La noche fue extraña, aunque Dante no se dio cuenta de lo que en realidad estaba pasando. Yarim había dormido abrazado a Kamran, pero esa vez era completamente consciente de ese hecho. Se acurrucó un poco más, con ganas de seguir durmiendo, sentía que había despertado demasiado pronto.
El mayor abrió sus ojos y se percató de que estaba totalmente atrapado entre los brazos del menor. Parecía muy poco dispuesto a separarse, lo cual le decía que no se arrepentía de lo ocurrido la noche anterior. Al recordarlo, sus mejillas se tiñeron ligeramente de rojo y lo meditó por unos segundos, si su padre se entraba le mataría, les mataría a ambos, pero no podía negar lo mucho que le había gustado.
—Hey, enano... hora de despertar— susurró y movió con suavidad a Yarim para que abriera los ojos.
Yarim abrió los ojos y alzó la vista. Una sonrisita apareció en sus labios y se aferró más a él.
—Feliz cumpleaños...— pronunció aún con la voz adormilada. Tampoco se arrepentía de nada aunque no comprendiera por qué sentían tanta atracción.
—Gracias, nunca pensé que serías el primero en felicitarme— bromeó el mayor y alzó la vista. Su hermano aún seguía dormido así que miró de nuevo a Yarim y se acercó un poco más. —¿Y mi regalo?— susurró con cierta picardía.
Yarim suspiró, aunque no dejó de sonreír. Se acercó y dejó un casto beso en sus labios, por inercia, ya que no había entendido a que se refería exactamente.
—Lo tengo en mi casa, luego te lo daré...
—No pensé que tuvieras un regalo, si te digo la verdad. Pero me gustan tus besos— respondió y volvió a besarle, pero lo alargó un poquito más.
Yarim se olvidó de lo que iba a decir, estaba completamente inmerso en aquellas sensaciones que le causaba el contrario cuando sus labios rozaban. Era adictivo. Demasiado adictivo. El mayor se atrevió a morder con suavidad el labio inferior ajeno y tiró un poquito de él. Le gustaba provocarlo y ver ese lado más dócil después de tantos años viendo solamente ese espíritu indomable y su fuerte personalidad.
—Deberíamos bajar antes de que Dante se despierte...— susurró Kamran.
—Deberíamos...— murmuró algo nervioso. —Y no me provoques así, siento que mi celo está cerca y no ayudas...
—Eres un alfa peculiar... ¿Lo sabes?— dijo el mayor y soltó una risita. —Hueles bien, sigo sin entender por qué me gusta...
—A mí también me gusta tu olor, sé que es raro y poco común, pero a veces los alfas se atraen entre ellos —explicó Yarim y se percató de algo. Llevó las manos a su cabello despeinado y enmarañado. —Mierda... odio dormir con el pelo húmedo... es culpa tuya.
Kamran se separó un poco y se cubrió la boca con la mano para intentar no reír al verle todo espelujado. Lo cierto es que era una imagen bastante graciosa pues siempre era muy coqueto con su pelo. Yarim se intentó peinar con los dedos, pero al ver al contrario reírse le empujó ligeramente y se colocó sobre él con una expresión molesta.
—No te rías de mí...— gruñó en voz baja y le puso la almohada sobre la cara intentando asfixiarlo un poco.
Pero Kamran le sujetó por la cintura y le hizo girar en la cama para acorralarlo contra la misma.
—Es culpa tuya— susurró el mayor con una sonrisa de satisfacción. Su cola se mecía suavemente y se acercó para morder con suavidad el labio inferior de Yarim. —¿Y ahora qué vas a hacer, mmh?
Yarim jadeó ligeramente y por inercia movió sus caderas desde abajo. Quería rodear su cintura para tratar de girarlo, pero sintió algo que probablemente no debía de haber sentido y sus mejillas se sonrojaron por completo.
—Te gusta acorralarme...— dijo en tono coqueto y llevó su mano al pecho adverso sobre el pijama. No sabía cómo Dante seguía durmiendo después de eso, pero se alegraba, pues no sabía cómo explicarle lo que sucedía. Además aquello era excitante, más de lo que Yarim pensaba. Nunca se había excitado sin estar en celo y Kamran lograba que lo hiciera, aunque no encontrase explicación.
—Sí... me gusta, lo admito— respondió y se acercó al cuello del menor para olisquearlo sutilmente. —Ya te dije que soy más fuerte que tú...
Yarim ladeó la cabeza y llevó una mano al cabello adverso para atraerlo más a su cuello. ¿Qué estaba haciendo? Su cuerpo comenzaba a irradiar algo de calor y tener tan cerca a Kamran provocaba que su autocontrol se viera afectado.
—P-pero yo seré más fuerte...
Kamran sintió un escalofrío y lamió la zona, como si lo estuviera probando. Se estaban dejando llevar por sus instintos pero no tenía sentido que estos les empujaran a eso.
—¿De pronto eres sumiso conmigo?— cuestionó y sus manos apretaron suavemente la cintura de Yarim. Eso no se parecía mucho a la actitud que tenía un alfa, y menos uno que quería ser líder.
—Cállate...— gruñó Yarim y sus ojos brillaron ligeramente antes de girar su rostro para besar al contrario. Sí, se había excitado y agradecía que su olor fuera mucho menos intenso que el de cualquier alfa.
Kamran correspondió al beso con las mismas ganas y reposó ligeramente su cuerpo sobre el del menor. Le gustaba sentirle cerca, sentir su calor y percibir su aroma cada vez más fuerte, aunque siguiera siendo sutil. Todo se estaba tornando más intenso, se habían vuelto adictos a aquello demasiado rápido y el problema iba a ser ignorarlo. Yarim había perdido la noción del tiempo, solo quería seguir besándolo, tocándolo y sintiendo su cuerpo contra el propio. Cada vez tenía más calor y la ropa le estorbaba demasiado. Su entrepierna se había endurecido y acabó rozando con la adversa, algo que le hizo romper el beso para soltar un gemido más alto de lo que esperaba. Entonces se escuchó el sonido de alguien moverse en la otra cama.
Por inercia, Kamran cubrió con la mano la boca de Yarim y alzó la mirada para ver si su gemelo estaba despierto. Para su suerte, simplemente se había girado y volvía a estar dormido. El mayor suspiró aliviado y miró a Yarim con una sonrisa nerviosa, se habían librado por poco pero el riesgo le añadía un potente toque de morbo a la situación.
—Hora de levantarse— susurró y apartó su mano para darle un beso rápido antes de apartarse.
Yarim gruñó y se incorporó un poco. Necesitaba arreglarse el pelo antes de bajar por lo menos.
Pasaron unos minutos y Yarim fue el primero en salir de la habitación. No quería alejarse de Kamran, pero lo necesitaba o iba a entrar en celo definitivamente. Aletheia acababa de salir también y dio un par de saltitos hacia él.
—¿Por qué hueles a feromonas? Estáis todos calientes... en fin alfas— dijo la chica soltando una risita.
—E-Ehm... mi celo vendrá pronto supongo... Oh, felicidades.
—¡Gracias! Tengo ganas de ver a Kiara, como hoy no tiene clase va a venir... ¿crees que podré convencer a Alhaitham de pasar la noche con ella?
Yarim no lo tenía muy claro, pero su padre era muy estricto así que quizá no las dejara pasar toda la noche juntas. Se encogió de hombros y antes de que pudiera decir nada Tighnari subió las escaleras.
—Despertad a los gemelos, vamos, tenemos un cumpleaños que celebrar.
—No hace falta, ya estoy despierto— dijo Kamran saliendo de la habitación. Se había aseado un poco e incluso se había cambiado de ropa con bastante rapidez para evitar oler demasiado a feromonas. —He avisado a Dante así que no tardará en bajar.
Tighnari comenzó a golpear la puerta para meter prisa al alfa.
—¡Vamos a casa de papá!
Yarim estaba emocionado, pese a que no lo mostraba, de ver a sus padres de nuevo. Le extrañaba que Tighnari dijera eso de todos modos, aunque probablemente hubieran aprovechado para organizar la fiesta en la otra casa.
—Cyno está abajo, id tirando, Kiara acaba de llegar también.
Aletheia alzó las orejas y movió la cola rápido de un lado a otro. No sé lo pensó y bajó corriendo tirando de Yarim. Este miró a Kamran y sintió sus miradas conectar por un momento, pero decidió no pensar en ello e ir con la que consideraba su hermana mayor.
—Ya voy... qué prisas— dijo Dante, que acababa de abrir la puerta con expresión adormilada. Aún se estaba colocando la camiseta que acababa de ponerse.
Kamran se rió y pasó el brazo por los hombros de su gemelo.
—Ya eres mayor de edad y sigues siendo un dormilón... no tienes remedio— le dijo y Dante le dió un golpecito en el estómago para fastidiarle.
—Anda vamos—. El menor de los gemelos sonrió y los tres caminaron hacia el piso inferior para juntarse con el resto.
ꕥ
Las calles eran desconocidas para él. Su ropa ocultaba sus pequeños cuernos de dragón y las escamas de su cuerpo mientras se adentraba en lo que se suponía que era territorio enemigo, pero no podía seguir allí.
"Tienes dieciocho años, debes casarte con tu prometido", le había dicho Zhongli, su padre. Su madre había intentando hacer entrar en razón a su marido, pero era muy firme con el tema. Kristov aprovechó para huir hacia la frontera a sabiendas de que sus padres se enfadarían. Era una forma de rebelarse, pero también se había puesto en peligro.
Su corazón latía con fuerza. Algunos mechones pelirrojos escapaban de la capucha y los intentaba meter de nuevo bajo esta. Las escamas de su rostro y sus ojos le podrían delatar si alguien le miraba fijamente. Llevaba su cola enrollada en la pierna, debajo del pantalón. Era incómodo.
Logró llegar a las afueras de aquella ciudad llena de cánidos y se escondió cerca de un río, tras un árbol, a lo lejos había algunas casas alejadas de la ciudad, casas enormes con jardines y piscina. Al ser un reptil le gustaba estar cerca del agua, su madre, Tartaglia, era un dragón de agua al fin y al cabo.
ꕥ
Antes incluso de llamar a la puerta, esta se abrió y Alhaitham apareció junto a su marido para recibir a sus hijos.
—Feliz cumpleaños, chicos— dijo el alfa con una pequeña sonrisa y se abrazó a la omega antes de hacer lo mismo con los gemelos. —Pasad.
Lo que no se esperaban era encontrar toda la casa perfectamente decorada. Había globos, serpentinas e incluso una pancarta. Los chicos eran mayores de edad y probablemente fuera uno de los últimos cumpleaños que celebrarían de esa manera, así que sus padres se habían compinchado para darles aquella pequeña sorpresa.
Los que mejor reaccionaron fueron los mellizos que iban en su carrito especial. Sophia estaba mirando todo expectante, como si quisiera jugar con los globos.
—No teníais que hacer todo esto... gracias papá— dijo Aletheia y dejó un beso en la mejilla del alfa. —Gracias a todos.
Se notaba lo emocionada que estaba la omega, quien tiró de su novia hacia el interior para poder ver todo. Había mucha comida y bebidas azucaradas típicas de fiestas de cumpleaños. Kaveh sonrió al ver de nuevo a su pequeño después de tantos días y no dudó en ir hacia él después de felicitar a los trillizos.
—Mi niño, siento haberte dejado allí todos estos días— le dijo mientras lo abrazaba contra su pecho. —¿Has estado bien?
Yarim se abrazó a su madre. Lo necesitaba más que nunca a decir verdad. Se sentía pequeño y apenas podía pensar después de lo ocurrido. Al ver a su padre se sintió culpable, pero algo en él no podía dejar de pensar en Kamran.
—Sí... ¿Y tú? ¿voy a tener un hermano?
—Aún es pronto para saberlo, pero creo que sí— dijo el omega. —Vamos dentro, Cyno ha preparado un photocall para vuestras fotos de instagram.
Yarim miró con extrañeza y se esperó lo peor. Cuando ambos entraron al salón buscó con la mirada a Kamran de forma inconsciente, pero alguien tiró de su pantalón. Tomó a Sophia en brazos en cuanto la vio allí.
—¿A que ha quedado guay?— cuestionó Cyno mientras observaba orgulloso lo que había hecho.
Había un marco de cartón como si fuera una polaroid y debajo algo escrito: #Cumple18. Además de eso, también había una caja con diferentes gafas extrañas, sombreros e incluso bigotes falsos.
—Seguro que lo petáis cuando vuestros amigos virtuales vean las fotos— añadió el beta.
Aletheia sintió vergüenza ajena al escuchar aquello y miró a Kiara. No sabía qué hacer, no podía herir los sentimientos de su padre, pero tampoco fingir que aquello no era demasiado cutre.
—Vamos a sacarnos una foto— dijo Tighnari tirando de Aletheia hacia el photocall. —Papi lo ha hecho con toda la ilusión del mundo —le susurró a la omega y esta suspiró y tomó una de las gafas extrañas que había en la caja.
—Vale, pero que vengan todos conmigo... ¡Hermanitos, Kiara! Vamos a hacernos unas fotos.
—A mí me parece una idea súper guay— dijo Kiara mientras se acercaba a su novia y tomó su mano. —Tu padre me cae bien. Bueno, los dos, pero Cyno es muy divertido.
Yarim no pudo evitar reír y acercarse también sin soltar a Sophia. Le dio unas gafitas también a ella y se puso una corona.
—Algo me dice que te cae mejor mi padre que yo— le dijo Aletheia a Kiara y la rodeó con los brazos. —Dante, Kamran, vamos, que tenéis que elegir gafas o lo que haya.
Tighnari estaba con la cámara en la mano, dispuesto a hacer la mejor foto. Kaveh se abrazó al brazo de Alhaitham y soltó una suave risa. Le hacía muy feliz poder estar con él de esa forma, celebrando el cumpleaños de sus hijos. Después de todo lo que habían pasado, nunca esperó estar así.
—Yo no estoy muy de acuerdo en esto...— dijo Kamran cruzándose de brazos, aunque Dante acabó tirando de él y se llevó al pequeño Sakir consigo, que era el último de los niños que faltaba.
—Venga, no seáis gruñones— dijo Dante con buen humor y le puso un pequeño bigote al niño, que rió e intentó quitárselo hasta que Dante se puso uno igual para ir a juego.
Kamran rodó los ojos y terminó poniéndose un sombrero que le encajaba bastante bien y no era muy llamativo. Tighnari no tardó en sacar la foto cuando todos estuvieron en la escena. Sacó varias para tener más recuerdos en su álbum.
Después de eso todos se sentaron alrededor de la mesa. Los pequeños en sus respectivas tronas con Tighnari y Cyno, aunque pronto podrían sentarse en sillas. Kiara y Aletheia habían dejado de cortarse delante de sus padres y se daban de comer la una a la otra y la omega se ponía cariñosa, aunque nunca se daba besos con ella y menos cuando Alhaitham estaba presente, este imponía más que Cyno, mucho más.
Yarim se sentó junto a Aletheia y Kamran. Fue de forma aleatoria, aunque agradeció hacerlo, pues estaba algo nervioso por el ruido y la gente. Por mucho que lo estuviera pasando bien, había muchos estímulos.
—Traeré la Tarta— dijo Kaveh y se levantó de su sitio. Aún le dolía el cuerpo de toda la semana con Alhaitham, pero no se arrepentía de nada.
—Te ayudo— dijo Alhaitham y se levantó junto a su marido. Así traería también los platos y cubiertos para todos.
Yarim estaba disociando un poco mientras miraba a la nada. Aletheia seguía abrazada a su novia y tenía curiosidad por saber qué regalos tendrían para ella.
—¿Puede pasar Kiara la noche conmigo...?
Tighnari se tensó. La niña había aprovechado que Alhaitham se había ido para preguntar algo así.
—Pregúntale a tu padre cuando venga— respondió el omega.
Cyno les miró y prefirió no comentar nada. Aunque también tomaba partido en la crianza de Aletheia y era su padre, todos estaban de acuerdo en que Alhaitham tuviera la última palabra respecto a esos temas. Al fin y al cabo la jerarquía así lo establecía y también era su padre, el que la había criado.
Mientras tanto, Kamran parecía haberse percatado de que Yarim estaba más callado de lo normal. Ya le había dicho que las fiestas no eran lo suyo porque le agobiaba el ruido, así que no era de extrañar que estuviera incómodo.
—Hey, ¿estás bien?— le susurró.
Yarim asintió volviendo un poco en sí y buscó su mano bajo la mesa para apretarla ligeramente entrelanzado sus dedos. Al menos aquello lo calmaba un poco, aunque decidió no mirarlo directamente y actuar de la forma más disimulada posible.
—Le tenéis mucho miedo a papá...— dijo Aletheia resignada. —Solo quiero dormir, lo prometo.
—Lo siento, cariño, pero sabemos que no es así— dijo Tighnari con una media sonrisa. Después de la conversación del otro día, sabía que su hija de inocente no tenía nada.
No pasó mucho tiempo hasta que Alhaitham y Kaveh regresaron. El mayor puso lo platos en la mesa y esperó a que Kaveh dejara la tarta para poder encender las velas. Había tres, una para cada uno.
—Hora de cantar— dijo Cyno, deseando dejar de lado el tema que tanto le incomodaba en el fondo.
Aquel momento era el más incómodo del cumpleaños, pero Yarim lo pasaba especialmente mal por el ruido. Kaveh lo sabía así que llevó sus auriculares y los colocó frente a él en la mesa una vez hubo colocado todo. Repartió la tarta en trozos y a los cumpleañeros les puso la vela en los suyos.
Yarim puso aquellos artilugios en sus orejas y las agachó para que no hubiera tanto ruido. Entonces todos comenzaron a cantar y él aplaudía imitando un poco la actitud del resto de personas que había allí.
—¡Yay!— gritó Aletheia y sopló su vela.
—Y ahora los regalos, claro— dijo Kaveh, que había escondido las cajas debajo de la mesa.
Yarim se quitó los auriculares o no podría escuchar nada más el resto de la tarde y, aunque lo necesitaba, no podía hacer eso.
—¿Puedo darles los míos primero?— dijo Yarim.
Su madre asintió y él se levantó para ir hacia la escalera. Los tenía en su habitación. Bajó poco después y le dio los tres sobres a cada uno. El de Aletheia era bastante más pequeño. Le había regalado una pulsera de la amistad y él tenía otra igual pero con los colores complementarios.
—¡Me encanta! Eres el mejor hermano y ni siquiera lo eres— bromeó la chica y abrazó a Yarim.
A Dante le había comprado un libro clásico, "la divina comedia" escrita por un autor que tenía su mismo nombre. A Kamran le había comprado un libro a sabiendas de que probablemente se lo iba a tirar a la cara, pero hablaba sobre guerras y esperaba que al menos le interesara un poco.
—Me encanta, gracias hermanito— le dijo Dante y también se levantó para abrazarlo.
La reacción de Kamran fue extraña. No sabía qué decir, leer no era lo suyo y en otro momento probable se habría portado mal con Yarim por escoger ese regalo. Pero no quería ser cruel, no esa vez.
—Gracias... creo que hace años que no leo un libro, pero parece interesante— dijo el mayor mientras observaba su regalo.
Alhaitham le miró extrañado. ¿Estaba soñando o de pronto Kamran ya no era cruel con Yarim? Incluso le había dado las gracias. No dijo nada, pues en realidad aquello era lo que quería, lo que todos querían, y le alegraba que sus hijos se llevaran bien.
—¿Tienes fiebre? ¿Vas a leer en serio?— cuestionó Aletheia también atónita por las palabras de su hermano. —Os ha venido bien pasar la semana juntos, Yarim es una buena influencia.
El mencionado se sonrojó un poco y agachó la mirada. No creía que fuera buena influencia, aunque sí que se había emocionado un poco con saber que iba al menos a intentar leerlo.
—Tocan los nuestros— dijo Tighnari. —Os los hemos comprado entre los cuatro. Primero Aletheia.
Sacó de debajo de la mesa una caja rectangular bastante grande aunque algo fina. La chica miró confusa y se levantó para ir a abrirla. En el interior había un vestido precioso con un broche de pedrería en la cintura y de un color morado similar al que solía usar Cyno. Quedaba muy bien con el tono de su piel.
—¡Es precioso! Pero... No sé dónde ponerme algo tan formal...
—Os hemos reservado una cena a ti y a Kiara el sábado que viene en uno de los hoteles de la familia— dijo Tighnari. Alhaitham a parte de ser líder poseía varias empresas y controlaba gran parte de la ciudad.
—¡¿En serio?! ¡Os quiero mucho!
—Ya eres mayor de edad, así que es justo que puedas tener una cita de verdad y que paséis tiempo a solas— dijo Alhaitham con una sonrisa orgullosa. —Te queremos mucho, pequeña.
Lo que no iban a decir era lo mucho que les había costado convencer a Cyno y a Alhaitham para aceptar aquello, aunque Tighnari y Kaveh sabían cómo hacer que sus chicos cedieran.
—Vaya... es una pasada— dijo Kiara con sus ojos brillantes. Ya se estaba imaginando a su novia con ese vestido y sentía que se le iba a salir el corazón de la emoción.
Antes de que Aletheia pudiera hablar de lo que Tighnari ya sabía interrumpió con los regalos de los gemelos. También eran dos cajas similares por lo que daba a entender que sería ropa.
—Sigamos con los regalos— pronunció Tighnari.
Aletheia agachó las orejas. Luego le preguntaría a Alhaitham, aunque algo le decía que ese día tampoco iba a ser el día. Kiara notó el cambio de actitud de su chica y tomó su mano por debajo de la mesa antes de acercarse para besar su mejilla.
Dante y Kamran no tardaron en agarrar sus respectivos regalos y comenzar a abrirlos. En el interior de las cajas se encontraba el uniforme de patrulla que todos los altos cargos de la manada poseían. Los que iban junto a Alhaitham y también junto a Kaveh.
Los chicos miraron aquello con demasiada emoción, sus colas se agitaban alegremente mientras los sacaban y extendían en el aire, imaginando cómo sería llevarlos puestos por fin.
—¡Qué guay!— exclamó Kamran. Era lo que habían estado esperando durante tanto tiempo. —¿Cuándo podremos estrenarlo? Estoy deseando salir de patrulla con vosotros.
—Pronto, en cuanto pase el tema de los reptiles podréis uniros a nosotros— dijo Alhaitham.
Al escuchar esto, Dante agachó ligeramente las orejas y miró a su padre.
—¿Y cuándo va a ser eso? Pensábamos que hoy podríamos ir contigo— dijo un tanto decepcionado, los dos lo estaban.
—No puede ser, hijo. La manada de los reptiles está muy activa últimamente y rondan nuestras fronteras. Son peligrosos e impredecibles— respondió el mayor y suspiró. Sabía que a sus hijos les hacía mucha ilusión aquello, pero debía ser consecuente y protegerles. —Es mi deber como padre y como líder manteneros a salvo hasta que sepamos qué es lo que intentan hacer.
Dante agachó la mirada y sintió sus ojos aguarse. Aquello era para lo que se habían estado preparando desde muy pequeños y ahora eran adultos. ¿A qué esperaban?
—No es justo. Ya no somos niños y queremos ir contigo— insistió y tensó su mandíbula.
—No, no sois niños, pero sois mis hijos y siempre voy a poner vuestra seguridad por encima de todo—. Alhaitham comprendía su frustración, pero no podía ceder en eso.
Normalmente, Dante era el más dócil de los gemelos, pero había tragado mucho más de lo que cualquiera supiera. Estaba harto de pretender ser perfecto para que sus padres estuvieran orgullosos y sentía que nada había valido la pena, pues lo único que deseaba era eso, esa meta que llevaban tanto persiguiendo. Dejó el uniforme sobre la silla y se levantó sin decir nada antes de salir corriendo de la casa. Necesitaba estar solo.
—Dante...— Tighnari se levantó para seguirlo, pero se quedó quieto. Necesitaba su espacio, era mayor de edad y entendía que se frustrase. Le gustaría que sus pequeños no hubieran querido ser líderes, le parecía peligroso, pero no podía hacer nada.
Dante no fue el único que salió de allí, pues Yarim pasó desapercibido, pero se fue a su cuarto en el momento en el que todos prestaban atención a la huida de su hermano.
ꕥ
Dante pateó con fuerza una piedra que encontró en su camino y soltó un pesado suspiro. Se sentía como un idiota, sabía que aquella rabieta no iba a hacer que su padre le viera como un adulto, pero no pudo remediarlo. Había soñado demasiado con ese momento, tanto él como Kamran, pero a juzgar por la forma en que sus padres trataban el tema de Aletheia con su novia sabía que les seguían viendo como niños.
No se había alejado demasiado de su casa, el barrio estaba apartado de la ciudad pues a sus padres siempre les había gustado la tranquilidad de esa zona y él también se había acostumbrado. Caminó hasta un pequeño río donde solía ir a jugar con sus hermanos cuando era pequeño, el murmullo de la naturaleza siempre había sido como una terapia para él. Entonces, un peculiar olor llegó a su nariz. Jamás había olido algo similar, pero era extrañamente atractivo. Caminó siguiendo aquel rastro y no muy lejos de allí una figura llamó su atención. Se agachó para verlo mejor y se dio cuenta de que se trataba de un chico, parecía dormido, pero entonces se dio cuenta de algo más que le hizo retroceder asustado. A la luz del sol, pudo ver brillar algunas escamas en su mejilla. ¿Era un reptil? ¿Qué hacía en su territorio?
Aquella criatura abrió los ojos y al alzarse un poco la capucha cayó hacia atrás dejando ver sus cuernos. Sus orejas se encontraban a ambos lados de la cabeza y eran ligeramente puntiagudas. "Mierda, me he dormido", pensó antes de percatarse del aroma que desprendía la persona que estaba postrada ante él. Se puso alerta y se levantó de golpe para correr a esconderse detrás del frondoso árbol.
—N-no... No me hagas daño...— pronunció a punto de llorar. Por lo poco que sabía sobre los cánidos, no se llevaban especialmente bien con ellos. —M-me iré de aquí... pensé que no habría nadie...
Dante debía avisar a su padre, era su deber. Aquel chico no debía estar allí, pero en lo único que podía pensar en ese momento es que era una criatura hermosa. Parecía asustado y para nada tenía que ver con las criaturas salvajes y peligrosas que su padre había descrito. Ignorando todas las alertas de su cabeza, se acercó a él un poco mientras alzaba levemente sus manos en señal de rendición. No quería asustarle pues ya parecía bastante aterrado.
—No voy a hacerte daño...— le dijo y ladeó ligeramente la cabeza. Tal vez era un gran error, pero no pudo evitar querer ser amable con él. —¿Por qué estás aquí?
Kristov salió un poco de su escondite, aunque seguía manteniendo una distancia prudencial de ese chico que, además por su olor, parecía ser un alfa.
—Mis padres llevan un tiempo queriendo casarme con alguien y... no quiero... me escapé— confesó y agachó la cabeza mientras jugaba con la cremallera de la chaqueta. —Quería venir a vuestro territorio para llamar su atención, pero... ahora siento que pueden matarme en cualquier momento y pensé que aquí no vivía nadie...
Dante suspiró pesadamente y se cruzó de brazos. Ese chico parecía tener problemas, pero claramente había tomado una decisión equivocada y no sabía lo cerca que estaba de un problema mayor. Se había metido en propiedad de los líderes de la manada y él era uno de sus hijos mayores.
—Tienes que volver a casa, si mi padre te ve... creo que va a ser difícil de explicar y no va ser agradable.
—P-pero yo no quiero casarme...— pronunció y su voz se quebró. Entonces de sus ojos rasgados comenzaron a deslizarse lágrimas hacia sus mejillas. Estaba pidiendo de forma silenciosa ayuda al contrario, aunque no sabía cómo él podría hacerlo. —P-por favor...
Dante agachó las orejas y sintió una punzada en su pecho. No le gustaba verle llorar y de pronto solo podía pensar en protegerlo, por mucho que fuera una locura.
—Ven conmigo, pero cúbrete bien— dijo y sin pensarlo comenzó a caminar esperando que le siguiera.
El omega miró a aquel chico y por alguna razón le hizo caso. Se puso la capucha y fue tras él esperando que nadie le viera. Ahora que estaba más cerca el olor del alfa se coló en sus fosas nasales y sintió las piernas temblar. ¿Qué acababa de pasar? El reptil se cubrió más y siguió caminando rápido para poder alcanzarlo.
—Yo... Me llamo Kristov.
Dante se detuvo un momento y se giró hacia él. Ahora estaban bastante más cerca y lo extraño era que cuanto más le miraba más cómodo se sentía a su lado, como si se conocieran de siempre.
—Yo soy Dante— le dijo con una pequeña sonrisa. —Tranquilo, estarás a salvo. Nadie debería casarse por obligación...
El omega sonrió y agachó un poco la mirada, nervioso.
—Gracias por ayudarme, Dante...— pronunció el más bajo. —No das tanto miedo como creía que darían los cánidos...
Dante se sonrojó un poco y sintió su corazón acelerarse. ¿Por qué su nombre sonaba tan bonito cuando lo decía él? Aquello estaba mal, era un enemigo, o al menos esa era la teoría.
—Tú tampoco das miedo... de hecho, eres más bonito de lo que pensaba que seríais— admitió un tanto avergonzado y se sonrojó de nuevo. Nunca se había sentido así, tal vez porque era la primera vez que hablaba así con un omega, aunque tampoco había sentido interés real por ninguno.
—¿C-crees que soy lindo? —cuestionó y su cola comenzó a moverse de modo que le empezaba a estorbar dentro del pantalón, quería sacarla. —Tú también me pareces muy atractivo y... hueles muy bien...
Dante sonrió ampliamente y su cola comenzó a moverse felizmente de un lado a otro. Definitivamente no entendía como ese chico podría ser una amenaza, parecía todo lo contrario.
—Tú también hueles muy bien— admitió y carraspeó un poquito nervioso. —Deberíamos seguir, aquí no estás a salvo.
Sin decir más, se acercó a Kristov y tomó su mano para poder llegar rápidamente hasta el sitio que tenía planeado. En el poco tiempo que tuvo para pensar, a Dante se le había ocurrido que su vieja casa árbol podría ser el lugar perfecto para esconderse. Estaba cerca de casa, así que no tendría que alejarse mucho de él, y a la vez sabía que ni sus hermanos ni su padre subirían ahí.
—No es una suite de lujo, pero al menos es un buen escondite...— dijo Dante cuando le mostró su idea. Esperaba que no le pareciera algo demasiado horrible pues no tenían muchas opciones.
—La verdad que lo es...— respondió él omega y comenzó a subir hacia la casa, esperando que el alfa lo siguiera.
Cuando llegó vio muchos recuerdos en aquel sitio. Había pintadas por la pared y un baúl lleno de juguetes que probablemente fueran del alfa. Dante observó todo y de pronto una ola de nostalgia le atrapó sin previo aviso. Hacía años que no subía ahí y demasiados recuerdos bombardearon su mente. Ahora eran mayores, de hecho era su cumpleaños y había dejado a su familia en la fiesta que habían organizado para ellos. Agachó las orejas y la culpabilidad le invadió, sentía que de alguna manera estaba traicionando a su manada, a su propio padre.
Kristov miró a Dante y sintió su corazón romperse al verlo así. No comprendía que le estaba pasando, pero por inercia se acercó para abrazarlo pese a que no se conocían de nada.
—Gracias...
Aquel abrazo ayudó a que Dante volviera a la realidad. No tardó en corresponder al mismo y se vió embriagado por el aroma del contrario, el cual ya le había llamado la atención desde el principio.
—No eres un espía... ¿verdad?— cuestionó, aunque en su corazón sabía la verdad y confiaba en un extraño por raro que sonara, pero debía confirmarlo.
—No, jamás haría algo así... esta estúpida guerra no tiene sentido— pronunció el reptil y se abrazó más a él, inhalando su olor. —Dante... ¿Confías en mí?
El alfa se quedó en silencio unos segundos. Si, confiaba en él y aún sin entender por qué sabía que ese chico no iba a traicionarle.
—Sí, confío en ti— le respondió al fin con seguridad.
Kristov miró al alfa y sintió el propio aroma esparcirse, como si fuera a entrar en celo. No comprendía lo que sentía, pero le gustaba estar así con él. Ambos estaban como en una pequeña burbuja de la que no querían salir y de pronto Dante lo sintió. Sus ojos brillaron y apretó con suavidad el abrazo alrededor de la cintura del reptil, como si él fuera quien le mantenía sujeto a la tierra. Sus padres le habían hablado de ello tantas veces que ni podía contarlas y ahora estaba casi seguro de que se había encontrado de cara con su destino.
—Creo que no ha sido casualidad que nos hayamos encontrado, Kristov...
—¿A qué te refieres?— cuestionó el omega mientras lo miraba a los ojos. De pronto sentía que quería besarlo, que su cuerpo le estaba llamando. —D-deberíamos separarnos...
—No sé... siento que llevo toda la vida esperándote— susurró Dante y posó su mano en la mejilla adversa. —¿soy el único que se siente así?
—No... Creo que no... —pronunció y frotó su mejilla contra la mano adversa, aunque tenía miedo de que no le gustara la textura de sus escamas. —Creo que voy a entrar en celo...
Dante se puso un poco nervioso pues sabía muy bien lo que significaba aquello. Optó por separarse un poco y tragó saliva, era cierto que su aroma se había intensificado y tenía miedo de meter la pata.
—No debería quedarme entonces... acabas de huir de un matrimonio y... yo debería cuidar de ti— dijo el alfa. No quería ser la razón de que terminara atado a una vida que no deseaba.
—Pero no amo a ese chico... por eso no quiero casarme con él —le dijo y dejó al fin salir su cola para estar más cómodo. —Me gustaría que te quedaras, que pasaras mi celo aquí, pero entiendo que quieras irte... Aunque ¿mi olor no va a alertar a tu familia?
Dante no pudo responder pues se había quedado embobado mirando la hermosa cola del omega. Jamás había visto algo igual y en ese momento solo podía pensar en cómo la había escondido todo ese tiempo teniendo en cuenta que era bastante larga.
—Eres hermoso...— murmuró y se sonrojó ligeramente. —¿De verdad quieres que pase el celo contigo? Aún no me conoces...
—Tu olor... Te necesito...— pronunció mientras se acercaba y posaba las manos en su pecho. —Sé que no deberíamos, pero no puedo pensar mucho...
Dante sintió un escalofrío por todo su cuerpo y sus ojos brillaron. Acababa de pasar el celo solo una semana atrás, sin embargo todo su ser se había revolucionado con la simple cercanía del omega. Suspiró embobado y por una vez en su vida siguió únicamente sus instintos. Se acercó a Kristov y estampó sus labios contra los adversos. Era la primera vez que besaba a alguien y no tenía experiencia, pero con él resultaba tan natural como respirar. Kristov tampoco tenía experiencia, pero por puro instinto siguió el beso mientras se aferraba a él. Su cuerpo ardía y sentía ya su entrada húmeda. Nunca había pensado que los destinados existieran, pero ahora tenía claro que Dante era la persona que llevaba buscando toda su vida. Era él, su destinado y la persona con la que debía estar.
El alfa intensificó el beso y le sujetó por los muslos para alzarle y salvar la diferencia entre ambos, ya que Dante era bastante alto. Le necesitaba demasiado, necesitaba que fuera suyo y entregarse a él. Por mucho que sus padres le hubieran hablado de lo intenso que era conocer a tu destinado jamás imaginó hasta qué punto lo era. Caminó con él hasta un pequeño camastro improvisado que él y sus hermanos habían preparado muchos años atrás y se acomodó con él, aunque pronto se quitó la chaqueta que llevaba para ponerla debajo y hacer el lugar más cómodo para el omega.
Kristov no estaba pensando. Se quitó también la chaqueta dejando ver todas las características físicas de reptil que había estado escondiendo. No tardó tampoco en deshacerse de su camiseta y volver a aferrarse al alfa. Nunca había tenido tantas ganas de hacerlo con alguien, en parte porque estaba prometido desde muy pequeño.
—Dante... Hazme tuyo— le rogó sintiendo como su trasero se humedecía y su cuerpo lo reclamaba cada vez más.
El alfa se quedó embobado mientras observaba con detenimiento al reptil. Podía ver algunas escamas brillar por su piel y sus cuernos llamaron bastante su atención. No pudo reprimir su curiosidad y llevó su diestra a la majestuosa cola escamosa. Para su sorpresa, no estaba frío, de alguna forma lo esperaba teniendo en cuenta que la piel de los animales escamosas solía tener esa temperatura.
—Eres precioso...— le dijo y se quitó la camiseta antes de volver a besarle con ganas.
Kristov no esperaba que tocase su cola, pero le gustaba que lo hiciera. Iba a decir algo pero sus labios se habían visto atacados por el alfa. Él también quería saber cómo era su piel así que deslizó sus manos por su pecho, hombros y subió hasta su cabello para acariciar una de sus peludas orejas mientras seguía el beso de forma hambrienta. Le gustaba que fuera tan diferente y le excitaba a partes iguales. Dante suspiró embobado y tuvo que romper momentáneamente el beso, sus orejas eran bastante sensibles y le gustaba que le acariciara por lo que su cola comenzó a moverse.
Ambos terminaron tumbados prácticamente sobre su ropa, Dante deslizó sus manos por la cintura adversa y una de ellas se coló bajo las prendas inferiores del omega. Quería tocarle, sentía demasiada curiosidad y ya no podía esperar para ello. Kristov le dejó hacer mientras se aferraba a su cuerpo. Toda la ropa estorbaba y esperaba quitársela pronto. Meció sus caderas contra aquella mano y soltó un pequeño gemido mientras lo miraba a los ojos. Era su primera vez y actuaba por puro instinto, pero su cuerpo comprendía al contrario pese a ser de especies diferentes. Su entrada estaba más lubricada que nunca y dispuesta para que el alfa entrase.
Dante se sonrojó abruptamente, muchas veces había imaginado cómo sería su primera vez, con un omega al que habría conocido seguramente de casualidad y que, tras varias citas y con prudencia, acabarían entregándose mutuamente. Probablemente era el más correcto de sus hermanos, sin embargo ahí estaba, con un chico al que acababa de conocer y que incluso era de una manada rival, de otra especie. Pero jamás había estado tan seguro de algo.
Le desabrochó el pantalón y se lo quitó antes de hacer lo mismo con la ropa interior, teniendo siempre cuidado de su cola. Luego observó el cuerpo desnudo del omega y se mordió el labio inferior con fuerza, sentía que se le iba a salir el corazón del pecho.
—No somos tan diferentes— dijo Kristov y tiró de él para que cayera sobre su cuerpo. —Me gustas mucho...
Aquello le hacía sentir vivo por primera vez en mucho tiempo. El omega se frotaba contra él como si así pudiera aliviar su entrepierna, pero no era suficiente. Dante no tardó en deshacerse de su propia ropa para poder sentir el contacto directo entre sus pieles. El simple roce sin nada de por medio provocó que el alfa soltara un jadeo y gruñó antes de volver a besarle de forma hambrienta.
—Tú también me gustas mucho... — susurró contra sus labios. Quería entrar, pero antes de eso quiso probar a acariciar su entrada con los dedos. Se sorprendió al notar lo húmedo que estaba y se aventuró a deslizar dos dedos en él con cuidado.
—¡Ah!— gimió el omega y meció sus caderas contra él. Seguía necesitando más, su cuerpo reclamaba al alfa y no pudo evitar deslizar su lengua por el cuello de este. —Más...
Un escalofrío recorrió toda la espalda de Dante y su piel se erizó. Tenerle tan cerca le estaba volviendo loco, sus feromonas habían ocupado ya la pequeña estancia y ambos estaban metidos como en una pequeña burbuja. Nada fuera de ese espacio les importaba en ese momento. Metió un tercer dedo y los movió despacio, aunque pronto el ritmo cobró más soltura y el alfa gruñó demasiado excitado.
—Joder... necesito sentirte...— susurró extasiado.
—Por favor... Hazlo— le rogó el omega presa del placer. Estaba completamente ido por el olor del contrario y por lo bien que se sentía tener sus dedos en su interior. Sin duda el mejor celo que había pasado en su vida.
Dante no quiso esperar más. Era una completa locura y eso lo sabía muy bien, pero cada ápice de su ser le estaba pidiendo aquello, era como si una cuerda tirara de él con tanta fuerza que era imposible resistirse. Muy en el fondo pensó que tal vez, siendo de especies diferentes, habría menos riesgo incluso si lo hacían en el celo, pero tampoco estaba como para pensar en ese momento. Sacó sus dedos y se posicionó sobre él de nuevo, actuaba más por instinto en ese momento, aunque no era un niño y sabía lo que tenía que hacer. Se posicionó alineándose con su entrada y despacio comenzó a introducirse, parecía seguro de lo que hacía a pesar de todo aunque no se esperaba que aquello se sintiera tan bien.
—M-mhg...— gimió mientras mordía su labio inferior con fuerza, podía sentir perfectamente como se abría para él.
—¡Ah! ¡Dante!— gimió más alto de lo que debería mientras arañaba la espalda del alfa. Aquello era demasiado bueno. —Mhg... mi alfa...
Dante gruñó al sentir como las afiladas uñas marcaban su piel y empujó con suavidad sus caderas hasta que ambos quedaron completamente unidos. Buscó su mirada y se acercó un poco más hasta que sus labios rozaban, pero no le besó. Se quedó así, sintiendo sus respiraciones mezclarse mientras comenzaba a mover sus caderas lentamente. Kristov no pudo aguantar mucho tiempo antes de besarlo con necesidad acariciando de nuevo sus peludas orejas. Le fascinaba su cuerpo desnudo contra el propio, lo bien que se sentía con cada embestida.
La situación era cada vez más caliente y el omega sentía su orgasmo cerca. Le miró a los ojos, suplicante. Dante aumentó el ritmo de sus embestidas y agarró los muslos adversos con fuerza. Su cuerpo ardía como nunca y sus ojos brillaron, dejando ver un intenso color dorado propio de los alfas dominantes igual que su padre, aquello era lo mejor que había experimentado nunca y sabía lo que iba a ocurrir, algo que ni podía ni quería retener.
—Mi omega...— susurró con la voz ronca.
Kristov no pudo más y atrajo la cabeza del alfa hacia su cuello, necesitaba ser suyo completamente. Su aroma escapaba de forma más intensa y todo su cuerpo parecía susurrarle al alfa las ganas que tenía de pertenecerle en todos los sentidos. Dante no pudo contenerse y se dejó llevar por el más puro instinto. Era un alfa joven que acababa de conocer a su destinado y estaba teniendo su primera experiencia sexual, las hormonas corrían por sus venas y no podía parar, por mucho que hubiera querido. Se acercó más y mordió con fuerza el cuello de Kristov para marcarle, reclamándolo como suyo ahora y para siempre. Ya nadie podría separarlos, por mucho que aquello fuera una locura.
Una intensa oleada de placer llenó al alfa cuando el lazo se forjó y alcanzó la cima como jamás pensó que lo haría. Aquello era un verdadero éxtasis y la unión entre ambos se estrechó a causa del nudo que había crecido en el momento del orgasmo. En ese momento el omega se abrazó con fuerza a su alfa. Nunca se había sentido mejor y tampoco tan cansado, así que no tardó demasiado en quedarse dormido entre sus brazos.