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By JeanRedWolf

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[Libro 2] Glassian no quiere seguir las mismas tradiciones que siguieron sus familiares (casarse, tener hijo... More

⚠️ Léeme ⚠️
1. La esperanza en una bandera roja
3. Β‘No quiero un esposo!
4. Posible e inalcanzable
5. Ser tonto deberΓ­a ser ilegal
6. No puedes esconderte eternamente
7. Un precio estΓΊpido
8. Un trato con doble filo
9. Educado error ; Brusco resultado
10. Mucho que aprender
11. Confiesa o revienta
12. CorazΓ³n quebrado
13. Viejo amigo
14. Frustrado y caliente
15. Por confiar demasiado
16. Prueba de inocencia
17. El control es mΓ­o
18. Lo agridulce de un recuerdo
19. Separar lo inseparable
20. El que lo iniciΓ³ todo
21. Paga la deuda
22. Bupats y Colms

2. La ira con dos caras opuestas

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By JeanRedWolf

【Ian】

Mucho tiempo atrás.

Cinco años han pasado desde que me aventuré junto a Thet, y aunque el primer año fue una vorágine de diversión y emociones intrigantes, prácticamente olvidé cuál era mi cometido original. Pero lo sorprendente es que me vi arrastrado por otros cuatro años más, no por elección propia, sino porque las palabras de Thet lograron socavar mi confianza de formas que nunca imaginé.

Ahora, con quince años en este cuerpo y una imponente estatura de metro ochenta y cinco, me encuentro agotado, día tras día, debido a las tareas que debo realizar para evitar que Thet se sumerja en la decepción y la tristeza por mi causa. Alega que mi cometido es crucial, ya que contribuiré a la felicidad de innumerables personas y permitiré que su familia adquiera una lujosa residencia antes de que yo cumpla dieciocho años.

Pero honestamente, estoy exhausto. Mi cuerpo se resiente a causa de las labores que me son encomendadas, a pesar de que siempre me esfuerzo al máximo para no defraudar a nadie y evitar cualquier atisbo de enfado, ya que mi objetivo es ser un buen chico.

En estos cinco años, Thet ha experimentado cambios notorios. Ahora, con veintiuno, su crecimiento se ha estancado poco después de superar la barrera de los veinte años, y su estatura apenas rebasa el metro ochenta. Además, ha ganado algo de peso, que ha convertido en musculatura. Sin embargo, yo sigo siendo más robusto, con un peso ligeramente superior, y mi fuerza no deja de aumentar, a pesar de mis esfuerzos por mantenerla bajo control.

A lo largo de estos cinco años, he adquirido un vasto conocimiento que normalmente solo se obtiene en la adultez, todo gracias a las lecciones de Thet. Claro está, con la promesa de mantener todo esto en secreto entre nosotros dos. Durante el primer año, cuando apenas tenía once años, Thet se centraba en inculcarme teoría antes de dormir, permitiendo que absorbiera gradualmente sus enseñanzas. Durante los dos años siguientes, hasta llegar a los trece, comenzó a introducir elementos prácticos en su enseñanza, aunque estas prácticas seguían siendo individuales. Finalmente, al llegar a los quince años, Thet comenzó a mostrar signos de atracción hacia mí, algo que me resultaba incómodo, similar a cómo las moscas son atraídas por la miel.

Esta situación me generaba gran incomodidad, aunque afortunadamente, las cosas no solían escalarse a situaciones más incómodas debido a la gran familia de Thet. En ocasiones, decidía trabajar con amigos de la familia como una forma de alejarme un poco de él, utilizando la excusa de que necesitaba ahorrar dinero para futuros viajes cuando surgiera la oportunidad.

A lo largo de este tiempo, aquellos que decían ser mis amigos simplemente dejaron de hablarme, sin ofrecer explicaciones. No respondían a mis mensajes ni aceptaban mis llamadas, lo que me hacía sentir como si hubiera cometido un error grave. No obstante, Thet siempre estaba ahí para brindarme apoyo y asegurarme que me protegería y ayudaría a encontrar la felicidad, siempre y cuando yo demostrara paciencia y continuara a su lado.

Al principio, siendo un niño inocente, no me daba cuenta de la falsedad subyacente en esta situación. Sin embargo, a los catorce años, empecé a percibir que los comportamientos de Thet hacia mí se volvían más bruscos. No permitía que otros chicos o chicas de mi edad se acercaran demasiado a mí, y los observaba con expresiones violentas e intimidatorias. Prácticamente, se convirtió en mi sombra, asegurándose de que estuviéramos juntos en todo momento. Logró que sus padres dejaran de hacerme preguntas sobre mis propios padres, y mi presencia se volvió algo habitual en su hogar, como si fuera un miembro más de la familia, a pesar de verlos con poca frecuencia. Finalmente, entre idas y venidas, consiguió persuadirme para que durmiéramos siempre juntos en su cama, alegando que era más cómoda que mi pequeño colchón inflable.

...Y no te olvides de traer el pago, Ian, — me recuerda Thet desde el otro lado del teléfono, con un tono dulce y amigable—. Si el cliente se niega a pagar, tienes todo el derecho de darle una advertencia seria, pero trata de no arrancarle una pierna del cuerpo, ¿de acuerdo? No quiero tener que descontarte parte de tu dinero para pagar una factura hospitalaria.

Así será —afirmo con determinación antes de que la voz de Thet se desvanezca al colgar. Observo la pantalla del teléfono, que ahora está apagada, y me enfrento a mi propio reflejo después de semanas sin hacerlo. Mi cuello muestra algunas marcas violáceas y mis pómulos tienen heridas finas, pero sé que con el tiempo sanarán—. He tardado demasiado en enderezar las cosas, — reflexiono— así que debo darme prisa antes de que vuelva a sentirme terrible cuando esos ojos me miren con lágrimas instantáneas.

Con determinación, guardo el teléfono en el bolsillo de mis pantalones y descanso los codos sobre la sólida barra de madera del balcón en el que me encuentro apoyado

Estoy cansado.

Exhausto tras cinco días a la semana entregando mi tiempo en este trabajo sin un horario fijo y cediendo el setenta por ciento de mis ganancias a Thet, me doy cuenta de que mi supervivencia se encuentra en juego constantemente. Si no trabajo, no tengo ingresos. Si no tengo ingresos, no me pone comida en mi plato.

Luego de cada interacción con un cliente, me asomo aquí y contemplo el horizonte, que se extiende ante mí como un mar de montañas, árboles y edificios parcialmente destruidos. Todo ello envuelto en el aroma inmutable que siempre ha estado presente, bajo el mismo clima que no varía año tras año. A pesar de que las personas que buscan empleo cambian según el pago, las condiciones y los requisitos para un contrato válido, la monotonía persiste.

A los quince años, siento una profunda fatiga de la vida que llevo. Anhelo volver a mi verdadero hogar, donde imagino que mis padres y hermanos están súper preocupados por la ausencia de tantos años. 

Estoy exhausto de trabajar fuera de un espacio que no me brinda seguridad ni familiaridad.

Siento profundamente la pesadilla en la que me encuentro. La mera idea de permanecer en este pueblo me agota, sabiendo que, al final del día, me espera un amigo que se aleja mucho de lo que debería ser una amistad auténtica. Un chico que me envuelve en un abrazo opresivo, se acurruca contra mi cuerpo y se impregna en mi piel con su aroma, mientras murmura peticiones que, aunque suenan parcialmente inocentes, esconden un oscuro subtexto. Luego, con sutileza, me provoca hasta que mi cuerpo responde a sus estímulos que solo él se permite ordenar cada noche en la que regreso.

No importa si estoy herido, exhausto, mareado o de mal humor; Thet se asegura de que nunca decepcione a los clientes que solicitan ese servicio. Si me resisto, su rostro se nubla de tristeza, y yo me hundo en un abismo de culpabilidad, terminando por ceder.

Sé que esto está completamente mal. Sé que es moralmente incorrecto.

Pero estoy exhausto.

 No importa lo que diga, piense o haga en cada ocasión en la que la claridad parece esfumarse, porque inevitablemente acabo atrapado en un vórtice de destrucción y pasividad. Mi anhelo es simple: quiero regresar a casa, donde deseo encontrar la felicidad y perseguir mi sueño de hacer sonreír a las personas, liberándolas de las cadenas de hacer, decir, pensar u ocultar cosas maliciosas bajo excusas horribles.

Los únicos momentos en que Thet y yo no estamos pegados uno al otro, aparte de los momentos en que me encuentro trabajando en diferentes empleos, son aquellos marcados por sus Celos y los míos. En esos instantes, literalmente, me veo relegado a dormir en el sótano, y cuando atravieso estos episodios, Thet me encadena en una fábrica abandonada. No aparece hasta que los primeros rayos del sol iluminan el lugar y todo ha pasado.

Thet afirma que, considerando mi estatus como un Beta, soy inusual en un sentido positivo, y suele expresarlo con una risa jovial. Aunque no cree que sea extraordinariamente extraño, tal vez sea porque he heredado algunos rasgos genéticos de los parientes de mis "padres" en lugar de obtenerlos directamente.

La verdad es que no tengo mucha idea de cómo funcionan esas cosas.

Lo tengo todo preparado —me digo en un tono serio—. Hoy tomaré un barco y volveré a casa, sin importar el tiempo que demore.

Contemplo con firmeza los últimos resquicios del sol mientras se desliza hacia el horizonte, cediendo gradualmente su lugar a una noche estrellada de cielo claro. Sigo cuestionándome el porqué acepté este papel como mi ocupación principal. Quizás la respuesta más inmediata sea la necesidad de dinero y la información que obtengo de acuerdo al cliente.

En este trabajo, me desempeño en varios roles: prostituto, mayordomo personal en las instalaciones, acompañante de damas en eventos, limpiador, ejecutor de castigos a deudores, protector de prostitutas que podrían ser heridas por sus clientes y, en ocasiones, me convierto en un oyente pasivo. Algunos clientes solo requieren desahogarse durante horas hasta que se sienten mejor, aunque esta última situación es rara. No obstante, es uno de los trabajos más gratificantes que tengo y me brinda la oportunidad de aprender cosas nuevas.

A pesar de no tener la camiseta y enfrentar un clima generalmente cálido, el sudor sigue serpentear por mi piel. Ya me he sometido a una ducha completa, sanado las marcas y heridas, recogido mi vieja mochila y la he escondido en un rincón secreto de la habitación. Mi último cliente probablemente no necesitará mis servicios durante al menos tres días, suponiendo que su esposa continúe siendo "tan perra como siempre".

Me reconforta saber que es domingo, lo que significa que la corriente de clientes se detiene para mí cuando el sol finalmente se oculta. En cualquier otro día, especialmente los viernes o sábados, el trabajo se duplica.

Me apoyo en la barandilla por un tiempo más, asegurándome de que el sol finalmente desaparezca por completo en cuestión de minutos, lo que significa que debo estar listo.

De vuelta en la habitación que me han asignado, observo con atención cada rincón del recinto. El espejo del armario abierto me ofrece una visión clara de cómo he cambiado en estos cinco años, ya que la gente tiende a darme más edad de la que realmente tengo. Mi cabello cobrizo está peinado hacia atrás con un sutil toque de elevación, creando una especie de onda que le da cierta personalidad. En mi rostro ovalado, asoman restos de una barba incompleta y desigual. Mis ojos dorados reflejan el cansancio, acentuado por dos pequeñas ojeras de tono malva justo debajo de ellos.

Mi torso muestra una forma rectangular, con apenas un pequeño parche de vello rojizo oscuro en medio de mis pectorales bien definidos. Un aro perfora uno de mis pezones con una pequeña barrita con dos bolas negras. Thet me comentó el año pasado que ese detalle me daba un toque de personalidad bastante destacable, como si fuese "un chico malo en el cuerpo de un chico bueno" o algo por el estilo. Personalmente, me parece una tontería. No obstante, en su momento, tenía un temor ligero de que pudiera causar un daño significativo o dejar una marca desagradable. Sin embargo, el desenlace fue completamente diferente a mis preocupaciones iniciales. La sensación apenas superó la molestia de un simple pinchazo, y con el tiempo he aprendido a no darle más importancia que una sutil herramienta de coqueteo para los clientes a quienes les atrae ese detalle. 

¿Dónde está ese niño feliz, Ian? —le pregunto a mi reflejo, el cual me imita, pero no me dará jamás una respuesta aunque me fuerce a sonreír.

Mi apariencia no coincide con la de un quinceañero. Mi cuerpo exhibe músculos bien definidos y redondeados, aunque no se puede decir que tenga la apariencia de alguien que pasa horas en el gimnasio. Creo que esto se debe en gran medida a la genética, ya que recuerdo a mi padre con unos brazos enormes capaces de abrir melones en cuestión de segundos con un poco de presión.

Me despojo de mis pantalones de descanso y ajusto mejor el suspensorio negro y dorado, que sigue sintiéndose incómodo. No es que tenga un miembro excepcionalmente grande, pero cada año esta prenda parece ser más molesta de llevar. Paso por alto esa incomodidad y me coloco unos vaqueros, seguidos de una camisa adornada con símbolos antiguos en las mangas.

 Me cuestiono mientras observo mi reflejo de pies a cabeza. Me pregunto si mis padres me reconocerán. Según lo que me dijeron cuando era un niño, compartía muchas similitudes con mi abuela paterna, aunque nunca tuve la oportunidad de conocerla debido a su "desaparición". Sin embargo, supongo que deberían reconocerme, después de todo, los padres siempre saben quiénes son sus hijos.

Después de vestirme, pongo mi oreja directamente contra la puerta. En el pasillo de la primera planta, no parece haber ninguna de las chicas trabajando en el turno nocturno por el momento, pero escucho sus risas en el piso de abajo. Quizás estén reunidas en el salón donde suelen entretener a los huéspedes, tomando vino y burlándose de algunos hombres con quienes han compartido momentos íntimos. La mayoría de ellos son Betas que trabajan en el puerto, las alcantarillas o en el bosque como leñadores o constructores naturales. Rara vez encuentras a un Omega o a un sub-Alfa.

No tenía idea de lo que era un sub-Alfa hasta que Thet me lo explicó, aunque al principio no lo entendí completamente. Ahora que soy un poco más mayor, comienzan a surgirme dudas. ¿Por qué existen los sub-Alfas, pero no los sub-Betas ni los sub-Omegas?

Asegurándome de que nadie me molestará por ahora, me alejo a grandes zancadas hacia un trozo de madera en el suelo, debajo de la cama, donde he escondido mi vieja mochila con todo lo que he logrado guardar hasta el momento. Debo rezar constantemente en mi mente para que nadie escuche el molesto chirrido que emana al levantar el cuadro de madera cuadrado, así como el sonido de mis suspiros al no oír a nadie en las cercanías. También rezo para que el teléfono no vuelva a sonar y ponga en peligro mi escondite.

Devuelvo cuidadosamente el cuadro de madera a su lugar, asegurándome de que siga encajando perfectamente en su patrón habitual. Luego, coloco la mochila en mi espalda. La capa de cuero que cuelga del gancho del armario también la tomo de inmediato, ya que en ocasiones las tormentas de arena pueden cambiar de dirección y afectar la exposición de mi cuerpo al viento. He sido entrenado durante dos años y he trabajado tres en este oscuro tugurio, por lo que entiendo que no habré ganado ni el quince por ciento de lo que cualquiera de estas chicas ganarían aquí. Ya sea por costumbre en el oficio o porque prefieren esto a limpiar casas o vender productos en el mercado de la aldea más cercana.

Lo entiendo. Ser mujer puede ser complicado en un mundo donde los hombres predominan en la cúspide, y los Omegas, que son más débiles que ellas, pueden arrebatarles trabajos con sus voces inocentes y su actitud infantil.

De repente, la puerta se abre, y debo contener mi respiración por un instante para evitar que un sobresalto revele el sonido de mi mochila oculta.

Ian, cariño, ¿por qué siempre te escondes aquí cada vez que terminas con tu último cliente?

Mi corazón late rápido por la sorpresa, pero me esfuerzo al máximo para mostrar la alegría y la amabilidad que me enseñaron a tener. Los chicos adorables, dulces y alegres suelen recibir mejores pagos que aquellos que son agresivos, serios y distantes.

Estaba orando —respondo instantáneamente, aunque puedo ver en su mirada que no me cree en absoluto. No puedo culparla.

No sabía que eras religioso... —murmura, aún con una expresión escéptica—. Quiero decir... por lo general, la gente reza de rodillas con las manos juntas en señal de plegaria.

E-estoy tratando de ser más creativo.

¿Estás seguro de que todo está bien, cariño? —insiste, esta vez con una expresión de preocupación evidente—. Sé que a menudo tienes clientes violentos, y a veces sufres las consecuencias de dejar a un tipo a medias porque intentas protegernos de idiotas que exigen más de lo que pagan.

Inconscientemente, llevo mi mano al cuello. Las marcas amoratadas son del viernes pasado, pero parece que están tardando en sanar. Fue un verdadero infierno tener que soportarlo todo por el "paquete de 20 minutos de libertad". Un eufemismo, ya que la libertad es para el cliente, quien puede hacer lo que quiera conmigo en ese tiempo, siempre y cuando no ponga en peligro mi vida o me haga perder alguna parte de mi cuerpo.

Solo estoy un poco cansado, Jenny —vuelvo a sonreír, fingiendo que todo está bien, como siempre tengo que hacerlo para evitar que Thet se sienta triste si le llegan demasiadas preocupaciones de golpe—. Y no es un problema ayudar a todas, es parte de mi contrato.

Sigo pensando que te pagan muy poco por todo lo que haces... —La chica saca una cajetilla de cigarrillos de su pronunciado escote y me ofrece uno, a lo que acepto, aunque siempre he odiado el olor—. Maldita sea, amigo. Tienes veintiún años, eres increíblemente guapo y enorme, y ese maldito novio tuyo te hace trabajar aquí en lugar de conseguirte un trabajo en una agencia de modelos. No importa cuántos años lleves trabajando aquí —enciende su cigarrillo, iluminando su rostro ahora molesto mientras habla de esto, y luego me lanza el encendedor para que encienda el mío—... sigo asombrada por tu resistencia y la falta de ambición que muestras.

Lo que acaba de decir está plagado de inexactitudes, pero esta es la versión de Thet para que no me metan en la cárcel a pesar de ser menor de edad. Puedes empezar a trabajar a los dieciséis, pero solo tres horas a la semana, durante cuatro días; de lo contrario, podrían acusarte de explotación laboral.

Thet dice que si soy el mejor, podré ayudar a su familia a salir de la pobreza.

Vaya mierda de novio —comenta con desprecio, mirándome—. Lo siento, cariño, no quería...

No te preocupes —la interrumpo—. Thet no siempre toma las mejores decisiones, pero sé que lo hace con la mejor intención y quiere que todo vaya bien para mí.

De todos modos... ¿quieres unirte a nosotras en el salón?

Niego.

Esta noche no puedo, porque Thet vendrá a buscarme en un nuevo sitio acordado. —Es una mentira, pero ella no lo sabe.

Oh... Qué lástima, estábamos hablando de ti... Pero si no estás interesado...

¿Otra vez ese rumor sobre cuánto me mide la polla? ¿O cuánto le cabía a mi cliente? ¿O quizás lo que duró antes de desmayarse?

Ella cubre su boca y suelta una risa divertida por mis palabras tan directas, aunque ambos sabemos que hay algo de verdad en ello. Pasar tres años aquí te enseña muchas cosas.

Nooo —dice, todavía con un rastro de risa en su voz—. Estábamos hablando de un tipo extraño que llegó al muelle hace dos días. Una de las chicas escuchó que le gustan los chicos más altos que él y que no tienen reparos a la hora de acostarse. Mide metro setenta y cinco, y pensamos que tú serías perfecto para darle una visita antes de que se vaya.

¿Y quién dice que ese no es mi último cliente antes de quedar con Thet y, por eso, no puedo tomar vino con vosotras?

Oh... no había pensado en esa posibilidad —confiesa, moviéndose para darme la espalda—. Prométeme que nos contarás los detalles, porque Eva y Salma dicen que se le marcan los pezones en la camisa, y tiene una polla bien gorda entre las piernas.

Está bien... pero que sepas que sois todas unas pervertidas.

Odio tener que mentir, pero si ella me descubre con intenciones de marcharme, entonces todo esto no habrá servido de nada. De hecho, ya sabía que ese tipo vendría al puerto, ya que viene cada seis meses para reabastecer su yate, vacía sus deseos si no tienes dinero y, con el trato adecuado, te lleva a la isla que desees.

Jenny se ríe y se aleja rápidamente por el pasillo, donde el sonido de sus pies descalzos golpeando el suelo de madera pronto se desvanece al bajar las escaleras, seguramente para mezclarse en el salón con las otras chicas.

Aunque suene extraño, echaré de menos a Jenny y a algunas de las chicas que trabajan aquí, e incluso a los pocos clientes habladores que solo quieren ser escuchados y abrazados por alguien. La vida de la gente es triste y complicada, pero yo solo puedo ofrecer apoyo.

Doy un último vistazo a la habitación en la que he trabajado durante tres largos y eternos años, habiendo presenciado en estas paredes cosas horribles y desastrosas, pero también lágrimas cálidas y abrazos melancólicos. Después de ese breve repaso, bajo las escaleras haciendo el menor ruido posible, escuchando el sonido de fondo de las trabajadoras. Cuando llego a la cocina, me escabullo por la puerta trasera después de tomar unos sándwiches ya preparados para cenar. No me llenarán mucho, pero al menos me darán algo de fuerzas.

Estoy en esas horas de la noche en las que, durante el día, llenan las calles de personas y prostitutas en puntos estratégicos. Pero en las noches de domingo, el mundo se calla y la presencia humana se reduce al mínimo. Los hombres que no quieren visitar un prostíbulo o una casa de placer se aglomeran en bares, tabernas y pubs para gritar en medio de un frenesí borracho y divertido, a veces desencadenando peleas entre ellos. Las pocas mujeres que no son "señoritas de la noche" suelen ir en parejas o grupos a locales donde se sienten más cómodas. Los pocos Omegas adultos de aquí buscan maneras de llenar sus noches aburridas para ganarse risas entre ellos y sus compañeros.

No tengo ningún odio hacia los Omegas, pero la mayoría de los que vienen aquí son bastante desagradables cuando no les sigues el juego. Les gusta mentirte en la cara, aprovecharse de ti o incitar a otros tipos para que te golpeen por algo que no has hecho. Claro, también hay personas buenas, pero son pocas.

Aun así, todos esos Omegas huelen igual para mí. No se parecen en nada al tipo de Omega que había en mi isla. Los de este país huelen casi como si tuvieran colonia en lugar de sudor, lo que hace que el olor sea demasiado desagradable para mí. Los supuestos "Alfas" de los que he oído hablar también apestan, en un sentido negativo; como si no se hubieran duchado en décadas. Mi padre y hermanos no olían tan mal. De hecho, a pesar de la intensidad de su aroma, te hacía sentir caliente por dentro cuando estaban tranquilos o te quemaba los pulmones cuando se enfadaban. Estos no me generan nada más allá de asco.

Camino rápidamente por las calles, aferrándome a mi capa sucia para que nadie piense que llevo demasiado dinero encima. Quizás algún cliente me reconozca si no está demasiado borracho, pero no me preocupo demasiado por ello. Mi objetivo es llegar al tren de cercanías lo más rápido posible, donde me colaré cuando el guardia no mire, y de ahí podré bajar en el puerto después de un viaje de treinta minutos.

Chris, el Beta del yate, estará cerca de su barco, o lo tendrá a la vista, hasta que encuentre a una presa o un pasajero dispuesto a pagar lo suficiente para llevarlo. Sé lo que debo hacer para abordar el barco, y vender mi cuerpo no forma parte del plan. He guardado hasta la última moneda como un avaro, incluso tomando pequeños cambios que sobraban después de las compras o algún billete pequeño de algún cliente extremadamente borracho o drogado.

Tengo que controlar mi entusiasmo por finalmente escapar para no atraer más atención. Aun así, me duele la mandíbula de tanto apretar los dientes mientras avanzo rápidamente, ya que me esfuerzo por ocultar la sonrisa que no quiero mostrarle a nadie. Tal vez si hubiera sido más astuto, habría llegado a casa después de solo un año. Pero supongo que soy un poco tonto y me preocupo demasiado por los sentimientos de los demás.

Aun así, sigo sintiendo un remordimiento y temor que se agitan dentro de mi pecho, al dejar atrás a personas que no llevan una buena vida. También al abandonar a Thet, la persona que siempre ha estado conmigo, tanto en las alegrías como en las penurias. Pero, desafortunadamente para mí, nuestra relación ahora es algo irreconocible, algo que me hace sentir incómodo cuando me toca y me susurra que seré un macho envidiado cuando sea mayor. Él dice que me protegerá de "esas putas y cabrones" que intenten romper nuestra relación.

Pero creo que lo nuestro no es amistad.


Los edificios poco a poco se reducen a medida que me acerco a la vieja estación, donde el tren me llevará hacia la costa este. Puedo respirar más relajado cuando las luces de los carteles desaparecen, las voces de la gente se convierten en un murmullo lejano y el paisaje urbano se convierte en un desierto de carreteras semi-empedradas, con árboles dispersos y arbustos que parecen haber crecido sin un plan definido.

De alguna manera, me siento bien estando aquí, lejos de las garras de Thet, sin tener que preocuparme por su manipulación o mirar constantemente sobre mi hombro para asegurarme de que nadie intentará lastimarme. No me gusta estar solo por demasiado tiempo. No me gusta sentirme cansado de estar vivo. Esta es mi última oportunidad de escapar, o me quedaré atrapado en este ciclo interminable que se une con otros círculos, en lugar de cambiar mi destino.

Llego más rápido de lo que esperaba, protegiéndome de los esporádicos vientos de arena con mi capa, y deteniéndome solo dos veces detrás de grandes rocas cuando siento que una ráfaga puede herir mis ojos, incluso con la cabeza cubierta. Al llegar a la vieja estación, veo a un hombre sosteniendo una lamparilla de aceite en su mano. Sé quién es este hombre y, de hecho, no esperaba encontrármelo aquí esta noche.

Su nombre es Van y fue cliente mío un par de veces el año pasado. Al principio, solo quería que vigilara a su esposa para saber si le era infiel, pero resultó que no lo era. Más tarde, cuando había olvidado por completo su existencia, me propuso tener una conversación. Una conversación que pasó de una noche a tres al mes.

Él sonríe al verme bajo la capucha, y yo le devuelvo la sonrisa.

¿Qué haces lejos del burdel, amigo? —pregunta Van cuando me acerco a él, bajándome la capucha en cuanto estamos frente a frente. A pesar de su altura inferior al promedio de los Betas, es un hombre simpático

Voy de aventuras —respondo con aire gracioso, manteniendo el secreto sobre mi destino—. Claro que es un secreto, y no puedo decirte a dónde me dirijo.

Obviamente quieres ir al puerto —Van suelta una carcajada en cuanto mi expresión me traiciona, elevando su voz en medio de este extraño intento de desierto nocturno—. ¿Crees que no he escuchado sobre ese tipo raro y extranjero que ofrece viajes en su yate sin hacer demasiadas preguntas?

Oh... E-entonces... ¿me vas a delatar?

La expresión de Van se suaviza por un momento.

No te hagas el niño inocente conmigo, Ian. Eres enorme, así que no te pega tanto como si fueras un cachorrito —otra carcajada resuena en la noche, haciéndome mirar inconscientemente a mi alrededor por si alguien nos escucha. Eso sería extraño, ya que normalmente las personas que intentan colarse en el tren de mercancías suelen estar escondidas lejos del vigilante—. De todas maneras, ¿quieres que te ayude a acortar el viaje? He oído que hoy el tren de mercancías llegará un poco más tarde de lo habitual.

¿Entonces por qué estás aquí?

Estaba esperando una señal para saber si debería esperar un poco más o largarme por otra vía, ya que tengo negocios en el puerto al amanecer —Van levanta la lámpara de aceite, y la llama danza dentro del puñado de vidrios rugosos—. La llama de este color, roja, es para avisar a la gente sobre el retraso. Si hubiera sido verde, significaría que es horario normal, y si es azul es porque no hace parada.

Eso es interesante...

Interesante es que hayas tomado el valor, después de años, de salir de ese burdel a escondidas del mundo y hayas tomado una decisión que pocos hombres jóvenes de tu edad harían, ¿sabes?

Sonrío de inmediato, animado por sus palabras.

Me gustan las aventuras.

Y eso es maravilloso, muchacho. —Van me da unas cuantas palmadas en el hombro con su mano libre, moviéndome un poco del sitio—. Además, creo que se sentirá bien tener un compañero de travesía esta noche. Las veces que lo he hecho, me ha tocado irme solo, lo que lo hace todo demasiado aburrido.

Van es un hombre muy comprensivo e intuitivo en la mayoría de los casos. Hablar con él durante gran parte de la noche se siente bien, sobre todo cuando nota que estoy cansado y me ofrece la opción de dormir un poco, despertándome antes de que las chicas vengan a anunciar el cambio de turno que está a punto de comenzar. También me ha enseñado algunos trucos para que los clientes que más me gustan o los que pagan mejor vuelvan más pronto de lo esperado para repetir.

¿Has recogido todo?

Sí, señor —golpeo la bolsa que llevo a la espalda, oculta bajo la capa—. No necesito nada más por ahora.

Levanto la mirada hacia el cielo, viendo a través del semi-techo destrozado del andén al aire libre, y estimo que son cerca de las diez de la noche. He salido a la hora adecuada, tengo todo lo que necesito, y le he mentido a Thet diciéndole que hoy he preferido trabajar en el turno de noche para ganar un poco más.

Durante un momento, no decimos nada, y Van me dice que tiene que dar una última ronda para informar a algún recién llegado, luego iniciaremos nuestro viaje por un camino más adecuado. No sé exactamente qué significa "un camino más adecuado", pero él es una buena persona y eso debería ser lo más importante. Además, es más viejo que yo, por lo que debe conocer atajos.

Diez minutos después, Van lidera el camino, informándome de que vamos a cruzar una de las antiguas minas para poder llegar al tren a una buena hora. Sus pasos son rápidos y cortos, mientras yo no puedo evitar dar pasos torpes a su lado. Continúa hablando sobre cómo descubrió el lugar hace unas semanas y, aunque nos desviamos un poco de las vías del tren, evitará que tengamos problemas al colgarnos de los vagones cuando pasemos bajo las montañas centrales.

El trayecto hacia la mina pasa rápidamente gracias al ritmo que llevamos, la conversación y la luz que emana de la lámpara de Van, que no la suelta en ningún momento. A veces me ofrezco a llevarla, pero él lo rechaza porque soy demasiado alto y quiere ver por dónde pisa. Luego, un momento de silencio antes de que Van gire a la izquierda, veo que nos alejamos un poco del agujero que parece ser la entrada de la mina, para así cruzar unos arbustos a unos treinta o cuarenta metros de distancia.

Finalmente, dejamos atrás la entrada de la mina.

Eh... ¿Van?

Vamos, chico, no tenemos mucho tiempo —apremia en un tono ansioso.

No estoy seguro de por qué no estamos tomando esa entrada, e incluso me tomo unos segundos para dudar sobre por qué hemos elegido esta ruta. Puedo sentir cómo el terreno irregular, aunque en su mayoría es llano, se convierte en un suelo incómodo lleno de piedras que me lastiman a través de mis viejas zapatillas deportivas.

Debería haber traído botas...

Van... ¿por qué esta ruta?

Él no responde. De hecho, sigue liderando el camino hasta que nos acercamos a un risco, donde se encuentra una entrada secundaria de la mina, que parece más oculta. Obviamente, de noche, no sería visible, pero con la lámpara de aceite parece un manchurrón inusual en la pared.

La razón por la que vamos a entrar por aquí en lugar del otro lado —explica, sin perder el ritmo de su paso—, es porque en la entrada principal, algunos viejos y gruñones mineros se turnan para asegurarse de que nadie robe sus herramientas. Supongo que esta entrada será secundaria, ya que apenas encontré unas cuantas bolsas viejas y agujereadas de tela, carbón y un poco de oro en medio de un montón de basura.

Oh... —murmuro—. Eso... suena interesante. ¿Te harás rico con ese oro?

No hay tanto como para que sea como una de esas familias adineradas del sur o el centro, chico —se ríe con un toque áspero—. Tampoco creo que mejore mi situación económica de forma significativa, pero nunca está de más tener un poco más ahorrado, por si acaso.

Veo cómo cuelga la linterna en la entrada y, en su lugar, toma varios palos con algo enrollado en la punta. Creo que son lo que llaman "antorchas", pero no entiendo por qué también estamos llevándolas.

¿No nos llevamos la lamparita?

No —me informa, colgando varias antorchas alrededor de su cinturón—. Mi amigo Mickie vendrá en unas horas y se la llevará para que nadie sospeche, pero nosotros usaremos estas antiguallas y, cuando se agoten, usaré mi única linterna que tengo. No sé cuánta batería le queda, pero supongo que será suficiente para salir sin perdernos.

Él entra primero, iluminando la entrada, y yo lo sigo. Lo que no me esperaba es que tuviéramos que deslizarnos por una pendiente tan pronto al ingresar. Esto es inesperado. Ambos caemos hacia abajo, sintiendo un escozor molesto en nuestras traseras, y rápidamente nos ponemos en pie. La peste de humedad y otros olores desagradables nos hace gruñir a ambos de asco, sin poder evitarlo.

Al principio me siento bien porque estoy más cerca de la libertad, pero no tarda en surgir una sensación de inseguridad al estar dentro de una cueva oscura y húmeda. Aunque al menos tengo la suerte de que los techos son altos y no tengo que agacharme. Van parece bastante confiado mientras lidera el camino, y yo lo sigo, observando de vez en cuando a los lados.

Vigila tu cabeza, Ian —me advierte antes de tiempo—. Eres un muchacho enorme, así que habrá momentos en los que el techo será un poco más bajo o las piedras de arriba estén demasiado cerca del suelo.

Nada más decirlo, levanto la cabeza hacia el techo. Nunca antes había estado en una cueva, aunque las he visto en internet y en la televisión, pero la experiencia de estar en una ahora mismo no es exactamente lo que había imaginado. Es parte de la aventura, sí, pero no me siento muy cómodo pensando que alguien tan grande como yo puede hacerse daño si no tenemos suficiente iluminación.

No pasamos mucho tiempo antes de llegar a una bifurcación y ver a Van girar a la izquierda. Luego otra vez a la izquierda, luego a la derecha, después a la derecha de nuevo...

¿Estás seguro de que no nos perderemos, Van? ¿No sería mejor un mapa?

Escúchame, chico: tengo setenta y cuatro años, de los cuales veinte son de minero, y he vivido toda mi vida en estas tierras —se detiene un momento mientras mantiene la luz en alto para iluminarme la cara—. Sé EXACTAMENTE dónde estamos, ya que no es la primera vez que paso por aquí, y hasta la fecha mi memoria es excelente. Así que no te preocupes por nada y confía en mí.

Su tono suena más alegre que enfadado, lo que me hace sonreír un poco al darme cuenta de que no está molesto conmigo. Sin embargo, no puedo evitar sentir cierta ansiedad al estar en un lugar desconocido sin saber cómo protegerme. Además, si él se lastima o yo me pierdo, estaríamos en problemas.

Después de verme asentir, continuamos por los caminos que él me guía sin dudar ni una sola vez, como si tuviera un mapa invisible en su cabeza con la ruta exacta para salir. No estoy seguro de si es posible que alguien pueda hacer eso, pero si es así, Van debe haber sido un chico muy inteligente cuando era joven. Para que luego digan que los chicos bajitos y un poco gordos no son inteligentes.

La sensación de incomodidad se manifiesta intermitentemente a medida que los techos se vuelven más bajos y las paredes estrechan el espacio en este entorno rocoso y húmedo, creando una sensación claustrofóbica en ocasiones.

De repente, Van se detiene abruptamente, casi provocando que choque con él debido a la repentina interrupción. Levanta la segunda antorcha que ha encendido desde que entramos, y frente a nosotros veo una especie de abertura amorfa, o tal vez una grieta tras un deslizamiento de rocas, justo delante de nuestras narices. Su expresión denota emoción, incluso una pequeña sonrisa se escapa de entre sus labios. Sin embargo, estoy preocupado porque no creo que quepa en un espacio como ese.

Van, no creo que quepa en un hueco como ese —le comento al hombre con cierta inquietud.

Si tenía la intención de que alguien como yo pasara por ahí, me temo que estaba completamente equivocado. No encajaría de ninguna manera, y dado que desconozco su profundidad, no sé si podría arrastrarme a través de él para evitar la altura. Mi tamaño y forma corporal plantean serios problemas en esta situación.

Si fueras un superhéroe de los cómics, con una gran fuerza física, tal vez podrías ensanchar el agujero —comenta, riendo suavemente, mientras me da unas palmaditas en el pecho como si tratara de darme ánimos. No estoy seguro de si podré hacerlo, y el temor a dañarme los dedos si golpeo la roca me inquieta—. Siempre puedes arrastrarte, Ian. Creo que, aunque quedes un poco justo, no deberías tener ningún problema. Además, yo iré adelante para asegurarme de que no haya obstáculos más adelante.

Antes de que pueda decir una palabra, él se agacha ligeramente para evitar golpearse la cabeza contra el techo y avanza con pasos cortos, lo que me permite escuchar la distancia que se está abriendo entre nosotros.

Siento miedo, pero he tomado la decisión de escapar de esta vida a toda costa. Por eso, a pesar de que sé que mis rodillas sufrirán con las piedrecillas, comienzo a arrastrarme lentamente por la entrada del estrecho agujero. Procuro ser cuidadoso y no respirar demasiado profundamente para evitar que mi cuerpo se expanda, y mantengo mi mente ocupada para no entrar en pánico.

No es muy largo —escucho decir a Van—. ¡Ánimo, muchacho!

Tiene razón, el agujero no es demasiado grande, pero la sensación de estar presionado por las paredes y el techo genera una incómoda opresión en el estómago. Lo peor es que el aire se vuelve más pesado y denso al respirar, como si nos estuviéramos dirigiendo hacia una parte poco transitada de la mina.

En un momento dado, la luz que proyecta la antorcha desaparece brevemente, y me doy cuenta de que Van ya ha llegado al otro lado. No es hasta que salgo por un espacio un poco más amplio que me atrevo a tomar una profunda respiración, y mi estómago agradece el respiro. No estoy seguro de si estos nervios provienen de todas las mentiras que he dicho, de esta arriesgada aventura o del hecho de que detesto profundamente las cuevas... Quizás sean una mezcla de las tres cosas.

Mira. —Van señala algo con su dedo grueso, al mismo tiempo que la antorcha ilumina varios sacos viejos de tela colgando de ganchos incrustados en las paredes rocosas. También se pueden apreciar utensilios como picos, cubos y palas—. Ahí es donde encontré pepitas de oro, así que supongo que habrá más si seguimos adelante. ¿Te gustaría echar un vistazo?

No estoy particularmente interesado en tener oro, la verdad, Van —confieso, encogiéndome de hombros sin parecer muy emocionado—. Solo quiero salir de la cueva, subir al tren y finalmente pagarle a Chris el peaje necesario para salir del país.

Vamos, no seas tonto y echa un vistazo para que al menos puedas decir que has visto oro de verdad en persona.

Admito que estoy curioso, ya que nunca he visto pepitas de oro de verdad, pero por alguna razón, esta situación no me motiva lo suficiente como para centrarme únicamente en ese detalle. Prefiero salir de aquí y volver a casa.

Me inclino un poco para tomar una de las bolsas colgadas, que son más o menos del tamaño de mi cabeza. Deshago el hilo, abro la bolsa y... solo veo piedras.

Van, ¿puedes alumbrarme con la ... ?

Al principio, siento como si una explosión sacudiera mi cráneo, como si alguien hubiera detonado dinamita en algún lugar de la parte superior de la montaña en la que nos encontramos. La sensación me sacude por completo, tanto el cuerpo como el mundo que me rodea. El impacto es tan abrumador que no puedo concentrarme en nada, ni siquiera en la urgencia de escapar de este lugar.

Sin embargo, no se trata de una explosión externa; ha ocurrido dentro de la cueva.

Lo que ha sucedido es que Van me ha golpeado con un gancho en plena mandíbula, haciendo que mis dientes duelan un poco, pero no tanto como podría haber sido. Su voz se convierte en un grito de dolor que me deja confundido.

¿De qué diablos está hecha tu cabeza, chico? ¿Metal? —grita exasperado. Me doy la vuelta y lo veo apretando su mano con fuerza mientras me lanza una mirada furiosa.

¿Te duele mucho?

¿Me estás tomando el pelo? ¿O acaso eres idiota?

Bajo la mirada, aún sosteniendo la inútil bolsa de piedras, sin comprender del todo lo que está ocurriendo. ¿Habría hecho algo mal? ¿Tal vez se había enfadado conmigo antes como lo había pensado, pero no quería estropear el momento, y por eso sonrió? ¿No es eso algo malo?

Espera... ¿Acabas de tend...? —Mis palabras se interrumpen en el momento en que observo a Van empuñando una pala que se abate directamente sobre mi cabeza.

El dolor es insoportable.

Duele intensamente, mucho más que el golpe anterior. Me parece completamente injusto que me lastime de esta manera sin ofrecer una explicación.

Mi visión se nubla y todo se vuelve oscuro.


Abro los ojos y parpadeo hacia el techo, sumido en la confusión, esperando encontrar un cielo anaranjado o un tono de azul claro que me indique que la experiencia en la cueva fue solo un sueño, y que en realidad me quedé dormido en el balcón del prostíbulo. Pero lo que veo es un techo feo, amarillento y sucio.

¿Qué ha sucedido?

Escucho movimientos cerca de mí, y el sonido distintivo de las monedas tintinea en mis oídos. Entonces veo una figura borrosa, que resulta ser Van, sosteniendo mi mochila y sacando todos los billetes que puede para contarlos torpemente con una mano.

Quiero protestar, exigirle que ese dinero es mío, pero solo logro emitir un quejido. Siento un dolor intenso en la nariz, mucho peor que cuando fui golpeado por un coche en la cadera y el conductor me gritó mientras me dejaba con un doloroso moretón que duró semanas.

La voz de Van me llega, amenazante y cruel: "Si te mueves, te volveré a golpear con la pala, chico."

No entiendo por qué está haciendo esto. ¿Por qué me está robando? ¿Por qué me ha golpeado? ¿Por qué me ha traicionado de esta manera?

Rara vez siento una tormenta de emociones tan intensa, y de hecho, había estado convencido de que me estaba volviendo apático en los últimos tiempos. Pero ahora, no hay rastro de apatía en mí. En su lugar, una mezcla abrumadora de emociones se abate sobre mí sin piedad: ira, decepción, dolor, tristeza y confusión. Pero, sobre todo, ira. No me gusta sentirme furioso, porque la gente no controla su fuerza, y yo tengo demasiada.

Van continúa hablando con un tono despiadado:

A Thet no le gustará saber que su gallina de los huevos de oro ha desaparecido, y luego, cuando pasen unos meses... o años... descubrirán que ha muerto sepultado en las minas—. Lanza mi bolsa, con algunas monedas y otros objetos, que caen cerca de mis zapatos—. ¿No sería una pena, Ian? Después de ser un prostituto durante tres años, ahorrando desesperadamente por un futuro mejor, y sonriendo como si fueras un tonto porque te consideran el guardaespaldas de las putas... al final, terminarás aquí dentro.

La rabia hierve en mi interior mientras la traición y la injusticia se entrelazan en mi mente. Van ha cruzado una línea que no debería haber cruzado, y estoy decidido a hacerle pagar por ello, de una forma u otra.

El nombre de Thet me aprieta el pecho, desatando una oleada de terror que amenaza con ahogar mi ira. He soportado demasiados años de abusos, golpes, burlas a mis espaldas y el desprecio que me han hecho sentir como si fuera la persona más estúpida del universo. A medida que mi entorno se vuelve cada vez más nítido y las motas de polvo danzan en la tenue luz de la antorcha, siento que mi mundo se tiñe de un rojo escarlata brillante, como el color de la sangre que brota de una herida recién abierta.

Van guarda cuidadosamente los billetes en sus bolsillos y recoge la antorcha que previamente había clavado en un agujero poco profundo. Me dedica una mirada extraña, llena de significados oscuros que no logro descifrar por completo.

Culpa a Thet de todo esto, muchacho —dice, volviendo su mirada hacia mí mientras se prepara para salir por el estrecho agujero, dejándome posiblemente encerrado en el oscuro interior de la cueva—. Si él no fuera tan ambicioso y manipulador, quizás no te habría engañado. Pero eso es lo que ocurre cuando tu maldito novio tiene un trabajo fraudulento que otros podrían delatar ante la policía.

Un arrebato de ira me impulsa a hacer un último esfuerzo por levantarme del suelo. Recuerdo las palabras de mi padre, quien siempre decía que nunca debía usar la ira contra nadie, especialmente en lo que él llamaba "el primer estado". Prometió que, cuando fuera mayor, me enseñaría a entrar en un "segundo estado". Aunque no sé lo que eso significa, en este momento no importa. Nunca me han enseñado a canalizar la ira, ya que por lo general me han inculcado una gran tolerancia hacia muchas cosas.

Antes de que el tipo logre escabullirse, agarro su brazo con fuerza y tiro de él con tanta determinación que lo arrastro más de un metro hacia atrás antes de que caiga de espaldas. Me pongo de pie frente a él, observando cómo su expresión de dolor se transforma en una de desconcierto. Parece que algo frente a él lo inquieta mucho más que un simple golpe en la parte trasera de su cuerpo.

¿I-Ian? —pregunta Van con la voz temblorosa—. ¿Q-qué le han... pasado a tus ojos?

No respondo, de hecho, en ese momento, las palabras no fluyen. Siento que mi cuerpo arde en todas direcciones, irradiando una especie de bruma rojiza, tal vez feromonas invisibles, que parecen causarle dolor a Van. Sigo viendo todo en rojo. Mi cuerpo se siente pesado, como si la ira misma lo hubiera inundado por completo. Tan solo pensar que él me engañó durante tanto tiempo, haciéndome creer que era un amigo, a pesar de ser mucho mayor que yo, me llena de furia.

Ha intentado robarme.

Ha intentado enterrarme vivo en una mina.

Me ha engañado.

Me ha golpeado.

No sé qué ocurre después de que el rojo inunde todo mi campo de visión, como si tuviera dos cartulinas de ese color sólido frente a mis ojos. Tampoco tengo claro lo que hago durante un período de tiempo indeterminado en el interior de esa mina.

Lo único que puedo escuchar es a Van gritando desesperadamente, preguntándose qué tipo de monstruo soy.

Luego, todo se sume en el silencio y la oscuridad.

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