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By JeanRedWolf

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[Libro 2] Glassian no quiere seguir las mismas tradiciones que siguieron sus familiares (casarse, tener hijo... More

⚠️ Léeme ⚠️
1. La esperanza en una bandera roja
2. La ira con dos caras opuestas
3. Β‘No quiero un esposo!
4. Posible e inalcanzable
5. Ser tonto deberΓ­a ser ilegal
6. No puedes esconderte eternamente
7. Un precio estΓΊpido
8. Un trato con doble filo
9. Educado error ; Brusco resultado
10. Mucho que aprender
11. Confiesa o revienta
12. CorazΓ³n quebrado
13. Viejo amigo
14. Frustrado y caliente
16. Prueba de inocencia
17. El control es mΓ­o
18. Lo agridulce de un recuerdo
19. Separar lo inseparable
20. El que lo iniciΓ³ todo
21. Paga la deuda
22. Bupats y Colms

15. Por confiar demasiado

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By JeanRedWolf

【Glass】

—Glass... —Ian murmura mi nombre desde el sofá, dedicándome una mirada apenada que no responde del todo con la reacción de su cuerpo y olor—. No es tu culpa que...

Gruño profusamente, casi como si lo hiciera un perro enfadado. Y de hecho estoy todavía bastante cabreado, sobre todo cuando recuerdo lo que pasó anoche.

—Sólo... cállate.

—No lo entiendo... —murmuró—. Se supone que las cosas dulces aflojan el carácter... o eso me dijeron de niño...

No quiero ver su tonta cara, por lo que levanto el libro y dejo de observar su rostro. Aunque puedo sentir todavía su mirada, que aunque no es la que se mostraba en la taberna como un depredador deseando tomar un pedazo de carne entre sus dientes, está ahí tan notoria como lo serían los rayos del sol en el cielo o un cuadro clavado en la pared. Todavía puedo sentir sus ojos dorados atravesar las hojas del libro, al igual que su olor se esparce por el habitáculo para recordarme que no todo puede salir bien.

De hecho, creo que es mejor así. No sé en qué estaba pensando con llevarlo a cabo, casi como si mi cuerpo no pudiera resistirse a él por ser demasiado intimidante en ese aspecto y obediente en sus acciones.

De todos modos, todavía cuando pienso en ello mis mejillas se ponen rojas del enojo.

Cuando Ian y yo entramos a la habitación, bastante empecinados en desfogarnos durante toda la noche o al menos hasta donde aguantáramos, nos topamos con una sorpresa desagradable: Un Alfa ya estaba ocupando la habitación con dos omegas y un Beta, donde él estaba follándose al Beta y éste se centraba en dar placer a los Omegas. 

Nuestra presencia creó un momento terriblemente incómodo, tanto que todo el calor de mi cuerpo se transformó en frío y simplemente tomé a Ian del cabello y le grité que saliéramos de inmediato. Por supuesto que él obedeció, yo cerré la puerta mientras escuchaba al Alfa desternillarse por la situación mientras volvía a lo suyo, y sin siquiera decirle nada bajé las escaleras con intenciones de volver al hotel. O al menos dar una vuelta por el territorio hasta calmarme.

Ian no entendía nada. 

Que un tipo de dos metros y medio, y más de cien quilos te persiga como un perrito con la polla dura entre sus pantalones, no es algo que la gente que lo haya visto lo vaya a dejar pasar. El chisme es jugoso y curioso. Ellos nos perseguían con la mirada mientras se reían, y yo sólo quería alejarme de las miradas ajenas.

¡Glassian! —me gritó él esa noche, dando zancadas hasta obligarme a detenerme—. No te preocupes, ¿vales? No es... el fin de mundo si las cosas pasaron así.

Agáchate... —murmuré, a lo que él se acuchilló frente a mí y le di una bofetada que le pilló por sorpresa. Lejos de enfadarse, pareció aturdido. Y, por supuesto, el bofetón ni le dolió pero mi mano se puso un poco roja. Golpearle en la cara era como hacerlo conta el tronco de un árbol—. El problema NO es el no acostarme contigo, tonta palmera hueca, sino que yo QUERÍA hacerlo. 

Yo... no lo entiendo... —lo dijo bajito—. Si es recíproco, debería de ser algo bueno, ¿no?

Esa era la teoría, de que si era algo que ambas partes querían, entonces no debería de haber un problema. Pero era un hecho que yo sólo estaba siendo patético por aceptarle a él, como si no hubieran mejores opciones que ese bobo gigante.

Nunca entiendes nada...

Me dispuse a irme, pero él me tomó de la mano y se ganó un segundo bofetón que ni siquiera le movió del sitio. Odiaba que los lobos me tocaran sin mi permiso, pero era peor que un lobo no sufriera ni una pizca de dolor cuando lo golpeaba. Ellos nunca entendía el NO verbal, pues muchos decían que "podría volverse un SÍ" o "sólo estabas nervioso".

Esperé que él se enfadara, aunque fuera un poco ante mi rechazo y me dejara irme. En su lugar, lo que obtuve fue sus labios depositados en la palma, lo que me pareció un actitud muy pacifista que no se estilaba hoy en día. Supongo que era alguna clase de beso pasado de moda, o una mierda similar que yo no iba a entender de todas maneras porque no era información útil. En cuanto terminó de dármelo, levantó la cabeza un poquito para verme por el borde superior de los ojos, con esa mirada amarillenta que parecía miel metida en un tarro de cristal pulido, y susurró:

Todo irá bien, estoy seguro de ello aunque tú no opines igual.

Yo no sabía de qué estaba hablando, como tampoco comprendía el por qué tenía que decir aquello como si a mí me hubiera sentado tan mal que no podría pasar página. O sea, ni que él fuera único y especial. Simplemente decidí quedarme en silencio y matarlo con la mirada para que me soltara de una puta vez, a lo que él sólo sonrió con esa forma tonta de siempre e hizo algo que odiaba mucho: Tiró de mí hacia él con un poquitito de fuerza contenida, lo que me obligó a que me tomara con uno de sus poderosos brazos y me levantara casi como si fuera un mocoso.

¿Dónde quieres que te lleve? —me preguntó él, todavía sonriente, y mis mejillas se pusieron rojas. No sabría decir si de vergüenza o enfado, quizás de ambas—. Prometo llevarte sin quejarme ni una sola vez.

Al hotel... —Mi voz sonó queda, pero después añadí con un tono cortante—: Y como te atrevas a infantilizarme, te voy a morder en la cara hasta que sangres a borbotones.

Me gusta que me muerdan... —ronroneó, apestando nuevamente con ese hedor propio de un lobo poniéndose cachondo y llenando su mente de impurezas.

No estaba de humor para aguantar sus payasadas, así que le tomé bastante fuerte del cabello rojizo y, con bastante molestia, le dije al oído:

Será mejor que me lleves al hotel y te rebajes esa obscena erección que tienes manchando tu pantalón como si fueras un puberto, porque como te me insinúes te la reventaré a patadas.

Fue suficiente para hacerle saber que el juego tenía que terminar, y así me llevó al hotel en silencio junto a un buen ritmo de pies para calmarme en la medida de lo posible.

Por supuesto que la noche resultó ser bastante horrible al principio, y ya estaba aceptando vagamente que el clima en este lugar no se parecía en nada a la calidez general de Hayu. La cama era lo bastante cómoda para invitarte a quedarte ahí, pero durante la caída del sol las mantas no calentaban una puta mierda ni aunque te enrollaras con ellas. Al principio me aferré a mi orgullo para intentar dormir, enrollado, mientras me repetía que no necesitaba a nadie para entrar en calor y sólo debería de esperar un poco... hasta que me di cuenta que tras una hora seguía teniendo frío.

Me tragué mi orgullo, tomé la manta, y me marché hasta el sofá donde Ian ya estaba esperándome con la manta abierta y una sonrisa silenciosa. No necesitaba palabras para saber que si me jodía, yo sería peor para vengarme; lo que al menos conseguí que Ian no abriera esa boca y se contentara con darme calor. Supongo que yo estaba bastante cómodo, o quizás era la mezcla del calor entre su cuerpo  y las dos mantas, pero me quedé frito en minutos.

Lo malo llegó durante la mañana, donde obviamente desperté con una situación incómoda: Ian duro como una piedra bajo la ropa interior, y lo peor es que mi mano estaba justo ahí como si quisiera agarrarla. Al menos su sueño era lo bastante profundo para no despertarse en cuanto la quité, tampoco se percató que me levanté y me volví a la cama, y mucho menos me escuchó llamarlo "Palmera tonta" cuando le vi sonreír con un deje bobo por algo que estaría soñando.

Después salí a dar un paseo por el pueblo con los primeros rayos del sol para leer en algún lugar relajado, aunque por desgracia yo no tenía ni la menor idea de como moverme por aquí; y no era alguien que solía preguntar por direcciones. De todas maneras poco importó, porque Ian apareció de la nada, como si me hubiera seguido como un perro de presa por mi olor, y se mantuvo duran una hora enseñándome todos los lugares según lo recordaba. Eso, por supuesto también incluía sorpresas —para él— cuando había algo nuevo.

Tras eso me compró una cosa llamada "gofre" con chocolate y nata, junto a su boba sonrisa de hombre feliz. Eso era una bomba de azúcar, y llevaba ya unos días sin ejercitarme, por lo que estaba apunto de rechazarla hasta que él se encogió un poco. Parecía un perro al que le habían dado una patada en la boca, por lo que a regañadientes se lo arrebaté de la mano y decidí volver al hotel donde él me persiguió.

Y aquí estamos, cerca de las tres de la tarde, cada uno con su propio humor y pensamientos que todavía no hemos solucionado.

Joder, estoy tan molesto que me siento idiota...

—Bien —dije por fin, cerrando el libro para centrarme en cosas más importantes que este bobo enfado frustrado por no acostarme con este imbécil con cabeza de coco. Ian me mira al escucharme hablar—. Tenemos que hablar sobre lo de ir a Galliant —empiezo, enderezándome en la cama al mismo tiempo que él también lo hace—. He estado leyendo algunas cosa interesantes y me gustaría comprobarlo por mí mismo, y tras ello seguramente podríamos tomar ese tren que dijiste para visitar algún lugar que me sirva para instalarme temporalmente.

—¿Instalarte?

—Sí, eso dije, bobo.

—¿No volverás a la isla, donde está tu familia? —cuestionó, lo que me hizo soltar una resoplido incrédulo. 

Que él creyera que quería a mi familia era algo bastante cuestionable, o al menos la que vivía en Hayu. Una parte de la familia ni me hablaba porque me consideraban "salvaje" y "anormal" por odiar ser demasiado delicado y sutil como el Omega promedio, otra prefería ignorar mi existencia porque los rumores afirmaban que yo no era hijo de mis padres, y los pocos que me "toleran" lo hacen por sacar algo de provecho en el futuro. No puedes confiar en aquello que te utilizan como una herramienta, como tampoco con aquellos que hablan a tus espaldas y a veces te sonríen como si no pasara nada.

Si algo no me gusta, lo digo. Le joda a quien le joda; y quien no quiera llorar o sufrir de ansiedad por que alguien es brutalmente honesto, que se inyecte opio para vivir feliz y ajeno del mundo real. Nadie te debe nada, y tampoco eres especial para los demás.

—No.

—¿Nunca?

—Nunca —repito. Sus ojos amarillos bajan hacia el suelo, como si quisiera pensar en sus siguientes palabras, o quizás asimilar mi tajante respuesta—. Ahora puedo hacer lo que quiera, como quiera, e ir donde me dé la gana. No tengo que darle explicaciones a nadie de mis decisiones.

—Pero... aquí existen otras normas... —Por fin levanta la mirada, observándome de una manera que no sé calificar. Quizás triste. Quizás dudoso—. Aunque seas Omega, esta sociedad maneja las leyes de una manera completamente diferente a Hayu, y eso podría chocar con tus propias creencias.

Salgo de la cama, agachándome para tomar mis zapatos.

—¿Y por qué te crees que me tiré tantas horas en la biblioteca? Obviamente para leer primero sobre las leyes de un modo sencillo, y luego me centré en esto —señalo vagamente el libro—. Creo que será una buena lectura para el viaje.

—¿Robaste un libro de la biblioteca?

—¿Qué? —levanto la cabeza una vez terminó de atarme el primer zapato—. Sólo lo tomé prestado. Pensaba devolverlo mañana después de transcribir algunas cosas que quiero llevarme conmigo.

—Eso significa que deberé de pagar material de papelería...

—Nadie te obliga a que me pagues una mierda —mascullo, dándome prisa para atarme el segundo zapato. Esta vez no me llevaré el libro, porque tengo un par de ideas para tener dinero—. Así que, si tanto te duele pagar cosas que quieres pagar por gusto personal, ese no es mi problema. Y tampoco necesito que me pagues nada. Sé valerme por mí mismo a mi manera, palmera hueca y quejica.

—Y-yo no...

—No sé ni por qué mierda quise darte un pequeño voto de confianza —gruño—. No aprendo porque soy gilipollas.

Me lo ato a toda prisa, aunque el nudo salga horrible, y si siquiera escuchar lo que quiere decirme termino saliendo por la puerta, dando un golpe seco.

━━━━━━━━◇◆◇━━━━━━━━

[Mucho tiempo atrás]

Kelven llega corriendo y jadeando, dándome una botella de agua que yo tomo sólo cuando termino la primera parte de mi entrenamiento. De hecho, ni siquiera he reparado en su presencia hasta que literalmente su hedor a menta con nueces me genera una sensación horrible en el estómago. No importa con qué lobo me acerque, o cuál de ellos intenta cortejarme pensando que soy un tipo fácil, pero todos su olores me resultan asquerosos. Todos. La única excepción es Ian, pero es tan fuerte que en lugar de asco lo que siento es una abrumadora cautela de no permitirle acercárseme bajo ninguna circunstancia.

Volteo a mirar al lobo que tengo delante. Kelven es un Beta con el que me llevo acostando una semana y media. Mide metro ochenta y dos, tiene la piel de un suave marrón dorado y ojos marrones tan oscuros como lo sería el café molido. El cabello, negro, ahora mismo está goteándole en todas las direcciones como si se hubiera recorrido toda la isla para mostrarme una botella de agua.

Pero no cualquier botella, sino la más cara de toda la isla, la que sale en nuestra televisión local y afirma que elimina la sed durante prácticamente todo el día. 

Un... regalo por... tu esfuerzo... —jadea, arrodillándose al ver que no puede quedarse derecho. Huele a vergüenza, que los otros lobos del gimnasio están aguantando la risa al ver que un lobo está arrodillándose delante de un Omega, aunque entiendo que lo haga si se ha esforzado mucho para correr. Ellos son los idiotas—. ¿Por que... no haces... yoga como los demás?

Doy un paso hasta él, me agacho, y le susurro muy bajo:

No me hace falta ser flexible para cabalgarte, tomarte del pelo, y oírte suplicar que te cabalgue más fuerte para olvides tu propio nombre. —Su vello se eriza en respuesta a mis palabras, y por supuesto el olor lo delata—. ¿No es mejor que te agarre más fuerte y te demuestre quién manda en la cama? Hasta donde tú me gemías, te encanta saber que un Omega como yo puede drenarte hasta dejarte exhausto...

Él traga saliva y asiente, insistiendo en que tome la botella de agua. Le habrá salido demasiado cara, y sólo para impresionarme; pero no soy tan idiota: Sé lo que hace a mis espaldas, aunque no somos nada y no me importa demasiado sus intenciones... hasta que eso me afecta a mi vida.

Gracias —murmuro el agradecimiento, al mismo tiempo que tomo el agua y le doy la espalda—. Ahora lárgate. Me queda la mitad del circuito, lo que serán hora y media como mínimo, al menos si no me molesta nadie.

¡Haré guardia!

Y se va, sin siquiera escucharme decirle que no es necesario que haga esas cosas.

Todo en esta vida tiene un precio, y mi padre me lo demostró con su desaparición. Su ausencia fue lo que necesité para saber que mi vida iba a cambiar para mal, y que la gente se aprovecharía de mi inocencia para manipularme mientras se escondía en lo "correcto". ¿Qué es realmente lo correcto? ¿Quién lo dice? ¿Quién lo afirma? ¿Por qué se me tiene que negar mi propio sentido de la corrección? ¿Moral? ¿Ética? Siquiera la gente sabe realmente cómo se usa, y manipular y dar lástima es mucho más fácil que ir a contracorriente.

Cuando tu ves un Omega, lo primero que piensas es que son bajito y todos parece encantadores porque sonríen mucho, parlotean y parecen que quieren ser tus amigos. No te culpo por creer tal cosa, porque la verdadera cara de un Omega sólo sale en momentos muy concretos: Entre otros Omegas y ningún lobo cerca, para chocar contra la familia en la que se te incluye o contra tu propia pareja. 

Todos son iguales, tanto hombres como mujeres. La equidad no existe, sólo la conveniencia.

Después, ya que el Omega te ha dado una imagen a su gusto, tocará venderte que los Omegas somos el grupo de riesgo por excelencia en esta sociedad lupina: Que somos más débiles, pequeños y emocionalmente inestables; que nos pueden violar al igual, que caminar por la noche a solas es imposible por el acoso, nos pueden raptar para obligarnos a ser una máquina de bebés, no podemos trabajar de nada más allá del hogar o el trabajo a distancia, se nos cuestiona si realmente sabemos de lo que hablamos si es algo que es popular entre lobos... 

¿No te suena de algo? Exactamente, el mismo discurso que utilizan las mujeres. Si eres mujer y Omega estás jodida, porque los heteros existen aunque la mayoría de los lobos son bisexuales. O más bien me gustaría decir que se follan todo lo que tiene un agujero y puede parir un bebé, porque todo lo demás es morbo y depravación. Al menos eso dictamina la sociedad en Hayu.

Vuelvo a mi rutina de trabajo en el gimnasio, siendo observado por absolutamente todos los lobos que no tienen ninguna vergüenza de generar una asquerosa sensación de molestia en mi estómago. Muchos Omegas me han llegado a decir que debería de estar agradecido de que le pueda parecer atractivo a alguien porque voy al gimnasio, y que tengo que dejar de ser un paranoico porque mirar no hace daño a nadie.

Díselo a alguien cuando más de diez pares de ojos te miran el culo desde varias partes del gimnasio, y el lugar apesta literalmente a un mejunje repugnante de feromonas mezcladas. Puedes quejarte, pero nada cambiará. Puedes insultarlos, pero ellos sólo sonreirán y te encontrarán adorable. Puedes decírselo al dueño del gimnasio, pero sólo se encogerá de hombros. Y no sirve hablarlo con las autoridades porque "no hay pruebas" y "mirar no es un delito".

Así que lo único que puedo hacer es seguir entrenando, escuchado a Kelven hacer un intento manido de marcar territorio mientras que otros tipos se burlan de él. Lo llaman cachorrito, Delta, floreado... el lenguaje lupino puede parecer estúpido para mí, pero para los lobos esas palabras duelen como puñales. 

Así estoy, tolerando toda esta mierda hasta que termino mi circuito y Kelven viene hacia donde estoy yo.

Mejor dúchate en mi casa —lo suelta nada más alcanzarme, con intenciones de meterme en el baño privado del gimnasio. Antes de que yo me niegue, él añade—: Es más seguro.

¿"Es más seguro" es tu manera sutil de decirme "follemos en mi ducha, y hacemos un dos por uno"? 

Mi pregunta le arranca una sonrisa silenciosa, aunque yo sigo estando estoico. No me sorprende para nada que haya pensando algo así, sobre todo cuando mi olor está haciendo que su pantalón deportivo empiece a mancharse de esperma mientras se concentra. Es un efecto que no sé muy bien como funciona en lobos, pero es muy molesto.

De todas formas no me apetece nada acostarme con él hoy, ya que el muy bruto no controló su fuerza hace tres días y todavía me duele un poco el culo. Creo que por eso se está esforzando tanto en quedar bien delante de mí, como si quisiera disculparse por el dolor causado. Siendo honesto, no me gustaría confiar demasiado en los demás, pero de momento él está siendo amable y no parece tener malas intenciones conmigo más allá de fardar de mí frente a sus estúpidos amigos engreídos.

Mejor en otro momento, Kel.

Su sonrisa se pierde lentamente al escuchar mi negativa.

¿Todavía te duele?

Sí —asiento—. Así que, si me disculpas, me gustaría ducharme para quitarme todo el sudor o el gimnasio se transformará en una orgía y los Ancianos os golpearan a todos por depravación natural. 

Señalo hacia tras con el pulgar y él, por la cara que pasa de seria a sorprendida, dice que estoy en lo correcto. Afortunadamente se hace a un lado, y yo entro de inmediato y pongo el seguro, donde pego mi espalda contra la puerta para así cerrar los ojo; suspirando. Tengo que pensar en alguna forma de bloquear el radio del olor, porque no puedo pasarme todos los días en el gimnasio atrayendo lobos como moscas sólo por mi aroma.


Kelven no era un mal tipo, sólo un poco pesado. Ya sabes: El típico chico corriente que no es impresionante a simple vista, pero que al menos te trata bien y sabe darte una conversación decente. Cuando le conocí, yo tenía diecinueve y no estaba tan roto como lo estaba en realidad, así que temo decirte que esto lo empezó mi familia, y él fue el primero que rompió algo que no debía de haber tocado.

Aquello ocurrió unas dos semanas después del evento del gimnasio. Kelven y yo no nos habíamos vuelto a acostar, y yo estaba conociendo a otro tipo que al menos podía hablar con él sobre ejercicio. Su nombre era Valtius, y aunque no era un bombón, el chico tenía una sonrisa arrogante que te parecía un tanto atractiva. Media metro ochenta y muchos, con un deslumbrante y rebelde cabello rubio claro plagado de ondas hasta la mandíbula cuadrada, de masculinos y marcados rasgos faciales; y por supuesto, su cuerpo era bastante agradable a la vista. Ni muy peludo, pero tampoco tan desplumado. Un poco gilipollas, si me preguntan, pero de esa clase de gilipollas que te hacen hasta gracia.

Valtius y yo estábamos hablando por la zona central de la ciudad, ya que en dos días se tenía que ir a trabajar al sur porque su hermano mayor necesitaba ayuda con su empresa de construcción. Yo ya sabía que habían otros, y por mí estaba bien. No éramos nada serio, sólo pura diversión, y de mutuo acuerdo la cosa nos funcionaba bastante bien. De hecho, teníamos dos normas: Nunca en día en el que alguno de los dos fuéramos fértiles, y nada de marcar en zonas visibles. 

No puedo creerlo —ríe él con su típica voz ruidosa por ser alguien muy llamativo—. ¿Y tu madre sigue insistiendo en que busques un esposo? —La pregunta era retórica, y yo sólo le respondo poniendo los ojos en blanco—. ¿Quieres un consejo? Elige el que pueda aguantar tu carácter y sea alegre, a ser posible un poco tonto para que tú mandes; lo demás llegará solo.

Lo de un poco tonto lo dices como detalle exacto, sólo por ser yo, ¿cierto?

Él sonríe.

Eres una persona muy especial, y por eso necesitas a gente igual de especial que tú pero sin eclipsarte.

—¿Esa misma mierda le dices a Cynthia y a Erhen? —pregunto esta vez yo, suspirando cuando él vuelve a reírse.

Vivo sin ataduras, Glass, hasta que encuentre una pareja que crea perfecta para mí —giramos ambos la esquina, ignorando los comentarios de la gente sobre mí. Muchos creen que estoy con Kelven, pero en realidad no estoy con nadie. No quiero atarme—. Además, ya sabes que yo soy directo en lo que ofrezco y en lo que no acepto. A nosotros no va bien, ¿no?

Se me escapa un amago de sonrisa al recordar algo.

Tienes suerte de que te guste que juegue rudo contigo, sino te hubiera dado una patada hace tiempo.

Auch, eso hace daño a mi frágil corazón... —hace una pausa dramática, para luego añadir en un tono bajo y sucio—... pero eso me prende y hace que mi polla desee que la muerdas con delicadeza otra vez.

Cerdo.

Lobo, cariño —carcajea, hasta que la risa se corta de golpe y sus cejas rubias se alzan al mirar al frente—. Hey, hermano, reduce tu aroma o crearás incomodidad en la calle.

Al voltear a mirar, me encuentro con los furiosos ojos de Kelven, el cual parece que le han roto el corazón y luego lo han pisoteado hasta que se le obligó a tragarse los cristales. El aroma que sale de su cuerpo es nauseabundo y asfixiante, emana grandes dosis de ansiedad, celos y enfado; y por ello genera una incómoda sensación pesada en mi estómago. Si ya de normal el olor de lobo me molesta un poco, que explote a ese nivel es vomitivo. 

Sin siquiera responder nada, el lobo va hacia a mí y me toma del brazo con tanta fuerza que ahogo un grito de dolor. Se siente como si intentara romperme la mano primero, y después descuajeringar mi brazo, por lo que seguramente mañana tendré la mano llena de moratones como mínimo. 

¡¿Qué coño haces!? —le grito, tironeando de él que sólo me mira en silencio mientras su olor me intenta ahogar por su densidad—. ¡Kelven! —No me ofrece ninguna respuesta, sólo silencio, lo que lo hace todo más incómodo.

No entiendo por qué está realmente enfadado, cuando él y yo sabemos que no somos nada serio.

Eres una zorra —murmura tras un largo minuto, en lo que yo sigo tironeando todas las veces que puedo. En cuanto estoy a nada de alcanzarle en las pelotas con la pierna, él me la agarra con otra mano—. Te he regalado cosas, te he llevado a mi territorio, te he comprado comida, he sido bueno contigo, y he hecho que otros tipos no se acerquen a ti para que puedas entrenar aunque odie que hagas eso... ¿Y te veo divirtiéndote con otro?

No te debo una mierda, perro —grito, siguiendo tirando de mi brazo para que me suelte—. Nunca dijimos de ser nada serio, y tú lo sabías. Sólo me dabas cosas porque te daba la gana.

Pero bien que no decías que NO.

Volteo a mirar a Valtius, quien parece indiferente mirando su teléfono como si esto que está pasando ahora mismo no es su problema. 

¿Valt? —le pregunto incrédulo, a lo que él alza la mirada.

¿Sí, cielo?

¿No me ayudas a quitarme a este tipo de encima? —Obvio. Creo que es de sentido común que si alguien está en peligro, o en una situación incómoda, se busquen soluciones. Yo sólo no puedo, o al menos no si me sujetan de una mano y una pierna con esa fuerza.

No soy tu lobo, Glass, lo siento —dice y me suena a una excusa de mierda, pero lamentablemente lo entiendo—. Si él me atacara, la cosa sería diferente, pero tú y yo sólo nos lo pasamos bien y charlamos porque somos conocidos con ciertos derechos —mira a Kelven, y con un tono serio le pregunta—: ¿Vas a matarlo?

Kelven, casi como si lo hubiera insultado, le gruñe.

Obviamente no.

Entonces nada que opinar —vuelve a su móvil y nos da la espalda, despidiéndose con la mano—. Buena suerte si quieres joderte la vida con la peste Omega que te perseguirá de por vida.

Se va, y mi corazón late rápido por haber dicho eso. No puede decirlo enserio. Kelven puede ser muchas cosas, pero no es un violador; y ahora sólo está dolido porque habrá pensado cosas que no son. Quizás, si habláramos con más calma, podríamos solucionar este mal entendido aunque me den ganas de pegarle una patada en las pelotas por hacerme tanto daño.

Los ojos castaños de Kelven brillan con una malicia triunfante cuando bajan hasta los míos, y su olor aunque se reduce sólo significan una cosa: Pasión.

No hablo de la pasión que sientes cuando te da un calentón, o cuando ves a una persona que te parece extremadamente sexy y quieres acostarte con ella sólo para sentirte privilegiado de algo así. Hablo de la pasión que arde como una bomba de lava en lugar de llamas, donde sólo él dejará caer sobre todo lo que sobrevuela su mente como una bandada de cuervos impacientes por picotearte en todos lados. Sientes el estómago apretándose en una pelota, incluso te hace daño. Sientes el corazón latiendo demasiado rápido, como si estuviera dándote un ataque. Sientes que lo que ocurrirá con este tipo va a ser algo horrible, y lo peor es que no puedes pedir ayuda a nadie porque te has granjeado una personalidad que no gusta a la hipócrita sociedad en la que vives, la cual se te exige que seas débil, amable y victimista.

No necesito voltear hacia atrás o a los lados, porque sé que no hay nadie. Si alguna vez lo hubo, esa gente ya se habrá ido.

No me importa que me jodas la vida con tu olor, Glass —responde Kelven a lo que le dijo el anterior lobo antes de marcharse. Lo hace clavando su mirada en mí, y si brazo afloja un poco pero ya es tarde para evitar el dolor—. Es más, lo prefiero porque así la gente creerá que sí era cierto que entre nosotros hay algo serio.

Estoy jodido, y nadie puede imaginar hasta qué punto lo estoy.

Suéltame del brazo de una maldita vez, Kel.

No me escucha, ni siquiera sigue mi orden. Con muy poca delicadeza, me suelta de la pierna y me da un golpe contundente en la cabeza con algo que no sé bien lo que es, dejándome con un mundo lleno de silencio y oscuridad. Ni siquiera me ha permitido tener tiempo de quejarme por el dolor.


Termino despertando y aunque el dolor que siento en la nuca es horrible, lo que me hace sentir alterado es saber que tengo mis ojos vendados y no puedo mover las extremidades. Por el olor sé que estoy en la casa de Kelven, ya que su aroma es bastante pronunciado y raro es que halle otro olor más allá de la humedad al vivir cerca del lago. Pensé que tener una caseta allá, apartada de la gente, era bastante genial para poder follar todo lo que nos diera la gana sin soportar a vecinos de mierda.

Ahora me arrepiento, porque este imbécil me ha raptado y aunque grite nadie me escuchará.

Pese a ello, lo peor no es eso, sino que literalmente tengo al lobo roncando a mi lado. Mi cuerpo duele. Siento que el culo no sólo está segregando algo —no puede ser el líquido omegático, porque no me siento cachondo y físicamente tampoco—, sino que además me palpita como si me lo hubieran golpeado una y otra vez con un objeto duro para abrirlo. Las muñecas  y tobillos me arden, mi corazón vuelve a latir rápido por pensar en muchas cosas, pero mi mente sólo agradece que no estemos en días fértiles o juro que me abro estómago y arranco al futuro parásito que este perro de mierda hubiera intentado engendrarme dentro.

Vale, piensa, Glass... ¿Cómo puedes salir airoso de esta?

Lo piense como lo piense, las posibilidades que esto salga bien son bastante reducidas y no me servirá ir por la fuerza bruta —porque no la tengo— y mucho menos con exigencias. Sé que Kelven es fácil de complacer, es un poco idiota, y emocionalmente diría que se le puede alterar sin demasiada dificultad.

En medio de mis pensamientos, el movimiento al lado de la cama junto a un gruñido eriza mi piel al sentir que se me mueve para ponerse encima.

Ábrete... —murmura él.

No quiero. Me niego.

Ábrete, o te abriré yo —amenaza, colocando sus manos entre mis muslos todavía sin abrirlos—. Lo estoy diciendo por las buenas, y sólo follaremos hasta que me pidas perdón y crea que es sincero.

No lo hagas —le pido, tensando mis piernas tanto que creo que me dará un calambre. El hecho de que mi culo siga tirando algo, no significa que debas de volver a llenarlo, y sé que cuando empiece a doler de verdad, el dolor será insoportable—. Por favor, no.

Eso te pasa por zorra —ronronea y abre mis piernas—. ¿No soy suficiente? ¿No soy lo bastante bueno para ti, aunque he sido bueno contigo? —Noto que se la acerca al llegar a mi trasero, y mis lágrimas de rabia y miedo se empañan en la tela negra que cubre mis ojos—. ¿Sabes? Fue muy divertido soportar a todos esos idiotas en el gimnasio reírse de mí, porque ellos no saben lo especial que eres en la cama. —Entra y mi mente grita que la saque, lo que genera que apriete el culo y él gima de placer—. Por eso te dije que no me importa que esa glándula que tenéis los Omegas, algo así como una "hormona antiviolación", se active. Eso, en cierto modo... me hace sentir especial, Glass.

Por favor, no sigas —suplico esta vez.

Kelven no me escucha, y esa mañana supe muchas cosas y ninguna de ellas buena: Aprendí que confiar demasiado en la gente, te llevaba a experimentar situaciones desagradables como estas; el que para los lobos eres una puta si te acuestas con varios, mientras que ellos si se acuestan con Omegas son "muy machos"; el que hasta el lobo más amable y bobo, pueden terminar raptándote para hacer algo realmente asqueroso... 

Fue la primera vez que experimenté una violación, y no existen palabras exactas para describir lo que se siente en todo su esplendor. Sientes tanto, padeces mucho, duele horres, deseas tantas cosas... y ninguna de ellas es buena. Asco, odio, pánico, dolor, decepción... las palabras se quedan cortas cuando te sientes impotente ante una persona que es más fuerte que tú, y que si hablas de ello no sólo sentirás vergüenza sino que "yo me lo busqué por ser como soy". O no te creen hasta que tengas pruebas.

Quizás dirás "Bueno, Glass, tienes esa hormona antiviolación porque eres un Omega. Te tienen creer entonces"... pero por desgracia yo no la tengo. Sin ella, jamás podré demostrarlo —olfativamente hablando— y la persona que lo hizo podría acusarme de calumnia. Esa era una de las razones que tenía mi madre para insistirme tanto en que NO me acostara con nadie, hasta que me esposara con alguien o tuviera novio. 

Por supuesto que yo en su momento no le creí, y no iba a saber lo de esa hormona hasta que pasara un tiempo de esto.

Ese día, Kelven me violó durante toda la mañana hasta que se sintió satisfecho. Ignoró mis lágrimas, mis peticiones y órdenes de que se detuviera, e incluso se atrevió a amordazarme porque "le estaba molestando que me quejara tanto". Lo mismo pasó durante la tarde, cuando él me dejó por cuatro horas atado en una cama con todo tipo de sensaciones asquerosas, y cuando llegó la noche me sentí humillado al ser obligado a que él me lavara mientras tenía que soportar comentarios asquerosos que más que morbo, lo que generaba era ganas de clavarle un lápiz en el ojo.

¿Alguien me buscó? No. Mi teléfono móvil sólo obtuvo un mensaje de Mauro sobre ir de compras, porque quería buscarse ropa interior sexy, pero no insistió.

Ese día se transformaron en cuatro, y no supe hasta esa misma mañana que Kelven le envió un mensaje a mi madre para hacerle saber que estaría unos días "para relajarme" con algunos amigos. Obviamente mi madre no le daría la menor importancia por hacer algo "típico de Omega", y no reparó en la idea de que yo NO tenía amigos. Mauro era un conocido porque no le perdoné lo del colegio.

Aunque no lo creas, estar durante cuatro días atado te ayuda mucho a pensar. Te vuelve más astuto. Tu mente hace lo que sea para abstraerse de la situación actual, y te recuerda que si no sales de ahí todo se irá a la mierda porque volverá a repetirse el ciclo. Guardé mucho odio dentro de mí, tanto que por la noche le susurré a Kelven en un tono seductor que me dejara montarlo hasta dejarlo satisfecho.

Por supuesto que el imbécil al principio dudó, aunque yo le seguí provocando en ese tono que tanto le gustaba: Entre demandante y un poco infantil. Sentir mis extremidades libres fue algo que realmente necesitaba con urgencia, pero yo no iba a dejar que este hijo de puta se saliera con la suya sin siquiera obtener consecuencias. Claro, aquí en Hayu hay leyes estrictas sobre violadores, pero si yo no puedo demostrarlo... entonces se me puede devolver la denuncia.

Así que hice lo que tenía que hacer una persona que únicamente puede creer en sí misma y nadie iba a ayudarlo: Lo primero que llevé a cabo fue pedirle a Kelven, en un tono entre suplicante y lascivo, que me permitiera montarlo hasta que él se sintiera más satisfecho que nadie. La mezcla entre la falsa necesidad y el darle a él el "poder" le hizo bajar la guardia, por lo que el muy idiota me liberó dudando bastante menos de lo que imaginaba. Después, aunque mi cuerpo sintiera nauseas por lo que había sufrido durante estos cuatro días, me obligué a acostarme con él aunque mis músculos dolieran y mi culo seguramente sangraría por días. No fui nada delicado, pues hacerlo "diferente" podría estropearlo todo. Así estuve durante un tiempo que ni siquiera quise prestarle atención, asegurándome que lo dejaba tan drenado que en algún momento tendría que quedarse dormido o pedirme un alto.

Lo recibí en algún momento de la noche, y le dije que quería irme a la ducha a bañarme. Kelven aceptó con un gesto vago de la mano, conforme jadeaba y se aseguraba de que no me iba por la puerta de la habitación para así engañarle. 

Dentro tomé una toalla y me la puse en la boca, mordiéndola con todas mis fuerzas aunque me doliera un poco la mandíbula, y lloré. Creo que lo hice por unos tres o cinco minutos ininterrumpidos, notando todos los dolores repartidos por mi cuerpo y chillando a la vez. Por supuesto que sangré. No existe dolor más grande que alguien te tome a la fuerza, te obligue a hacer algo que no quieres... y no puedas hacer que la ley te proteja porque no hay pruebas de lo que te han hecho. Sólo palabras. 

Lo entiendo. La gente miente mucho, le gusta el drama y ser una víctima... a costa de que jode a las personas que de verdad han sufrido cosas demasiado crueles. 

Me quité las lágrimas de la cara y tiré la toalla al suelo con parte de mi baba, ducharme con agua caliente sólo fue una tirita que intentó ocultar una sinnúmero de heridas, tanto físicas como psicologías, de mi cuerpo y mente; y tras secarme, pese a sangrarme el culo, tomé una silla y me subí al botiquín. Tome una pastilla para dormir y una cuchilla.


¿Sabes lo que ocurrió esa noche? 

Sólo te diré algo: Kelven no volvería a violar a nadie, y yo aprendí a no dar demasiada confianza.

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