Muéstrame tu pasado.
Dos semanas después...
27 de marzo del 2023.
—¿Entonces, pronto lanzarás tu nueva colección? —Pregunta el señor Mario a su hija menor mientras estos toman una taza de café en el jardín del patio trasero de la mansión Rockefeller. Pasan de las 02:00 PM y el día ha estado tan refrescante que el señor Mario decidió invitar a su hija reunirse para conversar como en los viejos tiempos.
—Sí, pero primero quiero que todo este problema con Keelan se aclare. No quiero que la colección se vea afectada por ello como lo han hecho sus negocios.
—Entiendo. ¿Y que tiempo falta para poder realizar la prueba de ADN?
—Finalizando el mes que viene, por fin —Suspira. —Mi nueva colección también incluirá prendas de ropa, no solo lencería...
—¿En serio? —Pregunta sorprendido. Al inicio, no creyó que el diseñar y esas cosas se le dieran bien a su hija, pensó que estaba hecha para estar detrás del escritorio Rockefeller dando órdenes y lidiando con cuestiones del petróleo, pero justo ahora se da cuenta que no, que ella escogió el camino correcto.
—Sí, Miranda lo mencionó y me atreví a correr el riesgo. Si fracaso, al menos lo habré intentado.... —Está por continuar hablando cuando ve su teléfono encenderse sobre la mesita de café mostrando el número de su esposo. —Disculpa, papá —Se levanta y se aleja un poco.
¿Nena, estás ocupada?
Pregunta el griego rápidamente pues es cuestión de minutos para que su hija mayor salga de la guardería y él se encuentra en una reunión súper importante que no da indicios de terminar pronto.
Estoy tomando un café
con papá. ¿Por qué?
¿Qué pasa?
¿Crees que puedas
pasar a recoger a
Killian? Estoy en
una reunión súper
importante. Le diría
al guardia asignado
a Killian, pero...
No te preocupes, yo
iré por ella.
Responde sencillamente. Hace algunos días, Keelan decidió extremar la seguridad de su familia tanto fuera como dentro de casa, es por ello que ahora cada una de sus mujeres cuenta con dos guardias y choferes a su disposición.
Esta bien, aunque te
acompañaré a llevarla
al ballet.
Esta bien, amor.
Ok, nena. Te amo.
Te amo más.
Cortan la llamada y Barbie rápidamente se despide de su padre para ir por su hija mayor. La menor se queda con la señora Clarissa quien sigue demostrando ser la abuela consentidora.
Sube a su última adquisición, una Range Rover SV Coupé de color blanco, en contraste con la que compró su marido que es negra. Maneja hasta la guardería siendo seguida por sus guardias, y se estaciona solo minutos antes de escuchar el timbre. Inmediatamente se ve el grupo de pequeñitos corriendo hacia la salida en busca de sus padres, busca su pequeña y la encuentra caminando hacia ella mientras sostiene de la mano a una nenita rubia.
—¡Mami, mami! ¡Mida', hice una amiga! —Chilla.
—Me alegro mucho, bebé —Responde antes de colocarse a la altura de las nenas para luego estudiar el rostro de la nueva amiga de su hija pues a simple vista se nota el contraste entre ambas. Mientras Killian es explosiva, rebelde y parlanchina, la otra nena se ve pasiva y callada. —¿Cuál es tu nombre, nena?
—Ta... Tamada... —Responde con la vergüenza tiñendo sus mejillas.
—Un placer, Tamara. Yo soy Barbie, la mamá de Killian.
—¿Se llama Babie', como la muñeca? —Pregunta mientras abre los ojos como platos.
—Sí, justamente cómo ella —Sonríe sin poder evitarlo. En eso siente como alguien se detiene detrás de las pequeñas, eleva la vista y se encuentra con un rostro conocido. —¿Tiffany? —Pregunta sorprendida de verla allí. Esta sigue siendo la misma aunque su cuerpo ha cambiado un poco, algo obvio pues llevaban más de cuatro años sin verse.
—¿Ustedes se conocen? —Pregunta Tamara.
—Sí, cariño. Éramos amigas —Responde Tiffany.
—¿Es tu hija? —Pregunta Barbie con asombro. —Lo último que supe de ti fue que te mudaste a Australia un año después de graduarnos... pero... nunca pensé que serías madre...
—Sí, me fui pero volví aquí hace dos años y sí, Tamara es mi hija. Supongo que Killian es la tuya —Señala a la pequeña de mechones claros, Barbie simplemente asiente logrando que Tiffany sonría un poco. —Es obvio, es igual a ti: parlanchina, sin vergüenza a nada, sin inhibiciones.... Toda una Rockefeller —Bromea.
—Gracias, gracias —Sonríe. —Killian me comentó que ella y Tamara se hicieron amigas, ¿qué tal si intercambiamos nuestros números por si algún día se quieren reunir a jugar o para llevarlas a comer un helado? —Pregunta inocentemente. Ciertamente en el pasado ocurrieron ciertos conflictos entre ellas, pero actualmente son dos mujeres maduras que comparten el hecho de ser madres, algo con mayor peso que los conflictos del pasado.
—Sí, claro —Responde sencillamente. Intercambian números y tras despedirse, ambas se van por caminos diferentes.
—¿Mami, y papi? —Pregunta Killian mientras su madre la acomoda en la sillita.
—Papá sigue trabajando, se le presentó una emergencia y por eso no pudo venir a buscarte, pero mamá sí —Deja un beso en su frente. —¿Recuerdas cuando vivíamos en Inglaterra e íbamos a la heladería a comer helados de dulce de leche con chispas de chocolate y mermelada de cereza? —Pregunta logrando una sonrisa radiante y unos ojos brillantes en su pequeña quien aún no termina de acostumbrarse a vivir aquella vida pues desde hace poco más de una semana, había vuelto a ser una niña normal pues finalmente había vencido a la leucemia.
—¿Podemos i'? —Pregunta cuando su madre cierra la puerta del carro tras sentarse en el asiento de piloto.
—Claro que sí, amor. Iremos tú y yo, como antes —Murmura con un sentimiento apretando su pecho.
Hace un año la vida era tan diferente para ellas pues solo se tenían la una a la otra y eso parecía ser suficiente, era suficiente. Pero, tan pronto unos ojos azules ingresaron en sus vidas se dieron cuenta de lo vacías que estaban, de la necesidad que tenían y que nadie más que él sabría llenar. Se dieron cuenta que a pesar de ser compañeras de vida, tendrían que hacer un pequeño hueco para un tercero y después, para un cuarto.
Sin poder evitarlo, algunas lágrimas se deslizan por sus mejillas aunque rápidamente las borra para que su pequeña no sienta que algo va mal.
De pronto, un recuerdo llega a su mente, un recuerdo de cuando estaba comenzando a vivir la maternidad y sentía que todo se le venía abajo...
—Por favor, ya para, Killian. Necesito dormir, por favor —Solloza presa del agotamiento pues hace tres semanas se convirtió en madre y desde entonces a penas ha logrado cerrar los ojos media hora sin que su pequeña demande atención. —Ya para —Pide nuevamente aunque la pequeña continúa llorando sin calmarse.
Presa del agotamiento, marca el número de Farid quien se estuvo quedando con ella los primeros días tras su parto.
¿Cariño, todo bien?
Pregunta preocupado tras alejarse de Sam. Desde el momento en el que se enteró que Barbie se encontraba embarazada y que había decidido mantenerlo en secreto, siente culpa al convivir con los Rockefeller e incluso con el mismo Keelan pues a pesar de que el griego y la castaña terminaron de muy mala forma, Barbie le solicitó a Farid no interceder lo que le permitió desarrollar una amistad con el griego.
La niña... ella... ella
no para...
Solloza mientras se aleja de la cuna.
No para de llorar y no sé qué hacer...
Primero, relájate.
Pide mirando hacia la mesa del bar donde se encuentra Jared, Keelan, Sam y Blake. Aquella noche decidieron salir a tomarse unos tragos para relajarse de la vida empresarial y amorosa pues tanto como Keelan y Sam están sufriendo por sus mujeres. Este último sufre porque Brittany se fue a España pocas semanas después de Barbie y aunque fue detrás de ella hace pocos días, tras mantenerse sobrio por más de un año, está no le dio una respuesta sobre la situación en la que quedó su "relación".
Segundo. ¿Qué hora es?
Pregunta observando su reloj.
Son... las 3:55 AM.
Responde lanzando un bostezo.
¿Le chequeaste el pañal?
¿Le diste leche y sacaste
sus gases?
Sí, lo hice todo y sigue
llorando.
Hermana, colócala en
tu pecho y hazle pequeñas
caricias en forma de
círculos en la espalda.
Sí... sí recuerdo que
le gusta eso...
Responde como si un bombillo se encendiera en su cabeza.
Gracias, hermano.
Llámame cualquier cosa.
Esta bien. ¿Te desperté?
Pregunta avergonzada pues en New York son las 10:55 PM.
No, salí con Jared,
Keelan, Blake y Sam
a tomar algo a un bar.
Ok. Hablamos luego.
Chao...
Y devuelta en el presente, Barbie se da cuenta de que aquellos días fueron los más difíciles aunque de igual forma los más felices pues se convirtió en madre del intenso amor que ella y Keelan compartieron.
—¿Mamá, dejaste a Kae? —Pregunta Killian a quien se le hace algo difícil decir Kaela así que la llama por el diminutivo.
—Se quedó con tu abuela. Iremos a la heladería y luego nos reuniremos con papá para llevarte a clases de ballet...
Horas después...
—Nos vemos, pequeña —Keelan se despide de Killian quien va a ingresar a su clase de ballet. La pequeña hace una señal de despedida con las manos antes de seguir a su maestra. Keelan y Barbie se encaminan a la salida del edificio aunque antes de llegar allí, algo llama la atención del griego. —¿Esa... esa eres tú? —Pregunta reconociendo rostro de la castaña en una fotografía. Ve más allá y se da cuenta de qué hay algunas fotografías más de la castaña, algunas solas y otras acompañada.
—Sí, no puedo creer que siguen teniendo estas fotos —Responde sorprendida. En la foto que se encuentra frente a ellos la castaña va vestida totalmente de negro realizando un jeté. —Está foto es de cuando protagonicé "El cisne negro" —Cuenta risueña. Camina un poco más observando más fotos. —Este fue uno de los más... escandalosos. Era de interpretación libre así que yo podía escoger cuál realizaría, quería hacer algo inolvidable y que reciba grandes ovaciones. El tema que escogí relataba la historia de una prostituta que se enamoraba de un millonario —Observa la foto con ilusión lo que le crea una duda al castaño al observar el brillo en los ojos de su esposa. —Este es de "El Cascanueces" —Sonríe.
—Si estos ojos no me fallan conozco a esta chica —Escuchan una mujer a sus espaldas, se giran e inmediatamente los ojos de Barbie reconocen a la mujer.
—¿Maestra Celine? —Pregunta asombrada.
—Hola, pequeña Barbie —Saluda con una sonrisa. —Soy esa misma aunque ahora soy la directora.
—¿En serio? —Pregunta sorprendida.
—Sí y tan pronto vi el apellido Rockefeller entre mis documentos, supe que tendría otro diamante aquí —Sonríe. —¿Usted es...? —Pregunta hacia Keelan.
—Su marido, Keelan Dimou, un placer... —Se presenta.
—Keelan, está mujer fue quien me dio clases desde los cuatro hasta casi los quince que decidí retirarme —Cuenta.
—Y ese día el ballet perdió una estrella —Cuenta. —Debo suponer que la pequeña es de ustedes...
—Sí, es nuestra hija mayor...
—¿Tienen más hijos? —Pregunta sorprendida pues recuerda a Barbie como una adolescente algo problemática y rebelde. En algunas ocasiones la escuchó discutir con sus padres aunque en la mayoría de ocasiones el motivo era la falta de atención que recibía por parte de estos pues el único que asistía a cada recital era Sam.
—Sí, una pequeña de casi tres meses —Cuenta Barbie emocionada.
—Me alegro de que hayas encontrado tu camino... —Sonríe genuinamente. Cómo Barbie en varias ocasiones llegó a protagonizar recitales, desarrolló una estrecha relación con su maestra quien comenzó a verla como una hija y en algunas ocasiones le consoló diciéndole que todo ese sufrimiento la estaba forjando para su futuro.
—Gracias —Responde con una sonrisa nostálgica pues también recordó aquellos tiempos. —Nos fascinaría quedarnos, pero...
—No se preocupen, los comprendo. Que vayan bien y espero verlos más seguidos por aquí —Se despiden y la pareja se marcha.
—¿Por qué dejaste el ballet? —Pregunta interesado tras algunos minutos en la carretera. —Se te notaba la emoción al encontrarte allí...
—Me encantaba el ballet, quería seguir los pasos de mi madre quien tuvo que abandonar su carrera como bailarina profesional al quedar embarazada y luego se decidió por medicina, pero no era algo que amara... que me apasionara. Creo que tomaba clases para sentirme de alguna forma más cercana a mamá, para llamar su atención pues la de ambos estaba puesta en Samael, pero no funcionó... —Suspira. Keelan sabe sobre los problemas familiares y falta de atención que recibía Barbie cuando era niña y adolescente, y de cierta forma, cuando Barbie se lo contó, comprendió algunas de las actitudes de la chica. —Pero, me alegra que a Killian le gusté... —Afirma.
—Y sé que le gustará más al saber que mamá era una de las mejores —Sonríe regalándole esa confianza y seguridad que tanto necesita la castaña al hablar de su pasado ya que aún sigue siendo un punto frágil en ella.
—Gracias —Sonríe feliz...