No entendía lo que me estaba pasando, me detestaba tanto que ya no quería seguir luchando. Tal parecía que estaba destinado a ser un fracasado. Esa tarde cerré la de mi cuarto y en la esquina de mi cama agaché la mirada, salieron disparados océanos de mi cara como granadas que estallan y destruyen todo a su paso. Y ahí estaba yo, hecho pedazos. Me dije que ya era suficiente, que necesitaba ser fuerte. Que por un amor no se terminaba la vida; al contrario renacía.
Así que me armé de valor y a paso lento me fui construyendo. Con el tiempo se marchitó el desconsuelo, y aquí me tienen de nuevo.
Viviendo, confiando, sonriendo.
Por eso yo creo, todavía creo, que se puede vivir con el corazón partido en dos y hasta con el alma hecha añicos.
Trata de no bajar los brazos, trata de levantar tus pedazos, porque cuando el dolor se vuelve más intenso y piensas que vas a retroceder, es cuando más cerca estás de renacer.