Colisión

By Vale_Roes

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Todo empieza en el instante que sus miradas colisionan en un encuentro inevitable. Ana no se permite a sí mi... More

Dedicatoria
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Epílogo
Nota del autor

Capítulo 19

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By Vale_Roes

Debería estar durmiendo desde hace una hora si en sus planes se encontraba levantarse temprano. Por supuesto, dormir era lo último que planeaba hacer esa noche.

No tenía sueño, en absoluto.

Podía sentir la tensión, palpable e insoportable.

La detestaba.

Al menos, en ese momento su padre no se encontraba con ella. Llegaría pronto. Las horas avanzaban con rapidez.

El cansancio se cernía sobre ella, presionando sus costillas y aunque su cuerpo gemía con cada movimiento, no era capaz de cerrar los ojos.

Escuchó la puerta abrirse.

Los pasos resonando por las escaleras.

Eran sigilosos, impropios. Casi no reconoció a quién le pertenecían de no ser por la pesadez de cada pisada.

Tocó la puerta.

—Pasa.

Suspiró, y su padre entró con una bolsa. La cabeza agachada, con pasos cautelosos y dejo con suavidad la bolsa en la mesa, Anh no necesito verificar dos veces para ver algo envuelto.

—Yo ya comí.

Dijo en un tono sutil, casi un susurro, la mirada perdida en algún punto y la expresión casi preocupada. Ana tragó saliva.

—Gracias.

Balbuceó, él salió de su habitación con un asentimiento.

Se acercó a la bolsa, sintiendo náuseas. No quería comer. Pero nunca había desperdiciado o tirado algo por más furiosa que se encontrará.

Se mordió el labio, conteniéndose de balbucear una palabrota al ver que eran dos hamburguesas. No existía manera de que se comiera todo eso.

Los pasos resonaron por las escaleras, y luego la puerta de la entrada volvió a cerrarse.

Supo de inmediato que no volvería. No esa noche.

Tomó su celular y escribió un mensaje con rapidez.

Yo: ¿Ya cenaste?

La respuesta tardó menos de dos segundo.

Josh: No.

Yo: ¿Quieres una hamburguesa?

Josh: ¿Te dejaron salir? ¿De noche?

Anh rueda los ojos.

Yo: No. Pero tengo una hamburguesa extra que no pienso comer. ¿Quieres que te la lleve?

Espero varios minutos por la respuesta.

No llega.

Desvía la vista, y deja el celular a un lado y desenvuelve su hamburguesa. Piensa en escribirle a alguien más. O guardarla y comerla mañana.

Su celular se enciende con una notificación.

Josh: Mira por tu ventana.

Yo: ¿Quieres que te la lancé? Más te vale que sepas atrapar.

Josh: Con tu puntería es probable que termine con la hamburguesa en la cara.

Ana sonríe. Toma la bolsa y baja las escaleras con prisa.

Abre la puerta para encontrarse al castaño, sonriente, con los ojos color avellana reflejando la luz de la luna. Le da la bolsa.

—Tengo una idea.

Murmura él.

—Siempre tienes una.

Él sonríe.

—No comas aún, espera a que me conecté.

—¿Qué planeas hacer?

—Ya verás.

Se despide, y con rapidez se aleja por un callejón. Anh regresa con rapidez adentro y espera. Unos minutos después. Le llega una invitación por un enlace. Seguido de un mensaje.

Josh: Abrelo desde tu laptop. Espero tengas una.

Enciende su laptop, ingresa al enlace y en una pantalla en grande aparece una película. No la reconoce, en una pantalla reducida aparece el castaño con una sonrisa.

—Te prometí que veríamos la película del hombre araña.

Anh parpadea. En otra pantalla en una esquina aparece ella.

—¿Cómo hiciste eso?

Él se encoge.

—Es una página donde puedes ver películas mientras hablas con alguien. La descubrí hace poco. Aquí no hay cine, y supuse que no te dejarían venir a mi casa a ver las películas, entonces se me ocurrió esto.

Anh se queda un segundo perpleja, sin saber cómo reaccionar, que hacer o decir.

Se queda más de cinco segundos inmóvil.

Y lo único que hace es sonreír.

De oreja a oreja. Tanto que sus mejillas duelen.

—Gracias.

Susurra.

Josh la observa en silencio, no responde nada.

Él no entiende lo que ha significado para ella.

En lugar de apartarla por el hecho de no tener permitido salir, busca cualquier forma para incluirla, hacer algo juntos, pasar tiempo con ella.

No se ríe por sus padres estrictos, por las reglas, por sus principios o por obedecer lo que le dicen. No la excluye.

Se siente parte de algo con él.

No fuera de lugar, no un bicho raro por que disfrute de forma distinta o por su forma de ser.

Él le hace creer que no encajar vale la pena.

El castaño sólo sonríe en respuesta, y empieza a reproducir la película.

Y en ese instante en que nota los hoyuelos que se forman en sus mejillas, el brillo inusual en sus ojos y su expresión relajada su corazón empieza a latir más rápido. Nota un aleteo en su estómago. La calidez en su pecho.

Lo había notado antes.

Con la misma intensidad.

Y ahora es que lo entiende.

Es más que eso.

Se queda paralizada.

Todo el tiempo ha estado ahí.

Y es algo que solo siente cuándo está con él.

La realización la golpea hasta dejarla sin aliento.

Y la palabra se desliza hasta la punta de su lengua. Apenas logra contenerla.

Es capaz de hacer el ridículo solo para volver a verlo sonreír así.

Y casi cada acción que ha ejecutado lo ha hecho pensando en él. En si le dedicará otra de sus sonrisa solo a ella.

No debería asustarla tanto como lo hace.

Se ha enamorado de Josh.

Y ya es muy tarde para detenerlo.

______________________________

Sábado, 9:00am

Recibe otro mensaje y ella gruñé. Otro fin de semana sin poder estar con su mamá. Ya le aviso a su papá que saldría, por lo tanto no hay problema.

Se siente un tanto presionada. Respira hondo, cierra los ojos, y vuelve a la realidad. Siempre su mente produce caos por algo simple que puede ser resuelto en cuestión de horas.

»Así que no os angustiéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia preocupación. Basta a cada día su propio mal.
San Mateo 6:34

Se recuerda a sí misma.

—Aparta de mí la ansiedad que tiene como único propósito desenfocarme de lo que en realidad importa.

Susurra.

Toma su celular y revisa los mensajes de Josh.

Josh: Sabelotodo, ¿Estás ahí?

Josh: ¿Quieres que vaya a buscarte?

Josh: Ya voy en camino.

Josh: Al menos dime que estás lista.

Anh solo sonríe.

Yo: Sí, lo estoy.

Yo: Te espero.

Josh: POR FIN.

Josh: Pensé que te quedaste dormida.

Yo: No soy tan perezosa.

Josh: Y si lo fueras tendría justificación. Es sábado.

Josh: Mira por la ventana.

Ana rueda los ojos, y se asoma para ver al castaño. Los audífonos negros cuelgan de su cuello como es costumbre. Toma su bolso con rapidez, sale de la habitación, toma su llave y baja las escaleras. Abre la puerta.

El cabello de Josh se encuentra más ordenado que de costumbre. Lleva una camiseta que se ajusta a la perfección, unos pantalones cargo negros y unas botas.

Ella cierra la puerta con llave.

—Hola, arrogante.

Le da un último repaso con la mirada, deleitándose en la imagen.

—Te ves guapo.

Las comisuras de sus labios se elevan.

—Lo sé.

Se relame los labios.

—Gracias.

Agrega luego de una breve pausa, en la que Anh rueda los ojos.

—Sí ya lo sabes, no veo la necesidad de agradecer un hecho.

Por supuesto, debió verlo venir de su egocéntrico favorito.

Una risa suave sacude su pecho.

—Que tú lo pienses lo hace más significativo. 

Ana se queda inmóvil, por un segundo, y desvía la vista.

Lanza un gritito interno y luego retoma la compostura, es incapaz de mantener el contacto visual cuando dice eso.

Ella vuelve a conectar su mirada con la suya, y descubre que el castaño ya se encontraba observándola.

Una de esas sonrisas sutiles aparece en su rostro permitiéndole ver sus hoyuelos.

Anh empieza a caminar con parsimonia, y el castaño la sigue.

Se acercan a la iglesia y una vez entra busca a su mamá con la mirada.

Josh se queda paralizado, a su lado, observando todo.

Anh lo toma de la mano y lo atrae hacia ella.

—¡Ven! ¡Tengo que presentarte a mis amigos!

Josh sonríe y ella se acerca hacia un grupo de personas. Josh se encuentra un tanto perdido, dejándose llevar por ella.

Si pudiera, permanecería toda una vida así.

Dejándose llevar por ella.

Anh los presenta. Conoce al hijo del pastor, y algunos del servicio. Conversan por un momento breve dado que en ese momento, todos buscan sus lugares para tomar asiento. Anh se apresura a sentarse y Josh la sigue.

El pastor abre la Biblia, se queda varios segundos absorto leyendo un pasaje. Anh saca su biblia, y Josh la mira con una ceja enarcada al verla llena de notas adhesivas, escritos en los márgenes y repleta de colores por todos los resaltadores que usa.

Ella solo se encoge en respuesta.

—¡Buenos días! Me alegra mucho recibirlos otro sábado, veo rostros nuevos por aquí ¡Bienvenidos! Espero la palabra de hoy sea de bendición para sus vidas.

Hace una pausa.

—¿Acaso no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios está en vosotros? Dice 1 Corintios 3:16. ¿Saben la gran responsabilidad que poseemos al ser considerados templo del Espíritu Santo? En hebreo se llama Ruaj Hakodesh. Para que el Ruaj habite en nosotros debemos santificarnos, a través de nuestro Salvador Yeshúa. Nosotros no podemos ser santos por nuestros propios méritos, ¡Ni siquiera justos! Solo por medio de Yeshúa podemos ser santos, eso es lo que Adonay espera de nosotros, como dice en Levítico 11:45 "Yo soy Jehová, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo". Pero ¿Cómo espera Dios eso de nosotros conociendo nuestra naturaleza pecaminosa?

Se relame los labios.

—Adonay conoce nuestras luchas. Aquellas batallas que peleamos en silencio. Conoce todas las lágrimas que derramamos en nuestra almohada. Todas las palabras que callamos. Las heridas que ocultamos. Él lo sabe. Él conoce las intenciones de tu corazón, sabe cuándo intentas obedecerle. Así que sí, Él espera de nosotros santidad, pero conoce nuestras circunstancias e imperfecciones, por lo tanto Él sabe cuánto te esfuerzas, cuánto lo intentas, cuánto resistes a la tentación. Sin embargo, aún así, sigues sin ser capaz de vencerla por ti mismo, por eso debemos pedir fortaleza en nuestro Salvador, aquel que conoce el dolor que puedes estar experimentando y que resistió al pecado. Él nos socorre y nos provee de fuerza para resistir. ¡Yeshúa conoce lo mucho que te cuesta! Él sabe lo que es el dolor, vino a este mundo y conoció el significado de traición, sufrió como humano, como todos nosotros lo hacemos, experimento insultos, humillaciones, dolor. Todo por ti. Para que el día de hoy, tengas la posibilidad de elegir la vida o la muerte. La posibilidad de ser salvo.

Hace una pausa.

—En Deuteronomio 30:19 dice "A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, de que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia,"  La vida es la palabra de Dios, sus instrucciones y enseñanzas como dice Proverbios 3:21-22 "Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; Guarda la ley y el consejo, Y serán vida a tu alma, Y gracia a tu cuello" y Salmo 119:93 "Jamás me olvidaré de tus preceptos, pues con ellos me has dado vida." ¡Y la vida es Yeshúa! Como dice en Juan 14:6 "—Yo soy el camino, la verdad y la vida —contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí." ¡Él es la vida! ¡La palabra de Dios hecha carne! Ahora nosotros tenemos la posibilidad de elegir. Entre la vida o la muerte. Entre Yeshúa o el mundo. ¡Podemos decidir! Ningún ofrecimiento del mundo puede llenar ese vacío que sientes, ese vacío que tiene la forma de Dios en tu corazón. Solo recuerda, que antes de que tú eligieras seguirlo a Él, Él te eligió.

Suspira con brevedad.

—Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre.
Juan 15:16

Su corazón se llena de gozo.

Anh sonríe para sí, y mira a su lado, deseando ver la reacción del castaño, los dedos de Josh rozan los suyos en un toque breve, tan fugaz que por un instante piensa que no es más que un espejismo.

Josh permanece inmóvil. La mirada vacía, y brillante a causa de las lágrimas no derramadas.

—¿Josh?

Susurra. Un fantasma de sonrisa aparece en su rostro al escuchar a Anh. El castaño traga saliva, desvía la mirada. Pestañea varias veces, ahuyentando las lágrimas.

—¿Sí?

Su voz suena frágil.

Anh permanece con la mirada sobre él, un momento más.

Un momento después, sus brazos lo rodean, y lo atrae hacia sí.

Ella escucha como Él suspira en su cuello. Un suspiro exhausto. Lleno de un sinfín de emociones que ella sería capaz de descifrar si su mirada se encontrará con la de él.

No puede. Así que lo sostiene con más fuerza.

Y Él se lo devuelve.

Algo cambio dentro del castaño ese día.

Ahora, podía entenderla.

______________________________

Algo suena en la lejanía, en los confines de los sueños, en el lugar en que la realidad empieza.

Ana gruñe con fuerza y atiende el celular sin mirar.

—¿Hola?

¿Qué horas son?

Luego de regresar de la iglesia, y pasar todo el día descansando y hablando con su mamá, para la noche no tenía más energía que para dormir. Así que eso hizo.

Debería molestarle que alguien le interrumpiera.

—¿Ana?

Reconoce de inmediato la voz, nadie más pronuncia su nombre así.

Cargado de tanto significado, con las letras desenvolviéndose como si formarán algo más que una simple palabra.

—Josh.

Aleja el celular un segundo para mirar que el reloj marca las tres de la mañana. ¿Es que ha perdido el juicio?

—Sal a la ventana.

—¿Por qué?

Cuestiona entredormida y despierta.

—Te va a encantar. Hazlo.

Se levanta, con cada músculo de su cuerpo negándose a la orden. Se acerca a la ventana y la abre. No ve nada.

—Mire el cielo, Ana.

Susurra.

Ella alza la vista. Parpadea un par de veces hasta que consigue que sus ojos enfoquen.

Un jadeo se escapa de sus labios.

No es una. Son muchísimas. Pequeñas circunferencias brillantes que dejan una estela en el cielo tras ellas.

Una lluvia de estrellas.

Es la primera vez que tiene el privilegio de contemplar semejante belleza nocturna.

—Josh.

Murmura.

—Es precioso.

Siente su celular aflojarse en su mano. Le arrebata el aire. Junto con las palabras existentes para describir algo tan magnífico. Mágico.

Cualquier palabra perdería significado  y ninguna descripción lograría con éxito asemejarse a la realidad que sus ojos admiran.

Los cielos cuentan la gloria de ʼElohim, Y el firmamento declara la obra de sus manos.
Salmos 19:1

Recuerda ese versículo y ríe. Ríe ante la maravilla de la creación que anuncia las grandezas de su Creador.

—Gracias, Josh.

Murmura.

—¿Por qué?

—Por querer mostrarme algo tan increíble.

Escucha una risa suave.

—Me gustaría estar contigo solo para ver tu reacción.

Ella vuelve a sonreír.

—¿Sabes que tus ojos se iluminan cuándo admiras el cielo?

Ella se queda absorta, en la imagen que tiene frente a ella, y en la voz que le habla en susurros suaves.

—Y toda tu expresión se llena de inocencia y alegría pura.

Él suelta un leve suspiro.

—Es precioso.

Concluye.

Ana se relame los labios.

Y tiene una sensación extraña. Una sensación familiar. Ya sucedió. O eso recuerda. Lo recuerda. Recuerda que vivió este momento soñando despierta.

Traga saliva.

Sacude la cabeza, con la esperanza de sacudirse el inusual presentimiento.

—¿Sabías que no dejas de sonreír cuándo piensas en algo que podría gustarle a alguien más? Parece que no puedes contenerte a ti mismo cuándo tienes una sorpresa. ¿O qué empiezas a juguetear con tus dedos cuándo estás nervioso? ¿Que tarareas canciones cuándo estás feliz y lleno de energía?

Un prolongado silencio por parte de Josh le sigue a sus palabras.

—Prefiero hablar de la fascinación que empapa tu rostro cuando descubres algo nuevo de los demás. De que desvías la mirada cuando algo no te agrada o no estás de acuerdo. Y tú expresión te delata cuando ves algo que te recuerda a alguien cercano.

Ahora es ella la que se queda sin palabras.

—Te observo más de lo que tú me observas a mi.

Ana no puede evitar reír ante ello.

—Por ahora ganaste.

—¿Aceptas tu derrota, sabelotodo?

—No. Sólo dejaré que disfrutes de una ventaja.

Casi puede oír al chico sonriendo contra el celular.

—Yo terminaré ganando al final.

—¿Y sé puede saber que obtendré si gano?

—¿Es necesario?

—Podría motivarme a esforzarme.

Si se trataba de ganar al otro, ambos empataron hace mucho.

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