En las sabanas de un Telesco

By FlorenciaTom

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Evangeline Brown se ve obligada junto a su familia vivir en un pueblo enfermo en donde la belleza es un arma... More

En las sabanas de un Telesco.
Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
SEGUNDA PARTE.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo.

Capítulo 27

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By FlorenciaTom

CAPÍTULO 27

Cada hora me despierto para comprobar si Nathan tiene fiebre. Este no era el tipo de noche que esperaba. Sé que también le debo esto a sus hermanos por haberme cuidado cuando los necesité.

He notado que en el palacio la mayoría de las personas sienten una envidia abierta hacia estos hermanos y están resentidos porque son respetados y tienen una gran fortuna, lo que se percibe como una competencia.

Muchas chicas anhelan que un Telesco les dirija la palabra. Parecen ser bastante reservados y hasta ahora no los he visto socializar con nadie más que entre ellos mismos y conmigo, como si estuvieran siempre protegiéndose mutuamente.

Amaya, amiga de Adiele se estaba esforzando por encajar en su circulo social al igual que el resto, sino no me hubiera ofrecido aquel maletín lleno de billetes.

Adiele amenazándome con una navaja para que también le entregara su habitación y luego el pica pica en los ojos del resto de las chicas...

Querían eliminarme a toda costa por tener el supuesto privilegio de que los hermanos Telesco me incluyeran en su pequeño grupo.

Nathan suelta algunos quejidos, pero eso no es impedimento para que continue durmiendo.

Me dolió que Rachel se alejara por temor a que el resto de las postulantes le dieran la espalda.

Hubiéramos sido buenas amigas, pero estaba contra la espada y la pared.

Cerré los ojos un instante, sé que debía mantenerme despierta pero era tal el cansancio que ganó, sintiéndose victorioso de mi derrota...

***

La alarma de mi móvil nos sobresalta tanto a Nathan como a mí.

Cubierto de pañuelos y algo mareado, Nathan me quita el móvil del regazo y apaga la pantalla de mala manera.

—Mierda, lo siento—le digo, al ver que se ha despertado de mal humor.

Posa un brazo sobre sus ojos porque la luz del sol que entra por la ventana es molesta.

—¿Quién pone alarma un sábado? —gruñe, con la voz ronca.

Si hay algo que me causa cosquilleo en el estómago es oír la voz de un chico cuando se despierta

—Lo siento, Nathan. No pensé que el sonido de la alarma te molestaría tanto —me disculpo mientras me levanto de la cama y me acerco a la ventana para cerrar las cortinas, filtrando la intensa luz del sol.

Nathan se sienta en la cama, frotándose los ojos con cansancio. Sus cabellos desordenados y su expresión adormilada lo hacen ver aún más encantador. Me doy cuenta de que me he quedado mirándolo por un momento antes de apartar la mirada, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas.

—He podido conciliar el sueño—responde, estirándose y bostezando.

Luego se levanta y se dirige al baño para lavarse la cara y despertarse un poco más.

Mientras tanto, yo me dirijo a la cocina para preparar un desayuno ligero.

A pesar de la noche interrumpida, tengo que asegurarme de que Nathan se recupere por completo. Preparo una taza de té caliente y corto algunas frutas frescas para acompañar.

Nathan sale del baño con el pelo aún húmedo, mira un momento lo que estoy haciendo, con el ceño fruncido. Se acerca a mí aún con la toalla de la noche anterior rodeándole la cintura.

Le entrego la taza de té y le sonrío amablemente.

—Aquí tienes. Espero que esto te ayude a sentirte mejor.

Nathan me agradece con una sonrisa cansada y toma la taza entre sus manos.

Bebe despacio, disfrutando del cálido líquido que le reconforta. Mientras tanto, yo me siento en una silla cercana y observo.

En sus manos, delicadamente esculpidas, sostenía una taza de té humeante. El vapor ascendía con gracia, creando un halo de misterio a su alrededor. Cada sorbo que tomaba era un ritual, una comunión entre su ser y el elixir que le otorgaba una calma efímera. Sus labios, sensuales y perfectamente formados, rozaban la porcelana con una elegancia casi poética, desatando un deseo irrefrenable de ser la taza que tocaba con tanta delicadeza.

Su presencia era una oda a la masculinidad en su forma más sublime.

Una toalla blanca envolvía su cintura, creando un contraste entre la pureza del tejido y la fuerza imponente de su físico. La toalla parecía apenas contener la potencia que yacía debajo, como si cualquier movimiento suyo pudiera hacerla desaparecer en un instante.

—Buenos días—me dice, como si aún estuviera agotado.

—Buenos días.

—¿No vas a quedarte bebiendo un té conmigo? —me pregunta.

—No, debo volver con Dan. Seguro se estará preguntando dónde me he metido.

—¿Están saliendo?

—No—me echo a reír—. Sólo estamos viviendo en la misma habitación. Amaya y Adiele se quedaron con la mía.

Pone los ojos en blanco con sus manos sosteniendo la taza de té.

—Adiele es insoportable cuando se lo propone. No debiste irte. Debiste quedarte peleando por ese sitio que era tuyo—me dice con tanta indignación que parece como si se lo hubieran hecho a él.

—Me ofrecieron dinero, mis padres recortaron mis gastos así que no me quedó otra que aceptar.

—Pídeme dinero a mí.

Frunzo el ceño y sonrío.

—Estás loco.

—Es en serio. Pídeme dinero a mí, Evangeline.

—No haría eso nunca y ni siquiera nos conocemos—me rio débilmente.

Nathan suspira, comprendiendo mi postura, y apoya la taza de té en la barra que separa la cocina de la habitación. Sus ojos oscuros se encuentran con los míos, y por un instante, siento como si el tiempo se detuviera.

—Entiendo tu deseo de independencia, Evangeline pero honestamente no te creo una mierda. Todos necesitamos a alguien.

—No necesito tu dinero, Telesco—le digo en seco.

Nathan me observa como si estuviera desafiándolo. Vuelve a tomar su taza de té y bebe otro sorbo.

—En este palacio lo necesitas. Seguro el vuelto que Adiele te dio te cubrirá hoy y mañana los gastos que hagas.

—Ya me las arreglaré—me encojo de hombros.

—No seas orgullosa. Pídeme dinero.

—No, no voy a hacer eso—me vuelvo a reir, bajándome de la butaca—. Ahora que no te veo con fiebre, me iré a mi habitación y regresaré a la cama.

—¿A la cama con mi hermano? —se burla.

—Dan y yo somos amigos ¿es que es tan raro eso?

—Honestamente sí. Dan no suele tener amigas

Nathan ríe entre dientes, y puedo ver una chispa traviesa en sus ojos.

—Bueno, supongo que eres una excepción entonces. Pero ten cuidado, las amigas de mi hermano no suelen durar mucho tiempo.

Arqueo una ceja, curiosa por su comentario.

—¿Y eso por qué? ¿Son tan difíciles de tratar?

Nathan se encoge de hombros y se acerca hacia mí, dejando la taza de té a un lado.

—No es que sean difíciles, es solo que mi hermano tienden a ser muy protector. Cualquier chico que se acerque a una de sus amigas tiene que pasar por un interrogatorio exhaustivo.

Sonrío ante la imagen mental de Dan haciendo un interrogatorio a algún desafortunado pretendiente.

—Bueno, eso es comprensible. Quiere asegurarse de que estén con alguien decente y que no les haga daño.

Nathan asiente, pero parece perdido en sus pensamientos por un momento. Luego, sacude la cabeza y vuelve a enfocarse en mí.

—De todos modos, si necesitas algo, no dudes en decírmelo. No quiero que te sientas incómoda aquí por falta de dinero.

Aprecio su preocupación, pero no quiero abusar de su generosidad.

—Gracias, Nathan, pero realmente puedo manejarlo. No te preocupes por mí.

Él sonríe, pero hay algo en su expresión que me hace pensar que hay más detrás de su oferta de ayuda.

—Está bien, si cambias de opinión, solo dímelo. Estoy aquí para ayudar.

Nos quedamos mirándonos por un momento, y siento una extraña conexión entre nosotros. Aunque solo nos conocemos desde hace poco tiempo, parece que hemos pasado por mucho juntos.

Nathan rompe el contacto visual y se dirige de nuevo hacia la cama.

—Bueno, supongo que debería volver a dormir un poco más. Gracias por el té y por estar aquí, Evangeline.

—De nada, Nathan. Descansa y espero que te mejores pronto.

Salgo de la habitación y regreso a mi cuarto, pensando en la conversación que acabo de tener. Nathan es un chico intrigante y misterioso, y tiene un encanto que me deja las bragas en el suelo.

Pero también me pregunto qué es lo que realmente quiere de mí.

¿Por qué está tan interesado en ayudarme? ¿Y por qué insiste en que no necesito mi independencia? Realmente lo vi desesperado para que acepte su oferta.

Mientras me acurruco en la cama junto a Dan, el cual sigue durmiendo porque son las siete de la mañana. Me arropo, mirándolo con la cabeza apoyada en la almohada y de golpe abre sus ojos. Las pupilas se le dilatan al verme.

Me asusto.

—No has dormido aquí—me dice, acusativo.

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