la que participaré. Recuerda que si no llego en una semana, estoy muerto. Bye.

Observo como la segunda llamada me envía nuevamente al buzón de voz. Mi pecho se oprime y aprieto tanto el teléfono que oigo crujir la pantalla. Mi corazón me pide intentarlo una vez más, pero no puedo escuchar otra vez el buzón de voz.

—¡Atlas!—Le grito, él voltea a verme. —Voy.

Sus labios se expanden en una maquiavélica sonrisa y me alza las llaves de mi bugatti, uno de los pocos autos que Jessica no me tienen confiscados, como todo mi dinero.

#

JESSICA FAVRE

Cyprian mueve el alfil al lugar que me tomo dos movimientos eliminarlo, ahora a ambos nos quedan 10 figuras, pero claramente él no tenía oportunidad contra mí.

—¿Olvidaste lo que te enseñe?—Le pregunto.

No me mira. Nos encontrábamos solos en el ala oeste de la mansión, en el corazón, frente a una cocina abierta y una chimenea con un fuego potente. Estamos sentados en la gran mesa de madera, mientras la cena se estaba calentado en el horno.

Cuando fuimos a ver a Diana, se había quedado profundamente dormida en su cama y lo ha hecho durante tres horas.

—No.—Mueve su caballo, para proteger a su reina, y levanta su mirada celeste, esperando mi movimiento.

—¿Qué es lo que te pasa? —Le pregunto a secas.

Levanta su mirada celeste por primera vez desde que nos sentamos a jugar, es obvio que algo le molesta y tiene que ver conmigo, porque me sostiene el contacto visual y no titubea como otra vez.

—¿Consideras que tu forma de gobernar es la forma correcta para el bien de la Alianza?—Cuestiona severamente.

Me recuesto el respaldar de la dura silla de madera, y analizo su rostro, no está molesto, está enojado. Suelto un corto resoplido, antes de contestar.

—Lo hago bien.

—No te pregunte eso—Saltó de inmediato— “Unión y honor, tanto en la guerra como en la paz” es el lema del cual se formó la Alianza ¿Crees que tu gobierno lo representa adecuadamente?

—Ese es el lema de Gabriel Favre, cada Alfa que se sienta en el trono tiene libertad para crear uno nuevo de acuerdo a la época en la que gobierna y las guerras que debe ganar.— Respondo.

—¿Cuál es el tuyo?

— Lealtad y justicia.

Frunce su negro ceño.

—¿Qué justicia hay en matar a cuatro aquelarres solo por ejercer su libre albedrío?—Acusa, haciendo el mayor esfuerzo de no alzar la voz. —Porque lo hiciste ¿Verdad? —Asiento. —Ninguno de ellos era de la Alianza ¡No tenías derecho!

Solo dos personas me han enfrentado de esa forma en mi vida: él y su madre. No me tiene miedo alguno. Y solo puedo sentir inquietud y orgullo.

—¿Sabes como se atrasa la marca del traidor?— Le pregunto. —Sangre de aliado y para llenar a dos híbridos, se necesitan mucha. No se puede ganar una partida sin eliminar a unos peones y ninguna de esas brujas era inocente, Cyprian.

—¿Y no pensaste que pudieron conseguir esa sangre legalmente?

—Ninguno de mis aliados les daría una sola gota de su sangre.

Me levantó de la mesa, y voy hacia el bar, no con ganas de acabar la conversación, solo quería servirme un trago.

—¿Por qué?

—Porque me he encargado de que cada uno de ellos repudie a esa clase de brujas—Digo, sirviendo el whisky—Cyprian, sabes muy bien que como hay brujas de bien, también hay del mal y esas son realmente poderosas. Yo solo protejo a los nuestros.— Me giro, para volver a la mesa y él mantiene su mirada en el tablero. —Y si me lo preguntas. Cuando tomes el mando del tratado, deberías eliminar a todo aquel que maneje la magia negra inadecuadamente, porque esos son los que no respetan las reglas y luego, al meterse en problemas, se escudan con la protección del tratado.

Me dirijo hacia la mesa, cuando levanta su mirada directamente hacia mí y arruga su nariz levemente.

—Si las repudias tanto, ¿Cómo permitiste que Nara estuviera en la Alianza a pesar de que sus manos estaban llenas de sacrificios y magia negra?—Acusó con firmeza. — ¡Nunca hiciste nada para evitar que usara sangre y corazón de humanos, vampiros… licántropos!

Tomé asiento con calma, sin dejar de sostenerle la mirada que me exige una respuesta. Lo pienso un instante, muy bien y meticulosamente, pero decido arriesgarme.

— ¿Estás seguro?

Junta sus cejas, el rostro se le transforma a uno serio con pizca de confusión, sin embargo, ese contacto visual no lo rompimos, no hay enojo en su expresión y tampoco miedo, incluso cuando se dio cuenta del mensaje oculto en esas dos palabras.

Unos pasos del pasillo a mis espaldas me obligan a mirar, Diana se acercaba a nosotros tallándose los ojos, sus rulos estaban desordenados, su vestido color crema está arrugado, tenía su chaqueta café mal puesta y sin zapatos, solo medias largas, lo cual me hace sonreír divertida.

No me sorprende cuando nos mira, desorientada, luego de la pequeña siesta de tres horas.

—Buenas tardes… —Saluda con la voz adormilada.

—Buenas tardes, Bombón.

—¿Cómo te sientes, mamá?—Pregunta Cy.

Se acerca a nosotros y se para a mi lado.

—Muy bien, pero tengo hambre— Dice. —¿Qué hay de comer?

—Para nosotros hay filete de res con risotto de pesto—Le digo. Asiente. —Y para el refinado paladar de la reina, que no le gustan las verduras, ni la carne, ni los condimentos y las legumbres, te prepare spagetti con salsa de tomate.

Se muerde el labio inferior, y luego esboza una enorme sonrisa de felicidad.

—Te ayudo a servir—Dice, corriendo a la cocina.

Me levanto, y voy hacia ella, cuando ella alza su mano para intentar alcanzar los platos en la repisa alta, que aunque por más que se ponga de puntillas y estire su cuerpo podrá alcanzar. Lo hago por ella, rozando levemente su cuerpo con el mío.

—Ah—Jadea, dándose vuelta y levantando sus ojos parados hacia mí, mirándome de una forma acusadora y con la nariz arrugada.

—Perdón— Murmuro, cuando le entrego los platos, ella niega con la cabeza dirigiéndose a la isla. Oculto una sonrisa, mientras voy a ver los filetes en el horno.

—Vi a Lili adentrarse en el bosque hace un rato, mamá— Dice Cy, mientras acomoda los cubiertos en la mesa.

Diana levanta la mirada de inmediato a Cy.

—Fue a cazar—Dijo ella. —Pero... iré a buscarla, ya se está haciendo tarde.

Deja el risotto a medio servir, y se dirige a la puerta deslizante aún lado de la cocina.

—¡Hey, mamá!

—Wow, wow—Le digo —Tú no saldrás así, y menos a la nieve. Te vas a congelar. Los doctores dijeron reposo.

Veo como rueda los ojos por el reflejo de la puerta de vidrio.

—Yo ire—Anuncia Cyprian, yendo por su abrigo. —A mí me hace caso, a veces.

Se voltea, esbozando una pequeña y extraña sonrisa.

—Pero…—La interrumpo.

Rodeo sus hombros con mi brazo y la alejo de la puerta antes de que Cyprian salga. Ella frunce el ceño, enojada y se da vuelta para ver como el niño se despide sacudiendo su mano al otro lado del vidrio.

—Cyprian estará bien, los guardias no se alejarán de él—Le aseguro.—Siéntate, yo sirvo.

Aun con la nariz arrugada, toma asiento en la mesa. Comienzo a servir los filetes, ella sigue cada uno de mis movimientos atenta y con curiosidad. Lo cual me hace pensar que sigue sedada o se comió una de esas cosas que le dio la bruja.

—¿Segura qué estás bien?—Repito, sus ojos están levemente dilatados y sus mejillas sonrojadas. Ella remoja sus labios, y menea su cabeza para negar—Déjame ver la mordedura.

Limpio mis manos con el paño blanco antes de acercarme. Diana se levanta de la silla, la tomo y la subo a la mesa sin esfuerzo, haciendo que de un suspiro de sorpresa.

—Había olvidado lo fuerte que eres—Susurra.

Me siento en la silla frente a ella, y alza su pierna derecha. Con lentitud saco su media, desde el inicio de su muslo hasta la punta de su pie. Debo tragar duro para calmarme, no había olvidado ninguno de sus detalles, conozco cada rincón de su cuerpo y cuantas pecas tenía, pero lo que siempre me mataba, era lo suave de su piel y lo rico que olía siempre.

Una mezcla de todos sus productos con olor a fresas con… No se lo he dicho a nadie, pero aún sigo oliendo nuestro vínculo en ella, como pastel recién horneado. Ella sigue siendo mi alma gemela, lista para ser marcada por mí, lista para llevarla nuevamente a mi castillo y tener mis cachorros.

Pero la Luna es quien decide. Como siempre, Diana tiene la última palabra y marcarla a la fuerza, solo sería crear un vínculo defectuoso, como el que tenía con Liayh.

Observo como la mordedura se desvaneció del todo, sin dejar rastro o mancha en su piel blanca.

—Ya sano—Le digo y alzo mi rostro para verla.

Frunce sus labios, confundida.

—Lo que tengo es un dolor de cabeza. —Anuncia, toma mi muñeca con ambas manos y lleva la palma de mi mano a su frente, obligándome a levantarme.—¿Crees que sea fiebre?

La temperatura de esa zona está bien, así que bajo a su cuello, envolviéndolo con ambas manos. Nuevamente, esos ojos pardos se dilatan mientras me mira. No tenía fiebre, pero sí el rostro pálido, con las mejillas rosadas.

—Llamaré a los doctores para que te revisen. —Pero me quedo inmóvil, solo viéndola.

Me obligo a tomar el impulso para ir por mi teléfono a mi habitación antes de hacer algo que no debo, pero ella me agarra de la camisa y evita que quite mis manos de ella.

—No me dejes sola—Ruega. Desliza sus manos sobre las mías. —Quizás solo es miedo.

Eso me hace sonreír.

—Creí que ya no le tenías miedo a nada—Digo.

—Cuando estoy contigo, no me asusto.

—Porque estás enojada.

—Pues sí.

Su risa me contagia al instante y reí junto a ella, después de meses sin reír de esa forma, una sonrisa se instala en mi rostro, completamente genuina y no puedo dejar de mirarla. Deja caer sus manos sobre la mesa, el corazón le palpitaba tan rápido que su pecho está ligeramente agitado.

Subo mi mano derecha a su mejilla tibia y roburizada, me sorprende que no me detenga, solo me mira con esos enormes ojos pardos con verde claro. Parpadea varias veces, tratando de dejar mirarme, pero su mirada cada vez más brillo.

—Jessica, ya lo hablamos— Jadea, cuando estar tan cerca de esos labios carnosos y suaves que he extrañado más que a nada en este mundo. Su mano izquierda se posiciona justo en mi abdomen y niega con la cabeza. —No puedo… Amina.

La interrumpo, atrapo sus labios con los míos, no soportaba que de su boca saliera otro nombre que no fuera el mío y menos el de esa maldita. No me apartó, arruga mi camisa con su puño atrayéndome más a ella, mientras me daba permiso para seguir.

Creo que mi corazón está más agitado, el mío está vuelto un loco, solo ruega que esto no acabe. Bajo mi mano a su espalda, y la empujo más, hasta sentir que estamos completamente unidas.

—¡Mamá!—El grito de Cyprian se escucha lejos, a metros de aquí, quizás se encuentra al principio de bosque.

Yo me separo, antes que ella me aparte.

—¿Qué pasa?—Pregunta agitada y con los labios hirviendo en rojo. Cy la llama otra vez, pero ella parece ignorarlo y busca mis labios.

—Es Cyprian—Le digo.

—Que importa—Exclama despreocupada, enredando sus dedos en mi cabello rubio y comienza a dejar pequeños besos en mi cuello. Un sabor agrio se instala en mi garganta, y me tenso por alguna razón. Eso la detiene, y suelta una risa. —Era una broma, iré a ponerme zapatos y los alcanzo.

Se baja de la mesa, y se acerca a la entrada de pasillo tarareando una melodía que no conozco. Cuando está a punto de entrar, se gira para verme. Ojos brillantes, sonrisa tierna y mejillas ruborizadas. Tal como ella, como Diana Ayleen.

Esbozo una sonrisa, completamente forzada, pero cuando apenas se da la vuelta, la borro de mi rostro y fruncí el ceño, mirándola caminar.

Dejo pasar un minuto, donde ya tengo la certeza que llegó al cuarto y me dirijo hacia ella. Mi corazón está apretado, y tengo un puto nudo que me dificulta respirar. Mis pasos son sigilosos, y logro escuchar como la madera de la chimenea de su habitación chilla de un potente fuego.

La puerta está entreabierta y la única luz que sale de ahí, es el fuego. Me asomo con cuidado por la abertura, y la veo inclinada frente a la chimenea. En el fuego, se encontraban dos puntos negros que se movían junto a las llamas.

—Encuéntrenla—Les susurra. —Y muéstrenle lo que les pasa a los hijos que traicionan a su madre.

Su voz es fría, no propio de ella. Cuando se levanta, aquellas cosas salen del fuego, demonios que en la punta de la cola aún poseían una llama de un potente rojo y desaparecen por el balcón. Aprieto mis puños, y mi pecho se aprieta, con rabia, y ella escucha. Su rostro se gira con velocidad, y lo último que veo son dos ojos, de diferente color y sin sentimientos.

Salgo afuera, con la brisa helada chocando en mi rostro. Cyprian está en la terraza junto a los guardias y la bruja joven de hace rato.

—Llamé a mamá, no a ti—Exclama Cyprian. —Leah te tiene miedo, así que mejor entra.

—Saquen a mi madrina de aquí, discretamente—Le ordeno a un guardia.

—¿Qué pasa?—Cuestiona Cy.

—Dile que… la casa ya no es segura—El rostro del guardia palidece, pero asiente de todas formas y va a cumplir mi orden. Miro a los demás guardias. —Ningún guardia duerme hoy, avísenle a los del pueblo.

Cyprian me da un empujón en el hombro para que lo mire.

—¡Jessica! ¿Le pasó algo a mi madre…—Me enfrenta, y cuando está a punto de echarse a correr dentro de la casa, lo tomo de los hombros.—Suéltame.

—Ella está aquí—Le digo, detiene sus movimientos y me mira, con el ceño fruncido. —Eckvan volvió. Necesito que vayas a un lugar seguro—Niega. —Son las órdenes que me dio tu madre: Mantenerte a salvo… Tú eres nuestro punto débil.

—No voy a dejarte sola, tengo la crónica de Nara, seguro que ahí dice algo…

Niego con la cabeza. Escucho como abre la puerta de su cuarto, tarareando la misma melodía siniestra y comienza a caminar, haciendo sonar la punta de su tacón por el pasillo.

—Que venga conmigo a mi aquelarre— Dice la bruja, con voz torpe y temblorosa. Dirige sus ojos azules hacia mí, y la segura que no demuestra su cuerpo lo hace su mirada —Le juro, Alfa Suprema, que cuidaremos muy bien de su príncipe, porque también es hijo de nuestra Reina.

Llegó a la cocina y quito las manos de Cyprian. La bruja no miente, y me enseñaron a desconfiar de su especie, pero no tengo opción. Acepto con un movimiento de cabeza.

Diana pone un pie en la terraza, el frío se vuelve insoportable y el sol se oculta en las montañas. Todos volteamos a verla. Nuevamente, esboza a esa sonrisa deshonesta e impura que pretende ser inocente.

Pero los ojos no miente, aunque estén pintados de pardo.

No somos nada para ella.

No somos más que peones y qué jodida ironía. 

****

Holaaa. Solo decirles que entre a trabajar y probablemente no poder seguir actualizando con tanta frecuencia, tengan paciencia, plisss.

🩸¿Que les parecio el cap de hoy? Captaron la bomba q sultilmente tire??

🩸Traje la ambulancia para quienes pensaron que se trataba de Diana Ayleen jsjsj 🚑

Muchas gracias x leerme, de verdad intento terminar este libro este año, para no abandonarlas sin darles un final x las quiero mucho, gracias por el apoyo.

Bye bye.

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