Sanando Heridas/Michael Jacks...

_moon_19970 द्वारा

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Descubre lo que Jenna tiene para decirte de nuestro cantante favorito. La historia está tomando fecha y lugar... अधिक

0.
01. ¿Quién demonios es John Branca?
03. Solo Miradas.
04. Llamadas.
05. Cenas y huracanes
06. Flames
07. Leave me alone
08.Uvas y vinos
09. Pastillas y pruebas positivas
10. Pequeño milagro de felicidad
11. Respuestas
12. Reuniones y hermanos pequeños
13. Los Angeles, parte 1
14. Los Angeles, parte 2
15. Promesas
16. Despedidas.
17. Sanando Heridas (1)
18. Sanando heridas (2)
19. Cicatrices
20. Besos
21. Meseras
22. Peleas y kilómetros.
23. Desconocidos
24. Deseos
25. Historias
26. ¿Familia?

02. Miradas azules

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_moon_19970 द्वारा

Narra Michael

El director Webber abandonó su tono pasivo, su rostro se partió de preocupación al mirar como aquella chica pelirroja se desplomaba en el piso.
Yo no podía sentirme mas apenado por aquella situación, desde el inicio aunque sabía que esto no era una buena idea no me negué y ahora un chico rubio sostenía el cuerpo flácido e insconciente de otra persona por mi culpa.

Yo miré a Bill, quien se mantenía paciente como siempre, mientras John los miraba más apenado de lo que yo estaba, y la furia hacía él empezaba a crecer dentro de mi. Suspiré hondo, y caminé hacia el hombre al otro lado de la sala.

—¿puedo ayudar en algo?—el doctor Webber me miró alarmado al acercarme.

—por favor quédese aquí, Señor Jackson.—juntó sus manos en forma de súplica, y salió disparado acompañando a los otros chicos lejos de la habitación.

—Bill.—murmuré al sentir ya su presencia junto a mi.—¿crees que regalarles entradas al concierto solucione algo?—tomé su hombro, no para llamar su atención, sino para sostener mi cuerpo débil. No había desayunado y el susto no terminaba de repetirse en mi mente, las miradas preocupadas que se posaron sobre mi me torturaban.

—las tengo en el auto.—respondió frunciendo el ceño. John se acercó a nosotros al verse desocupado en la soledad de la habitación.—¿quieres que las traiga? ¿Seguro que quiere arreglar cada error con una entrada gratis a su concierto?—continuó Bill al mirar mi expresión en silencio. Suspiré hondo.

Habían cantidades de propuestas de John que no me dieron buena espina, entre ellas este encuentro innecesario, ¿que hacía yo aquí mientras podía estar refinando detalles y ensayando en mi trabajo? No era necesario estar presente cada vez que se daba una donación, jactarse de la caridad es algo que no soporto, y sabía muy bien que John lo hacía con la esperanza de que la gira tenga mucho que ver con esto.

"Es algo rápido, solo es acto de presencia. Necesitamos que vean que estás ahí", sus palabras antes de llegar se apuñalaban en mi interior.

Si bien la culpa y la pena que sentía no se me irían tan fácil de encima; sabía muy bien que yo no era el responsable de esto.

—olvídalo.—le respondí a Bill, tratando de acallar mi enfado al ver que los doctores se acercaban de nuevo a la habitación, y para mi sorpresa la chica que se desmayó venía con ellos, pulsando un algodón cerca de su nariz.

—Lo siento.—Webber continuó caminando zancadas largas a hacia mi.—un pequeño inconveniente, pero esto te pasa seguido, ¿no es cierto?—bromeó, obligándome a cambiar mi expresión por una pequeña sonrisa que no sirvió de mucho.

Si supiera que me devastaba.

—déjeme presentarle a los doctores, señor Jackson.—continuó, yo asentí, posicionando las manos detrás de mi espalda, dándome cuenta de sus caras ahora preocupadas y no pude evitar sentirme aun más culpable.
—tenemos a la doctora Alice Johnson, el doctor Gunther Famik, Geller Hang, Hayley Jones, Jackie Hardy y Jenna Miller...—la mayoría me saludaron, considerados y tranquilos, haciéndome sentir más en paz.

—Lo siento.—susurró la doctora Hayley, tapando su apenado y rojo rostro, sus manos pálidas todavía temblaban. Yo negué con la cabeza, y atreviéndome a lo que mejor sabía hacer; le abracé delicadamente por unos segundos. Ella sonrió. —Aún no lo puedo creer.—susurró, miré como su ojos se tornaron vidriosos y los doctores detrás de ella se reían sin disimular.

—nosotros tampoco, cariño.—la doctora Alice sobó su brazo con ternura y me sonrió calmante.

—Dios, discúlpame, no quería causar esto ni mucho menos que te sintieras mal.—levanté mi mano, buscando el perdón en su rostro que de inmediato me brindó.

—¿bromea?—el doctor Geller Hang negó con su cabeza, mirándome.—acaba de cumplir su sueño, ¿y se disculpa?—una carcajada de su parte hizo que mis músculos se relajaran, y parpadeando aturdido me contagió su sonrisa. Aún así no pasó mucho tiempo hasta que Webber aclarara su garganta delante de nosotros robando nuestra atención.

—queríamos agradecerle, por que su ayuda nos ha brindado imparables garantías para nuestros pacientes, especialmente cuando se trata de pediatría, ¿no es cierto doctora Jenna?—hubo silencio, hasta que alguien se hizo espacio entre los chicos.

No había visto unos ojos tan bonitos desde hacía mucho tiempo. Eran azules, parecían zafiros, de color oscuro, grandes, abiertos, nerviosos.

—mucho gusto.—fruncí mi ceño al mirarle apretando mi mano, mi sonrisa se expandió.

—mucho gusto.—repitió en un susurro, siguiendo la línea de mis pupilas.

Me sentí muy extraño, habían pasado tantos meses de trabajo y de preparación que el hecho de sentirme de pronto diferente era algo bruto, anónimo, peligroso.

—tal vez algún día pueda visitar a los niños.—le dije, tratando de ahogar el hielo que se acumuló en mi garganta.

—claro, cuando quiera.—miró hacia sus pies, haciéndome sentir vulnerable, impotente, queriendo que me mire de nuevo.—¿estás bien, Hayley?—mencionó en un susurro a la chica temblorosa junto a ella.

Era bonita. No. Guapa. Era hermosa, y parecía sacada de otro universo. De pronto me asustó no poder quitar mis ojos de ella, ¿me culpaba? Solo hacía falta mirarla.

—¿tú estás bien?—la doctora Alice le interrumpió, y ni siquiera los susurros de los demás me hicieron quitar mi mirada de la suya.

—¿qué dices? Claro que sí.

Claro que sí.

Me sentí nervioso, insatisfecho, extraño.

—Michael se tiene que ir.—John nos interrumpió, despistando su azul mirada hacia él, molestándome más de lo que pensé.—lo siento mucho.

Era tarde, la noche estaba empezando a caer y el descanso era horriblemente imprescindible para mi en estos momentos de mi vida, así que refunfuñando me tocó despertar de aquel inaudito sueño.

—eh, sí.—aclaré mi garganta, y dando un paso hacia atrás me incorporé en el séquito de seguridad que Bill manejaba.—ya es hora.

—¿ahora?—la doctora Hayley habló. Para mi sorpresa no nos miraba a ninguno de nosotros, sino al doctor Webber quien se encontraba detrás, cruzado de brazos.—pero, por favor, déjenos mostrarle los frutos de su donación.—sus manos anudadas a la altura de su pecho, la expresión de duda de Webber y los pies del doctor Gunther causando aquel ruido que simulaba las manecillas de un reloj hicieron que casi enloqueciera.

—eso sería espectacular, sin embargo no nos gustaría quitarle el descanso al señor Jackson antes de...

—lo haré.—interrumpí al director, ignorando la mirada de desaprobación de John junto a mi.—no es para tanto.

La sonrisa en el rostro de Hayley enterneció mi corazón, y me sentí de pronto algo orgulloso de la decisión que había tomado.

—de acuerdo.—suspiré hondo al escuchar la gruesa voz del señor Webber junto a mi. Mientras John retenía el aire en sus pulmones fulminandome con la mirada.—Miller y Geller, acompáñennos.—concluyó, causando todo tipo de fricciones en mi interior al mencionar el apellido de aquellos ojos intensos.

—antes de eso.—John habló, todos le miramos.

De pronto en sus manos había una pequeña cámara y mis ansias por salir de ahí se agrandaron como la sonrisa atontada en su rostro.

¿De dónde rayos la había sacado?, Miré a Bill impasible, él se encogió ligeramente de hombros ante mi interrogante mirada

—únanse para una foto, por favor.—prosiguió y yo le di la mejor mueca de confusión que tenía guardada, pero él me ignoró.

Me posicioné cerca del doctor Geller después de unos momentos de rebeldía.

—¿que podría decirle a Michael Jackson?—murmuró junto a mi, con una sonrisa amigable que me sacó de la órbita en la cual nadaba desde hace unos segundos.—¿le gustaría salir a tomar algo algún día con los chicos?—señaló rápidamente con su dedo índice hacia los personajes con gabachas blancas a unos pocos metros de nosotros. Yo tuve que mirar de nuevo, para rectificar de lo que me estaba hablando y que no había sido cosa mía el cómo habló de ellos como si fueran sus...¿primos? ¿Amigos?

Aclaré mi garganta, no estaba tan acostumbrado a invitaciones de primer momento, pero cuando aquello pasaba me encantaba, me hacía sentir como una persona normal, y la sonrisa que destilaba mi cara lo daba a entender mejor que yo.

—cuando quieras.—le seguí su tono tranquilo, aunque de mi parte parecía competir un poco más de esfuerzo.

—mi número está registrado en el hospital, puedes buscarlo cuando quieras, además...—se acercó un poco más a mi.—librarse de Hayley no creo que se te haga muy fácil.

Sonreí ante la idea, e incluso un atisbo de emoción se empezó a encarnar en mi.

—vaya, muchas gracias, doctor—dije.

—solo Geller.—negó la cabeza con una mueca en sus labios.—solo Geller.

—pero miren quien se adelantó.—la doctora Hayley cruzaba sus brazos junto a nosotros quitándome la palabra de la boca.
Geller encogió sus hombros en respuesta, y virando hacia mi me obsequió un leve pero divertido guiño, yo le respondí el gesto con una sonrisa.

Después de algunas instrucciones de Webber la foto se tomó, rápida y precisa. Y antes de salir al pasillo, algunos se acercaron a John primero para despedirse, otros caminaron hacia mi.

—no tiene idea del gusto que ha sido.—La doctora Alice volvió a tomar mi mano, y sin avisar jaló de mi para darme un pequeño abrazo, que por supuesto no ignoré.—es la primera vez que alguien tan importante nos visita.

Una pequeña herida de culpa se abrió en mi por la furia que sentía hacía John, que si por su puesto sus intenciones me molestaron; el venir no había sido pero ni en lo mínimo algún error.

—no es...n-no es nada, doctora.—murmuré, ella se separó de mi.

—solo Alice, querido. Ya de por sí el ser mayor que tú es una travesía.—negó con la cabeza, yo me reí de su expresión, todavía un poco tímido.

—¿terminaste, Alice?—Jackie, un doctor de ojos asiáticos parecidos a los de Alice y cabello oscuro se acercó a nosotros.—hay cola, ¿sabes?—Alice solo le dio una mirada de reprobación y en un último gesto de amabilidad que yo respondí se alejó de mi alzando su mano y agitándola.

—¡Michael Jackson!—el doctor agitó mi mano con fuerza, y después me dio unas palmadas en la espalda con agilidad. Mis mejillas se tornaron rojas.—fue un placer, soldado.—expresó, asintiendo su cabeza uniformemente, yo le imité.

—¿tienes especialidad?—le interrogué señalando el broche colgando de su gabacha, un pie robótico, bastante cómico e interesante.

—ortopedia.—soltó mi mano, aún junto a mi.—la mejor especialidad que verás en este hospital.

—disculpa.—Geller se unió a la conversación, sosteniendo una botella de agua.—pero ese puesto creo que me pertenece a mi.

—tú trabajo se mantiene vivo por la estupidez de la gente, soldado.—el doctor Jackie repitió de nuevo aquel adjetivo, levantando sus cejas divertido.

—¿nos vamos, Señor Jackson?—Geller habló, yo sonreí, su tono había cambiado a uno burlón y cortante, dirigido hacia el doctor Jackie.

—dime Michael.—negué con la cabeza, justo como él hace unos minutos.—solo Michael.

—Michael.—resplandeció una sonrisa amable y sincera mientras pronunciaba mi nombre.

De una vez por todas me aseguró en aceptar aquella salida. Después de todo no iba a descansar hasta mirar de nuevo a esos ojos azules.

Salimos después de unos minutos al pasillo, Webber iba junto a mi, explicándome las consignas del hospital, en que momento fue fundado y sus mejores cirugías dentro del área de la salud que han regido y fortalecido el lugar para que muchos de aquí lo escojan, yo trataba de ponerle atención y sino fuera por que la doctora Jenna iba junto a él lo hubiera logrado, si su mirada no me hubiera atrapado desde el primer segundo y aquel sentimiento no me hubiera quitado el aire por averiguar de que se trataba y porqué de pronto su presencia hacía una diferencia para mi.

—...usted mismo lo puede averiguar incluso,  ¿les gustaría visitar algunos pacientes de pediatría? Hay dos casos que me gustaría que observaran dentro de este departamento.—mi atención se volvió a prestar en sus palabras, y parpadeando alejado de la realidad; asentí. Aún así no pude ocultar lo distraído que estaba, mis mejillas se tornaron rojas.

—sí, ya que estamos aquí.—respondió John.

Suspiré hondo al ver como Webber interrumpía a la doctora Jenna quien hablaba animadamente con Geller para darle instrucciones.

—Michael, John.—su voz impactó mi mente más de lo que pensé que lo haría. Nada de "señor Jackson" y aquello lo agradecí hasta la luna, agradecí su azul mirada posada sobre mi, el mar que poseía era tan extenso que ni siquiera podía ver su fin. Ella atrapaba mis ojos como si descubriera algo que solo ella sabía, y aquello me hacía sentir extraño.—s-síganme...—apartó unos largos segundos después su vista de mi y sus mejillas se tiñeron de rojo.—por favor.

—de acuerdo, tenemos hasta las 9.—John masculló y consiguió que quitara mi vista de ella para fijarla en su fruncido aspecto.

—de eso no hay problema.—le respondí, apretando mis dientes ligeramente contra mi boca al ver como las dos balas que tenía como ojos se fijaron en mi.—Frank lo entenderá.—me expliqué antes de que su boca se abriera para replicar, y sin decir nada más me adelanté junto a Geller, quien tenía ahora una expresión en blanco y parecía atento a la doctora Jenna más de lo que vi en todo este rato.

El séquito de Bill nos rodeaba, y aunque al inicio se sintió extraño, después de unos minutos me acostumbré al ambiente del hospital y su personal, algunos se agolpaban en los vidrios, otros solo nos pasaban de largo.

Al llegar, la sala estaba casi vacía, pintada de blanco, junto a las camas las máquinas que piteaban y encima de ellas niños, pequeños que aferraban su vida a la esperanza del tiempo, niños que hacían que la boca se me secara de amargura y de dolor al verles así, donde sus pálidas caras reflejaban el sufrimiento que pasaban, y que no podía hacer absolutamente nada más al respecto de lo que ya había hecho por ellos, aquello me retaba tanto como era posible.

Bill se adelantó, y recorriendo la habitación con la mirada por último la posó en mi para dar un positivo con sus ojos, asintiendo la cabeza en un "estás seguro aquí".

—adelante, Michael.—Geller extendió su brazo indicando donde todos estaban reunidos, en la última cama de la habitación fría y silenciosa.

La doctora Jenna tenía en sus manos lo que parecía una ficha clínica, y después de ojearla presencié como suspiró hondo, luego me miró.

—ella es Kimba, una niña huérfana del Congo, llegó aquí por el programa "pequeñas manos unidas", tenía 4 años cuando aterrizó, ahora cumplirá 6. Su recuperación ha sido lenta, pero positiva.

La pequeña inocente solo nos miraba con atención, su labios estaban pálidos y sus manos amarillas, más de lo que yo había visto en un niño, aunque su cuerpo parecía bien alimentado, su parte abdominal parecía más grande de lo normal.

—¿que pasa con ella?—pregunté, Webber aclaró la garganta hacia Jenna, quien le miró fulminándolo con la mirada de pronto.

—VIH.—mis ojos se agrandaron.—su padrastro la violó repetidas veces causándole hemorragias en su parte íntima, infecciones y una prueba positiva de VIH, junto a eso una enfermedad renal que necesita urgente un transplante.—su mirada bajó para posarse en la pequeña niña, yo le seguí.

La pequeña me miraba, su boca estaba fruncida y su cuerpo estaba conectado a varias máquinas, parpadeaba lento y respiraba con cuidado, sigilosa.

—hola.—le susurré, tratando de acercarme a ella con una pequeña sonrisa, sin embargo, una mano me detuvo.

Era Jenna.

—Espera...—susurró, con su mano todavía en mi brazo, le miré frunciendo mi gesto. Mi pecho subía y bajaba y sentía mi brazo picar debajo de su tacto.—ella no está acostumbrada a tener visitas, es muy nerviosa.—explicó con un tono de voz todavía más bajo que antes, y después de unos segundos retiró su mano de mi, con sus mejillas rojas.

—es un caso muy triste.—Webber comentó.—pero gracias a las donaciones como las suyas el programa puede seguir en pie, ayudando a muchos niños como ella.

—¿que pasará con ella si se recupera?—pregunté. Mis manos sudaban al recordar su tacto.

—si todo sale bien, podrían adoptarla.—Jenna continuó, hablando junto a mi.—hay un matrimonio que siempre la visita, pero han tenido problemas en el juzgado y no les han dado los papeles, creo que es algo sobre la nacionalidad de Kimba.

Fruncí mi ceño, la pequeña nos miraba con curiosidad y nerviosismo. Su cuerpecito en pañales semidesnudo nos dejaba a la vista varias cicatrices que solo hacían que la escena se volviera menos creíble. Justo cuando se me olvidaba que había gente así de malvada en el mundo son casos como estos los que me vuelven a abrir los ojos.

—sigamos.—cortó Webber, dejándome perplejo.—Kimba tiene que descansar antes de recibir su tratamiento.

Sin decir nada más, pasamos junto a las camillas sin interrumpir el sueño de los otros angelitos que yacían ya en sus camas.

Antes de salir, sentí como algo me jalaba hacia atrás ligeramente.

—Kevin.—masculló Jenna junto a mi.

Al voltearme, un pequeño me miraba con sus enormes ojos grises, tenía un brazo roto y estaba descalzo frente a mi. De inmediato me hice de su tamaño y le regalé una pequeña sonrisa.

Oh, mi corazón se encogió.

—eres tú.—señaló mi nariz.—a mi hermanito menor le gusta mucho tú música.—volteó hacia atrás un instante señalando una camilla vacía y pequeña detrás de él. Su delicado rostro estaba manchado de varios moretes, muchos de los cuales se veían casi sanados. Habían ciertas puntadas en su brazo izquierdo.—mi padre le obsequió una revista con tu cara, pero él está en cirugía ahora.

—¿quieres que la firme?—sostuve sus mejillas, siendo el primero en ver aquella reluciente sonrisa que me regaló, sonrisa que derritió cualquier atisbo de dolor que había en mi interior.

—es una idea muy bonita. Iré por él.—se giró de inmediato, corrió con sus piecitos descalzos hacia la camilla y regresó con una revista, la sostenía con gran fuerza con su mano izquierda.

Bill me pasó una de sus plumas.

—¿cómo se llama tu hermanito?—le pregunté firmando la portada donde efectivamente había un tabloide con mi nombre.

—Sam.—masculló con una sonrisa.—y yo soy Kevin.

—mucho gusto Kevin. Eres un niño muy valiente.

—¿tú cómo te llamas?—me preguntó, pasando una de sus manos por su pequeña boca, mirándome paciente.

Aquella pregunta sólo podía venir de la voz de un pequeño, y cada vez que la hacían me hacían sonreír como un demente, me llenaba de una emoción increíble.

me puedes decir Mike.

•••

Espero les haya gustado el capítulo, déjenmelo saber con un voto y un comentario 🥰.

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