HEAVEN

By belenabigail_

2.7M 129K 67.2K

Kellan no era bueno, pero sin dudas le dió el cielo a Alaris. - inicio: 01/09/2021 - More

Prólogo
Personajes
00
Advertencia
01
02
03
04
05
06
07
08
09
010
011
012
013
014
Aviso
015
016
017
018
019
019 (Parte 2)
020
021
022
023
EXTRA
024
025
026
027 (Parte 1)
027 (Parte 2)
028
029
EXTRA (2)
030
031
032
033
034
035
036
037
038
039
040
042 (Parte 1)
042 (Parte 2)
043
044
045
046
047
Epílogo
Agradecimientos

041

25.9K 1.3K 1.2K
By belenabigail_



Alaris POV'S



Después de que Kellan se marchara apenas si pude volver a respirar con normalidad, demasiado angustiada por todo lo que le dije, demasiado humillada y devastada por haberle creído cuando prometió que éramos solo nosotros dos.

Estúpida, Alaris.

¿Por qué se habría de conformar sólo conmigo? ¿Puedo culparlo?

Las calientes y saladas lágrimas se deslizan por mis mejillas, aferrada a las frazadas de mi cama, escondiendo la cabeza en la almohada para ahogar mis sollozos. Siento los ojos hinchados y los labios rojizos, los músculos agarrotados por permanecer en la misma posición desde hace dos horas.

El pecho me duele tanto, el dolor es tan agudo y profundo que quita cualquier rastro de paz que alguna vez pude haber tenido. Kellan era esa tranquilidad, el agua en reposo que me mantenía ligera y a flote. Pero me acabo de hundir como jamás lo había hecho y mientras la tristeza me arrastra hacía la oscuridad no peleo demasiado para detenerla.

Imágenes de él con Agnes se reproducen en mi mente una y otra vez como una tortura. Aprieto la mandíbula para no soltar un grito de impotencia, en mi memoria aparece el recuerdo de ellos dos juntos mientras la consolaba en el Minerva. ¿Estará así con ella ahora? ¿Será el turno de Agnes para consolarlo? me encojo todavía más sobre el colchón, de repente con la urgencia de golpear cualquier objeto cercano, descargando el enojo, la furia, y la decepción.

Y las cosas que le dije...

Es el ser humano más talentoso que he conocido, fue un maldito error hacerle pensar lo contrario pero ese es uno de sus pocos puntos débiles, sino el único. Y ni siquiera lo sé con completa certeza, pero por la forma en la que defiende su arte y lo hace respetar supuse que atacarlo allí bastaría para que se marche.

Lo quería libre de las garras de mi padre y haberlo logrado me destruyó mucho más de lo pensado.

Tengo la garganta seca y un dolor de cabeza punzante. Hago a un costado el cabello sobre mi rostro, exhalando un suspiro largo y pesado a medida que me incorporo en la cama. Me siento como si hubiera recibido una paliza y cuando me pongo de pie la incomodidad no mejora.

Soy malditamente patética.

Me había esforzado por olvidar lo mucho que las emociones me afectan, tratando de alejarme de aquello difícil para no tener que volver a vivir nada como esto. Pero yo misma me puse aquí y merezco cada segundo de castigo. No fui lo suficientemente buena hermana. No tengo ningún futuro con la pastelería. Una risa amarga abandona mis labios agrietados. ¿Qué es lo que esperaba?, ¿ser una especie de repostera reconocida? sueño de niños. No soy tan valiosa para que Kellan se quede conmigo, ni tan interesante, valiente o inteligente. Agnes puede darle todo lo que él busca, ella misma me advirtió desde un principio que esto estaba destinado al fracaso.

Papá siempre tuvo razón.

No tengo cualidades que me hagan especial, la gente a mi lado me deja sola, y si no lo hacen por voluntad propia entonces me encargo de hacerlo yo misma.

Con pasos débiles me encamino hacia las escaleras, el crujir de la madera debajo de mis pies es el único sonido que se escucha entre las paredes de la casa. A mis padres les surgió una reunión de último momento así que no debería sorprenderme que tampoco se molesten en saludarme para mi cumpleaños. ¿Es absurdo esperar que lo hagan? ni siquiera dudaron al contestar sus teléfonos y esfumarse sin dar explicaciones cerrando la puerta con llave prometiendo represalias si me iba.

¿A dónde iría, de todos modos?

Al llegar a la cocina miro el reloj en la pared, una costumbre que tengo por revisar el tiempo. Diez minutos para la medianoche. Cumplir años jamás se había sentido tan incorrecto. Donde debería haber un espíritu de festejo y alegría todo lo que existe es desesperanza y miseria.

Me demoro más de lo usual en abrir el grifo y cargar un vaso con agua, el temblor de mis manos y la visión borrosa a causa del llanto me complican un poco la tarea. Lo llevo a mis labios aprobando la frescura y el alivio cuando el líquido toca mi lengua y corre a través de mi garganta. Exhalo el aire de mis pulmones apoyando el cristal sobre la mesada quedándome de pie por un momento.

Entrelazo los dedos para detener el movimiento errático, cuando levanto la vista y me encuentro de frente con la ventana que da al patio trasero de la casa el reflejo en el cristal me hace sentir náuseas. ¿Cómo llegué a esto? ¿cómo lo permití? suelto un bufido de hastío sin poder tolerar mi propia imagen.

Toda mi vida me compararon con mi hermana; sus increíbles notas en el instituto, su increíble capacidad para poder estudiar luego una carrera en la Universidad, tan compleja y de un futuro próspero. Más bonita, más divertida, más aventurera pero sin perder la obediencia, una buena compañera de eventos, leal a la familia. Un orgullo indudable para los Roosvelt.

Blake no es responsable por el destrato de mis padres hacía mi, por Dios, estoy muy lejos de guardar rencor por ella. Pero ser tratada como la oveja negra, diferente, un estorbo y prácticamente un error andante, puede joderte bastante la cabeza. Estoy poblada de inseguridades que lucho todos los días por enterrar poniéndome un escudo y plantando una sonrisa en la cara.

¿Alguna vez supe quién era en verdad?

Por  dentro me estoy desvaneciendo. Me pierdo y me vuelvo difusa entre la espesa niebla que me traga y se alimenta con mi agonía. Cada segundo que pasa me reconozco incluso menos.

Tal vez no soy más que una farsa, un intento en vano que se creó para complacer a los demás y falló estrepitosamente.

¿Cuál es mi maldito propósito?

Tonta, estúpida, Alaris.

Antes de que mi hermana desapareciera no veía más allá de una vida vacía, cumpliendo con los deseos de mis padres con tal de satisfacerlos. Entonces ella se esfumó y de repente tenía algo por lo que mi existencia parecía tener sentido. Buscarla, mover cielo y tierra para hallarla, traerla de vuelta a casa. Si no podía ser suficiente por mi cuenta, si la hija que les quedaba era tal desperdicio de espacio y tiempo, traería de regreso a la luz del hogar. No solo por ellos sino que también por mi.

Fue una manera de ser útil hasta que papá mostró señales de que mis aventuras no le causaban mucha gracia. Si tan sólo pudiera tener todas las respuestas, si pudiera armar el rompecabezas.

Un suspiro de derrota cae de mis labios.

Doy la vuelta sobre mis talones, volver a la cama no va a solucionar mis problemas, pero al menos va a silenciar por un rato las hostiles voces en mi cabeza.

Ahora mismo soy mi propia peor enemiga.

Un maullido suave y un ronroneo persistente me sacan de mis cavilaciones. Parpadeo mirando hacía mis pies y al dar con Ava un amago de sonrisa tira de mis comisuras.

—Tú me haces sentir que vale la pena—Me agacho para acariciar su pomposo pelaje. Ella se menea debajo de mi palma, pidiendo más mimos, levantando su nariz rosada y pasándola entre mis dedos. Me sorprendo cuando mis ojos se empañan con nuevas lágrimas como si no hubiese llorado bastante esta última semana.

Entonces Ava levanta sus puntiagudas orejas apartándose de mi tacto. Se pone en alerta y aunque es obvio que no compartimos la misma aguda audición los vellos de mi nuca se erizan ante su postura defensiva.

Miro hacía dónde ella lo hace, sin embargo, con las luces apagadas no hay mucho que ver. Algo de la noche estrellada traspasa las delgadas cortinas de la planta baja pero no hay mucho más de lo que ayudarse. Aunque pronto me encuentro muy tensa y con el sentido de supervivencia al máximo. Desde aquí puedo vislumbrar el comedor y el contorno de una sombra sentada en una de las sillas me congela la sangre. Quizás papá se olvidó uno de sus abrigos en el respaldo, o mamá la chaqueta de su uniforme. Rezo para que sea eso. Pero la silueta se mueve y Ava sale corriendo en su dirección. Me asombro al escuchar sus ronroneos y los sonidos felinos de felicidad. 

¿Lo estoy alucinando?

Me quedo muy quieta resolviendo cual podría ser la mejor salida si se trata de una persona real, en caso de que no lo sea, maldita sea, mi futuro próximo será estar encerrada en un maldito centro de salud mental.

Ava se detiene y cuando la figura se levanta sobre ambas piernas jadeo con terror.

¿Es la misma persona que estuvo observándome esta noche? Me tropiezo al dar un paso atrás debido a la impresión. Tiene contextura alta pero no puedo estudiarlo mucho más porque se pone en cuclillas para alcanzar a Ava.

Estoy definitivamente demente porque no voy a dejar que nadie lastime a mi gata.

Los pasos que retrocedí los vuelvo a avanzar e incluso más pero mi corazón se detiene al distinguir una cara demasiado familiar a través de la luz de la luna alumbrando por las ventas.

Siento que mis rodillas fallan al conectar nuestras miradas. Con cuidado Ava está devuelta sobre el suelo y la pequeña gata refunfuña alejándose y balanceando las caderas.

—Pensé que si tocaba la puerta no me ibas a abrir, así que entré.

Siento que mi mente se está fragmentando. Debo estar jodidamente dañada para fantasear con tenerlo aquí conmigo. No después de lo que dije, no después de lo que él dijo. Me echo para atrás por el impacto balbuceando que no puede ser real. Pero él avanza con determinación acortando la distancia, las palmas de sus manos están en mis mejillas mientras inspecciona mi rostro en la pobre iluminación. No me doy cuenta de que estoy llorando hasta que sus suaves labios limpian las lágrimas con gentiles besos.

—Quería ser el primero en desearte un feliz cumpleaños, cosita—Su voz es ronca y con un matiz afectuoso.

Me quiebro en tantos miles de pedazos que si sus brazos no estuvieran para sostenerme probablemente ya estaría en el suelo. Una chispa se enciende en mi y el alma me vuelve al cuerpo, al menos por un breve segundo.

Puede que sea una completa imbécil por ignorar lo que sucedió en el porche y la bomba que soltó antes de irse pero no es algo en lo que pueda detenerme ahora.

Necesito un instante más en su calor antes de que el mundo real me golpee otra vez.

—Kellan—Inspiro su inconfundible perfume, sosteniéndome de su camiseta con mis manos en dos puños arrugando la tela.

—¿Qué te dije de mentirme, Alaris?—Besa justo sobre mi sien—, no funciona conmigo.

Me pongo muy rígida, ¿él no me creyó? intento replicar pero sus manos en mi cintura, sus labios en mis mejillas, su aliento en mi piel y su reconfortante abrazo hacen que las palabras mueran en mi lengua. Un instante. Eso es todo lo que necesito. No pienso en las amenazas de mi padre ni en el enorme riesgo que representa que Kellan esté aqui.

Por un minuto me daré el lujo de ser una maldita egoísta para disfrutar la sensación de su cuerpo acoplado con el mío porque parece que estuviéramos hechos para esto.

Escondo la cara en su camiseta y él me aprieta contra su pecho, lo siento inhalar mi aroma como yo lo hice momentos atrás, llenando sus pulmones con mi esencia. Tararea en respuesta y me aplasta tanto contra si mismo que creo que va a romperme en dos. Una de sus manos viaja hasta mi cabello tirando en un puño de unos cuantos mechones pero sin infligir dolor. Levanta mi barbilla y escudriña mi expresión, con su dedo pulgar limpia una lágrima solitaria. 

Esos ojos.

Creí que jamás iba a volver a verlos.

Su cariño y adoración se entremezclan con una promesa fría y vengativa.

—Cada una de tus lágrimas derramadas las voy hacer valer—Une su frente con la mía—, ese es uno de mis regalos para ti.

Sus ojos no se apartan de los míos mientras lo dice, entonces con dulzura traza la punta de su nariz con la mía.

Mi pecho se llena de una emoción abrasadora pero las horrendas cosas que nos dijimos aún permanecen en el aire, volviéndolo pesado y difícil de respirar, las cicatrices que se abrieron esta noche no serán fáciles de cerrar. Sin embargo, eso no evita que la esperanza reavive en mi ser, porque si Kellan me atrapó en mi mentira eso significa que lo suyo con Agnes tampoco era cierto. ¿No es así? Me estaba probando. Hago un esfuerzo para que no se note en mis facciones la lucha interna que estoy atravesando. Todavía debe mantenerse alejado de mi, papá fue muy claro, no habrá otra advertencia. La próxima vez me temo que pueda actuar con represalias.

Así que no es una opción acostumbrarse demasiado a estar de nuevo entre sus brazos.

Aún así debo preguntar, porque la incertidumbre de no saber me está carcomiendo.

—Dime que no lo hiciste—Susurro. Un nudo se forma en mi garganta mientras espero.

No es necesario pronunciar su nombre o explicar a qué me estoy refiriendo porque ya lo sabe.

Niega—Estaba buscando una reacción de tú parte y me la diste. Eso es todo—Un sollozo sube por mi pecho y su mirada se suaviza como también se nubla con tristeza—Joder, no llores más Alaris. Me estás matando.

—¿Por qué tenías que decir eso?—Está mal que me enoje con él cuando yo soy la principal culpable de este desastre. Pero el corazón no se rige por el razonamiento.

¿Y por qué diablos no puedo hacer las cosas bien para él? ¿Por qué sigo pegada a su cuerpo, anhelando su calor y sus labios sobre los míos? me aparto con brusquedad. Si bien no es debido al engaño que fabricó, entendiendo que estaba desesperado por descifrar lo que estaba ocurriendo, se trata de que lo estoy jodiendo a lo grande.

Otra vez.

Él no puede estar aquí. Me prometí que iba a cuidarlo y protegerlo de la mierda de mi familia. No pude prometerme olvidarlo porque eso sería imposible pero mientras estemos muy lejos el uno del otro entonces yo sabré que algún día será el artista exitoso que merece ser. Tendrá sus oportunidades y mi padre no lo va a fastidiar. Podrá seguir al mando del Minerva sin problemas, y aunque no se de cuenta o lo quiera ver, le quitaré la carga que represento sobre sus hombros.

Quiero lo mejor que el mundo le pueda ofrecer. Ansío que sea feliz, que se realice en todos los aspectos de su vida, que viaje y le enseñe a los demás su talento.

Kellan abre la boca para contestar pero la cierra casi al mismo tiempo y por primera vez lo veo perdido de verdad. Soy una mierda por hacerlo sentir culpable cuando ni siquiera esto es lo relevante aquí. Me hirió como el infierno y lloré horas enteras pero no soy una hipócrita. También le oculté lo que estaba sucediendo y ahora que quedó al descubierto, ¿cómo se supone que lo aparte de mi definitivamente?

Estoy abrumada, cansada y herida. Ya no creo poder seguir haciendo esto. Pero me obligaré si debo.

Lo que sea por el bienestar de Kellan.

—Me hiciste dudar de absolutamente todo, Alaris, y eso no es algo que me ocurra a mi. Así que tomé el recurso que tenía y lo utilicé. No voy a disculparme cuando me  dió lo que necesitaba—Su ceño se frunce. Hacerle creer que parte de mi enfado es meramente por esto me convierte aún más en una persona de mierda. Como si eso fuera posible.—Se me estaban acabando las opciones. No voy a mentirte, por una mierda de segundo te creí. Sacudiste el suelo bajo mis pies y me dejaste sin nada. Casi lo logras—Ríe sin humor—¿Sabes lo devastado que me sentí por ese mísero instante? jamás, joder, jamás quiero volver a sentirme así.

Cierro las manos en dos puños, impotente por no poder hallar una solución. Harta de tener que lidiar con William. Pero no veo otra forma para resguardar a Kellan más que cumplir con la orden de mi padre.

Debo mantenerme firme.

—Me da igual, de cualquier manera no me importó tanto—Me encojo de hombros fingiendo desinterés.

Los músculos de su mandíbula se contraen. Su entrecejo se frunce pero a medida que sus ojos recorren mi cuerpo esa sonrisa suficiente tira de una de las esquinas de sus labios.

—Entonces dime porqué estás usando mi camiseta—De inmediato miro hacía abajo. Oh. Su camiseta favorita—Tengo el recuerdo de pedirte que me la devolvieras.

Aplasto los labios en una delgada línea. Lucho con el rubor que se instala en mis mejillas.

—No me di cuenta de que la usaba—Cruzo los brazos sobre mi pecho.

Me sostiene la mirada por un largo segundo para luego apartarla bufando y negando con disgusto. Al volver a mi sus facciones están teñidas por la rabia.

—No hagas esta mierda, Alaris. ¿Qué tan idiota crees que soy? esta actuación no va a servir de nada—Espeta. Su espalda y hombros están rígidos—Es increíble que aún me subestimes tanto, yo no lo hago contigo.

—Yo tampoco—Replico. La arruga en mi frente aparece.

Reconozco lo inteligente y hábil que es, por eso mi miedo a que no pueda convencerlo de dejarme. Por dios, no me ha ido muy bien hasta el momento.

—Si no dejas esta mierda voy a cargarte sobre mi hombro y sacarte de aquí a como de lugar. Así que, si no quieres despertar a tus vecinos, dime lo que en verdad está pasando para que pueda arreglarlo—Avanza un paso—Ha sido una semana muy larga, nena, y te extrañé. Por lo que no estoy del mejor humor.

Paso saliva con dificultad. Yo también lo eché muchísimo de menos. Pero no desisto porque hacerlo significaría estar de acuerdo en sacrificar sus sueños por estar conmigo.

—No es asunto tuyo.

Deja ir una maldición comenzando a perder la paciencia, pasando las manos por las hebras oscuras de su cabeza. Sisea entre dientes y se yergue en su posición. Tengo una ligera vista de los tatuajes de sus brazos, la luna reflejándose más en los de su cuello. La mitad de su rostro está oculto por las sombras pero sus ojos, tan claros, tan únicos y perfectos, sobresalen incluso en la oscuridad.

—Te dí unos días y fue casi imposible para mi contenerme, rogando para que nada te pase. Tú padre es una mierda Alaris, esa no es noticia nueva, pero confié en que no ibas a caer en sus estupideces—Aprieta las muelas. Se ve derrotado, aplastado por el remordimiento—no te culpo, sabe cómo controlarte, porque si así no fuera no le habrías creído nada de lo que seguramente te dijo—Bufa—Me equivoqué, debí llevarte conmigo ese día en el coche. Pude haber aguantado tus gritos y enfado, pero habrías estado conmigo. A salvo y junto a mi—Pronuncia molesto—Lo tendría que haber hecho a mi modo.

—No funciona así, Kellan—Niego—Para empezar ni siquiera deberías estar metido en esto—Señalo—Tenías una vida antes de mi y desde que me conociste se transformó en una mierda inestable y problemática. No quiero que las repercusiones de estar cerca de mi familia te exploten en la cara—Hasta el momento encubrir lo que estaba pasando no sirvió de mucho. Así que seré honesta con él. Puede que así lo comprenda. Inspiro profundo. Hace mucho debería haberme quedado sin lágrimas pero de alguna manera nuevas brotan de mis ojos—Me importas muchísimo, tanto que si algo te ocurriera no podría vivir conmigo misma.

Su expresión severa tambalea.

—¿Pasarme algo a mi? te dije que no soy el bueno de la historia. Las cosas que hice en el pasado no tienen perdón y ni siquiera me interesa—Limpio los restos de agua en mi rostro con mis manos.

Acorta la distancia, pausado y con cautela, como si tuviera miedo de que salga corriendo. Parado frente a mi tengo que levantar la barbilla para verlo bien a los ojos. Su cálido aliento golpea mi rostro, y con la expresión tan seria como alguien podría tener, dice;

—Mataría por ti, Alaris. Ese es el poder que tú tienes sobre mi.

Abro los ojos ligeramente. Cuando sus promesas son tan mortales y crudas muchas veces vacilo de lo que pueda llegar a hacer por mi.

Por milésima vez me cuestiono qué tanta veracidad hay en sus palabras. Mi instinto grita que no tengo ni remota idea de lo dispuesto que está de ensuciarse con sangre por causa mía.

Esto sólo demuestra mi punto.

Una persona no debería llegar a tales extremos, hablar con tanta ligereza y tratar temas tan delicados como estos. Pero aunque intente tacharlo como un pensamiento equivocado y muy peligroso, como retorcido, no puedo ignorar que yo haría lo mismo por él y eso me espanta.

Lo tomo por las muñecas cuando sus palmas ahuecan mis mejillas.

—Por favor, por favor cariño, déjame cuidarte—Murmuro con desesperación—Tienes que marcharte.

Los músculos de su cuerpo se aflojan ante el apodo afectuoso pero no mitiga su furia por mi pedido.

—Soy yo quién quiere cuidarte. Créeme cuando te digo que soy el último en la lista por quién deberías preocuparte—Su dedo pulgar acaricia mi mejilla—Los demás deberían tener cuidado de mi, no al revés—Frunce el ceño—Háblame y dime con qué mierda te tiene.

Enmudezco de inmediato. Si se lo cuento va a restarle importancia, dirá que nada de eso es cierto y que si lo fuera él podría encargarse de joder a mi padre mucho antes de que comience el juego. Pero entonces, ¿qué es lo que pasaría? estaríamos entrando en la zona de guerra con William porque ninguno quiere apartarse del otro. ¿Cuál sería el costo de permanecer juntos? yo conozco el precio que él debería pagar y no estoy de acuerdo.

Titubeo sobre cómo contestar a eso y al no encontrar la manera evado la pregunta.

—¿Por qué estás aquí?—Susurro. No hay más gente que nosotros igualmente mantengo el tono de mi voz bajo, miedosa de romper la burbuja con Kellan.

—Vas a tener que decirme en algún momento con lo que te está amenazando—Enarca una ceja. Es frustrante como nada se le escapa. Estoy a punto de mentirle otra vez pero me corta—Pero si no estás lista para hacerlo ahora al menos te pido que me acompañes a un lugar por unas horas. ¿Quieres que me largue para siempre, no?

La garganta se me cierra.

Que lo diga él es como un golpe directo en el estómago.

—Si—Murmuro.

Sus ojos se ensombrecen pero un poco de esa oscuridad se vuelve difusa cuando un destello astuto resplandece en sus orbes.

—Ven conmigo y luego te daré lo que me pides. No me volverás a ver jamás—Suena grave y ronco, reacio a decirnos adiós. Como si no quisiera decirlo en absoluto.

La idea de que eso pase me arrebata el aliento. No tener más contacto, no sentir sus abrazos ni sus besos, su cuerpo envolviendo el mío. Pero de esto se trataba y ya es demasiado tarde para echarse atrás. No existe otra forma. Sin embargo, que por fin esté accediendo me hace desconfiar. Se trata de Kellan de quién estamos hablando y usualmente guarda una carta debajo de la manga. Aunque mi curiosidad gana, ¿a dónde quiere llevarme? mis padres podrían regresar en cualquier momento y si revisan en mi habitación y no estoy allí definitivamente me veré envuelta en un gran desastre.

Por otra parte tener un último momento con Kellan se siente correcto incluso si el pensamiento sobre ello es  agridulce. Disfrutarlo sabiendo que se va a acabar.

Tal vez darle un cierre a lo nuestro pueda hacernos avanzar a los dos. ¿Por eso quiere hacerlo? muerdo mi labio inferior mientras me debato internamente.

—Puedo darte una hora.

Sacude la cabeza, evitando que sus labios tiren en una sonrisa victoriosa.

—Necesito más que eso.

—Mis padres no están, si ellos vuelven y no me encuentro aquí...

—Lo sé, ¿por qué crees que entré tan tranquilo por la puerta de adelante?—Dice con superioridad.

Enarco una ceja con incredulidad.

—¿Abriste la cerradura?

No me había detenido a reflexionar como es que estaba aquí conversando conmigo en medio de mi sala si todas las puertas estaban aseguradas.

Se encoge de hombros.

—No tenía muchas opciones y que tus padres se fueran me dió una ventaja. Aunque también lo habría hecho con ellos aquí. Te lo dije. Quería ser el primero en felicitarte y me estaba muriendo por verte.

Suspiro. Tiene que parar de decir esas cosas, no me lo pone mucho más sencillo.

—Ni siquiera voy a preguntar cómo lo hiciste—Gruño.

En el interior, por más raro y escalofriante que pueda ser para otra persona, yo me estoy derritiendo. Maldita sea. Irrumpió en mi casa y apenas me escandalizo. ¿Que está mal conmigo?

—Existen los mensajes de texto—Su mano hace su camino hasta la mía y cuando intenta entrelazar nuestros dedos recuerdo que esto es pasarse de la línea.

Kellan frunce el ceño y tira de mi como un niño pequeño sin darme lugar a una escapatoria.

—Si estás accediendo a esto lo haces por completo. Es a mi manera, cosita—Resopla guiándonos a los dos hacía la salida. No me quejo demasiado. Su palma está cálida y el agarre es muy familiar—En cuanto a los mensajes ambos sabemos que no habría obtenido una respuesta. Por lo que si. Me metí a tú casa, ¿qué vas a hacer al respecto?—Levanta una ceja con aire superior.

Puede que no esté alucinando, lo que es un alivio, pero no me diferencio demasiado de un demente si decido estar bien con esto. Y lo estoy. Clavo los dientes en mi labio inferior para contener una sonrisa. Se siente como si no hubiera sonreído en muchos años y me toma desprevenida.

Exhalo un bufido.

—¿Vas a llevarme en pijamas?—Inquiero. Miro mis pies—¿Y en calcetas?

Me lanza una mirada.

—¿Estás usando mi camiseta favorita como pijama?—Reniega. Niega con la cabeza en desaprobación aunque no se me pasa por alto la mirada de gusto que esconde detrás—Vas a ir así. ¿Dónde está tú calzado?

—Arriba en mi habitación.

Chasquea la lengua.

—Lo siento, demasiados riesgos. Puedes cerrar la puerta o salir por la ventana.

—¿Por la ventana? no tengo nada de que sostenerme además de unas pobres ramas, Kellan.

Me mira de soslayo—Cierto.

Aún así continúa con nuestro andar. Lo obligo a detenernos.

—¿Voy a ir descalza?

Suspira entrecerrando los ojos al vislumbrar un par de pantuflas a un costado en la entrada.

—¿Son tuyas?—Asiento—Ahí tienes, cosita.

Sin soltar mi mano se agacha para agarrarlas, y con pocos ánimos me las pongo. Él se ve espectacular como siempre y yo aquí, con ojeras, probablemente despeinada, con rastros de llanto seco y unas pantuflas afelpadas en los pies. No debería preocuparme mi aspecto pero aún así lo hace. De pronto, la escena se me hace tan graciosa y cálida, discutiendo como usualmente lo hacíamos, que una emoción melancólica me asalta.

Parpadeo para evitar que se formen lágrimas.

No voy a pensar en que esta será nuestra última vez juntos porque no quiero arruinarlo. Me gustaría recordarlo como una de las mejores experiencias.

Con la voz estrangulada, cuestiono;

—¿Qué hay de mi abrigo?—Lo estoy pinchando un poco, no hace tanto frío afuera pero quiero aprovechar nuestra última noche juntos, y eso involucra tirar de sus nervios.

—Hay uno extra en el todoterreno. Estás acostumbrada a usar mi ropa así que no creo que necesites esforzarte mucho para adueñarte de eso también—Sonríe con sorna.

Pasamos hacía el porche, abre la puerta mosquitera, y nos encamina hacia la acera. El cielo está estrellado y hay una brisa un tanto fresca. Seguramente hace un rato que pasó de la medianoche por lo que es entendible que la temperatura haya bajado, sin mencionar que estamos entrando en el otoño. Frunzo el ceño al no tener rastro de Betty. ¿No dijo que había venido en su coche?

Kellan parece leer mis pensamientos.

—Por precaución estacioné unas cuadras más allá. No te preocupes, no vas a pasar frío.

Caminamos por las calles de mi vecindario con las manos entrelazadas y nuestros brazos rozándose debido a la cercanía de nuestros cuerpos. No hay más que silencio por unos minutos y ese sentimiento de paz regresa conmigo al ver su firme agarre envolverme.

Estoy en calma, estoy en casa.

Mi corazón palpita con fuerza en mi pecho.

A lo lejos visualizo a la vieja Betty. No es hasta que estamos a unos pocos metros de su coche que se vuelve para mirarme. Sus impresionantes ojos celestes contrastan de manera magnífica con el cielo nocturno detrás de él volviendo su mirada resplandeciente y única.

—¿Estás lista, cosita?

Sonrío ante su tono alegre.

—¿Para qué?

Le da un apretón a mi mano.

—Para ver lo especial que eres para mi.




•••




Cuando el viaje en carretera se hace más largo de lo esperado comienzo a preguntarme a cuántos kilómetros estamos del lugar al que Kellan nos está llevando pero entonces el camino se me hace vagamente conocido y al dar con el cartel de "Grassy Pond" es casi imposible disimular mi alegría. El pelinegro me mira de reojo para comprobar mi reacción y yo estoy sonriendo abiertamente por la emoción.

Aparca el coche justo delante de la caseta de seguridad vacía. La entrada está muy bien iluminada con faros como también el sendero hacia el lago, entre las rocas, los árboles y las hojas, formando un camino muy bonito. Aparentemente no hay más personas que nosotros dos y en silencio agradezco tal privacidad.

—El guardia no está por las noches—Me informa, buscando mi mano en el segundo que mis pies tocan el suelo.

Grassy Pond guarda un lugar muy importante en mi corazón, no he vuelto desde la última vez que vinimos hace varios meses atrás, sin embargo, me trasmite mucha tranquilidad regresar. Por lo que me encanta. Que me traiga aquí ha sido lo mejor que me ha pasado en unos cuantos días.

El bosque es maravilloso desde todos los ángulos, sorteando las enormes rocas cuando Kellan se desvía del sendero y nos guía por su parte favorita. Al chico de los tatuajes le agrada la ruta más entretenida, levantándome por la cintura cuando chocamos con una enorme rama caída de un árbol, alegando que no quiere correr ningún riesgo y que me caiga. Aún así, cuando ya hemos dejado atrás esa zona rocosa y difícil, tampoco me suelta, señalando las luciérnagas parpadeando en la distancia.

Lo único que se oye a la redonda son los sonidos de la naturaleza y es profundamente placentero.

Es nuestro propio pequeño y a la vez gran refugio.

—¿Qué estamos haciendo aquí?—Pregunto por mera curiosidad. Me ha tomado con la guardia baja pero es una muy grata sorpresa.

Esquivamos varios árboles y más largas ramas hasta que por fin llegamos. A medida que nos vamos acercando y veo el reflejo de la luna en el lago una sonrisa genuina tira de mis labios. Nos lleva unos metros lejos de la orilla y si bien la luz artificial no llega aquí me basta con lo que tengo. No pienso quejarme porque esto es más hermoso de lo que puedo expresar.

De repente unas manos tapan mis ojos y yo me carcajeo.

—¿Qué estás haciendo?—Su aliento golpea mi mejilla, con su pecho ligeramente apoyado sobre mi espalda, los labios de Kellan rozan mi oreja al decir;

—Tienes que prometerme que te vas a quedar con los ojos cerrados hasta que te lo diga. ¿Puedes hacerlo, cosita?—Su ronca voz vibra en mi oído. Me estremezco y asiento—Usa las palabras.

—Lo prometo.

Planta un beso en mi mejilla—Muy bien.

Lo siento apartarse, frunzo el ceño mientras espero, muy atenta a cualquier ruido que pueda hacerme descifrar que es lo que está pasando. Aprieto los párpados para no rendirme ante la tentación de averiguarlo, pero soy paciente.

A pesar de que hago mi mayor esfuerzo por agudizar mi oído no distingo mucho. Identifico el sonido de cosas que está acomodando.

—¿Kellan?—Lo llamo.

—¡Espera!—Grita de vuelta, medio agitado y ¿nervioso?

—¿Está todo en orden?

—¡Un minuto!—Sus pasos suenan en la arena, de aquí para allá.—¿Dónde carajo puse eso?—Lo oigo murmurar.

—¿Quieres mi ayuda?

—¡No!—Replica.

Es raro estar sonriendo después de tantos días de llanto interminable, pero aquí estoy, con la sonrisa más grande plasmada en mi rostro mientras lo siento batallar con lo que sea que esté haciendo. Suelto una risa entre dientes, removiendo mis pies dentro de las pantuflas.

—¿Estás seguro?

—Joder, cosita, dame un segundo.

Muerdo el interior de mi mejilla—¿Ya puedo abrir los ojos?

Se queda en silencio un momento antes de responder.

—¿Me estás buscando pelea a propósito?

Mis hombros se sacuden cuando una risa retumba en mi pecho.

Una serie de otros ruidos más y todo se funde en armonía. Lo escucho ponerse a mi costado y previo a que formule algo me dice que aún no puedo ver. Sostiene mi mano mientras me guía por el terreno inusual. Mis nervios se ponen a flor de piel. Las preguntas se agolpan en la punta de mi lengua pero no me atrevo a decirlas entre demasiado ansiosa y emocionada como para hablar.

—Ya puedes ver, Alaris.

Y lo hago mientras su mano sigue firme envolviendo la mía.

Un jadeo sale de mi boca. Mi labio inferior se desliza en un puchero por el llanto que me niego a derramar. Es precioso, más de lo que imaginaba, y más de lo que merezco. Le doy un apretón a su mano para comprobar que esto está pasando y cuando obtengo otro apretón de vuelta como respuesta me lanzo a sus brazos.

Kellan se tambalea por el repentino asalto pero corresponde con rapidez luego del asombro. Escondo la cabeza en el hueco de su cuello cuando me levanta algunos centímetros del suelo y me aplasta contra si. Sus brazos se envuelven en mi cintura. Es todo Kellan, su perfume y calor, por un largo minuto.

—¿Te gusta?—Susurra en mi oído.

Todavía no estoy lista para dejarlo ir por lo que me aferro con más ganas a él.

—Es perfecto—Aparto mi rostro de su cuello para verlo a los ojos. Los suyos brillan con alegría, orgullo y cariño. No muy diferente a la manera en la que yo lo estoy viendo también—Gracias, gracias y gracias—Lo tomo de las mejillas para besar su cara. Kellan se carcajea dándome más acceso bajando el rostro hacía mi.

—Aún queda más por ver así que no te gastes todos los besos, sólo estamos comenzando—Advierte.

La felicidad no cabe en mi cuerpo.

—¡No era necesario, Kellan!—Niego—Esto ya lo es todo para mi.

Sus ojos recorren mis facciones—Nada es mucho para ti, Alaris. Te mereces todo lo que pueda ofrecerte e incluso más. Métete eso en la cabeza porque es lo que pienso y tu también deberías empezar a creerlo—Su frente encuentra lugar con la mía—Nunca me había hecho tan feliz la existencia de otra persona hasta que apareciste tú. Feliz cumpleaños, cosita.

Esta vez no logro detener las lágrimas que caen humedeciendo mis mejillas. Nunca me habían hecho sentir que mi presencia en este mundo tuviera valor hasta este momento. Un vergonzoso sollozo se escapa de mis labios entreabiertos. Kellan nos ajusta en un nuevo abrazo, con su palma extendida sobre mi cabeza, tocando mi cabello mientras me sujeta con decisión.

Nos separa un poco, solo el espacio suficiente para arrastrar las lágrimas afuera con su pulgar, dándome un beso lento en la comisura de mis labios al terminar.

—Lamento mucho el drama—Otro sollozo me desgarra.

No recuerdo la última ocasión en la que alguien se haya tomado la molestia de preparar algo para mi, o que me dieran un regalo, no en los últimos años, ni siquiera para mis cumpleaños.

Su entrecejo se frunce—Conmigo no tienes que esconderte. No es algo que quiera que hagas. Dime que lo entiendes.

Asiento—Está bien—Susurro apenada por el llanto incontrolable que me ataca de imprevisto.

—Eso es—Apremia, dándome otro beso en la mejilla.

Con cuidado me pone sobre mis pies y me hace girar para que vea lo que preparó para mi.

El mantel sobre el suelo es de un muy bonito y delicado cuadrille rojo y blanco, el clásico de los picnics, lo que me fascina. Alrededor hay varias, muchas, velas blancas de manera aleatoria, iluminando el espacio donde vamos a sentarnos, dándole un toque íntimo y bastante romántico. La gigante canasta en el centro se lleva mi atención, levantando las cejas de manera interrogativa hacía Kellan, quién se encoge de hombros y con un sutil gesto me invita a seguirlo.

Cuando me acomodo a su lado no puedo evitar sonreír como una niña, ansiado que le quite la tela a la canasta, con ilusión de ver qué es lo que hay dentro. No es hasta que levanto la vista y veo a Kellan pasar la mano por su nuca, inquieto y dubitativo, que me percato de que tal vez esté nervioso de hacer esto.

Es la primera vez de ambos en un picnic así que no tiene porque sentirse inseguro.

—Me gusta muchísimo—Lo animo, apuntando a la canasta—Asi que abre para que pueda darme un festín.

De inmediato su sonrisa burlona aparece.

—Debería avisarte que la mayoría de lo que cociné no tiene el mejor aspecto—Tuerce los labios.

¡No lo puedo creer! ¿Kellan Amary horneando? suelto un chillido y me remuevo en mi sitio con impaciencia. La decoración no me interesa en lo absoluto porque su intención es lo único aquí que cuenta. El pelinegro niega ante mi evidente euforia, saca la tela que cubre el material de mimbre, y un minuto más tarde una buena variedad de diferentes platos están puestos delante mío.

Pero lo que me enternece el corazón y hace que mi labio inferior tiemble es el pequeño pastel redondo que deja para lo último, diría que casi con una actitud muy reservada para permitirme verlo, pero inspirando hondo al tomar la decisión de poner el plato con los demás.

El glaseado blanco que la recubre está desprolijo y se nota el esfuerzo que le ha puesto por emparejarlo, pero eso le da un aire aún más tierno, con una vela amarilla por encima que no combina para nada con la frase escrita, muy torcida, con algunas letras más grandes que otras, en un chillón glaseado rojo, poniendo: "Para la única persona que no odio"

Me río muy fuerte llevándome una mano a la boca negando con diversión.

—Quería retribuirte por todas las veces que tú has cocinado para mi—Dice.

Mis ojos se conectan con los de Kellan y antes de que si quiera haga el intento de justificar la decoración un tanto desprolija pero divertida me lanzo a sus brazos por segunda vez en menos de diez minutos. Me recibe sin protestar, riendo de manera sincera, sentándome sobre su regazo.

Me olvido de las reglas que impuse esta noche, de lo que no debería hacer y lo que no tengo permitido. En el trayecto hacia el lago me repetí que nada de besos, no abrazos, mierda, cero contacto. Pero cuando está teniendo estos hermosos gestos hacía mi, ¿cómo detenerme?

Ahora estamos en nuestro lugar seguro y el caos de afuera no puede afectarnos.

Así que lo tomo por las mejillas y estampo mis labios con los suyos. Kellan gruñe como si estuviera jodidamente sediento por mi, como si yo fuera la fuente de vida de la cual depende para seguir. Su mano en mi nuca profundiza el beso y yo envuelvo mis brazos en su cuello. Fue demasiado tiempo sin poder sentir nuestros cuerpos tocarse y ha sido un calvario para los dos.

Tiro de los mechones oscuros de su cabello sintiendo la sensación de las hebras entre mis dedos. Nos fundimos y dejamos ir pero la vocecita en mi cabeza me susurra que debo tener cuidado. Son sólo unas horas, luego cada uno se irá por su lado, y si me olvido de eso temo que la despedida sea mucho más dolorosa.

Termino con el beso pero el leve y placentero ardor en mis labios permanece conmigo.

Me muevo para volver a mi sitio pero Kellan no me lo permite. Me sujeta con determinación y luego sus dedos se marcan en mi barbilla.

—Si esta es nuestra última vez juntos al menos déjame tenerte muy cerca—Sus ojos se clavan en los míos, traspasando con su mirada el centro de mi alma.

No me opongo. Yo también lo quiero así.

Para deshacernos de la tensión esbozo una sonrisa. Ahora mismo hay mucho por lo que estar feliz. Organizó un picnic nocturno para mi cumpleaños, preparó la comida y hasta trajo la decoración. No voy a dejar que William también me quite esto.

—¿Vas a darme un buen trozo de pastel?

A pesar de que me devuelve la sonrisa noto como pasa saliva al decir que "si" para complacerme. Se recompone rápido adoptando su característica expresión descarada.

—¿Qué pasa si no te gusta?

Sacudo la cabeza—No hay forma de que eso suceda.

—¿Ah no?

—Nop—Sus ojos parpadean con ilusión pero se resiste a aceptar lo mucho que en serio desea que su pastel me guste.

—¿Me lo explicas, cosita? porque si sabe a porquería entonces no creo que sea de tú agrado—Le doy un golpe en el pecho. Se mofa—Cruza los dedos para que ninguno se intoxique.

—¡Kellan!—Frunzo el ceño—No digas eso. Me va a encantar, deja de menospreciar tú trabajo.

Enarca una ceja—Así de molesto me pone que tú te menosprecies a ti misma, Alaris—Me quedo en silencio sin saber muy bien cómo defenderme ante eso.

Con la garganta echa un nudo asiento ligeramente. No puedo negarlo pero tampoco puedo prometerle que no lo siga haciendo. Es algo que está arraigado a quien soy. No hay paso que haga sin dudar, avanzando y retrocediendo constantemente.

El pelinegro suspira y me da un beso en la sien.

—Vamos a encender esa vela y hacer que pidas un deseo.

Lo que Kellan no sabe es que mi deseo ya se cumplió y si pudiera hacer que durara para siempre no habría otro lugar en el que quisiera quedarme que no fuera aquí junto a él.

El pastel estaba muy, muy, bueno. Tan delicioso y esponjoso que no me dió pena comer dos rebanadas y media. Kellan procuró no sonreír demasiado mientras yo masticaba y emitía sonidos de pura aprobación. Era evidente que estaba orgulloso de su logro y por supuesto que yo también. Al principio fue un poco reticente pero luego de probarlo no existía nadie que pudiera bajarlo de esa nube de arrogancia.

Mencionó algo sobre tener que afianzar su técnica con la manga, casi festejo por ese breve atisbo de humildad, pero después alegó que eso era lo de menos. "El arte puede ser abstracto, cosita" señaló bufón. Luego se autoproclamó el rey de los pasteles pero al menos fue considerado conmigo porque me aseguró que yo podía ser la reina.

Nos reímos mucho compartiendo bromas internas y haciendo memoria del día en el que nos conocimos. Me contó que en el segundo que oyó la alarma del todoterreno salió muy dispuesto a poner sus manos en el cuello de quién sea que le haya hecho daño a Betty, pero entonces me vió, en pánico y con las facciones desencajadas, por lo que optó por burlarse un rato. Yo repliqué diciendo que me vió tan bonita e inteligente que no pudo enfadarse tanto. Se rió muy fuerte. Si no fuera porque se trató de una de las carcajadas más encantadoras se lo habría reprochado.

Después de encargarnos de arrasar con el resto de la comida, como las frutillas bañadas en chocolate, los dulces de fresa y unas galletas con chips de chocolate que Kellan devoró como un profesional, vuelvo a estar con los párpados cerrados.

No soy muy buena para contener mi alegría mientras aguardo por mi regalo. Me advirtió que el picnic sería sólo el inicio de la velada pero aún así me impacta demasiado que se haya tomado la molestia de darme algo más, porque en lo que a mi respecta, ya me lo dió todo.

Lo escucho volver a rebuscar en el escondite que armó entre los árboles y cuando siento su presencia cerca me avisa que ya puedo ver.

Al abrir los ojos mis cejas se levantan debido a la incredulidad.

No. puede. ser.

Jadeo debido al asombro.

En el lienzo que sostiene me encuentro con mi rostro. Los detalles que logró capturar de mi me quitan el habla. La pintura está realizada a base de acuarelas, los trazos con el pincel son delicados, suaves y cuidadosos, los colores con los matices perfectos. Ya me puedo imaginar las horas que pasó sentado, con las manos manchadas y esa gorra negra sobre la cabeza, retratando mi rostro en el lino.

Mi cabello oscuro ésta suelto y en ondas que caen por los costados de mi cara, las facciones relajadas y mis labios curvados en una sonrisa cálida. Pero lo que más me atrae son el par de ojos que parecen estar rebosantes de vida. Resplandecen con una chispa de picardía, secretos y travesuras.

—¿Así soy para ti?—Susurro al dar un paso hacia la pintura extendiendo mi mano para tocarla.

No comprendo qué cosas de mi pueden hacerlo percibirme de esta manera. Pero por primera vez desde que tengo uso de razón me gusta la idea de que alguien me vea así, y sobretodo, casi que también yo me lo creo.

—Ojalá pudiera hacerle justicia a tú belleza, Alaris. Pero esto es lo más cercano.

Mi mirada se conecta con la suya y mi corazón deja de palpitar por un segundo mientras que la emoción se agolpa en mi garganta.

—Eres increíble—Acorto la poca distancia que nos queda—, y lo que dije no era cierto, necesito que lo sepas. Nunca pensé eso de ti, más bien lo contrario. Eres tan talentoso, tienes un don, Kellan—Sus iris brillan con gratitud. Vuelvo a la pintura por un breve segundo, admirándola, procesando lo impresionante que es. Regreso a él—Tú eres excepcional.

El pecho de Kellan se expande al llenar de aire sus pulmones por la conmoción. En la galería no existe una persona que no lo elogie por su arte pero intuyo que viniendo de mi es diferente.

—Estás acariciando demasiado mi ego, cosita. Tienes que tener cuidado, así sólo alimentas a la bestia—Enarca una ceja. Sonrío de par en par—Pero todavía puedo aceptar unos halagos más, porque aún no has visto el último obsequio.

No me había dado cuenta de que una de sus manos estaba tras su espalda. Frunzo el ceño en confusión cuando estira el brazo y me da una tela. Sin entender mucho rápidamente descubro que es una camiseta y que la cara de Kellan, Ava y la mía, están estampadas en el frente. Mi rostro impreso está a la izquierda y el de Kellan a la derecha, en cuanto a la pequeña mimada, encuentra su lugar en el medio de los dos.

Por debajo de nuestras fotografías y en letras grandes se puede leer: #TeamGatos.

—¡¿Estás bromeando?!—Chillo, riendo a carcajadas. Se encoge de hombros con una sonrisa bailando entre sus labios.

—Me tuve que poner creativo porque no tenía muchas fotos tuyas y menos de la bola de pelos, así que confieso que me entretuve en tus redes sociales. El imbécil de Robin tomó la mía y fue un tormento—Dice—, pero quería darte tu propia camiseta favorita, aunque sospecho que la mía no la voy a recuperar.

Eso es sencillo de comprobar. El chico de los tatuajes no sonríe, con la boca aplanada en una mueca de impaciencia y una pequeña arruga en su frente. Mi sonrisa se agranda. Aún con su rechazo por las fotos decidió poner eso a un lado con tal de hacerme feliz.

Le doy una mirada a mis regalos sintiendo que el corazón me va a estallar. Cada cosa que planeó fue única y especial. Desde el picnic, el retrato y la camiseta, todo tiene un significado para mi. Para nosotros.

Kellan pone el lienzo sobre el mantel y yo dejo la camiseta doblada y acomodada a un costado revisando que no toque la tierra y se mantenga limpia. Sin duda este es mi cumpleaños favorito y estos son los regalos más hermosos que me han dado.

No queda mucho por decir más que un sincero gracias pero antes de que pueda abrir la boca su mano tira de la mía hasta la orilla del lago y muy pronto estoy acurrucada contra él. Sus brazos me envuelven por la cintura y su barbilla descansa sobre mi cabeza. Apoyo la mejilla sobre su pecho donde los latidos de su corazón retumban en mi oído.

El paisaje que nos rodea continúa arrebatándome el aliento incluso ahora. No podría cansarme de admirarlo jamás. El lago es imponente en su largo y en su ancho, con el agua muy clara en la quietud que posee. Los árboles con las copas tan altas y sus ramas torcidas son formidables. Cada parte de lo que conforma Grassy Pond es digno de admiración.

El silencio se corta cuando Kellan habla en voz baja.

—¿Cómo puedes pedirme que nos deje?—Me aprieta más contra si.

El golpe de recordar lo que nos depara una vez que nos vayamos de aquí rompe con la burbuja en la que estuvimos las pasadas horas. El estómago se me retuerce al sentir como el tiempo se nos está escapando de entre los dedos y el inminente final nos acecha.

Me tomo un largo minuto para responder.

Al ver la pintura que me regaló no fue difícil demostrarme nuevamente que tengo la razón y que esto es lo correcto. No voy a permitir que desperdicie su talento para estar conmigo. No voy a arrancarle su futuro por egoísmo y temor a la soledad. Tiene algo que mostrarle a los demás y sería cruel privarlo de ello, porque tarde o temprano, me ganaría su rencor. ¿Cuánto pasaría hasta que su enojo y frustración pongan un abismo entre ambos? puede que en un inicio no confunda su ira hacía mi padre conmigo, pero más adelante, cuando el resentimiento aparezca y se esté perdiendo de lo que pudo haber tenido él me odiará.

Y yo no sobreviviría a eso.

—Tienes mucho que explorar allí afuera, Kellan, y yo no sería más que un estorbo para ti—Susurro.

Su cuerpo se pone tenso enderezando la espalda. De inmediato reconozco el enojo fluyendo por sus venas. Sin embargo, se contiene, pero la próxima vez que habla sale en un siseo.

—No habría nada que no me gustaría explorar contigo.

Cierro los párpados apretando con fuerza para retener las lágrimas que se acumulan.

Si tan sólo mi familia no fuera el caos destructivo que es.

—Estoy repleta de fallas y no es justo para ti tener que lidiar con ellas—Una lágrima traicionera se desliza por mis mejillas.

Su pecho se agita en desacuerdo. Pero todavía no me suelta.

—¿Qué hay de mi? ¿Acaso no estoy jodido?—Espeta—, y tú no tienes ni un defecto, Alaris. Eres lo que eres y punto. No tienes que cambiar para complacer las expectativas de nadie.

—Me estoy perdiendo, Kellan. Aunque no quiera me estoy hundiendo en las sombras y es un maldito círculo del que no puedo escapar—Abro los ojos mirando a dónde sea menos a él. Busco apartarme, nuevamente, no me concede ni un centímetro lejos de sus brazos—No te lo mereces.

—No hagas como si fuera inocente y bueno porque no lo soy. Basta de fingir que soy inofensivo o decente. Estás tan desesperada por hallar una excusa que justifique tú miedo a pelear por nosotros que te olvidas de lo retorcido que estoy—Levanta el tono de su voz.

—¿Qué se supone que haga? arrastrarte conmigo a la oscuridad no es la respuesta.

Su pulgar e índice me sostienen por el mentón alzando mi mirada. Sus ojos son pura determinación e intensidad entre el celeste de sus orbes.

—¿No hay luz en medio de la oscuridad? ¿No es la luna la que brilla sobre nosotros ahora?—Su mandíbula se aprieta, controlando su enfado por la situación en general, sintiéndose inútil por no poder solucionarlo. Me obliga a mirar hacía el cielo clavando sus dedos sobre mi piel—Toda luz necesita oscuridad. Se complementan, Alaris, y ha sido así desde el inicio de los tiempos porque una no sería nada sin la otra. Y tú eres una hermosa combinación de ambas. Mi luz, mi noche, mis malditas estrellas, joder, la puta galaxia entera.

Con más delicadeza hace que mi atención se vuelva a posar en él. Sus facciones se suavizan por las lágrimas que comienzan a correr por mi rostro. 

¿Cómo puede seguir queriendo estar conmigo después de todo? ¿Soy la única que ve lo mal que estoy? debería abandonarme como los demás.

—Ya te lastimé demasiado, Kellan.

Un suspiro cae de sus labios.

—Me lastima más estar sin ti.

•••







¡holaaa!💌✨🫶💞

perdón por la tardanza pero los estudios me estaban ahogando.

¡Por fin llegamos al cumpleaños de Alaris! ❤️❤️

¿Que les pareció la sorpresa que planeó Kellan para ella? ¿Y los regalos? 🥹 lxs leo.

Gracias por seguir acá.

Lxs quiero MONTONES.

Mis redes sociales:
Instagram: librosdebelu
Twitter: librosdebelu

pd: ¿Ustedes son TeamGatos o TeamPerros?

Continue Reading

You'll Also Like

780K 38.9K 51
SIPNOSIS Personas sufriendo por muerte o perdida de algo importante;Dalia Spencer sufría por su relación y qué ella quería ser libre. Anhela ser feli...
158K 2.9K 9
DISPONIBLE EN FÍSICO EN AMAZON PRIMEROS CINCO CAPÍTULOS No sé mucho de él, pero lo único que sé es que es el enemigo número uno de mi ex novio. Y a...
363K 17.9K 48
Una historia que promete atraparte desde el principio hasta el final. Camila es una chica humilded, Ignacio Besnier es el heredero de un imperio empr...
267K 24.9K 23
Del fran. 'La Pequeña Muerte'. Acto de melancolía y trascendencia del espíritu al alcanzar la cúspide del éxtasis sexual. ...