ch. 020

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐓𝐖𝐄𝐍𝐓𝐘

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐓𝐖𝐄𝐍𝐓𝐘




El humo impedía una vista clara de la situación, mientras más intentaba forzar su mirada, menos conseguía darle forma a lo que fuera que se encontraba ante él. Parecía una enorme roca negra, pero a medida que se acercaba, se percataba de la manera en que parecía respirar y tenía un sinfín de líneas rojizas que le recordaban al fuego de los Volcanes cuando estos hacían erupción.

No se escuchaba nada, solo el viento soplaba contra su cuerpo y el frío helado golpeaba contra su rostro una y otra vez sin detenerse. Frunció su ceño cuando logró percibir los aromas a su alrededor, sal y no había olor a quemado, lo que quitaba de su pensamiento que ese espeso y oscuro manto fuera humo; se trataba vapor. Comenzó a disiparse debido al viento que aumentó su fuerza y pronto, la mancha negra que llegó a considerar una simple roca enorme en su camino, se alzó ante él de manera que le hizo temblar las piernas; Rhaegar observó a la bestia ante sus ojos y no pudo evitar sentir la inesperada exaltación de su corazón, quizá del miedo o emoción, tal vez debido a ambas emociones.

No se trataba de cualquier bestia común y corriente, era un dragón. Una majestuosa bestia de color negro que llevaba líneas rojizas que simulaban al fuego dentro de su propio vientre, tenía unos ojos rojos que le miraban con cierta curiosidad y amenaza, ante él, se recordó a él mismo lo pequeño que es realmente. Lo pequeños que los Targaryen eran hasta que domaron a esas bestias, aunque nunca fue certero si tenían un control sobre ellos tan preciso; a Rhaegar no le parecía que a ese dragón ante él se le pueda negar algo como la misma libertad y una vez más, pensó en lo pequeño y banal que eran ellos comparados a esas bestias.

El dragón descendió su cabeza y desde sus narices salía un vapor muy cargado, se acercó a tal punto que al expulsar aire por la nariz, hizo que choque contra el pálido rostro del príncipe Targaryen, inhaló su esencia y como si estuviera completamente acostumbrado a él, lo empujó con su cabeza, saludándolo.

Oh ─una voz se hizo oír en medio de todas las emociones encontradas en su cuerpo─, debes ser Rhaegar; esperábamos por ti.

La incertidumbre que Rhaegar sintió fue confusa, no encontró al dueño de aquella voz rasposa y prepotente, no logró dar con el rostro de quién fuera que estuviera hablándole, por la reacción del dragón, no debía ser nadie amenazante. Después de todo, los dragones fueron considerados como mucho más inteligentes que los hombres por los propios Maestres durante la Danza de los Dragones y los tiempos de Aegon el Conquistador.

Una mano se posó sobre su hombro y lo hizo voltearse al borde de golpear a la persona que estuviera ahí, sin embargo, sus ojos se toparon con los mismos que soñaba día y noche desde que se encontraba encerrado en los calabazos de King 's Landing. Eran esos ojos púrpuras que solían cazarte cual fantasmas.

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