Colisión

By Vale_Roes

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Todo empieza en el instante que sus miradas colisionan en un encuentro inevitable. Ana no se permite a sí mi... More

Dedicatoria
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Epílogo
Nota del autor

Capítulo 18

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By Vale_Roes

Revisa su celular, tiene varios notificaciones de mensaje tras mensaje. Todos de Josh.

No es temprano, al contrario se ha levantado más tarde de lo usual.

Se acerca hasta el cuarto de su padre, toca la puerta un par de veces y abre. Su estómago se vuelca, y ella contiene la necesidad de correr en la dirección opuesta. Afirma sus temblorosas piernas en el piso, y se obliga a levantar el mentón y mantenerse firme.

Lo observa, con la mirada distante y ausente.

—Hoy me iré caminando sola a clases.

—Puedo llevarte.

Ella niega con la cabeza.

—No, gracias, prefiero caminar.

Sale caminando con pasos tranquilos. Revisa los mensajes. Le da los buenos días a Amanda, como es costumbre y se va al chat con Josh.

Josh: ¿De casualidad te dormiste sobre el teléfono?

Josh: ¿O sobre la comida?

Josh: Adivino, terminaste incendiando tu cena y tu casa con ella.

Josh: Empiezo a preocuparme por que te encuentres bien, rarita.

Josh: ¿Sabelotodo?

Ella traga saliva.

Yo: Hola. Siento no responder ayer. Acertaste. Me quedé dormida sobre mi celular. Y mi cena se quemó. No fue mi noche.

Josh: ¿Por qué no me avisaste?

Josh: Siempre hago comida demás, mis padres casi nunca vienen.

Josh: Pude haberte llevado de mi cena.

Ella parpadea revisando los mensajes, traga saliva.

Yo: ¿Hablas, en serio?

Josh: ¿Crees que no?

Josh: O si lo preferías podría haberte llevado una hamburguesa.

Josh: No te puedes saltar una comida, sabelotodo.

Josh: Si de verdad fueras una sabelotodo conocerías la razón. Me siento decepcionado.

Se relame los labios con el celular en su mano, y sintiendo las lágrimas nublar su visión.

Escribe algo. Lo borra. Lo vuelve a escribir.

Yo: ¿Lo harías por mi?

Josh: ¿Aún dudas de ello?

En cualquier momento, espera que la lágrimas caigan sobre la pantalla.

Eso no sucede. Parpadea con fuerza.

Yo: Gracias.

Deja el celular en la mesa y busca sus audífonos para reproducir algo. Lo que sea. Cualquier canción. Algo que le impida pensar en el castaño, en su papá, en sus palabras que siempre llegan demasiado profundo y en sus acciones que solo hieren a Anh.

Su mente se encuentra invadida, los recuerdos de la noche anterior se levantan, polvo siendo sacudido, entrando en sus pulmones, asfixiándola.

Vuelve a relamerse los labios. Llena su bolso de todo lo que necesita. Hoy tiene examen de matemáticas, necesita centrarse. O si no, todas las tutorías del castaño serían inútiles. Tiene que demostrar que es capaz. Tiene que demostrar que lo puede lograr.

God only know de Kings & Country empieza a sonar.

Vuelve a tomar su teléfono un segundo, le escribe un último mensaje a Josh.

Yo: ¿Te importaría acompañarme al instituto hoy? Iré caminando.

La respuesta llega dos segundos después.

Josh: Te iré a buscar en dos horas.

______________________________

El castaño la recibe sonriente, con sus audífonos color negro y esos ojos chispeantes.

Detesta que se iluminen de esa manera.

Lo detesta tanto como lo ama.

Detesta que en ese preciso instante, cuando sus ojos brillan más que la belleza de una constelación ella no sea capaz de apartar la mirada.

Y detesta aún más, que algo dentro de ella revolotee al ver ese precioso brillo, desea conservarlo, pintarlo y ser capaz de enmarcar su esencia misma en cada trazo.

—Hola, arrogante.

Él se baja sus audífonos.

—Hola, sabelotodo.

Ladea la cabeza con sutileza.

—¿Y eso?

Inquiere señalando el tapabocas negro que Anh está usando.

—Tengo algo de gripe. No quiero contagiarte.

Es una explicación mucha más breve y más segura. Y así evita la pregunta de "¿Qué te sucedió en el labio?". La llevará a una respuesta más compleja. Cuando se siente nerviosa sus mentiras flaquean y es fácil hallar las incongruencias si eres atento.

Él castaño asiente.

—Puedes quitártelo. Me harías un favor si me contagias, a lo mejor y lo uso como excusa para faltar a clases.

—Afectaría tu promedio, y te aseguro que no quieres eso.

—Sería justificado, no lo afectaría.

—A lo mejor y terminas muriéndote. Prefiero evitar el cargo de conciencia.

Él rueda los ojos.

—Lo dices para aparentar. En el fondo te encantaría.

—No.

—¿No?

La miró incrédulo.

—No.

Reafirmó la pelinegra.

—No me alegraría de que te sucediera algo. El mundo sería un poco más triste y solitario si tú no estás en él, incluso si no puede ser percibido por los demás.

Se relame los labios.

El castaño se queda un segundo inmóvil, en cuánto Anh nota que ya no camina a su lado se detiene y lo observa.

—Esperaba que dijeras que me merecía algo peor que la muerte.

No puede evitar soltar una carcajada. Y tampoco puede evitar notar que dijo eso para que ella no observará que él se encuentra sonrojado.

—¿Ves? ¡Lo sabía!

Él la alcanza, en dos zancadas ya se encuentra a su lado de nuevo, y ambos vuelven a caminar.

Ella sigue riéndo, y él la observa.

Ella niega con la cabeza.

—Supones mal.

Susurra.

Parpadea un momento, y luego recuerda algo.

—Oh, cierto.

Se desliza su bolso, el castaño ahora la mira con curiosidad. Desliza el cierre y tantea hasta sentir algo suave.

—Cierra los ojos.

—¿Qué?

—Cierra los ojos, o no te daré nada.

Él castaño gruñe.

—Como quieras.

Refunfuña, y cierra los ojos. Ella saca el pequeño peluche del hombre araña de su bolso. Desliza el cierre para volverlo a cerrar, y se acomoda el bolso.

—Ya puedes abrirlos.

Susurra, el castaño los abre y se queda un momento repasándola con la mirada hasta que sus ojos encuentran el pequeño peluche en sus manos. Parpadea un segundo. Parpadea tres segundos. Toma el peluche entre sus manos, y lo mira por lo que parece una eternidad.

Sus ojos resplandecen y una de las comisuras de su labio se eleva.

—Cuando lo vi me recordó a ti, pensé que te gustaría.

Él castaño permanece inmóvil.

—Te equivocas.

Susurra.

—Me encanta.

Toma el pequeño peluche, y permanece viéndolo, vuelven a retomar el paso, a este punto llegarán más tarde de lo previsto a clase.

Él permanece con sus ojos sobre el regalo, sus audífonos aún cuelgan de su cuello, y un fantasma de sonrisa permanece en sus labios, parece que la contuviera y ella no entiende bien la razón de ello.

Anh sonríe.

Sus ojos permanecen sobre Josh.

Respira con brusquedad.

Por una fracción de segundo.

Todo vale la pena para ver esa expresión de asombro.

Como si le resultará imposible concebir que alguien piense en él o lo recuerde por un detalle insignificante.

Anh sonríe de nuevo.

De pronto, él castaño, extiende su brazo al frente sin previo aviso y ella se detiene de manera abrupta.

Casi suelta una carcajada al ver la carretera al frente.

Por supuesto que sí.

Observa a Josh de reojo.

—Si no estoy atento, cruzarías sin mirar a los lados. Debo asegurarme de cuidarte, distraída.

Ella suspira en respuesta, el castaño verifica ambos lados y retira su brazo, lo extiende al lado de Anh indicándole que siga.

—Las condiciones son perfectas para que la princesa prosiga.

Ella rueda los ojos.

—Exagerado.

—Por ti lo vale.

Ignora el ultimo comentario y desvía la mirada evitando que él se de cuenta que está luchando con una sonrisa en sus labios.

Cruzan la carretera, y luego caminan un poco más, hasta llegar a la entrada de la institución. Josh guarda sus audífonos en el bolso para evitar que se los quiten en la entrada y su peluche.

Una vez adentro, van directo a clases. Matemática es a primera hora por lo que Anh no puede perder el tiempo. Toma asiento, y ve los ejercicios escritos en la pizarra. Hace una mueca y comienza a escribir.

Lo resuelve, uno tras otro, los encuentra tan fáciles que le parece sospechoso.

Antes de que la clase finalice, ella ya ha terminado. No puede creerlo. Vuelve a repasar ejercicio por ejercicio. Los verifica dos veces. Los resultados son los mismos. Toma valor para levantarse y entregarlo, lo deja en el escritorio y luego vuelve a tomar asiento. Escucha un leve susurro a su espalda.

—Bien hecho, sabelotodo.

Sonríe para sí y espera. Las dos clases pasan con rapidez. En cuanto el receso empieza, ella toma su bolso con brusquedad y sale del salón. Esa necesidad de apartarse se encuentra latente. Se sienta en un lugar apartado, admira el cielo en silencio, se quita el tapabocas y respira. Eso la asfixia.

—¿Quién te hizo eso?

La voz grave y severa provoca que salte.

Traga saliva.

—Me asustaste.

Exclama.

Josh se acerca a ella en tres zancadas y sus manos enmarcan su rostro para examinarla mejor. Ella traga saliva, consciente de la peligrosa cercanía entre los dos, y la expresión colérica del castaño.

—¿Quién te hizo eso?

Vuelve a repetir, su voz suena fiera, y se esfuerza para aparentar control y calma, hasta el punto que Anh siente su corazón a punto de salirse por su garganta.

Él no puede saber la verdad.

—Me caí por las escaleras anoche. Fue por eso que no respondí tus mensajes. No quería decirte, fue algo ridículo y no quería que te preocuparás.

Siente el deseo de apartar la vista, por primera vez el contacto visual lo siente como una tortura.

Las palabras se ahogan en sus labios a medida que él escanea su rostro.

—Mientes.

Sus ojos se abren.

—No sabes lo que sucedió.

—Eso es un golpe, Ana.

Ella traga saliva, él castaño suelta su rostro con delicadeza y se pasa la mano por su cabello, desordenándolo en el proceso, rezumando frustración, su mirada se desvía y luego regresa a Ana, exhala con brusquedad.

—¿Quién te hizo eso?

—No fue nadie, Josh.

—Ana...

—¡No sucedió nada, fue un accidente!

—¡Deja de encubrirlo y dime quién te golpeó!

—¿Por qué es que te importa tanto? ¡No es nada, Josh! ¡Por favor!

—¡Sabes qué es mentira! ¿Crees que no he notado como contienes las lagrimas en la entrada para evitar que los demás te vean?

—Sólo dejalo, Josh.

—No. Dime.

—¡No! ¡No fue a propósito! De todas formas lo merecía, en parte.

Las palabras salen en un impulso y se arrepiente en el instante en que salen de su boca. Siente la presión de las palabras del castaño y él la observa con los ojos abiertos y una expresión inescrutable en la mirada.

—Dime que no crees eso. Dime que no lo dices en serio.

—No importa, sólo, déjalo.

—¡Entonces sí lo hizo!

—¡Fue un impulso! Él nunca me había golpeado, sólo fue esa vez, sólo...

Él ladea la cabeza, siente su mirada atravesándola y ella desvía la mirada, por alguna razón avergonzada.

—Nada. Absolutamente nada justifica que te haya golpeado.

Las aletas de la nariz de Josh se dilatan, y Anh observa sus ojos cristalizarse por las lágrimas no derramadas.

Se siente culpable por causarlas.

—Ana...

—Mi papá no quiso golpearme.

La expresión de Josh, vuelve a ser ira pura.

—¿Él te hizo eso?

Ana no lo entiende. Es apenas un rasguño. La herida no es tan grande y su labio está solo ligeramente inflamado.

—No fue nada, Josh.

Balbucea.

—Denúncialo.

Vocifera.

—No, Josh, no lo...

—¡Puede suceder de nuevo!

—¡No lo entiendes! Fue la primera vez, ¡No me había golpeado antes! ¡Y fue por contestarle de manera irrespetuosa! Fue justificado.

—¿Y cuantas veces fueron las que te tragaste las lágrimas y preferiste callarte?

Anh fija sus ojos en el suelo, sus manos empiezan a temblar, su vista se nubla.

—¿Cuántas, Ana?

—Por favor, para.

—¿Cuántas veces hiciste lo que él esperaba de ti pensando que si eras buena algo cambiaría?

—¡Josh, para!

—¿Cuantos insultos soportaste antes de explotar?

Anh, esta temblando, las lágrimas vuelven a deslizarse por sus mejillas y todos los recuerdos acuden con fuerza, repitiéndose en un bucle infinito, una y otra vez. Cada palabra hiriente, cada discusión, cada pelea.

Josh balbucea algo, no sabe qué, no entiende sobre que, dejo de escucharlo, un pitido se instala en sus oídos.

Se desliza por la columna hasta llegar al suelo. Sus manos tiemblan.

—¡No entiendes porque lo hago! ¡Lo hago por ella! ¡No puedo denunciarlo! No puedo...

Su voz se apaga hasta volverse susurros incomprensibles.

No puede. No puede. No puede.

Nunca ha podido.

Recuerda que lo está soportando por ella.

Recuerda que su mamá en ese entonces no trabajaba. Apenas tenía para poder comer ella. Ana no podía quitarle eso. Así que, decidió quedarse con su papá.

Él trabajaba, todo el tiempo. No estaría mucho tiempo en casa. Su situación económica era estable. La de su mamá no.

Recuerda las palabras de su padre.

—¡Si yo me voy de esta casa, olvídate de que tienes padre!

Recuerda los insultos, las amenazas.

Debía hacer algo para evitar el inminente desastre.

Así que se fue con él.

Durante ese tiempo, no consiguió trabajo, no pudo ayudar a su mamá y regresar con ella. Todo se complicó. Su papá tenía la custodia. Podía visitar a su mamá los fines de semana y en vacaciones. Era más que suficiente.

Al menos, no la obligaría a ella a pasar hambre por su causa.

Al menos no tendría que lidiar más con los gritos de él.

Al menos sería un problema menos para su mamá.

Al menos su mamá no tendría que soportar más las bromas de asesinarla y desechar su cadáver en una zanja.

Al menos, la que lo soportaría era Ana. Solo ella. No llevaría a nadie más a ese sufrimiento. No le contaba a su mamá de las peleas. No le contaba sobre nada.

Solo ella tenía que soportarlo.

Por un poco más.

Sintió unos brazos rodeandola, intento apartarse por inercia. Miedo. Pánico.

Pero era Josh.

—Ana...

Se abalanzó sobre su camiseta, y él la estrechó contra su pecho, acariciando su cabello con suavidad.

Todo su cuerpo temblaba. Se obligó a sí misma a contenerse. Calmarse. Recitó versículos. Sus favoritos, en silencio.

Bienaventurados los que lloran, porque recibirán consolación.
Mateo 5:4

Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas.
Salmos 147:3

Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron.»
Apocalipsis 21:4

porque por un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro y a la mañana vendrá la alegría.
Salmos 30:5

Suspiro con dificultad, empezó a tararear la melodía de My arms de Ledger para regular su respiración, Josh la estrechó con más fuerza contra su pecho. Las lágrimas dejaron de brotar. Respiró con dificultad.

Inspiró y exhaló, Josh seguía acariciando su cabello con suavidad, sus manos temblaban un poco. Se apartó con cuidado, con la cabeza agachada, consciente de que su nariz se asemejaba a la del reno de santa claus y sus ojos se veían rojos.

Su nuez de Adán se movió. El castaño tragó saliva con dificultad. Sin saber que decir.

—No tenía idea. Lo sé. No debí presionarte. No—soltó un suspiro—No mereces soportar eso, no deberías seguir...

—No importa, Josh. Está bien.

—No. No lo está. No lo está en absoluto. Y quiero que te des cuenta de ello, no permitiré que sigas así.

—Déjalo, Josh. Es la única forma de superarlo. No importa.

El chico la miró negando con la cabeza.

—No. Tienes que hacer algo, debe haber una manera...

—No. No la hay. Puedo regresar con mi mamá pero eso solo resolverá un problema. Si lo denunció su reputación, todo por lo que ha trabajado, todo...

Anh traga saliva, incapaz de terminar la frase.

—No paso nada. Estoy bien.

Él volvió a negar con la cabeza.

—Ana...

—Josh, por favor.

El castaño negó con la cabeza, incapaz de mirarla a los ojos. No podía.

Ella solo se encogió. Actúo como era costumbre. Esconder el dolor debajo de la alfombra, levantarse, sacudirse y seguir.

Era la única forma que conocía de hacerlo.

¿Acaso existía otra?

—Estaré bien. No volverá a suceder. Lo prometo.

—¿Y si vuelve a suceder?

Ella se encogió.

—Me iré con mamá.

—¿Y actuarás cómo si nada?

—El eco de tus acciones termina consumiéndote si tu consciencia no lo hace.

Desvió la mirada.

—Así es que funciona.

Josh seguía observándola incomprensible, con una mezcla de rabia, decepción, frustración y tristeza en su mirada.

—No siempre puedes cambiar algo.

Le susurró como consuelo Anh. Él apenas la escuchó.

—Gracias por no creerme.

Eso captó su atención.

—¿Qué?

—En el fondo esperaba que me conocieras lo suficiente para entender que nada estaba bien y que necesitaba decirlo. Al menos a alguien.

Ella entrecierra los ojos.

—El problema es que no quería agregar una carga más a tus hombros.

—No lo haz hecho.

—Te encuentras más preocupado que yo.

—Tú haz hecho lo mismo por mi.

Anh parpadeó un par de veces, confusa, casi como si lo hubiera olvidado.

—Supongo que ambos estamos llevando el peso juntos.

Ella susurra.

—La carga es más ligera.

—Cuándo la compartes, sí.

Se miraron el uno al otro por un instante.

Y la calidez volvió a filtrarse dentro de su pecho, calentando las zonas apagadas.

Ella le sonrió.

Él le devolvió la sonrisa

Se estaba volviendo más fácil cuando el camino no lo recorría sola.

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