call of silence. robert...

Da targparadise

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COS. ❝ madness and greatness are two sides of the same coin, in which side landed... Altro

chapter zero.
call of silence.
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Da targparadise


𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐓𝐖𝐎








Cuando los rayos del sol se asomaron y se posicionaron sobre la carpa del príncipe, sus ojos se abrieron de par en par para comenzar con su día. Recordó, mientras se colocaba la última pieza de su prenda de ropa, que había invitado a la joven Lyanna a desayunar con él, y ahora, debía comenzar a organizar la improvisada reunión que organizó a último momento.

Sir Arthur se adentró en sus aposentos y realizó una corta reverencia ante él, su amigo y príncipe.

Rhaegar se sintió aliviado de que apareciera justo a tiempo.

─Gracias a los Dioses, necesito que hagas algo por mí.

─Mhm, ¿qué será esta vez?

Rhaegar sonrió.

─¿Puedes conseguir el desayuno? ─le preguntó─. Necesito que todo esté listo pronto...

Sir Arthur suspiró levemente.

─No me pagan lo suficiente.

Rhaegar palmeó su espalda y pronto, la Espada del Alba se dispuso a realizar su labor. Para cuando Lyanna arribó a la carpa del príncipe, la mesa de madera se encontraba repleta por distintos tipos de comida que Arthur consiguió de la cocina. Había pasteles de arándanos, frambuesas y naranja. Frutas picadas, que además de ser exóticas y algunas se encontraban en fuera de estación estaban perfectamente cortadas en cubos. Distintas fusiones de té que tenían un aroma demasiado amable con su nariz.

La loba se maravilló y se sintió especial, había tanto allí ante sus ojos, que logró hacerle pensar en cosas que no sabía si era correcto pensar. Se sintió casi como un pecado estar allí, le había dicho a su padre que una doncella la invitó a pasar la mañana y aunque no parecía habérselo creído, acabó permitiendo su partida tan temprano sin refutar.

Rhaegar la recibió con una sonrisa amigable que no permitía ver su dentadura, tenía un aspecto acogedor en la comodidad de la carpa, utilizando ropas apropiadas de un príncipe que sería coronado como Rey, mientras más lo miraba y se percataba de cada detalle de su alargado cuerpo, más se daba cuenta de que debía ser el hombre más perfecto en los Siete Reinos, y le pareció absurdo pensar en ello cuando siempre detestó a los varones. La idea de verle cada mañana la hizo suspirar enamorada, y solo se percató de ello cuando los ojos índigos del príncipe la observaron con curiosidad, preguntándose qué la hizo actuar así.

─Todo luce delicioso ─musitó ella, situándose en la silla que Rhaegar movió hacia atrás y le indicó utilizar. Una vez Robert quiso tener el mismo gesto, se acabó sentando del otro lado de la mesa ignorándolo horriblemente y ganándose un regaño desagradable por parte de su padre.

─Me alegra que lo que ves te guste ─musitó él─, no estaba seguro de sí todo sería de tu agrado. Me preocupó haberme equivocado.

Lyanna negó.

─Para nada, gracias por la cortesía.

─Por favor, no es nada ─musitó, sentándose frente a ella. La mesa era medianamente grande, rectangular y al estar tan llena de comida, no supo por dónde comenzar.

Una sirvienta que vestía un agradable vestido rojizo y su cabello se encontraba cubierto por un pañuelo blanco que impedía que los mechones se salieran, se adentró para realizar una reverencia y empezar a servir el té en cada taza.

Lyanna tenía criados, había unos cuántos en el Norte que hacían cosas que ella no debía hacer, y siempre se preguntó cómo serían los de la realeza. La sirvienta se encontraba limpia, tenía un semblante amable y le sonrió en más de una ocasión. Era mucho mejor de lo que imaginó. Siempre tuvo la suposición de que serían todo lo opuesto.

─Desconozco mucho del Norte ─Rhaegar habló, rompiendo el silencio que los rodeó por unos minutos─, ¿crees que deba incluirlo en un pequeño y rápido viaje?

─No sé qué tanto pueda gustarle el frío a alguien que prefiere el calor, pero estoy completamente segura que le va a gustar el atractivo del Norte ─musitó ella, asintiendo─. Puedo indicarle algunos de mis lugares favoritos.

─Tal vez el viaje sea mucho más atractivo si me acompañas ─le dijo, sonriéndole de una manera tan encantadora que se robó los pensamientos coherentes de la loba. Él acabó riendo levemente, haciéndola regresar al plano terrenal─. Maegelle odiaría al Norte, sin dudas. Detesta los lugares fríos. Es más dragón de lo que yo soy.

La mención de la princesa logró hacer algo dentro del estómago de Lyanna arder y su sangre hirvió. ¿Qué era esa sensación?

─Quizá solo usted deba ir hacia el Norte, le prometo asegurarme que tenga unn buen momento ─musitó, su voz sonando encantadora. Rhaegar sonrió asintiendo.

─Me aseguraré de ir cuánto antes, quiero disfrutar del Norte antes de que el verdadero frío llegue.

Lyanna asintió.

─Nuestra Tata cree que aún faltan años antes de que llegue el invierno ─musitó, tomando té y dejándolo mientras continuaba hablando─. Dice que algo más llegará desde Más allá del Muro. Siempre nos cuenta historias de terror, me parecen un poco patéticas.

A él no le pareció que fueran patéticas, se sintió intrigado por esas historias que rondan a los norteños.

Tal vez oiría algo sobre lo que él leyó.

─Esas historias suenan interesantes ─musitó Rhaegar─, ¿podrías hablarme de ello?

Lyanna asintió con su cabeza de inmediato, con tal de hacerlo feliz, empezó a detallar las leyendas que su Tata les contaba a ella y sus hermanos antes de que puedan irse a dormir. Eran tan antiguas como los árboles en el jardín de los Dioses.

Así, Lyanna comenzó a narrar la leyenda.

El decimotercer Lord Comandante de la Guardia de la Noche, un temerario guerrero, se enamoró de una mujer cuya piel era blanca como la luna y ojos como estrellas azules... su piel era fría como el hielo. La llevó hacia el Fuerte de la Noche, donde la proclamó Reina y gobernó junto a ella durante trece años, los hermanos de la Guardia de la Noche se convirtieron en su ejército personal, sujetos al control mental de su Reina gracias a extraños sortilegios.

El Lord Comandante fue derrotado por Brandon el Rompedor, Rey del Norte y Joramun del Pueblo Libre, quién era el Rey más allá del Muro. Tras su derrota, descubrieron que realizaban sacrificios a los Otros y que esperaban por su pronto despertar.

─Esa es una leyenda que no me permitirá dormir ─musitó, en tono bromista el príncipe. Lyanna rió por lo bajo.

─Pararé de contarte historias si eso significa que no permitiré que duermas bien, mi príncipe.

─Para nada ─musitó él─, tienes una manera adorable de contar las leyendas, aminora su terror.

Lyanna rió avergonzada e iba a decir algo cuando fueron interrumpidos por Sir Barristan Selmy, el hombre observó a ambos y rápidamente realizó una reverencia.

─Disculpe que le interrumpa, mi príncipe.

─No te preocupes ─musitó Rhaegar─. ¿Sucede algo?

─Llegó un cuervo de la princesa Maegelle ─musitó él.

Oh ─Rhaegar musitó, poniéndose de pie. Sir Barristan le extendió el pergamino enlazado con una cinta rojiza y sellado con un sello negro─. Hacía un buen tiempo que no me llegaba nada. ¿Cómo supo dónde estábamos?

─Quién sabe, nunca cuestiono los métodos de la princesa por saber lo que hacemos de éste lado del Mar ─bromeó Sir Barristan. Rhaegar sonrió asintiendo y observó el pergamino, deseoso por saber qué le comentaba su hermana.

─¿Desea que lo deje a solas, mi príncipe? ─preguntó Lyanna, haciéndole recordar sobre su presencia. Él negó con su cabeza.

─Puedo leer lo que mi hermana tenga para contarme luego ─musitó, volviendo a situarse ante ella y dejando el pergamino en la mesa─. Por favor, continúa.

Sir Barristan impidió que el ceño se le frunciera de la confusión, el príncipe no acostumbraba a posponer el leer lo que Maegelle había escrito. Muchas veces lo vió bajar los libros y salir de las reuniones antes de tiempo para poder leerla. Sin decir nada, realizó una reverencia y buscó a Sir Arthur, encontrándolo a unos metros de la carpa del príncipe.

─Parece que Lyanna Stark es especial ─musitó Sir Barristan, Sir Arthur solamente suspiró.

─Suena a que será un problema ─dijo él, mientras señalaba con su cabeza a Robert Baratheon. Sir Barristan hizo una mueca.

─Deberemos mantenernos atentos a cualquier amenaza.

Sir Arthur asintió.

─Y solo nos quedan cuatro días más de justas... ¿Qué más podría suceder?

Preguntó algo equivocado, porque pronto las trompetas sonaron y se anunció la llegada de alguien. Cuando Sir Lewyn Martell llegó hacia ellos corriendo, su rostro pálido y pecho agitado, les hizo entender que no debía ser bueno.

─¿Dónde se encuentra el príncipe? ─preguntó, atropellando sus propias palabras.

─Dentro de la carpa. ¿Sucede algo? ─Sir Arthur preguntó.

─Sí ─musitó él─, el Rey está aquí.

Las amenazas continuaban acumulándose.

─Barristan infórmale a Rhaegar, nosotros nos formaremos para recibir a su Majestad.

─¡Sí!













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