Colisión

By Vale_Roes

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Todo empieza en el instante que sus miradas colisionan en un encuentro inevitable. Ana no se permite a sí mi... More

Dedicatoria
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Nota del autor

Epílogo

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By Vale_Roes

Ese día que nunca inició, ese día que Josh no recordará dado que jamás ocurrió. Ana huye con tanta prisa que no se percata que el castaño permaneció inmóvil.

Se encontraba tan herida que no notó las lágrimas en sus ojos.

—Mentiste.

Susurró el chico a la nada.

—No me elegiste cuándo nadie más lo hizo. No te quedaste.

Traga saliva.

—No te culpo por ello.

Y un sollozo se escapa de sus labios. Lucha por contener las lágrimas que queman.

Ella no vio los demás mensajes con las lágrimas desenfocando su visión.

No vió que Josh no confesó nada. No vio las interminable preguntas que tenían la intención de destruir su reputación y sus monosílabos como respuesta para evitar perjudicarla. La nula información que respondió para que no pudieran usarlo en su contra.

Porque sabía que si alguien más lo hacía, no tendrían piedad.

No le haría eso.

No a ella.

Él suelta un leve suspiro, con sus manos temblando, su respiración fallando y volviéndose cada vez más superficial.

Cierra los ojos. Endurece la mandíbula.

Se convence a sí mismo de que es mejor así.
Avanza unos pasos, temblorosos.
Avanza por la dirección contraria a la que ella huyó.
Avanza hasta perder todo de vista. Se introduce en un callejón solitario, perdiéndose en sus pensamientos.
Se convence a sí mismo una y otra vez, con su cuerpo temblando y su corazón latiendo a una velocidad vertiginosa, aporreando sus costillas, extendiendo el dolor a cada centímetro de su piel. Con su pecho comprimiendo sus pulmones, y asfixiándole.

Se convence a sí mismo de que ella no necesita saber la verdad.

No necesita saber que no es solo la apuesta.

No necesita saber que él dejó el mensaje a propósito con la intención de que ella lo encontrará.

No necesita saber que estaba buscando alejarla por su propio bien.

No necesita saber que le salvó la vida.

Él sabe que acercarse a él es una condena de muerte.

Una que no quiere que ella cargue.

Una que prefiere llevar solo para evitar que las consecuencias la alcancen a ella.

Lo está haciendo por ella. Se recuerda.

Es por ella.

Y Ana nunca lo sabrá.
Se detiene al escuchar el característico sonido de un arma al quitarle el seguro. Todo el aire sale de sus pulmones. Y se vuelve con lentitud, para ver el arma apuntándole directo a la cabeza.
Lo que más temía volviéndose una realidad.
Cierra los ojos, y susurra una plegaria. Un agradecimiento porque Ana corrió en la dirección contraria. Porque se alejó de él.
Él sabía que las consecuencias de las acciones de sus padres terminarían alcanzándolo.
Las visiones de Ana solo le permiten ver su lado de la historia hasta un punto determinado.

Todo lo que pierde es demasiado como para decidir si vale o no la pena.

No con una perspectiva tan limitada.

El final de la noche llega.

Ana tiende su mano en frente de Josh. Él se queda desconcertado.

Josh observa la mano que ella le ha tendido y se plantea por un momento estrecharsela o no. Una eternidad después, cuando la pelinegra está a punto de retirarla, Josh la estrecha con fuerza.

Sus dedos se entrelazan, y siente una corriente eléctrica viajando a través de ellos, todo el aire sale de sus pulmones.

Su mano encaja a la perfección con la suya.

No debería pensar en eso.

—Fue un placer para mí que Dios permitiera que nuestros camino se encontrarán, Josh.

Ella estrecha su mano, y él alza la vista. Confundido.

Dolido.

Por una razón que desconoce. Sabe que es una despedida, una despedida con alguien que apenas llego a conocer.

No comprende entonces porque siente su corazón siendo apartado sin piedad ni consideración.

Él sonríe. Observa sus ojos oscuros y luminosos por la luz de la luna que se refleja en ellos, su cabello oscuro y sus labios sonriendo cargados de nostalgia.

—El placer fue mío.

Sus manos permanecen enlazadas. Él no quiere soltarla, sabe en el momento exacto que lo haga volverá a sentir su mano fría. Vacía.

La ausencia de la calidez de su palma contra la suya.

Se relame los labios. Traga saliva.

No quiere ser él quien se aparte de ella.

Y al parecer, ella tampoco lo quiere.

¿Por qué es en este preciso momento que lo ha notado?

—Algún día, encontrarás a alguien que te elija sin que se lo pidas.

Su corazón late más rápido con ese susurro.

—Es una promesa.

Las lágrimas se acumulan en sus ojos.

—¿Por qué?

—Porque mereces a alguien que vea el privilegio que es tenerte en su vida.

Sus manos se deslizan, sin soltarse por completo, traga el nudo que siente en su garganta y vuelve a mirarla a los ojos.

Una promesa de algo mejor.

No sabe que tan cierto sea. No sabe si es verdad.

Aún así, guarda las palabras en su memoria. Guarda este momento. Inmortaliza este instante.

Y sus manos se sueltan.

Josh se aparta de Ana. El auto de sus padres ha llegado a recogerlo. Siente un nudo en su garganta con palabras por decir atoradas y los nervios tirando de su estómago.

Siente tanto que no cree ser capaz de expresarlo.

Se va con la escena grabada. La última que disfrutó.

No comprende la razón de porque intercambiar unas cuantas frases con alguien con la mirada pérdida en las estrellas y que apenas conoce se sentiría tan liberador.

Tampoco que causaría que fuera incapaz de desvíar la mirada.

Quizá porque con ella no sintió la necesidad de mentir, o usar esa versión ficticia de sí mismo que todos adoran.

Todos se despiden. Prometen extrañarlo y mantener el contacto.

Agradece que al menos alguien haya sido sincera.

Abre la puerta del auto, y da un último vistazo.

Preparándose para dejar toda una vida atrás. Otra vez.

Y entonces la ve.

Ella se encuentra atrás. Muy atrás. Avanza unos pocos pasos entre la multitud. Escucha las despedidas, los gritos de "¡Adiós!".

Excepto que en esta ocasión, sus ojos se fijan solo en ella. En la leve sacudida de su mano, en la sonrisa ladeada que cuelga de sus labios. En sus ojos color oscuro.

Y sus miradas se encontraron en ese instante.

Pero ambos entendieron que era tarde.

Dos líneas paralelas que jamás llegaron a encontrarse.

Dos líneas paralelas idénticas. Cargando con heridas invisibles y pasiones que a ojos de los demás eran insignificantes.

Dos líneas paralelas que nunca colisionan.

La prueba de que el entrelazamiento cuántico puede suceder entre dos miradas que jamás se conocen.

Dos miradas que colisionaron de forma inevitable.

Dos miradas que no volvieron a encontrarse.

Dos miradas que desearon tropezarse antes.

Dos miradas que por primera vez comprendían lo que ocultaban los ojos del otro en el momento equivocado.

Dos miradas que jamás desencadenaron la historia que iniciaba con ellos y de la cual aún no se sabe si se le añadió punto y final.

Un punto y final que se reserva para lo que inició una vez.

Y su historia no tuvo la oportunidad de comenzar antes de terminar.

Una historia sobre dos miradas que no vuelven a conocerse.

Dos miradas en una posible colisión que termino siendo solo eso: Una posibilidad.

Fin.

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