Leave the kiss for later [SKK]

Autorstwa LeoLunna

102K 9.9K 21.1K

Cuando Dazai se marchó de Yokohama, rompiendo su relación con Chuuya y dejando sin leer el poema que le escri... Więcej

01. Dear first love...
I: Leave the kiss for later
II: But I wonder where were you?
III: Lonely street
IV: Contradictory words
V: Call me
VI: As it was
VII: Bad idea
VIII: Two fools
IX: Bother you
X: Step by step
XI: I wanna be yours
XII: Set fire to the rain
XIII: When the party's over
XIV: I can't handle change
XV: You're not sorry
XVI: Brotherhood
XVII: I'm a broken rose
XVIII: Stop, don't be so kind
XIX: Lost on you
XX: The night we met
XXI: Got the music in you
XXII: Close the book, turn on the music
XXIII: I know now, this is who I really am
XXIV: Autumn leaves on my skin
XXV: You were looking at me
02. I wrote this for you
I: You hear me?
II: Patience
III: Stop thinking
IV: Bittersweet symphony
V: Could it be easy this once?
VI: Tell me why
VII: Somebody that I used to know
VIII: All you had to do was stay
IX: The ending always stays the same
X: Turn around and make it alright
XI: Go that way
XIII: Sit down beside me
XIV: I'm never gonna leave you
XV: It doesn't hurt me
XVI: Another love
XVII: Hold On
XVIII: Are you ready to love?
XIX: The world keeps on turning
XX: You look perfect

XII: The only exception

1.9K 208 537
Autorstwa LeoLunna

Ni él ni Ango tenían mucho tiempo durante la semana, así que en cuanto el mayor le comentó que había regresado a Kyoto el sábado por la noche y le preguntó si es que podían verse, acordaron reunirse al día siguiente en la cafetería de siempre.

Por suerte, su encuentro con Fitzgerald lo distrajo lo suficiente como para alejarlo de la bebida y salvarlo del sufrimiento posterior. De todas formas, aunque no sentía malestar, la ansiedad le carcomía las entrañas.

Fitzgerald lo convenció para entregarle el número de Ryuu, ya que quería hablar con el chico personalmente, ¿y quién era Chuuya para negarse a darle su teléfono? Era una buena oportunidad, no solo para Black Ocean, sino también para su guitarrista.

Muchas veces se cuestionó por qué Ryuu estaba estudiando literatura, cuando claramente debería estar dedicándose a solo componer música, o ya ser parte de una banda consolidada que poseyera un contrato con un sello discográfico...

Pero se engañaba a sí mismo, sabía la respuesta.

Cada una de las decisiones que Akutagawa tomó a lo largo de su vida, las hizo pensando en cómo acomodar a Gin en cada paso. Como mantenerla a su lado, como cuidar de ella, como hacerla feliz. Si a Gin no le gustaba algo, entonces a él tampoco. Si ella pensaba que era una mala idea, entonces él estaba de acuerdo. Si Gin pensaba que Ryuunosuke debería hacer algo, entonces él lo haría, sin discutir, sin excepciones.

Pero salir con Atsushi fue su excepción, lo único que decidió sin pensar en nadie más que él mismo.

De todas formas estaba orgulloso de él, pensó Chuuya, entrando a la cafetería a las diez de la mañana. Ya era hora de que alguien importante viera el potencial en el chico, y no le importaba si la propuesta de Fitzgerald era solo para Ryuu y no para la banda. Gin, Tachihara y Kajii ya tenían sus propias metas ya fuese con o sin la música. El único que se sentía aún a la deriva, era él.

¿Era la música lo que quería? ¿Quedarse en Kyoto? ¿Volver a Francia con Paul y Arthur? ¿Empezar de cero con todo y todos? Aún no lo sabía. Aún lo estaba descubriendo.

―Perdona la demora ― le dijo alguien, y al levantar la mirada, Ango le dio una sonrisa de disculpa, como si hubiera hecho a Chuuya esperar demasiado tiempo―. ¿Entremos?

Ni Atsushi ni esa amiga suya trabajaban los fines de semana. Los empleados detrás de la barra eran desconocidos para ellos. Intercambiaron un solo saludo formal, compraron sus bebidas, y se dirigieron a su mesa de siempre. Aquella en un rincón, lejos de las ventanas y de la gente.

Ango comenzó a hablar inmediatamente, preguntándole sobre su día y formalidades mínimas. Chuuya le comentó sobre su reunión con Fitzgerald, y el hombre pareció genuinamente feliz por esa insegura oportunidad. Murmuró que había escuchado la noche anterior un par de canciones de su banda y expresó su deseo de querer verlos en vivo.

Saber que Ango quería escucharlo cantar le hizo sentir... bien. No era la primera persona que lo expresaba, pero mientras más escuchaba ese comentario, mejor y más seguro se sentía. Y tal vez era su ego hablando, pero saber que más gente quería seguir escuchándole le hizo sentir emocionado. El sentimiento era completamente diferente a lo que sentía cuando escribía poemas. Nunca quiso compartirlos con el mundo aunque soñó con publicar, y después de que Kouyou se marchó, comenzó a ocultar cada verso. Nadie quiso leerlo, excepto Dazai...

Dazai. Si Black Ocean volviera a presentarse, ¿él moreno estaría ahí? Le dijo que quería escucharlo cantar, y jamás faltó a ninguna de sus presentaciones, incluso si no estaban hablando, incluso si se hacían daño, escucharlo cantar era su única excepción y decidía ignorar el dolor.

Chuuya supuso que su rostro fácilmente reflejó lo que estaba pensando, puesto que la expresión en Ango decayó un poco. Lo miró con una sonrisa suave, casi dolorosa, que el pelirrojo no observó. Estaba pensando en relatos, pensando en volver a leer a cierto escritor.

―Te dije que fui a Osaka, ¿no? ―mencionó, atrayendo la atención de Chuuya. El pelirrojo asintió, y cuando Ango mencionó cierto nombre, se esforzó por mantener el rostro sereno―. Dazai estaba ahí.

―Lo sé, me lo dijiste.

Ango asintió, sin saber que otro movimiento hacer. Tomó su taza de café y se la llevó a los labios, pero antes de sorber la amarga bebida, bajó la porcelana y observando la oscuridad en la taza, aquel del tono de color del cabello de cierto hombre, encontró sus palabras.

―Hablamos un poco. No sabía que tú y él se conocían tanto. Bueno, sabía que se conocieron en Yokohama, pero no que ustedes fueron....

―¿Novios? ―completó. Ango no dijo nada. Chuuya suspiró, cansado de tener que explicar la misma historia una y otra vez―. Sí, lo fuimos, salimos cuando estábamos en la secundaria. ¿Nunca te lo dijo?

―Él y yo no somos precisamente amigos ―le recordó, intentando sonreír, pero tan solo pudo entregar una resignada mueca―, y supongo que ya estás un poco cansado de que todos te pregunten lo mismo, ¿no?

Chuuya asintió, sintiéndose aliviado de que Ango no quisiera saber más.

―Es una larga historia, mucho que explicar...

―Está bien, entiendo, no pediré detalles, pero ¿puedo preguntar algo? ―Aunque dudaba, Chuuya asintió. Las palabras de Ango demoraron en llegar, tambaleantes, pero al mismo tiempo seguras y necesitadas de respuesta―. Aún... ¿Aún sientes algo por él?

Había esperado esa pregunta, pero eso no evitó que sintiera sorpresa. ¿Qué debería decirle? ¿Debería decirle que pensó que superó al chico que lo dejó años atrás, pero que realmente quedó en él un poco de temor que floreció con el hombre que ahora decía quererlo otra vez? ¿O tal vez que, a pesar de todo, en el fondo no quería estar lejos de Dazai?

Que estaba enojado porque el moreno no hizo el esfuerzo por acercarse después de su discusión, incluso si se escuchaba como una hipocresía. O que acababa de darse cuenta de lo mucho que quería seguir leyendo sus relatos, y ver a esa persona en la cual se convirtió, la misma que decía quererlo...

―Depende de a qué te refieres con "sentir" ―respondió lentamente, con la mirada baja―. Nuestra relación es... rara, ¿sí? Es un tira y afloja constante, y ahora mismo no sé que somos, o si llegaremos a ser algo más que conocidos.

―Pero, ¿tú qué quieres?

Aún se sentía extraño que le preguntaran sobre sus propios deseos. Estuvo tan acostumbrado a pensar en los demás más que en sí mismo hasta que Paul y Arthur llegaron a su vida, que a veces seguía sintiendo que todo el mundo podía escoger lo que quería, excepto él.

Y la única respuesta, un poco tambaleante e indecisa, era que quería cantar. Quería cantar, para ellos, para él, y leer un poco más, hasta olvidar todo lo que estaba a su alrededor.

Pero guardó esas palabras, sin estar seguro de que pudiera tocar esos deseos.

―No lo sé ―confesó en su lugar―. Aún estoy descubriendo que quiero, y sé que es una respuesta de mierda, pero es todo lo que tengo ahora.

Y aunque no le complacía lo que escuchaba, Ango le sonrió. Esa respuesta no era un sí o un no a sus esperanzas, así que pensó que podría tener una oportunidad, incluso si esta era pequeña y duraba tan solo un parpadeo.

Estaba cansado de no ir por aquello que quería y dejar que la vida pasara frente a sus ojos. Estaba cansado de siempre pensar primero en otros antes que en él mismo. Así que tragándose la duda y el nerviosismo, estiró su mano hacia la ajena. Rozó los dedos de Chuuya y se mantuvo firme cuando el pelirrojo se exaltó. Pareció a punto de alejarse, pero así como él, se quedó quieto y le devolvió la mirada; un poco confundida, un poco asustada.

―Sé que es un poco precipitado, pero me pregunto si mientras descubres que quieres, yo podría convertirme en parte de eso ―murmuró, y riendo por lo bajo, tal vez de sí mismo o como una reacción nerviosa, agregó―: Estoy un poco cansado de pensar tanto en lo que hago y no te mentiré, eres interesante, diferente a toda la gente que he conocido y quiero conocerte más, sea en el sentido que sea...

Chuuya no respondió. Incluso si no lo conocía mucho, era raro verlo sin palabras. Se preguntó, tan solo por un segundo, como si fuese una estrella fugaz, si Dazai también llegó a ver esos momentos de él; cuando la coraza a su alrededor se tambaleaba, sus ojos azules reflejaban la joven edad que poseía y se veía vulnerable, sin saber si lo que escuchaba era real.

―Quiero conocerte más ―repitió Ango―. Y sé que tienes tus dudas, pero ¿podrías hacer una excepción conmigo? ¿Podrías darme una oportunidad para...?

―¿Y si no resulta como quieres? ―interrumpió Chuuya, antes de poder escuchar más―. Y si no soy bueno para ti, entonces ¿qué?

¿Vas a odiarme después? Preguntó en silencio, saboreando las palabras, pero sin mencionarlas. ¿Vas a odiarme? Porque nos sabotearé, porque estoy asustado de las relaciones, porque temo querer demasiado a alguien que después voy a perder o recibir ese "te amo" que jamás escuché...

―Entonces me quedo con los recuerdos ―respondió Ango, sacando fácilmente a Chuuya de entre la duda y luego, con una risita contagiosa, se disculpó―. Lo siento, eso es un poco cursi, ¿no?

―Sí, un poco ―respondió, pero antes de que su sonrisa se extendiera o que se acostumbrara al calor del otro sobre su mano, retrocedió. No podía evitarlo, incluso si en el fondo quería intentarlo―, pero yo, ahora mismo, realmente no quiero una relación...

―Está bien. No esperaba que nos moviéramos rápido, solo quiero que podamos conocernos. Salir un poco, conversar más, como amigos. ¿Estás bien con eso? Y si al final no sientes nada por mí, lo aceptaré. Sin rencores.

Había escuchado esa misma frase más de una vez. Siempre prometían paciencia y comprensión, siempre jurando que no le guardarían rencor, pero cuando sus inseguridades salían a flote y ya no podía más, en vez de quedarse a su lado e intentar ayudarlo, esos mismos hombres fueron los primeros en odiarlo. De todas formas, nunca esperó ayuda de nadie para superar sus conflictos, era más fácil dar un paso al costado.

Pero Ango era diferente, pensó. Diferente a cada hombre que conoció. Y lo había dicho, ¿no? Si no funcionaba, se quedaría con los buenos recuerdos. Era todo lo que podía obtener, y por primera vez en mucho tiempo, quedarse tan solo con los momentos si nada resultaba como esperaba, no se escuchaba tan mal.

Entonces, el recuerdo del dolor fue empujado a un lado por buenos momentos. Fugazmente pasó por su memoria la imagen de ese viejo poemario que perdió hace mucho tiempo y que Kouyou le regaló, y aquellas lejanas mañanas de secundaria, cuando desayunaba en el salón junto a Dazai.

Y sí nada resultaba como Ango quería, al menos ambos se quedarían con el recuerdo de esa tarde. Cuando se sintió bien, cuando incluso la incertidumbre era suficiente. Y no pudo evitar sonreírle, aceptar silenciosamente que podían intentarlo. Solo conocerse más, salir y hablar, sin compromiso y sin rencores. Si llegaban a ser algo bien, pero si solo lograban ser amigos, bien también.

Se quedó con Ango en el local por un rato más. Dejaron aquel tema a un lado y platicaron sobre cualquier otra cosa. El mayor le mencionó sobre un departamento libre que creía sería del gusto de su hermano y cuñado, y le dio la información de contacto del arrendador. El lugar cumplía con las especificaciones que Paul le entregó: ni muy amplio ni muy pequeño, con áreas verdes a su alrededor para que Arthur pudiera pasear a Guivre durante las tardes y relajarse, pero que la calle principal llevara rápidamente a las principales tiendas y hospitales de Kyoto, y que no fuera demasiado transitada por otros vehículos en caso de una emergencia.

Fue difícil encontrar un lugar con esas exigencias tan específicas, puesto que los departamentos que cumplían con los requisitos eran costosos, pero Chuuya le aseguró que no necesitaba preocuparse por el dinero. Arthur tenía una gran herencia a su nombre, y volvió a lamentar, en broma, que su plan para separarlo de su hermano y convencerlo de casarse con él aún no hubiera funcionado.

De todas formas, aseguró que Arthur y Guivre lo querían más a él que a Paul, y mientras el pelirrojo hablaba con emoción sobre su familia, Ango se permitió observar el brillo en sus ojos, la sonrisa tranquila y suave que a veces aparecía por sobre esa confianza desbordante casi constante, y cada uno de sus colores que iluminaban las paredes blanquecinas a su alrededor.

Sí, podía ver por qué Dazai se enamoró de él otra vez, y deseó, por primera vez en su vida, ser escogido.

―Ya tengo que irme ―le dijo Chuuya casi una hora después―. Iré a molestar a mi guitarrista, estoy seguro de que Fitzgerald lo llamó a primera hora.

―Tienes mucha confianza en eso, ¿no?

―Por supuesto, Ryuu es un guitarrista y compositor increíble ―defendió con orgullo―. Solo un idiota perdería la oportunidad de ofrecerle una buena oferta.

―Y a ti también ―comentó Ango. Por un momento, Chuuya se quedó sin palabras, tan solo observando la expresión serena y la sonrisa suave en el otro―. Eres un cantante increíble.

Sin poder evitarlo, sonrió, y luego con una sonrisa un tanto engreída, agregó:

―Y eso que no me has escuchado cantar en vivo.

―Ya lo haré ―aseguró Ango―. Sé que será increíble.

Sentir su apoyo y deseo de escucharle era agradable, pero no le hacía emocionar como cuando veía a Dazai entre la multitud.

Al despedirse, Chuuya no estaba seguro de qué hacer. ¿Un movimiento de mano estaría bien? ¿Solo una palabra o algo más? No lo sabía, pero no necesitó decidir. Ango notó su duda, y no lo recriminó por no saber cómo actuar. Le palmeó el hombro suavemente, murmurando que se marcharía primero, que podían hablar después y acordar otro día para verse. Luego de eso, caminó en sentido contrario al pelirrojo, dejándolo atrás con un sentimiento de calma.

Así era mejor, pensó, dándose la vuelta y siguiendo su propio camino. No estaba listo para nada sentimental en ese momento, no sabía qué quería de Ango más que una tranquila plática.

Olvidando cada propuesta y la persona con la cual aún no se reencontraba, prefirió concentrarse en la información que necesitaba.

El camino al departamento de Ryuu y Gin fue corto, sin mucho tránsito ya que era domingo. Sabía que ambos hermanos estaban en casa, era raro que salieran un domingo a menos que fuese necesario. Siendo ambos introvertidos, preferían encerrarse y alejarse del mundo, antes de volver a enfrentarlo el lunes por la mañana.

Por suerte, Chuuya no estaba dentro de ese listado al cual querían evitar, así que cuando Gin abrió la puerta para él, la chica no parecía sorprendida de verlo ahí.

―No dijiste que ibas a venir ―le comentó, dejándole pasar.

―¿Ryuu no te lo dijo?

―Ryuu no me dice muchas cosas ―respondió, casi como un reclamo infantil y herido―. En fin, ¿vienes por él o por mí?

―Por ambos, me voy a quedar a almorzar. Es más, yo cocinaré, así que no quiero a ninguno de ustedes en la cocina ―amenazó―. ¿Y tu hermano?

―Orando como cada mañana.

Y por "orar" se refería a que estaba practicando con la guitarra. Chuuya suspiró. Tomaba tiempo hacer que el chico dejara la guitarra a un lado, y si la tenía entre manos, difícilmente le hablaría sobre la propuesta de Fitzgerald.

Le murmuró a Gin que iría a quitarle la guitarra a Ryuu. La chica se alzó de hombros, volviendo al sofá frente al televisor donde una serie se estaba reproduciendo. Su actitud fácilmente le transmitió que algo había sucedido entre ella y Ryuu, y Chuuya no pudo volver a suspirar con cansancio. Ah, les quitaba la vista de encima un día y esos dos se peleaban, lo que era raro, así que había otra información que necesitaba arrancar de los labios del chico.

Yendo hacia la habitación del pelinegro, ya desde el pasillo podía escuchar los acordes de una canción que conocía, pero no estaba seguro de cuál era. Sin embargo, mientras más se acercaba y la música se volvía más clara a sus oídos, reconoció el ritmo, el nombre, casi en el segundo coro, y la letra de esta vino a su cabeza.

En ese momento, entrar cantando al cuarto de Ryuu fue una broma. No pensó en la letra de la canción, no pensó en lo que significaba para él, tan solo quiso molestar al chico por estar tan enamorado.

Maybe I know somewhere deep in my soul

That love never lasts

And we've got to find other ways to make it alone

Or keep a straight face

Sentado en la cama con la guitarra entre los brazos y sin dejar de tocar sus cuerdas, Ryuu le devolvió la mirada. Chuuya avanzó hacia él, cerrando la puerta y sin dejar de cantar. Dejando las bromas para después, se sentó a su lado en la cama y su voz armonizó con el sonido de la guitarra.

And I've always lived like this

Keeping a comfortable distance

And up until now I had sworn to myself that I'm content

With loneliness

Because none of it was ever worth the risk

Apoyando la espalda contra la ajena, permitiendo al chico imaginarse estar solo mientras tocaba esa canción para una sola persona, Chuuya miró el techo de la habitación. Repitió los mismos versos una y otra vez, a un ritmo perfecto, casi como si fuese un mantra o una verdad indudable.

Well, you are the only exception

You are the only exception

You are the only exception

You are the only exception

Cerró los ojos por un momento, mientras su voz bajaba y la guitarra lentamente dejaba de tocar, y cuando dio la última frase, a su mente solo llegó un rostro. El sentimiento que le invadió al imaginar esos ojos, ese color de cabello y esa sonrisa tranquila a la cual se había acostumbrado, le asustó e hizo a su corazón tambalear por igual.

No quiso enfrentar sus sentimientos, era demasiado para ese momento, así que se apoyó un poco más contra el chico a su espalda, obligándolo a encorvarse para sostener su peso.

―Estás tan enamorado de Atsushi que es asqueroso ―bromeó, fingiendo una arcada―. En serio, Ryuu, ¿"The only exception"? ¿Puedes no ser tan cursi?

―¿Puedes callarte?

―No, me gusta el sonido de mi propia voz ―se burló, riendo del quejido molesto que el otro soltó―, pero es lindo escucharte tocar canciones de amor. Ni siquiera por Higuchi lo hiciste...

―No me hables de ella ―interrumpió, más enojado de lo que Chuuya esperaba―. Y te informo que voy a asesinar a Tachihara.

Ah, mierda, había estado esperando ese momento. ¿Ryuu se enteró de que Tachihara estaba enamorado de su hermana? ¿Por eso Gin estaba molesta? ¿Por qué correspondía a su bajista? Demonios, eso se estaba volviendo interesante, pero tampoco podía asegurar nada, así que decidió jugar el papel de idiota.

―¿Por qué? ¿Qué te hizo Tachihara además de ofrecerte dulces que luego le lanzas a la cara?

―¿Sabes que Gin tiene un trabajo de modelo, y que tanto Tachihara como Higuchi la estaban ayudando a esconderme ese detalle? ―preguntó, y antes de que el pelirrojo pudiera responderle, agregó ―: ¿Sabes que tu hermana la contrató?

―¿Kouyou hizo qué...? ―Ah, genial, ahora tendría que hablar con ella, aunque le daba la razón. Gin sin duda era perfecta para ser modelo, pero su cabeza decidió dejar de lado ese detalle para concentrarse en otro más importante. Y entrecerrando los ojos con sospecha, cuestionó―. Espera un momento, ¿cómo te enteraste? ¿La seguiste?

El chico no respondió. Intentó volver a tocar la guitarra, pero el pelirrojo fue más rápido y se la quitó de entre las manos. Casi parecía un cachorro pateado cuando su instrumento estaba lejos de su alcance, pero no se iba a doblegar. Necesitaba toda la historia, eso cada vez se ponía mejor.

Y era un poco cruel utilizar el afecto que el chico sentía por él, pero no tenía otra opción que la amenaza.

―Akutagawa Ryuunosuke.

―Gin estaba en una sesión fotográfica en el parque Kameyama-koen ―confesó al fin, y luego, desviando la mirada, con un gesto avergonzado que nunca vio en él, agregó por lo bajo―: Y yo estaba ahí... en una cita con Atsushi.

Sí, necesitaba comenzar a vigilarlos más. Todo lo interesante sucedía cuando él no estaba con ellos.

―Por eso Gin está molesta ―suspiró, y luego le regañó―. Te dije que se lo dijeras, idiota.

―Gin lo odia ―justificó, desviando la mirada otra vez―. Y yo, realmente, no sabría qué hacer si ella me pide que lo deje...

Porque no quería eso, entendió Chuuya. Ryuunosuke haría cualquier cosa que Gin le pidiera, pero Atsushi era la excepción.

Y por un segundo, se preguntó qué persona era su excepción.

―Gin no lo odia ―murmuró Chuuya―. No creo que lo haga, solo desconfía de él porque, bueno, es difícil no hacerlo con todo lo que ocurrió.

―Tú no desconfías de él.

―Porque sé que el chico estaba feliz de solo ser amigo tuyo cuando salías con Higuchi ―explicó y luego señaló acusadoramente, pero también con orgullo―: Y lo besaste primero, te crié para dar el primer paso, aunque no para engañar a tu exnovia.

―No eres nadie para juzgarme.

―Sí, porque soy tu hermano mayor ―se defendió―. Y al mismo tiempo no, porque fui el amante muchas veces, pero ese no es el punto.

El punto era que podía decirle a Ryuu lo que Tachihara sentía por Gin, pero necesitaban al chico en la banda, así que era mejor esperar. Prefirió defenderlo, y también a Higuchi.

Le recordó que la rubia y Gin en algún momento se convirtieron en buenas amigas, y era natural de que quisiera que Higuchi la acompañara en un trabajo tan expuesto. Por otra parte, debería sentirse agradecido de Tachihara. Tal vez se lo ocultó, pero estuvo cuidando de Gin en cada momento, ¿no? Y eso debía ser suficiente para Ryuu, incluso si estaba enojado con su hermana por no decirle nada.

Al final, su discusión no se debía al trabajo que Gin tenía o la relación de Ryuu con Atsushi, sino a la confianza. Lo que les dolía a ambos, era que el otro no le confiara algo tan importante para sus vidas.

―Estoy seguro de que te lo dijo, ¿no? Te lo ocultó porque tú también le ocultas cosas.

―Lo hago para cuidarla.

―Ya no tiene cinco años, Ryuu, ni están en Yokohama ―le recordó, levantándose de la cama para salir de la habitación―. Deberías confiar un poco más en ella, estoy seguro de que eso es todo lo que quiere. Ven, voy a cocinar, y quiero saber si recibiste una llamada importante esta mañana.

Aquella mención hizo que los iris grisáceos del chico brillaran. Oh, sí, recibió la llamada, y ya sabía que ese contacto era gracias a Chuuya.

Cuando el pelirrojo salió del cuarto, el chico le siguió poco después sin la guitarra entre las manos. Él y Gin intercambiaron una mirada molesta, y luego cada uno giró la cabeza a otro lado. Ah, genial, su discusión tuvo que haber dañado el orgullo de ambos y ahora ninguno quería ceder.

Entró a la cocina fingiendo no notar la molestia en ellos, y mientras tomaba distintos utensilios, sabiendo perfectamente donde se guardaba cada uno, casualmente decidió preguntar en una voz suficientemente alta para que Gin también escuchara.

―Entonces, Ryuu, ¿recibiste una llamada de Fitzgerald?

―¿Qué? ―balbuceó Gin, y la mirada enfurecida que pocas veces afloraba en ella, se dirigió hacia su hermano. El pelinegro se tensó, no acostumbrado a ser el blanco de la ira de la menor―. ¿Te llamó un productor musical de Guild Records y no me lo dijiste?

―¡Estás enojada conmigo!

―¡Eso no significa que no quiera saber si ocurre algo importante en tu vida!

Esa recriminación pareció tocar un punto doloroso en Ryuunosuke. Seguramente, la misma frase apareció en su primera discusión, y que Gin la repitiera hizo sentir al pelinegro como un mal hermano, como si le hubiese fallado. Y al mismo tiempo, Gin también parecía herida, como si no quisiera echarle en cara ese detalle, pero ya sin saber cómo comunicar su preocupación y deseo de que confiara un poco más en ella.

Era doloroso ver el profundo amor fraternal entre los dos, y aquel adolescente que dormía en el fondo de su consciencia, ese que escribía poemas y extrañaba a su hermana mayor, los envidió.

―Niños, niños, no peleen, los dos tienen razón ―comentó Chuuya. Se alejó de la cocina e ignorando la sorpresa de ambos, los empujó hacia el sofá―. Tómense de las manos y pídanle disculpas al otro.

―¡Pero...! ―Intentaron reclamar al mismo tiempo, pero ante la mirada amenazante del pelirrojo, callaron.

―Tómense de las manos ―ordenó, y sonrió complacido cuando Ryuu buscó la mano de su hermana sin dudarlo más. Por supuesto que daría el primer paso, era el hermano mayor―. Ahora siéntense y hablen.

Ambos con la misma expresión terca, lo hicieron. No miraron al otro mientras se sentaban, pero tampoco se soltaron de la mano. Chuuya se quedó de pie frente a ellos, con los brazos cruzados y vigilándolos, esperando que alguno de los dos comenzara a hablar. Si tenía que tenerlos ahí todo el día, lo haría, pero sabía que su lazo era más fuerte que su enfado.

―No necesitas ese trabajo―murmuró el pelinegro, rompiendo el silencio―, puedo hacerme cargo de ambos y lo sabes.

―¿Qué vas a hacer? ¿Tomar un trabajo de noche?

―Podría hacerlo.

―Claro, y luego dormir solo tres horas al día como cuando vivíamos en Yokohama ―le recriminó. Y luego, con una voz mucho más suave, le recordó―: Ya no tengo cinco años, Ryuu, no necesitas hacerte cargo de todo tú solo. También puedo apoyarte.

―Pero...

―¿No confías en mí?

El pelinegro no respondió. Casi pareció ofendido de que Gin insinuara eso, pero al mirarla de frente y ver la duda en sus ojos, ese miedo de que no confiara en ella, hizo que el enfado en él desapareciera. Su mirada se volvió suave y lentamente asintió.

―Lo hago ―aseguró―. Solo quiero que estés bien.

―Solo quieres mimarme ―le recordó, riendo suavemente. Luego, con un tono más serio y decidido, agregó―: Me gusta ese trabajo, Ryuu. No es complicado y la ropa que hace la hermana de Chuuya es bonita. Nos ayudará a nosotros y también a la banda.

El chico asintió. No parecía contento con esa decisión suya, pero decidió no volver a cuestionarla como lo hizo la noche anterior, cuando ambos regresaron al departamento enojados.

La mano de Gin seguía entre la suya, así que la apretó un poco más. Seguía siendo tan pequeña, y le hizo recordar esas noches de su infancia en Yokohama, cuando se encerraban en el cuarto que compartían y la tomaba de la mano para calmarla, mientras esperaban que sus padres dejaran de discutir en la sala.

Recordaba que en esa época no quería nada más que hacer que los adultos se callaran para que su hermana pequeña pudiera dormir. Y haría cualquier cosa por ella, incluso si eso significaba volver a Yokohama y al mismo lugar del cual salieron con tal de tenerla a su lado, pero tenía una única excepción y esperaba que Gin pudiera entenderlo.

―Sabes que hay pocas cosas que he querido realmente ―murmuró, apretando la mano pequeña otra vez―. Quería que estuvieras bien, quería que viviéramos lejos de Yokohama y que tuviéramos juntos una banda... Y él también está en esa lista.

Gin asintió. Lo entendía, y si era tan importante para su hermano, no iba a pedirle que lo dejara. Había perdido un poco de confianza en el albino después de todo lo que ocurrió entre él, Ryuunosuke y Higuchi; aunque sabía que el chico no fue el único culpable, y que todo no fue más que el cúmulo de muchas cosas, no podía evitar estar a la defensiva.

Tal vez ella también era un poco sobreprotectora con su hermano, tampoco confiaba en Higuchi al principio.

Bien, lo aceptaría. Si Ryuu estaba bien, entonces Gin también, y Atsushi realmente sabía como ganar puntos con ella. No pasó por alto la mirada de absoluta admiración que el chico le dirigía a su hermano cuando estaba sobre el escenario: como si fuese la estrella más brillante reflejada en ese oscuro mar, y reconociera todo el esfuerzo y talento que este poseía.

Y ahora sabía que él era la razón por la cual su hermano estaba tan relajado y feliz, le hizo sentir que valía la pena hacer una excepción.

―No asesines a Tachihara ―pidió Gin, apretando la mano de su hermano por un momento antes de levantarse del sofá. Intercambió una sonrisa tranquila con Chuuya, hasta que escuchó un quejido venir desde el chico aún sentado―. Es en serio, Ryuu. Le pedí a él y a Higuchi que me acompañaran ese día porque sé que eres sobreprotector, y Tachihara realmente se ha tomado en serio el papel de guardaespaldas.

―Deberías comenzar a pagarle ―sugirió Chuuya―. Ha sido un buen amigo y compañero de banda, ¿no?

Gin estuvo de acuerdo. Le gustaba su compañía y esas tardes en que la llevaba hasta la puerta de su casa. Pero, por supuesto, esos detalles no le importaban a su hermano sobreprotector.

―¿Por qué lo defienden tanto?

―Ha cuidado bien de Gin todo este tiempo ―dijo Chuuya, volviendo a la cocina con la chica a su siga la cual, sin mirar a su hermano, agregó por lo bajo:

―Y tal vez me guste un poco.

La sala se llenó de silencio. Tanto Chuuya como Ryuunosuke miraron sorprendidos a la chica que continuó caminando hacia la cocina y sacó utensilios como si nada hubiese ocurrido.

Poco a poco, el mayor de los hermanos recuperó la voz, mientras su rostro se llenaba de negación.

―¿Qué...? ¿Qué demonios, Gin? ¡Es mayor que tú!

―Eres mayor que Atsushi ―le recordó.

―¡Es diferente!

―¿Ah, sí? ¿Cuál es la diferencia? ―cuestionó, retando a su hermano a responder, pero no tenía una razón válida para justificar sus propias palabras.

Ryuunosuke refunfuñó. Se cruzó de brazos y murmuró por lo bajo que no lo aceptaba, mientras Chuuya soltaba una carcajada y seguía a Gin a la cocina y la sacaba de ahí. Le había dicho que él cocinaría, ella tan solo debía volver al sofá junto a su hermano y esperar a que la comida estuviera lista.

―Bueno, bueno, ahora que se reconciliaron puedes contarnos sobre la llamada de Fitzgerald, ¿no? ―dijo Chuuya―. Seguramente tenía una propuesta que no podía esperar si decidió llamarte un domingo por la mañana.

Ryuunosuke asintió y recordó la llamada que le despertó ese día. Al principió creyó que era una broma, pero mientras el hombre al otro lado de la línea más hablaba, intercalando las palabras en japonés con algunas en inglés, más caía en cuenta que estaba depositando sobre sus manos una oportunidad que no podían dejar pasar.

―Quiere que Black Ocean abra el concierto de la banda que tocará pronto en Kyoto ―informó, y antes de que Chuuya y Gin pudieran emocionarse demasiado, por lo bajo agregó―: Y luego de eso, quiere que me una a Guild Records como compositor...


[•••]


Ango se marchó el sábado por la noche, sin querer molestar a Dazai con su presencia. Tal vez el otro realmente no quería molestarlo, o esperaba hacerlo sentir culpable por haberle recriminado su cercanía con Chuuya esa tarde de sábado, pero fuera cual fuera la razón, Dazai prefería que se alejara.

Tal vez perdió el control y utilizó ese breve encuentro que vio entre Ango y Chuuya como una excusa para descargar lo que sentía, posando su tristeza en quien sabía la tomaría como su propia responsabilidad. Dazai sabía que estaba mal, que actuó como un imbécil con él, y que realmente no estaba seguro qué tipo de relación había entre ellos.

Sabía que el mayor trabajó para los hermanos del pelirrojo porque este mismo se lo dijo, pero esa mirada en Ango, la forma en que sus ojos se ampliaron y reflejaron sorpresa, también derrota y resignación cuando se enteró de los sentimientos de Dazai, no era de alguien que solo miraba a Chuuya como un cliente o una obligación laboral.

Y odió esa mirada, porque sabía lo fácil que era hacer una excepción a todos sus planes y creencias por Chuuya. Sabía lo fácil que era enamorarse de Chuuya.

No habló con Ango por el resto de ese sábado, pero sí con Odasaku. O más bien, el pelirrojo mayor le insistió hasta que Dazai ya no pudo sentirse molesto con él y lo obligó a hablar sobre la noticia que Fukuzawa le transmitió.

―No puedo creerlo, no puedo creerlo ―balbuceó el mayor ese sábado por la noche después de la cena, cuando el tercer hombre ya se había marchado―. ¡Dazai! ¿Sabes la cantidad de escritores que matarían para que Natsume Soseki leyera alguno de sus escritos?

―Yo pensé que estaba muerto ―respondió con sinceridad―. Nunca me tomé el tiempo de leer su biografía y se siente como un autor tan viejo.

―Bueno, ya tiene unos sesenta años... ¡Pero eso es lo de menos, Dazai!

Ver a Oda tan emocionado realmente le animó. Seguía enojado con él por no decirle nada a Ango, pero pocas veces había visto al mayor actuar como si fuese un niño dentro de una dulcería, o en este caso, como un amante de la literatura en la biblioteca más grande del mundo.

―Dime que vas a aceptar reunirte con él.

―Me da un poco de pereza...

―¡Dazai!

El moreno rio.

―Es broma, es broma, lo haré. De todas formas, Fukuzawa-sensei dijo que nos reuniríamos para almorzar, y ellos están invitando la comida, así que no me negaré.

Ah, tenía que decírselo a Ranpo y Akiko. Ya les había escrito sobre su discusión con Ango, y ambos le dieron la misma respuesta de Kazue: tal vez solo estaba pensando mucho, pero su ansiedad no se equivocaba y sabía que Ango estaba aunque sea un poco interesado en Chuuya.

Chuuya... Quería llamarlo. Quería decirle sobre esa reunión que no sabía a qué tipo de futuro lo conduciría, pero sin importar si lo llevaba lejos o a ningún lugar, sabía que quería a Chuuya con él. Tenerlo a su lado, sin importar su relación, era su única excepción.

Pero poco a poco entendía que, si Chuuya no quería estar en su vida, no podía obligarlo.

Decidió experimentar la alegría del momento a través de Oda. Esa noche, el matrimonio preparó una pequeña cena de celebración para él, aunque no creía que fuese necesario, fue un lindo detalle. Se sintió bien e importante al obtener un logro que no sabía si se merecía.

Pero era lo primero bueno que le había ocurrido durante el último tiempo, abría un camino con un destino difícil de adivinar, y decidió tomarlo. De todas formas, si no lo hacía, Oda jamás se lo perdonaría.

Cuando regresó a su departamento el domingo por la noche, Fyodor no estaba ahí. Genial, no tenía energía para soportarlo a él ni a Nikolai, aunque el peliblanco no le desagradaba, no quería pensar en aquello que no merecía al verlos juntos, solo quería poder concentrarse en la reunión que tendría al día siguiente.

Sin embargo, cuando se fue a la cama, no pudo evitar revisar el teléfono una vez más, y observar aquella sala de chat silenciosa. El mensaje que quiso enviarle tantas veces, las palabras que le pedían hacer una excepción e intentar empezar de cero seguían en su cabeza, pero no se atrevió a volver a teclearlas. Optó por escribirle a sus amigos, recordándoles que tenía planes para mudarse de departamento el próximo fin de semana, y que esperaba que pudieran ayudarlo a llevar sus cosas.

Yosano respondió que tanto ella como Ranpo ayudarían, aunque sabía que el mayor no haría mucho, y que esperaba que Dazai les pagara con al menos una comida después de todo el esfuerzo. Kunikida aceptó ayudarlo, pero solo por un rato, ya que tenía mucho que hacer de todas formas. Atsushi escribió que trabajaría ese día, y se disculpó por no poder ayudarle.

Le escribió al menor que no se preocupara y dejó el teléfono a un lado. Se apoyó sobre su espalda, mirando el techo de esa habitación que pronto abandonaría, recordando los buenos y malos momentos, y esas noche en vela. No se sentía emocionado por marcharse, pero tampoco por quedarse. No sabía que sucedería después de mañana y no quería perder el sueño pensando en ello, pero de todas formas no podía dormir.

Deseó poder escuchar una canción que le ayudara a conciliar el sueño, pero sabía que sus oídos solo aceptarían una voz. Y entonces volvió a tomar el teléfono, buscó el nombre del grupo en la red y encontró más de un video. No importaba si la canción no se escuchaba bien, si la imagen era borrosa o si estaba demasiado lejos. Solo quería escucharlo otra vez.

Y aquel video que reprodujo, fue el de esa primera noche.

Ah, Chuuya se veía hermoso ese día. Parecía tan nervioso antes de cantar, como si se estuviera preguntando por qué pensó que era una buena idea convertirse en el vocalista de Black Ocean, pero todas las dudas en él desaparecieron cuando comenzó la música. Se veía tan cómodo, tan natural, como si hubiese nacido para eso.

Y si Chuuya nació para estar sobre un escenario, entonces Dazai nació para escucharlo cantar. Para admirarlo desde lejos, sin sentir la distancia, porque su voz era la excepción a las leyes de la física y envolvía cada rincón, cada parte de su cuerpo, desde los pies a la cabeza, entre sus dedos mientras sostenía una pluma y escribía.

Dormir escuchando su voz fue más fácil. Lo sintió cerca, como si fuese algo nuevo, como si no se conocieran ni hubiesen cicatrices entre ellos. Por ese instante solitario, entre esa distancia que la música y las palabras rompía, sintió que todo desaparecía y dejaban de ser Dazai y Chuuya, y simplemente eran un escritor y un cantante.

Y por ese instante, esa idea le entregó un pequeño consuelo y le arropó hasta dormir.

La mañana del lunes pasó tan rápidamente que se sintió antinatural. Fyodor le escribió un mensaje pasivo-agresivo informando que volvería al departamento al mediodía, así que esperaba que fuese un buen próximo a ser excompañero de piso, y que las áreas comunes estuvieran limpias.

Respondiéndole que no se preocupara por esos pequeños detalles, Dazai ensució un par de platos y vasos que deliberadamente dejó en el fregadero y en la mesa de centro. Botó los cojines del sofá al piso. Se metió al cuarto de Fyodor (quien siempre dejaba con llave, pero para ese punto ya debería saber que con un alambre Dazai podía abrir cualquier puerta), deshizo la cama, y desordenó los libros y cuadernos que tenía sobre el escritorio. Una vez que todo estuvo hecho, se sintió mejor y se marchó a Kyodai.

Ah, ¿no era un buen día? Estaban en las últimas semanas de la primavera, pronto llegaría el verano y el cielo sobre su cabeza era irritablemente claro.

Fukuzawa se pasó toda la mañana siguiendo sus pasos, casi temeroso de que Dazai se arrepintiera a último momento y no asistiera a su reunión con Natsume Soseki. En cuanto dieron las doce y media, el maestro prácticamente lo tomó desde la solapa de la camisa y lo arrastró con él a uno de los locales que tan solo los profesores de Kyodai visitaban. Y en una de las mesas exteriores, con un libro entre las manos y tranquilamente bebiendo una taza de té, Dazai reconoció al autor.

El hombre no aparentaba la edad que Odasaku le había comentado, ciertamente se veía un poco más joven, pero aún así mayor, y aquella experiencia en su cuerpo se reflejaba en sus ojos calculadores que se levantaron para mirarlo.

Casi parecía como si hubiese encontrado una mina de diamantes, y al pensar que veía potencial en él, le hizo sentir un poco nervioso y la garganta se le cerró.

―Maestro ―saludó Fukuzawa con tanta formalidad como admiración―. Lamento la tardanza.

―No hay problema ―respondió, y luego miró a Dazai―. Tu alumno se ve un poco escurridizo, Yukichi.

Fukuzawa suspiró, sin negar esa afirmación. Presentó a Dazai, quien sin poder encontrar sus palabras, tan solo escuchó. Su maestro le explicó brevemente de dónde conocía a Natsume. El escritor había trabajado por un tiempo en Kyodai y dictó la misma clase que, en ese momento, Fukuzawa impartía. Fue su mentor durante sus cinco años en Kyodai, con quien compartía pensamientos filosóficos y, por supuesto, también sobre distintas corrientes literarias.

―Yukichi siempre fue un alumno ejemplar ―comentó Natsume―. Aunque también un poco problemático.

―¿En serio? ¿Él? ―señaló Dazai a su maestro, casi con descaro―. No puedo imaginar a Fukuzawa-sensei metiéndose en problemas...

―Digamos que atraía a gente problemática ―dijo, soltando una carcajada y pasando por alto la vergüenza que poco a poco cubría el rostro de su antiguo alumno―. Pero el mejor momento fue cuando me pedía consejos por su triángulo amoroso.

―Maestro...

―¡Era toda una historia romántica! ¡Escrita por Austen o Shakespeare! ―interrumpió, ignorando al otro hombre y centrando su atención en el moreno que estaba cada vez más y más interesado―. Verás, Dazai, Yukichi tenía un novio que era su amigo de la infancia y asistía a una escuela militar. Durante su segundo año en Kyodai, conoció a un estudiante de medicina que tomó una de mis clases libres, y digamos que fue amor a primera vista con él.

―Maestro, por favor ―insistió Fukuzawa, casi tentado a cubrirse el rostro con las manos, pero intentó mantener la compostura frente a su alumno―. ¡Eso pasó hace años! Ya no vale la pena recordarlo...

―¡Pero si aún te lamentas por eso! Siempre recuerdas que dejaste a Genichiro para estar con Ougai, y al final él escogió centrarse en su carrera profesional.

―Lo que fue una elección correcta ―cortó Fukuzawa, sin darle tiempo a Dazai de pensar en aquel nombre que se le hacía familiar, y solo mirar en su maestro los tenues recuerdos en tinta azul―. Era otra época, maestro, más conservadora y juiciosa. Ougai tenía mucho potencial y ser uno de los mejores médicos de Japón era su meta, no iba a pedirle que me escogiera por sobre su sueño...

Casi parecía que su voz reflejaba un poco de dolor, pero no el de una herida reciente. Era el pesar de la nostalgia, de una situación que tal vez pudo tener otro final, pero que por el destino o las elecciones personales, no logró escribir otro capítulo. Dazai lo observó en silencio, intentando entender el dolor que su maestro pasó años atrás, pero sabía que nunca iba a comprenderlo.

Solo podía rozar el significado y su profundidad. Solo podía rozar la superficie con las palabras.

Fukuzawa se levantó de la mesa, murmurando que iría directamente al mostrador a pedir una bebida para él y su alumno, aunque tan solo era una excusa para darle un tiempo a solas a los otros dos hombres, pero también para poder respirar un poco.

Sabía que Natsume aún estaba enojado con él por refugiarse entre los libros cuando Ougai tuvo que marcharse, en vez de buscar una forma de mantener la conexión entre ellos. Su maestro era un romántico sin solución, y siempre creía que había más de un camino por el cual seguir.

Sin embargo, a veces, la mejor opción era no hacer nada y que todo se moviera a su propio ritmo sin importar el final.

―No pensé que la vida de Fukuzawa-sensei sería tan interesante...

―Hay historias en cada rincón, Dazai ―comentó Natsume, y la mirada del moreno se centró en la expresión suave y casi paternal en el hombre mayor―. Todos pueden escribir una historia, pero solo unos pocos pueden crear algo que trascienda las propias palabras.

Para Natsume, esas historias llegaban hasta el corazón del lector. Se veían reflejados en cada frase, en cada personaje. Se quedaban con ellos durante años, y eran recordadas al mirar un paisaje, observar una calle llena de gente, durante las noches en vela o al escuchar una canción. Tenían vida por sí solas. Daban y se quedaban con un pedazo de la vida de quienes las escribían y, al mismo tiempo, de quienes las leían.

Ese era el tipo de historias que él prefería, dijo el escritor. Muchos podían contar historias, pero pocos podían crear algo que se quedara en los corazones de las personas como una nostalgia agridulce, a la cual acariciar durante un mal día o una larga noche. Pensando en cada palabra y sentimiento, sintiendo que las horas y los días inmersos en la lectura valieron la pena sin importar el final.

Cuando leyó el relato de Dazai, no pudo evitar sentir esa agridulce sensación. Ese escenario sombrío, tan cálido como frío, y esa conversación que parecía que ya nadie se atrevía a llevar a cabo en la vida real. Esa profundidad de un alma que gritaba desde el fondo, mientras el rostro que el mundo veía se mantenía sereno. Ese era el tipo de relato que merecía ser leído.

Tal vez nunca lograría el reconocimiento que el autor esperaba, tal vez pocos llegarían a leerlo y se perdería entre el millar de páginas y obras, pero mientras existiera, mientras llegara a una sola persona, entonces era suficiente.

Y ya que Dazai tan solo quería escribir, sin importarle si era leído o no, era perfecto.

―Quiero tomarte como mi pupilo ―dijo Natsume―. Tienes el potencial para ser un gran escritor, pero si sigues a la deriva, podrías ahogarte. Déjame guiarte.

La mano que Natsume le tendía se sentía como la que un abuelo le ofrecía a su nieto para andar sobre un camino rocoso. No prometía que el camino sería fácil, o que no se tropezaría con sus propias piernas o con las piedras en el sendero, pero prometía estar ahí para él. Ayudarlo a levantarse, guiarlo otra vez y seguir, porque veía en él un futuro que él ya había experimentado en su propia carne, unas historias que ya tuvo el placer de crear y que ahora era su turno.

―¿Mi relato no era demasiado sombrío...? ―preguntó Dazai, dudando aceptar.

Pero con la paciencia de alguien que ya había hecho todo lo que quería, y para el cual el tiempo era irrelevante, Natsume le sonrió y negó.

―Era humano ―respondió―. Era humano, imperfecto, y eso lo hizo grandioso.

Pocas personas aceptaron y abrazaron su imperfección, pero después de perder tantas veces, de tropezarse con sus propios pies y morderse la lengua, Dazai había aprendido a devolverles el abrazo y agradecerles por aceptarlo tal y como era: un ser humano un poco roto, que recogía sus piezas, y poco a poco se sentía más libre de esas máscaras de porcelana tras la cuales se escondió durante tanto tiempo.

Así que cuando Natsume volvió a preguntar si dejaría que lo guiara por ese nuevo mundo frente a él, Dazai aceptó.

Se convertiría en un escritor.


[•••]


Ese lunes por la tarde, durante su ensayo de cada día, Fitzgerald y la banda para la cual abrirán el concierto irían a visitarlos. Ryuu no le dijo el día anterior si aceptó la propuesta de unirse a Guild Records como uno más de sus compositores, pero ese día sabría la respuesta.

Esperaba que el chico aceptara, es más, tanto él como Gin le prometieron venganza si no aceptaba su propuesta. ¡Era una oportunidad fantástica! Claro, abrir un concierto de una consolidada banda también era un gran paso para Black Ocean, pero ambos estaban más felices por el camino que se le presentaba al pelinegro.

De todas formas, necesitaba calmarse. Sentía demasiada ansiedad por la reunión de esa tarde, y ya se había dado cuenta que su forma de sobrellevarla era comiendo más. Estaba intentando controlar eso, o tendría que volver a soportar que Albatross le pellizcara el abdomen e insinuara que había subido de peso, y esa vez no iba a resistirse a golpearlo.

Tomar un café se escuchaba como una buena idea, y ya que sus clases terminaron pronto ese día, tenía mucho tiempo que matar. Llevaba consigo su computadora portátil y una libreta con una canción a medio escribir, y aquel local ya tan recurrente era perfecto para pasar el rato.

―¡Chuuya! ―saludó Atsushi cuando lo vio entrar. El chico estaba más animado que otros días.

―Hey, pareces que estás brillando o algo así ―comentó, devolviendo la amplia sonrisa del otro con una más pequeña―. ¿Tu novio ya te dijo la buena noticia?

La insinuación de su relación ya no era un problema entre ellos, Atsushi ya sabía que el pelirrojo lo sabía, así que simplemente asintió con fuerza, dejando que sus gestos expresaran toda la emoción y orgullo que sentía por su novio. Chuuya estaba casi seguro de que sus ojos estaban brillando, incluso si era físicamente imposible que tuvieran luminosidad propia.

―Me llamó anoche ―informó―. ¡Estoy tan feliz por ustedes! Ya había comprado boletos para ir a ver a esa banda y pensé en invitar a Ryuu.

―Ah, así que ya están en el nombre, que asquerosamente lindo ―se burló, y se rió un poco más fuerte cuando el rostro del chico adquirió un color rojizo.

Tendría que acostumbrarse, porque los iba a molestar mucho desde ese día en adelante.

―En fin, ahora tendré que pensar a quién llevar al concierto ―comentó, después de carraspear y sobrellevar la suave vergüenza.

―Solo lleva a esa amiga tuya.

―Yo tengo mis propios boletos ―dijo una tercera y femenina voz. Lucy salió desde la puerta a un lado del mostrador con una bandeja entre las manos―. Iba a ir con una amiga, no quería ser la tercera rueda entre Atsushi y su noviecito, aunque nuestros asientos están cerca de todas formas.

―No le digas así, es vergonzoso...

―Pero sí es tu novio ―le reclamó―. Además, si no encuentras a nadie a quien llevar, solo vende el boleto, idiota.

―Ella tiene razón ―apoyó Chuuya―. De todas formas, dame lo que siempre pido, estaré aquí por un rato.

Su idea fue comprar tan solo una taza de café, pero acabó por pedir algo un poco más dulce y suave. Solo por ese día haría una excepción, pensó al tomar el vaso, y se marchó a su rincón de siempre tarareando para sí mismo la canción del día anterior.

Sacó la libreta con esos coros a medio escribir en los cuales estuvo trabajando a ratos. Quería tener la canción lista pronto para presentársela a Ryuu y que este compusiera la melodía, aunque aún no estaba seguro de qué tipo de ritmo sería bueno para ella. Por el mensaje debía ser algo más lento, pero al mismo tiempo potente. Ah, bien, pensaría en eso cuando estuviera lista, de seguro al pelinegro se le ocurría una idea mejor que la suya.

Mientras tanto, esperando que las horas pasaran rápidamente, sin mirar el teléfono ni los mensajes que había recibido de cierto hombre, siguió repasando los versos y cantando por lo bajo "The only exception".

―¡Atsushi! ―llamó una voz desde la puerta del local y por un momento, Chuuya se congeló al registrar ese tono tan particular, tan animado, tan suyo―. ¡Atsushi, no me lo vas a creer!

Dazai.

Mierda, había pasado tiempo desde la última vez que vio a Dazai, pero la reacción de su cuerpo seguía siendo la misma a cuando lo encontraba entre la multitud. Y aunque una parte de él no quería mirarlo, ni escuchar su voz; la otra, mucho más grande e insistente, le hizo mantener los ojos en él.

El moreno ni siquiera se dio cuenta de que estaba ahí. Tenía una amplia sonrisa en el rostro y sus ojos estaban tan claros, lejos del marrón rojizo y más cercanos al chocolate derretido. Avanzó hasta el mostrador y casi tomó al menor de los hombros, a punto de zarandearlo inmerso en un frenesí de emoción e incredulidad por igual, como si algo bueno le hubiese ocurrido y aún no pudiera asimilarlo.

Jamás lo vio actuar de esa forma, embargado por esos sentimientos, pero no podía evitar pensar que se veía bien.

Y quería ver más.

―Estas llamando mucho la atención ―le regañó suavemente Atsushi―. ¿Qué sucedió? Te ves feliz.

―¿Lo parezco? No estoy seguro de sí es felicidad...

―Bueno, te ves más animado que otros días. ¿Qué sucedió?

―¡Sucede que tendrás más trabajo como mi editor personal! ―informó, y antes de que el chico pudiera negarse, entregó su teléfono con una fotografía de él con cierto hombre que tomó a último momento. Al reconocer el rostro en la imagen, Atsushi calló y miró con solo asombro al moreno que, en una voz más baja, explicó―: Me acaba de tomar como su aprendiz, y quiere que participe en una antología de nuevos escritores que está apoyando.

Desde donde estaba, Chuuya tan solo pudo ver la expresión conmocionada de Atsushi, y esa sonrisa clara y juvenil en Dazai. Esa sonrisa era nueva, pensó el pelirrojo, y casi se sintió tentado a acercarse, pero se conformó con observar la reacción del albino para sacar sus propias conclusiones.

―¿Es en serio...? ―Dazai asintió. Atsushi no pudo seguir controlando su voz―. ¡No puedo creerlo! Si es una broma te delataré a Kunikida por jugar conmigo. ¡Es una muy buena oportunidad!

―¿Verdad? Al principio no estaba seguro, pero ahora... ―Calló, contemplando sus propias palabras y ese nuevo camino frente a él, aceptando algo que creyó que no merecía tocar, pero que en ese momento, parecía ser lo único a lo cual aferrarse―. Él cree que tengo potencial, y yo, realmente, realmente, quiero escribir.

Escribir... Si Dazai iba a escribir, entonces Chuuya quería leer un poco más, incluso si era todo lo que podía hacer. Al menos a través de las palabras, la distancia no se sentía.

Chuuya desvió la mirada e intentó concentrarse en la canción entre sus manos, pero sus oídos seguían captando la conversación de los otros dos, y no podía simplemente tomar sus cosas y marcharse. Si lo hacía, Dazai lo vería y no sabría qué hacer en ese momento.

―Entonces, ¿dijiste que quieres que sea tu "editor"? ―preguntó Atsushi. Dazai asintió.

―Eres bueno en eso, los ensayos que corregiste por mí realmente quedaron bien, así que creo que eres perfecto para ayudarme, ¿qué dices?

―¿Vas a pagarme?

―Qué codicioso, Atsushi ―bromeó, pero ante la mirada seria del chico, soltó una risita nerviosa y asintió―. Sí, sí, lo haré, no te preocupes.

El rostro de Atsushi volvió a su expresión amable tras escuchar eso. Le preguntó a Dazai si iba a comprar algo o simplemente pasaba por ahí para darle la noticia, pero el moreno murmuró que iba a reunirse con Ranpo y Yosano después de eso, así que necesitaba llevarle algo a esos dos.

Mientras el chico preparaba su pedido, Dazai se apoyó en el mostrador. Casi tarareando una canción para sí mismo y paseando su mirada por el lugar, sin esperar encontrar los ojos azules en los cuales pensaba en momentos aleatorios del día. Aquellos que extrañaba y que vio a través de un borroso video la noche anterior.

Cuando sus miradas se encontraron, sintieron perder la respiración. Por un momento, ambos olvidaron que ya conocían al otro y se observaron como si fuese la primera vez, tan diferente a esos chicos que se toparon tiempo atrás en las escaleras de una vieja secundaria.

El hombre en la otra esquina, no era un chico solitario y que añoraba que alguien lo observara o escuchara. El hombre en la otra esquina, llevaba sobre el pecho heridas que ya habían cicatrizado, y otras que estaban a mitad de camino. Dudaba y a veces se equivocaba. Se reía de idioteces y salía con su grupo de amigos a jugar al billar o bien a comer golosinas mientras veían una tonta película.

Era diferente a ese chico que dejaron atrás, ese que nunca iban a recuperar, y puede que lo mejor sería que ambos se dieran la vuelta y se alejaran otra vez, porque parecían destinados a siempre mirarse desde lejos.

Chuuya intentó no sentirse decepcionado cuando Dazai desvió la mirada. ¿Qué esperaba? ¿Qué se acercara? Dazai jamás daría el primer paso, y él estaba cansado de ser quien siempre lo diera.

Además, después de todo lo que se dijeron, no podía haber excepciones entre ellos. No podían comenzar de cero con un simple saludo, como si fueran dos desconocidos sin un pasado en común, como si solo fueran un cantante y un escritor...

―Hola ―dijo una voz frente a él, y al quitar la mirada de esa canción a medio escribir, se encontró con la expresión nerviosa de Dazai, como si temiera que todo saliera mal, pero aún así sin poder evitar intentarlo otra vez―. Yo... Te he escuchado cantar un par de veces, realmente me gusta tu voz, y quería presentarme.

Chuuya lo miró con confusión. Dazai mantuvo la misma expresión, pero sus ojos se suavizaron y la comisura de sus labios se alzaron un poco, murmurando en silencio un "sigueme el juego esta vez" inseguro y tembloroso.

Y tal vez lo más lógico era ignorarlo. Tal vez sus corazones aún estaban recuperándose, pero ese "hola", esa página en blanco que Dazai ofrecía era difícil de rechazar.

Y Dazai siempre sería su excepción. Sin importar cuanto tiempo pasara, si estaba bien o mal, él era su única excepción.

―Hey, creo que leí algo tuyo alguna vez ―respondió, intentando no sonreír cuando la mirada en Dazai se tornó sorprendida y luego emocionada―. Soy Chuuya, vocalista de Black Ocean.

Pero era difícil mantener el rostro en blanco cuando el hombre frente a él sonrió, mostrándole un lado que poco a poco veía con mayor profundidad. Y cuando estiró su mano para que la estrechara, no pudo rechazarla.

―Soy Dazai, pero uso el nombre Tsushima Shuuji para escribir. ¿Puedo sentarme a tu lado?

Czytaj Dalej

To Też Polubisz

155K 7.3K 33
Ambos viven en la masía. Desde que se conocen Héctor siempre la ha molestado. Y ella no piensa nada bueno del él. Pero todo cambiará tras un trabajo...
134K 16.3K 50
Elladora Black es la hija menor de Orion y Walburga criada para ser una sangre pura perfecta, sin embargo no es lo que planearon. Narcisista, egoíst...
179K 28.3K 30
Las rosas son Rojas el cielo es azul yo tengo cerezos en los pulmones. Con este romántico y original poema se encuentra Nakahara Chuuya al llegar a...
5.6K 691 14
《ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪÓɴ 》 ᴛᴇʀᴄᴇʀᴀ ᴘᴀʀᴛᴇ | Zee y Nunew tienen que cuidar a un bebé ----- Historia Original y todos los créditos a @LiaSunflower9 Adaptación por M...