Reviviendo una vida: Cámara S...

By Miyuu_des

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Harry ya había hecho un año, pero...¿qué descubrirá en el segundo? Secuela de "Reviviendo una vida: Harry Pot... More

Prologo.
Weasley's y Lockhart.
Un Viaje en Auto.
Los pequeños Problemas.
Beso y Chocolate.
Logros y Huracanes.
Una Solución.
La Cámara Secreta.
Multitasking.
Las Aventuras de Harry
Pesadilla.
Planes.
Futuro.

Libre.

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By Miyuu_des

A: OMFG! CUMPLÍ 15 Y ESTOY RE EXALTADA! LOS AMO, ME AMO, ¡AMEMONOS TODOS JUNTOS!(?) Lo siento, lo siento, ahora... ¡saludos y a leer!

-o-O-o-O-o-

Harry miró al conjunto de casas frente a él con asco. Había salido de la Mansión Zabini hace, aproximadamente, seis horas y ya había anochecido; allí había dejado a Hedwing, explicándole a Blaise que en Private Drive no podría estirar las alas en ningún momento. La madre de Blaise, Theresa Zabini, había hechizado el baúl y escoba de Harry de manera tal que, cuando mencionara el nombre del encantamiento 'Engorgio', estos se agrandarían y cuando dijera 'Reduccio', estos se volverían a encoger con la magia de la misma señora Zabini, para que el Ministerio no detectara la magia y que él no los tuviera que acarrear las cosas a todas partes. También le había pedido que le diera un talismán hechizado, un simple anillo que podía hacer perder el rastro de magia al Ministerio de cualquier criatura a tres kilómetros a la redonda.

Harry se lamentó de sí mismo, cansado y mugriento después de tanto viaje, mientras tocaba la puerta del número cuatro; de tan solo imaginar los días que le aguardaban le daba escalofríos.

La puerta fue abierta por Duddley al poco tiempo, Petunia y Vernon deberían de estar realmente ocupados para dejar que "su angelito" abriese; el Dursley empalideció al verle, pero pronto se recompuso y gritó:

-¡Mamá, el anormal ha vuelto!- Cómo no, pensó el azabache mientras rodaba sus ojos y pasaba a través del niño rubio, que más se asemejaba a una vaca, y al que él podría llamar primo si es que se le llegaba a cantar; solo quería encerrarse en su cuarto, libre de cualquier muggle, pero pronto tía Petunia le frenó su viaje hacia arriba de las escaleras, donde debería de estar su habitación.

-¡Hasta que te dignas a mostrar cara! El cuarto de arriba ha vuelto a ser de Duddley; ¡vete a tu viejo cuarto, niño de pacotilla!- Recriminó Petunia con su cara de caballo fruncida, y apretando fuertemente la franela con la cual había estado limpiando un candelabro.

Harry no podía creerle a sus oídos; al menos, en su anterior vida, le habían dejado ese mugriento cuarto de juguetes rotos, ahora ni eso tenía. Arrastrando sus pies, y recordándose mentalmente mil veces el por qué de estar allí, se metió en el armario debajo de las escaleras dando un fuerte portazo.

-¡INSOLENTE! ¡YA ESCUCHARAS A VERNON CUANDO VUELVA DEL TRABAJO, INGRATO! ¡Hoy no comes! ¡¿ME HAS ESCUCHADO?!- Oyó casi enseguida, junto a los fuertes y repetitivos pasos del hijo único sobre los escalones que se encontraban arriba de él, haciendo que los ojos se le llenaran de mugre.

Mientras tanto, Harry no podía hacer más que cantar en el silencio de su propia mente:

"...cumpleaños feliz...

Cumpleaños feliz...

Me deseo yo mismo..."

Nunca en su vida, ni siquiera en la búsqueda de los Horrocruxes, Harry había añorado tanto algo, como lo hizo aquella noche.

-.-.-.-.-.-.-

Su vida, en cuestión de un día, se había transformado en una mierda; se dijo Harry, mientras terminaba de pintar por segunda vez el banco del jardín de sus tíos.

Duddley había intentado molestarle y, aunque Harry sabía que no debía, cayó redondo en su juego y fingió estar a punto de hechizarlo; resultado: limpió las ventanas, lavó el auto, cortó el pasto, recortó la hiedra de los canteros, podó y regó las rosas y, lo que estaba terminando recientemente, le dio una capa de pintura al banco del jardín.

Harry había caído en la casa en el momento más desafortunado; los Mason, aquel desdichado matrimonio que había salido histérico años atrás, iban a venir aquella noche, y eso solo podía significar una cosa: Dobby también. Potter realmente creía estar preparado para enfrentar nuevamente a aquel pequeño elfo libre que había muerto salvándolo, pero no sabía si podría evitar la catástrofe del pastel de crema y flores azucaradas; después de todo, la magia de los elfos domésticos era muy poderosa.

Pronto oyó el grito que le pegaba su tía, obligándole a entrar en la cocina.

-¡Apúrate! ¡Los Mason están por llegar!- Harry agarró el mísero sándwich de una sola rebanada de queso y corrió a su armario, siendo consciente de quién le esperaría allí.

El azabache miró de cerca a la criatura frente a él con cierto cariño reprimido; no tenían mucho espacio debajo de las escaleras. Dobby, con sus orejas de murciégalo, ojos tan grandes como pelotas de tenis y su funda de almohada como vestimenta, se inclinó de forma reverenciosa frente a él.

-Harry Potter- Escuchó la aguda voz de Dobby mezclada con el '¿Me permiten sus abrigos, señor y señora Mason?', de su regordete primo.

-Hola...- Su voz sonaba rasposa, su garganta demasiado seca; tosió un poco.

-Es un gran honor, señor...Hace tanto tiempo que Dobby quería conocerlo...- Chilló; Harry le dio una sonrisa amistosa.

-Gracias... ¿Dobby, cierto? Siéntate, Dobby- Los ojos del elfo doméstico se llenaron de lágrimas, mientras el chico se maldecía a sí mismo por lo bajo.

-¿Sen...sentarme?- Sollozó -Nunca, nunca antes...-

-¡Tranquilo, Dobby!- Pidió Harry; no quería ninguna visita de Vernon a su cuarto, no ahora -Déjame ayudarte- Agarró al elfo por los hombros y lo sentó.

-Harry Potter quiere ayudar a Dobby... Dobby estaba al tanto de su grandeza, señor, pero no conocía su bondad...- Harry suspiró ante los gemidos de gratitud. Hagamos esto más rápido, pensó.

-¿Has venido por algo en especial, Dobby?- Incitó. La criatura se levantó de inmediato, casi saltando sobre la cama, y miró con aquellos enormes ojos verdes a Harry, asustado.

-Dobby ha venido a informarle, Harry Potter, señor... Dobby ha venido a proteger a Harry Potter, a advertirle, aunque más tarde tenga que apretar sus orejas con la puerta del horno, que Harry Potter no puede regresar a Hogwarts-

-Todos los peligros dentro de Hogwarts han sido, o serán, neutralizados, Dobby, no debes preocuparte- Dijo Harry, lo más en serio posible, pero el elfo no quería escucharle.

-No, no, no- Gritó Dobby, sacudiendo su cabeza de manera que sus orejas le golpeaban el rostro -Harry Potter debe estar donde no peligre su seguridad. Hay una conspiración, señor... una conspiración para hacer que las cosas más terribles sucedan en Hogwarts. ¡Harry Potter debe prometerle a Dobby que no volverá al castillo!- Chilló con potencia, pero Harry lo ignoró, negando suavemente.

-No voy a hacer eso- Contestó de forma decidida; no le mentiría a Dobby, ni aunque mentirle lo sacara de su habitación.

-Entonces Dobby no tiene otra opción- Dijo apenado. Dobby corrió a la puerta a toda velocidad, la abrió y se internó en la cocina; Harry no le siguió, sabía lo que pasaría y no quería verlo de nuevo; cerró su puerta y se colocó el anillo de la señora Zabini.

Gritos y caos reinaron simultáneamente mientras Harry se hacia un ovillo en su cama, esperando a que todo pasase; si tan solo no hubiera dejado a Dobby salir... ¡Dios! ¿Qué le harían luego sus tíos?

-.-.-.-.-.-

Vernon hubiera cerrado su trato si no fuera por la lechuza de Blaise, quien, repitiendo casi cómicamente la de anteaños, se paró en el hombro de la señora Mason; claro que esta, siendo fóbica a los pájaros, salió huyendo de la casa a los gritos, su esposo solo quedándose unos segundos para aclarar que aquella broma había sido de muy mal gusto. Claro que el que terminó pagando fue Harry.

-¡MALDITO CRÍO!- Gritó el Dursley enrabiado, abriendo con brusquedad la puerta del armario y agarrando al Potter de los pelos -¡No tengo idea de cómo lo has logrado desde aquí; pero juró que es la última vez que te soporto! ¡ESPERO QUE HAYAS VISTO BIEN LA LUZ HOY, PORQUE NO LA VERÁS EN UN TIEMPO!- Terminó de berrear, tirando aún más fuerte de los cabellos azabache para arrojarlo nuevamente bajo las escaleras, dándose un fuerte golpe contra la pared que incluso le cristalizó los ojos.

Tío Vernon, fiel a su palabra, se encargó de que no vea mucho de la luz. Había puesto triple traba a su puerta, encargándose él mismo de añadir una trampilla en la parte baja de esta para poder pasar la escasa comida una o dos veces al día; a los Dursley ya no les importaba que trabajara en la casa, lo dejaban salir dos veces al día para el baño y luego de vuelta al encierro. Al quinto día, lo supuso por las idas y venidas del baño, ya se preguntaba a dónde se encontraban sus amigos; ya estando en el decimo, creía que se moriría de inanición, sino era antes de rabia.

-Juro que si tengo que quedarme dos días más, me va a importar una mierda las leyes, voy a utilizar magia- Dijo Harry en aquella decima noche, justo antes de escuchar un leve 'Plop'.

-Genial, estoy a punto de alucinar- Comentó mordazmente al aire, pero luego, el crujido del último escalón de las escaleras llamó su atención; los Dursley siempre evitaban pisar ese escalón porque les molestaba que rechinara...entonces, ¿quién sería?

-¿Harry?- ¡Oh, por los calzones de Dumbledore!

-¿¡Fred?!- Preguntó esperanzado.

-Hey, Freddie, creo que nos equivocamos de casa, el armario está hablándote- Bromeó la voz en el exterior. Harry casi ríe por puro alivio.

-¡Fred! ¡George! ¡Sáquenme de una buena vez de aquí!- Pidió.

-Enseguida, amigo- Contestó George, juraba poder verlo sacando una hebilla de su cabello -Algunos magos dicen que es tonto aprender este tipo de trucos de los muggles...- 'Clank' -...pero cuando eres menor...- 'Clank' -Yo creo que sirven de mucho- 'Clank'. Abrió la puerta y un Harry emocionado les saltó arriba.

-Me han salva...- Pero no pudo terminar su frase, puesto que Ronald Weasley le observaba entre irritado por el cariño de sus hermanos hacia Harry y espantado de ver la pequeña cama y bombilla de luz a la cual Harry debía de llamar habitación. Potter tenía el rostro tan frío que parecía tallado en piedra mientras cerraba con fingida parsimonía la puerta del closet -Te pediría, Weasley, que dejes de ver así a mi cuarto- El chico se puso tan rojo como su pelo, aunque aquello no le impidió preguntar.

-¿A eso le llamas cuarto?- El niño que vivió elevó una ceja.

-Perdona, no veo por qué debería de interesarte, Comadreja- Casi gruñe, sarnoso, pero los gemelos lo agarraron por la cintura y cuello cada uno, como diciendo que aquello debía de terminar; Harry, por otro lado, estaba de acuerdo, juraba que había escuchado un ruido escaleras arriba -Tardaron bastante chicos, creía que moriría a falta de comida- Dijo, pateando suavemente la trampilla de comida para hacer énfasis en sus palabras; Fred y George fruncieron el ceño.

-¿Dónde están tus cosas? Debemos llegar antes de que se den cuenta que no estamos- Harry volvió a abrir la puerta y revisó debajo de la almohada; sacando un baúl y escoba en miniatura.

-Wow, Harry, tienes que contarnos...- Comenzó George.

-¿Cómo lo hiciste sin que te atraparan?- Terminó el otro pelirrojo. Potter se encogió de hombros.

-Le dije a la madre de Blaise si podría ayudarme en unos asuntos y... ¡tarán!-

-Serpientes- Gruñó el pelirrojo menor de forma envidiosa e irritada; sus hermanos le sonrieron.

-Sí, ¡son de lo mejor!- Dijeron a la vez, sacándole una sonrisa a Harry y un nuevo tipo de amargura a Ronald.

-Aunque...- Agregó Fred.

-¡Han mandado cientos de cartas a nosotros preguntando por ti! Rayos, que cuando quieren van más allá de lo molestos- Terminó con un actuado ceño fruncido George. Se escuchó un movimiento desde arriba y Harry se guardó sus cosas en el bolsillo del pijama.

-Debemos irnos- Advirtió -Y no vuelvan a pisar el primer escalón, siempre cruje; ¿cómo nos vamos?- Fingió demencia el Potter, cuando, en realidad, podía escuchar el motor del vehículo que se encontraba afuera; el entrenamiento de Auror le había obligado a ser más cuidadoso y perspicaz ante los sonidos que le rodeaban. Los gemelos sonrieron.

-Esto te va a encantar, Harry- Los cuatro subieron las escaleras puesto que el azabache les había dicho que dormía escaleras arriba en una de sus escasas conversaciones acerca de su familia; pronto, Potter pudo apreciar la pintura turquesa del Ford Águila, pero cuando los gemelos estaban a dos pasos del auto, Ronald cerró la puerta de la habitación muy fuerte.

-¡MAMÁ!-

-¡MALDITO NIÑO!-

Solo Fred, Ronald, George y la mitad de Harry estaban dentro del auto cuando...

-¡POTTEER!- La puerta se abrió de par en par en el momento preciso él en cual Vernon estiraba su obeso brazo para atraparle una pierna. George fue quien le atrapó y lo mandó a los asientos traseros.

Harry, aunque tenía a uno de sus más odiadas personas a su lado, no pudo evitar sonreír; ahora era libre.

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