Miradas cruzadas

By bibliotecadorada

26.7K 1.6K 273

¿Qué pasa si el chico del que estas enamorada te odia? Atenea esta enamorada en secreto de Cameron, que a su... More

Sinopsis
Reparto
Capítulo 1: volver al pasado
Capítulo 2: el maldito destino
Capítulo 3 : Xelta
Capítulo 4 : confratenizando con el enemigo
Capítulo 5: malas decisiones
Capítulo 6: viendo el otro lado de tí
Capitulo 7: brujas y... ¿Amber?
Capítulo 8: encarcelado...¿emocionalmente?
Capitulo 9: cumpleaños
CapÍtulo 10: cumpleaños parte 2
Capítulo 11: el arte de no pensar
Capitulo 12: cumpleaños parte 3
Capítulo 13: dignidad perdida...parte mil.
Capitulo 14: rompiendo la coraza
Capítulo 15: la pintura como terapia
Capítulo 16: ofrecimientos salvajes
Capítulo 17: ping pong
Capítulo 18: revelaciones inesperadas
Capitulo 19: celos
Capítulo 20: visita sorpresa
Capítulo 21: maldito destino
Capítulo 22: la dignidad salió del chat
Capítulo 23: demasiados secretos a la luz
Capítulo 24: acuerdos...cuestionables
Capítulo 26: revelaciones escandalosas
Capítulo 26:piedras come cerebros
Capítulo 28: un desastre llamado «maquillaje»
Capítulo 29: matando zombies con estilo
Capítulo 30: cita falsa
Capítulo 31: primer partido
Capítulo 32: fiesta de halloween
Capítulo 33: fiesta de halloween parte 2
Capítulo 34: ofrecimientos riesgosos
Capítulo 35: exposición de arte
Capítulo 36: ¿Poseidón? Testigo de la lujuria
Capítulo 37: más traumas que añadir a terapia
Capítulo 38: cumpleaños indeseado
Capítulo 39: el corazón quedó reducido a la nada misma
Capítulo 40: a veces es necesario un poco de masoquismo
Capítulo 41: piercing=crisis existencial
Capítulo 42: celos...completamente racionales
Capítulo 43: desiciones que cambian la vida
Capítulo 44: el viaje interminable
Capítulo 45: el campamento
Capítulo 46: el corazón volvió a estar completo...por un nanosegundo.
Capítulo 47: caminos cruzados, sí, pero no unidos
Capítulo 49: el secreto cambia vidas sale a la luz
Capítulo 50: el final no se acerca, porque ya llegó.
Capítulo 51: confesiones
Capítulo 52: la dura realidad
Epílogo

Capítulo 48: el final del camino

285 17 0
By bibliotecadorada

CAMERON

Hacía exactamente 11 días que mi cuerpo no tocaba el suyo. Que mis labios no la besaban. Que no la podía hacer reír. Diez putos días. Más de doscientas sesenta horas. Más de novecientos cincuenta mil segundos.

Un mismísimo infierno.

No habíamos vuelto a hablar desde que pasamos la noche juntos en aquella maldita tienda de campaña. Luego de decirle esa frase asquerosa, pareció quedarse dormida, porque cerró los ojos y no los volvió a abrir hasta la mañana siguiente. Yo, por mi parte, me había quedado toda la noche pensando. Sabía que no podíamos volver a hacer nada, así que simplemente ignoré su cercanía y lo que me generaba. Había tomado una decisión, que era seguir separados, porque eso era lo correcto.

Luego de estar entrenando todos los días tantas horas y de una manera tan intensiva, mis músculos casi que tenían vida propia. Sinceramente, no me importaban, solo quería poder descargarme de algún modo, y el gimnasio y el vóley lo estaban logrando.

Habíamos entrenado más duro de lo normal porque se acercaba el último campeonato. El entrenador Fitzgerald hizo sonar el último silbato y el partido terminó. Este fin de semana iríamos a jugar a un pueblo cerca de aquí, que era realmente bueno, y quería que estemos a su altura.

— ¡Groove, ven aquí!—me llamó el entrenador desde el otro lado de la cancha, y fui corriendo hacia él. Tyler, un compañero, me palmeó la espalda cuando pasé por su lado.

—Entrenador Fitzgerald—le dije y asentí con la cabeza.

Debía estar en sus cuarenta años, y honestamente, esperaba estar así a su edad. Su figura era espléndida, se notaba que todavía practicaba algún deporte (aunque, obviamente, jamás lo había visto ni levantar una pierna). Su pelo rubio se mantenía oculto bajo la gorra que traía siempre y esos ojos verdes me miraban seriamente.

—Tengo buenas noticias para ti—levantó ambas cejas.

El entrenador me caía excelente. Gracias a él, me habían dado una beca completa en esta universidad, así que no podía quejarme de nada. Era medio hosco y serio, pero casi todos los entrenadores eran así.

— ¿Qué noticias?—pregunté, confundido, porque que supiera, no había estado pasando nada.

—En el juego del sábado van a haber reclutadores de las ligas importantes, Cameron. Y van a tener la mirada en ti, ya que eres el capitán.

Levanté mis cejas, asombrado.

— ¿Hablas en serio?

Asintió.

—Claro que hablo en serio. ¿Alguna vez miento?

Reí entre dientes.

—Que yo sepa, no.

Me miró fijo unos minutos y luego sonrió de costado. Eso, o había tenido un espasmo en el labio. Nunca se sabía con él.

—Entonces, créeme. Tienes que estar a su altura. Esta podría ser tu gran oportunidad, chico. Mantén la mente en esto, ¿sí? Sé que puedes lograrlo—. Se llevó el silbato a la boca y lo hizo sonar, dejándome un poco sordo—. ¡Johnson, deja de molestar a Williams! ¡No estas en la secundaria, carajo!

Abrí mis ojos y observé cómo mis compañeros trataban de aguantar la risa y se sentaban en seguida en las bancas. Fitzgerlad era duro cuando quería, pero sabía que en el fondo nos tenía mucho aprecio.

—Estos chicos, en cambio, no sé ni cómo se cambian los calzones. Las esperanzas están en ti—me dijo y me palmeó el hombro—. Sin presiones.

Bueno, muy pero muy en el fondo les tenía aprecio.

Di la vuelta y entré en los vestuarios. Fui hacia donde estaba mi casillero y mientras que lo abría, Tyler se sentó al lado mío.

— ¿Qué quería Fitz?—preguntó, diciendo el apodo que le habíamos puesto al entrenador hacía años atrás.

—Me dijo que en el juego del sábado van a haber reclutadores de las grandes ligas.

Los ojos de Tyler se abrieron de par en par.

—No jodas.

Asentí con la cabeza.

—Lo sé, es demente.

—Hermano, esta es tu oportunidad—declaró, todavía asimilando la idea—. Eres el capitán, todos los ojos van a estar puestos en tu trasero. Literalmente.

Reí y saqué ropa limpia. Luego cerré el casillero.

—Lo sé.

Sacudió la cabeza.

—No te noto muy emocionado, ¿acaso eres consciente de lo que esta pasando?

Suspiré.

Mi emoción había bajado un poco, porque la primera persona en la pensé cuando me dio la noticia era en ella. Se lo quería contar y festejar juntos. Pero claro, ahora me encontraba en la etapa en la que no debía pensar en nada relacionado a Atenea, porque después terminaba haciendo casi desastres. Como la vez de la fiesta en Xelta.

Debía concentrarme en mi futuro.

Si entraba en esas ligas, mi vida estaba resuelta. Todo el trabajo de años anteriores habría sacado sus frutos y recibiría la recompensa con los brazos abiertos.

—Lo siento, es que estoy tratando de asimilarlo, ¿sabes? No todos los días te dan esa noticia.

Me miró, cauteloso.

—Claro, lo que digas.

Miré la hora en mi celular y maldije.

—Te veo mañana, hombre. Tengo que ir a clase.

Saludé al resto del equipo y me di una ducha rapidísima. Hoy tenía la clase con el profesor Black, por lo que vería a Atenea, y eso significaba que quería llegar puntual para que ni ella ni el profesor me echaran esa mirada de desdén.

En el fondo, era un chico sensible.

Corrí al edificio en donde estaba la clase, que era bastante lejos de donde estaba la cancha de vóley, y por fin, llegué al aula. Faltaban cinco minutos para que comenzara, por lo que más de la mitad de la clase estaba sentada allí. Busqué a Atenea con la mirada, y la encontré...Claro, cómo no. La encontré hablando con Jude.

Ella puede hacer lo que quiera.

No eres su dueño.

Respiré hondo, haciéndole caso a mis pensamientos, y me dirigí hacia ellos. Apenas llegué, Jude me miró con un poco de pánico desde el asiento, y Atenea, que estaba sentada en el banco de enfrente, me miró sin mucha alegría.

—Hey—los saludé, sintiéndome incómodo.

Jude tragó saliva y nos miró alternativamente a Atenea y a mí.

—Bueno, Cindy esta por allí abajo, así que...—se paró rápidamente y agarró su mochila. Se fue tan rápido que me sorprendió que no haya dejado una estela de humo atrás.

— ¿Tanto miedo me tiene? ¿Qué cosas le dijiste de mí?—le dije medio en broma a Atenea, que no sonrió para nada.

Mi corazón se volvió a astillar un poco más. Tuve que tragar saliva, porque verla así no me gustaba nada.

—No te tiene miedo. No sé la verdad por qué escapa cada vez que te ve. No le debes caer bien—se encogió de hombros.

Casi me atraganto con mi propia saliva. Dio un salto y se bajó del banco, y la seguí por el aula.

— ¿Por qué no le caería bien?

—Hm—fingió que pensaba y giró a la derecha, hacia donde estaba su mochila. Se sentó en un banco y me miró, seria—. Quizás, porque apenas te conocí eras un idiota. Luego mejoraste un poco, pero ahora vuelves a ser ese idiota. Tan solo digo—levantó una ceja.

Asentí con la cabeza. Sus palabras me dolían, pero no iba a dejar que lo supiera, para que no tuviera dudas sobre nosotros. No iba a mostrar esa brecha que se abrió sin querer la noche del club, en donde la vi con ese chico y sentí cómo mi mundo se volvía a derrumbar. En donde sentí cuánto me gustaba.

—Yo creo que soy un idiota agradable.

Puso los ojos en blanco.

—Tan agradable como comer césped. —Me miró de reojo—. Lo siento, olvidé que eres vegano.

Quería soltar una carcajada, pero me contuve.

—No me ofendes. Al menos, no como cadáveres, como tú—repliqué y tomé asiento a su lado.

Volvió a poner los ojos en blanco.

—Prefiero comer cadáveres a seguir con esta conversación.

—Antes eras más resistente.

Me clavó la mirada.

—Antes eras más inteligente.

Fruncí el ceño.

— ¿Más inteligente?

Asintió y comenzó a sacar las cosas de la mochila.

—Inteligente porque habías decidido estar conmigo.

Oh, vaya. Así que aquí estábamos. En el medio de un aula repleto de personas a punto de que llegue el profesor, hablando de lo idiota que había sido.

No sabía cómo había llegado a este punto.

— ¿En serio sigues enojada porque te dejé?

Un ruido sordo de algo cayéndose hizo que pegara un respingo, y vi cómo me fulminaba con la mirada antes de levantar su celular del piso.

El profesor Black entró al aula y comenzó a tomar lista, pero no podía dejar de mirarla. Estaba con el ceño fruncido y sus ojos eran rabia pura.

— ¿En serio piensas...?—miró alrededor al percatarse de que el aula estaba en silencio. Luego siguió hablando en un susurro— ¿En serio piensas que estoy enojada porque me dejaste?

—Pues sí, es bastante obvio.

Terminó de poner las cosas sobre el banco y volvió la vista al frente mientras cruzaba sus brazos. Desde aquí podía ver su perfil y las pequeñas pecas de la punta de su nariz. Casi había olvidado su existencia.

—Ahí tienes cuando digo que eras más inteligente—murmuró y suspiró. —No estoy enojada porque me dejaste, Cameron. —La miré con las cejas arqueadas y me miró de reojo—. Bueno, puede ser que un poco sí. Pero no es principalmente por eso.

Yo realmente estaba confundido.

— ¿Entonces, por qué es?

Relamió sus labios y me percaté de que le brillaban más de lo normal. Debía haberse puesto alguna de esas cosas raras que las chicas se ponían.

—Primero, porque dijiste que era un desperdicio de tiempo. Y segundo, por tu patética excusa. Si vas a dejarme, por lo menos ten un buen argumento.

Mi corazón se paralizó. Sabía que mi excusa no había sido para nada premeditada y que ella se merecía una explicación mucho mejor, pero por ahora no podía dársela. No sin exponer a otra persona. Y eso era lo último que quería hacer.

Así que, me tragué todas las palabras nuevamente y seguí diciendo estupideces.

—Lamento haber dicho lo del desperdicio, yo...no quise decirlo de esa manera—suspiré—. Y en cuanto a lo otro, ese es mi argumento, Atenea—susurré—. No siento nada por ti, no sé por qué te cuesta aceptarlo.

Ya me debía recibir de actor. En serio. Y uno con cuatro Óscar, mínimo.

Asintió con la cabeza y sin previo aviso, colocó su mano muy cerca de mi entrepierna. Mi mirada se disparó en todas las direcciones, pero estos bancos de madera tapaban casi todo y el profesor estaba muy lejos como para notarlo.

Obviamente, una tienda de campaña se formó ahí abajo en menos de un segundo. Así de jodido estaba.

— ¿Qué demonios haces?—siseé entre dientes.

—Tu cuerpo reacciona al mío instantáneamente. Es imposible que no sientas nada por mí—respondió, sin mirarme.

Tragué saliva y traté de correr su mano, pero la muy maldita me pellizcó.

— ¡Por todos los...!

El chico que estaba delante de nosotros nos dedicó una mirada mortal y se la devolví triplicada, lo que hizo que se hundiera en su asiento y devuelva la vista al frente. Miré a Atenea como si le faltaran todos los jugadores de la cabeza.

— ¿Cuál es tu problema?—dije, enojado.

Estaba enojado y excitado al mismo tiempo. No sabía lo que podía llegar a pasar.

Esta vez, sus ojos se encontraron con los míos y luego bajaron a mis partes. Acercó su mano un poco más al centro y tuve que tomar una larga respiración para no desmayarme allí mismo. El sexo en público no estaba en la lista de cosas que quería hacer, pero si era con ella....bueno, las cosas podían ser diferentes.

Cameron, concéntrate.

—Mi problema es que mientes y todavía no sé el por qué. Ese es mi problema. Mírate—murmuró, y la temida mirada de desdén llegó a su cara—. Estas a punto de tener un orgasmo y ni siquiera te toqué.

Mi respiración estaba acelerada y estaba a punto de tener uno, efectivamente.

—Es pura reacción física, Atenea. No sé por qué no lo aceptas—intenté correrle la mano nuevamente y por suerte, esta vez cedió—. Que mi cuerpo reaccione así no tiene nada que ver con mis sentimientos.

Asintió con la cabeza.

—Síguetelo repitiendo, Cameron. Síguetelo repitiendo.

Quería gritar tan fuerte como un loco en el medio de la calle. Quería agarrar la mesa y estamparla contra la ventana. Quería decirle que sí, que tenía razón, que nadie más me hacía temblar solo con el tacto como ella, que nadie más me hacía sentir tan vivo.

Pero demonios, no iba a retroceder. No podía.

No sin dejar al frente al único que estuvo allí para mí cuando más lo necesité.

CAMERON

Mi corazón estaba tan acelerado como la rueda de un hámster que no duerme. Ver a Cameron así, de nuevo, me había traído todos los recuerdos posibles. Ahora, mi cuerpo era fuego por una razón totalmente distinta a otras veces.

Terminar con mi mano en su muslo no había sido una idea premeditada. Solo quería probar un punto. Y estaba contenta con el resultado. O bueno, no tanto. Sí, su cuerpo reaccionaba al mío, pero su mente seguía resistiéndose. Y eso me entristecía, porque siempre era yo la que tenía que hacerlo entrar en razón. La primera vez fue cuando no quería trabajar conmigo, luego cuando no quería besarme, ahora esto...Cameron tenía serios problemas con los sentimientos...o conmigo.

Siempre había estado negado conmigo.

—Chatzi y Groove.

Dirigí la mirada al profesor y quité la mano del regazo de Cameron rápidamente. Me levanté del asiento, con Cameron siguiéndome por atrás, y fuimos a la mesa del profesor. Le eché una mirada a Cameron por detrás de mi hombro y vi que se había atado la campera a la cintura para tapar...bueno, los efectos de mi mano.

Sonreí para mis adentros.

El profesor Black me tendió la carpeta que le habíamos entregado hacía dos semanas con el entrecejo fruncido.

—Aquí tienen. Aprobaron, pero esperaba más de ustedes. El próximo semestre arrancaremos con las filmaciones, así que esfuércense más.

Cameron asintió y miró por encima las hojas que tenía en mi mano.

—Hablando del próximo semestre, no sé si seguiré en esta universidad—le comenté al profesor.

Black me miró sin mucho interés.

—Si te trasladas puedes pedir la equivalencia. Solo ven a verme y te firmaré el papel.

Asentí con la cabeza y le agradecí. Estaba contenta con que no me haya preguntado muchos detalles.

Di la vuelta y volví a nuestro banco, con la sombra de Cameron detrás de mí. La clase se basó en Black dando una devolución general sobre los trabajos y diciendo alguna que otra tontería. Duró menos de lo usual, y nos deseó algo así como un buen receso invernal.

Eso me produjo escalofríos. Ya se acercaban las fiestas y sentía que todo mi mundo estaba patas para arriba: mi corazón roto, cambio de carrera, venta de cuadros...Todo había sucedido en menos de un semestre y me costaba asimilarlo.

Cuando salí del aula, Cameron todavía me seguía. Me abroché la campera hasta arriba del cuello y caminé despacio, al lado suyo. No dijimos nada, pero me acompañó hasta mi residencia. El suelo crujía cuando lo pisábamos por la leve escarcha que tenía y fuimos a paso lento. No lo iba a volver a ver hasta dentro de no sabía cuánto tiempo, y eso me hacía querer estampar la cara contra el piso.

Cuando llegamos a mi residencia, me detuve antes de entrar en el edificio. Lo miré, a esos ojos que tanto me gustaban, a esa boca que finalmente había besado, a ese cuerpo que había tocado...y me sentí extrañamente bien. Había cumplido con mi objetivo desde hacía años: tener al chico de mis sueños para mí. Y si bien había durado menos de lo que quería, estaba contenta porque por lo menos algo había tenido. De todas formas, mi corazón no se mostró de acuerdo con ese pensamiento y el dolor agudo llegó, de nuevo. Pensaba que lo tenía más o menos manejado, pero parecía que no. Sentía que me iba a llevar toda una vida superarlo.

—Así que, ¿te trasladas?—preguntó y pateó una piedra, siguiéndola con la mirada.

Sacudí la cabeza.

—Aun no lo sé.

Asintió y metió las manos en los bolsillos. Se había puesto un gorro de lana negro que lo hacía ver más atractivo aún, lo cual complicaba mucho las cosas.

—Entonces, ¿por qué le dijiste eso a Black?—frunció el ceño.

Reí un poco por lo bajo.

—Porque creo que me cambiaré de carrera.

Levantó las cejas y siguió mirando el suelo.

— ¿Cambio de carrera, eh? Vaya, ¿a cuál irás?

—Eso tampoco lo sé. Es lo que estoy viendo.

Asintió y volvió a patear otra piedra. El momento se había vuelto un tanto intenso para mi gusto: los dos parados enfrentados, pero sin poder mirarnos fijamente; mis ganas de abrazarlo y no soltarlo nunca más, de besarlo y atraparlo para toda la vida...

—Bueno, sea lo que sea que elijas, seguro te va bien—sonrió un poco de costado y por fin, me miró directo a los ojos.

Me desarmé allí mismo. Tuve que pellizcarme las palmas de las manos para no caerme de bruces contra el piso, porque esa sonrisa era destructora.

—Gracias, Cam. A ti también—le respondí y me acomodé la mochila en el hombro—. Te deseo mucha suerte y buenas vacaciones.

Si le decía algo más me iba a largar a llorar, porque de pronto, recordé que pasaría las fiestas solo. Completamente solo.

—Oye, si algún día quieres que te visite tan solo escríbeme, ¿sí?—seguí diciendo y gracias a dios, mi voz no se rompió.

Su mirada se ensombreció un poco.

—No creo que sea una buena idea, pero gracias. Lo tendré en cuenta—suspiró y tragó saliva—. Bueno, nos vemos, Atenea. —Asintió con la cabeza y dio un paso adelante, pero luego frunció el ceño y terminó dándose vuelta y yéndose, dejándome completamente rota.

De nuevo.

Me quedé parada mirándolo irse. Su bolso colgaba de su costado derecho y caminaba a paso lento. Todas mis venas me gritaban que corriera hacia él y lo envuelva en un abrazo, porque no sabía si lo volvería a ver. Que le dijera que lo quería, que podíamos estar juntos y que seríamos felices. Pero no podía. Porque él ya había dejado en claro su punto: yo era una mera reacción física.

Tragué saliva y tomé coraje para dar media vuelta y subir a mi habitación. Me sentía agotada. Como si hubiese corrido una maratón con este frío. Apenas entré en el cuarto, me dejé caer sobre la cama de Amber, a su lado, y me largué a llorar como si fuera una maldita cascada.

Los días siguientes no fueron mejores. Había vuelto al comienzo, en donde todo me recordaba a él: las sábanas, mi cama, los aromas, la pizza, los animales, las parejas que caminaban por el campus... Lloraba todas las noches y seguía quedándome despierta para ver esos tres puntitos aparecer. Por suerte, lo hacían. Allí estaban cada vez que los esperaba: tres puntos que me seguían dando un poco de esperanza y fuerza para seguir.

— ¿Esta te gusta?—Alba levantó una taza blanca lisa y nos la mostró a Amber y a mí.

—Es sencilla, podría funcionar—respondí y seguí empujando el carrito de las compras.

Mañana, lunes, nos íbamos a San Francisco con mis hermanos a pasar las fiestas en casa. Nos quedaríamos las dos semanas allí y estaba contenta, porque extrañaba mucho a mis padres y a mi perro.

Así que, estábamos en el supermercado comprando las cosas para hacer las ilustraciones e imprimirlas, aprovechando el tiempo libre que nos quedaba. Habíamos comprado camisetas, tazas y porta velas, y en mi casa iríamos a imprentas a averiguar para hacer posters y señaladores. Estaba realmente entusiasmada con la idea, pero lo que pasó con Cameron hacía tres días me seguía pesando, así que no estaba del todo feliz.

Seguí empujando el carrito, y mi vista se dirigió a una sección en donde había muñecos de algodón, de esos que quieres abrazar y son suaves y esponjosos.

—Quizás podríamos hacer un muñeco de Rhys—dije medio en broma y Amber se rio.

—Yo te lo compraría.

Reí y mis ojos se enfocaron en lo que parecía ser una bola amarilla. La miré con más atención...y un minion con dos ojos y un oso en la mano me devolvió la mirada. Maldito Bob. Agarré el muñeco y lo di vuelta. No podía creer que por culpa de Cameron ahora odiaba a los Minions.

Era demasiado.

Amber y Alba me miraron extrañadas pero no dijeron nada.

— ¿Ya tenemos todo?—pregunté, cansada. Quería ir a mi cama de nuevo y ponerme en posición fetal.

—Creo que sí—dijo Alba y miró su lista, en donde había anotado más cosas que comprar aparte de lo que necesitaba para vender—. ¿Por qué rayos Thomas pidió que le compremos medias con renos?

Amber rio. Thomas no vino porque esta era nuestra tarde de chicas, pero nos pidió que le compráramos un par de cosas.

—No lo sé—puse los ojos en blanco—. ¿Quizás porque le excitan?

Amber me miró un poco horrorizada.

—Cierra el pico, Atenea. Eso no le excita...

—También añadió bragas con esa misma temática—dijo Alba y arqueó las cejas. Le tendió el papel a Amber, que la miraba boca abierta y siguió caminando—. Ahora mismo no puedo lidiar con el sexo temático que quiere mi hermano.

Amber seguía anonadada y yo me estaba riendo. Las cosas entre ellos estaban excelentes, y si bien no habían oficializado su relación, se notaba que pronto lo harían. Amber pasaba más tiempo en el dormitorio de mi hermano que en el mío y cada vez que los veía juntos estaban dándose besos. Daban un poco de asco, la verdad.

— ¿Vendrás a visitarnos, cierto?—le pregunté a Amber.

Thomas la había invitado a venir a nuestra casa unos días.

—Claro que sí. Jamás me perdería de visitar la mansión Chatzi o de pasar tiempo con ustedes—sonrió.

—Estoy preocupada por tus prioridades—murmuró Alba y se puso en la fila para pagar.

— ¿Ya sabes lo que te pondrás mañana?—me preguntó Amber, con sus ojos brillosos, ignorando a Alba.

Mañana era la exposición de arte. Era al mediodía, porque a la tarde teníamos el vuelo.

—No tengo idea.

La verdad es que no me interesaba mucho. Iban a ser todas personas mayores como la otra vez, y en esta ocasión yo no había invitado a nadie. Si los invitaba tenía que ver a Cameron de nuevo y no tenía muchas ganas luego de la triste despedida y de nuestro cruce en la clase de Black.

El resto del día lo pasé como quise desde un principio: enterrada en mantas mientras seguíamos viendo The Vampire Diares. A la noche volví a entrar en la conversación con Cameron, y cuando los tres puntitos que indicaban que estaba escribiendo aparecieron, me volví a dormir un poco más tranquila.

El día siguiente fue más de lo mismo: llorar un poco, vestirme bien, terminar de hacer las maletas, llorar otro poco e ir a la galería. No había tantas personas como la vez pasada y me alegré de que Amber me hubiese prestado un conjunto de pantalones largos con una gran campera, porque la temperatura estaba horrible.

Cuando llegué, Dorothy estaba esperándome en el mismo sector que la otra vez. Pero no estaba sola. A su lado, un hombre de traje, con el pelo rubio y unos ojos avellanas casi amarillos, me miraba con una gran sonrisa. Parecía ser un empresario.

—Atenea—me saludó Dorothy cuando llegué a su lado—. Este es George, dueño de esta galería y de otras más en todo Estados Unidos.

Le di un apretón de manos y lo miré con admiración.

—Vaya, gusto en conocerlo. Gracias por dejarme exponer aquí, es un lugar maravilloso.

George sonrió un poco más y se le vieron los dientes, que parecían de porcelana. Llevaba un Rólex enorme en una mano y se notaba que respiraba dinero. Dorothy lo miraba con una mezcla de deseo y admiración que era muy extraño en ella. Hoy, como la otra vez, también se había arreglado con un vestido de gamuza largo hasta el piso y una chaqueta haciendo juego.

—Gracias, Atenea. El placer es mío. Dorothy me mostró algunos de los cuadros que pintaste y la verdad es que me encantan—. Levantó las cejas y me miró con un poco más de atención—. Quería saber si te gustaría exponer aquí regularmente.

Mis ojos se abrieron mucho y miré a Dorothy.

—Oh, por dios—exclamé, sin poder contenerme. — ¡Muchas gracias! ¡Me encantaría!— sonreí y traté de calmarme un poco.

Dorothy me miraba con orgullo y George se estaba riendo.

—Nos mantendremos en contacto, entonces. Gusto en conocerte, Atenea. Felices fiestas—me deseó George, y acto seguido, le plantó un gran beso en los labios a Dorothy. Luego se dio la vuelta y se fue.

Yo me quedé pasmada en el lugar.

—Ese es mi marido, querida. Cuando te dije que el tiempo dejaba sus frutos, a eso me refería. Es contador y lo conocí en la universidad—me explicó y luego me guiñó un ojo—. No nos separamos desde ahí, y bueno, tiempo después me dio realmente frutos. Dos, para ser exactos.

Entre la sorpresa de que George era su esposo y que me había ofrecido exponer con él regularmente, todo lo que duró la exposición me la pasé como en una especie de humo mental.

Dorothy me contó más sobre su esposo: resultaba ser que George si bien era contador, también era dueño de múltiples galerías que manejaba junto a Dorothy. Ella era algo así como la organizadora y él se encargaba de los números. Hacían una pareja súper extraña: él todo serio, con traje y barba recién cortados, teniendo todo a juego y pareciendo muy recto; y ella todo lo contrario, libre y colorida, como siempre.

Ambos se mostraron muy amorosos y me hicieron sentir cómoda. Estuve bebiendo un poco de champagne con Amber y Alba, las únicas dos que me habían acompañado, y cuando cayó la tarde me despedí de Dorothy con un gran abrazo. Había aceptado su propuesta, obviamente, pero teníamos que ver si podía ser regular, porque no sabía si me iban a dar los tiempos para hacer eso, la venta de las ilustraciones y estudiar una carrera que todavía no sabía cuál iba a ser.

Cuando subí al avión todo lo que hice fue repasar mentalmente estos últimos meses. Me sentía gustosa conmigo misma ahora, ya no sentía tanto el vacío que me acechaba cada tanto. Tener metas me ayudaba y me motivaba, hacía que quisiera enfrentar los nuevos desafíos que estaban por venir.

Cerré mis ojos y miré la pantalla de mi celular. Esos tres puntitos volvieron a aparecer, y me dormí con una sonrisa en la cara.

Continue Reading

You'll Also Like

51.4K 4.3K 3
yoongi y jungkook son novios desde hace cinco años. yoongi es el único de su grupo de amigos que aún es virgen y su inocente imagen mata de ter...
987K 158K 151
4 volúmenes + 1 extra (+19) Autor: 상승대대 Fui poseído por el villano que muere mientras atormenta al protagonista en la novela Omegaverse. ¡Y eso justo...
9.3K 525 33
Altanero, confiado, sarcástico, atlético... Todos y cada uno de esos son las características responsables de describir a Cameron Lightwood. Al igual...
18.4K 1.1K 12
︰┈・☕ Historias cortas. ︰┈・☕ Escenarios. ︰┈・☕ Todos por TN, Reader, lectora. ︰┈・☕ Realiza tu pedido, actualizaciones activas. ︰┈・☕ Gracias por leer.