Estrellas en el firmamento ✔️

By victoria_Fog

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Hazel jamás pensó que, en la noche del cumpleaños de su mejor amiga, iba a conocer a un chico que le cambiarí... More

Estrellas en el firmamento
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89 ¡Penúltimo!
Capítulo 90 ¡Último!
Epílogo
Agradecimientos

Capítulo 84

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By victoria_Fog

Deneb Kepler

No quería que se largara, pero fueron dos las razones que me impidieron decírselo. Primero, sabía que ella necesitaba acomodar su vida, solucionar sus problemas y volver a sentir esa estabilidad que tanto deseaba. El primer amor me había cegado a tal punto que a veces creía que tenerla a mi lado era indispensable para que yo pudiera respirar, como una necesidad básica, pero en el fondo sabía que no era de esa forma, que la única persona que uno necesita para respirar es a uno mismo, y Hazel, después de reprimirse por tanto tiempo, necesitaba encontrarse a sí misma y comenzar a amar quien realmente era. La segunda razón era simple, algo dentro de mí me aseguraba que su ida no era el fin de nosotros y que la distancia no iba a jugar en nuestra contra.

Lo supe cuando recibí una videollamada, tal como me lo había prometido.

—¿Qué tal el viaje?

—Estuvo tranquilo a pesar del clima —respondió—. ¿Y por allá?

—Pues igual que hace 10 horas, solo que un poco más solitario. Tu presencia hace falta, Hazel.

—Deneb... —murmuró, ladeando su cabeza—. No digas eso, me pone triste.

—Solo lo digo para que sepas que puedes venir cuando quieras, la invitación está abierta.

—Gracias...

— ¿Estás en el departamento? —pregunté, al no reconocer el fondo que la acompañaba. Hazel asintió—. ¿Y él?

—No está —respondió en un tono bajo—. Cuando llegué y no lo vi, lo llamé, pero no me contestó. Después de un rato me escribió un mensaje diciendo que estaba en un viaje de trabajo. Vuelve el otro año.

—¿Viaje de trabajo en estas fechas? —cuestioné.

No quería meterme en sus problemas con Philip, pero no podía evitarlo por más que me esforzaba en cerrar la boca. Sabía que Hazel conocía a Philip más que nadie, sus actitudes de mierda y comentarios inapropiados, de igual modo, sentía que ella no reaccionaba como debía.

—No pretendo calentarme la cabeza pensado en dónde o con quién puede estar. Además, tampoco tengo derecho a enojarme. No después de que nos... besamos.

La vi avergonzada por esas palabras y un tanto incómoda. Yo no me sentía mal por Philip, ni un poco, pero sí me sentía mal por ese sentimiento de culpa que cargaba Hazel.

—¿Qué harás? —le pregunté, necesitaba escucharla.

—Ahora voy a ir donde mis padres.

—Me refiero a la vida, Hazel.

Respiró profundo antes de contestar. No la quería presionar, pero a veces sentía que necesitaba un pequeño empujón para tomar decisiones, para plantearse las cosas. Y yo, aunque fuera a la distancia la iba a ayudar, me daba igual correr el riesgo que sus decisiones no fueran a mi favor.

—Voy a comenzar a buscar trabajo de tiempo completo y un departamento. Quiero tener todo listo, para que cuando él regrese pueda marcharme tranquila.

Yo asentí un poco más calmado. Quería que cerrara el ciclo con Philip, pero no porque de esa forma ella y yo podíamos estar juntos, entendía que Hazel necesitaba un tiempo en soledad, sin sentir la responsabilidad de corresponder a otro amor. Quería que lo cerrara porque odiaba ver cómo él podía consumir el brillo de sus ojos.

—¿Y tú?, ¿qué piensas hacer ahora que yo no estoy allá?

—Me ha tocado preparar la cena esta noche, y aún no sé muy bien lo que haré.

Ella soltó una risa cuando le mostré una zanahoria. Se vio un poco más animada.

—En todo el tiempo que estuve ahí, no preparaste ni una sola vez la cena —me reprochó.

—Puede ser porque no me dejabas hacer nada —le recordé—. Estabas detrás de mí quitándome todo lo que tomaba, ni un vaso de agua dejabas que me sirviera.

—Quería ser un aporte en tu casa, Deneb. Pero me pudiste haber sorprendido.

—¿Cómo podía sorprenderte? No te despegabas de mí en ningún momento.

—¡Oye! —se quejó—. Eso es una mentira.

—Bien, no te despegabas de mí el 90% del tiempo.

Vi sus mejillas intentando controlar su rojez.

—Debiste ocupar mejor ese 10%.

—Bueno, la próxima vez yo cocino. Es una promesa.

—¿Y cuándo será esa próxima vez...? —preguntó en un tono suave.

Dejé a un lado la zanahoria y la quedé observando. Nos mantuvimos en silencio unos segundos.

—Te extraño, Deneb...

—Estás obsesionada conmigo. No ha pasado ni un miserable día.

Hazel soltó una carcajada y negó con la cabeza. Yo también reí con más mesura, y me acerqué a la pantalla para poder observarla mejor.

—Tómate tu tiempo, recuerda que es tuyo, y no hay factores externos que lo puedan llegar a alterar. Yo seguiré en esta casa, Hazel, no me iré de aquí.

—Suena lindo, pero la vida no se detiene jamás. Y yo no soy dueña del tiempo.

—Pero sí del nuestro... Aquí estaré, ensayando en la cocina para no envenenarte la próxima vez que te vea.

Ella volvió a reír, me gustó verla soltarse y despejarse de sus problemas por unos segundos. Ansiaba el día que pudiera verla de esa forma por un largo tiempo, y no por momentos fugaces.

—Debes pensar en lo que harás con tu trabajo —me recordó, cambiando el tema—. Puedes volver o seguir pidiendo licencia.

—Creo que volveré —me sinceré—. Mamá también va a volver después de año nuevo, no hay razón para quedarme en casa.

—Si es algo que te acomoda, entonces está bien. A veces es bueno volver a la rutina, pero recuerda que esa no debe ser una forma de evadir el dolor...

—Lo sé —murmuré.

—Y sabes que si quieres hablar me puedes llamar. Necesito tiempo, pero no distancia...

—¿No necesitas distancia? —pregunté, confundido.

—No —me aseguró—. Que no te confundan los kilómetros que nos separan, Deneb. Tú y yo estamos más cerca de lo que crees.

Sonreí, satisfecho y feliz por sus palabras.

—Te dejo, ya debería estar en la casa de mis padres para cenar.

—Mándales mis saludos.

—Lo haré. Te llamo mañana.

Terminé de cocinar las verduras y salteé un poco de pollo. Al probarlo me di cuenta que le faltaba sal, pero ya no había mucho que hacer, solo ponerle por encima. Mamá fingió que le gustó mi cena al probarla, aunque pude notar lo insípida que la encontró por una mueca que se le escapó sin ganas de ofenderme.

Ella cocinaba muy bien, podía hacer magia con una simple rebanada de pan y mermelada de mora. Cada cosa que preparaba, siempre la disfruté mucho, la simpleza la hacía ver como una extravagancia. Lo podía asegurar, porque mi paladar era bastante exigente.

La única vez que encontré desabrida la comida de mamá, fue cuando llamaron del hospital para avisar que mi padre había muerto. Vi lo mucho que le afectó la noticia, y cómo con sus ojos llenos de lágrimas me repitió que no le importaba, e intentó seguir con su día. Pero no pasó desapercibida cuando la sopa que estaba preparando no tenía un sabor muy distinto al agua.

—Mamá...

—¿Sí?

—¿Tú sabes en qué parte del cementerio está papá?

Ella me quedó observando sin decir ninguna palabra. Podía apostar que no tenía nada que decir en ese momento, se quedó pasmada, porque en mucho tiempo no hablé de él, ni para maldecirlo, ni para extrañarlo.

—¿Por qué preguntas? —soltó después de varios segundos de silencio.

—No sé, curiosidad, o tal vez... lo quiero ir a visitar.

Ella negó al instante, decidida y casi espantada por mis palabras.

—Oh, creí que mi abuelo te lo había comentado. Pensé que cuando estuve en la universidad te pidió que lo llevaras o...

—No, Deneb —me interrumpió con una voz que rozaba la brusquedad—. Tu abuelo desde que comenzó a usar la silla de ruedas dejó de ir a visitarlo. Y jamás me pidió que lo llevara.

—Entiendo...

No sabía si me estaba diciendo la verdad. Quise pensar que sí, que mamá no tenía idea en qué lugar estaba ubicada la tumba de mi padre, pero había algo dándome vueltas, molestándome, diciendo que me estaba mintiendo. Quizás no quería admitir que ella lo iba a visitar de vez en cuando, quizás creía que al zanjar el tema mi curiosidad y mis ganas de indagar sobre papá se morirían. Pero en realidad yo no tenía ganas de saber de él, me importaba muy poco si tenía flores frescas o si su tumba estaba agrietada, mi pregunta fue hecha con otras intenciones.

—¿Irás a averiguar? —preguntó en un tono bajo e indeciso.

—No sé. Tampoco es que tenga muchas ganas, solo creí que... —Me quedé en silencio y dejé mi tenedor a un lado, no era capaz de explicarle lo que estaba dentro de mí—. Nada, me dio curiosidad.

—Raro...

—¿Mi curiosidad te parece rara?

—No, tú siempre has sido muy curioso, como todo buen científico. Pero me parece raro que ahora preguntes sobre tu padre, y mucho más que quieras ir a visitar su tumba, cuando los cementerios te parecen ridículos.

—Los cementerios no me parecen ridículos, mamá —le hice saber de inmediato y una risa cínica se me escapó—. Y bueno, me causa intriga ver el lugar en el que está su cuerpo. Sería divertido encontrarse a alguien llorando en su tumba. Imagina tiene algún hijo por ahí del que no estábamos enterados, hace falta agrandar la familia, cada vez vamos quedando menos.

A mamá no le hizo gracia mi broma, y tampoco tenía intenciones de hacerla reír. Mi voz hacia ella iba algo pasiva agresiva, o quizás más orillada a la defensiva.

—Lamento no poder ayudarte.

—Está bien, da igual.

—No, no está bien, Deneb —soltó con una voz un poco más tensa—. Nada de lo que sucedió años atrás estuvo bien. Yo...

—Mamá, basta... —le pedí, no quería hablar del tema—. Solo me dio curiosidad saber dónde está ahora, no te he preguntado sobre el pasado. Jamás haría algo así.

—Solo te quería decir que hice lo que pude —se expresó con un cierto tono de desespero por mi entendimiento—. Tal vez no vi todas las posibilidades cuando era joven, mi miedo no me dejó ver el panorama completo, pero hice todo para mantenerte a salvo, para que fueras un niño feliz...

Apreté mis labios y mi pierna derecha se comenzó a mover por debajo de la mesa, con impaciencia. Hablar sobre él no era una buena idea, nunca lo era. No podía hacer un comentario sin llegar a algo profundo, y por lo mismo evité mencionarlo durante toda mi adolescencia y años de adultez.

—Yo estaba enamorada, Deneb... Estaba muy enamorada de tu padre. Y lamento mucho no haberte elegido a ti todas las veces que él venía a desordenar tu vida, por permitirle hacerte todo el daño que te provocó. Pero es que no era capaz, él me desestabilizaba por completo, lograba jugar con mi mente, con mis ganas de que tuvieras una familia... Lo siento, cariño —se disculpó, dejando escapar un par de lágrimas.

—Está bien, mamá... No llores, por favor... —le pedí en un murmuro mientras tomaba su mano sobre la mesa, pues mi garganta se había apretado y no era capaz de hacer algo más. Si ella lloraba, no iba a ser capaz de consolarla.

No era una copia de mi padre, compartíamos el color de ojos y algunas facciones del rostro. Pero en algún momento, creí que era igual a él. Me atormentaba creerlo, porque cuando mamá me observaba, sentía que veía el reflejo del hombre que tanto la hizo sufrir. Tal vez por esa razón evité dar mayores problemas de pequeño y de adolescente, porque siempre tuve el miedo de que ella estuviera tan susceptible a odiarme, y al mínimo error que cometiera, viera que en el fondo podía ser igual a él en todas las dimensiones del ser humano.

No tenía tantas opciones a los 24 años. Él estaba muerto y no podía reparar el lazo que rompió, ni siquiera intentarlo. Todo estaba en mis manos, en ver a ese pequeño Deneb con sus pies descalzos y abrazarlo. Darle el amor que no tuvo. Aunque, para ser sincero, no estaba muy seguro si se podía recuperar el amor que te faltó en la infancia, pero de lo que sí estaba seguro y confiado, era que podía hacer que ese espacio vacío dejara de doler.

Por eso pensé que era buena idea ir a verlo, decirle todo lo que tenía atrapado dentro de mí a un pedazo de mármol con su nombre grabado sobre el resto de sus huesos. Parecía estúpido, pero disculpar a una persona que no está viva es lo más común del mundo para sanar, para detener el sangrado y decidir dejar todo atrás. Yo quería hacer eso, al menos intentarlo.

Pero yo no era como todos, yo no creía en el alma en pena que rondaba por la tierra, ni le daba un gran significado a los cementerios, porque estaba visitando a un cuerpo descompuesto, restos humanos, y ni aunque me esforzara podía comunicarme con un par de huesos que estaban a un paso de convertirse en polvo. Nunca creí que visitar su tumba iba a servirme para dar el primer paso, y así mismo fue, pues antes de intentarlo, se me cruzó algo más por el camino.

Al día siguiente de la ida de Hazel, fui al centro. Compré comida para llenar la despensa y otros productos que se necesitan en un hogar promedio, y por primera vez me quise quedar un rato más, paseando, mirando las tiendas y tomando aire fresco. No tenía ningún plan, solo quise caminar sin saber hasta dónde podía llegar.

Pasé por fuera de una tienda de juguetes, me detuve al ver las letras grandes y rojas que indicaban que estaban en liquidación después de la época navideña. Jamás me puse a pensar si seguían fabricando el juguete de mi infancia, ese que tanto quise y añoré por años, sin embargo, ahí estaba. Un poco más sofisticado por el paso del tiempo y con algunas funciones extras, pero la esencia seguía intacta, lo supe cuando mi niño interior tuvo la misma reacción que tuve al verlo por primera a través de una vitrina.

Esa tarde llegué a casa con un cohete bajo mi brazo. Lo puse justo al centro de mi mesita de noche e intenté pensar como el Deneb de 5 años. Me imaginé las infinitas posibilidades que existían, juegos que solo podía crear un niño con su mágica imaginación.

Y sonreí, porque algunas cosas eran más fáciles de arreglar que otras, estaba claro que mis asuntos parentales no eran una de ellas, pero decidí pensar como un niño y sentir la felicidad plena por recibir un juguete nuevo. Y de repente, la simpleza hizo su magia, logrando que por primera vez en mucho tiempo mi mente parara.


Insta: victoria.fog

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