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By JeanRedWolf

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[Libro 2] Glassian no quiere seguir las mismas tradiciones que siguieron sus familiares (casarse, tener hijo... More

⚠️ Léeme ⚠️
1. La esperanza en una bandera roja
2. La ira con dos caras opuestas
3. Β‘No quiero un esposo!
4. Posible e inalcanzable
5. Ser tonto deberΓ­a ser ilegal
6. No puedes esconderte eternamente
7. Un precio estΓΊpido
8. Un trato con doble filo
10. Mucho que aprender
11. Confiesa o revienta
12. CorazΓ³n quebrado
13. Viejo amigo
14. Frustrado y caliente
15. Por confiar demasiado
16. Prueba de inocencia
17. El control es mΓ­o
18. Lo agridulce de un recuerdo
19. Separar lo inseparable
20. El que lo iniciΓ³ todo
21. Paga la deuda
22. Bupats y Colms

9. Educado error ; Brusco resultado

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By JeanRedWolf

【Ian】

Mucho tiempo atrás.

Mi cabeza sigue doliendo, aun cuando han pasado un par de días desde que salí de esa cueva infernal. El Dr. Sage dijo que debería de considerarme afortunado de que mi cabeza, pese a haber tenido una herida horrible, ha quedado bastante bien después de quitarme los puntos,  que cuando me crezca un poco más el pelo ni se sabrá que me golpearon con algo ahí. También porque no he tenido ninguna infección, lo que él insistió que eso me hacía ser alguien muy especial porque casi todos sus pacientes lo han tenido sin excepción.

Sinceramente, no puedo sentirme del todo afortunado si todavía sigo viviendo en este lugar y Thet puede encontrarme en cualquier momento. No quiero que me encuentre. Tampoco me siento de ese modo, porque si hubiera nacido más listo en lugar de fuerte, a lo mejor las cosas para mí hubieran ido muchísimo más que bien.

Si hubiera sido afortunado, Van no estaría muerto. Me siento estúpido al saber que ese hombre que se veían tan amable, encantador y divertido al final ha terminado su cuerpo dentro de la cueva y yo con la etiqueta de asesino con solo quince años. No sé si en algún momento podré pasar página de ello, pero de sólo recordar por un instante su cuerpo destrozado solamente consigue que mi estómago duela. 

Pensé que Van era bueno, iba a ayudarme a salir de toda esta mierda. Hubiera deseado que todo saliera así de bien, incluso haber conservado esos recuerdos que me hacen feliz aunque en el fondo fueran una mentira; pero ahora que sé la verdad y de que él no volverá me hace sentir estúpido. Jodidamente estúpido.

Ahora ya tengo otro problema para que la gente que no le gusto me odie más: No sólo seré el marica que se acuesta con hombres en "la casa de las putas caras", sino además un asesino que ha terminado matando a una persona que más o menos caía bien entre los lugareños. Un tipo grande, con músculos que atraen miradas, pero que es estúpido y su "novio" Thet lo utiliza como excusa para recibir más dinero para dárselo a su familia en lugar de poder quedármelo yo. El que está solo. El que abandonó a su "familia" que lo compró y el que quiere volver con la principal pero nunca puede hacerlo porque siempre pasa algo.

Maldita sea, ¿por qué me siento tan maldito? ¿Por qué no puedo hacer nada bien? ¿Por qué soy estúpido?

¿Ian? —La voz de una de las chicas suena al otro lado de la puerta, pero yo no respondo.

Todo lo que veo ahora mismo es mi reflejo en el espejo, o al menos lo que se espera ver cuando tu habitación es el hogar de la oscuridad. Siento que todo está más apagado de lo usual, y estoy empezando a odiar lo que veo porque soy lo que causa problemas aunque lo haga sin querer. 

La gente ama mi cuerpo grande y con músculos marcados, le gusta mi cara, le gusta que mi pelo brille como las llamas en una chimenea, les gusta que sonría mucho, les gusta que los escuche, les gusta que sea muy alto, les gusta... algo. Siempre hay algo que les acaba encantado, ya sea un detalle inocente como un mueca graciosa, como algo obscuro como cuando se me permite obtener cierto grado leve de asfixia erótica. 

Había algo en esa cueva, y estar solo consigue que mi mente no deje de girar y girar en un mal sentido. 

Me recuerda a Thet cuando se comporta de esa forma tan escalofriante, ejerciendo lo que algunas chicas me han dicho que es "luz de gas" o algo así. Yo no entiendo muy bien esas cosas. Sólo tengo quince años. Pero sí puedo decir que Thet y esa cosa de las cuevas tenían un aire similar: Te observaban como si necesitaran saber hacia dónde vas, con quién y a qué velocidad; el llamar tu atención de maneras sutiles y concretas, necesitando que él se acerque a tu piel para que te sientas amado y especial pese al engaño... pero entonces, si tú se lo das todo lo que él te pide con un par de triquiñuelas, se lo traga sin siquiera poner un alto. Lo toma todo y sufres, creyendo que es necesario para seguir siendo amado. 

Me siento tan asustado de que él o eso me encuentre...

¡Ian! —Ahora es Jenny la que insiste en hablar, haciéndolo detrás de la puerta—. ¿Podemos... hablar un poco, por favor?

En el fondo no quiero hablar con nadie, pero al final digo:

Pasa.

Ella ingresa y observo como su expresión sigue preocupada después de días, aunque una sonrisa ensayada se asoma entre sus labios con el delicado labial color melocotón. 

¿Te encuentras bien?

Todo bien —respondo al instante, volteando la cabeza hacia ella—. ¿Por qué?

Estás llorando, cielo...

Llevo una de mis mano a mi mejilla derecha y palpo un rastro caliente de lágrimas de las cuales no he sido consciente en ningún momento, lo que demuestra que ella tiene razón. Eso me hace sentir tonto. Se supone que los hombres no deberían de llorar por tonterías, aunque en realidad sigo siendo un adolescente. La expresión de Jenny se suaviza un poco para dedicarme una mirada de lástima al percatarse de mi descubrimiento, aunque hallo curiosidad en sus ojos a cerca del mal que ronda en mi mente para que yo llore.

Ella puede ser curiosa, atenta y amable, pero nunca indagará sobre tus problemas y mucho menos podrás leerlo en su cara si ella no te lo permite. Es una buenísima actriz. Lo es tanto que, algunas personas, incluso dudan si es inteligente dudar de ella en cualquier momento. Ni yo lo sé, y eso que llevo trabajando con ella por un tiempo, pero desde lo de Van... no sé en quien confiar en realidad. 

Al ver que no hablo, ella lo hace.

La Madame quiere que hagas unos encargos hoy, considerando que estuviste unos días indispuesto y... Thet de momento no ha vuelto a aparecer por aquí después de tener una charla con ella. —Escuchar el nombre de él me pone tenso en segundos, a lo que ella acota—: No son complicados, pero puedes acudir a mí si tienes dificultades. Lo importante es que vuelvas antes de anochecer.

No te preocupes por ello, ya que no me encontrarán muerto aunque sea de noche —refunfuño levemente—. Hay mucha gente que me conoce, por lo que si hay problemas...

Mis palabras son interrumpidas cuando, por primera vez, la expresión de ella pasa de ser amable a una que muestra una abrupta señal de severidad. Su voz, cuando sale, se asemeja a un siseo antes que a un grito a causa de sus emociones:

Sigue la ruta de siempre, porque aunque seas grande y sepas dar puñetazos, eso no significa que no te puedan dar un tiro desde lejos o te apuñalen en un momento de confusión.

Me deja algo sobre el tocador, y sin siquiera querer escuchar mis palabras, ella cierra la puerta con un golpe seco.

Miro el papel, el cual pone: "Cielo, tómate el día libre y reúnete con algunas buenas personas en el salón. Si quieres salir, por favor, hazlo siempre en la zona segura donde siempre tienes a alguien poniendo tus ojos encima para protegerte de las malas personas. Así que, antes de que pienses cualquier cosa, te recomiendo que te des un caprichito placentero y dejes de esconderte en la oscuridad como un murciélago".

Inconscientemente gruño avergonzado.


Hago caso a la nota de Jenny, más que nada aprovechando que la luz del día existe hoy. El salón sigue como siempre durante las mañanas, ruidoso aunque mi cabeza siga quejándose de todos los sonidos que son demasiado altos. El lugar es ajetreado y está abarrotado de personas. 

Benton está en su rincón de siempre, toqueteando el piano para generar música de fondo y ganarse algunas propinas aunque eso haga que sus dedos duelan por tocar durante horas, haciendo pocas paradas. Durante el día este salón abierto al público se llena de trabajadores, familias con hijos, prostitutas en su tiempo libre y niños que no quieren ir a la escuela pero que nadie se queja de ellos porque no molestan a la clientela. Puro Beta, porque los Omegas no pueden entrar en salones para lobos, salvo si son prostitutos y gente así hay poquísima. 

En lo que espero al barman, miro desde mi asiento. Puede que el lugar no sea el más bonito del pueblo en el que trabajo —y ahora vivo— pero sus pinturas me parecen bonitas, llenas de colores brillantes sin personas que invadan el trabajo artístico, con sus marcos de madera elegante con flores talladas u hojas, y una firma ilegible en todas ellas. La persona que lo haya hecho debe de tener mucho talento. 

Harlan se acerca hacia donde estoy con su típico fruncimiento de cejas, lo cual no es que le caiga mal sino que él mira así a todo el mundo. 

¿Qué tomarás, Ian? —Aunque intente parecer aburrido, en realidad siempre tiene algo por lo que trabajar, por lo que cejas siempre están apretadas en su ceño y me apostaría la mano a que desearía tener vacaciones un par de veces al año—. ¿Lo de siempre?

Siempre se ve enfadado. Jenny dice que desde que su esposa murió, se ha vuelto más amargado y de eso ya han pasado treinta años, por lo que al final tienes que acostumbrarte a que esa expresión de asco o que su tono sea rudo, no es generalmente por algo personal contra ti. 

Esta vez tomaré un vaso de whisky con un toque de regaliz.

Es una bebida fácil de preparar, así que te has ganado un punto de buena cara por mi parte —dice y yo sonrío un poco sin poderlo evitar, observando su semblante a duras penas cambia un poquito de manera imperceptible. Lo noto en sus cejas—. Si me hubieras pedido algo complicado o que me llevara mucho tiempo, seguramente hubiera escupido en tu vaso mientras no mirabas.

Gracias, siempre intento no molestar a los demás —me apresuro a decirle con una sonrisa más tirando a incomodidad.

Siempre siendo el buen chico de la zona, aunque tu aroma sea intimidante para los demás.

Aquello último no me pilla por sorpresa. Lo he oído más de una vez, cuando algunos hombres que me visitaron tiempo atrás me comentaros que, de alguna manera irracional, cada vez que captaban mi aroma sentía la necesidad de huir o atacarme como si hubiera insultado a toda su familia completa. Yo en su momento no lo entendí, hasta que un tipo, William, sólo me dijo "Controla tu aroma, chico, o pronto terminarás muerto sin importar lo buena personas que seas o los logros desinteresados que hayas aportado a la comunidad".

Antes de que quiera darme cuenta, Harlan ya me ha puesto mi bebida delante de mí y se ha ido directo hacia el nuevo cliente que acaba de entrar. Le escucho que exige —que no pide— algo complicado, por lo que la cara enfadada de Harlan ya me dice que le dará más de un regalo a su bebida, y con suerte no ensuciará su baño.

Me doy la vuelta y observo el lugar. Aquí la electrónica no es un imposible, pero a la gente de esta zona les encanta vivir de cosas antiguas. O al menos eso lo considero yo, que soy joven. Lejos de los videojuegos o las máquinas tragaperras que he visto en algunas ciudades, aquí las personas adoran jugar a las cartas. Exactamente al póker. Ahora mismo todas esas mesas están ocupadas de personas jugando, con sus bebidas y algo de comida por si les entra el hambre en algún momento. Dinero es lo que se suele apostar, en distintas cantidades, pero he llegado a ver también bolsitas de droga, granos de café de alta calidad, o las llaves de un vehículo. Algunas de las personas que juegan a esto son adictas, pero yo no me meto porque no quiero tener enemigos que me duplican o triplican la edad.

Un sonido abrupto capta mi atención, volteando a ver en su dirección. Una mujer bastante borracha se le ha escapado su botella de vidrio contra el suelo, la cual está llorando mientras llama "bastardo hijo de puta" a su marido mientras su hijo —que no tendrá más de diez años— la consuela como mejor puede. Benton toca más alto el piano, dando la señal a algunas de las chicas que salen de la cocina que tienen que limpiar el desastre; y eso es lo que hacen en cuestión de segundos. No envidio mucho la suerte de las camareras, pero he oído que se gana buena propina si el cliente está satisfecho con tu servicio —trato, tono de voz, agradecimiento, educación...—. Son pequeños detalles que la gente pasa por alto. En mi opinión, podría trabajar aquí durante el día y en el prostíbulo durante la noche, ya que en el salón los hombres por la noche se vuelven extremadamente imbéciles y eso significa que tendría que pelearme con ellos en el caso de que tuviera que trabajar de noche aquí.

Sin embargo, Harlan ya me dijo una vez que yo era un tipo demasiado grande para seguir el ritmo de la cocina de El Salón. Sólo la gente delgada y no demasiado alta puede moverse por ahí, moviéndose adentro y afuera de la cocina sin romper el flujo de trabajo. Una pena, pero era una realidad que yo todavía me haría más grande por mi tipo de genética.

Suspiro y presto atención a la bebida que todavía no he tocado. No me gusta beber alcohol, pero si tomo algo que no lo sea los demás se burlarán de mí preguntándome si soy un niño o un hombre. Es difícil responder a ello. ¿Quinces años te hace una cosa u otra? ¿Aun sido alguien con mi apariencia?

Y entonces le dije a mi mujer: ¿Sabes qué, cariño? Te amo incluso cuando eres una ama de casa tonta amante de los puzles, pero tu madre es una grandísima hija de puta.

Ambas personas, a unos cuantos metros de distancia, se ríen al principio captando parte de mi atención. Esas palabras vienen por parte de Hallen, ya que su mujer —encantadora, por cierto— es un poco distinta a la mujer promedio pese a no ser muy lista pero tampoco es que sea estúpida. Rain le dice:

Amigo, estás jodido por haberte casado con una Omega que no es tampoco muy bonita.

Bueno, pero al menos limpia mejor que muchas —se defiende, dejando su bebida contra la mesa en un golpe ligero—. No me importa si no es la más guapa, ni la que tiene los atributos más grandes. El problema es su madre, que siempre que viene de visita tiene que decirme cómo debo de tratar a su hija como una princesa; cuando yo me rompo el lomo de lunes a viernes, diez horas con dos descansos de media hora, y me encargo de mantenerla satisfecha en la cama. ¿Qué más quiere esa cabrona?

He escuchado que las madres que ofrecen Omegas para aumentar su estirpe, aquí, son bastante intensas. Lejos de mostrar una actitud amable, adorable y encantadora, lo cierto es que una vez se casan con alguien ya todo cambia. Se vuelven más directas, abren la boca en los momentos adecuados para golpear en el ego al lobo, y por supuesto sus hijos e hijas deben de ser cuidados como personas de la realeza. No se parecen en nada a los Omega de donde yo nací. Esos Omegas carecen del carácter necesario para amaestra a un lobo, ya que son los únicos capaces de obligarnos a detenernos incluso cuando estamos en un estado de ira repleta de frenesí y ceguera emocional.

Recuerdo una vez que mi padre iba a darle una paliza de muerte a nuestro vecino, por insinuarle que mi madre era una mujer muy directa. Verbal y físicamente. Por lo que estuvo a nada de saltársele encima, cuando mi madre sólo soltó un relajado "Quieto", a lo que mi padre obedeció aunque todo su cuerpo quemara de rabia. Después volvieron a casa, pero ese vecino tuvo bastantes problema con su mujer unos días después cuando mi madre hablo con ella. 

A lo que quiero llegar es que nuestro Omegas tienen algo en su voz que nos transforma en "mascotas" una vez los marcas. No antes. Y tampoco sirve para los Omegas que no son puros. La pureza en nuestra sangre es lo que nos hace distinto al resto.

Deja de distraerme con tu mierda, Hallen. Yo he ganado esta ronda.

Rain sonríe levemente y muestra sus cartas, a lo que Hallen gruñe con enfado por haber pedido.

En cuanto me dedico por fin beber, las puertas se abren de la nada y un olor anormal ingresa en el local. Conozco todos los olores que entran en este lugar, ya que es como una segunda casa, por lo que entiendo que este aroma proviene de un extranjero. Volteo vagamente la cabeza para encontrarme algo muy extraño: Es un Beta, pero uno bastante más pequeño de lo que esto acostumbrado a ver. No medirá más de metro sesenta y poco, de músculos poco grandes, y llevando unas prendas que lo hacen ver como un empresario bastante alegre. Camisa blanca con pajarita roja intensa, pantalones de pinza negro, zapatos marrones oscuros. Las pequeñas y redondeadas gafas sobre el puente de su nariz recta lo hacen ver un tanto intelectual. Huele a orquídeas. Raro, muy raro. No es el aroma usual para un Beta.

Le veo abrir la boca para sonreír ampliamente conforme mira de un lado a otro en todas las direcciones, lo que significa que es un citadino en lugar de un local. No es que no sean usuales por esta zona, pero este pueblo no es precisamente el mejor para ver belleza natural más allá de las montañas y los bosques de pino. Es mejor irse al oeste, donde se encuentra el mar y todas esas tiendas con artesanías locales que tanto les encanta a los extranjeros.

Algunas cabezas se giran al encontrar un olor inusual dentro, lo que ya empieza el extraño con mal pie cuando camina despreocupado en dirección a la barra. Justamente se sienta en el taburete que está a mi lado. Los chicos como él son parlanchines, emocionales y ruidosos. Aunque me agrade la gente para hacer amigos, hoy no es un buen día para sacar mi mejor carácter y sobre todo una sonrisa honesta.

¡Buen día, señor! —saluda el desconocido al barman.

Solo Harlan —le dice sin siquiera mirarlo. Limpiar el vaso es más interesante que devolverle la atención al nuevo—. ¿Qué quieres?

¿Es esto madera de roble blanco? —golpetea la barra con sus nudillos con rapidez.

No lo sé, yo sólo pongo copas.

Ah... —murmura—. Ehm... ¿Cuál es la bebida favorita de los locales?

Harlan, al entender que va a pedir algo, por fin deja su vaso en su lugar y dedica la primera mirada al nuevo integrante.

Cerveza.

Muy bien, quiero una cerveza, por favor —sonríe de oreja a oreja, lo que le hace ser un contraste opuesto con la expresión estoica de Harlan—. No soy muy fan de la cerveza, pero estoy abierto a conocer nuevos sabores. 

Existen muchos tipos de cerveza. ¿Cuál quieres?

Ah... —balbucea, llevando su mano hacia atrás para rascar su nuca—. Eh... bueno... Deme si eso la que sea la preferida por los locales.

Evito el contacto visual, dejando mi mirada clavada en el vaso que sigue siendo sujetando en mi mano. 

De repente me siento escrutado por alguien, el vello de mi nuca se eriza en señal de rechazo, y el olor floreado es enviado hacia mi nariz para que voltee y observe al extraño que parece ahora interesado en mí. Llevo la bebida rápidamente a mi boca para que el quemazón de la garganta sea más pronunciado que mi cerebro, maldiciendo por dentro que este tipo esté dejando sus intenciones demasiado obvias a plena luz del sol.

La prostitución en este pueblo sólo es aceptada durante la noche, y siempre bajo el secretismo. No es que sea muy legal, pero tampoco es lo contrario. Podríamos decir que existen ciertas cláusulas con los policías locales que evitan más de un problema, aunque yo no entiendo demasiado de eso más allá de lo que me informaron las chicas. Además, el sexo entre lobos es un tabú a nivel regional, aunque desconozca en las demás regiones. Aquí, que un lobo lance señales a otro lobo más allá de la camaradería puede considerarse una bomba de tiempo que generará como mínimo unas cuantas peleas y destrozos en un local si te pillan.

Pongo una expresión severa y observo al Beta de reojo, el cual sonríe de manera amable.

Buenos días, mi buen señor —saluda alegremente, un poco alto para mi gusto—. Soy Markus, y tengo entendido que usted es un trabajador social.

Sufro un escalofrío en mi columna vertebral, maldiciendo a mis adentro otra vez esa declaración de intenciones olfativa. Mi bebida a duras penas consigue que ignore el olor, el cual me sabe asqueroso en la garganta cuando inhalo.

Soy un visitante frecuente, no un trabajador social.

¿Enserio? —ladea la cabeza—. Es extraño, porque una persona me dio una descripción muy específica sobre la persona que estaba buscando.

Maldigo una tercera vez, y le dedico una mirada a Harlan que parece ocupado con un cliente dándole problemas con las monedas que saca con torpeza de su bolsillo. Observo que aparece un tic en su oreja, lo que significa que está escuchando la conversación y sabe que habrá un problema.

Un tipo grande y atractivo con el cabello tan rojo como las llamas de un incendio forestal, de mirada intensa y dorada similar a la luna llena en su apogeo de un cielo obscuro, y por supuesto con un aroma lo bastante intenso para que se te ericen todos los pelos de tu cuerpo porque trastoca tu cerebro —describe él—. Eso es lo que me dijeron, y que eras el único hombre pelirrojo en todo el pueblo. 

N-no creo que sea el único —me esfuerzo en evadir la atención con una mueca que intenta parecer una sonrisa incómoda—. A-además, no creo que esa definición sea correcta para decírsela a un hombre.

El hombre se sonroja en segundos, bajando la mirada por un momento para confirmar olfativamente que mi cuerpo le resulta atrayente. Eso empeora el olor, lo cual no es buena idea ser tan descarado por la mañana, ni siquiera con las chicas. El hombre sería encantador si no hablara de más, porque lo único que conseguirá en generarme problemas. 

Si buscas un servicio exclusivo, deberás esperar a una hora más decente para demandarlo —Harlan utiliza un tono duro para ser lo más claro posible pero sin soltar demasiado, a lo que yo agradezco mentalmente de que intente evitar un problema mayor. 

M-mis disculpas... —murmura Markus, avergonzado.

Parece que ha pillado la advertencia, por lo que lleva sus manos hacia su camiseta y juguetea tontamente con los botones. Lo hace con cierto nerviosismo, quizás porque quiso empezar con buen pie y sólo ha cometido varios errores educados e inofensivos, lo cual no puedo culparle porque esto es una norma no escrita aquí. 

Si eres paciente, nuestras damas podrán ayudar a suplir tus necesidades en cuanto cambien de turno —acota Harlan.

Oh, gracias, pero no estoy interesado en mujeres —responde Markus recuperando su tono amable, sonriéndole a Harlan con algo de rubor en sus orejas—. Me gustan los hombre, en específico otro lobos.

Mis ojos se amplían, odiando tener mala suerte en un día que no es precisamente el mejor de todos. Tomo mi vaso de inmediato, llevándomelo a mi boca para bebérmelo de golpe mientras mi mente me insiste en que es mejor salir pronto, si importar que mi garganta arda muchísimo.

Me temo que nosotros NO somos esa clase de local —Harlan frunce su ceño. Markus lo ha entendido todo mal, lo que generará problemas inmediatamente.

L-lo lamento, señor....

Harlan —le recuerda el barman a Markus.

Ha-Harlan... —repite el Beta a mi lado—. Ve-verá... Se me informó que si buscaba un servicio muy concreto, tenía que acudir a este local porque era el mejor para no recibir sospechas de nada.

¡TAMBIÉN TE DIJERON QUE DEBÍAS DE SER CUIDADOSO A LA HORA DE PREGUNTAR POR ESTAS COSAS! chillo en mi mente que esto será un enorme problema.

Deberías dejar de hablar en voz alta, imbécil. —Rain gruñe en un tono desaprobatorio.

N-no pensé que lo estaba haciendo —se disculpa Markus.

De hecho no lo estaba haciendo, su tono era bastante regulado pero Rain cuando está ebrio tiene un oído muy sensible y todos los ruidos generan dolor de cabeza, por lo que le hace mostrarse enfadado por todo.

Creo que tú y yo deberíamos de charlas afuera, amigo —dice Rain, dejando sus cartas boca abajo de la mesa de póker.

Doy gracias a Selene porque Rain desconoce de mi trabajo como prostituto. Sabe que protejo a las chicas de la casa del placer, y que ayudo a los locales transportando cargamento pesado porque soy un buen chico que intenta llevarse bien con todos. Si supiera que me acuesto con hombres, posiblemente el rechazo hacia mí sería abierto y descarado hasta tornarse hiriente.

Hallen, a su lado, voltea para mirar en dirección a la barra. Está borracho, cansado por las bolsas malvas que hay bajo sus ojos castaños oscuros, y por su olor sé que está bastante enfadado por escuchar que un lobo está buscando servicios sexuales por otro lobo en lugar de por un Omega masculino. No te juzgarán demasiado si lo pides, pero que lo hagas con otro lobo es bastante repudiado hasta el nivel de que pueden darte una paliza de muerte por ser un "follalobos".

Creo que es una buena idea de que tengáis una charla fuera de mi local —asegura Harlan, teniendo ahora el tic en su ojo. 

Q-quizás cometí un error... —tartamudea Markus con una sonrisa nerviosa.

Desde luego que lo hiciste, follalobos —gruñe Hallen con molestia, levantándose de su silla con un torpe balanceo—. Dirigirte así hacia el chico, cuando estaba tranquilo bebiendo, indica que mereces una clase especial con ayuda de unos locales como nosotros.

Pe-pero cuando alguien comete un error, l-lo correcto es abogar por el diálogo —ofrece Markus, encogiéndose en su taburete con una mirada incómoda. Está recibiendo varias miradas, y no precisamente muy amable—. C-creo que...

Afuera —ordena Harlan en un tono seco y crudo, rozando el enfado.

Markus asiente, aceptando que se ha metido en problemas y ahora no puede retractarse. Así que ignora la cerveza que le acababa de poner Harlan frente a él y, con un cambio de olor abrupto para pasar del interés al miedo, baja del taburete para salir por la puerta de El Salón. Dos tipos se levantan para mostrarle "una clase especial". 

Esto puede generar dos vertientes: En el mejor de los casos, la paliza que le darán será pequeña y posiblemente en su mayoría lo insultarán y escupirán para decirle que deje de buscar sexo con lobos; en el peor de los casos, lo dejarán medio muerto en algún callejón y dejarán que los pícaros aprovechen para robarle todo lo que tiene encima y lo dejen prácticamente sin nada. Si siguiera ahí después de ser robado, y no hubiera nadie en los alrededores, lo terminarían matando. 

Suspiro, recordando que no podré marcharme de aquí hasta que no vuelva el barco de Chris, por lo que mi única misión ahora mismo es ganar más dinero para que esta vez pague a un cochero en lugar de caminar hasta el tren. La experiencia con Van todavía hace daño a mi mente.

Me levanto del asiento, cuando Harlan se me acerca y dice:

Ian, no debes de molestarte por un extranjero.

Yo, inclinándome y respondo en voz baja le digo:

Lo sé, pero yo necesito dinero para protegerme de Thet, Har —le observo que su expresión se vuelve un poco triste por ello. Él también sabe los problemas que tengo con Thet—. Quizás pueda convencerlos para ser yo el que lo golpee, así al menos no terminará muerto o en una cuneta.

Eres demasiado amable, chico.

Sin decir nada más, salgo del local para observar que los tres están fuera, al otro lado de la calle polvorienta y llena de hierbas; aunque más tirando al callejón. Markus se ve avergonzado, o al menos es lo que escucho mientras se disculpa con los otros dos que lo miran con una expresión de asco y rechazo.

Cuando termina de hablar, Rain da un paso hacia el frente y le grita, asqueado y molesto:

¡Dentro habían niños, sucio pervertido!

En realidad, Rain no debería de decir esas cosas. Sé bastante bien que una vez pagó a una prostituta de otro local para que follaran en su casa, mientras que su hijastro de trece años estaba en la planta de abajo. Me dijeron que el niño iba diciéndole a sus amigos como su padre le hacía cosas de mayores a la señorita, y él los escuchaba perfectamente porque su padre gritaba más que la televisión.

¿Qué clase de agujero de mierda has salido tú, cerdo pervertido? —pregunta Hallen, apoyándose en el hombro de su amigo mientras su puño tiembla—. ¿Te crees que por hablar educadamente, vas a dejar de ser un degenerado que sólo ve a otros lobos como si fuéramos putos pasivos o qué mierda?

No sería el primer marica en venir a nuestro pueblo, esperando encontrar a otros follalobos como él, y cuando no obtienen lo que esperan van hacia nuestros inocentes niños.

¿Acaso crees que Ian le interesan los bastardos como tú? —Hallen escupe hacia el suelo, en señal de asco—. Que proteja a las damas de compañía, no significa que no sea un verdadero hombre. Si oíste el rumor de que estaba con un tal Thet, es malintencionado, ellos sólo son compañeros de vivienda. —El tipo gruñe desaprobatoriamente—. De hecho, dicen que Charlie le hace ojitos a Ian pero el tipo es tímido.

Charlie es un putón, pero buena gente —acompaña Rain.

De todos modos —Hallen mira a Markus—, ¿acaso has venido a este pueblo a follarte cualquier lobo?

Markus sacude su mano en señal de negación.

Me disculpo, pero ustedes no son para nada mi tipo. Son muy corrientes —lo dice tan tranquilo que, en mi mente, me pregunto si este tipo es consciente de lo que acaba de decir—. Pero en el caso de que se ofrecieran o no tuviera otra opción, no me opondría.

A duras penas me da tiempo a reaccionar cuando presencia el puño de Rain impactando el estómago de Markus, provocando que éste se retuerza y caiga contra el sucio y polvoriento suelo.

¿Quién querría follar contigo, trozo de mierda apilada? —Hallen le escupe desde la distancia, tambaleando su cuerpo, y de casualidad impacta con la punta de su zapato—. Nosotros no estamos interesados en basuras como tú.

Entonces Hallen, entre bamboleos, se acerca hasta Markus para darle varias patadas poco precisas, intentando protegerse el Beta lo mejor posible sin intenciones de hacerles daño. Tras varios impactos, el lobo empieza a sollozar audiblemente, provocando que eso haga que la gente preste atención y observe la escena sin saber el contexto desde la comodidad de sus casas o saliendo de los locales cercanos. 

Rain detiene a Hallen y señala en una dirección, por lo que yo volteo y encuentro a uno de los policías más estrictos que hay en este pueblo: Oliver Polansky. 

Joder —maldice Hallen.

No pienso pagar otra puta multa de ese madero, Hal —gruñe Rain con desaprobación, tirando de su amigo—. Preferiría que una puta me pateara las pelotas antes de que Polansky me encerrara en la celda y diera un sermón moralista sobre los extranjeros.

Ambos se van todo lo rápido que pueden, largándose en dirección al callejón más cercano mientras dejan al Beta tirado en el suelo. Tiene la nariz sangrando, un puñado de moratones en sus brazos y cara, y restos de lágrimas saliendo hasta colarse en el polvillo del suelo. Ha tenido bastante suerte pese a que el resultado haya sido bastante brusco para mi gusto. 

Aprovecho la conmoción para ir en su dirección, tomándole de la mano y así ayudarle. Realmente tiene suerte. El último extranjero que intentó ligarse a una prostituta en el salón, a plena luz del día, terminó cinco días hospitalizado porque le jodieron tres costillas y le desencajaron la mandíbula. 

¿Te encuentras bien?

No —niega varias veces, aunque quitando lo que veo él parece poder caminar—. ¡Fui golpeado! ¡Todo duele!

Aun así has tenido suerte, amigo —le sonrió un poco, aunque no sirva de consuelo—. Puedes seguir viviendo, no tienes daños permanentes, y además has demostrado a esos tipos que tienes pelotas para responder con honestidad aunque el error te haya llevado a sufrir un problema crudo. 

Miro en varias dirección y, en cuanto nadie nos observa, le doy un beso en la nariz para ver que se acaba de poner súper nervioso. Su aroma delata más de una información importante, pero la más notoria es la vergüenza, lo cual es irónico si tenemos en cuenta que le ha soltado a esos dos de antes que podría follar con ellos si no le quedara otro remedio. A la cara. Sin titubear.

La expresión facial de Markus es alarmante y divertida.

Eso es para que tus heridas sanen pronto —le guiño un ojo y sus orejas se ponen rojas en segundos. Eso es adorable. 

Tiro de él con extremo cuidado para no dislocarle el brazo en la subida, y cuando lo consigo lo suelto. Él atusa sus pantalones para quitarse todo el polvo que puede, incluso aunque sus brazos duelan.

G-gracias...

A la próxima deberás de tener más cuidado, o puede que otros no te traten con demasiada delicadeza como hasta ahora —le aconsejo, siendo vistos a la distancia por personas que susurran sobre la conmoción—. De todos modos, aquí que dos lobos interactúen de esa manera está mal visto. Ten por seguro que un puñetazo y unas cuantas patadas con insultos es lo mínimo que recibirás si alguien te escucha. Además, por suerte para ti, aquí la gente olvida estos eventos salvo si terminan en muerte, así que en unas dos o tres semanas Rain y Hallen ni te recordarán.

Volteo a verle, esperando que me haya escuchado y no me replique nada, pero Markus ha desaparecido tan rápido que ni siquiera me he dado cuenta. Su olor sigue aquí, en este lugar, pero no lo puedo ver con los ojos u escucharlo. Supongo que es mejor así, que al menos tome esto como una advertencia y aprenda a ser más cuidadoso en el futuro. 

Oliver está intentando abrirse entre la multitud, mientras que otro tipo con una cámara en mano parece bastante interesado en cazar alguna noticia. Conozco a ese tipo: Albert Timberton, un periodista bastante astuto que suele meter la nariz donde no debe, y por supuesto le encanta el sensacionalismo. 

Me hago a un lado, esperanzado de que no vengan directo a por mí. El problema es que puedo escucharles hablar desde la distancia, a una que la gente normal no puede, pero la noticia en sí arruga mis entrañas.

Sigo diciendo que esos mineros no tienen ni idea de cuan difícil es ser un ayudante de periodista, como si esperaran que fueras un prodigio y se sacara las pruebas del culo. —Albert pone los ojos en blanco—. Además, bien sé que tienes otros problemas, Oliver.

Esperan lo usual, supongo. —Oliver cruza sus fuertes brazos con una expresión ceñuda, haciendo que su uniforme apriete su poderoso torso—. Estos tipos son unos sacos de mierda que esperan olisquear todo lo que puedan para venderle la noticia a las grandes empresas de información, ya que saben que aquí no sacarán mucho. Deberías de saberlo, Al. Tu jefe se queja de ello todo el tiempo cuando intento tomar un café en paz, soltando mierda y jodiendo mi día.

Sí, lo sé... —Albert toquetea su cámara con una expresión decepcionada—. Al menos estos tipos pueden permitirse estar borrachos por la noche y recibir una "atención especial" aunque su día apeste... Incluso mi jefe. Ese cabrón siempre está de malas, pero cuando visita el prostíbulo hace como que todo es maravilloso.

Sin embargo, Al, estos tipos están también hartos de que las minas no sean seguras y se utilicen muchas como una cortina de humo para encubrir asesinatos. —Las palabras de Oliver son duras, tanto como la expresión de su rostro—. Están cansados de que sea un trabajo mal valorado, donde cobran poco pese a todas las horas que hacen. ¿Y ahora? De repente un cadáver putrefacto y salvajemente abierto de par en par es hallado en las área centrales del laberinto. —Albert va a decir algo, pero Oliver gruñe profundo para que se calle—. Por mucho que tus fotos sean una obra de arte, según tus palabras, eso no significa que el significa en realidad sea crudo. No importa que escribas titulares de mierda para fomentar el morbo, cuando es innegable que ese tipo no fue "un borracho que tuvo mala suerte y se peleó con alguien". Las costillas abiertas y un golpe horrible en el cráneo, Al. ¿Enserio que seguirás adelante con esa mierda?

Albert ríe un poco.

Podríamos decir que ESO apareció otra vez.

No bromees con los muertos, Al. 

¿Quién bromea? —sonríe pícaramente Albert, asomándole cierto grado de cinismo—. Tú también conoces esas historias... Jefe de policía.

El hombre gruñe cuando le llama de esa manera, con aquel rentintín burlesco que es muy habitual en el periodista. No es que sean amigos ni nada parecido, pero muchas veces ambos coinciden en muchos lugares conflictivos o donde hay peleas para intentar ejercer sus papeles: Oliver manteniendo el orden, y Albert creando caos. 

Para mi mala suerte, a medias, Oliver me pilla mientras intento mimetizarme entre el gentío conforme él va avanzando con el periodista. Le pillo mirándome directamente, haciéndome un gesto con el dedo para que vaya donde ellos deciden moverme, por lo que sin otro remedio agacho un poco la cabeza y me despego de la gente hasta donde ellos deciden detenerse.

Oliver me mira con una expresión severa, ya que él es un hombre rudo y que no es precisamente muy amable dado su cargo. Aun así, sé que aunque parezca enfadado o dispuesto a ir directo hacia mí en cuanto pueda hablar, no hay malicia en este hombre. Siempre veo en sus ojos un ligero brillo de sobreprotección hacia mí, al igual que veo en la Madame del prostíbulo. 

Nada más llegar hacia ellos toda la información me impacta como una aguacero: El cuerpo del minero que encontraron muerto de una manera brutal ha sido llevado a la morgue, e incluso el arma homicida ha tenido que ser arrancada del cuerpo con la intención de estropearlo lo menos posible, aun estando demasiado profundo. Y intento poner mi mejor cara de póker, ya que ambos hombres saben que yo trabajo en el prostíbulo y conozco a prácticamente todo hombre que ha entrado en el local. No es errado decir que aunque yo no sea muy listo, tengo buena memoria para detalles que para la mayoría pasarían inadvertidos.

Sin embargo hay un problema: Si han encontrado el cuerpo de Van, entonces eso significa que deberé de ir con muchísimo cuidado si decido irme en algún con Chris para volver a casa. Mientras tanto, andaré con pies de plomo.

Pero esto no quedará aquí.

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