Capítulo 85

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Hazel Bell

Cuando te vas de la casa de tus padres, lo último que quieres es volver con ellos. Porque aunque todo es más fácil bajo su techo, tienes una independencia ganada y no pretendes volver a perderla. Tienes tus reglas, tus horarios y una rutina marcada. Ya no eres la niña que depende de ellos, eres una mujer adulta. Así que todo ese proceso de buscar trabajo y un departamento que se ajustara a mi presupuesto, me estaba agobiando mucho más de lo que creí, sabiendo que en mi mente no existía la posibilidad de volver a casa. Agregando el hecho de que todos mis ingresos se habían vuelto cero, y solo contaba con unos ahorros que podía decir que eran míos en su totalidad y no de mis padres.

—Hoy he decidido ser feliz... —murmuró Christine, sentándose a mi lado.

Despegué la mirada de mi laptop y la observé. Tenía sus ojos puestos en el gran ventanal que teníamos al frente, donde las personas que había contratado para el segundo cumpleaños de Benjamin se movían de un lado a otro, dejando todo en su lugar para la especial celebración.

—Tengo el dinero suficiente para poder disfrutar y no estar pendiente de cada detalle, no está mal que el día del cumpleaños de mi hijo me siente a ver la televisión con una copa de vino en la mano mientras su padre lo cuida.

No supe si esas palabras me las quería comentar o simplemente necesitaba recordárselo a sí misma.

—No... supongo que no. Aunque te falta la copa de vino y la televisión —comenté.

No pareció escucharme.

—Porque contraté a personas de confianza, profesionales con certificados que respaldan sus conocimientos y habilidades.

—Exacto...

Ella sonrió con amplitud, tan tensa que noté cada músculo de su cara.

—No puedo —soltó de la nada.

—Christine...

—Es que mira cómo están quedando esas mesas, ¿tú crees que ese es el largo perfecto para un mantel? ¿O que ese centro de mesa está en el centro como lo indica su nombre? ¡Claro que no está en el centro! —exclamó con enojo, tomando un color rojizo.

—Christine, tú solo...

—No, no me pidas que me calme. —Se paró y se acomodó su blusa—. Voy a poner orden.

—No.

Tomé su mano antes de que saliera por ese ventanal, y la obligué a que se sentara al frente de mí.

—Deja que terminen, ahora están acomodando recién las cosas. Le darán una mirada general cuando hayan instalado todo y se darán cuenta de los errores, como el centro de mesa descentralizado y los manteles disparejos. Lo arreglarán y estará todo tan perfecto como lo deseas —le dije lento, intentando que las palabras entraran por sus oídos y se quedaran en su cerebro.

—Sí, tienes razón... —murmuró, tomando una bocanada de aire e intentando despegar su vista del ventanal—. ¿Y qué haces?

—Busco trabajo.

—Mmm, ¿renunciaste o te echó? —preguntó sin mucho tacto.

—Renuncié, creo —le respondí con una mueca de por medio.

—¿Y qué tal las cosas por allá?

—Philip aún no llega —le contesté, intentando no mirarla, no quería un exceso de preguntas que no iba a saber contestar.

—¿Y qué harás cuando llegue? —preguntó—. Después de esa propuesta de matrimonio y tu estadía en la casa de Deneb...

Era la gran pregunta, esa que todos los miembros de mi familia me habían hecho, aunque no directamente como lo acababa de hacer mi hermana. Yo sabía la respuesta, pero no me atreví a decirla en voz alta. Sin embargo, sentí una confianza extraña en Christine, como si fuera la única que me podía comprender, tal vez por la cercanía de edad y por la etapa que estaba viviendo.

Estrellas en el firmamento ✔️Where stories live. Discover now