HADO • HyunIn

By Hunter_and_Yuki

53.2K 6.8K 6.3K

Yang JeongIn es un joven cachorro recién presentado, dominante, con un aroma inefable para sus contrarios. El... More

1. JeongIn
2. JeongIn
3. JeongIn
4. Infancia
5. Infancia
6. JeongIn
7. JeongIn
8. JeongIn
9. JeongIn
10. HyunJin
11. JeongIn
12. JeongIn
14. JeongIn
15. Infancia
16. Felix
17. HyunJin
18. JeongIn
19. JeongIn
20. JeongIn
21. JeongIn
22. JeongIn
23. JeongIn
24. HyunJin
25. JeongIn
26. JeongIn
27. JeongIn
28. HyunJin
29. JeongIn
30
ATENCIÓN
Especial 1
Fin

13. JeongIn

1.4K 214 196
By Hunter_and_Yuki

—¿Puedo sentarme contigo hoy?

—Creí que habías estudiado con HyunJin el fin de semana —comentó Felix, arrastrando los pies por la grama del estrecho sendero. JeongIn se encogió de hombros, alzando la mirada a los altos árboles que rodeaban el camino. Vio de reojo a los estudiantes de cursos más grandes, saltando entre las piedras, adentrándose por el bosque que el alcalde había prohibido pasar. Ambos Omegas observaron a lo lejos la vieja escuela. Había sido la casa de una viuda cien años atrás, enorme, húmeda, en medio del campo y los árboles. No era para nada pintoresca, aunque notó que la habían arreglado un poco más desde el techo de la biblioteca se vino abajo.

—Sí estudiamos, pero... —mencionó, justo cuando Felix se detenía en el árbol de siempre. Era un álamo plateado retorcido, grueso, que tenía a dos metros una malformación provocada por la cantidad de estudiantes que lo usaron de columpio. El rubiecito se sentó allí, dejando a un lado su bolso. JeongIn arrojó el suyo al suelo y se sentó en una raíz—. Siento que no me quedó nada.

—No lo sé, el profesor ya sabe que SeungMin se copia de mí. Seguramente me sentará a parte como siempre hace —Felix se removió sobre el árbol. Traía un grueso abrigo y una bufanda enorme que le cubría hasta la barbilla. Sus guantes eran de cuerina vieja, los que había usado su papá casi treinta años atrás. JeongIn lo miró. Los ojitos de Felix lucían cansados, lagrimosos. Tenía las mejillas rojizas, al igual que su nariz. No era un secreto que Lee Felix había sido bendecido con una belleza sublime, adorada, como tampoco lo era su inestable salud física. Lo vio tomar una larga y pesada respiración.

—¿Estás bien? —preguntó, olisqueando el aire. Las feromonas lavanda del Omega se sintieron fuertemente. JeongIn frunció el ceño, poniéndose de pie. Rápidamente, de un salto, se subió al árbol y colocó una mano sobre la frente del Omega—. Estás ardiendo, ¿enfermaste? ¿cuándo es tu celo?

—A fin de mes —susurró Felix, sus dedos suavemente rodearon la mano del azabache. Lo vio cerrar los ojos, pasando la mano ajena por sus mejillas calientes. JeongIn frunció el ceño—. Apenas es la segunda semana... creo que es un resfrío. Me quedé mucho tiempo estudiando estos días, anoche no dormí mucho.

—¿Por qué...? Eres bueno en Matemáticas, no necesitas estudiar mucho —aclaró, alzando su otra mano para rodear el rostro del rubio. Felix lo miró, agradeciendo el frío toque.

—Si no apruebo, papá no me dejará ver a Chris. Ya me advirtió, no quiere que mis notas bajen —JeongIn presionó los labios, suavemente lo acurrucó a su lado. No dijo nada al respecto. El señor Lee venía de una familia de Alfas dominantes, era el menor de siete hermanos y el único de todos que no tuvo hijos Alfas. Dentro de todo, sabía que Felix era su favorito, el que tomaba toda su atención. Tal vez por la fragilidad de su salud y porque la mayoría de los chicos lo buscaban. No había cosa en la tierra que disgustara tanto al Señor Lee como los Alfas jóvenes, sin sueños, crueles, que buscaban llamar a su cachorro para probarlo. Desconfiaba tanto de su propia jerarquía que muchas veces se preguntó si el regalo de tres Omegas en su hogar no había sido a propósito.

—Te acompañaré a casa a la vuelta —murmuró. A lo lejos observó que JiSung venía de la mano con Minho. JeongIn desvió la mirada. No hablaba con el castaño hace mucho, mucho tiempo. Aunque se sentaban juntos en clase, JiSung tendía a darse la vuelta para hablar con SeungMin y Felix o simplemente prestaba total atención a la clase. De alguna manera, había perdido la confianza que juraba su unión. El pensamiento se esfumó cuando el auto negro de la familia Kim apareció en la entrada, a varios metros. SeungMin salió de la puerta trasera, saludando a su tutor de seguridad. Lo vio golpear en la cabeza a JiSung con una mano y correr por su vida cuando Minho quiso perseguirlo.

Nadie decía nada sobre Kim SeungMin. Pasaba desapercibido, a pesar de lo ruidoso y problemático que podía ser. Tampoco entendían por qué un chico de su clase iba a una escuela de campo, viniendo en su propio auto, con su propio chofer de seguridad. Traía un grueso abrigo color crema, pantalones anchos y zapatillas comunes. SeungMin nunca llevaba mochila porque guardaba sus cosas en una caja de cartón al fondo del salón, con claras letras rojas que decían El locker de SeungMin.

—¡No saben lo que descubrí en el departamento de papá en la ciudad! —empezó, extrañamente, ese día llevaba un bolso. JeongIn bajó del árbol, extendiendo los brazos para ayudar a Felix. Chocaron puños con Min y los tres se acurrucaron en una esquina, abrazando sus bolsos cuando el castaño empezó a rebuscar en el suyo—. ¿Recuerdan que allá tengo una computadora?

—¿Explotó? —preguntó Felix, frunciendo el ceño cuando el eufórico Omega a su lado sacó una carpetita rosa. El rostro del rubiecito se contrajo, más rojo de lo habitual, cuando vio entre todos los papeles ilustraciones del sistema reproductor de los Omegas—. ¿Por qué tienes eso?

—Papá instaló algo llamado Internet, es como un Dios que responde todo. Pones la palabra culo y te aparecen fotos de culos gigantes en la pantalla, ¡Todo! —habló, alzando los brazos. JeongIn se carcajeó, rojito—. Claro que no desperdicié la oportunidad y le pregunte a San Internet sobre educación sexual, que mucho nos hace falta. Fotocopié todo lo que vi. Ten, JeongIn, esta es tu copia. Felix, las tuyas las metí en este libro de recetas caseras. Verás fotos de deliciosas tortas, pero asegúrate de que no lean los ingredientes ni los pasos a seguir.

JeongIn tomó el libro, una sonrisa atravesó su rostro cuando abrió una página aleatoria y leyó la receta sobre el mejor glaseado del mundo.

—Modo de preparar: cuando un Alfa eyacula, dentro de su semen se liberan cerca de veinte a ciento cincuenta millones de espermatozoides por mililitro... —JeongIn se sobresaltó cuando Felix colocó las manos encima, cerrando el libro con violencia—. ¡Ay!

—Buenos días, profesor —saludó el rubiecito, justo cuando el viejo señor Fiodor pasaba con su antiguo maletín. Era un hombre bajito, rechoncho y de mejillas rojas. Saludó con una sonrisa. SeungMin sonrió, acomodándose con grandes ojos hasta que el hombre despareció de su vista—. ¡ya! No leas esto ahora, no lo quiero, SeungMin. No me lo llevaré a casa.

—Pero vamos... ¿acaso crees que tu padre leerá Las recetas de la tía Nancy? Si no te gusta la portada, fotocopié esta de instrucción cívica, no sé qué es —habló el castaño, asomando una cubierta de libro—. Necesitas informarte, tú, ya tienes novio y es un Alfa dominante.

—Pero yo no hago esas cosas —respondió, JeongIn lo miró. Felix tenía las mejillas rojas, no sabía si por la vergüenza o por el malestar—. No las haré hasta que sea mayor de edad y me case.

—Oye, ¿crees que lo hago para molestarte? Lo hice para que te cuides y aprendas. Puedes reprimirte todo lo que quieras, pero tu Omega sigue siendo salvaje y en cualquier momento querrá pen... —SeungMin se detuvo cuando JiSung apareció, jalándolo del cabello. El castaño se volvió con grandes ojos—. ¡Oye, yo no lo hice tan fuerte!

—¡Adivinen qué conseguí gracias a Minho! —mencionó el pequeño Omega hurgando en su mochila. El castaño a su lado alzó las cejas.

—Justo estábamos hablando de experiencias sexuales.

—No eso, cochino —habló, sentándose a su lado. JeongIn se acurrucó junto a Felix, mirando la bolsa azul que sacó las delicadas manos de JiSung—. ¡La secuela de El último Omega!

Felix lo tomó primero. Los cuatro Omegas se acercaron para apreciar la portada del libro. Era grueso, enorme, y parecía tener tantas ilustraciones como escrito. JeongIn observó el subtítulo: El hijo de Fior y se detuvieron por algunos segundos a apreciar aquella primera imagen. Era una clara combinación del rey y el Omega que tanto conocían. Lucía algo dominante, maligno, en sus brazos sostenía gruesas cadenas que se ataban al cuello de un hombre a sus pies. Este lo miraba con un claro mensaje de deseo.

—¡Ah, tramposos! Sigan leyendo eso, no valoran la información que les doy. ¿Si saben que todo eso fue completamente contra la voluntad de Fior? —SeungMin se levantó, tomando su bolso. Al ver que nadie imitaba su acción, una mueca apareció en su rostro—. ¿Igual me lo prestan, no?

—Claro —mencionó JiSung, volviendo a guardar el libro en su mochila. Todos se pararon y bajaron la mirada a la carpetita rosa y al libro de recetas. JeongIn se inclinó, levantando el suyo—. ¿Qué es?

—SeungMin fotocopió información sobre educación sexual —respondió—. Y le trajo un libro de cocina a Felix.

—Para mantener las tradiciones del pueblo —se adelantó el castaño con una sonrisa—. Vamos, Fefi, guarda tu libro, te lo obsequio como regalo de bodas.

El rubiecito se sonrojó aún más, mirando a JeongIn con grandes ojos. El azabache apenas sonrió de lado, tomando el libro y guardándolo en su mochila.

—Lo llevaré a la casita del árbol.

—Oí que levantarán el toque de queda —comentó JiSung, caminando junto a ellos. JeongIn desvió la mirada, notando que Felix tenía los ojos demasiados dilatados—. Dejaron salir a YoonGi y a JungKook ayer por la tarde, aunque, por lo que me contó mi mamá, no pueden ir más allá de las tierras de sus padres aún.

—¿Después de tantos meses? Seguramente los dejaron para perseguirlos y ver a dónde van. Ya saben, como cuando el criminal regresa a la escena por miedo a dejar algún error —agregó SeungMin, totalmente embelesado por las novelas de misterio—. Quién sabe, tal vez aquí hay algún detective en cubierto.

—Es un pueblo pequeño, no creo que gasten recursos en eso. Además, sostienen que lo atacó un oso —JiSung ladeó la cabeza, a lo lejos, notando que Lee Minho desviaba su camino hacia la zona trasera de la escuela—. Lo que aún no entiendo es... ¿cómo llegó ahí? ¿Por qué ahí? En medio del bosque. Parecía andar solo.

—Por lo que escuché, quería cruzar el árbol hacia el otro pueblo. Tenía una cita con YoonGi allí, pero al parecer, este "nunca fue" —SeungMin miró a sus lados, notando que todos sus compañeros sostenían hojas y libros en sus manos—. ¿No leen el periódico del pueblo, acaso? Es una noticia muy vieja.

JiSung entrecerró los ojos, los cuatro esperaron a que los demás entraran a la escuela—. Sí, pero... somos pocos los que sabemos de ese lugar. Solo Minho y nosotros...

—Yo le conté a Jimin sobre el pueblo vecino —dijo JeongIn, apretando el bolso a su costados. Los dos castaños lo miraron, grandes ojos. El pelinegro frunció el ceño—. ¿Por qué están así...? Yo les dije.

—No, no lo hiciste —aclaró JiSung—. Nunca hablamos de Park Jimin, ni siquiera después de su muerte. ¿Cuándo le dijiste eso? ¿Por qué?

JeongIn frunció el ceño, de repente sus mejillas se cubrieron de un suave rubor—. Yo trabajé en la biblioteca de su papá. Le conté sobre HyunJin y... algunas cosas mías. Me preguntó cómo llegar y le dije.

—JeongIn —susurró JiSung, abriendo los ojos con sorpresa—. ¿Por qué no le dijiste a la policía?

Un ligero dolor atravesó el estómago del más alto. Los ojos oscuros de JeongIn se desviaron a los de SeungMin, pálido—. No creí que...

—No creo que el decirlo cambie nada —se apuró a decir el castaño—. Y aunque JeongIn le dijo el camino, ¿de qué sirve? No sabemos qué pasó exactamente, nadie cuenta nada. Hemos pasado por ese mismo camino cientos de veces y jamás vimos nada sospechoso. De todas formas... no me parece que YoonGi sea el tipo de chico que pudiera hacer todo... para que Jimin apareciera así. Su cuerpo estaba destrozado, ningún humano haría tal cosa... ¿no?

—De todas formas... ya el caso está cerrado, liberaron a los sospechosos y ahora el bosque está prohibido por la aparición de osos —JiSung se encogió de hombros. JeongIn y SeungMin se miraron. Pocas veces habían visto osos en el bosque. El más alto se volvió cuando los otros dos avanzaron. Felix lo siguió más lento, tenso.

—¿Estás bien? —preguntó, tomándolo del brazo. El rubiecito alzó la mirada, tenía los labios secos, aunque le sonrió apenas. Lo vio asentir.

SeungMin se enteró en la misma hora de matemáticas que había examen. Aunque el profesor lo cambió de lugar, solito, JeongIn lo miró de reojo. Descaradamente observó cómo abría el libro de texto y copiaba sin más, entre murmullos y ojos grandes. JiSung había sido el primero en terminar, aunque borraba y volvía a escribir sus respuestas para que el profesor no lo obligara a salir del salón. En el último ejercicio, JeongIn se puso en blanco, notando el fuerte aroma lavanda que destilaba Felix, detrás suyo. Se volvió apenas, observando cómo la hoja en blanco de su pecoso amigo se estaba cubriendo de gruesas lágrimas.

—Felix —lo llamó, el rubio estaba rojo por completo, pequeño en aquel gran abrigo. JeongIn golpeó con su lápiz a JiSung y este rápidamente tomó su hoja, caminando hacia el escritorio del profesor. JeongIn se puso de pie, tomando su propio examen, adelantándose para dejarlo sobre el de Han—. Profesor, yo puedo llevarlo a casa.

El regordete señor Fiodor abrió los ojos con sorpresa al ver a uno de sus mejores alumnos temblar sobre el escritorio. No había enfermería en la escuela, aunque sí un pequeño cuartito donde guardaban una caja con lo suficiente para atender heridas. El profesor se puso de pie. Les aclaró que, despacio, lo llevaran a tomar un poco de aire fresco. JeongIn y JiSung se miraron entre sí, tomando sus mochilas.

Ayudó a Felix a ponerse de pie. Sus compañeros miraban con grandes ojos, murmurando. SeungMin copió las acciones de sus amigos, soltando el examen sobre el escritorio del profesor, mientras este gritaba al resto que continuaran. Los cuatro salieron. JeongIn cargó al rubio en su espalda. Las manitos de Felix se aferraban con fuerza a su cuello.

—¿Qué hacemos? —preguntó—. Está entrando en celo, lo siento mucho en su aroma.

—No esperaremos hasta que termine la hora. ¿Tu chofer, SeungMin?

—Viene en tres horas, después de educación física — agregó el castaño, cerrando su mochila vacía—. No puede estar aquí, ¿saben la cantidad de Alfas que esperan verlo en este estado?

—¿Iremos a pie? —preguntó JiSung, justo cuando JeongIn y SeungMin salían de la escuela—. Esperemos, por favor, los profesores...

—No nos quedaremos aquí, ¿no recuerdas lo que le pasó a ese Omega de primer curso? Uno de último año se volvió loco, no podemos dejar a Felix entre tantos Alfas. Todos nuestros profesores son betas, ¿crees que podrán hacer algo? —JeongIn afianzó el agarre de las piernas de su amigo. JiSung se estremeció, notando que los ojos del más alto destellaban apenas. El aroma de JeongIn empezaba a destilarse fuertemente, agrio, insoportable—. Cubriré a Felix con mis feromonas, no es tan largo el camino, solo...

—Golpearé con este palo seco a cualquiera que se acerque —comentó SeungMin, tomando una rama del árbol más próximo. JeongIn apretó los dientes, sus dedos automáticamente viajando a los bolsillos de su pantalón. Allí sintió el peso de la navaja que su madre le había dado.

Cuando cerraron el portón de la escuela, Felix ya empezaba a quejarse. JeongIn empezó a liberar más feromonas, presionando los labios cuando sintió la naricita del pecoso contra su nuca. Las delgadas piernas se aferraban con fuerza a su cuerpo, mientras SeungMin avanzaba por delante y JiSung a su lado. No había nadie en la calle. Ni siquiera por los senderos rodeados de gruesos árboles oscuros.

La casa de Felix no quedaba tan lejos si pasaban por los tiernos senderos que funcionaban como atajo, en medio de pequeños bosques donde la mayoría de jóvenes daban sus primeros besos. Sin embargo, en invierno el camino se volvía silencioso, sombrío. Los tres Omegas se quedaron de pie en la entrada.

—¿Y si nos agarramos las manos? —preguntó SeungMin, aferrándose al palo contra su pecho. JeongIn abrió los ojos, apenas el pálido sol de la mañana intentaba filtrarse entre las ramas retorcidas.

—Vamos por el camino principal, tal vez... —JeongIn frunció el ceño, atónito, sintió algo húmedo y caliente contra la nuca. Apenas pudo reaccionar cuando pequeños y dolorosos colmillos apretaron la carne de su cuello.

—¡Felix! —gritó, justo cuando lo soltaba. JiSung gritó, atrapando al pequeño Omega con sus brazos. El rubiecito empezó a respirar fuertemente, rojo, sus ojos destellaban apenas en un amarillento suave. JeongIn llevó una mano a su cuello, sus ojos agrandándose cuando observó sangre entre sus dedos—. ¡Me mordió!

—¿Cómo que te mordió? —preguntó JiSung, frunciendo el ceño—. ¡Por qué lo soltaste así, ¿y si caía de cabeza?!

—¡Pero me mordió!

—¡Lo mordió! —apuntó SeungMin, poniéndose de puntitas de pie para ver los pequeños colmillos marcados en el cuello de JeongIn—. ¡Felix, eso no se hace!

—¡Ya, dejen de gritar! —alzó la voz JiSung, justo cuando el pecoso se levantanba. Los dedos temblorosos de Felix empezaron a desabrochar el grueso abrigo, mientras murmuraba constantemente que tenía mucho calor. Los tres Omegas a su alrededor gritaron, sosteniendo la ropa con fuerza. Felix los miró entre sonrojos, rápidamente se abalanzó contra JeongIn, empujándolo. Ambos cayeron, con SeungMin a un lado. Los grandes ojos oscuros de JeongIn se abrieron de par en par cuando Felix aferró las piernas en su cintura, sus manos le apretaron la campera, como si quisiera quitársela—. ¡Felix!

—¡Ah, no frente a mis ojos! —SeungMin empujó a Felix, quien cayó al suelo—. ¿Qué le pasa? ¿Por que está así?

JeongIn se enderezó, cubriendo la manchita de humedad que le había dejado Felix. Sus mejillas rojas ardieron con fuerza, poniéndose de pie. JiSung y SeungMin trataban de calmar al rubio, que lloraba en el suelo. Los ojos del más alto destellaron, fuerte, rápido. Fuertes aromas empezaban a destilarse en aquel lugar. Lavanda, chocolate, vainilla. Un ligero ardor brotó en su pecho, su cabeza, se sentía inquieto, expuesto. Sentía que estaban desprotegidos en medio de ese sendero silencioso.

JeongIn abrió los ojos, quieto, cuando a lo lejos observó una silueta que se acercaba.

—¿Qué es eso? —preguntó, los colmillos rasparon sus labios. SeungMin volvió la mirada.

—¿Quién es ese? —siguió, alzando a Felix de un brazo con la ayuda de JiSung—. No... ¿no es YoonGi? ¿Por qué se acerca así?

—¿Será por el aroma de Felix? —se apresuró a decir JiSung. El más alto tomó del brazo a SeungMin, llamando su atención.

—No nos interesa, vamos, rápido —comentó, apretando la navaja en su bolsillo.

—¡Yang JeongIn! —gritaron y el eco del rugido se mezcló entre cada alma que ocultaban los árboles en el sendero. Toda la piel del susodicho se erizó, abriendo los ojos cuando notó que SeungMin y JiSung se detenían por completo. No había sido un simple llamado, ni el tono de voz adecuado para que un Omega mantuviera la compostura. Dentro de su corazón, JeongIn sintió que empezaba a burbujear el instinto animal que su naturaleza prometía. Sus ojos se dilataron cuando JiSung volvió la cabeza.

—Vamos —apenas pudo susurrar—. Vamos, JeongIn.

El Alfa volvió a llamarlo. El simple tinte autoritario de su voz enrrojecía el rostro del Omega. Avanzaron apenas, hasta que la voz de YoonGi se oyó fuerte y clara. No lo veían desde hacia meses. Las pupilas dilatadas de JeongIn se detuvieron en esos ojos destellantes. Pensó que se trataba por Felix, por su aroma, por la cantidad de veces que tuvieron que acompañarlo a casa porque Alfas lo perseguían cuando volvía solo. Sin embargo, la sensibilidad de su Omega le advirtió que aquel rojizo destellante, puro en sí mismo, no destilaba más que odio, enojo, un enorme rencor que se petrificó en aquel espejo, fruto de una muerte de la que todos sabían.

—Tú... —lo oyó susurrar, JeongIn bajó la mirada a sus pies, estaba descalzo, tenía algo en el tobillo que titilaba constantemente—. Tú le dijiste a Jimin el camino hacia el árbol.

—No fue él —habló JiSung, fuerte y claro—. No sé de qué hablas. Vete de aquí, nadie te quiere aquí.

—No nos molestes —gruñó, cubriendo con su cuerpo a sus amigos. Sus ojos destellaron, fuertes, el claro aroma agrio de sus feromonas dilataron en advertencia en los ojos ajenos.

—¿No...? —lo oyó murmurar, el oscuro de sus ojos tomaron todo terreno. El silencio del ambiente era definitivo. JeongIn podía oír sus propios latidos contra el pecho, fuerte, claro. YoonGi mantenía una calma extraña, una vibra diferente a la habitual—. ¿Lo viste? A Park Jimin. Le destrozaron el cuello, el estómago. No dejaron nada de él... que nosotros pudiéramos reconocer más que una marca de nacimiento. Me acusaron... y luego dicen que fue un oso. Pero no es así, no. Jimin tenía un aroma fuerte y amargo sobre él, putrefacto —lo vio acercarse, sus ojos grandes, su rostro besado por la miseria. JeongIn lo miró, el rostro perturbado y cubierto de ira le recordó a su madre las primeras semanas que su padre faltó—. Y fuiste tú. Tú lo enviaste ahí, con eso que lo mató. Debió matarte a ti, debió comerte a ti. Puedo sentirlo por todas partes, el aroma, lo siento tanto desde ese día. Es asqueroso, es... es tu culpa. Tu culpa.

—Vuelve a tu casa... YoonGi —mencionó, el amarillento de su mirada fuerte. El aroma de sus feromonas hizo que el Alfa frunciera el ceño. Era una orden, un mandato de un ser más bajo, más delgado. Incluso más pequeño que el Omega que aquel había querido tanto. JeongIn sintió una fría mano sobre la muñeca, justo en el instante que un silencio gobernó entre los Omegas y el Alfa. El aire se convirtió en tensión.

En ningún momento JeongIn apartó los ojos del Alfa, incluso cuando sacó de su bolsillo la navaja. El suave sonido de la cuchilla saliendo de su escondite alteró de terror a los Omegas detrás del único dominante.

—Fuera —habló el Omega de JeongIn, apoderándose de su ser cuando el Alfa respondió contra su voluntad. Una fuera mano cortó el aire, golpeando con fuerza el rostro del chico frente a él. JiSung retrocedió, cayendo al suelo con Felix, esperando que el cuerpo de JeongIn estuviera en el mismo lugar que él. Escuchó un fuerte quejido, observando que YoonGi pateaba con total brutalidad el estómago del menor.

Apenas pudo darse cuenta que este se aferró al brazo que quiso tomarlo, al rostro ajeno, mordiendo con tanta brutalidad que la sangre brotó en gotas. JeongIn apretó los dedos en los ojos del Alfa, rasguñando los párpados con tanta violencia que el escarlata creció, igual que el grito de aquel al soltarlo.

JeongIn cayó al suelo, pero antes de que volviera a subirse sobre aquel, SeungMin lo tomó de los hombros. Lo arrastró apenas, los tres Omegas viendo con grandes ojos cómo aquel se cubría la cara, gritando a más no poder. JiSung tomó con rapidez a Felix, mientras que SeungMin jalaba con fuerza al Omega más alto. Los ojos de JeongIn destellaban, fuertes. Corrieron más allá del sendero, perdiéndose fuera del camino. Apenas, a lo lejos, los extensos campos de la familia Lee se vieron.

Los cuatro se escondieron bajo un árbol. JeongIn vomitó, jadeando, sus manos ensangrentadas, su boca rojiza. Manos temblorosas empezaron a desabrochar el abrigo, levantando camisetas. Sus dedos cubiertos de sangre apretaron el golpe rojizo bajo su vientre, donde la sangre pigmentaba la piel. La sombra de un gran hematoma le revolvió el estómago, lo bañó en temblores, sollozos, justo en el instante que se dejaba caer en el suelo. Apenas con los pulmones ardiendo.

—Me duele, me duele mucho —susurró apenas con voz, sus ojos destellaban, atravesando entre el negro, el amarillo. El fuerte aroma de JeongIn empezó a brotar por todos sus poros.

—Tranquilo, JeongIn, respira por la nariz, respira... —JiSung apenas se acercó. JeongIn gateó hasta el árbol más próximo, sus colmillos habían cortado la piel de sus labios. El rostro de SeungMin y Han se contrajeron al oír un extraño sonido que brotaba de la garganta del menor. Suave, lastimero—. Ese sonido...

—Llama... ¿a su Alfa? —preguntó Min, apenas cuando se acercó, los ojos de JeongIn se volvieron, blancos. Cualquier manifestación desapareciendo, cualquier aroma. Los ojos del castaño bajaron a la mano que cubría el vientre. Una gran marca rojiza empezaba a pigmentarse en sangre—. Se desmayó.









Yang JeongIn despertó al cuarto día dentro de su habitación, envuelto en frazadas, en paños húmedos. Una brisa cálida entraba por la ventana. El aroma de la grama húmeda le despertó los instintos, y aunque quiso sentarse, un intenso dolor le atravesó el vientre.

Y con los primeros aromas de la tierra fértil, JeongIn se enteró que Min YoonGi había desaparecido.











Continue Reading

You'll Also Like

25.8K 2.5K 12
[T E R M I N A D A] Yang Jungwon, solo tenía 23 años y era padre del pequeño Yang Nishimura Riki, o como todos solían llamarlo, Niki, lamentablemente...
35.1K 3.8K 21
¿Que se siente ser el nerd de la escuela? ¿ Que se siente ser "el más feo"? ¿Que se siente que solo por ser nuevo y un poco rellenito ya todos te odi...
524K 82.7K 34
Park Jimin, un padre soltero. Por culpa de una estafa termina viviendo con un completo extraño. Min Yoongi, un hombre solitario que guarda un triste...