Astra Vol. 06

By RiickG

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Arco: "708" More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6

Capítulo 3

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By RiickG

Parte 1

Magia, un conjunto de conocimientos y habilidades que ha dominado el mundo desde la antigüedad, y el poder usarla fue una condición que solo había sido otorgado a un grupo selecto de personas. Estas habilidades que en un inicio hicieron posible que la vida sea más fácil, pronto se fueron expandiendo a través de las naciones, en cuanto los llamados "magos" comenzaron a dejar descendencia, y más pronto que tarde, la magia se hizo una forma de vida.

Pero en algún momento de esa progresión, surgieron individuos con condiciones anormales, estos eran capaces de utilizar habilidades especiales, a pesar de no poseer poder mágico en su interior, como sí lo tenían los llamados "magos". Pero pronto estos individuos especiales comenzaron a ser llamados "no magos", en una clara intención de categorizarlos dentro de una escala jerárquica.

Los magos eran abiertamente considerados como los individuos más poderosos, y a su sombra estaban los "no magos", que en la mayoría de ocasiones jugaban un papel secundario, tanto a nivel cotidiano como a nivel bélico, aunque principalmente eran usados más en lo último. Y en la actualidad, esa distinción sigue siendo clara, magos y "no magos", dos clases con distintas naturalezas.

— ¿Realmente puedes usar magia? —había preguntado Hana, viendo a la pequeña con una expresión de confusión.

— Yo tampoco lo creí cuando me lo dijeron, que las habilidades especiales de los "no magos" tienen una raíz mágica primigenia, y que por algún motivo interrumpe su desarrollo, quedando como un simple residuo mágico casi imperceptible que genera con el transcurso del tiempo todas las habilidades. Pero de alguna forma es posible reactivar esa raíz, aunque no se puede hacer mucho más que eso. Por eso el nivel de magia que un "no mago" puede utilizar es mínimo y casi desapercibido.

Aquella fue una explicación que había dejado en silencio a los jóvenes, históricamente es un concepto que se maneja en todas las escuelas de magia del continente, "los no magos no poseen poder mágico", aunque Hana y Milo habían crecido con esa idea, cada uno dentro de sus diferentes estilos de vida, por su lado Ireth no había entendido muy bien ese tema, pero el haber oído la frase "no mago" asociado a "poder mágico", era como para por lo menos, fruncir el ceño.

— El instructor que me tenía a su cargo me explicó que a partir de la raíz mágica podía aprender algún tipo de magia, y la que eligiera debería ser un complemento para mi habilidad.

— ¿Y qué tipo de magia elegiste? -preguntó Ireth.

— Les haré una demostración -señaló Aiko. — Ustedes quédense aquí, me alejaré un poco.

Luego de decir esto, la pequeña de cabellos negros se fue alejando colina arriba, avanzó algunos metros y se detuvo, la distancia no era muy larga, al punto que se podían escuchar de un extremo al otro sin necesidad de alzar mucho la voz.

— Voy a comenzar

Aiko cerró los ojos, respiró profundo, mientras relajaba los músculos de su cuerpo lentamente, ante la atenta mirada de los demás.

Por unos segundos entró en un estado de concentración, Hana e Ireth se pusieron de pie para ver lo que iba a suceder, y Milo seguía apoyado en el tronco del árbol.

Luego de ese breve lapso de tiempo, Aiko abrió los ojos, y a pesar que el aire a su alrededor no había sufrido ningún tipo cambio, ella agitó el brazo hacia delante.

Los tres jóvenes que esperaban, no vieron venir nada especial desde la posición de la pequeña, pero sí ocurrió algo, una pequeña brisa acarició los finos cabellos de Hana, moviéndolos apenas.

— ¿Eh?

— ¿Sucede algo? —preguntó Ireth.

— Aire —dijo Hana, viendo a la joven elfo—, sentí una suave brisa.

Aiko regresó nuevamente donde se encontraban los demás, mostrando una sonrisa.

— Eso es lo máximo que puedo hacer con magia.

— ¿Una brisa? ¿Solo eso? —preguntó Milo, viendo con extrañeza a Aiko.

— ¡Así es!

Sin embargo, la respuesta de Aiko se oía bastante contundente, y su expresión era de confianza absoluta.

— Lo siento Aiko —comentaba Hana—, pero no creo que sea de mucha utilidad.

— Fufufu... todavía falta la mejor parte —Aiko mantenía su sonrisa.

— ¿La mejor parte? ¿Qué quie-res de...?

Sin poder completar su pregunta, el cuerpo de Hana perdió el equilibrio y cayó de espaldas, siendo sujetada por Milo, quien la sujetó por los brazos, y la mantuvo apoyada sobre su pecho.

— ¿Q-Qué ocurrió? —preguntó Ireth, viendo con sorpresa a Hana casi a punto de quedar inconsciente.

— Entonces —Milo vio a Aiko—... no fue una simple brisa de aire, tú trasladaste tu habilidad a través de esta.

La joven elfo volteó a verla también, asombrada.

— ¿Qué les pareció? —preguntó Aiko, sin dejar de sonreír satisfactoriamente.

— Un "no mago" con magia —comentó Milo, mientras recostaba en el suelo a Hana—... he tenido que verlo para creer. Los blancos tienen información más allá de lo ordinario. Parece que ahora sí podrás ser de ayuda.

— ¿A-Ahora... sí?

— Hana está ya recuperándose —habló Ireth en ese momento.

Y como lo había dicho, la joven comenzó recobrar toda su energía. Aiko había demostrado lo interesante que había sido su estancia en la escuela de adiestramiento, dando a conocer además un detalle muy importante, y es que los "no magos" podían ser capaces de usar magia, aunque en cantidades insignificantes.

— ¿Qué cosa es lo que aprendiste tú? Ireth -Aiko le preguntó a la joven de cabellos blancos.

— Bueno, la verdad es que no aprendí nada nuevo —contestó, con una tímida sonrisa.

— ¿Hay algo que no sepan los elfos?

— De hecho, creo que fue Ireth quien terminó mostrando cosas nuevas —bromeó Hana, mostrando una ligera sonrisa.

A diferencia de los humanos, los elfos han dominado la magia desde su origen, así que era muy difícil que uno pueda desconocer los principales fundamentos de la magia, a partir de los cuales se forman una infinita variedad de hechizos.

— En mi caso —hablaba nuevamente Hana—, diría que lo más interesante que aprendí fue el manejo de la intensidad mágica.

Cuando la joven mencionó aquello, llamó la atención de Milo, aunque este decidió mantenerse en silencio, mientras ella continuaba.

— Y con esto me refiero a que puedo realizar explosiones con diferentes niveles de poder, y eso es algo que antes no podía hacer.

Diciendo aquellas palabras, la joven extendió la palma de su mano a la vista de los demás, y pareció como si diminutos residuos de pólvora se prendiesen en ese pequeño espacio, antes que cierre su puño.

Durante algunos minutos Hana estuvo explicando todo acerca de la intensidad mágica, un concepto que Milo ya había escuchado por parte de Jayla.

— Por supuesto que todavía no alcancé a dominarlo, ya que es algo que lleva mucho conseguirlo.

Hana hizo sus demostraciones, creando explosiones de diferentes magnitudes, siempre evitando que sean tan grandes como para llamar la atención a larga distancia; y Milo, al mismo tiempo, sentía fastidio por no poder controlar aún su propia intensidad mágica.

Al final, lo único que alcanzó a hablar cuando le preguntaron, fue acerca de un hechizo especial que estaba tratando de dominar, cuando realmente no había intentado siquiera hacerlo una vez, aquel hechizo que Jayla le había mostrado.

Durante el tiempo que pasaron conversando acerca de las nuevas cosas que aprendieron, el sol había avanzado hasta comenzar su ocaso, mientras el cielo se iba tiñendo de naranja.

Tal como lo habían acordado, el grupo de jóvenes comenzó a moverse nuevamente colina abajo, tratando de avanzar tanto como se pueda rumbo a la orilla del río.

La vista desde su ubicación era asombrosa, pues se encontraban en una de las inmensas montañas verdes entre las que el río hacía su recorrido en la parte más baja; y el valle aún se veía lejano, pero era el primer objetivo en su camino.

Todavía tuvieron una hora más de caminata hasta que la noche finalmente los había alcanzado, en una zona completamente abandonada por cualquier tipo de iluminación posible.

El frío comenzaba a hacerse sentir, mientras los jóvenes amontonaban ramas y troncos secos que habían ido recogiendo en su camino.

Al mismo tiempo, Aiko, quien iba cargando una pequeña mochila, la abrió para sacar un pequeño bolso de cuero, de los utilizados habitualmente para guardar monedas, aunque esta vez extrajo un pequeño retazo de papel, con un material parecido al usado para los pergaminos.

— Aquí está —refirió la pequeña.

Luego de decir aquello, Aiko se acercó al montón de ramas, y tomando en su puño el retazo de papel, pronunció unas palabras.

— "Activar sello rojo" "Fuego"

Al instante, arrojó el papel hacia las ramas y este se consumió por una pequeña cantidad de fuego que terminó prendiendo una fogata.

— Afortunadamente traías sellos rojos —comentó Hana, mientras acercaba sus manos al fuego—, con lo que me quedaba de dinero hubiese sido imposible conseguir alguno.

— Siempre son necesarios -respondió la pequeña.

— E-El frío se siente bastante.

—¿Acaso nunca has dormido a la intemperie? —preguntó Milo, mientras Ireth y Aiko sacaban mantas de sus bolsos.

Hana explicó que durante sus campañas de persecución a criminales, con su disuelta Orden, cada vez que tenían que pasar noches a campo abierto, armaban tiendas, pero nunca habían dormido en simples mantas, como era esta ocasión.

Y como lo había dicho, alrededor de la fogata, los jóvenes comenzaron a tender las mantas sobre las que iban a dormir.

—Realmente es una imagen aterradora —comentaba Hana, sentada en su manta, y observando la completa oscuridad a su alrededor, en un cielo en el que la luna no se mostraba.

—¿No les da miedo? —preguntó Aiko, cubriéndose la espalda con otra manta, mientras se abrazaba las rodillas.

Hana dijo sentir un poco de temor por el hecho de saberse en medio de la nada, pero que la calmaba el hecho de estar en compañía de más personas.

Cuando Milo fue consultado, simplemente respondió estar bastante acostumbrado a esas situaciones, y Hana entendió al instante la respuesta. No había forma que un miembro de Safiot no esté familiarizado con la oscuridad absoluta, sin embargo, Aiko se mostró extrañada con esas palabras, después de todo, ella aún no conocía la verdadera identidad del joven. Y para Ireth fue un poco más entendible, porque ya había visto a Milo utilizar magia de oscuridad en una ocasión anterior.

La primera noche de su viaje parecía que iba a transcurrir con normalidad, hasta que poco antes de acostarse, Ireth pareció notar algo extraño.

—Hay algo... por allá —señaló con el dedo en dirección a la montaña que estaba al frente, del otro lado del río.

—¡¡Hyyeee!! —el cuerpo de Aiko se escarapeló de miedo, y no quería voltear a ver.

Milo y Hana si voltearon para ver, a pesar de la oscuridad, hacia el lugar donde Ireth señalaba.

—¿D-De qué hablas? No se ve nada —dijo Hana un poco nerviosa.

Milo se puso de pie al instante y avanzó unos pasos.

—¿T-También puedes verlo?

Hana se esforzaba por ver algo entre toda esa oscuridad, mientras Aiko se había recostado con rapidez, cubriéndose por completo con su manta.

—Tranquila Aiko, no es nada de lo que asustarse —comentó Ireth, mientras se acercaba a ella.

El silencio se apoderó del lugar por unos segundos, hasta que Hana logró notar aquello.

—¿Huh? Pero, eso es...

—Parece que estuviesen quemando algo -comentó Ireth.

—No queman nada -Milo respondió de inmediato.

—¿Una fogata? —preguntó Hana, mientras veía, entrecerrando los ojos.

En ese momento, Aiko se sacó la manta de encima y se acercó rápidamente hacia los demás.

—¿Qué dices? Que hay gente a parte de nosotros... ¿moviéndose por este tipo de lugares?

—Pero, podrían tratarse de personas del lugar —comentaba Ireth, tratando de restar importancia a aquello.

—P-Podría ser... aunque... —Hana no parecía muy convencida de eso.

—Como sea, no nos interesa, me voy a dormir —Milo rompió el breve momento de tensión que parecía estar generándose entre las jóvenes, mientras daba la vuelta y regresaba.

Al verlo recostado como si no representase nada importante para él, Hana sintió un alivio involuntario.

—En cualquier caso, deben ser viajeros en busca de aventuras, no hay razón para prestarle algún tipo de importancia.

Al final, los cuatro jóvenes terminaron ignorando lo que habían visto, y después de algunos minutos más de charla alrededor de la fogata, se acostaron para dormir.

Parte 2

En el centro de la ciudad de Aglynthor, capital theriana, está establecida la residencia principal de la Orden Militar Fénix Negro, lugar desde el que salen las órdenes hacia los demás centros establecidos en todo el reino. Y en ese momento, se estaba dando una reunión de emergencia; el reciente suceso ocurrido en uno de los centros de control de la ciudad de Antydeas había puesto en alerta a toda la organización. El grado de preocupación era tal que la General había convocado a sus principales comandantes, los llamados Cinco Elementos, aunque ahora solo eran cuatro, tras la muerte de Dobre a manos de Milo.

—Todos nuestros centros de control están comenzando a recibir refuerzos, en cuestión de horas no quedará expuesto ninguno —mencionó uno de los comandantes, Arthurus Bezac, un hombre de edad, no parecía tener menos de cincuenta años, pero con un físico envidiable por cualquier joven, además de su larga cabellera blanca atada hacia atrás en una cola, que le llegaba hasta la cintura, y un mechón que caía desde su frente, acompañando a su estilizada barba, lo hacían lucir como un clásico mayordomo de casa adinerada, pues vestía un traje negro con bordados dorados, y el largo saco abierto dejaba ver encima de su camisa blanca, un chaleco de cuero también con adornos de oro.

Estas personas de peso dentro de la Orden, se encontraban reunidos en un salón de gran tamaño, sentados alrededor de una enorme mesa rectangular ubicada en el centro.

—También hemos desplegado agentes especiales que van a continuar con la investigación, esos bastardos no llegarán lejos —agregó otra de los comandantes, Vanora Meayer, una joven de blonda cabellera, atada en una coleta por la parte de atrás, con unos amenazantes ojos turquesa; y vistiendo un uniforme negro ceñido al cuerpo, y un largo y delgado saco del mismo color encima, además de una gorra militar que le daba una imagen todavía más amenazadora.

—Dar con ellos no será un problema mientras estemos atentos al más mínimo movimiento en nuestra contra —refirió ahora, Aelizia Gaistel, la General de la Orden, una mujer de rubia cabellera, que caía por encima de sus pechos en forma de rizos, vistiendo un elegante traje blanco con acabados dorados, y una pequeña capa roja sobre sus hombros, que cubría su espalda.

—De eso no te preocupes —habló esta vez otro de los comandantes, Sagard Lekins, un hombre corpulento y de gran estatura, que despedía un aura de arrogancia absoluta, con sus rubios cabellos cortos y bien peinados, y su vestimenta ligera, una camisa negra que destacaba su ancho torso, además de un gran saco de piel sobre sus hombros—, no solo estamos reforzando las defensas. Tan pronto como uno de los centros esté bajo amenaza de ataque, los oficiales al mando tendrán comunicación inmediata con nosotros, y nos apersonaremos en el acto, para que no haya ninguna posibilidad de fallar.

—Es prioridad capturar a quien esté detrás del ataque y de las amenazas.

—Ya deberíamos retirarnos para cualquier cosa que pueda suceder, creo que todo ha quedado claro —intervino en la conversación el cuarto comandante, William Baradras, otro hombre adulto, de contextura gruesa y con una musculatura bien trabajada, pero de una edad similar a la de Arthurus, cabellera blanca y mediana, atada en una pequeña coleta, además de un prominente bigote que acompañaba a sus barbas cortas.

—Recuerden dejar personal en las calles de las ciudades, no podemos descuidar a la población —aclaró como recomendación la general.

—Todo está bajo cont...

Una voz interrumpió en ese momento a William, mientras la incrustación de un anillo que tenía en su dedo había comenzado a emitir un brillo.

"Señor, hubo una explosión en Casperor" —comenzaba a oírse desde el cristal incrustado.

—¿Explosión? ¿Los están atacando?

"No, en el centro de control todo está normal"

—Entonces no es problema, que se encarguen nuestras unidades que están por la zona, creo que fui claro cuando dije que la comunicación es exclusivamente para lo relacionado con la gente que nos atacó.

"Señor, la explosión ha sido enfocada sobre una sola edificación... el punto C3"

—¡¿Cómo dices?! -Sagard golpeó la mesa al mismo tiempo que se ponía de pie, justo antes de que el cristal de su anillo comenzará a brillar también.

"Señor, acabamos de recibir información que E6 ha sido atacado" —se oyó decir a otra persona.

—Debe tratarse de una coincidencia, no hay forma de que...

En aquel instante, un tercer cristal de anillo brilló en Vanora, recibiendo una información idéntica.

"Señor, O7 ha sido atacado"

—¡¡¡Qué!!!

—¡Imposible!

"Comandante, nos reportan una explosión en T2"

—¡¡¡Desplieguen refuerzos en todos los puntos de cada ciudad!!! ¡¡¡Ahora!!! —exclamó Aelizia, exaltada.

—Esto definitivamente no es ningún tipo de coincidencia —comentó Arthurus, con un evidente nerviosismo y mientras se ponía de pie-, esos malnacidos saben de nuestros negocios.

—¿Pero cómo?

"AN5 está en llamas"

"Han atacado AG2"

—¡¡MIERDAAA!! —Sagard dejó salir un fuerte grito.

—¡Están aquí!

—Yo me encargaré —Vanora salió rauda del salón, tirando con fuerza las puertas.

—Parece que ya no hay tiempo para más conversaciones —Aelizia se volvió a sentar, mientras apoyaba sus codos sobre la mesa, entrelazando sus dedos—, mantengan toda su atención en todos los puntos, y al primero que sea atacado muévanse de inmediato.

Con la orden dada por la General, los tres comandantes restantes, salieron del salón.

Más tarde, en comunicaciones simultáneas, la General supo por los informes de los comandantes, que los ataques a esos puntos a los que ellos mismo habían insinuado como "negocios", habían tenido el mismo patrón de operación.

"No les ha importado si había personas dentro, esos infelices..."

—Por lo menos ya sabemos contra qué clase de gente tratamos —comentaba Aelizia, con una evidente expresión de fastidio, sentada sobre su sillón, en el salón en el que habían estado reunidos antes—... ¿y qué hay con el número?

"Es el mismo... siete, cero, ocho"

—Es lo único que han dejado a la vista en todos los lugares que han atacado, ¿qué diablos hay detrás de eso?

"A mí no me parece que haya algo detrás, es más bien como si... firmaran sobre sus destrozos"

—¿Un nombre? Suena ridículo.

"Pero es una posibilidad"

—............

La General se mantuvo en silencio por unos segundos, antes de volver a hablar.

—Setecientos ocho... ¿qué clase de estúpido pone un nombre como ese?

Durante aquella noche no se produjeron más ataques, pero en Fénix Negro se había tomado una decisión diferente a la que se había dispuesto con horas de anterioridad. Lo que inicialmente sería una férrea posición defensiva sobre todos sus centros de control en el reino, se había tornado en un despliegue mayor, para instaurar vigilancia en aquellos misteriosos "puntos" que habían sido atacados.

* * *

Lejos de la iluminación de cualquier gran ciudad, en lo profundo de algún bosque, había un campamento, con una cantidad regular de personas, el cual tenía mucha vigilancia por sus alrededores.

En ese lugar se valían de pequeñas lámparas de fuego artesanales para iluminarse. Y a ese mismo lugar llegó un individuo, que se dirigió presuroso hacia otra persona, una que estaba sentada al interior de una tienda, escribiendo sobre una pequeña libreta que sostenía en su mano.

—Yiorgos, está hecho... se ha visto gente de Fénix Negro desplazándose a todos los puntos críticos...

El hombre al que aquel individuo llamó "Yiorgos" era una persona con muy pocas características destacables, parecía a simple vista un aldeano ordinario, y tampoco daba la apariencia de poseer algún tipo de habilidad o poder.

—Todo salió de acuerdo al plan —seguía hablando la otra persona, otro sujeto de apariencia ordinaria.

—Es bueno oír eso —contestó el hombre llamado "Yiorgos"—, eso solo nos confirma la clase de delincuentes que son.

—Los nuestros están a la espera de tus órdenes.

—Perfecto, creo que es hora de dar un golpe más fuerte. ¿Ya tenemos posición en Efrea?

—Todavía, esperamos que lleguen en dos días como mucho.

—........ Ya veo, guardemos energías hasta entonces, dejemos que los nervios carcoman a esos militares corruptos.

—Entendido —el hombre salió de la tienda luego de asentir con la cabeza, dejando solo a Yiorgos, quien continuó escribiendo en su pequeña libreta, sin mencionar una palabra más.

* * *

A la mañana siguiente, los cuatro jóvenes ya se encontraban caminando cuesta abajo, luego de haber pasado la noche a la intemperie, pero con las energías recargadas.

—Tengo hambre -refería Aiko, mientras bostezaba, estirando los brazos.

—Tal vez deberíamos parar un momento —comentó Hana.

—No, descansaremos cuando lleguemos al río —la respuesta de Milo fue contundente, generando malestar en la pequeña de coletas.

Ireth comenzó a hablar en ese momento, haciendo una pregunta.

—La ciudad a la que vamos...

—Efrea -aclaró Aiko.

—Sí, ¿es una ciudad grande?

—No, es muy pequeña, de hecho es la más pequeña de entre todas las del reino —siguió respondiendo la pequeña—, te diría que se acerca más a una aldea que a una ciudad. Lo que la hace bastante visitada es su mercado negro.

—Ya veo, pero debe ser muy agradable.

—Pues no te lo voy a negar, es un buen lugar para vivir —respondió Aiko, mostrando una sonrisa.

Hana también esbozó una sonrisa, antes de hablar.

—Eso suena bien, ya tengo ganas de llegar.

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