Colisión

By Vale_Roes

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Todo empieza en el instante que sus miradas colisionan en un encuentro inevitable. Ana no se permite a sí mi... More

Dedicatoria
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Epílogo
Nota del autor

Capítulo 16

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By Vale_Roes

Ella se acerca a Sebastián despacio. El pelinegro la observa con su usual expresión fría. Recuerda una conversación de hace mucho tiempo.

—¿Con que evento o astro del espacio te identificas?

Para algunas personas no tenía sentido en absoluto esa pregunta. Solo era curiosidad. Le gustaba buscar semejanzas con las mismas estrellas o planetas ¿Es que acaso no eran capaces de ver que su alma tiene la esencia de una galaxia completa? O tal vez algo más pequeño.

Amanda le recordaba a una supernova, o a un agujero negro.

Ella, siempre pensaba de sí misma como la luna o Plutón. Y poseía una obsesión con saturno. Hasta ahora no ha conocido a nadie que le recordará a ese planeta.

—No lo sé.

Respondió el pelinegro.

Ella asintió.

—Tú me recuerdas al planeta más frío del sistema solar.

No recordaba el nombre. No sé encontraba segura si era Neptuno o Urano. Esa misma tarde investigó, y los resultados arrojaron Neptuno, ese era el planeta más frío del sistema solar, o al menos según su buscador. Así que tiempo después empezó a llamarle así.

Luego descubrió que tritón, una de las lunas de Neptuno es aún más fría que el mismo planeta. Algo tarde, ya se había acostumbrado a llamarle Neptuno.

Y así permaneció.

Le repetía eso, más de una vez, al principio pareció no entenderlo, pero pronto se volvió un poco obsesivo con el planeta azul. Le había contagiado
el entusiasmo por lo visto.

Ana siempre pensó que los planetas eran parecidos a los seres humanos.

Planetas que habitan en un mismo sistema solar obedientes a las leyes que rigen la realidad.

Para ella los seres humanos son planetas, algunos tan rebosantes de vida que anhelas formar parte de el y otros desolados y desérticos a causa de algún cataclismo que marcó al planeta de tal forma que las consecuencias del mismo siguen siendo visibles aunque hayan sucedido hace milenios.

Los seres humanos son como planetas, tan distintos el uno del otro a pesar de pertenecer a la misma definición.

Los seres humanos son como planetas en que las huellas dejadas pueden permanecer hasta la extinción del mismo. Planetas con formaciones rocosas, valles, montañas y océanos profundos que jamás llegas a descifrar del todo y lo único que se puede hacer es contemplar su deslumbrante belleza desconociendo en parte su naturaleza.

Los seres humanos son como planetas que se formaron con las palabras dichas, las promesas cumplidas, las acciones realizadas y las extinciones de las cuales se recuperaron.

Suspiró, acercándose a Sebastián.

—Perdón.

Balbuceó.

Pensó en lo importancia de reconocer cuándo cometía un error. Responsabilizarse de ello.

Sebas se volvió hacia ella. Su mirada se suavizó de inmediato.

—No quería que te sintieras excluido. Nunca lo he querido. Perdona si me he distanciado. Estos días, han sido un poco complicados ¿Sabes? Y no es una justificación, solo no quería vaciar sobre ti todos mis problemas. No mereces eso.

Sus palabras fueron suaves. Desde hace un tiempo atrás, se encontraba alejada de su mejor amigo.

Ana a veces solo necesitaba espacio para pensar, para refugiarse, para perderse.

Nunca lo hacía por un tiempo prolongado, cuando las dificultades se intensificaban volvía a distanciarse. Por semanas. Se encerraba en sí misma.

Sebastián lo nota de inmediato.

Siempre lo hace.

Ella era quién le había impedido saber más. No quería surmegirlo a él en sus problemas, no queria que él se enterará que no se encontraba bien.

Daba igual, Sebastián lo notaba.

—¿Que te ha estado pasando estos días, Anh?

Ella traga saliva.

—Es complicado.

Él se vuelve hacia ella. Sabe que él también tiene sus problemas. Y aún así, se preocupa por ella.

Ella también ha notado como su mirada se pierde en ocasiones y permanece inmóvil observando un punto fijo sin siquiera parpadear.

Ha notado su apatía hacia todo.

Ella aprieta la mandíbula.

—No sé que me sucede. Me he sentido apagada y con poca energía. Cómo si dejará de ser yo.

Miente.

Estos días lo ha estado haciendo mucho. Y otra vez, como en cada ocasión siente la culpa consumirla.

Sebas entrecierra los ojos.

Todo el aire de Ana sale de sus pulmones. Ya está harta. Harta de ocultar la verdad. Harta de callar.

Termina exhalando con brusquedad.

—Había discutido con mi papá. Varias veces. Seguidas. No quería contarte, no era importante, y se me pasaría rápido.

Confiesa.

—Ya la situación se encuentra mejor entre nosotros, de hecho.

Hace una pausa.

—Sé que ha sido mi culpa alejarte. No sabía como lidiar con todo.

Sigue sin ser una justificación. Sebas la observa.

—Está bien. Quería saberlo. Sabía que te encontrabas mal, solo quería darte tiempo para que volvieras cuando te sintieras cómoda.

—Perdón, Seb. En serio.

Él asiente y la reconforta con una sonrisa.

—¿Estamos bien?

Él la mira de arriba a abajo con una fingida expresión de desdén.

—¿Alguna vez lo hemos estado?

Ella suelta una carcajada.

Es la confirmación que necesita.

—Es una buena pregunta, Neptuno.

Y él le dedica una mirada de reojo, seguido de una sonrisa perezosa.

—¿Dónde está Matt?

Él se encoje de hombros.

—No lo sé. Ligando con alguna chica, tal vez.

Niega con la cabeza.

—No me sorprendería.

Ella ríe.

Sebas la fulmina con una mirada acusatoria en cuanto abre la boca para agregar algo.

—Ni se te ocurra decir nada, no creas que no te he visto ligando con Joshua.

Los ojos de Ana se abren como platos.

—¿Qué? ¡Claro que no! ¿Acaso crees que sé cómo ligar?

Sebastián rueda los ojos.

—Ana...

—Mi manera de hacerlo es no dirigiendo la palabra en absoluto e ignorando a esa persona.

Sebastián enarca una ceja.

Siente una mirada fulminante en su espalda, y en cuanto voltea no le sorprende encontrarse con los ojos avellanas de Josh.

Y no tiene cara de estar de buen humor.

Se encuentra fulminando con la mirada a ambos de tal manera que Ana empieza a pensar que tal vez es personal. ¿Quizá quiera pasar tiempo con Sebastián y ella se lo está impidiendo? No sabía que eran amigos.

Sebastián sigue la mirada de Ana hasta encontrarse con la de Josh y sonríe con malicia.

—¿Ves?

—¿Ver que?

Sebastián suspira con brusquedad.

—En ocasiones no sé si eres así de distraída o finges serlo.

Oh, la respuesta es la segunda. Le ha ayudado a escaparse de más de una situación incómoda.

Se enconge de hombros. Y Sebas la fulmina con la mirada. Su mirada si que da miedo. A veces le da impresión que podría helar a alguien si así lo quisiera.

Matías pasa al lado de ellos y se detiene al lado de Ana, posa su brazo alrededor de sus hombros y la estrecha contra sí.

Nota que Sebas mira de reojo donde Josh se encontraba y le dedica otra sonrisilla a Ana con la intención de fastidiarla.

—Hola, Matt.

—Hola.

Matt sonríe y luego dirige su mirada hacia Sebas.

Empiezan a hablar, Matt quita su brazo de sus hombros y los pensamientos de Anh se dirige a un lugar muy específico.

O más bien, a alguien.

______________________________

Vaga por la tienda observando lo estantes con parsimonia. Se acomoda detrás de la oreja un mechón rebelde que de todas formas terminará escapándose y volviendo a su rostro.

Su papá se encuentra comprando un no sabe qué, por lo tanto anda observando los estantes. La zona de juguetes llama su atención por un pequeño peluche del hombre araña. Sonríe para sí, y saca de inmediato su celular y envia un mensaje.

Yo: ¿Eres solo fan del hombre araña por las películas?

La respuesta tarda cinco segundos en llegar.

Josh: ¿Qué clase de fan crees que soy?

Manda una foto de una pequeña biblioteca, y se sorprende al ver que se encuentra repleto de cómics en el estante superior. Todos del hombre araña. En los estantes del medio e inferiores hay libros de física cuántica.

Los cómics son la confirmación que Ana necesita y sin pensarlo dos veces toma el pequeño peluche y se acerca a la caja para pagar. Su papá ya se encuentra ahí, un tanto curioso por el peluche. Ella se encoge.

—Es un regalo para un amigo.

Suelta en un murmullo. Su papá enarca una ceja, no pregunta nada más.

Al llegar a casa el silencio la recibe, su papá vuelve a irse por cuestiones de trabajo. Pasa todo el día trabajando. Ella lo disfruta. Lo que no disfruta es cuando regresa a casa tan ebrio que apenas puede sostenerse en pie. No ha disminuido.

Siguen los gritos. Al menos no con tanta frecuencia. Una o tres veces por semana. Tolerable, al menos. Sus amigos la han ayudado a no pensar en eso.

Se pregunta cuando dejará de sentirse afectada por él. Odia que los demás tengan tanta influencia en como se siente. Y lo intenta. Intenta que no le importe, intenta pensar en que él no sabe cómo se siente, intenta pensar en que no es personal, intenta pensar es que es reflejo de lo que él es y no tiene que ver con ella.

Nada funciona. Le sigue afectando igual.

A veces se siente harta de ser tan sensible y receptiva.

Todo lo negativo le afecta a niveles catastróficos por más insignificante que parezca.

Lo positivo, en cambio, por más diminuto que sea le produce una alegría profunda y genuina.

Dos extremos tan opuestos. Y a la vez, tan agotadores.

Ha intentando cambiar, cambiarse a sí misma, cambiar lo que siente.

Y ha llegado a la conclusión de que quizá, sentir tanto no es algo malo. No del todo.

Sentir con ese nivel de intensidad ¿No es la señal más clara de que estás vivo?

Vivo. Vivo de verdad. No solo existiendo. Viviendo. Y las emociones son una consecuencia de ello, el dolor, la ira, la tristeza al igual que la alegría y el gozo.

En el fondo, se aferra a creer que vale la pena.

Hay promesas, promesas que la consuelan, que siempre se mantienen presentes en esos momentos que sus emociones la rebasan.

Todo es efímero. La alegría lo es. Al igual que la tristeza. Todo en este mundo es efímero.

Por eso debe centrarse en perseguir aquello que no lo es.

Dios.

Sonríe para sí.

Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Mateo 6:33

A veces es difícil.

En un mundo que se encarga de bombardearte de distracciones. Que desea que te centres en todo aquello que se puede perseguir pero es imposible de alcanzar. Una idea de cómo se puede lograr conseguir una imagen de la vida perfecta, eso es lo qué es: Una imagen, un ídolo, porque tal vida no existe. No es real.

Intenta centrarse y recordarse a sí misma todos los días que lo único que puede abastecerla de paz, una genuina y plena, una que permanece incluso en medio de las tormentas es Yeshúa.

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.
Juan 14:27

Ese versículo llega a su mente. Vuelve a sonreír para sí.

Las promesas son el mejor lugar de descanso para su alma solitaria, y en ocasiones, algo melancólica. Un refugio para él que huye y se esconde de los ideales de este mundo que cada vez más se sumergen en la oscuridad.

Un mensaje resuena en celular, sacándola de su ensimismamiento. Revisa la hora y se da cuenta que casi son las ocho. Oh, no. Ya debía haber preparado la cena. Intenta levantarse de la cama pero se encuentra agotada. No quiere hacer nada. Toda la tarea planea hacerla mañana en la madrugada asi que tal vez pueda descansar hoy.

Igual tiene que preparar la cena. Resopla y revisa el mensaje.

Josh: Sabelotodo, ¿Sigues ahí?

Suspira y contesta.

Yo: Deja de llamarme sabelotodo.

Josh: ¡Sí sigues ahí! Pensé que habías muerto o algo.

Yo: Tan divino como siempre.

Josh: ¿Qué? Puedo ver el sarcasmo en ese mensaje, rarita.

Yo: ¿Sarcasmo? en absoluto, solo recalcó un hecho ¿No eres así de encantador todo el tiempo?

Josh: Por supuesto que lo soy. Solo que es extraño que lo aceptes tan pronto. Pensé que seguías en la fase de negación.

Yo: ¿Negación?

Josh: Sí, la de negar todas mis increíbles cualidades.

Yo: Otra vez volvemos con la fase egocéntrica.

Josh: Esa es tu favorita, no tienes que fingir conmigo.

Anh rueda los ojos.

Yo: Ajá.

Josh: ¿Ves? Hemos progresado, hasta lo aceptas y todo. El mejor desarrollo de personaje que he visto.

Yo: Oh, por favor, Josh. Tengo hambre y apenas pienso con claridad como para darte una respuesta ideal para seguir con nuestra linda conversación. No es justo.

Josh: Ve a la cocina y come algo.

Yo: Está muy lejos. No creo poder llegar sin desmayarme.

Suspira.

Yo: Se me antoja una hamburguesa.

Josh: Es un dato importante.

Yo: Lo siento. En estos momentos mi mente solo piensa en comida. ¿Tú que prefieres de comida?

Josh: No como ese tipo de comida.

Yo: ¿Y qué tiene ese tipo de comida?

Josh: Demasiada grasa.

Yo:De todas formas yo la como sin tocineta.

Josh: Sigue siendo mucha grasa.

Yo: Tienes razón.

Pero un poco de grasa cada tanto, no hace daño. Piensa para sí.

Josh: Siempre la tengo.

Yo: Entonces ¿Qué te gusta? No me digas que el sushi.

Josh: Ew. No. ¿Por qué me gustaría el pescado crudo? Ya de por sí detesto el pescado.

Yo: ¿En serio?

Josh: Sí. Y los mariscos.

Yo: Tampoco como mariscos.

Josh: ¿Lo dices para impresionarme?

Yo: Dudo que algo te impresione, Josh.

Josh: Tú lo haces.

Anh se queda un segundo inmóvil. Sin idea de que contestar.

El castaño está muy equivocado si cree que con eso la hará sonrojar.

Quizá lo hizo. Solo un poco.

Se ilusiona demasiado fácil. Deja caer su cabeza sobre la almohada y suelta un chillido cuando otro mensaje llega a su celular.

Josh: ¿La ventana de tu cuarto está más cerca de ti que la cocina?

Yo: ¿Cómo sabes que mi cuarto tiene ventana?

Josh: La luz está encendida y alcanzó a  ver un escritorio y paredes de color rosa. No sé que es más tú que eso.

Yo: ¿Que haces enfrente de mi casa?

Josh: ¿Piensas asomarte a la ventana o no?

Ana se levanta de la cama con pereza, arrastrando su mono largo y se acomoda las mangas del pijama. Josh se encuentra afuera, y levanta una bolsa con algo envuelto en papel.

No. Puede. Ser.

Josh: ¿Piensas bajar o prefieres que la lance a la ventana? Te advierto que mi puntería no es buena y no es mi culpa sí termina apachurrada.

Yo: Ya salgo.

Por supuesto que a Anh no le da tiempo de cambiarse, por lo que baja con su pijama holgada, aspecto de vagabunda y su cabello suelto y desordenado.

Abre la puerta y se encuentra a Josh. Tiene una camisa holgada, unos jeans y unos zapatos deportivos negros. Le tiende la bolsa.

—Sin tocineta y con carne de pollo.

—Josh, no tenias que...

Él sonríe.

—Me preocupaba que murieras de inanición. No quiero que eso quede en mi consciencia, a lo mejor y tu fantasma terminaba atormentandome el resto de mi vida. Prefiero evitar.

Ana rueda los ojos y ríe.

—Gracias.

Él lleva otra bolsa en la mano, supone que con su hamburguesa.

Ella enarca una ceja.

—¿No que era demasiada grasa?

Él se encoge.

—Una cada tanto no hace daño.

Se vuelve para irse. Pero antes se voltea y sus ojos buscan los de Ana.

—¿Ana?

—¿Vas a confesarme que está envenenada y no debería comerla?

Él sonríe.

—¿Debería hacerlo?

Los ojos de Anh se abren como platos.

Él castaño ríe y desaparece en la oscuridad de las calles.

Ella vuelve corriendo adentro, deja la hamburguesa en su escritorio y recibe un mensaje.

Josh: ¿Quieres que hablemos mientras comemos?

Yo: Si, claro.

Se sienta en su escritorio con el celular al frente y espera un poco. Pasan varios minutos. Media hora. La hamburguesa le está guiñando el ojo. Ya no lo soporta más, la desenvuelve del papel en el que se encuentra y antes de empezar a comer le entra una videollamada de Josh.

La atiende con una mano y luego le da una buena mordida a su hamburguesa.

—No me esperaste.

Reprocha, Josh, con su cabello castaño desordenado y sus ojos brillante. Se encuentra en su habitación recostado en su cama y con un suéter color gris. Le da una mordida a su hamburguesa.

Ella se enconge de hombros.

—Si esperaba un poco más, moriría de inanición y sería tu culpa por hacerme esperar.

Él niega con la cabeza.

Ella vuelve a llevarse la hamburguesa a su boca.

—No te invité porque supuse que no te dejarían ir. Ya era tarde.

Ella ríe.

—Por mi papá no creo que haya problema pero no le agrada que le avise a última hora de ningún plan.

—Me lo imaginé. Quería conversar contigo.

—¿Sobre qué?

Balbucea Ana con la boca llena.

—No lo sé. Sobre lo que sea.

Ella sonríe.

—¿Tus papás fueron contigo?

Él negó con la cabeza.

—Se encuentran trabajando

—¿Estás solo?

—La mayor parte del tiempo.

Nota un ápice de melancolía en su voz.

Se relame los labios para limpiar la salsa de ellos.

—Oh.

—¿Tú también lo estás?

Ella asiente con entusiasmo.

—No parece afectarte.

—No lo hace. Me gusta estar sola. Lo disfruto.

Silencio.

Josh le da una mordida a su hamburguesa.

Parpadea con la mirada perdida en el queso derretido.

—Yo disfruto más cuando ellos están conmigo.

Susurra en voz baja.

—Paso mucho tiempo desde la ultima vez que comimos juntos. O jugamos. Antes, mi papá era quien me llevaba a surfear. Él me enseñó. Eso era cuando tenía tiempo. Ya no.

Ana permanece atenta y le da otra mordida a su hamburguesa.

—Solo tienen tiempo los domingos. El único día que no trabajan y se encuentran demasiado agotados para hacer nada así que prefiero no molestarlos.

Traga saliva.

Desvía la mirada, permitiendo que se pierda en una rodaja de tomate que se está deslizando de su hamburguesa.

—¿Cuantas veces se han mudado?

—Más de cuatro, eso puedo asegurarlo. Lo hacen por negocios. Dijeron que aquí se les presentó una oportunidad de trabajo jugosa y no dudaron en volver a mudarse. Te terminas acostumbrando a ser el eterno "chico nuevo"

Se encoge, y le da otra mordida de mala gana a la hamburguesa.

—A mi me parece que te terminas a acostumbrando a volverte el típico "popular"

Suelta una carcajada.

—¿Eso te parece?

—¿No notas como todos buscan hablarte y pasar tiempo contigo? Por favor, Josh, ¿Dónde se fue mi arrogante preferido?

Él sonríe.

—¿Preferido? ¿Eh?

Anh rueda los ojos y un segundo despues la certeza lo golpea.

—¿Conoces a otro arrogante que no soy yo?

Anh ríe.

—No. Pero si lo conociera seguirías siendo mi favorito.

—Me gusta eso.

—No lo dije porque te gustará.

Sonrió.

—¿No puedes estar más de cinco minutos sin llevarme la contraria?

—No. Es demasiado tiempo.

Ambos sonríen.

En el caso de Josh. Es algo momentáneo, la expresión vacía regresa al igual que los ojos desolados.

—Es fácil volverte el popular.

Ella lo observa.

—Sonreír todo el tiempo, hacer reír a los demás, ser sociable y ¿Algo más? Ah, fingir, fingir que te interesa lo que hablan y mimetizarte con ellos.

—Te terminas perdiendo.

—No del todo.

Suspira.

—Y no sé si lo hace peor o mejor. Fingir para poder ser lo que los demás esperan de ti. O serlo y que una parte de ti siga resistiéndose.

—Te odiarán de todas formas.

—¿Qué?

—Eso no hará que te aprecien más. Solo les parecerás carismático. No se preocuparán por quién eres solo por la imagen que creaste. Y te odiarán. Seas tú o no. Eso hacen las personas. Te dejarán de todas formas. Al menos, si te dejan, que sea por ser tú mismo. Es más doloroso cuando creas una imagen perfecta y ni aún así se quedan.

Ana le da otra mordida a la hamburguesa. Josh permanece en silencio. Él muerde la suya.

—Y en caso de que te quedes solo por ser tú mismo. Yo estaré contigo.

Hace una pausa.

Josh parpadeó. Y luego una sonrisa cálida apareció en su rostro.

—Eso es mejor que tener a una multitud.

Ana sonríe.

—¿Sabes? Empecé a fingir cuando tenía nueve. Me di cuenta de que funcionaba para ser elegido por lo demás. Yo era el que se quedaba de último cuándo los trabajos eran grupales y luego debía hacerlos solo. A veces pienso que todo es una prioridad para los demás, menos yo.

Hace una pausa.

—No es que exija ser una prioridad, sé que todos tienen sus ocupaciones, pero, por una vez, me gustaría que me eligieran. No ser la opción a la que los demás acuden cuando nadie más está disponible.

Algo dentro de ella se rompe. Ya no sabe a donde mirar. No quiero que sus ojos se encuentren con los suyos y descubrir que están inundados de tristeza.

—Josh.

Anh se relame los labios.

—Tú no eres una opción. No eres algo que los demás puedan solo elegir. Eres más que eso. ¿Y sabes qué? Si te ven como eso, cómo alguien a quién acudir cuando se han quedado sin opciones, el problema es de ellos. No son capaces de ver que las personas son más que un terapeuta al que pueden ir para descargar todos sus problemas y luego irse. Mereces personas que te acompañen en los altos y bajos, te apoyen en ambos y cuando te observen solo piensen en lo afortunados que son de que sus caminos se hayan cruzado con el tuyo.

Josh la observa en silencio, algo en su mirada cambia.

—¿Cómo haces eso?

Ana parpadea, confusa.
 
—¿El qué?

—Siempre decir lo indicado.

Ella sonríe.

Ha hecho una diferencia. Ha dejado una huella. Lo ha aliviado, al menos un poco.

—Es un don.

Le da otro mordida a la hamburguesa y algo de salsa se desliza hasta manchar su pijama blanca. Ella gruñe por lo bajo al ver la mancha en su pecho y Josh se carcajea.

—Soy un desastre.

Ella termina riendo intentando limpiar la mancha con una servilleta.

—Me gusta que seas mi desastre.

Ella niega con la cabeza, preguntándose si lo que oyó realmente es lo que él castaño dijo.

Por su sonrisa y la forma en que la observa, le gustaría creer que sí.

En el fondo, lo anhela.

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