π•°πš• π“’πšŽπš—πšπš’πš–πš’πšŽπš—πšπš˜ οΏ½...

By JeanRedWolf

1.6K 224 120

[Libro 2] Glassian no quiere seguir las mismas tradiciones que siguieron sus familiares (casarse, tener hijo... More

⚠️ Léeme ⚠️
1. La esperanza en una bandera roja
2. La ira con dos caras opuestas
3. Β‘No quiero un esposo!
4. Posible e inalcanzable
5. Ser tonto deberΓ­a ser ilegal
6. No puedes esconderte eternamente
7. Un precio estΓΊpido
8. Un trato con doble filo
9. Educado error ; Brusco resultado
10. Mucho que aprender
11. Confiesa o revienta
12. CorazΓ³n quebrado
13. Viejo amigo
15. Por confiar demasiado
16. Prueba de inocencia
17. El control es mΓ­o
18. Lo agridulce de un recuerdo
19. Separar lo inseparable
20. El que lo iniciΓ³ todo
21. Paga la deuda
22. Bupats y Colms

14. Frustrado y caliente

47 9 3
By JeanRedWolf

【Glass】

No pude quitarme de la cabeza ese estúpido pensamiento desde que me desperté esta mañana sobre el cuerpo de ese imbécil.

Cuando abrí los ojos esa mañana, me di cuenta de que no estaba en la cama, sino en el sofá. Específicamente encima del cuerpo de Ian, el cual me sujetaba de un brazo y con el otro se aseguraba de que la manta me cubriera lo suficiente para no pasar frío. Era imposible, pues el cuerpo del lobo, incluso en ese momento, seguía tan caliente como un vaso de café recién colocado en la taza. Tenía una expresión boba y destensada, cayéndole la baba en un lateral de la boca, y, por supuesto, su olor destilaba perfectamente que se sentía muy contento de estar así.

Su polla también.

Confieso que me dio un poco de miedo sentir cómo esa cosa no dejaba de crecer debajo de mí, perezosamente, y cada vez que me movía un poco debido a la incomodidad que sentía, esa cosa se ponía dura como una piedra. Ian tenía un pene grande. Yo no es que fuera experto en penes, y ya me había acostado con algunos lobos de manera discreta en el gimnasio cuando me daba la gana, pero esta sensación siempre era un poco incómoda, aunque nuestro trasero segregara una baba natural para que las relaciones sexuales y el trasero dilataran bastante rápido.

Pero ahí estaba ese perro gigante y estúpido, dejando a la vista todas sus cartas sin siquiera saber esconder sus pensamientos. Ian era demasiado simple para mí, y confesaré que a veces tomaba actitudes un poco raras, como si esperara en algún momento que yo fuera a aceptarlo como mi pareja.

Eso no pasó. No quería un esposo, ni un novio. No podía confiar en nadie abiertamente, y dudaba que ese perro tonto tuviera la suficiente inteligencia para jugar conmigo y engañarme. Su cara era tan fácil de leer que, posiblemente, la idea de llevármelo como un tipo de guardaespaldas no resultaba una mala idea.

Glass... —murmuró él en un un gemido cuando, sin querer me recoloqué sobre él porque me estaba clavando la polla cerca del culo—. Más fuerte... Muérdeme ahí...

¿Qué coño estás soñando, cerdo?

Miré hacia la ventana; afuera todavía era de noche, y a duras penas se empezaba a ver cierto toque claro en el horizonte. Apenas un ligero cambio cromático. De ahí bajé hasta la expresión de Ian. Tenía la boca abierta, con la lengua sacada a un lado, como lo vi en algunos perros, y sus mejillas estaban rojas, aunque su barba rojiza intentara ocultarla.

Ian fue un tipo raro y tonto.

Ian, suéltame ahora mismo —ordené con un tono firme, pero él sólo gimió una especie de queja infantil que me estaba poniendo de los nervios. No me gusta que se me ignore cuando hablo—. Suéltame ya.

Hmmm...

Me habría gustado darle un golpe en la cara para que al menos se despertara y me dejara libre. Sin embargo, Ian tenía demasiada fuerza y podría haberme hecho un daño atroz si me lanzaba o me aplastaba sin medir su fuerza. Pero tampoco quería ser amable. A los tontos como Ian debías tratarlos con mano dura para que no se aprovecharan de ti. Así que, al ver que no parecía tener intenciones de despertarse, agarré el pezón marcado de su camiseta interior y lo mordí con los dientes con un poco de fuerza.

El efecto fue inmediato, aunque extraño: Ian soltó un gruñido profundo y grave, desprendiendo un potente aroma que destilaba placer y su polla se humedeció un poco en la zona de la punta. También me soltó, y aproveché para levantarme y ser testigo de que no estaba equivocado con lo que había sentido. Tenía la polla como una lata de cerveza y larga como una banana dentro del bóxer, donde un pronunciado bulto se apreciaba a duras penas entre la oscuridad.

Ocupaba, literalmente, casi todo el sofá y a duras penas dejaba una hondonada en los cojines que servían para sentarse. Ian era demasiado grande y pesado. No estaba gordo. Quien dijera que lo estaba, no tenía ni idea de cómo funcionaba el peso en relación a la altura; yo diría que estaba perfecto. Era el equilibrio que muchos deberían seguir, pero que pocos elegían mantener. Diría que me triplicaba en peso, más o menos.

Cubrí su cuerpo con la manta, no quería ser tan desagradecido como para dejarlo destapado cuando todavía hacía un poco de fresco por la mañana. Una vez se la puse, camine hasta su lado y acaricié el lateral de su cara con la punta de mis dedos, observando que su expresión placentera volvía a volverse risueña. ¿Por qué era tan caótico? ¿Qué sentimiento tendría este idiota conmigo, y por qué siempre se sentía ansioso conmigo? Yo no era el Omega más guapo, y tampoco el más dulce, así que tendría que ver él alto de lo que yo no podía ser del todo consciente.

Pero ahora tenía un prueba: El que estaba duro era yo. Si maldito aroma me había llegado al cerebro, y mi cuerpo se había resentido al haber sido alcanzado. ¿Cuándo fue la última vez que me acosté con alguien? Creo que fue a principios de este año, y el tipo era súper molesto. Pensó que como nos acostamos dos veces, seríamos automáticamente novios.

Qué patético.

¿Por qué la gente tenía que vivir del romance? El sexo era sexo.

Glass... —murmuró Ian con los ojos cerrados, tenía la lengua sacada hacia afuera, lo que le hacía ver patético y estúpido.

¿Sería muy estúpido acostarme contigo? —pregunté sin esperar una respuesta por su parte. Deslicé los dedos por su cara, observando que su aroma no dejaba de informarme de lo feliz que se sentía sólo por ser acariciado. Ni siquiera estaba haciendo algo súper íntimo—. Papá te hubiera adorado si hubieras sido mi amigo en el pasado —murmuro, sintiéndome un poco triste por recordar a mi padre. A él le hubiera encantado que me hubiera hecho amigo de varios lobos, pero no podía cambiar el pasado—. De todas formas... ¿qué debería de hacer ahora mismo? ¿Hacía donde debería de moverme?

Suspiré y decidí irme a la ducha para quitarme esta estúpida e innecesaria erección que no me aportaba nada útil.


Para cuando salí del baño, Ian estaba despierto y me miraba con el rostro embobado y el cabello rojizo señalando en todas las direcciones. Se veía muy tonto. Todavía conservaba ese olorcillo a felicidad que se le salía por tenerme cerca, siendo soportable en lugar de asqueroso. Sin embargo me sentí enfadado al recordar que, por su culpa, me había puesto un poco duro y la idea de acostarme con él para que mi cerebro aceptara que él no era especial en nada sólo era la punta del iceberg de mi paciencia. La idea era estúpida, puesto que a duras penas aceptaba que me tocara. ¿Follar con él? ¿Con esa palmera hueca? ¿Y luego qué más, ver una película acurrucados en el sofá mientras le hago mimitos en la barba mientras me mira con esos ojos amarillos de una forma tonta y romántica? Já.

La idea de acostarme con él, ahora, me resultaba ridícula.

Tienes diez minutos —espeté, largándome directo hacia la cama para dejar de ir en ropa interior. Fui un idiota al pensar que por las mañanas no haría frío, cuando era obvio que no estábamos en Hayu.

Rápidamente me preparé un bocadillo con lo que trajo, agradeciendo a mis adentro que fuera carne en lugar de sosa fruta baja en azúcares o una dieta absurda que no me generará nada de masa muscular, y cuando lo hice dudé entre si hacerle uno a él o dejar que lo hiciera por sí mismo.

Decidí hacérselo por no haberme tocado las narices en lo que llevamos de día, y de ahí me puse a ver las noticias. Me encontré un tanto abrumado por toda la información que la televisión me brindaba: Nombres extraños, temperaturas que nunca había visto en Hayu, anuncios que me resultaban demasiado estúpidos para ser considerados "normales", situaciones en partes diferentes del país... incluso habían noticias de las islas. Obviamente hablaron de que un carro fue encontrado en medio de la carretera, aunque me resultó extraño que no dijeran nada de la mujer que debería de estar ahí dentro. Mi madre seguía inconsciente cuando yo me largué, en un impulso de idiotez.

Ian abre la puerta y, por la periferia del ojo, le veo dirigirse a la cocina para luego quedarse quieto como un tonto.

No soy tan desagradecido —le dije con un tono indiferente, pensando que estaba siendo ridículo por un trozo de pan y algo de embutido—. Te quedan seis minutos para comértelo, porque me iré a la biblioteca local para investigar. Tú haz lo que quieras una vez me dejes allá.

Era lo primero que me propuse a hacer desde el momento que pisé el yate de Charlie. O como se llamara ese tipo. Sin información, no podías moverte adecuadamente y además necesitaríamos algo de dinero para pagar a los cocheros o a alguien que nos llevara con su vehículo. El problema es que, de momento, no tenía ni idea hacia donde deberíamos de ir.

¿Qué buscas exactamente? —Ian se sentó a mi lado, volviendo a desprender esa peste a felicidad innata que se le escurría como lo haría un peso oloroso al tenerme al lado. Y me ponía enfermo tanta alegría gratuita.

Terminé de comerme el bocadillo y, apoyando la espalda contra el respaldo del sofá y los brazos cruzados, le dije:

Cartografía, medio ambiente, política, historia local... Todo lo que me ayude a comprender mejor lo que hay aquí —y después añadí—: Es lo básico cuando pisas una tierra extranjera.

O al menos eso era lo lógico para mí. Obviamente no tenía ni la menor idea de cómo funcionaba las cosas aquí, y leer no me garantizaba que todo me saliera bien, pero era lo mejor para desplazarme y ahorrarme tiempo de sobra.

La gente normal paga un guía o busca en internet.

Sí, lo buscaré con mi teléfono imaginario y pagaré al guía con "gracias" y una sonrisa amable —expresé sarcástico. Obviamente yo ya sabía que esas opciones estaban, pero no teníamos nada a mano para llevarlo a cabo y, por lo tanto, eran innecesarias hasta que algo cambiara.

No es necesario ser tan sarcástico... —murmuró, y yo resoplé mientras daba toda mi atención a las noticias que hablaban sobre un cambio climático de última hora que duraría toda la semana. Pronto llegarían nubles plomizas y lluvias torrenciales, lo que eso no era bueno para nosotros. No nos sobraba el dinero de Ian, y estar demasiado tiempo en un lugar era limitante al no tener nada interesante con lo que mantenerme entretenido—. De todas maneras, tenemos dos días para estar en Kashmere, por lo que nuestra siguiente parada debería asegurar que tomáramos el tren más cercano por si sigue operativo después de mucho tiempo sin volver.

¿Tren? ¿Qué significa es eso?

¿Qué... es un tren? —pregunté molesto, irritándome un poco quedar como un ignorante delante de este bobo—. ¿Un vehículo?

Es como una serpiente de hierro gigante que puede transportar tanto personas como objetos.

Oh...

Podía imaginarme algo así, vagamente, pero no darle un aspecto acorde a lo que me gustaría. Eso significaba que debía de irme pronto a la biblioteca para aprender también sobre transportes porque, si existía una cosa que nunca había escuchado sobre ella, eso significaba que debía de haber muchas cosas más. 


La biblioteca local era un edificio modesto, anclado en el pasado, con ladrillos envejecidos por el tiempo y ventanas que parecían observarte desde lo alto, desafiando a los curiosos a adentrarse en su mundo. Las puertas de madera maciza crujían en bienvenida a medida que entraban algunas personas, como si el edificio mismo se regodeara en su papel de guardián del conocimiento.

Una vez puede separarme de Ian y ese olor suyo que no dejaba de crearme una sensación rara en el cuerpo, ingresé. Esperaba hallar algún tipo de hedor a humedad al no ser abierta como las bibliotecas de Hayu —aunque debería de decir que eran, más bien, semi-abiertas o los libros se irían a la mierda por la humedad de la isla—. Me equivoqué. Dentro, un agradable aroma a papel viejo y tinta impregnaba el aire, una fragancia que siempre me hacía sentir en mi habitación o el pequeño estudio de casa. Los estantes de libros se alzaban a lo largo de las paredes, repletos de historias por descubrir, y parecían susurrar promesas de aventuras lejanas y personajes inolvidables. Sin embargo, yo no tenía intenciones de perder el tiempo con esa clase de literatura.

 Los suelos de madera, pulidos por años de visitantes ávidos de conocimiento, resonaban suavemente con el eco de pasos cautelosos, creando una sinfonía de serenidad. Las mesas de lectura, con sus sillas desgastadas, ofrecían refugio a lectores y estudiantes inmersos en sus mundos imaginarios o en sus deberes académicos. La luz tenue de las lámparas de escritorio proyectaba un aura acogedora sobre los rostros concentrados, y el silencio se imponía como un tesoro compartido. El bibliotecario, con sus lentes en la punta de la nariz, se movía con gracia entre las estanterías, un tipo que parecía bastante desgastado como algunos libros se apreciaba en los estantes debido a su aspecto.

Por la hora que era, no estaba sorprendido que casi no hubiera gente. A duras podía contar cuatro personas, sin tenerme a mí ni al bibliotecario en el cupo, por lo que moverme no era ningún problema para mí. Además, si tenía que agarrar un libro alto, tenía esas extrañas escaleras que se movían de una manera extraña a los gigantescos muebles.

Me puse manos a la obra: Primero me centré en tomar un libro básico de leyes para tontos. Aunque el título me resultaba ofensivo, lo cierto era que las explicaciones se entendía bastante bien sin siquiera darle expresiones rimbombantes. Le siguieron otros más, algunos con mapas básicos para comprender rápidamente qué clase de lugares había en este país, climas, tipos de terreno, carreteras... El bibliotecario me dijo que tocar el ordenador sería más rápido, pero yo no sabía utilizar esa cosa y prefería ir hacia lo seguro. Era más lento, por supuesto, ¿y qué importaba si quería hacerlo de este modo?

Durante el resto de las horas, mis acciones eran limitadas porque algunos lobos eran muy cansinos e ignoraran que todavía olía un poco a Ian pese haberme duchado. Me jodía bastante. ¿Por qué los lobos deben de estar tan salidos cuando ven a un Omega metido en sus cosas? A la mayoría tendía a ignorarlos, tomando un libro y marchándome a zonas mucho más restrictivas; y pero también le había dado algún que otro golpe en las pelotas a quienes se acercaban demasiado pese a mis NO que repetía demasiado. 

Odio repetirme.

Al final tuve que marcharme a fuera con el último libro que terminó en mis manos: "Exploraciones curiosas regionales". Al principio no parecía una lectura para nada interesante, pero tras media hora terminé enganchado un poco, pues se tocaban muchos temas diferente: recomendaciones culinarias, zonas turísticas, un poco de fauna y flora, mini mapas de zonas específicas, zonas deportivas al aire libre... Era una joya que, por el ticket, no mucha gente había descubierto. Sólo dos nombres: Un tal "Kane" hacía tres años y una chica llamada "Millie" hacía medio año. 

Salí de la biblioteca, harto de ser acosado y observado de lobos por tanto rato, por lo que tomé una bolsa que habían tirado a la basura en buen estado y metí el libro ahí dentro. Afuera sólo me tomé la molestia de escalar el enorme animal de madera para volver a leer con calma. No era mucho pedir que dejaran a la gente leer en paz, y aceptar un NO como única respuesta válida y respetable.

Sólo fue un rato, hasta que mi nariz captó el olor de Ian y mi mal humor volvió. No me había dado demasiada cuenta que habían persona frente a la biblioteca, viéndome como si fuera un bicho raro sólo por leer encima de una figura. ¿Cuál era su puto problema? Lo peor fue que el tonto de siempre tenía que infravalorarme sólo porque yo era bajito y estaba en un sitio más alto de lo habitual. 

Odiaba que la gente me tomara como una criatura débil y que siempre necesitaba ayuda para todo. ¿Por qué tenían que dar por sentado cosas que no sabían de mí? ¿No era más lógico esperar a recibir una respuesta, antes que creerte caballero sólo para inflar tu propio ego? Yo no necesitaba ayuda, y él tendría que aprender a que yo no iba a pedírsela salvo si fuer estrictamente necesaria.

Ya había tenido bastante horas para pensar, así que sin pensarlo demasiado tomé la mano de Ian y me dispuse a alejarnos del cúmulo que se estaba formando de personas. No debían de escuchar nada sobre mis planes, porque nunca sabían quién podría joderte sólo porque tendría mucho tiempo libre o porque no le caías en gracia. Y por suerte Ian no estaba poniendo terco para preguntar o retrasarme, así que eso estaba bien.

Por otro lado, el olerlo todavía evocaba un ligero picazón caliente entre mis piernas y mi trasero solo por ese estúpido recuerdo de que hacía tiempo que no me desfogaba con nadie. No es que me urgiera, y tampoco era estrictamente necesario; pero una canita al aire no hacía daño a nadie. Además, ambos éramos adultos.

Tras ello expliqué brevemente lo que tenía pensado: Visitar primero Galliant, ya que había leído que el lugar estaba rodeado por una estúpida leyenda urbana que me parecía ridícula; pero al mismo tiempo la idea de encontrar oro en una cueva parecía interesante. Hoy en día la tecnología avanzó mucho y no hacía falta desplazarse con velas. Después surgió mis dudas para organizarme en sus Celos, lo que me sorprendió saber que Ian tuviera un "Falso Celo" y los dos Celos reales estuvieran bastante cerca.

Nunca me acosté con un lobo en su celo, ni siquiera medicado. Mis hermanos me dijeron que era un evento que podría asustar demasiado, y si no eras estrictamente cuidadoso podrían preñarte. Yo no quería eso. Me negaba a tener que engendrar futuros mocosos que me jodieran la vida, así que esa información era muy importante.

Una vez terminamos la charla  y él me tendió una bolsita con una tarta, pensé que por una vez había hecho algo bien después de no cagarla durante días... pero me equivoqué. Lo que se suponía que tenía que ser un delicioso pastel, al final vi una masa destrozada dentro de la caja de cartón que me decepcionó un poco. No puedo echarle la culpa de que esté hecho un desastre, ya que yo no sabía que él tenía tal cosa y le hice moverse bastante rápido.

Simplemente se jodió y ya, aunque me hubiera gustado probarlo.

Y al final, tras mucho presionarme para generarme mal humor, le lancé la pregunta del millón, la que llevaba toda la mañana dándole vueltas: ¿Quieres acostarte conmigo esta noche?

Sin embargo fue una estupidez. No sé por qué pensé que Ian las suficientes neuronas para darme una respuesta madura, basada en un "Sí" o un "No", sin que lo terminó empeorando y lo golpee para así largarme hasta el hotel con bastante mala cara.


Y aquí estamos, varias horas después: Yo leyendo el libro en la cama y él tumbado en el sofá mientras suena de fondo en la televisión una película de ciencia ficción que no parece interesarnos a ninguno de los dos. A mí me parece una mierda porque es vieja, y él parece estar atento a otras cosas.

Ya hemos cenado, aunque él dice que mañana se levantará pronto para comprar algunas provisiones ya que sus billetes ya están secos y la mayoría sirven. Aun así, él está súper nervioso como si fuera un virgen que no la ha metido nunca. 

Ian no puede ser virgen...  ¿no? O sea... a ver... No es un lobo horrible, y tampoco tiene un físico asqueroso. Supongo que se habrá acostado con alguien, al menos una vez. Creo. No puede ser tan desgraciado, ¿o quizás estoy pensando demasiado en esto, cuando no debería de ser así? ¿Siquiera es porque yo también estoy nervioso? 

No. No estoy nervioso, sino que más bien no quiero cometer un error estúpido.

—Estoy harto —termino diciendo, añadiendo un suspiro aireado a la vez que cierro el libro y lo pongo a mi lado.

—¿Qué pasa? —Ian se endereza un poco en el sofá. Todavía puedo oler su excitación, y no sé el por qué no me da una respuesta directa a la pregunta de esta tarde.

—¿Cuánto dinero tienes ahora mismo?

Salgo de la cama, y en lo que me pongo mis zapatos, Ian responde:

—Lo suficiente para comer decente durante una semana, aunque dependiendo de lo que compremos y el precio del hostal u hotel, puede reducirse drásticamente. ¿Por qué preguntas eso?

—Prepárate, y vayamos a tomar algo.

No sé si lo que digo es raro, pero Ian me mira como un completo idiota, hasta que aplaudo varias veces con fuerza para que deje de quedarse quieto como una ardilla y reacciones. También puedo ir solo y buscarme la vida, así que tampoco es que tenga que depender de él.

La imagen de la mañana sigue bombeando en mi cabeza de manera estúpida y centelleante, casi como el parpadeo reiterativo de una estrella en el cielo nocturno y despejado. Se siente impropio y molesto.

Como imaginaba, Ian acepta y me sigue fuera del hotel para irnos directamente al pueblo. Yo no soy alguien que le guste estar rodeado de extraños, y mucho menos de lobos, pero necesito despejar mi mente después de llenar mi cabeza de información y soportar a gente rara que sólo me ha hecho el día más complicado. Así que lo único que hago es ir a una taberna que vi de pura casualidad cuando desembarcamos el primer día y parece, a mi juicio, un lugar animado donde podríamos pasar desapercibidos en lugar de ser la comidilla del pueblo.

Además, el lugar es alto y he visto a gigantes parecidos a Ian que entraban con sus respectivas parejas o amigos.

Antes de que Ian pregunte algo cuando nos acercamos al lugar, tomo su mano para cerrarle la boca y meterlo dentro. Ignoro las miradas de afuera, como también las de dentro aunque todo se aprecie bastante obscuro e íntimo. Cruzamos entre las personas y las mesas ocupadas, metiéndonos entre la música de fondo que se escucha sólo para que las conversaciones choquen entre sí, junto algunas risas ajenas. Para cuando llegamos  a una esquina apartada, suelto su mano y el "hechizo" de Ian se rompe, ya que mira en todas las direcciones como un tonto.

Me siento yo primero, e Ian, con cuidado, se sienta también con la esperanza de que no se rompa con su peso. No lo hace, lo que le hace suspirar.

—Te veo tan tenso que he pensado que beber un poco te ayudará a dejar de parecer una ardilla esquizofrénica —comento, apoyando el codo en la mesa y mi cabeza sobre el puño levantado y cerrado—. Yo no beberé alcohol. El sabor me resulta asqueroso.

—También es porque a los Omegas el alcohol os sube rápido...

—No lo sé, ya que nunca lo he probado.

Un chico Beta viene y nos pregunta por lo que deseamos beber. Yo le pregunto por las opciones sin alcohol, y para mi desgracia no existe nada que haya escuchado en Hayu, por lo que pido alguna bebida afrutada que no contenga ganas ni alcohol sin un gusto en concreto. Ian, por su lado, pregunta por la cerveza, pero no está la que le suele gustar y las otras diez opciones le hacen sentir confuso.

—Tráele un Medianoche —respondo yo por él cuando empieza a nombrarle otras opciones, populares según sus palabras.

El Beta asiente y se va, diciendo que tardará unos minutos.

—No sé que tiene esa cosa —sisea él.

—¿Qué importa? Eres enorme, y está demostrado que cuanto más grande eres, menos te afecta el alcohol salvo si bebes demasiado.

Él sólo suelta un gemidito incómodo, al igual que un niño que le han pedido algo que no ha elegido por él mismo. No pienso tirarme toda la noche en este antro oliendo a feromonas, sudor, olor a culo peludo y perfume barato. Sólo quiero que Ian se afloje un poco, acostarnos una vez para que mi maldita cabeza deje de recordarme esa mierda, y seguir con mi vida. No es como si fuéramos a acostarnos de nuevo en el cas de que la experiencia fuera buena. Además, tengo mejores cosas que hacer, que acostarme más de una vez con esta palmera tonta.

Como bien dijo el camarero, la bebida llega más pronto de lo esperado y a duras penas hemos hablado más de dos frases. Mi bebida es un cóctel de melón con una rodajita de lima con forma de chuchería, lo que está bien presentado y huele bien. En cambio, la de Ian es un cuba-litro que ya he visto en la isla cuando los lobos beben cerveza. Literalmente es un libro de alcohol, mezclado por suerte. A juzgar por su aspecto, creo que posee Coca-Cola y dos bebidas más que no discierno bien porque mi olfato no es tan bueno, y en el fondo hay algo que le da un suave tono violáceo entre la oscuridad. 

Ian remueve el fondo con la cucharita de plástico, y de repente todo el vaso comienzan a salirle estrellitas que destacan entre el alcohol. No sé si es un efecto visual, pero es bonito. Después él alza el cuba-litro y lo huele, arrugando la nariz.

—Huele bastante dulce —dice, dándole una ligera probada—. Zarzaparrilla, vodka, un poco de ginebra y ¿mora?

—No te presiones a beber si no puedes con ello o no es de tu gusto.

Bebo de mi cóctel y está delicioso, aunque demasiado dulce para ser una bebida habitual. Aun así, como suele pasar en todo lobo, Ian parece que le ha hecho daño en el ego mis palabras y termina dándole un generoso trago a la bebida. Un gruñido sale de su garganta, seguido de un sutil golpecito contra la base de la mesa.

En un principio creo en mi teoría de que cuando más alto eres menos te afecta el alcohol, pero con Ian estoy dudando. Sólo le da ha dado dos tragos, dejándolo a la mitad, y sus mejillas se están poniendo rojas bastante rápido.

Bajo la mirada hasta mi bebida y nuevas preguntas llegar: ¿Por qué he decidido venir aquí? ¿Por qué le he propuesto acostarnos a este imbécil? ¿Realmente es esto lo que necesito para dejar de pensar en lo que pasó esta mañana? ¿Por qué me siento tan patético al recordar que este idiota se calienta más rápido que una tetera, y eso me hace sentir poderoso?

A lo mejor es porque hace mucho tiempo que no he hecho nada más allá de pisar un gimnasio, pelear con mi madre y soportar a Mauro. Mi vida era bastante limitada, y me restringía demasiadas cosas porque siempre me sentía observado por todo el mundo, esperando el momento ideal para juzgarme. 

Pero aquí estamos ahora: En una taberna muy fea y que apesta a demasiadas cosas, lejos de la isla donde pasé toda mi vida custodiado entre murallas, con el tipo más idiota de todo Hayu pero que al mismo tiempo sabe más que yo sobre este nuevo mundo, y vacilando en si acostarme o no con él. Podría retractarme, pero eso me haría ver como un cobarde y un mentiroso.

No soy tales cosas. 

A lo mejor, incluso, esto no termina de ese modo. A lo mejor Ian bebe demasiado, me pide que vayamos a casa y se quede dormido en el sofá, donde mañana despertará con un poco de jaqueca por beber alcohol. Creo.

Él ahora habla, terminando su bebida y pidiendo otra cuando yo a duras penas he tocado la mía. La voz de Ian siempre suena baja y gentil, aunque profunda. Sería una buena arma en el caso de que fuera un poco más inteligente y aprovechado, como ocurre con muchos lobos que están obsesionados con tener pareja, y por ende crías tras el casamiento. No estoy escuchando lo que dice, ni siquiera mi atención se centra en él. Aunque Ian sigue hablando y hablando hasta que la segunda bebida llega y él paga las tres, dejando claro que no beberá más.

Buena elección, porque si se desmayara en la calle, lo dejaría a su suerte y volvería yo solo al hotel.

Para cuando volteo a verle, los ojos dorados del lobo están atrapados en mí. En cada movimiento que hago, en cada respiración que hace mover mi pecho, en cada sube y baja de mi nuez al tragar... me hace sentir estudiado bajo su escrutinio, aprovechando que él es enorme y puede verlo todo desde su posición. 

Me he enfrentado a la mirada de muchos lobos en mi vida, y juro que jamás me he sentido tan desarmado con nadie salvo por este bobo. Se siente como si quisiera dejarme con las manos desnudas, para así tomarme sin pelear y dejarse llevar por un pensamiento primitivo. Lo huelo. Lo siento. El ambiente en sí se caldea por sí mismo porque hay personas que coquetean en otras mesas, con una caricia allí o una risita allá. Ian se ve afectado por ello, con un pensamiento entumecido por el alcohol y caliente al igual que refleja su esencia olorosa.

—... y entonces yo le dije: No puedes decirlo enserio, cuando yo sólo tengo dieciocho y tengo miedo de usar la cuchilla por si me hago daño en la cara. —Suelta una ruidosa carcajada que, pese a molestarme porque suena demasiado fuerte, prefiero quedarme impávido. Reflejar sentimientos abiertamente da demasiada información a la gente, por lo que es mejor limitarme en ese aspecto—. Después mi padre de acogida me ayudó a que lo aprendiera bien, y perdiera el miedo a afeitarme. Una lástima que en Hayu no existieran las maquinillas de afeitar, ya que hacerlo con una navaja puede ser peligroso.

—No puedo imaginar cómo se siente hacer eso, ya que a duras penas me crece el vello en el cuerpo —le digo tranquilo, bebido un traguito de la bebida con sabor a melón. Estoy bastante contento de no ser tan velludo como los lobos, pero tampoco tan lampiño como el Omega promedio

—Realmente apestaba al intentarlo, ¿sabes? —ríe ante el posible recuerdo de aquella época—. Él decía: No te preocupes, Ian. Ser un hombre puede ser complicado al principio, pero con práctica conseguirás ser atractivo por tu aspecto, y otros apreciarán tus cualidades más allá de tu sonrisa y tu altura. —Yo no digo nada ante ello, porque no puede importarme menos el hecho de que quiera que alguien le encuentre atractivo, ya que sé perfectamente que todos los lobos son egocéntricos por naturaleza—. Me llevé, por desgracia, algunos cortes hasta que aprendí tras unos meses. ¿A ti te gustan con vello o sin vello, Glass?

Tomo mi bebida de nuevo, endulzando mi garganta.

—No soy escrupuloso mientras se mantenga una buena higiene.

Ian sacude la cabeza, sonriendo como el idiota que es y suspira.

—¿Estoy hablando demasiado?

—Tú siempre lo haces, innecesariamente incluso cuando no bebes —respondo, causándole algo de gracia.

—¿Debería de hablar menos, entones? —pregunta y yo me encojo de hombros. No estoy en contra de que la gente hable, pero cuando necesito silencio sólo deberé de exigirlo de cualquier manera—. A todo esto, ¿qué se siente ser el único hijo Omega, cuando tus hermanos son lobos?

Mi ceño se frunce de inmediato por sacar ese tema. No es que odie hablar de mi familia, y de hecho tengo mucha mierda que soltar sobre ellos, pero esta línea no es apta para alguien como él y tomarse esa confianza está fuera de la mesa.

—Normal.

—¿Sólo normal?

—¿Quieres que te pegue un punta pie por preguntar sobre cosas que no debes, perro? —le devuelvo la pregunta, y sus dientes aparecen en la nueva sonrisa. 

Definitivamente Ian es la clase de lobo que le gusta jugar duro, le hables mal y lo trates un poco como una mierda. Ya me he acostado con tipos así, creyéndose que por ser lobos pueden doblegarme gracias a su fuerza. Se equivocan. Ellos no pueden conmigo. Los lupinos están acostumbrados a lidiar con Omegas flojos que parecen estrellas de mar, jarrones o pollos de goma ruidosos que no oponen ningún tipo de resistencia; pero yo no soy ello. Mi padre no crío a una oveja llorona y pacífica, sino a una cabra que puede darte una cornada si te pasas de gilipollas.

—Eres adorable cuando te pones de mal humor —comenta y pienso que Ian borracho es más idiota de lo normal—. ¿Nunca has pensado en utilizar ese enfado para alcanzar tus metas?

—Las cosas buenas no ocurren sólo porque sueñas con ellas o las deseas —esgrimo, poniendo los ojos en blanco por un momento—. Debes de luchar por ello y construirlo con paciencia, porque siempre habrá alguien esperando su momento para joderte por la espalda y hacer que todo el esfuerzo no valga nada.

Y lo sé, porque me lo han hecho muy de seguido...

Él me da un asentimiento, tomando su bebida para darle un sorbo después de haber hablado él por tanto rato.

—Triste pero cierto —afirma—. Pero sé que eres listo y podrás conseguir todo lo que te propongas.

Ser inteligente no te hace perfecto en todo, como tampoco ser tonto te hace ser ignorante al completo. Son matices. 

—¿Por qué no te juntas con otros Omegas, Glass? —La pregunta me hace levantar la mirada, encontrándome con los orbes brillosos de Ian. Definitivamente está ya dentro del umbral de ser un lobo ebrio—. Tengo entendido que los Omegas se juntan entre ellos por ser gregarios.

Ese pensamiento es un error común.

—No me gusta estar en grupos de Omegas por mero gusto personal —respondo con seriedad—. Si me juntara con ellos, posiblemente se sentirían con el derecho de decirme cosas que no me interesa escuchar o criticarían mi modo de vida o pensamiento acerca de algunas decisiones. Como pisar el gimnasio para no hacer yoga, o comer carne varios días a la semana en lugar de alimentarme de legumbres, verduras y frutas. No soy suave y tampoco lo suficientemente descuidado por defecto, así que marco la línea entre lo que permito y lo que estoy dispuesto a tolerar casualmente.

Él asiente y ambos bebemos de nuestra bebida. Se le nota muchísimo menos tenso, aunque el aura a su alrededor brilla como una aureola de rojo y dorado que proviene de su olor corporal. Cachondo. Alegre. Atento. Son las tres emociones que reconozco debido a una vaga descripción que leí en los libro de mi padres para, cuando fuera más mayor, pudiera reconocerlos y ser un "Omega mucho más especial para mi futura pareja".

—Tampoco es que te haya visto rodado de lobos... —murmura.

—Ahora mismo estoy rodeado de ellos en una taberna apestosa. —Hay cierto toque malintencionado en mis palabras, pero obviamente él ni siquiera repara en el detalle en sí.

Ian se queda en silencio, observándome con atención como si mi sola presencia fuera más relevante que todo lo demás. La bebida, la música baja de fondo, las conversaciones ajenas a nosotros, los camareros moviéndose, los Omegas moviendo ficha con los lobos para llevárselos escaleras arriba tras pagar una habitación —detalle que yo no tenía ni idea hasta que lo escuché de casualidad—, los olores entre mezclados... pero al mismo tiempo se le ve... ¿aprehensivo quizás?

—¿Me temes? —Eso es lo que le pregunto, lo cual sonaría irónico si le preguntarás a cualquier lobo. La mayoría te diría que no, y después se reirían, porque te ven como poca cosa.

—A veces... me hacer sentir pequeño, Glass.

—Irónico, porque literalmente me duplicas la altura y triplicas mi peso, lo cual es bastante.

—Hay algo en ti que, cuando te quedas tan serio, me hace sentir como que cualquier error puede desencadenar algo fatal —lo dice bajando la mirada hasta su bebida, la cual acaricia con sus dedos. Yo creo que está exagerando—. No sé si mis intentos por hacerte sentir cómodo o feliz sirven, porque siempre pareces enfadado, triste o distante... pero me gusta intentarlo.

Suspiro y termino por fin mi bebida. Definitivamente no valgo para bebidas demasiado dulces, porque luego siento la lengua empalagosa.

—¿Qué tal si dejas a un lado ese cliché de chico grande y tonto, que nada le sale bien? —espeto directamente apoyando mi codo en la mesa y mi cabeza otra vez en mi mano. Él me mira—. Ahora mismo no te sientes apenado ni avergonzado, ya que tu olor no me transmite eso.

—¿Pu... puedes leer el olor de los lobos?

—Puedo —aseguro, mirándolo fijamente. Además, su cuerpo no está expresando vergüenza desde que comenzamos a beber, mucho menos cuando se transformó en una cotorra—. ¿Vas a decirme ahora que eso te hace sentir avergonzado?

Se lo piensa por un momento.

—N-no.

—Eso pensé —bufo por la obviedad, ya que mentirme a la cara le hubiera salido caro al día siguiente—. Apestas a lobo cachondo, tus mejillas están tan rojas que parecen que están sangrando, tienes los ojos brillosos como una pecera pulida... —Conforme lo voy diciendo, él se lleva las manos a las mejillas para intentar ocultársela, pero es que es todo demasiado obvio. No me ha dado una respuesta verbal, pero físicamente él está muriéndose de ganas por acostarse conmigo, incluso cuando le trato como un trato en momento puntuales—. Aunque te los tapes, tu olor sigue dándome la información.

Se las quita de encima, y bebe parte de la bebida que deja un aire seco y cargado al mismo tiempo cada vez que habla. Más razones para no beber alcohol, ya que el aliento se siente raro.

—Lo siento por ser tan obvio...

—Es irónico que, siendo tan grande y ancho como lo eres tú, siempre te estés disculpando todo el raro como si tuvieras la culpa de mostrar cada pequeña emoción. —Opino, y es una verdad tan grande como un templo. Odio que Ian parezca tan inútil, como si lamentara su propia existencia al mundo—. ¿Acaso no tienes un poco de amor propio o qué? ¿Por qué tienes que disculparte todo el rato?

—Lo sie...

—Como te escuche decir "lo siento" otra vez, cuando no sea necesario, voy a ir allá y te daré una bofetada para enseñarte que regalar disculpas y gracias es peor que ser ingrato y falso —arrojo sin ningún reparo en verle sentir un poco afectado por mi tono cortante—. Así que te doy dos opciones ahora mismo: Termina tu bebida y vamos a dar un paseo para que se te baje un poco esa mierda y duermas en el hotel; o termina tu bebida y sigue por las escaleras.

—¿Qué hay en las escaleras?

Lo miro con una expresión seria, bastante a decir verdad, y creo que entiende que la pregunta es tan innecesaria que lo primero que hace es beber la otra mitad del vaso hasta sentir el ardor del alcohol bajar por su garganta. 

Él asiente como dándome la señal de que ya ha terminado, pero sigue sin darme una respuesta verbal.

—Qué opción, Ian —le insisto.

—E-escaleras, por favor... —murmura, a lo que yo asiento.

Soy el primero que se levanta del asiento, caminando hacia donde está el viendo que me acerco hasta su posición, hasta que le tomo de la camisa y le obligo a bajar para susurrarle:

—Ni creas por un segundo que tú vas a mandar esta noche, palmera estúpida —aprieto los dientes para parecer más fiero, observando que su mirada se obscurece en un obscuro y lascivo deseo que no me transmite con palabras pero sí en su aroma, el cual ahora se aprecia más caliente—. Y no vas a dormir hasta que yo lo diga. ¿Te ha quedado claro?

—Sí.

—Di "Sí, señor" —ordeno, pero como él sonríe se lleva una bofetada que le hace relamerse—. Dilo ahora mismo, o te aplastaré las pelotas ahora mismo hasta que lo digas frente a todas estas personas apestosas y borrachas, las cuales se reirán porque te hace decirlo alto para avergonzarte.

Traga saliva. La gruesa nuez de él se mueve dos veces, hasta que se tensa un poco y susurra en un tono bajo y confidencial:

—Sí, señor.

—Ahora levántate y sígueme, porque no voy a perder tiempo en tomarte de la manita como si fueras un cachorro inútil —le informo, soltándolo para así darme la vuelta y caminar en dirección a las escaleras.

Siento la mirada depredadora de Ian en mi espalda, seguido de sus pasos pesados y algo torpes conforme me sigue hacia donde he ordenado. No importa que la subida esté iluminada solo por una tenue luz rojiza en hileras, que el pasillito ascendente apeste a sexo y alcohol, que haya gente gimiendo y gruñendo palabras obscenas... sino lo importante es dejarle claro a este perro que yo no voy a ser un Omega blandito y modosito. Crecí con tres hermanos lobos, y sé bien cómo se comportan ellos cuando quieren demostrar su posición de poder contra otros, aunque obviamente jamás podré igualarles en fuerza o en la fuerza de su aroma para potenciar declaraciones no-verbales.

Al llegar a la puerta que tiene el cartel de "libre" en la puerta, volteo y tomo Ian  de la mano para empujarlo contra la puerta que todavía está cerrada. 

—Arrodíllate.

Él lo hace, dejando nuestras cabezas más o menos a la misma altura, y le tomo del mentón con la barba rojiza que pica un poco entre mis dedos. Esto es emocionante. 

—Si me desobedeces en todo lo que te diga ahí dentro, te castigaré de maneras que yo crea conveniente. ¿Ha quedado claro?

—Sí.

Mi mano vuela rápidamente hasta su cara, aventándole una bofetada por haber cometido el primer error cuando recién acabamos de empezar. A Ian ni le duele, como mucho le habrá picado, y por verle morderle el labio sé que le ha gustado.

—Respuesta incorrecta, cachorro —gruño, clavándole primero las uñas en su zona y de seguido la punta de mi pille y la polla dura que se remarca obscenamente en sus pantalones. Él expresa un jadeo ronco—. ¿Sí, qué, trozo de mierda?

—Sí... Señor...

Aprieto un poco más el pie, viéndole inclinarse hacia adelante, por lo que le susurro a la altura del oído:

—Abriré la puerta, me subiré a tu espalda, y gatearás hasta la cama como el perro que eres porque yo ahora mismo tengo el control —le informo, dando por hecho que eso es lo que hará—. Así que... si eres bueno y obediente, te premiaré; pero, si cometes más errores, ni siquiera te podrás hacer una paja porque te obligaré a correrte con solo usar mi zapato. ¿Lo comprender, perro idiota?

Su respuesta es ponerse a cuatro patas, frente a la puerta, y es entonces cuando sé que esta noche va a ser frustrante y caliente.

Continue Reading

You'll Also Like

13.1K 3K 18
narra tn reencarne en crepΓΊsculo y para colmo en Isabella swan . dios me odias ? pero no importa yo no estarΓ© atrΓ‘s de un hombre que se da aires de...
6.1K 234 29
para saber mΓ‘s vas a tener que leer (+18)...
138K 5.9K 48
Isabella odia el lazo de Mates. Cree que por esa tonterΓ­a perdiΓ³ al amor de su vida. Nicolas Ross. Ha estado enamorada de Γ©l desde que tiene memoria...
1.9M 96.8K 86
- Yo, Logan Carter, alfa de la manada Luna Creciente, te rechazo a ti, Emma Parker, de la manada Luna Creciente -. PodΓ­a sentir como se me rompΓ­a el...