Jeongin veía desde lejos la disputa acalorada entre su novio y el exnovio de este. Siempre supo que cuando su pequeño Seungmin regresara a Corea se encontraría con ese hombre nuevamente, pero nunca creyó que ese bastardo quisiera recuperar al muchacho. ¡Con todo lo que le hizo! Francamente esperaba que Seungmin lo pensara muy bien antes de tomar una decisión y arriesgarse nuevamente. Él seguiría ahí si lo necesitaba y siempre lo estaría, pero hasta él sabía que ni el uno ni el otro era el amor de su vida. Él quería muchísimo a Seungmin, como a un hermanito, tal vez, y ese era el problema, no había gran pasión en lo filial.
Para Seungmin no era muy diferente. Se querían, sí, pero no se hablaba de un gran amor. quizás se debía a que cuando se conocieron, ambos intentaban olvidar a alguien más. Seungmin quería borrar de sus pensamientos a Minho; y Jeongin quería olvidar la muerte de su prometido. Su noviazgo sirvió mucho para curar sus heridas, pero no para lavarlas por completo. Y Jeongin temía que ahora nuevas heridas rondaran el corazón de Seungmin.
Bebiendo de su copa de vino, se apartó del pasillo que guiaba hasta el jardín, caminó aletargado hasta el salón y se quedó estático frente a un pequeño jovencito vestido de mozo que se tambaleaba con una charola con copas en sus manos. El pobre joven no podía ser mayor a los veinte años, quizás menos, y le pareció tan gracioso porque en su adorable rostro de niño tenía un puchero de honda frustración. Dejó su copa sobre una mesa cercana y se acercó a ayudarle. Con sus robustas manos sujetó la bandeja firmemente, sorprendiendo al jovencito.
-¡Oh, Señor! -gimoteó el muchacho-. Gracias.
- No hay de qué -respondió, haciendo acopio de todo el coreano que Seungmin tuvo a bien enseñarle durante esos años. Esperaba que su torpe pronunciación no ofendiera al mozo-. ¿Puedo ayudarte en algo más?
- Oh, no, Señor. Estaré bien -le aseguró.
El joven, de nombre aún desconocido, tomó la charola con fuerza y con lentitud se la retiró a Jeongin. Sus piernas aún temblaban y su cuerpo hambriento estaba totalmente debilitado. Al intentar caminar con la pesada charola, sus rodillas cedieron y lo llevó de bruces al piso; la bandeja regó su contenido por el pulido piso de mármol en un estridente sonido que llamó la atención de la audiencia.
Jeongin se acuclilló frente al chico para ayudarlo a pararse. El joven temblaba y de sus crepitantes labios sólo atinaban a salir disculpas atropelladas. En poco, el encargado del evento se acercó con gesto huraño. Su porte era por mucho menor al de Jeongin que medía metro noventa, y el cuerpo del hombre estaba claramente marcado por su gusto a la comida.
- ¡Mira lo que has hecho! -bramó el hombre con los dientes apretados-. Eres un inútil, Hyunjin.
- L-lo siento.
- Recoge este desastre y vete -demandó el hombre, gruñendo en tono bajo para que la audiencia no les prestase atención.
- Pero..., pero no puede despedirme..., yo lo necesito -balbuceó el hombrecito, hundido contra el cuerpo de Jeongin.
-Excuse me, Señor. Él no ha tenido la culpa, ha sido mía -mencionó Jeongin.
- Oh, Señor, no tiene que socapar las torpezas de este hombre.
- Fui mi culpa, así que no lo castigue -demandó-. Además, no debe tratarlo como su esclavo. Es bastante obvio que él no está en condiciones para trabajar; él está débil. Usted lo está explotando.
El hombre pareció perder el color en el rostro, preocupado de la molestia de Jeongin y del escándalo que el hombre probablemente crearía a partir de ello. Si bien no entendió todo lo que Jeongin dijo, comprendió lo justo y necesario para saber que no tenía opción a refutar. El hombre asintió a regañadientes y se retiró.
- No debió hacer eso, Señor, este no era su problema.
- Bueno..., supongo que eres mi buena acción del día.
El muchacho sonrió brevemente, antes de querer empezar a recoger los vidrios rotos.
- Please, don't.
Jeongin llamó a dos camareros más y les pidió limpiarlo todo. Entonces llevó a Hyunjin a la mesa del bufet y con la mano señaló los alimentos. El joven lo miró preocupado, sin entender sus intenciones.
- Come.
- ¿Perdone?
- Come. Sé que tienes hambre y famélico no lograrás hacer tu trabajo -le dijo, sonriendo.
- Pero..., no puedo.
- Sin peros. Acompáñame, aquí estoy muy solo.
-... Soy Hwang Hyunjin.
-Soy Yang Jeongin.
- Entonces te lo confesó.
- Dijo que me quiere, pero no puedo creer en su palabra.
- ¿Por qué no? -cuestionó Felix, curioso.
- Porque Minho no es alguien en quien yo pueda confiar, In.
- Sí, es correcto. Recuerdo que yo mismo te advertí muchas veces que él no era un buen hombre.
- ¿So?
- Entonces... -largó Felix, indeciso-, él..., realmente ha pasado por mucho durante estos años. Su vida cambió mucho.
- Pero él no. Minho sigue siendo el mismo egoísta que yo conocí y no deseo recorrer ese camino otra vez.
Felix suspiró. Sí, claro que comprendía a Seungmin, pero con los años le tomó cariño a Minho y también quería verlo feliz, aunque no estaba seguro de que esa felicidad fuese Seungmin. Quizás él estaba tirando de los hilos del destino para que se encontraran, o quizás era que el propio destino estaba a su favor.
- Su relación siempre fue un limbo, lo sabes, y fue porque él no estaba preparado para una pareja permanente.
- Nunca estará preparado para ello.
-... Sé que yo te presioné siempre para dejarlo, pero nunca me hiciste caso, ¿por qué habrías ahora de escucharme?
- Porque por muchos años me pregunté si ese hombre que yo tanto amé, me quiso en algún momento, y siempre llegaba a la conclusión de que no era así. Él me sacó de su vida cuando necesité de su ayuda. Él me dio la espalda.
- Bien. Tienes razón. Y supongo que Minho te lo dijo todo y que aún así no piensas considerarlo -concedió Felix.
- ¿Decirme todo? -preugntó, dubitativo.
- You know. Las cartas, su viaje a China para verte en el teatro en tu primera presentación, su hijo... Y supongo que tienes razón. Él te hizo mucho daño y no puedes perdonarlo.
Seungmin quedó helado. Su cuerpo tieso era incapaz de moverse y sus pulmones tenían graves averías. Felix pareció preocupado de verlo en estado catatónico; chasqueó los dedos frente a él, lo llamó e incluso se atrevió a golpearlo en la mejilla. Aún así, Seungmin no lograba salir del estupor.
Su cerebro parecía en completa parálisis. ¿Escuchó bien?, era lo que se preguntaba Seungmin, o si era Felix jugándole una broma, más su amigo no lucía divertido, no estaba riéndose ni diciéndole que todo era un chiste. Ojalá lo fuera.
- ¿Tiene un hijo?
- ¿No te lo dijo?
-... No lo hizo. Aunque, da igual. Él tiene derecho ha rehacer su vida y si quiere ser padre, entonces...
- Habla con él -sugirió Felix, sonriendo de medio lado-. Tiene mucho que decirte.
- Pero él ya tiene una familia -mencionó lo obvio, ignorando el ardor molesto en la boca de su estómago. Estaba celoso.
- No la tiene -explicó-. Pero debes hablar con él sobre todo eso que no te ha dicho y que probablemente nunca lo hará porque siente pena. Hizo muchas cosas, y tú fuiste su motivación.
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque llevo cuatro años viéndolo crecer..., sólo viendo una foto tuya en su billetera. Dale una oportunidad de hablar y luego, si quieres, márchate. Yo te apoyo en tus decisiones.
"¿Y qué pasará si lo escucho y me defrauda otra ves?", quiso saber. "Batallé por años para que el recuerdo de su rechazo de lastimar a mi corazón, pero no ha sanado y recibir otra bala sólo lo detendrá definitivamente. Pero tal vez sí necesito conocerlo todo antes de irme para siempre..., y decirle adiós a un hombre cuyo egoísmo cambió mi vida".
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