En las sabanas de un Telesco

By FlorenciaTom

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Evangeline Brown se ve obligada junto a su familia vivir en un pueblo enfermo en donde la belleza es un arma... More

En las sabanas de un Telesco.
Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
SEGUNDA PARTE.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo.

Capítulo 47

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By FlorenciaTom




CAPÍTULO 47

Con una paciencia encomiable, Darya cuidaba de Adiele, dedicando su tiempo y atención a asegurarse de que estuviera cómoda.

La quemadura en la pierna de Adiele, causada por su propia madre, había traído consigo una ola de atenciones y regalos por parte de todos.

Osos de peluche, propuestas de pretendientes desesperados por el afecto de la joven y ramos de flores llenaban los espacios de la habitación.

Sin embargo, Darya no compartía la misma alegría, consciente de que esta situación la ponía en una especie de competencia no deseada.

A pesar de los gestos cariñosos de los demás, sabía que en el corazón de Adiele había una disputa por la atención y eso le causaba cierta incomodidad.

Mientras Adiele se dejaba llevar por la vorágine de afecto y compartía su infortunio en las redes sociales, sin mencionar que su propia madre era la causante de su herida, Darya tomaba el papel de mantenerla contenta.

La joven parecía sumida en la ilusión de ser el centro de atención y, aunque su quemadura pudiera dolerle, su felicidad eclipsaba cualquier dolor físico.

—Te toca ducha —anunció Darya, saliendo del cuarto de baño y interrumpiendo la atención de Adiele a su teléfono.

Adiele alzó la mirada, tumbada en la cama y visiblemente reacia.

—¿En serio tengo que bañarme?

—Sí, es necesario —insistió Darya con voz serena.

—Pero...

—Adiele, todo está listo para que te duches. Vamos, no puedes evitarlo.

Darya rodeó la cama y ofreció su ayuda para levantar a Adiele. Aunque Adiele no manifestaba dolor por la quemadura, Darya sabía que era su necesidad de atención lo que la mantenía distraída de cualquier molestia física.

—No he traído ropa —protestó Adiele, su tono claramente molesto.

—Ya lo tengo todo preparado —respondió Darya, con una calma que contrastaba con el estado de ánimo de Adiele.

—¿Cuándo hiciste eso? —preguntó Adiele, entre risas irónicas.

—Mientras estabas absorta en tu teléfono, cariño —contestó Darya, desvelando con una pizca de humor cómo había logrado hacerlo sin que Adiele se diera cuenta.

Darya guió a Adiele con delicadeza hacia el baño, caminando a un ritmo pausado para asegurarse de que su amiga se sintiera cómoda.

Aunque Adiele todavía mostraba una cierta resistencia, Darya se esforzaba en hacer que el proceso fuera lo más ameno posible.

Una vez en el baño, Darya había preparado todo meticulosamente.

Las toallas estaban dobladas y dispuestas en el estante, la ducha estaba ajustada a la temperatura perfecta y los productos de cuidado personal estaban al alcance de la mano.

Darya había considerado cada detalle para que Adiele no tuviera que preocuparse por nada.

—Aquí estamos —anunció Darya con una sonrisa tranquilizadora, señalando el espacio preparado.

Adiele miró a su alrededor, sorprendida por el nivel de organización y atención al detalle que Darya había demostrado. A pesar de su actitud inicial, no pudo evitar sentirse agradecida por la consideración de su amiga.

—¿Tú también has traído algo de ropa para después? —interroga Adiele con una nota juguetona en su voz, una sonrisa traviesa bailando en sus labios.

Darya sintió cómo un nudo se formaba en su garganta al escuchar el tono de voz de Adiele, tan sugerente y provocador. Se maldijo internamente por no estar más preparada para estas insinuaciones.

—¿Para qué? —responde Darya, tratando de parecer inocente mientras traga saliva nerviosamente. La tensión entre ellas se siente palpable en el aire, y Darya lucha por mantener la compostura.

Adiele rueda los ojos con exasperación, su sonrisa ampliándose con una mezcla de diversión y complicidad.

—Para que te duches conmigo, boba —responde Adiele con un tono que mezcla provocación y coqueteo—. Sin ti, simplemente no me ducharé.

Darya siente cómo su pulso se acelera ante la respuesta de Adiele. Las palabras de su amiga la toman por sorpresa, haciendo que su mente se tambalee momentáneamente.

Intenta mantener la calma, pero es difícil no reaccionar ante la insinuación descarada de Adiele.

Las miradas de ambas jóvenes se encuentran en un instante cargado de tensión y expectación. Darya lucha por encontrar las palabras adecuadas, su mente corriendo para procesar la situación.

—Adiele, sabes que eso es innecesario. Puedes ducharte sola —responde Darya finalmente, intentando mantener su voz firme y controlada.

La joven Telesco sabe que Adiele no está interesada en ella como para tener un romance, por lo que se decide a proteger su corazón. Pero la desea tanto que le es imposible decirle que no.

Adiele ríe suavemente, como si estuviera disfrutando de la reacción de Darya.

—Oh, vamos, Darya. No seas tímida. No es como si no nos hubiéramos visto antes —comenta Adiele con un guiño pícaro, dejando claro que está jugando con el fuego de la tensión entre ellas.

Darya se muerde el labio, tratando de contener la mezcla de emociones que la embarga.

Por un lado, siente el deseo de ceder ante la tentación, de dejar que la chispa entre ellas arda sin restricciones.

—Está bien, si eso es lo que quieres —responde Darya finalmente, su voz apenas un susurro, pero cargada de anticipación.

Adiele sonríe ampliamente, un brillo travieso en sus ojos mientras se levanta con un gesto juguetón.

Tras ayudar a Adiele a deshacerse de su falda, Darya intenta no ponerse más nerviosa de lo que ya está. Baja la falda con manos cuidadosas, sintiendo la suavidad de la piel de Adiele bajo sus dedos.

Cada roce, cada contacto, envía oleadas de electricidad a través de su cuerpo, creando una tensión que parece casi insoportable. Adiele, con esa sonrisa juguetona aún en sus labios, le da una mirada cómplice antes de comenzar a desabrochar su blusa.

La tela cede ante sus dedos hábiles, revelando la delicada curva de su cuello y la línea suave de su clavícula.

Darya no puede apartar la vista, hipnotizada por la visión frente a ella. A medida que Adiele se despoja de su blusa, Darya siente cómo su respiración se vuelve más irregular, su pulso latiendo con fuerza en sus sienes.

El aire en la habitación parece cargado de una energía eléctrica, y Darya lucha por contener las emociones que amenazan con desbordarse. El sujetador de encaje negro es lo único que separa a Adiele de estar completamente desnuda ante Darya. Adiele le ofrece una sonrisa llena de complicidad antes de liberar el cierre y dejar que la prenda caiga con gracia.

Darya no puede evitar morderse el labio ante la vista, su mirada vagando sobre la figura desnuda de Adiele.

Adiele, sin embargo, no se detiene ahí. Con un gesto seductor, desliza sus dedos por los costados de sus bragas y las baja lentamente, revelando cada centímetro de su piel.

Darya sigue el movimiento con los ojos, su mente girando en un torbellino de sensaciones que luchan por encontrar palabras.

—Me estás mirando como si quisieras follarme—se burla Adiele, culpándola.

Ella no responde.

Darya sintió el calor del vapor envolviéndolas mientras comenzaba a desvestirse, desviando sus ojos de los de Adiele para mantener cierta privacidad. Sus movimientos eran cautelosos, y su mirada se posó en el espejo del baño mientras se deshacía de su ropa. Una vez que estuvo lista, Adiele se dirigió hacia la ducha y Darya la siguió, la niebla acogedora del agua caliente envolviéndolas como un abrazo suave.

Adiele sacó cuidadosamente su pierna quemada de la ducha, y Darya tomó la esponja, empapándola de jabón suave. Con movimientos suaves y delicados, comenzó a pasar la esponja por el cuerpo de Adiele, su atención centrada en cada roce y cada curva. Darya no pudo evitar sonreír ante la observación de Adiele.

—Sabes que esto lo puedes hacer tú, ¿verdad? —le recordó Darya con una risa juguetona—. No tienes las manos lastimadas.

Adiele le dio un beso en la mejilla, el agua cayendo sobre ambas como una caricia. La respuesta de Adiele solo provocó que la sonrisa de Darya se ensanchara aún más.

—Me gusta cuando tú lo haces —dijo Adiele con sinceridad, su tono lleno de complicidad.

Darya rió suavemente mientras continuaba cuidando de Adiele, su toque gentil y afectuoso. Sin embargo, la conversación tomó un giro más serio mientras Darya se movía para lavar la espalda de Adiele.

—¿Dejaste de salir con Nathan? —preguntó Darya, su tono curioso mientras buscaba mantener la conversación fluida.

Adiele respondió de manera directa y contundente, deteniendo a Darya en seco con sus palabras.

—No arruines el momento —replicó Adiele con firmeza, su tono marcado por un atisbo de impaciencia.

Darya la miró con atención, sintiendo la seriedad en el ambiente. Adiele había dejado claro que no quería que su conversación se desviara hacia otros temas, y Darya asintió en comprensión antes de continuar con la esponja.

El ambiente entre ellas se volvió un poco más tranquilo, y Darya concentró su atención en el cuidado de Adiele. Cada roce y cada movimiento estaban llenos de una dulzura palpable, y la cercanía compartida en la ducha no hacía más que intensificar la tensión entre ellas.

—Nathan sabe sobre nosotras. Me lo dijo —confesó Darya, su voz suave pero clara—. Supongo que tú lo intuías, porque no le dijiste absolutamente nada cuando se marchó.

La revelación colgó en el aire entre ellas, y Darya notó cómo Adiele reaccionaba ante sus palabras. Sin embargo, las palabras siguientes de Adiele cortaron a través del ambiente, sus palabras como un aguijón.

—¿Y creer eso alimenta tus esperanzas de que estemos juntas?

El corazón de Darya dio un vuelco ante la pregunta directa de Adiele. Sus ojos se encontraron en un momento lleno de tensión, y Darya sintió cómo las palabras se le atascaban en la garganta.

Decidió no responder directamente, en lugar de eso, siguió pasándole la esponja.

Adiele se movió para que Darya pudiera lavarle el cabello, y la cercanía entre ellas se hizo aún más intensa. Las esponjas y el jabón parecían ser solo una excusa para que sus cuerpos se rozaran y se conocieran de una manera íntima.

—Sabes que por más que una quiera, no podremos casarnos, ¿verdad? —dijo Adiele, su voz cargada con una mezcla de resignación y tristeza.

Darya sintió un nudo en su pecho al escuchar las palabras de Adiele, una mezcla de empatía y deseo que la embargó de repente.

El simple hecho de ver a Adiele, tan segura de sí misma, mostrar su vulnerabilidad en ese momento la conmovió profundamente.

Mientras sus dedos se movían con suavidad a través del cabello de Adiele, Darya buscó las palabras adecuadas para responder, su mente trabajando para encontrar la manera de consolar a su amiga.

—Algún día las leyes cambiarán —comenzó Darya, su voz suave y reconfortante mientras se ocupaba de masajear el shampoo en la raíz del cabello de Adiele—. The Sun, el pueblo vecino, ahora permite que personas del mismo sexo se casen.

Darya se encogió de hombros, intentando transmitir cierta esperanza a través de sus palabras. Sin embargo, la respuesta de Adiele no se hizo esperar, y su tono estaba cargado de escepticismo.

—Mi madre nunca permitiría que fuera a The Sun para casarme con otra mujer, no digas idioteces —rechistó Adiele, su voz cargada de una mezcla de amargura y frustración.

Darya asintió en comprensión, consciente de los obstáculos que Adiele enfrentaba debido a su posición y a las expectativas de su familia. A pesar de todo, no pudo evitar expresar sus pensamientos en voz alta.

—Piénsalo, Adiele. Esto, lo que estamos haciendo ahora, podemos vivirlo todos los días. ¿Puedes imaginar lo perfecto que sería si las dos...?

Antes de que Darya pudiera terminar su frase, Adiele tomó la iniciativa y la calló con un beso ardiente y apasionado.
Los labios de ambas se encontraron en un choque de emociones contenidas, liberándolas en un encuentro que trascendía las palabras y las dudas.

La intensidad del momento les robó el aliento, y Darya se dejó llevar por la embriagadora sensación de estar tan cerca de Adiele.

La joven Telesco la presionó contra la pared de la ducha con una urgencia palpable, el calor de sus cuerpos fundiéndose en un abrazo apasionado.

La presión de sus pechos contra el suyo y el roce íntimo de sus sexos hicieron que ambas soltaran gemidos ahogados, sus labios todavía unidos en un beso que traspasaba las barreras del deseo.

Darya sintió cómo su pulso se aceleraba, el calor que emanaba de Adiele ardiendo contra su piel.
Sus manos buscaron puntos de apoyo en el cuerpo de Adiele, sus dedos se hundieron en la piel suave mientras la abrazaba con pasión.
La humedad del agua y el vapor a su alrededor parecían amplificar la intensidad del momento, envolviéndolas en un abrazo sensual.

Los labios de Adiele se movían contra los de Darya con un ritmo frenético, como si estuvieran ansiosos por explorar cada centímetro y cada rincón.

Los besos se volvieron más profundos y desesperados, sus lenguas encontrándose en un baile ardiente que reflejaba la conexión eléctrica que existía entre ellas.

Darya presionó su sexo más contra el de ella y empezó a franelearse con la intención de hacer que ambas alcancen el climax. Adiele empujó su cabeza hacia abajo y Darya no tardó en entender la señal de lo que le suplicaba.

Darya empezó a descender chupándole los pezones para luego llegar a su vientre. El sabor de su piel con la del agua se mezclaban, causando un sabor exquisito.

Llegó a su puente de venus y al punto de su clítoris con el fin de trazar suavemente con la punta de su lengua. Trazó dibujos lentos, sin prisa mientras Adiele se movía al ritmo de su lengua.

Darya se detiene con brusquedad y se pone de pie, alarmada. Adiele sale de su trance, furiosa.

—¿Por qué te detie...?—Darya le tapa la boca y mira a la puerta.

Entonces escuchan las dos el ruido que viene de la habitación.

—¿Hija?¿Dónde estás? —era la voz de la directora del palacio. Sus pasos se aproximan al cuarto de baño—¿Te estás duchando?

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