Tentación Irresistible © [Com...

By LuisianaVons

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«Cuando la tentación late entre dos corazones; la única salida que queda es... caer» Lotty siempre se ha sent... More

Tentación Irresistible
1|TikToker.
2|FuckBoy.
3|Caminata Nocturna.
4|Inocente.
5|Advertencias.
6|El Encuentro.
7|Confesiones.
8|La Tregua.
9|El Enemigo.
10|El Juego.
11|El real Bad Boy.
12|El Campanario.
13|Romeo.
14|Deseo.
15|La Verdad.
16|Regalame esta noche
17|Barcos de Papel. Parte I.
18|Barcos de Papel. Parte II.
19|Boulevard.
20|La noche.
21|El Amanecer.
22|Grietas.
23|La Cena.
24|Lealtad.
25|Tormentas.
26|Armaduras.
27|Línea de Tiempo.
28|Otoño.
29|Víctimas.
30|Encuentros.
31|En cualquier Lugar.
32|Pasado Gris.
33| Pruebas.
35|Las cartas que nunca escribí.
Epílogo

34|Del ahora al para siempre.

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By LuisianaVons

DOBLE ACTUALIZACIÓN: SI NO HAS LEÍDO EL CAP 33 QUE LO ACABO DE SUBIR JUNTO CON ESTE. NO LEAS ESTE, REGRESA AL CAP 33!!!!!!!!!!!!!!

P.D: CAPÍTULO LARGO, así que te recomiendo ir a hacerte un té, buscar pañuelitos y ponerte cómodiiiiiinnnn!!


Justin


Estar en casa nunca se había sentido más gris.

Cuando era niño, a duras penas dormía en mi habitación. Cada vez que tenía la oportunidad de escaparme de esas paredes pintadas de verde, lo hacía sin mirar atrás. Siempre que colocaba el pie sobre el alfeizar de la ventana, me detenía un momento, miraba sobre mi hombro y pensaba en mi madre. Y en todo lo que podría acontecer en mi ausencia.

Sucedió lo mismo cuando acepté ir a Boston. Puedo recordar el día en el que recibí el mail de aceptación para la universidad de Tuft. Lo escondí en mi chaqueta y cuando volví de entrenar, encontré a mi madre con un pastel chamuscado en la mesa y dos vasos con té helado. Nunca la vi tan feliz antes. Estaba orgullosa de todo lo que había logrado y no dejó de recalcármelo durante ningún instante de esa noche.

—¡Tienes que ir, Justin! ¡Oportunidades como esta ocurren una sola vez en la vida!

—No lo sé, ma... ¿qué pasará contigo? No puedo dejarte aquí, sola.

—Claro que no estoy sola. La vecina Berta me trae pastel de papa todos los viernes. ¿Ves? No estoy sola.

—La vecina Berta te cobra a fin del mes por el pastel de papa, mamá. Además... no sé si me gustaría pasarme el resto de mi vida jugando en un equipo.

—No digas tonterías, Justin. Este es solo el principio del gran trampolín que te llevará hasta el cielo. Es tu salida. Esa que has estado buscando para escapar de aquí desde que empezaste a caminar.

—Y... ¿tú qué harás?

—Ser feliz.

—¿Y cómo lo harás?

—Viéndote triunfar. Tu felicidad es todo lo que me importa. Es todo lo que me llena. Es por lo que vivo y respiro. Así que... ¿por qué no mejor vamos a hacer tus valijas?

—Ni siquiera tengo una.

—Vamos por una, entonces.

—Pero...

—Tómalo como mi primer regalo.

Termino de meter un montón de artilugios que nunca usamos dentro de las bolsas negras y echo a andar a través del pasillo. Sin embargo, al pasar por la habitación de mi madre, no puedo evitar detenerme. Hay una luz que se cuela entre las rendijas de la ventanilla. La puerta está entreabierta y se me oprime el pecho cuando dejo caer la mano sobre el picaporte y la empujo.

Me quedo estático en el umbral. Indeciso entre entrar y darme la vuelta. No he entrado desde que me fui de casa a esta parte de la casa. Pero huele a su perfume favorito de lavanda y el aire se siente ligero y fresco. Tomo una profunda bocanada de aire y barro el lugar entero con la mirada. Observo su cama prolijamente ordenada. Su peinador con un montón de ligas para el cabello, accesorios y pulseras hechas a mano.

Ella no está aquí.

Pero todo está como si lo estuviese. Una parte de ella, en efecto, se quedó atrapada en esta habitación. Miro las fotografías colgadas en su pared. Un montón de flores. Un par de la luna. Y la mayoría de ellas, de nosotros dos. Me tiembla el labio cuando descuelgo una y la acaricio bajo mis dedos. Una sonrisa se aferra a mis labios cuando veo su sonrisa. Tan brillante y llena de luz.

Esto es lo que siempre quiero recordar.

Es la parte que quiero llevarme de ella.

Es la razón por la que me fui.

Un crujido me hace levantar la cabeza de la foto. No necesito girarme para saber que se trata de Lotty. Ha venido muy temprano a ayudarme a guardar todas las cosas para luego llevarlas a una bodega. No tiene sentido dejar que todas estas cosas se llenen de polvo. No es así como quiero que acaben las cosas que le pertenecían a mi madre.

—Qué linda sonrisa que tenía —comenta.

—La más hermosa de todas. —Sigo sin poder sacarle la mirada a la foto. Me tiemblan las manos mientras la sostengo. Dios... cómo la extraño.

—Te faltaba un diente.

Miro ese pequeño agujero en medio de mis dientes y me rio.

—Lo tenía flojo y acabé sacándomelo con una puerta. Nunca había sangrado tanto como esa noche.

La miro y noto sus brillantes ojos azules cautivados por la foto. Tiene el pelo atado en un moño y el suéter lleno de polvo.

—¿Me la regalas? —inquiere, alzando los ojos hacia mí.

—¿Para burlarte de mi agujero?

Ella sonríe y niega.

—Porque este es el Justin que siempre quiero recordar. Ese que hace un millón de travesuras. El que se mete en cada problema pero su sonrisa es tan linda que siempre sale ileso. Ese que... siempre está dispuesto a intentarlo todo una y otra vez. —Me quita la foto de las manos y la acaricia—. El Justin que me enseñó que la vida es más de lo que las demás personas te dicen que es.

Una sonrisa me atraviesa la cara y una sensación de descarga se apodera de mi cuerpo. Ella siempre hace que mis días grises dejen de serlo. Siempre sabe cómo hacerme regresar a mi carril cuando más perdido me siento.

Es ese faro al que te aferras en medio de la marea más turbulenta y sientes que naufragas, pero esa luz te llena de esperanza.

—Es toda tuya —le digo—. Pero tú tienes que conseguirme tu foto más vergonzosa a cambio.

—¿Por qué mierda te quieres reír de mí?

—Porque eres graciosa. Y una nerd. Y también muy torpe.

Ella arruga la nariz y me aplasta con su mirada.

—No eres gracioso.

—Claro que sí. —Dejo caer las bolsas al suelo y la envuelvo entre mis brazos. Su pequeño y delicado cuerpo encaja con el mío como si hubiesen sido hechos premeditadamente el uno para el otro—. Soy tan gracioso que no necesito vestirme cual payaso.

Ella intenta zafarse de mi brazos.

—Espantapájaros te quedaría mejor. —Me mira sobre el hombro y yo abro la boca fingiendo estar extraordinariamente ofendido.

—¿Acabas de llamarme espantapájaros?

—Mi tío estaba buscando uno. Tal vez debería darle tu número.

Mi indignación fingida crece junto a una sonrisa.

—¡Oh, no acabas de decirme eso! —le advierto burlón antes de empezar a hacerle cosquillas.

—¡Justin, no, para! —balbucea, retorciéndose entre mis brazos.

—Pide perdón.

—¡No!

—Entonces, no pararé.

Me dedico a hacerle cosquillas en el estómago mientras ella patalea para liberarse de mi jaula humana. Ni siquiera sé cómo, pero acabamos en el suelo. Ella debajo de mí, luchando para hacerme a un lado mientras su rostro se pone rojo y sus ojos se llenan de lágrimas. Sus risas y las mías inundan la estancia y reverberan encima del silencio de las paredes huecas.

No sé cómo lo consigue, pero cuando me doy cuenta hemos intercambiado posiciones. Ahora mi espalda está contra el frío suelo de madera y ella tiene sus piernas enredadas alrededor de mis caderas mientras sus delicados dedos intentan hacerme cosquillas.

Se queda abismada cuando nota que no tiene ningún efecto sobre mí.

—¿No te causa cosquilla?

Meneo la cabeza. —Nop.

—¿Por qué mierda?

—Porque no puedes hacer reír a un espantapájaros, ¿recuerdas?

Ella se ríe y alza una ceja, socarrona.

—Ya sé que sí te hará reír. —Sin previo aviso inclina el torso hasta que sus labios encuentran el lóbulo de mi oreja y sus mechones de cabello que se han soltado por mi ataque previo me caen en la cara. Besa mi oreja y una oleada de electricidad me recorre el cuerpo.

La sujeto por la cintura.

—Nerd, es la habitación de mi madre —murmuro, divertido.

—¿No te hace nada? —Suena impresionada y frustrada al mismo tiempo.

Meneo la cabeza.

—¿Sabes que sí creo que conserva su sensibilidad? —Ella frunce el ceño y yo señalo mi cara. Le guiño un ojo y veo su rostro llenándose de color.

—Bueno, solo hay una manera de comprobarlo.

Lotty clava sus palmas a ambos costados de mi cara a la vez en la que su pecho se recuesta sobre el mío. Puedo percibir su respiración sobre mis labios y el corazón se me sube a la garganta. Sus movimientos son tan lentos que hacen estallar mi ansiedad y expectación. Toma una respiración corta antes de presionar sus labios sobre mi mejilla, luego por la otra, mi frente y acabar deteniéndose a escasos milímetros de mis labios.

Su calor envolviéndome en medio del frío que se filtra a través de las paredes y el suelo.

—¿Estás listo? —susurra sobre mis labios, le tiembla la voz.

—Creo que sí... —Le devuelvo la sonrisa y el calor en su rostro se acentúa.

Y cierro los ojos cuando siento la calidez de su boca sobre la mía. Tan lenta y suave que se siente como si pudiese absorber cada una de mis preocupaciones y cargas. De pronto, todo deja de doler y nos sumimos en una burbuja que no hace más que crecer.

Abro los ojos cuando deja de besarme y estoy sonriendo sin poder contenerme. Ella es tan preciosa y real.

Lo más real que he tenido en mi vida. Ella. Yo. Y este preciso momento donde quiero quedarme a vivir por el resto de nuestras vidas.

—¿Funcionó? —pregunta.

Señalo mi sonrisa.

—Tú dime.

—Bueno, ya vimos que tienes sentimientos. —Se deja caer a mi lado y pasa su brazo sobre mi abdomen enfundando por un grueso suéter de lana.

—Y todos son para ti. —Giro la cabeza para poder mirarla, tan cerca de mi rostro—. ¿Por qué no nos encontramos antes?

—Pues... creo que nos conocimos en el momento en el que debíamos.

—En una fiesta de disfraces.

Ella menea la cabeza.

—En realidad... nos conocimos en la clase de literatura. —Me hace recordar—. Tú la estabas cursando por alguna razón y yo porque me gusta la literatura.

—Me habían castigado por saltarme las clases. Por eso me obligaron.

—Qué bueno, entonces. Aunque... —Ella se remueve entre mis brazos y acaba mirando el techo como si estuviese reproduciendo toda una película de recuerdos en su cabeza—, estabas enamorado de Maxine.

—Y tú de Mickey Janssen —ataco.

Ella asiente lentamente y se muerde el labio.

—Estábamos tan ofuscados mirando al frente que nunca nos detuvimos a mirar hacia los lados —susurra—. Al final, ellos se casaron y nosotros...

—Nosotros somos dos novios felices.

Ella vuelve a acomodarse, recargando el peso sobre su costado.

—¿Tú quieres casarte algún día?

Pienso en su pregunta. Mis padres nunca se casaron. Y en mi familia nadie contrajo matrimonio, solo se juntaban a vivir el día a día hasta separarse.

—Tal vez. ¿Y tú?

—Tal vez. —Me mira—. O tal vez podemos seguir haciéndonos cosquillas para luego besarnos y acabar en el suelo replanteándonos nuestra entera existencia.

—Suena a un gran plan. —Acaricio un mechón de cabello suelto y los enrollo alrededor de mi dedo.

Su móvil vibra en su bolsillo y ella le echa un vistazo.

—¡Dios mío! ¡Tenemos que llevar todo esto al almacén antes de las seis, Justin!

—Ellos pueden esperar —le digo, atrapando su brazo cuando se despega de mi cuerpo.

—No van a esperarnos.

—Que se jodan, entonces.

—¿Puedes ser serio? —me pide, tirando de su brazo para alejarse.

—¿Alguna vez has visto un espantapájaros siendo serio? —Me rio y atrapo su cabeza entre mis manos. Ella deja de oponer resistencia y acaba rendida junto a mí de nuevo. Acaricio su mandíbula con mis labios y la escucho suspirar.

—También debemos ir a cenar a mi casa esta noche —me recuerda entre besos.

—Lo sé —balbuceo, sin dejar de besarla.

—Y tienes que conocer a mi familia.

—Lo sé.

—Y no puedes ser tú con ellos.

—¿Por qué no? —Enarco una ceja.

Ella se aleja un instante.

—Los vas a enamorar. Y tú eres mío.

—Todo tuyo, nena.

—Ahora, terminemos de ordenar.

Me da un beso corto y se levanta, acomodándose el suéter que he ido subiendo lentamente. Dejo caer la cabeza contra el suelo y suspiro.

—¡Te amo! —le grito.

—¡Yo también, pero no ordenaré nada por ti!

Y empiezo a reírme sin poder controlarlo.

(...)

—¿Estás nervioso? —inquiere Lotty.

—¿Quién? ¿Yo?

—Sí.

—No, para nada. ¿Por qué?

Ella me señala mientras me miro en el espejo del visor por enésima vez para comprobar que me hallo perfectamente arreglado. Reviso mi cabello. Mis dientes. El horrendo cuello de la camisa que llevo puesta y con la que apenas consigo respirar.

En efecto, nunca antes había estado tan nervioso por conocer a alguien. Asumo que conocer a la familia de Lotty me aterra por muchas razones. Primero, porque nunca he tenido una buena reputación en esta ciudad o en la escuela o en cualquier lugar donde alguna vez se me escuchó mencionar. Y no quiero que piensen que no soy bueno para su hija. Aunque, la mayoría de las veces me importa un carajo lo que piensen los demás, en este caso conozco a la perfección el peso que tienen sus padres sobre Lotty.

¿Y quién puede culparlos?

No le he traído mucho desde que estamos juntos. Ella, por el contrario, lo ha sido todo para mí.

Pero intento disimular la maraña de nervios que se aferra a mi estómago.

—Todo va a estar bien. Te van a dar la mirada al principio, pero luego de un rato, pasarás a ser uno más de nosotros —me explica mientras conduce atentamente en la vía. Verla conducir con ambas manos se me hace curioso y también gracioso. Sus pulgares sujetan fuertemente por el lado interno y sus otros dedos se alinean perfectamente para no soltar el volante ningún segundo.

Me entierro todavía más en el asiento y hago un esfuerzo por aflojar el cuello apretado de mi camisa.

—¿Qué mirada?

No me mira hasta que un semáforo nos frena. Entonces, sin soltar el volante, me lanza una mirada en la que un ojo se le contrae mientras el otro se le agranda. Es extraño y raro. Y se ve peculiarmente linda mientras lo hace.

—Esta.

—Parece que tuvieses constipación —bromeo, volviendo a tirar del cuello—. Anotado. Me miraran como si tuviesen semanas sin ir al baño a hacer popó.

Lotty se ríe y el semáforo cambia a verde, permitiéndonos avanzar.

—No te parecerá tan gracioso cuando la veas.

Chasqueo la lengua.

—No. La constipación es un asunto serio, la verdad. —Trato de sonar lo suficientemente serio, pero se me escapa una risita en el fondo. Ella rueda los ojos y asiente con poca paciencia. También hay algo de nervios en ella. Puedo notarlo por el modo que frota las manos contra el volante y se pincha el labio con sus dientes. Coloco una mano en su pierna y ella resbala su mirada hacia mí—. Todo estará bien, nerd. ¿Confías en mí?

Sus ojos se estancan en los míos durante un fracción de segundo que culmina convirtiéndose en una eternidad. Hasta que recibimos un pitido sordo del auto de atrás y ella se endereza de golpe.

—Confío en ti. Pero no mientras esté conduciendo, ¿vale? —dice. Sin embargo, la sonrisa en sus labios ilumina toda la cuadra.

Me quedo tranquilo por un rato en el que me dedico a husmear el paisaje a través de la ventanilla. La nieve ha cesado pero sus huellas cubren cada árbol en el perímetro y se acumula junto a las calzadas. Más, el cielo está despojado de nubes oscuras hoy y lo agradezco. Necesitaba un día más claro.

Un día en el que las cosas fueses diferentes de ayer.

Cuando la camioneta dejar de moverse, siento la necesidad de preguntar si nos hemos quedado sin combustible o si hemos llegado. Pero, me callo mis palabras cuando la enorme casa de los Gilbert se alza junto a la ventanilla. Tiene dos plantas y está pintada de color ladrillo. Un umbral modesto y uno de esos insoportables buzones azules junto a la entrada.

—Me sorprende que no tengan un perro —digo sin pensar en voz alta.

—Lo tuvimos, pero al poco tiempo lo regalamos porque soy alérgica —explica, retirando la llave de la ranura. Se echa una mirada en el espejo y sus ojos se encuentran con los míos.

—Es una pena. Pensaba regalarte dos perros llenos de pelo.

Ella enarca una ceja.

—¿Ah sí? ¿Cuándo lo decidiste a eso?

—Hace... un minuto exacto.

La observo mientras se muerde el labio y algo despierta dentro de mí. Con todo lo que ha sucedido durante los últimos días no hemos tenido demasiado contacto el uno con el otro.

Hemos hablado. Nos hemos abrazado. Pero casi no hemos tenido momentos más íntimos. Y siendo sincero, la echo mucho de menos a pesar de tenerla junto a mí. Hay veces en las que desearía escaparme junto a ella y escribir un nuevo futuro. Uno en el que terminamos juntos y somos felices para el resto de nuestras vidas. Uno en el que es sencillo estar juntos y en el que no hay lágrimas. No hay miedos. No hay rencor. No hay razón de huir.

Un final sin despedidas.

Sin siquiera planteármelo en la cabeza, resbalo mi mano sobre su pierna. Ella se sobresalta de inmediato y empuja sus piernas una contra la otra. Eso me saca una sonrisa, porque los dos nos necesitamos y eso es evidente.

—Me gusta tu vestido... —le halago. Mi voz reverbera ronca dentro de la cabina.

—Justin... —me advierte, pero me hago el inocente.

—Y tus piernas se ven preciosas en él. —Continúo mi ataque en su pierna, acariciando su muslo y me vuelvo más atrevido cuando la deslizo un poco más arriba y le doy un apretujón descarado.

—Jus... —Su respiración le silba entre los dientes y yo disfruto verla en esta posición. Peleándose consigo misma entre continuar esto conmigo o salir corriendo fuera del auto.

—¿Huh?

Cierra los ojos de golpe cuando mis nudillos se encuentran con su ropa interior. Está caliente y sus piernas se frotan contra mi brazo perdido bajo su vestido. Cuando los vuelve a abrir, están mucho más brillantes que antes. Mantiene los labios separados para respirar.

—Mis padres pueden salir —chilla por lo bajo, pero no hace nada para sacar mi mano de entre sus piernas. Eso me obliga a alzar una ceja.

—Me parece que no es un problema. ¿No? —Deslizo un dedo hasta enganchar el bordillo elástico de su ropa interior.

Le doy un tirón y el pinchazo hace que se remueva en el asiento y apriete las piernas con más fuerza. Mueve una mano sobre mi brazo, pero no la hace a un lado. Tampoco dice una sola palabra para alejarme, en su lugar empuja mi brazo hacia ella hasta que mis dedos se encuentran con su piel caliente. Suelta un suspiro y se muerde el labio. Otra sonrisa, un poco más tensa por la excitación, se apodera de mi cara.

De pronto, unas incontenibles ganas de desvestirla y besarla como un salvaje se apoderan de mí. Pero me contengo, porque estamos fuera de la casa de sus padres y los vidrios son transparentes.

—¿Y si se asoman por la ventana? —pregunta en un murmullo ronco, abriendo los ojos de nuevo.

—Solo estamos charlando.

Hundo un hombro y aprovecho su desconcierto para introducir dos dedos dentro de su ropa interior. Ella suelta un jadeo bastante agudo y sus dedos se aprietan alrededor de mi brazo. No dejo de mirarla a los ojos mientras resbalo mis dedos por su humedad hasta encontrar su zona sensible. Ese punto que la obliga a morderse los labios y jadear hacia dentro de su boca. El rostro se le pone rojo y el aire parece haberse evaporado de la cabina, porque ni yo mismo puedo meter aire dentro de mis pulmones... está tan mojada y suave.

—Bueno, háblame —me pide.

Frunzo el ceño tardando varios segundos en asimilar lo que está pidiéndome. Pronto, comprendo que solo quiere disimular por si sus padres verdaderamente fisgonean a través de las ventanas.

—¿Qué quieres que te diga? —Su humedad y calor me envuelven y mis dedos se deslizan de arriba hacia abajo hasta encontrarme con su entrada.

—No lo sé. Pero no dejes de hablar...

—No puedo concentrarme mientras te follas mi mano, nena —murmuro con la voz casi inentendible por la ronquera.

—¿Y te gusta? —No sé a qué se refiere, cierra los ojos cuando me hundo dentro de ella y usa una mano para sujetarse del volante. Sus piernas frotan mi brazo descontroladamente.

—¿Qué cosa, nerd? —le contesto. Pero tampoco sé de lo qué hablo. Solo puedo mirarla a la cara mientras se impulsa sobre sus pies para brincar encima de mis dedos.

—No lo sé. ¿Esto?

—Hum... sí.

—¿Del 1 al 10?

Sus caderas hacen un movimiento ondulante que hace que toda la sangre de mi cuerpo precipite en medio de mis piernas. El pantalón se me encoge de pronto.

—Un sólido 10. —Ella sigue brincando encima de mi mano, sus calientes piernas frotándose contra mi brazo, y su espalda arqueándose abruptamente—. ¿Y a ti?

—¿A mí qué?

—¿Te gusta esto?

Un jadeo se escapa de su boca cuando la percibo alcanza el clímax. Asiente reiteradas veces, pero una parte de mi cuerpo palpita por escucharla decirlo en voz alta.

—Dímelo. Quiero escucharte.

—Dios... ¡Sí, Justin, me encanta!

Y su cuerpo da una sacudida salvaje cuando llega el orgasmo y se propaga por sus extremidades. La veo apretar los parpados ligeramente y gruñir una y otra vez.

Una sonrisa me atraviesa al percatarme de nuestras respiraciones rezumando en la estancia. Su pecho sube y baja incontroladamente y aunque nadie me ha tocado en ningún lado, todo el cuerpo me está ardiendo justo ahora.

Saco mi mano y ella se toma un instante para pasar el aluvión de sensaciones que la consumen justo ahora. Me quedo ensimismado observándola. Atesorando el instante en el que su respiración empieza a disminuir el ritmo. Su cabello con mechones enganchados bajo un lazo azul está desordenado ahora. Un montón de pelitos escapan de su, antiguamente, prolijo lamido. Y me llena el cuerpo de una sensación fuerte. Esa misma sensación que me abatió el día que sus labios y los míos se equivocaron de lugar.

Y acabaron perdidamente enredados.

Y damos un respingo cuando un par de aporreos se avientan contra su lado de la ventanilla. Ella suelta un gritito agudo y una señora que reconozco como su madre asoma su cabeza. Guardo mi mano todavía húmeda detrás de mi espalda y viro el torso hacia ella. Sus ojos van de los míos a los de Lotty.

—¿Todo bien por aquí? —nos pregunta, mirándonos inquisitivamente a ambos.

—Hum, sí —responde dudosa.

—¿Llevan mucho que llegaron? Estaba haciendo unas compras. Papá está dentro.

—Solo un rato.

La madre de Lotty alza una ceja y me mira con intensidad. Parece que espera que me sume a la conversación, por lo que hago mi mejor esfuerzo en ocultar el bulto que palpita en mi pantalón.

—Solo estábamos charlando. —Me encojo de hombros.

Parece dudar un instante en el que las comisuras de sus ojos se estiran en tres arruguitas. Pero decide dejar el tema desvanecerse y cambiar el foco.

—¿Por qué no entramos? Ya está anocheciendo y la temperatura está empezando a bajar.

La madre de Lotty con un sorprendente parecido a ella, le abre la puerta y Lotty se avienta de la camioneta en un brinco. Yo miro hacia abajo y veo a mi pantalón a punto de salir volando. Me froto la cara y maldigo entre dientes.

—No es hora de la cena aún, amigo. —Me regaño mentalmente y me obligo a salir de la camioneta.

En efecto, la madre de Lotty tenía razón al decir que la temperatura ha comenzado a bajar. Puedo sentir el aire rasgándome la cara y solo espero que me ayude a amainar la hinchazón entre mis piernas. Tiro de la camisa para cubrirme y camino detrás de ellas.

Tan pronto entramos al interior de la casa, la calefacción se encarga de restar el frío de afuera. Y un hombre de pelo cano sale a nuestro encuentro de un pasillo. Lleva una camisa elegante de botones y un bigote demasiado peinado. Saluda a Lotty con un abrazo paternal y luego me mira por encima de su hombro. Le murmura algo a Lotty que no alcanzo a escuchar y se dirige a mí.

—Tú debes ser Justin Brandon.

—¿Ha escuchado hablar de mí? —digo divertido a la vez en la que extiendo la mano en su dirección.

Él la estrecha con fuerza. Por un instante pienso que se le ha ido la mano con el apretón pero luego me observa como Lotty predijo. Un ojo estirado y el otro tan redondo que me da escalofríos.

—Por supuesto. Pero no tengas miedo, tampoco soy la policía. —Hace un intento de reírse pero se corta a sí mismo para agregar—: ¿Deberías temerla a la policía?

Niego de inmediato y el hombre estalla en una carcajada que me deja aturdido.

—Ya déjalo, papá —se mete Lotty—. Recuerda lo que hablamos.

—Sí, ya sé, ya sé... solo estaba bromeando. —Me da otra de esas miradas de constipación y luego su semblante cambiar como si se le hubiese reseteado la cabeza—. Lo siento mucho por lo de tu madre... entendemos tu dolor, Justin. Más de lo que te imaginas. —Y esto lo dice en serio. Puedo verlo en su mirada, recuerdos que lo golpean y siguen abriéndole la piel.

—Gracias. —Es todo lo que digo. Todavía me afecta demasiado comprender la razón por la que recibo este tipo de comentarios.

—¿Por qué nos vamos a la cocina y me ayudas con la bebida? —me dice Lotty, señalando el pasillo detrás de ella.

Miro a su padre como si una parte de mí buscase su aprobación para salir huyendo de allí. Para mi fortuna, él asiente y da un paso hacia atrás abriéndome camino.

Mi respiración se normaliza cuando nos alejamos a través del pasillo atestado de adornos y retratos familiares con cada década que han vivido juntos. En la cocina, reconozco a Lana, la hermana de Lotty. También hay otras tres personas. Dos chicas y un chico pelirrojo.

Huele a pavo horneado y pan con pasas. O tal vez, me estoy equivocando y solo estoy imaginándome esos olores porque era la comida preferida de mi madre para año nuevo. Y ahora no puedo afrontar la idea de pasar año nuevo sin ella a mi lado. Pero, heme aquí, viviéndolo en carne y hueso.

—¡Pequeña Lotty! —exclama el chico, envolviendo a mi chica entre sus brazos. Frunzo el ceño al instante.

Ella le devuelve el abrazo.

—¡Des! Me parece que te ha salido una nueva peca en la cara —le dice.

—Ni siquiera las has contado. —El tal Des hace un puchero.

—Oh, claro que lo he hecho. Y tienes doscientos veintitrés pecas.

—Y tengo más en el trasero —se burla el chico. Y es hora de presentarme porque no entiendo quién cojones es este payaso y porque le habla de su trasero a mi novia.

—Hola, soy Justin. El novio de Lotty. —Le muestro mi mano y con la otra rodeo la cintura de Lotty.

El pelirrojo me escanea de arriba abajo y le hace un gesto a Lotty como queriéndole decir "es un 10". Entonces, toma mi mano.

—Yo soy el novio de Lanita. —Y dice aquello con una sonrisa gigantes que se siente como una bola de demolición golpeándome justo en medio de la cara.

Lotty me lanza una mirada burlona y yo solo soy capaz de ocultar mi vergüenza detrás de un chiste.

—Claro. Si se te nota la edad, pero te ves genial, viejo.

Des abre la boca y otra chica se suma a la conversación.

—Disculpa, pero no soy ninguna anciana, ¿entendido? —Ella también lleva el pelo rojo, pero es más denso que el de Des. Y la reconozco vagamente como la hermana de Emma Montenegro. Son dos gotas de agua y se les nota su lado malicioso al instante.

La otra chica que lleva el pelo corto y plateado, sale a contenerla.

—No te llamó anciana, amor. —La rodea con sus brazos y me mira—. Nox. La otra novia de la señorita peleona.

Le regreso la sonrisa.

—Fiona, ¿puedes ayudarme aquí? —Se queja Lana con la cabeza dentro del refrigerador.

Me pego a Lotty.

—Entonces, ¿todos estos son amigos de Lana?

—Síp. Estudiaron junto con los Janssen. Son como la vieja generación.

—Ya veo. Y tú hermana también estaba enamorada de un Janssen —me burlo pensando en lo loco que hubiese sido.

Lotty, quien estaba acomodando un montón de vasos, me mira un instante con una sonrisa tensa.

—Sí. Lo estaba. Y creo que tuvieron algo que duró algo así como día y medio.

Se me afloja la mandíbula pero escondo mi sorpresa detrás de una sonrisa.

—Vaya.

—Sí. Es una maldición. —Se ríe y me apresuro en ayudarla cuando la veo hacer malabares con los vasos.

Los llevamos a la sala donde un largo comedor se encuentra acaparando la atención del lugar. Hay un montón de platos y cubiertos encima. Incluso, más de las personas que llegué a contar esta noche en la casa. Eso me obliga a fruncir el ceño.

—¿Por qué hay tantos? —Señalo los cubiertos.

Lotty abre la boca pero antes de poder soltar algo, el timbre de la casa nos interrumpe. Ella deja las cosas sobre la mesa y corre a la puerta. Tomo una profunda respiración y prosigo ordenando los vasos con toda mi concentración en ello.

Hasta que oigo una voz familiar. En un principio, pienso que no puede estar aquí. Debería estar en un crucero por el Caribe justo ahora, pero a medida que los pasos se acercan, su voz se clarifica. Entonces, alguien me toca el hombro y lo veo. David Robins justo en medio del salón. No lo veía desde... Boston.

Él me estrecha entre sus brazos con fuerza, como si quisiera darme a entender que no estoy solo. Un mensaje oculto detrás de su mirada.

—Justin, lo siento mucho. Cuando oí lo de tu madre... —Se acalla cuando ve el modo en el que se me contrae la cara ante la mención de mi madre. Preferiría evadirlo por un rato. Ladea la cabeza—. Me alegra mucho verte.

—Nos alegra. —Miro a Vera, su esposa, junto a la entrada del salón y Chandler acabando de saludar a Lotty.

Él se me acerca y me da un apretón de manos.

—¿Creíste que te librarías de mí durante las vacaciones? —Sonríe burlón y me muestra su móvil. Ya empezó a grabar todo su día para subirlo a TikTok.

Ruedo los ojos.

—Pensé que estarían en un crucero.

—Nos enteramos que hubo un brote de diarrea una semana antes, y preferimos posponer el viaje —explica Chandler.

—Bueno, han llegado justo para cenar —anuncia la hermana de Lotty entrando con una bandeja con un pavo gigante. Des la ayuda con otras bandejas.

—Excelente, porque me muero de hambre —dice Vera.

Todos nos ubicamos en la mesa y Lotty se sienta a mi lado. Se ve tan radiante esta noche bajo ese candelabro de cristal que cuelga sobre nuestras cabezas. El olor a pavo horneado y pan inunda la estancia junto a un par de villancicos que ha puesto el padre de Lotty en el tocadiscos. Le cuento que también tengo uno y creo que he empezado a caerle un poquito mejor.

Nunca creí que pasaría mi año nuevo alrededor de tantas personas. Cuando mi madre murió, el primer sentimiento que se aferró a mi fiel fue la soledad. Sabía que mi madre era todo lo que siempre tuve. La única compañía que me conocía realmente por todas las cosas que vivimos juntos. Pero, en ese preciso instante mientras la sostenía en mis brazos y me llenaba de impotencia porque no había nada que yo pudiera hacer para evitarlo, ignoraba que no estaba solo.

O no como creía.

No solo la tenía a ella. Ahora también la tenía a Lotty. Tenía a David y a su familia. A Maxine. Y a un montón de personas más que no tenía cuenta. Porque a veces solo contamos a quienes vemos todos los días. Pero, aquellas personas que, aunque no vemos siempre van a estar allí para darte una mano o simplemente escucharte, también cuentan. Todos cuentan.

David se vuelve el narrador de la conversación y el padre de Lotty queda embelesado por las historias que nos cuenta durante la cena. Pero todos comentan o se ríen de cualquier cosa. Todos tienen algo mágico que no me había detenido a ver antes. Sobre todo, ella. Cada vez que su rostro se ilumina con una sonrisa o el sonido de su voz o la forma en la que me abraza cada vez que me hago el gracioso delante de su familia.

Esta noche era la última de este año. Y después de las doce, tenía el presentimiento de que todo estaba a punto de cambiar.

Y no me equivoqué. David me pidió unos minutos a solas antes de que el año estallase para contarme algo. Nos dirigimos al patio delantero de la casa y nos sentamos en las sillas de madera del umbral.

—Hay algo que necesito contarte.

Entrelazo los dedos y froto las manos. Hay luces de navidad parpadeando en cada entrada de cada casa en el vecindario. Un par de niños juegan en la casa de al frente con una motocicleta demasiado grande para ellos.

—Te oigo.

Me llena de nervios la forma en la que me mira, pero luego pone una sonrisa que me tranquiliza.

—Yo sé que ya estás bastante radicado en Boston y que tienes a tu novia allí y a tus amigos, pero...

—¡Al grano, David! Faltan cinco minutos para las doce.

—Un equipo internacional se ha fijado en ti. Te quieren en su equipo en Italia. Y quieren que, si decides aceptar la propuesta, empieces la siguiente semana.

—¿Quiénes son?

David pone cara de niño pequeño y emocionado cuando lo dice.

—¡Italy Legion!

Y se me cae la boca al suelo. David lo repite cuando no le respondo, pero es que me he quedado en blanco. Desde que era un niño siempre que habían problemas en casa, cerraba los ojos y me imaginaba en un estadio gigantesco jugando con este equipo. Cuando estábamos solo mi madre y yo, poníamos a hacer palomitas y veíamos cada partido juntos.

Se me llenan los ojos de vidrios y niego con la cabeza, poniéndome de pie.

—No hablas en serio.

—Es en serio.

—Es una puta broma.

—No lo es.

—¿Estoy soñando?

—Estás viviendo, Justin. —Se levanta y me atrapa por los hombros. Lo veo borroso detrás de las lágrimas—. ¡Estás viviendo la gran vida que mereces! Y estoy muy orgulloso de ti. Más que orgulloso, Jus.

Me abraza durante un par de segundos y trato de sacar las palabras fuera de mi boca.

—¿Cómo...? —Me tiembla la voz y debo tragar saliva—. ¿Cómo supieron de mí? No entiendo nada...

David solo me mira directamente a los ojos sin borrar la sonrisa. Sus manos caen fuera de mis hombros y hurgan en su elegante americana hasta toparse con un sobre blanco. Presiona los labios en la sonrisa y me lo entrega.

—Creo que querrás leer esto. —Me da una palmada y echa a andar hacia dentro de la casa. Se detiene un instante junto a la puerta. Mira el suelo un instante y dice—: Es tu decisión. Pero de verdad pienso que deberías ir.

Lo veo marcharse mientras mi cabeza colapsa de pensamientos enredados. Siento como si un montón de fosforitas me estallasen en los oídos. Bajo la mirada al sobre que me ha dejado y me tiemblan los dedos al rasgar el envoltorio y leer el título de la carta.

De Jasmín Brandon.

Se me paraliza el corazón y me vuelvo incapaz de seguir leyendo. Tomo una profunda respiración y me dejo caer en el primer escalón. Despliego el papel y inhalo lentamentes antes de comenzar a leer las primeras palabras.

Hola, David. Sé que debes estar sorprendido de leerme después de tantos años. De hecho, yo también lo estoy. Primero que nada, quiero agradecerte por regresar a la vida de Justin. Después de todo lo que sucedió con su padre, no fui capaz de decirle la verdad. Preferí que pensara que era un mal hombre y no que había ido a la guerra para nunca regresar porque su corazón se quedaría allí, en medio del desastre y lejos, muy lejos de las personas que todavía lo amamos y recordamos por lo que fue y lo que hizo. Sé que, probablemente, querrías contarle la verdad acerca de su padre. Sería lo correcto. Pero, no sé si me perdonaría no habérselo dicho. Y siendo sincera, es lo único que tengo. La razón por la que vivo y la razón por la que vuelvo a comunicarme contigo, aunque sé que no quieres saber nada de mí. No después de haberte alejado de él por tanto tiempo. Pero necesito que sepas algo; cumplí.

Cumplí con todo lo que te prometí. Aunque, fallé muchas veces en el camino y te juro que sigo buscando la manera de remendar esos errores. Y creo que la he encontrado.

Quiero que Justin, mi Justin, reciba todo lo que nunca pude ofrecerle. Y ahora, sé que hay una sola manera de hacerlo, y es encontrado la forma de construir la vida que le debí haber dado desde el principio.

Hace una semana, cuando desaparecí de casa y la vecina te llamó porque eres el único contacto que tengo anotado en mi agenda, fui a Washington. Había una conferencia con el equipo al que Justin ha soñado con pertenecer desde que descubrió que la escuela no era lo suyo. Los Italy Legion. Ni siquiera pude hablar con el jefe del equipo. No me lo permitieron. Me sacaron a patadas y me lo merecía por colarme como una loca en el estadio. Pero, uno hace locuras por las personas que más amamos, ¿no? Tal vez me llevarían a prisión, pero lo haría una y mil veces si eso me acerca a la posibilidad de ver a Justin cumplir su sueño. En fin... no pude hablar con nadie con renombre, pero logré hablar con uno de los jugadores que estaba llegando tarde cuando me sacaron. Pensó que lo robaría, y temí que llamase a seguridad, pero me dio un minuto.

Y podría haber hecho muchas cosas en ese minuto.

Podría haberle pedido una foto para Justin. Un autografo. Un saludo. Lo que sea. Pero solo le hablé sobre mi hijo, porque es mi todo, ¿sabes? Le conté que cuando nació, mientras daba a luz estaban jugando y mis gritos de dolor se mezclaban con la emoción de verlos ganar ese partido. Un clásico. Y le conté que le puse Justin porque el 10 se llamaba Justin. Y, aunque no soy muy inteligente y casi no tengo certezas en mi vida, tenía esa irrevocable corazonada de que Justin, mi hijo, era mucho más que un 10. Y le dije donde jugaba Justin en Boston y le di mi video. Ese video de la primera vez que jugó para tu equipo en Boston.

Y ahora, solo me queda creer en que ese video llegará a manos de alguien. Un alguien que verá en él lo mismo que vi yo cuando lo sostuve por primera vez entre mis brazos. Alguien capaz de salvar el mundo sin usar una capa.

Porque Justin salvó mi mundo. No sé si lo sabe, pero espero que sí.

David, no le digas que te hablé... pero si puedes convencerlo de luchar por sus sueños, sería la persona más feliz del mundo y entonces, todo habría valido la pena.

Siempre lo valió después de todo.

Con amor, Jaz.

Tengo la vista anegada en lágrimas para cuando acabo de leer el mail que mi madre le dejó a David. Hace meses ya. Cuando no lo sabía, y la culpaba de tantas cosas en el fondo de mí, cosas que hoy ya no importan. Pero, tuve que perderla para comprenderlo.

Una mano cae sobre mi espalda y luego una cabeza sobre mi hombro. Su aroma a vainilla y flores me inunda.

—David me dijo que estabas aquí. —Puedo sentir su mirada sobre mí, analizándome y pensando en qué me pasa o si me he vuelto loco por estar congelándome aquí fuera.

Ni siquiera puedo mirarla sin partirme en dos pedazos.

—Es de mi madre.

Ella abre la boca y su rostro se llena de preocupación.

—Me tuvo mientras veía un partido de fútbol. Gritó más por el capitán que por el dolor que yo le causé. —Me rio pero no me salen las risas. Solo sonidos sin forma—. Esa es mi madre, nerd. Y Dios... no tienes idea de cuánto la echo de menos. Quisiera poder abrazarla o pedirle perdón por no estar para ella cuando más me necesitó.

—Si que lo estuviste, Justin. Y estoy segura que no quiere que le pidas perdón. Con recordarle lo mucho que la amas es suficiente.

Me tiemblan los labios cuando le suelto:

—Me eligieron para un equipo importante.

Ella estalla en un gritito y me abraza. Pero no muevo un solo músculo. Al notarlo, se aleja lentamente con las cejas enarcadas.

—En Italia. —Sus ojos se quedan fijos sobre los míos. Quietos. Pero no encuentro nada que me haga pensar que está molesta o afligida—. El equipo al que siempre quise ir.

Ella asiente y retoma su postura pensativa. Luego sonríe y me mira.

—Entonces, tienes que ir.

—Pero, ¿qué hay de nosotros?

—No sucede nada. Encontraremos la manera de que esto funcione.

—¿Y si no lo hace?

—Tiene que hacerlo. —Se levanta y yo la imito—. Porque no hay forma de que deje de amarte, Justin.

Sus palabras se clavan en mi pecho y se siente como algo caliente abrazándome. Poso mis manos sobre su cintura y la acerco a mi cuerpo. Su calor aplaca cualquier vestigio de frío alrededor de nosotros.

—Ni yo a ti. Nunca, nerd. ¿Lo entiendes? —Tomo su mano y la coloco sobre mi hombro para quebrar cualquier distancia entre ambos—. ¿Entiendes lo mucho que significas para mí?

Ella menea la cabeza con una sonrisita.

—¿Cuánto?

—¿Del 1 al 10?

—Del ahora al para siempre.

Le regreso la sonrisa y me inclino para besar sus labios. He estado todo el día ansioso por besarla. Abrazarla. Y estar así esta noche. Sus ojos danzan con los míos y aunque sabemos que a partir de ahora, hay muchas cosas que sucederían, esta vez no tengo miedo. No tengo miedo porque sé que no quiero estar sin ella.

Ni siquiera entiendo cómo pude estar tanto tiempo sin ella. Puede que sea porque era un ignorante que no conocía que había algo más en la vida que salir de fiesta y jugar hasta el cansancio. También estaba ella y la forma en la que mi mundo paso de ser gris al gris más brillante de todos.

Nos balanceamos de un lado a otro como si estuviese sonando alguna canción, pero solo ella y yo la podemos escuchar. Siempre la hemos escuchado.

Y entonces, un montón de fuegos artificiales comienzan a explotar en medio de la negrura del cielo. Feliz año nuevo se dibuja en humo y fuego de colores. El vecindario estalla en luces y grititos acompañados de risas, choques de copas y melodías de villancicos. La nieve empieza a descender a cántaros, discreta y delicada, arremolinándose junto a la calzada y salpicando el césped de puntitos blancos.

Para siempre, nerd. Del ahora al para siempre, te amaré para siempre. —Ella acaricia mi rostro con sus delicadas manos tibias.

—Feliz año nuevo, cazador.

—Feliz año nuevo, nerd.

Y tras decirlo, la cargo entre mi brazos para besarla. Y ahora, estoy seguro de que mi corazonada era cierta.

Este año sería perfecto. Porque desde el primer segundo siempre fue ella. 


N/A: ¡PENÚLTIMO CAPPPPPPÍTULOOOO!!!!!!!

Dios, les juro que me tomé un montón de horas intentando que este cap quede bien y sea digno de culminación para este libro que he ido escribiendo con mucho amor. Ya queda el último cap y el Epílogo que estaré subiéndolos el fin de semana o primeros días de la semana que viene. De igual modo, estaré avisándoles día exacto por mi instagram.

Quiero agradecerles por estar apoyándome con esta historia. Ha sido un largo proceso, y darle una voz a estos dos personajes ha sido un desafío por la historia que tiene cada uno detrás. Espero que les haya gustado tanto como a mí escribirla. 

QUIERO LEER QUÉ OPINAN SOBRE LA HISTORIA, PERSONAJES, EL CAP, TODOOO. Y qué esperan para el final. 


NOS LEEMOS EN EL FINAL. Aún no está permitido llorar ;)

INSTAGRAM: @LuisianaVons




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